Cazadores de ángeles

By Saku_Mayu

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-¿Has visto un ángel? -preguntó, inclinando la cabeza-. Son seres divinos, de extraordinaria belleza; magnífi... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20

Capitulo 8

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By Saku_Mayu

—Voy a tener que limitar mis visitas a este centro —Nathan suspiró aliviado—. Así que Steve, tendrás que aprender a venir solito.

            Steve no respondió, pero sus mejillas se tiñeron ligeramente de rubor. La sonrisa de Nathan se amplió al verlo.

            —Vete al diablo —dijo muy gravemente—. Y por mí, puedes perderte ahora mismo.

            Lenta, muy lentamente dejó el grupo y atravesó el patio. Nathan corrió tras él y le enganchó del cuello.

            —¡No te enfades, tío! —gritó divertido.

            Amanda y Alyx se miraron y comenzaron a reír antes de acercarse a ellos. Se había despertado la curiosidad de Alyx. A primera vista Steve parecía un antipático, pero en esos breves instantes le había parecido un chico muy dulce. Se preguntó cuál de los dos era el real.

            —¿Alyx?

            Se volvió hacia Arya y Miriam. Conocía muy bien esos rostros. Las dos la miraban con sorpresa, desviando los ojos hacia Steve y Nathan.

            —Hola... eh..., esta es Amanda.

            Amanda saludó con una sonrisa sin decir nada.

            —¿Qué tal? —interesó Arya educadamente.

            —Ellas son Miriam y Arya.

            —Ayer te marchaste corriendo y no volviste a clase —le reprochó Miriam, sin apartar una disimulada mirada de Steve—. ¿Ocurre algo? ¿Qué tal la herida de la cara? Deberías ir al médico, no me gusta el aspecto que tiene.

            En aquel momento Nathan dejó de molestar a Steve y se giró para mirarla.

            —Es verdad. La herida tiene muy mala pinta —dijo.

            —Después de clase te la curaré —se ofreció Amanda, rozando la cicatriz. Alyx sintió un dolor agudo y se apartó.

            —¡Duele!

            —Oye, ¿has estado hablando con Steve? —se interesó Arya en un susurro, intentando que Amanda no la escuchara.

            —Es una historia muy larga.

            —Tengo todo el día si lo precisas —insistió.

            —¡Alyx, ya te curo yo la herida! —se ofreció Nathan sin soltar a Steve—. O, tal vez, Steve esté encantado de hacerlo...

            Steve aprovechó el momento de confusión para darle un codazo. Nathan cayó al suelo de rodillas.

            —¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Eso ha sido un golpe muy bajo —gimió.

            Steve no se giró para mirarlo; se arregló la corbata y la chaqueta y miró hacia delante.

            —Te la debía; por lo de ayer —dijo, y entró en el edificio.

            —¿Por lo de ayer? —se interesó Amanda. Se arrodilló al lado de Nathan y enarcó las cejas de forma interrogativa.

            —¡Ay! ¡Ay! Ayer sucedió algo... —Se levantó con esfuerzo y dirigió una significativa mirada a Alyx—. Nos veremos después de clase. Chicas... —Sonrió radiante a Arya y a Miriam—. Soy Nathan, que a mí nadie me presenta, un placer conoceros. Si queréis una cita hacédmelo saber. Adiós, nos volveremos a ver. ¿Nos vamos, Amanda?

            —¿Irnos? Oye, tú, no me des órdenes —chilló Amanda mientras corría al lado de Nathan. Éste se tapaba los oídos infantilmente.

            —Alyx... ¿qué ha sucedido?

            —Veréis... —Alyx sabía que no podía contarles la verdad así que intentó inventarse una buena excusa—. Tuve un accidente —dijo, señalándose la herida de la cara—. Y, casualmente, ellos estaban por allí y me ayudaron.

            —¿En serio? —Arya parecía incrédula—. ¿Qué tipo de accidente?

            —Pues...

            —He oído que has venido a clase con Steve —rugió Katrina, acercándose y dándole un empujón.

            —¿Con Steve? —preguntó Alyx con una nota amarga en la voz. Sacudió la cabeza y decidió ignorarla—. Entremos —dijo a Miriam y a Arya.

            Sus amigas intercambiaron una mirada y se apresuraron a seguirla.

            La mañana transcurrió sin incidentes hasta la última hora. Alyx entró junto a sus amigas al aula de arte y se sentó en su pupitre sin mirar al profesor.

            —Buenos días a todos —saludó Alexander.

            —La clase de ayer fue muy entretenida  —susurró Miriam al sentarse.

            —¿Sí?

            Miriam asintió con la cabeza y, sin añadir nada más, se giró enigmática. Alyx se encogió de hombros sin darle importancia. Dudaba que la noticia fuera a sorprenderla. Se llevó una mano a la herida. Llevaba toda la mañana molestando.

