Once fotos al capitán - Inazu...

By looveever

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❛La fotografía puede llegar a ser tu mejor aliada cuando te enfrentas al mayor reto que has tenido hasta la f... More

Prólogo
Día 1 | La foto alegre
Día 2 | La foto intranquila
Día 3 | La foto asustada
Día 4 | La foto sonrojada
Día 5 | La foto enfadada
Día 6 | La foto de espaldas
Día 7 | La foto entre amigos
Día 8 | La foto musical
Día 9 | La foto dormida
Día 10 | La foto bajo la lluvia
Epílogo
Nota de la autora

Día 11 | La última foto

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By looveever

11 de abril, viernes.

Rosie posó sus dedos en las teclas blancas y negras. Luego presionó ligeramente sobre ellas.
Unas notas llenaron la habitación.
Eran notas sueltas, libres.
El sonido del piano hizo que el peliceniza, que miraba por la ventana, girara la cabeza para ver a la chica.
Ambos se sonrieron.
Rosie bajó la mirada y acarició las teclas, suavemente, con la yema de sus dedos.
Riccardo se separó de la ventana y  se acercó a la banca donde estaba sentada Rosie. Justo delante del piano negro.
Tenía que admitir que aquel piano no era igual de bueno como el que él tenía en casa, pero le gustaba quedarse en el instituto para tocarlo.
A veces se sentía más inspirado allí.
Riccardo se sentó junto a Rosie.
No se decían nada.
El chico tomó las manos de Rosie y las puso debajo de las suyas.
Luego, manejando las manos de la chica como si de una marioneta se tratase, tocó algunas notas en el piano.
Apenas unas cuantas notas, nada complicado. Un par de teclas.
Pero fue lo suficiente como para que Rosie se deleitara no solo con el sonido armonioso del instrumento, sino con el tacto de las manos de Riccardo sobre las suyas.
Rosie hizo memoria y recordó cómo había terminado en el aula de música con Riccardo cuando, en realidad, ambos deberían estar en el campo de fútbol para el entrenamiento.
Así que viajó al pasado mientras se perdía con las notas del piano y volvió a aquella misma mañana.

• • •

Hoy era el fin. El último día.
Tras once días de intensas emociones, hoy se acabaría el reto.
De una forma u otra.
Con o sin la última foto.
Aunque a Rosie Redd aquello último no la angustiaba demasiado.
Caminaba con una gran sonrisa hacia el instituto.
Sus pasos eran firmes y sus ojos brillaban de emoción.

«Mis sentimientos dicen más que mil fotografías».

A la peliceniza se le subían los colores solo con pensar en esas palabras.
Skie, que caminaba junto a ella, no había querido sacar ningún tema de conversación.
Solo veía a Rosie soltar de vez en cuando una risilla tímida y, otras veces, mostrar grandes sonrisas de oreja a oreja.
Conforme se acercaban al Raimon, el corazón de la peliceniza se agitaba con fuerza en su pecho.
¿Qué haría al verle?
¿Qué le diría?
¿Lo abrazaría? ¿O solo le daría los buenos días?
¿Sería capaz siquiera de poder mirarle a los ojos?

—Rosie —la sacó Skie de sus pensamientos—. Mira, Jade está allí. Vamos, ya tengo ganas de ver la foto.

Skie parecía haberse contagiado del nerviosismo de Rosie. Y esta última no se había dado cuenta de que ya habían llegado al instituto.
Juntas se acercaron a la pelirroja, que hablaba con otra persona. Antes de llegar a su altura, escucharon unas risas de la mayor.

—Buenos días, Jade —saludó la peliazul—. Oh, buenos días, Ryoma.

—Buenos días a las dos —saludó el chico.

Rosie miró alrededor suya. Llevaba la mirada de un punto a otro entre todos los estudiantes que estaba reunidos en el recinto del instituto.

—Rosie la llamó Jade—. Hola.

—Buenos días —la peliceniza sonrió.

Jade la miró atentamente. Luego, se dio media vuelta para decirle algo a Ryoma.

