Estaba refugiada en unos de los templos de Itzar, donde sólo llegaban seguidores a dorarla.
Podía sentir el disturbio de emociones que envolvía a Alan.
Se apoyó en fuerza sobre un pilar de granito, el cansancio cada vez se apoderaba de ella. Bajo la vista para ver sus manos, las venas cada vez se notaban, soltó un suspiro, moriría.
Eso no era lo peor, su alma no iría al mundo de los muerto, estaba retenida por Itzar en una cápsula estéril.
Las piernas le fallaron y cayó al suelo, su cuerpo estaba luchando contra la muerte. Gruño cuando vio a sus hijos, se levanto para alejarse de ellos, se sentía herida.
Pero ellos la siguieron, frustrada por se tan lenta no dedicó cuenta y trastabillo por las escalera.
Aliad la sostuvo, la charco hasta dejarla en una cama de piedra, le golpeo la mano cuando intentó quitarle el pelo de la cara.
— lo sentimos
— no lo siente, no mientan –aspecto mirándolos– hagan lo que quieran, sólo están sellando su destino.
La carcajada de Nabdiel la enojó, iba decir algo pero el la detuvo.
— no vengas con hipocresía Matera —los ojos de Nabdiel se tornaron rojos sangre– nuestro destino fue sellado cuando no tuviste el valor de luchar cuando estabas embarazada de nosotros. Tu sola has arruinado la vida de muchos y no sólo la tuya.
Golpe bajo, gimió de dolor. Aterrada se levanto y corrió lejos de ellos.
Pero una cadena de oro se enrollo en su cuerpo, cayó al suelo con fuerza.
— odio que salgas corriendo, no somos marionetas que puedas usar a tu antojo, no puedes controlarnos siempre.
— no somos bueno Matera –hablo Aliad– acéptalo.
— no, hay más que sólo oscuridad en ustedes...
El suspiro de Aliad la puso nerviosa.
— te amamos, pero no aremos todo lo que tu digas.
Las lágrimas salían, la cadena se había ido pero todavía se sentía atrapada.
Fue a la fuente, se desnudo para aligerar la carga de emociones, iba a demostrar que podía arreglar todo. Por aquellos a los que amaba.
Antes de irse de este mundo necesitaba con Alan, el era parte de ella como lo era respirar.
Ignoro sus presencia, estaba enojada con ellos y no quería ni hablarlos a los dos.
Nunca había usado el don que le dio Tártaros, pero estaba enojada y le importaba un mierda si hería a sus hijos.
Invocó las llamas que custodiaban las puertas de la tártaros, escucho el gruñido de enojó y los volteo a ver enojada.
Eso la debilito más de lo que ya estaba, pero tenía que hacerlo. Las llamas rodearon a sus hijos y la brecha del mundo de los vivos y el de los muertos se abrió.
— no te atrevas madre –grito Nabdiel–
— lo siento... Pero no quiero que os pase algo, es por su bien –susurro–
Las llamas los arrastraron hacia dentro, empleó toda su fuerza para sellar la brecha.
Sus hijos no saldrían del tártaros hasta que ella dejara este mundo, tiempo suficiente para arreglar todo, intentar detener a Itzar, y Orion declarara el fin del juego de los dioses.
Lo peor, no es morir, lo peor es es vivir, y sentir muerto por dentro.
Razono Seira, así era como se sentía muerta por dentro.
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Alan golpe el sacó de arena una ves más, la ira, el odio, hervía dentro de sus venas, había estado cerca de su hermana y el maldito de Darius se había interpuestos.
Furioso golpeo con mucho más fuerza el sacó de arena, no le importo el dolor de sus nudillos.
Dejo el sacó, camino hasta la mesilla donde tenía una toalla para limpiarse el sudor del torso, pecho y cara, se limpió el sudor, después abrió una botella de agua.
Itzar lo observaba con una sonrisa, alzo una ceja a modo de interrogación para que ella hablara.
— se donde está tu hermana, ¿quieres saberlo?
La vio detrás de el, la delicada mano de la diosa recorrió su espalda.
— si
— bueno, ella esta mal... Jugaron con su mente cuando la alejaron de ti –susurro la diosa en su oído– diga lo que diga es mentira, puedo darle una oportunidad... Pero tienes que traerla aquí, el hechizo se está debilitando puedo reforzarlo
Haría todo por su gemela, si Itzar le iba a dar una oportunidad a Keira, el sacrificaría todo. Darius sería su enemigo de vida, lo mataría sin pensar.
— acepto, dame unos minutos, mi diosa —se inclino, ella le dio un beso en la mejilla—
— siempre has sido mi favorito Alan, eres mi pequeña debilidad, cazador —sus ojos se tornaron blancos– esta en mi templo de consagración, tiene dos días como máximo de vida si la traes alargare su vida.
Le beso la mano y se dio vuelta, camino hasta el baño del salón de entrenamiento, tomo una ducha ligera.
Se puso su uniforme de cazador, pantalón de cuero, como sus armas en cada parte del pantalón, se puso una playera que decía "me jodes y mueres" después coloso su chaqueta y metió sus punzones, alborotó su cabello rubio.
Coló su arco detrás de la espalda, al igual que las flechas.
Camino por los pasillos, vio a Alieth, estaba acostada en un diván. La diosa parecía dormir hasta que lo volteo a ver y le dio una sonrisa.
— Alan... Creí que estarías entrenando.
— no, tengo un asunto que arreglar.
La observo como se levantaba, Alieth era hermosa, su estructura ósea era fina y delicada pero peleaba como un buen guerrero y daba un puñetazo que podía destrozarte la cara.
Sus movimientos eran suaves y femeninos, se tensó cuando ella le toco el rostro.
— huye, si sales de esta puerta no intente regresar –le susurro al oído— suerte con tu búsqueda.
Ignoro sus palabras, agarro su cuello con fuerza y la beso.
Ella bufó y lo empujo, después ella lo destello lejos, algo positivo lo dejo cerca de su gemela.
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— ¿que intentas hacer? –Itzar le pregunto a Alieth–
— juegan con tu precioso bastardo –la diosa de la guerra regresó a su diván– ¿porqué?
Itzar miro con suspicacia a su hermana, no ganaría si se enfrentaba a ella. Le convenía tenerla de su lado después se desharía de ella al igual que los otros dioses.
Ella tendría el poder de crear nuevos dioses, si derrotaba a Orion en su estúpido juego, tendía el poder supremo y enfrentaría a Atrox para tomar el control.
Su hechizo impedía que el dios de la oscuridad pudiera ver su planes por completo.
— nada, nunca fuiste cariñosa con mis hijos –se encogió de hombros—
— no me va el amor Itzar, tu eres la única hermana a la que adoro, si no lo fueras...
— ya estaría muerta, una ventaja que me gusta —le dedicó una sonrisa cariñosa– puedes quitar del camino a las olvidados... Por favor.
Alieth suspiro y asintió, después la vio irse de ahí.
— una ventaja que utilizo querida hermana, tu amas pero yo no, nací imperfecta respecto a los sentimientos –hablo sola– no amo, pero soy perfecta para fingirlo, usare tu poder hermana hasta que me seas inservible.
No tenía el poder para derrotar Alieth, ella era una dios primario y su poder residía en la guerra, era invendible, poseía el poder de la causa y efecto a su favor eso la perjudicaría. Así que seguiría fingiendo cariño.
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El próximo capítulo será de Guen y su sexy baile 7u7 a Orion jajajaja
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