            —Hoy no habrá clase —informó Alexander—. Pero el próximo lunes quiero ver en mi mesa un trabajo sobre la arquitectura griega y romana, ¿queda claro?

            —Alexander —llamó Katrina.

            —¿Ocurre algo?

            —No..., sólo quiero recordarle la falta de asistencia sin justificar de Alyxa...

            Alexander entrecerró los ojos.

            —Eso no es asunto tuyo, Katrina —dijo fríamente, tras girar un momento la cabeza para mirarla—. Y ahora, a menos que deseéis que llame al profesor de literatura para que os ayude con el trabajo..., será mejor que os marchéis —Todos se apresuraron a recoger sus cosas—. Menos tú, Alyxa.

            —¡Qué suerte tienes! —bromeó Arya.

            —Sí, no lo sabes tú bien.

            —Invéntate algo para justificar la falta —le aconsejó—. Puedes poner la excusa del accidente o cualquier otra cosa.

            —Claro.

            —Nos vemos.

            Alyx vio que Steve también permanecía en su pupitre. Estaba claro que Alexander no iba a echarle la bronca por haberse saltado las clases de ayer.

            —Ya podéis entrar —dijo suavemente—. Si me seguís molestando de esta manera me veré obligado a perder más días de clase...

            Alyx levantó la vista cuando Amanda y Nathan se precipitaron en el aula desde la ventana. Alexander les lanzó una mirada de impaciencia antes de volver a examinar los papeles que tenía encima de la mesa.

            —¡Hola, Alyx! —saludó Amanda, acercándose a ella. Se sentó en el sitio de Arya y se cruzó de piernas.

            —Nathan, vuelve a entrar por la ventana y te obligaré a dormir en la misma habitación que Steve.

            —¿Qué? —chilló Nathan alarmado—. Ella me obligó —Señaló a Amanda con el dedo y ésta le sacó la lengua.

            Alyx miró a Steve, quien permanecía quieto pero con los puños cerrados con fuerza. Apartó su atención de él y suspiró ruidosamente, intentando llamar la atención de todos.

            —¿Te ocurre algo, Alyxa? —se interesó Alexander sin mirarla.

            —No exactamente —susurro—, pero me gustaría saber qué quieres de mí.

            —Nada... —respondió.

            —Entonces si no te importa me voy  — replicó levantándose.

            —¿A dónde?

            —Tengo un trabajo de arte que preparar —soltó agriamente.

            —Déjalo para más tarde —ordenó Alexander. Alyx se giró y se encontró con la extraña mirada de Alexander—. Estos dos quieren decirnos algo; y ya que tú estás implicada..., veo conveniente que te quedes —Alyx volvió a sentarse—. Esperadme los cuatro en casa de Steve.

            —¿Por qué en mi casa?

            —Porque está más cerca que las demás.

            —Podríamos ir a una cafetería —sugirió Alyx. No estaba muy segura de si quería ir a casa de Steve.

            —No —dijo Alexander—. Marcharos ahora mismo.

            Ninguno protestó. Nathan se agarró a Steve y le obligó a caminar delante. Amanda caminó a su lado sin decir nada.

            —No te preocupes, Alyx —susurró, cuando salieron al exterior—, yo te protegeré.

            Alyx sonrió agradecida.

            —¿Está muy lejos su casa?

            —No —respondió Nathan—. Te gustará, Alyx. Es muy bonita y ordenada... ¡Es idéntica a su dueño!

            —No te aguanto, Nathan. Es todo por tu culpa.

            —¿Yo? ¿Qué he hecho yo?

            —¿Qué le has dicho al maestro?

            —¡Ey! ¡Ey! Tranquilízate, tío, venga, respira hondo, así, así —Comenzó a masajearle los hombros—. Últimamente estás muy tenso y eso no es bueno para la salud.

            —Como no me quites tus sucias manos de encima, te mataré.

            —Vamos, vamos  —insistió Nathan, agarrándole por la mejilla—. Si no lo haces por tu salud, hazlo por mí. Sabes que te considero irresistible cuando estas así —Le rodeó la cintura con la otra mano y le besó en el cuello. Steve intentó golpearlo pero Nathan se apartó de un salto.

            —Eh...

            Alyx miró a Amanda, pero ésta se encogió de hombros con una misteriosa sonrisa.

            —No te preocupes por ellos.

            —No, si...

            —¡Vamos! —gritó Nathan.

            —¡No grites! —exclamó Amanda.

            La casa de Steve era grande. Todas las paredes estaban pintadas de un blanco inmaculado y los muebles que la decoraban, aunque no eran muchos, eran modernos y acogedores. Steve les condujo al salón y permaneció de pié junto a la ventana. Nathan se sentó familiarmente en uno de los amplios sillones negros y Amanda se apresuró a imitarle.

