No Me Falles [2]

By Californiaxx

641K 36.4K 9.8K

La historia de Brad y Emma no acabó muy bien, o mejor dicho, no acabó. A veces tocar fondo es solo el comienz... More

🥀
R E P A R T O
P L A Y L I S T
S I N O P S I S
BOOKTRAILER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 20.1
Capítulo 21
Capítulo 21.1
Capítulo 22
Capítulo 22.1
Capítulo 22.2
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 24.1
Capítulo 24.2
Capítulo 24.3
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 27.1
Capítulo 27.2
Capítulo 27.3
Capítulo 27.4
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 31 [Parte II]
Capítulo 31 [Parte III]
Capítulo 31 [Parte IV]
Capítulo 31 [Parte V]
Capítulo 31 [Parte VI]
Capítulo 31 [Parte VII]
Capítulo 32
Capítulo 32 [Parte II]
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 37 [Parte II]
Capítulo 38
Capítulo 38 [Parte II]
Capítulo 39
Capítulo 39 [Parte II]
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 42 [Parte II]
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 46 [Parte II]
Capítulo 46 [Parte III]
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 48 [Parte II]
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 50 [Parte II] - Maratón
Capítulo 50 [Parte III] - Maratón
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 56 [II Parte]
Capítulo 56 [III Parte]
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 65 [Parte II]
Capítulo 66
Capítulo 66 [Parte II]
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 68.1
Capítulo 69.2
Capítulo 69.3

Capítulo 69 + 69.1

5.2K 265 52
By Californiaxx


Se puede echar de menos lo que se desea aún con más fuerza que lo que se tuvo y se perdió,
porque el deseo parte del interior y la posesión solo cobra forma en el exterior.

B R A D

Cuatro días para Navidad

El sábado amanece triste y oscuro, como si alguna criatura insensata hubiera garabateado el cielo con un lápiz de color negro.

No pego ojo en toda la noche y cuando por fin creo estar a punto de conseguirlo la lluvia comienza a repiquetear con violencia contra las ventanas, desvelándome y despertándome una migraña insoportable.

-¿Estás despierto? -Emma emplea un tono de voz mucho más dulce de lo habitual, se desliza entre mis pensamientos con una facilidad impresionante... Tira de la manta que me cubre hasta la cabeza y su sonrisa se cuela en mi campo de visión-. Sabía que lo hacías. Oye, tengo que irme ya. Nos vemos en unas horas, ¿vale?

Esta mañana se ha puesto tan guapa que soy incapaz de articular palabra: se ha recogido el pelo en una cola de caballo oscura, espesa y kilométrica. Un par de mechones le enmarcan la cara. La observo completamente embobado. Como un crítico de arte mirando hipnotizado un lienzo repleto de garabatos sin sentido.

-¿Qué hora es? -Los ojos me escuecen y noto las sienes, infladas de sangre, latirme con fuerza a ambos lados de la cara.

-Casi las diez. ¿Has dormido algo?

Esta vez tampoco soy capaz de hablar. Permanezco inmóvil, tumbado bocarriba en el sofá, con la mente en blanco y el cuerpo rígido: sintiendo la calidez reconfortante que emana del suyo. Se inclina y me levanta la cara cuidadosamente al tiempo que baja la suya para que nuestros ojos estén al mismo nivel.

-Necesitas descansar, acabarás poniéndote enfermo.

«Ya lo estoy», pienso.

-¿Has preparado café?

-Por suerte para ti -dice con una media sonrisa, y va hasta la cocina.

Estiro el cuello y la observo desde la distancia.

Lleva puesto un vestido negro de punto con una abertura sobre cada muslo, medias negras y un par de botas de caña alta con tacón ancho y plataforma. Se me seca la boca y un cosquilleo que entiendo como la consecuencia lógica de imaginarme lo que habrá de llevar debajo me recorre la columna desde la nuca hasta la parte baja de la espalda.

-¿A qué hora quieres que te recoja hoy?

Oigo más que veo su sonrisa.

-Brad, ya tengo el carné ¿recuerdas?