—Oye, Ryoma. Vete a buscar a los demás, tengo que hablar con ellas.

—Pardiez, ¿me estás echando? —dijo Ryoma intentando hacerse el sorprendido.

Jade solo sonrió mostrando los dientes.

—Está bien, está bien —Ryoma giró sobre sus talones para irse.

Pero antes de que Jade pudiera reaccionar, el chico le había plantado un beso en la mejilla.
Luego salió corriendo.
En aquel momento, la cara de Jade y su cabello no se diferenciaban en color.
Las menores rieron disimuladamente.

—Hey, ¿de qué os reís? Jade tampoco podía disimular una gran sonrisa—. A ver, cambiemos de tema.

Jade se llevó las manos a la cara mientras seguía sonriendo.
Cuando se hubo serenado, volvió a la conversación.

—Rosie —la llamó Jade, alargando el sonido de la «i»—. Quiero ver una foto.

—Sí, venga Rosie —la animó Skie también.

Las compañeras de la pelicenizas esperaban ansiosas.
Rosie, con parsimonia, encendió la cámara —la traía colgada al cuello— y puso en pantalla la última foto que hizo.
Puso el aparato en manos de Jade.
Skie y Jade acercaron sus rostros a la pantalla de la cámara.
La fotógrafa formó una línea recta con sus labios en aquel momento. Sus ojos no habían parado de buscar por todos sitios.

—Mmm... —salió de boca de Jade.

—Rosie, ¿recuerdas cuando te dije que la foto de Riccardo de espaldas era una foto un poco extraña?

Rosie asintió con la cabeza. Sus párpados permitían ver solo la mitad de sus iris.

—Pues esta la supera —concluyó Jade lo que estaba diciendo Skie.

Rosie sonrió un poco.

—Rosie, no estoy muy entendida en el tema de la fotografía. ¡Pero aquí se ve perfectamente que Riccardo estaba posando para la foto! Además, ¿por qué está empapado?

—Ayer llovió -dijo Skie mirando al cielo—. ¿Os pilló la lluvia?

—Pues sí —admitió la fotógrafa.

—No nos desviemos del tema —dijo Jade con los ojos cerrados y el ceño un poco fruncido—. Rosie, Riccardo estaba posando para la foto.

—Sí —respondió simple la peliceniza.

Skie miraba a Jade y a Rosie, alternativamente.
Jade iba a añadir algo, pero Rosie se adelantó.

—Riccardo no sabía para qué era la foto.

El párpado de la pelirroja temblaba ligeramente.

—¿Le pediste la foto? ¿Así sin más? —preguntó Skie mientras sonreía nerviosamente.

—Sí —dijo Rosie sonriendo.

• • •

Rosie apoyó la cabeza sobre el hombro de Riccardo.
Este ya había soltado sus manos y ahora se encontraban enredados en un silencio muy agradable.
¿Debían decir algo?
¿Acaso debían romper aquel silencio que se había asentado entre ellos?
Los silencios en la música son imprescindibles.
¿Por qué no en la vida real?
Ambos seguían sentados delante del gran piano.
El entrenamiento ya debería llevar unos quince minutos empezado.
Podían permitirse llegar un poco más tarde.
Y mientras, Rosie volvió a recordar.