            —¿Puedes abrir la ventana, Steve? Me gusta sentir el aire fresco.

            —No —respondió rudamente.

            —Por favor —suplicó Nathan.

            Steve lo ignoró. Estaba mirando la calle con mucha atención. Alyx se preguntó si estaría esperando a Alexander.

            —Siéntate —dijo Amanda.

            —Sí, Alyx, siéntate a mi lado —Nathan sonrió—. Puedo poner la tele.

            —No, nada de tele —ordenó Steve.

            —¡Qué aburrido eres!

            —Tengo hambre —se quejó Amanda.

            Después de las palabras de Amanda se creó un silencio sepulcral y Steve se vio forzado a girarse y a mirarles.

            —Si queréis comer la cocina está al fondo a la derecha. Nathan, tú ya lo sabes —le reprochó. Casi parecía avergonzado—. No pretenderéis que os la prepare yo, ¿no?

            —Bueno... —comenzó Nathan—, tus comidas son las más ricas que he probado...

            —¿Sabe cocinar? —Amanda parecía sorprendida.

            —Sí, prepara cada plato... —Nathan fingió chuparse los dedos.

            —Steve, eres una joya —afirmó Amanda.

            —Lo es, lo es —aseguró Nathan, moviendo la cabeza afirmativamente.

            —¡Fuera! —chilló Steve.

            Nathan le dedicó una sonrisa burlona y, tras ofrecerle el brazo a Amanda, los dos salieron del salón. Las voces se fueron apagando hasta quedar reducidas a un murmullo lejano.

            Alyx se arrepintió de no haber ido con ellos. Steve seguía con la mirada fija en la calle y no parecía notar su presencia. Buscó cualquier cosa para entretenerse pero no encontró nada. Decidió examinar a Steve. Era esplendido, sencillamente esplendido. Y no se trataba sólo de su cara, aunque ésta era notable. Tenía un aura misteriosa que desconcertaba. Sus ojos, aunque siempre parecían fríos y duros, estaban sumergidos en una inseguridad y desconfianza atrayente. Parecía un niño grande desprotegido.

            —¿No tienes hambre? —preguntó, sacándola de sus pensamientos.

            —No..., no tengo hambre —mintió.

            Apartó de mala gana la mirada de él e intentó concentrarse en otra cosa.

            —Posiblemente Alexander tardará un poco. Mejor será que vayas a comer algo.

            —Da igual. Después comeré en casa.

            —Como quieras.

            —Oye..., Steve, ¿cuántos años tienes?

            Steve se giró para mirarla unos instantes antes de volver a clavar su atención en la calle.

            —¿Para qué quieres saberlo? —preguntó a la defensiva.

            —Tiene dieciséis años —respondió la inconfundible voz de Alexander cerca de la puerta—. ¿Dónde están los demás?

            —¿Dieciséis años? —gritó Alyx sorprendida.

            —¿Cómo has conseguido entrar sin que lo notase? —inquirió Steve molesto.

            —¡Eso es imposible —insistió Alyx—. Pareces mucho mayor.

            Alexander y Steve la miraron finalmente.

            —¿Qué estas diciendo?

             —Un momento —pidió levantándose—. ¿Si Steve tiene dieciséis años no debería estar en algún curso inferior?

            —No. En realidad debería estar ya en la universidad —respondió Alexander aburrido—. Su cerebro es de un superdotado; la lastima es lo poco que lo usa.

            —Pero, pero... —protestó Alyx— ¡Físicamente parece incluso mayor que yo!

            —¿Dónde está Nathan?

            —¡Qué mal! —murmuró Alyx para sí misma— Mi compañero de clase es dos años menor que yo, y mi profesor de arte no tendrá ni seis años más que yo.

            —¿Estas hablando de mí? Tengo veintinueve años.

            —¿Qué?

            —Por lo que me temo que en matemáticas estas suspendida.

            —Menos mal que tú no eres mi profesor de matemáticas.

            —¿Qué demonios te pasa? —les cortó Steve.

            —Nada, olvídalo —susurró Alyx con un suspiro.

            ¿Alexander tenía once años más que ella? ¡Cualquiera lo diría! ¡Y Steve tan sólo tenía dieciséis años! ¿Cómo era posible eso?

            —¿Dónde está Nathan? —repitió Alexander.

            —Búscalo —soltó Steve, cruzándose de brazos. 

            Alexander clavó en él una acerada mirada.

            —¿Qué es ese alboroto? —preguntó Amanda entrando en el salón—. ¡Oh! Alexander...

            —Nathan...

            —¿Sí, señor?

            La impresionante figura de Alexander se volvió para encararse con Nathan. Se quitó las pequeñas gafas y las sostuvo entre los dedos.