-Mierda -susurro.

-Además, tengo algunas cosas que hacer y comeré fuera.

Sopeso la idea de pedirle que cancele sus planes, cualesquiera que estos sean, para quedarse conmigo y no salir de la cama en todo el día, pero descarto la idea a renglón seguido de calibrarla: aquí dentro, y no hablo de un lugar, todo es tiempo perdido.

-¿No vas a decirme su nombre?

-¿El nombre de quién?

-De quienquiera que sea la persona con la que has quedado.

Emma se acerca con una taza de café recién hecho entre las manos. Se sienta frente a mí, sobre la mesa de centro con las piernas cruzadas y una sonrisa burlona en la cara.

-¿En qué momento he insinuado yo que vaya a comer acompañada?

Me incorporo hasta quedar cara a cara con ella. La cabeza me palpita de dolor, pero intento no prestar demasiada atención a ese detalle insignificante. Busco sus ojos, intentando desentrañar los motivos por los que cree que hay cosas que debe ocultarme, pero es como si hubiera un cristal que antes no había entre los dos.

Entiendo que han pasado muchas cosas entre ambos, que lejos de haber estado a la altura de las circunstancias, sobre todo en el último mes, me he comportado como un absoluto cretino. La he cagado, estoy al tanto. Soy consciente de cada metedura de pata, pero nada justifica que me trate como si fuera estúpido.

-¿Por qué tiene que ser un secreto? -Inquiero con la voz teñida de amargura-. No estoy intentando controlarte, es que necesito saber que no tengo motivos para preocuparme.

-Y ¿qué pasa conmigo, Brad? ¿Es que yo no tengo derecho a saber por qué desapareces en mitad de la madrugada, noche tras noche? -Inquiere ella sin alterarse-. Vivimos juntos, ¿qué te hace pensar que no puedes ser honesto conmigo al respecto? Yo también necesito saber que no tengo motivos para preocuparme.

E M M A

Sus ojos se entretienen un instante en mi estómago, hasta que finalmente alza la cabeza y me mira a los ojos. El tiempo pasa y la tensión crece entre los dos. Cuando por fin se atreve a romper el silencio, cambiando radicalmente de tema, desearía que no lo hubiera hecho.

-Estás viéndote con alguien. ¿Es eso?

Su pregunta es como un latigazo. Y aunque en el fondo deseo decirle desesperadamente que no, se me disparan las pulsaciones y pierdo el control de mí misma.

-Y qué si lo hago -mi tono es hiriente-. Dime, qué pasará. -Brad levanta la vista por encima de mi cabeza y su expresión cambia. Su mirada aterrada vuelve a mis ojos rápidamente-. ¿Buscarás una nueva forma de castigarme? Ya me has herido de todas las formas habidas y por haber, conque ¿qué será lo siguiente?

No dice ni una palabra.

Continúo.

-Lo que yo haga con mi vida no es asunto tuyo. Llevas semanas descuidándome, ignorándome como si no existiera. Has sido capaz de alejarte sin el menor indicio de que nuestra separación te doliera. Y ¿de repente te crees en posición de someterme al puto tercer grado?

-Estas semanas de incomunicación también han sido duras para mí.

-No lo habrán sido tanto, cuando todo lo que te ha empujado a abrirte al respecto ha sido el hecho de imaginarme tirándome a otro.

Esta vez, en lugar de responder, deja caer la cabeza hacia delante y se humedece los labios. Es como si de repente se le hubiera caído la máscara y pudiera atisbar a la persona que se oculta detrás.

-He intentado verte como un hábito que debía romper. Forzando mi silencio pensé que te ayudaba. Me obligué a llegar a la falsa conclusión de que a lo mejor eso era todo lo que necesitabas para pasar página.

Me mira cuando dice esto último, y no sé si por fin está disculpándose por haber utilizado mi corazón como saco de boxeo, o simplemente siendo un completo egoísta.

-Lo siento -confiesa, como si obedeciera a mis pensamientos-. Reconozco que fui muy duro contigo. Te coloqué en una posición en la que no podías defenderte. Ya sabes lo que dicen: el camino al infierno está lleno de buenas intenciones.