• • •

El resto del día, desde que entró a clase, la chica había estado con la cabeza en las nubes.
Sus labios temblaron al verle delante suya, junto a Gabriel.
Él le dedicó una sonrisa y entonces el profesor entró en clase.
No pudieron hablar demasiado, además de que las palabras se les atoraban en la garganta y la boca les bailaba ligeramente.
No podían decirse demasiado sin tartamudear.
Rosie descubrió, gracias a eso, que los silencios eran muy valiosos.
Y pasó una hora.
Dos.
Tres.
Sonó el timbre. Era hora de salir al patio, tenían su rato de descanso.
Rosie recogería sus cosas y bajaría a la primera planta para encontrarse con Jade y Skie.
Riccardo debía ir con Gabi a los vestuarios para ponerse el uniforme y prepararse para el entrenamiento.
Pero Rosie no contó con que Riccardo le susurraría unas palabras a Gabi en el oído, que haría que el pelirrosa saliera de clase sin esperar a su mejor amigo.
Tampoco contó que entre aquellos susurros se encontraran los nombres de Skie y Jade y, lo más importante, el suyo.
Cuando Rosie levantó la cabeza tras guardar todas sus cosas ya no vio al defensa número tres.
Pero Riccardo, en cambio, estaba de pie en la puerta.
Todos sus compañeros ya habían salido.
El profesor había salido.
Rosie, con su delicadeza en los gestos, solía ser de las últimas en salir.
La chica se acercó a la salida y se detuvo junto a Riccardo.
Ambos miraban a la pared que tenían delante.
A la derecha, estaban las escaleras que bajaban a la primera planta, a las aulas de los de primer curso y a la salida a los patios.
A la izquierda, había un par de clases más de segundo curso y, al final del pasillo, el aula de música.
Los pelicenizas compartieron un momento mirándose a los ojos, disfrutando de los silencios que había entre ellos.
Él una blanca.
Ella una corchea.
Y muchos silencios que le daban sentido a la partitura.
El peliceniza tomó la muñeca de la fotógrafa y caminó hacia la izquierda.

• • •

—¿Un reto? —preguntó Riccardo con las cejas arqueadas, aún sentado junto a Rosie—. ¿Y en qué consistía?

Rosie ordenó su mente. Torció un poco la boca mientras miraba al techo.

—Debía hacerte once fotos durante once días seguidos.

Riccardo miró al techo también.

—¿Y si no conseguías hacerme las once fotos?

Ambos se miraron a la cara.

—Debía confesarte mis sentimientos —le dijo Rosie con una sonrisa.

Riccardo también sonrió.

—¿Y si yo me declaraba antes de terminar el reto?

—Ja ja ja, eso no entraba en el plan de Jade —Rosie se llevó el dorso de la mano a la boca mientras se reía.

—Ah, o sea, que el plan era de Jade —dijo Riccardo sin perder la sonrisa.

Rosie asintió efusivamente.

—¿Y qué tal? ¿Lo has conseguido?

—Llevo diez fotos.

—¿Para eso era la foto que me hiciste ayer? —dijo Riccardo al darse cuenta.

—Sí —la chica soltó una risilla.

—Vaya, ¿y cuándo termina el reto?

—Hoy. Suelo enseñarle a Jade la fotos un día después. Pero mañana es sábado, así que debo enseñársela hoy.

Ambos volvieron a guardar silencio.
Riccardo miró al piano.

—¿Recuerdas cuando Gabi nos dijo que estábamos ciegos los dos? —preguntó Riccardo de repente—. Sinceramente, en aquel momento no le entendí.

—Yo tampoco —admitió Rosie.

—Pero ahora sí —le dijo él pasando un brazo por encima de sus hombros, acercándola más a su cuerpo.

—¿Sí? —preguntó Rosie levantando la cabeza para poder mirarle a la cara.

Riccardo asintió.

—Creo que estábamos ciegos de miedo.

Rosie le miró y frunció el ceño.

—Miedo. Porque, ¿y si yo te amaba y tú a mí no? ¿Y si tú me amabas y yo a ti no?

Rosie abrió mucho los ojos al escuchar aquello.
Separó los labios, notando como los tenía un poco secos.

—Pero no era así.

—Pero nosotros no lo veíamos —Riccardo sonreía mientras la miraba.

Estaban tan cerca que sus narices se rozaban.

—Ciegos de miedo —susurró Rosie—. Pero hay que admitir que el más ciego eras tú.

La chica sonrió triunfante.
Riccardo dio un rápido parpadeo.

—¿Yo? —le preguntó sin perder la sonrisa.

—¿No te dabas cuenta de todas las fotos que te hacía?

Riccardo cerró los ojos y asintió.

-Rosie Redd. Siempre he sido consciente de la innumerable cantidad de fotos que me haces.

Rosie puso las manos en el pecho de Riccardo y se separó de él bruscamente.
Echó el cuerpo hacia atrás mientras su boca estaba completamente abierta.
Además, había ahogado un grito.