            —Hace mucho tiempo que no me llamas así, Nathan.

            Había una nota desconfiada en su voz.

            —¿En serio? Supongo que ha sido algo involuntario —se disculpó, llevándose una mano a la nuca.

            Alexander lo observó un poco más y después se giró hacia Steve.

            —Siéntate de una vez, muchacho, me pones nervioso —ordenó. Steve lo miró furioso pero terminó obedeciendo tras unos minutos—. ¿Y bien?

            —¿Y bien, qué? —soltó Steve.

            —No me dirigía a ti —dijo pausadamente—. ¿Y bien, Nathan? ¿Para qué queríais verme?

            —Verás... —comenzó Amanda nerviosa.

            —En realidad no te estábamos buscando a ti —le cortó Nathan rápidamente —Alexander le dedicó una mirada larga y fría—. Ahora mejor será que acompañemos a Alyx a casa —dijo, agarrando a Alyx del brazo y tirando de ella—. ¿Nos acompañas, Steve?

            —No, creo que mejor paso.

            —Pero a mí me gusta tu presencia, amigo —insistió Nathan, arrastrando las palabras.

            —Insisto, busca novia.

            —Lo tendré en cuenta —prometió—, pero mientras tú me sirves igual.

            —¿Pero qué dices?

            Steve se levantó y se apartó de Nathan, o al menos lo intentó, ya que éste lo agarró del brazo y tiró de él hasta la puerta.

            —¡Suéltame pervertido!

            —¿Qué ocurre? —preguntó Alyx a Amanda cuando cerraron la puerta de la casa de Steve.

            —Muy observadora, ¿eh?

            Amanda le guiñó un ojo.

            —¿No me lo puedes decir?

            —Sí, espera que Nathan y Steve dejen de meterse mano y os lo explicamos a los dos.

            Los dos chicos se detuvieron de golpe y se giraron para mirar a Amanda. Steve tenía el aspecto de alguien que está planeando un asesinato; Nathan, en cambio, sonreía socarronamente a Amanda.

            —¿Celosa, mi vida?

            —En absoluto.

            —Mejor será que lo que tengas que contar merezca la pena, Nathan, porque de ésta no te libras.

            —¿Ya no me quieres? —preguntó Nathan con voz lastimosa.

            —No recuerdo haberlo hecho nunca.

            —Me haces daño, Steve, espero que lo sepas.

            —Venga, parejita, dejadlo para más tarde, que la casa de Alyx está en la otra dirección.

            —¿Parejita? —La paciencia de Steve parecía estar llegando a su límite.

            —Bueno, ¿qué es lo que ocurre? —interrumpió Alyx. No quería ver qué sucedería si Steve llegaba a enfadarse del todo.

            —Creemos que Alexander es un traidor —dijo Nathan seriamente.

            Hubo un largo silencio.

            —Me vuelvo a casa —soltó Steve, dándose la vuelta.

            — ¡Eh!

            Nathan se interpuso en su camino.

            —Paso de seguir escuchando estupideces.

            —¿No vas a esperar a oír los argumentos?

            —No.

            —¿Te acuerdas de lo ocurrido anoche?

            —Tal vez.

            —Vamos, tío, se un poco más de ayuda.

            —Está bien; partamos desde el momento en que remotamente aceptase que Alexander es un traidor, ¿qué quieres que haga?

            Nathan bufó.

            —No, Steve, dímelo tú. Eres el genio, ¿no? ¿Qué harías tú si de verdad descubrieras que Alexander está aliado con los ángeles, aquellos que mataron a tus padres?

            Los ojos de Steve resplandecieron cubiertos de odio y agarró con rabia la cazadora de Nathan.

            —Ey, chicos, ya basta.

            —Vamos, Steve, golpéame si eso te hace sentir mejor.

            —No lo hagas, Steve. Nathan sólo te estaba provocando. Además, los que estamos aquí ya sabemos que tiene tanto de tacto como de cerebro.

            Pasó un rato largo antes de que Steve lo soltara. Se dio la vuelta y se alejó sin decir nada.

            —¡Steve, espera! —gritó Amanda—. Nathan, eres idiota.

            —¿Yo? —preguntó Nathan inocentemente—. Te recuerdo señorita que fuiste tú quien sugirió lo de mantener a Steve alejado de Alexander por si acaso.

            —Pero no atormentándolo —le reprochó.

            —¿Debemos dejarle solo? —se interesó Alyx mirando la espalda de Steve que cada vez se alejaba más.

            Los dos miraron la miraron.

            —No —aceptó Nathan.

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Hola!!! Capitulo 8... pronto habrá algún capitulo un poco mas... intenso? No se como decirlo, jajaja, en fin, muchas gracias por leer, por los votos y comentarios, aquí, en facebook, mail o blog ^___^

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