Sus palabras provocan una oleada de emociones que, a su vez, me llevan al borde de un ataque de furia. Por la seguridad de ambos, me obligo a dejar la taza con café caliente a un lado de mi cuerpo. Brad levanta la barbilla y me observa con impotencia en la mirada.

-¿Por qué no puedes ser sincera conmigo por una maldita vez? Es todo lo que te pido, ¿no crees que estoy en mi derecho?

-No, no lo estás. Aterriza de una vez.

-¿Qué diablos significa eso?

-Significa que yo no soy Leyla, ni tampoco Beth. Puede que ese par de descerebradas se sientan satisfechas viviendo sus miserables vidas en base a ti, yéndose a la cama y soñando con algún día poder llevarse el gran premio que creen que eres. Pero yo no me voy a quedar aquí esperando a que te des cuenta de qué es lo que quieres.

Brad me observa en completo silencio durante lo que se me hace una tortuosa y fatídica eternidad, con el ceño fruncido, las manos una encima de la otra sobre la nuca y un brillo que no me gusta nada en la mirada. Espero y espero a que rompa el silencio pero, tras mucho rato, no lo hace. Casi parece no atreverse.

-¿Qué quieres de mí? -Las palabras escapan de mis labios como un soplo de aire-. ¿Quieres volverme loca? ¡Habla! ¡Eres una tormenta, Brad! ¡Un volcán! Nos estás quemando a todos, ¿o es que no lo ves?

En cuanto hago ademán de alejarme, noto que sus dedos se enroscan con fuerza en torno a mi muñeca derecha. Se pone en pie y da un paso adelante, invadiendo por completo mi espacio personal. Hacía mucho que no nos teníamos tan cerca, ahora que prácticamente respiramos el uno del otro, me doy cuenta de que está completa y visiblemente perdido: lleno de angustia.

-Déjame ir -murmuro con un nudo enorme en el corazón. Advierto por su expresión que no me ha entendido, así que carraspeo e intento elevar un poco mi tono de voz-. Tengo que irme, se me hará tarde.

-Quédate conmigo -me pide-. Quédate un poco más.

-No. -Mi respuesta es inmediata-. No puedo.

-Emma. -Su mano vuela hasta mi costado, se amolda a la curva de mi cintura y aprieta con fuerza, casi pellizcándome debido a las ansias de querer que me quede con él, de que lo escoja.

La cabeza me pide que reaccione, que lo aleje y le recuerde que ya no tiene ningún derecho a tocarme, pero mis sentimientos dicen lo contrario. No opongo resistencia alguna porque, después de lo mucho que he añorado su contacto en las últimas semanas, cualquier mínimo acercamiento será bienvenido.

-Quédate conmigo -insiste.

-¿Por qué, porque estás celoso de algo que solo existe en tu cabeza?

-¡No! ¿Por qué siempre tienes que sacar este tipo de conclusiones? -Inquiere a la defensiva-. Es que ahora que por fin entiendo que el aislamiento no me cura, sino que me somete, ya no me siento capaz de soportar el peso de los días sintiéndote tan lejos. Por mucho que me resista -añade pausadamente, con la mandíbula tensa y la garganta apretada-, necesito sentirte cerca, que me abraces al dormir, me beses y me digas que me quieres.

Sus palabras me conmueven, pero no es suficiente.

-Tarde -sentencio sin la más mínima empatía-. Yo también necesitaba sentirte cerca cuando todo explotó, quería que cuidásemos el uno del otro. Pero me diste la espalda.

❱❱❱❱❱❱❱ ❰❰❰❰❰❰❰

El móvil me vibra en el bolsillo del abrigo justo cuando pongo el motor del coche en marcha. Es un mensaje, una ubicación. Contesto con un pulgar hacia arriba y dejo el teléfono sobre el asiento del copiloto. Espero un par de minutos a que el motor entre en calor y entonces salgo del garaje.

