Por tu amor (3 parte de 3msc)

By _barbii

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Esta es la 3 parte de 3MSC no esta en pelicula pero si en libro dicen que puede salir en el 2014 (La pelicula... More

Por tu amor (3 parte de 3msc)
Capitulo 1 (Hugo)
Capitulo 2 (Babi)
Capitulo 3 (Gin)
Capitulo 4 (Los chavales)
Capitulo 5 (Diego y Perla: El primer encuentro)
Capitulo 6 (El segundo encuentro)
Capitulo 7 (Confesiones de amigas)
Capitulo 8 (Babi y H: El reencuentro)
Capitulo 9 (Una noche Salvaje)
Capitulo 10 (El tercer encuentro)
Capitulo 12 (El gran encuentro)
Capitulo 13 (Una situacion dificil)
Capitulo 14 (Un nuevo reecuentro)
Capitulo 15 (Revelaciones dolorosas)
Capitulo 16 (Realidades de la luz)
Capitulo 17 (Luchando por amo)
Capitulo 18 (Chequeos de rutina)
Capitulo 19 (Un golpe muy duro)
Capitulo 20 (Situacion inesperada)
Capitulo 21 (Milagros de amor)
Capitulo 22 (Novedades en el frente)
Capitulo 23 (Una esperanza de vida)
Capitulo 24 (La gran batalla)
Capitulo 25 (Adios madre, siempre te amare)
Capitulo 26 (La verdad sale a la luz)
Capitulo 27 (La confirmacion)
Capitulo 28 (Por la familia)
Capitulo 29 (El acercamiento)
Capitulo 30 (Hermanos)
Capitulo 31 (Enfrentando la verdad)
Capitulo 32 (La vida sigue)
Capitulo 33 (El gran encuentro final) EL FINAL ...
NOTA

Capitulo 11 (La redencion de Diego)

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By _barbii

Tras los sucesos ocurridos en el puerto, Diego tomó a Perla y se la llevó en motocicleta, escapando de la Guardia Civil que iba tras ellos. La situación era grave, ya que varios patrulleros iban persiguiéndolos, lo que hacía que Diego emplee lo máximo en velocidad para huir. Perla por su parte, se aferraba a él y cerraba los ojos ya que, como era sabido, no le gustaba la velocidad sobre una motocicleta.

Diego encaró por un callejón estrecho, dejando atrás tres patrulleros. Tomó una avenida y consiguió aire para poder bajar la velocidad.

- Escucha, primero vamos a un lugar seguro. A esta altura, ya nos tienen identificados y sobre la motocicleta no podemos seguir escapando. – avisó Diego.

- ¿Qué sugieres tú? – preguntó Perla.

- Solo acompáñame. – dijo Diego y dobló una calle.

Finalmente, Diego fue hacia su casa, llevando consigo a Perla. Ingresaron al Garage y dejaron la motocicleta escondida bajo unas sábanas.

- Ven acompáñame. – invitó Diego llevando a Perla al ascensor.

Perla se sentía un poco intimidada, viendo el torso desnudo de Diego. Mientras subían Perla inició la charla.

- ¿Hacia dónde vamos?

- Vamos a mi casa. Allí buscaré algo de ropa y las llaves de mi auto para poder circular sin que nos noten.

Perla comenzaba a sentirse en confianza con Diego

- Gracias por salvarme en el puerto.

- No fue nada. No podía dejarte sola en el medio de toda esa manada, tan pequeña como eres.

- Aunque no lo creas, he pegado mis buenos puños.

- Se te ve. Quedaste muy sucia. Ensuciaste mucho tu ropa. Y te han lastimado mucho. – dijo Diego sin evitar pasar su mano por la cabellera de Perla.

- ¿Te duele? – preguntó Perla acariciando a Diego en la zona donde recibió el puñetazo.

- Dolió al principio. Pero ahora que tú me tocas, no siento dolor. Solo calor.

Perla trató de poner las cosas en claro.

- No creas que esto vaya a cambiar algo entre nosotros ¿eh?

- No, para nada. Sigues siendo la amiga de mi prima, nada más. – dijo Diego – Mira, ya hemos llegado.

Diego llevó a Perla hasta la puerta de su departamento y antes de entrar le dio directivas:

- Voy a ingresar para no alarmar a nadie ¿vale? Tú quédate aquí y no hagas ruidos. Voy a entrar.