—¿Qué? —preguntó Rosie aún con sus manos separándola de Riccardo y mirando al suelo.

Ninguno podían contener la risa.

—Siempre fui consciente de ello —dijo Riccardo sin para de reír.

Tomó las muñecas de Rosie.
Pero no las separó de su pecho.

—Y, y —Rosie no podía hablar con el corazón en la garganta y la risa que hacía que sus labios temblaran de emoción—. ¡¿Por qué nunca me dijiste nada?!

—¡Porque pensaba que le hacías las mismas fotos a los demás y que yo era un egocéntrico que deseaba que esa cámara solo me enfocara a mí! ¡Porque la cámara era de la chica más bella, graciosa y dulce de todo el Raimon!

Riccardo miraba hacia otro lado mientras seguía riendo, para ocultar un leve sonrojo.
Rosie reía a carcajadas.
Nervios, amor, emoción, alegría. Esos sentimientos le hacían perder la cabeza a cualquiera.

—Bueno, aunque le hago fotos a todos, tú siempre eres mi principal objetivo. Además, la cámara puede volver a enfocarte a ti —dijo Rosie tras haberse calmado un poco de la risa—. Aún me queda una foto del reto.

Riccardo tiró de las muñecas de Rosie para acercarla de nuevo a él. Sus narices volvieron a rozarse.
Rosie veía solo color vino.
Riccardo veía solo color lavanda.

—¿Quieres cumplir el reto? —le preguntó Riccardo.

El aire de sus palabras acariciaron los labios de Rosie.

—¿Y por por qué no? —preguntó Rosie entre susurros.

Riccardo había soltado las muñecas de Rosie para tomarla de la cintura.
Rosie tenía las manos en los hombros de Riccardo.

—Porque si cumples el reto tus sentimientos por mí no podrán salir a la luz.

Rosie sonrió.

—Pienso ganar el reto, Riccardo.

Riccardo abrió mucho los ojos y una gran sonrisa también se le formó en los labios.

—Me has llamado Riccardo y no Capitán Di Rigo. Sí que estás decidida.

Rosie volvió a reírse mientras cerraba los ojos.

—Entonces, ¿te hago la foto o no?

—Nunca le he dicho que no a una foto —contestó Riccardo perdido en la mirada de Rosie—.

Rosie quiso separarse de Riccardo para coger la cartera y sacar su cámara.
Pero Riccardo, que aún la tenía cogida de la cintura, no la dejo ir.
Separó un poco sus rostros y puso sus labios sobre el oído de la chica.

—Solo si tú sales en la foto conmigo.

• • •

Jade estaba de brazos cruzados mirando al campo.
Skie estaba sentada junto a ella con las piernas cruzadas.
La peliazul miró su reloj de pulsera por undécima vez.

—¿Cuánto ha pasado? —preguntó Jade al ser consciente de los gestos de su compañera.

—Casi media hora —suspiró Skie.

Jade miraba el campo fijamente.
Gabriel las había avisado de que Rosie se retrasaría porque se había quedado limpiando y ordenando la clase por orden del profesor. Y que Riccardo se había ofrecido a ayudarla.
El entrenador Evans puso a Arion como capitán suplente. Aunque había que admitir que el castaño estaba demasiado perdido, hacía lo que podía y de vez en cuando se apoyaba en Víctor.
Entonces Skie se puso en pie.

—¡Rosie, Riccardo! —dijo animada la peliazul.

—¿Estabais ordenando todas las clases de segundo o qué? —preguntó Jade un poco molesta, aunque por razón desconocida.

Rosie quiso contestar, pero Riccardo fue más rápido.

—Perdona, Jade. Ha sido mi culpa.

Riccardo se alejó un poco y se paró al lado del entrenador Evans y el señor Sharp. Rosie supuso que estaría explicándoles la excusa y disculpándose por el retraso.
El entrenador dio la orden al equipo para que detuviera el entrenamiento y Riccardo volvió a ocupar su puesto como capitán —cosa que Arion agradeció al cielo—.
La sonrisa que estaba dibujada en la cara de Rosie no se la quitaba nadie.
Se sentó al lado de sus amigas.
Skie la miraba con una sonrisa nerviosa y Jade se mordía una uña.