El cielo está encapotado cuando salgo a la carretera, cargado de nubes negras. A unos veinte minutos de mi destino comienza a llover tan fuerte que no veo nada. Un pensamiento intrusivo, escalofriante y horrible flota entonces por mi cerebro: un camión enorme pierde el control y se estrella de frente contra mi coche, me golpeo la cabeza contra el parabrisas y muero en el acto.

-Qué cojones estás pensando -me reprendo en voz alta, apretando el volante entre mis brazos con tanta fuerza que se me ponen blancas.

Decido encender la radio para no escucharme pensar. Pongo a prueba la sujeción del cinturón y sigo mi camino. Cuando llego a mi destino, no me cuesta encuentrar un aparcamiento, pero me veo obligada a quedarme un buen rato en el interior del coche, a la espera de que la lluvia cese y me dé un respiro.

El paraguas de una mujer que pasa corriendo justo por delante se bambolea violentamente y se vuelve del revés a causa del viento. Siento lástima por ella, incluso miedo. Ojalá me hubiera quedado en casa... bueno, en el apartamento. Mi situación con Brad no es la ideal, obviamente, y después de la que hemos tenido lo último que me apetecía era quedarme a solas con él entre esas cuatro malditas paredes.

Desde luego, no me resultaba una idea emocionante, ni más lógica que la de coger el coche y venir hasta aquí. Pero, Dios, cómo odio las tormentas.

Cuando la lluvia por fin cesa, unos diez minutos largos más tarde, cojo mi teléfono y la cartera y salgo del coche. Piso un charco de agua helada y tengo que apretar los dientes para no gruñir de la rabia. ¿Puede mi día ir a peor? Seguro que sí, siempre puede ir a peor.

Hay un par de tíos en la entrada de la cafetería a la que me dirijo, apestan a marihuana y el estómago me pega un vuelco. Los miro de reojo, han de tener unos cuarenta y pico: ¿no son algo mayores para esto? El más bajito tiene los ojos inyectados en sangre y parece incapaz de detener el temblor en una de sus piernas.

Sí, definitivamente están mayores para esta mierda. Me fijo en la sonrisa del más alto, pícara e ingenua; me pilla observándolo y las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba, dibujando su boca una media luna. Se hace a un lado cuando llego hasta ellos, y cruzo el umbral rápida como una flecha.

Aunque está de espaldas, reconozco a mi cita enseguida: alguien como ella no pasaría desapercibida ni en una convención de súper modelos. Me coloco frente a un espejo y me aseguro de estar presentable antes de atravesar la distancia que nos separa.

Ella está preciosa, lo cual no es algo que me pille por sorpresa: tejanos pitillo de diseño exclusivo, blusa escotada de seda, zapatos de tacón alto con punta descubierta y pendientes de aro. Se pone en pie para recibirme y se me ocurre que parece más hija de mi madre que yo misma.

-¿Llevas mucho tiempo esperando? -pregunto.

-No, no te preocupes. Espero que no te haya costado demasiado llegar hasta aquí.

-Qué va, tranquila.

Me quito el abrigo y tomo asiento frente a ella: sí, definitivamente podría hacerse pasar por mí sin esfuerzo. Es decir, por la hija de Caroline Friedman. Con ese pelo rubio, esos ojos verdes y ese tremendo par de airbags...

-¿Cuánto tiempo llevábamos sin vernos? Te noto distinta. Pero, en plan bien -se apresura a decir-. En serio, Emma, estás genial.

-Tú también -coincido-. ¿Has venido en coche?

-En taxi, más bien. Tengo coche, pero me da miedo cogerlo con este tiempo. Tuve un accidente hará un par de años, nada grave, aunque desde entonces siento cierta reticencia a cogerlo cuando llueve.

-Joder -exclamo en voz baja y observo a mi acompañante, que me mira pensativa, meditabunda.

Sonríe y se la devuelvo.

-Beth, empieza a dolerme la cara de tanto sonreír, ¿por qué no me cuentas el motivo por el que estamos aquí?