- Ten éxito – deseó Perla hablándole en voz baja.

Diego abrió la puerta de manera casi imperceptible. Ingresó de manera sigilosa a la casa y fue en busca de las llaves de su auto. Como estaban muy lejos, descubrió las llaves del convertible de su madre sobre la mesa. Se acercó casi en puntas de pie hacia ellas y cuando las tomó, la luz se encendió y Diego vio que Gin lo esperaba con cara de reprobación.

- Jeje, hola mami – dijo Diego completamente en aprietos.

- ¿Dónde estuviste? ¿Y qué vas a hacer con el convertible? – preguntó Gin reprobadora.

- Esteeee… ¡Aaahh sí! El convertible. Es queeee… - Diego no sabía que iba a inventar.

- Diego… ¿Qué coños quieres hacer con MI convertible?

- Es… que… quedé con una chavala para verme y… mi moto se quedó sin gasolina.

- ¿Y me explicas por que estas sin camisa?

- Bueno porque… Estuve tratando de hacerla poner en marcha y me acaloré demasiado.

- El tratar de hacer poner en marcha la moto, también implicó un golpe a tu cara ¿no?

- Fueron ladrones que quisieron aprovechar la situación.

- ¿Y por qué carajos no cargaste tu motocicleta, cabrón? ¡Ahora deja esas llaves ahí!

Perla estaba escuchando todo lo que pasaba y decidió intervenir:

- ¡Mi amor! ¿Está todo en orden allí? – gritó desde la puerta.

Al escuchar ese grito, Gin miró con los ojos llenos de rabia a su hijo y fue a buscar a esa muchacha.

- Mamá, no por favor – pidió Diego.

- ¿Se puede saber quién es esta muchacha y que hace aquí con esas fachas? – preguntó Gin, más inquisidora aun.

- Esteee… Ella es…

- ¡Su novia! Soy su novia. – dijo Perla interrumpiendo a Diego. – Buenas noches señora. Disculpe la molestia.

- ¿Novia? ¿Es tu novia Diego?

- Emm, sí. Sí, es mi… novia. – decía Diego cada vez más nervioso. Y en seguida las presentó – Perla, ella es mi mamá, Ginebra Mancini.

- Mucho gusto señora. – dijo Perla estrechándole la mano – su hijo es todo un caballero.

- ¿Ah sí? ¿Por qué?

- Porqueeee…

- También la rescaté de los ladrones – dijo Diego devolviendo gentilezas por la actuación anterior.

- Ah! De modo que tú eras la chica que Diego quería llevar ¿no?

- Si, señora. Su hijo es tan atento. – y sin esperar una reacción de Diego, Perla lo besó tiernamente en los labios. Diego quedó impactado por la reacción de Perla y tras ese beso, quedó mirándola. La contemplaba como si fuese el tesoro más valioso que pudiese encontrar. Ella también lo miraba de modo tierno, casi hipnotizada. No se estaban dando cuenta, pero algo sucedía entre ellos a partir de ese momento.

- Hey Don Juan, despierta. – dijo Gin zamarreando a su hijo. – Entren. Necesitan arreglarse antes de salir.

Diego y Perla entraron al departamento y Gin fue en busca de una palangana de agua fría y una toalla. Al entrar, Perla quedó sorprendida por la gran cantidad de cuadros que había, todos ellos pintados por Gin. Y cuando leyó la firma de los cuadros, aun mayor fue su sorpresa, al ver que la firmante era nada más ni nada menos que su artista favorita: Gin Líbera.

- ¿Eres hijo de Gin Líbera? – preguntó Perla.

- Sí. Mi madre es una gran artista plástica. Era también artista urbana igual que mi tío.

- ¡Es increíble! ¡Gin Líbera es mi artista favorita!

En ese momento, Gin hizo su ingreso con la palangana de agua fría

- ¿Así que te gustan mis cuadros, Perla?

- Muchísimo señora. Son muy bonitos.

- Bueno, muchas gracias. Me alegro que te gusten. – dijo Gin con una sonrisa y luego se excusó – Si me disculpan me tengo que ir a dormir. Hijo, tú tienes tu auto. No te llevarás el convertible de aquí.

- Vale mamá. Ve y descansa.

- Adiós señora Líbera! – Saludó Perla.

Cuando Gin se fue, Diego comenzó a curar las heridas de Perla.