—¿Qué tal? —preguntó la mayor, con los párpados caídos.

—Tengo la última foto del reto —dijo Rosie sin más.

Jade dejó de morderse la uña y miró a Skie.
La menor solo se encogió de hombros.

—Pues —dijo Jade—. ¿A qué esperas? Ya quiero ver a Riccardo limpiando, ja ja ja.

Rosie sacó la cámara de su cartera y la encendió. Y como hizo esa misma mañana, puso la última foto que había hecho en la pantalla.

—Al final lo has conseguido, Rosie —dijo Skie mientras esperaba para ver la foto.
—Pues sí. Cumpliré mi palabra y dejaré de insistir para que te declares a Riccardo. Qué se le va a hacer.

La peliceniza le pasó la cámara a sus compañeras.
Un notorio sonrojo cubría las mejillas de Rosie.

—A ver —dijo Jade tras recibir la cámara.

Jade tenía el objeto rosa entre las manos.
Skie se levantó un poco del asiento para poder ver la foto.
Jade inclinó la cabeza hacia delante sin dar crédito a lo que veía.
Skie abrió muchísimo los ojos y, al igual que Rosie, sus mejillas se tornaron rosadas.

—Ro...sie... —la llamó Jade sin poder apartar la vista de la cámara.

Skie estaba completamente muda y tampoco dejaba de ver la imagen en la cámara.

—Rosie —la llamó de nuevo Jade.

Rosie no miró a sus compañeras en ningún momento. Quien no la conociera diría que las estaba ignorando. Pero los ojos de Rosie solo estaban puestos en su Virtuoso. No le había quitado la vista de encima en ningún momento. Iba y venía corriendo. Arriba y abajo, daba instrucciones e indicaciones al equipo. No perdía la concentración ni un solo segundo.

—¡Rosie! —volvió a llamarla Jade, esta vez un poco más alterada—. ¡Esta foto-! ¡Tú-! ¡Riccardo-! ¡¿Qué?!

Jade hablaba pisando sus propias palabras y no se le entendía bien.
Skie estaba paralizada a su lado, intentando mantenerse calmada.

—¡Rosie! ¡Di algo, Dios mío! —dijo Jade desesperada.

Rosie la miró sonriente.
Jade y Skie sonrieron con ella, aún con la sorpresa expresada en el rostro.

—Jade —la llamó Skie, mirándola—. Rosie ha ganado el reto.

Jade y Skie se miraron con una gran sonrisa y luego miraron a Rosie, que volvía a tener la vista en el campo.

—¡Rosie ha ganado algo más que un reto!

Jade se abalanzó sobre Rosie y le dio un gran abrazo.
Skie también se unió.

Rosie solo sonrió y correspondió al abrazo de ambas.

Bueno -dijo Jade cuando ya se hubo sentado de nuevo-. Aquí tienes tu cámara y tus preciadas fotos. Hay que ver la caja de sorpresas que estás hecha, Rosie.

Rosie tomó la cámara de las manos de Jade.
Miro enternecida la imagen que aún salía en pantalla.
Sí, nadie podía negar que se veía muy bien besando a Riccardo.
Y en los labios, nada menos.
Rosie inspiró hondo.
Levantó la vista, aún con la cámara en las manos.
Y sus ojos lavanda chocaron con aquellos ojos vino.
Riccardo se había parado en medio del campo, mirando a Rosie.
Rosie lo miraba sonriente.
El peliceniza se llevó una mano al corazón y le sonrió.
Rosie le devolvió el gesto, imitándole.
Entonces Riccardo volvió a correr por el campo como si no hubiera pasado nada y Rosie guardó su cámara en la cartera.
Suspiró y miró al cielo con una gran sonrisa.

Y necesite once fotos para darme cuenta de que tenías razón.
Una fotografía no le hace justicia a nuestro amor.

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