-Sí, lo mejor es que vaya al grano. ¿Has hablado con Brad últimamente? -Aunque guardo silencio, advierto que sabe muy bien cuál es mi respuesta-. Me consta que ha estado teniendo ataques de pánico recientemente. El último, por lo que me han contado, en mitad de una clase.

¿Que Brad ha estado teniendo qué...?

-¿Qué estás...? -Una grieta enorme me atraviesa de esquina a esquina de repente. Ladeo la cabeza a la izquierda involuntariamente, porque de repente siento la extraña necesidad de contemplarla desde otro ángulo-. ¿Cómo que ha estado teniendo ataques de pánico? ¡¿Cuántos, desde cuándo?! Y ¿por qué no me ha comentado nada al respecto?

-Siento que hayas tenido que enterarte por mí.

«Bueno, pues ya somos dos», pienso.

-Oye, no quiero meterme donde no me llaman -continúa Beth-, pero Brad lleva al menos dos semanas sin aparecer por la facultad y eso no es normal en él. No sé si estás al tanto, pero no se ha presentado a un solo examen. ¡Está tirando el semestre por la borda, todo su futuro! ¿Entiendes lo grave que es esto?

Me la quedo contemplando en silencio, esforzándome por entender todo lo que acaba de soltarme. Como si sus ojos pudieran dar respuesta a las preguntas que comienzan a formarme un nudo en el estómago. De repente, no puedo seguir sentada. Me siento culpable y no termino de saber por qué, ¿debería haberle prestado más atención?

Antes me bastaba con mirarlo a los ojos para saber en qué estaba pensando, sin embargo, ahora ha levantado un muro que me impide llegar hasta él. Que nos impide a todos verlo como realmente es. Tal vez, si en lugar de haberme empecinado tanto con el tema de nuestra ruptura me hubiera detenido a observar las señales inequívocas de que algo no marchaba bien en su cabeza últimamente... además de lo evidente, quiero decir.

Si hubiera rascado un poco más en lugar de haberme quedado en la superficie.

No, Emma, para.

No eres su madre, ni tampoco adivina.

Y menos aún, terapeuta.

No caigas en conductas auto-punitivas ni juicios imaginarios. No te condenes a una pena cuando no has cometido ningún delito. El problema de Brad no tiene nada que ver contigo: simplemente necesita dejar de compadecerse de sí mismo. No caigas en los mismos círculos de culpabilidad y auto castigo de la última vez.

-Emma. Habla con él. Necesita ayuda.

Capítulo 69.1

A mi vuelta, el apartamento olía a limpio y a tortitas recién hechas. Los suelos relucían y se respiraba paz y calma, ni el más mínimo signo de tensión. La sala de estar parecía sacada de una revista de decoración, con las fundas de los cojines cambiadas, los sofás aspirados y el cristal de la mesa de centro, impoluto, con una vela aromática justo encima.

El aire puro se colaba por la puerta de la terraza, que Brad había dejado entreabierta. No pude reprimir el impulso de asomarme y echar un vistazo: la mesa de madera maciza en la que solíamos desayunar antes de que el invierno se instalase con toda su virulencia, estaba colocada justo al fondo, aportando al estrecho lugar una sensación de amplitud que antes no existía.

Y justo al lado, en una esquina del balcón, el enorme cactus de cuatro cabezas que un par de meses atrás tanto me había costado convencerlo de comprar.

-Lo pillo, ¿vale? -Sus palabras resonaron en forma de eco en alguna parte de mi cabeza-. Te sientes identificada con el bicho, por la razón que sea, y me parece genial, cada uno tiene lo suyo. Pero no vamos a comprarlo. Ni de broma, Emma. ¿Estoy hablando lo suficientemente claro? Me niego a ver cómo te la das contra una monstruosidad llena de púas.

Sonreí sin pretenderlo: lo había aislado a conciencia solo para que el riesgo de llevármelo por delante fuese ínfimo.

Volví adentro para observar toda la sala con más detenimiento y asegurarme de que la cabeza no me estaba jugando una mala pasada. Joder -pensé admirando la estampa-, es real. Todo parecía haber encontrado su lugar por fin, era como si un huracán hubiera arrasado por cada estancia, sembrando el orden a su paso.