- No entiendo cómo es que haces por mí todo esto… Venimos de pelearnos muy mal y ahora… tú me cuidas como si fuese…

- ¿Cómo si fueses mi novia? – preguntó Diego queriendo jugar.

- Mira, eso del beso fue solo para hacerte zafar, porque estabas peor que un pez fuera del agua – respondió Perla. Diego le apretó una parte lastimada como venganza, haciéndola gritar:

- ¡Ay!

- ¿Te dolió? ¡Ay, qué pena!

- ¡No seas bruto, cabrón! Soy muy delicada.

- Pero para tirar puños eres la mejor ¿eh? – dijo Diego riendo más.

- Vete al carajo, animal – dijo Perla ofuscada.

- Mira, traeré algunas ropas. Como verás, no tengo ropa de mujer. Pero quizás consiga alguna remera de cuando tenía 12 años para prestarte. Esta que llevas está hecha mierda.

Diego fue en busca de una sudadera blanca y una camisa a cuadros. Revisó en sus ropas viejas y descubrió una remera casi intacta, como del tamaño de Perla. Ambos se cambiaron y fueron en busca del auto de Diego. Cuando llegaron a la cochera, Diego fue en dirección hacia un voluminoso Dodge 3700 GT, color plata. Perla miró extrañada el coche de Diego y preguntó:

- ¿Este es tu coche?

- Si, pero casi no lo uso. Consume mucha gasolina y es poco económico. Pero servirá para poder pasar desapercibidos de la Guardia y poder devolverte a casa. Anda, sube que no tenemos mucho tiempo.

- Pero, ¿Por qué lo tienes, si ni lo usas?

- Porque es un clásico y estaba tirado. Entonces decidí restaurarlo, ya que no me gusta que los clásicos sean desechados.

El potente motor del voluminoso coche arrancó y salieron a la calle, rumbo hacia la casa de Perla. Mientras viajaban, Perla se acercó hacia Diego y apoyó su cabeza sobre el brazo de su benefactor.

- Dobla aquí. A dos cuadras está mi casa. – ordenó Perla.

Llegaron sin pasar sobresaltos. Diego detuvo su coche en la acera y bajó para despedir a Perla.

- Bueno pues… ¿Qué crees que suceda a partir de ahora? – preguntó Diego.

- Nada. Creo que seguiremos siendo la amiga y el primo de Valeria.

- ¿Solo eso?

- Pues… ¿qué quieres ser tú? - dijo Perla acercándose a la boca de Diego.

Diego comenzó a pasar su mano por detrás de la cintura de Perla y ella comenzó a abrir sus labios para volver a besarlo. Las pulsaciones aumentaban y la respiración se aceleraba. De golpe, Diego se frenó.

- Mira que eres blanda ¿eh? Me quieres marcar la cancha y ya quieres otro beso.

- ¡No seas ridículo por favor! – respondió Perla enojada. – Seguiremos siendo lo que somos. Nos veremos a la entrada del colegio y nada más. Adiós. – dicho esto empezó a meterse en la casa.

- ¡Hey Tú! De a poco me vas convenciendo de que no eres un animalito. – dijo Diego

Perla le levantó el dedo mayor de su mano, haciéndole un gesto despectivo.

- Oye princesa. Mañana paso por ti al colegio. Me gustaría mostrarte algo, ¿Quieres?

- Lo siento, debo irme a estudiar.

Diego se subió a su coche y regresó a su casa. Perla mientras tanto, subió por la ventana de su alcoba para reingresar a su casa. Pero cuando cerró la ventana, la luz se encendió:

- ¿Dónde carajos estuviste? – preguntó Babi que la estaba esperando en la alcoba

- Mamá, yo… - trató de explicar

- ¡Nada! ¡A partir de ahora, quedas castigada, sin ningún tipo de salidas y sin visitas ni de Valeria, ni de Valentina!

- ¡No mamá por favor!

- ¡Nada! Aparte mírate. Traes ropa ajena y golpes por todos lados. Me avergüenzas Perla. Tú no eras así. – y dicho esto, se retiró dejando sola a su hija en la alcoba.

Perla se echó a llorar por lo que le dijera su madre y decidió pensar en escaparse de su casa. Recordó la invitación que le hiciera Diego y finalmente se durmió pensando toda la noche en esos actos de valentía que Diego tuviera para con ella. Sin lugar a dudas, había logrado lo que su amiga Valeria en su momento denominó como "La Redención". Y fue la redención de Diego para con ella.

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