El mármol de la isla apestaba a desinfectante, ¡toda la cocina lo hacía! El suelo brillaba de tal forma que casi podía verme el tanga reflejado en él. ¿De dónde habrá sacado la energía para hacer todo esto? Entonces reparé en que se había terminado casi toda la jarra de café. No era descafeinado y ahora debía de estar como una moto: lo que le faltaba.

Me quité el abrigo y sentí un pinchazo de culpabilidad al dejarlo sobre el reposacabezas del sofá. Todo estaba tan organizado, todo parecía tan en armonía... cualquiera con un par de ojos se habría percatado de lo mucho que yo desentonaba en ese ambiente tan de exposición. Mi abrigo y yo desentonábamos entre tanto orden: me sentí una intrusa total.

Brad irrumpió entonces en el salón: acababa de ducharse, llevaba una camiseta negra de manga corta y unos vaqueros azules sin abrochar. El pelo le brillaba lo indecible a causa de la humedad y tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para reprimir el impulso de atravesar la distancia que nos separaba y enredar mis dedos en sus rizos.

Al verme allí plantada, se quedó pasmado como si hubiera visto un fantasma. Me echó un vistazo rápido, como si temiera incomodarme y yo expulsé el aire lentamente. No sabía cómo debía abordar el tema que apenas un par de horas antes había tratado con Beth, pero más me valía emplear a fondo toda la sensibilidad que me cabía en el cuerpo.

-Esto es increíble -dije, en parte por el placer simple de oír algo, en parte porque lo pensaba de verdad.

Brad, mirándome directamente a los ojos desde la distancia, con expresión entre curiosa y serena, hizo que me sintiera tan frustrada como nunca en mi vida, casi torturada. Se abrochó los vaqueros a medida que se acercaba, y entonces se detuvo, mucho más cerca de lo que me habría esperado, rodilla con rodilla.

-¿Hablamos? -Me propuso en voz baja-. He pensado que es necesario delimitar ciertas acciones para la sana convivencia.

¿Estaba buscando una manera de compensar sus errores?

❱❱❱❱❱❱❱ ❰❰❰❰❰❰❰

-El odio tiene un precio muy alto. No es algo de lo que puedas hacer uso sin que te consuma.

Hablaba despacio, sosegado y en calma.

-Hasta ahora, lamentarme por el pasado y culpar a otros de mis carencias me había resultado cómodo, pero me he dado cuenta de que no puedo seguir actuando de esa forma.

De repente parecía rechazar la idea de quedarse en lamentaciones, como si se hubiera hartado de sentir lástima hacia sí mismo: deseaba utilizar la culpa de forma asertiva y, de nuevo, tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no ponerme a pegar saltos de alegría.

-Si esa mujer, mi madre biológica, no pudo brindarme las herramientas necesarias para tener una salud mental plena y por ende calidad de vida, es mi responsabilidad adquirir nuevos recursos. -Sus palabras me conmovieron, esta vez de verdad-. He pensado que empezar a construir el presente es mucho más sano y valiente. Necesito poder ver mi vida con la misma claridad de antes.

-Y ¿en cuanto a ella?

-Creo que se le hace imposible poner ese punto y final, como si no pudiese evitar caer en la espiral de recrear una y otra vez el daño que en su momento me ocasionó. -Hizo una pausa-. Puede sonar retorcido, pero he llegado a la conclusión de que tal vez esté sacando provecho de ello.

-Así que, crees que Susan nos está manipulando a todos.

-Es probable -afirmó mirándome a los ojos-. Piénsalo. ¿Cuál es el fin de convivir con ese sentimiento de culpa? Victimizarnos, manipular, evitar asumir responsabilidades.

Es vital que las personas encuentren un verdadero motivo por el que culpabilizarse, reconocí internamente, pero yo no tenía tan claro que Susan fuese capaz de hacer algo como eso. Quise decirle que nadie recurre a una medida tan extrema, como esa mujer había hecho, solo para llamar la atención, pero es que Brad no tenía ni idea de que todo había sido un intento de suicido.

-Ella sabe que la he perdonado -continuó-. ¿Por qué no se perdona a sí misma y sigue adelante? No sé qué pretende, pero te aseguro que de mí no va a sacar nada.

-Creo que Susan tampoco sabe lo que debe hacer. A veces la gente oculta algunas cosas por miedo. ¿Es lo correcto? No, claro que no. Los secretos y las mentiras nos traen problemas, pero cuando uno empieza a mentir entra en una espiral infinita. Con una mentira tapamos otra y al final todo se vuelve una carga cuyo peso cargamos en nuestra conciencia hasta que no podemos soportarlo más.

Brad se inclinó hacia delante y dejó caer la cabeza con cansancio; me acerqué y le puse una mano sobre la espalda, justo entre los omóplatos. Sentía su respiración en la palma de mi mano, sus pulmones expandiéndose y contrayéndose.

-¿Adónde quieres ir a parar? ¿Me estás pidiendo que le dé un voto de confianza?

-Ya sé que es mucho pedir, como también sé qué quieres olvidar, dar vuelta a la página y empezar de cero, pero puede que en tu caso no sea lo mejor, Brad. Dices que la has perdonado, y te creo, pero siento que solo con perdonar a Susan no será suficiente.

Brad se apoyó contra la isla y yo me coloqué justo enfrente, con apenas unos centímetros de distancia de por medio. Se había cruzado de brazos y miraba al suelo. Me armé de valor y le puse una mano en la nuca para que levantase la cabeza.

-No la quiero en mi vida, Emma.

Por la forma en que me miró, supe que nada lo haría cambiar de opinión. Brad había tomado una decisión, no hablaba desde el rencor, parecía honesto y en paz consigo mismo; tenía la mirada limpia y sin rastro alguno de remordimientos.

-Está bien -suspiré-. Pero no puedes dejarla así.

-Lo sé. He pensado mucho en ello. Cogeré un vuelo directo dentro de dos días. Ya tengo el billete.

-¿Hablas en serio?

-Sí. Recibí una carta suya días después de volver a Florida, creo que hay algo que le queda por decirme. La escucharé, solo para que pueda sacárselo de encima, y todo habrá terminado.

-Vale -susurré feliz-, estás siendo racional y flexible. Lo estás haciendo bien, ¿me oyes? Mucho mejor que bien. Estoy orgullosa de ti.

Brad se inclinó, apoyó su frente sobre la mía y cerró los ojos.

-¿Sabes de qué más me he dado cuenta esta mañana, después de que te fueras dando ese portazo que hizo temblar las paredes?

-No, dime.

-De que, haciendo balanza, lo único permanente en mi vida eres tú. Mi única constante. Y no es algo que pueda permitirme perder. Así que, por si todo este cambio de actitud y pensamiento te resulta sospechoso, debes saber que la principal responsable eres tú, junto con tus palabras duras como coágulos.

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había tenido su boca a tan pocos centímetros de la mía que no pude siquiera contenerme. Cubrí sus mejillas con mis manos y le lamí los labios con toda la calma que pude, de izquierda a derecha y luego de arriba abajo, acabando en la base de su nariz.

Olía a jabón, a leche y almendras.

Y aún me supo mejor.

Continue Reading

You'll Also Like

59.6M 1.2M 15
Sinopsis Kaethennis ha disfrutado de los placeres de la vida, mucho, casi se puede decir que demasiado. Un alma libre, al menos así se definiría el...
1M 27.6K 32
Cuando las personas que más amas, te rompen, es difícil volver a unir esos pedazos. Victoria Brown, creía que cuando amas, la brecha para perderte a...
110K 6.7K 26
"Mírame solo a mi Jungkook" "¿Acaso no lo hago Taehyung?" "No,solo la miras a ella" Porque amarte es lo más bonito y doloroso que me ha pasado. #kook...
3.7M 162K 134
Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo trato de estar planificada. Mi manía e...