Mörder [ COMPLETA ]

由 RipleyWylde

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《Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías?》 FECHA ORIGINAL DE PUBLICACIÓN AÑO 2013 更多

Sinopsis
Advertencia
Introducción
Primera parte: prisionera
Capítulo N° 1
Capítulo Nº 2
Capítulo Nº 3 (Parte 1)
Capítulo N° 3 (Parte 2)
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo Nº 7 |Parte 1
Capítulo N° 7 | parte 2
Capítulo N° 8
Capítulo N° 9
Capítulo N° 10
Capítulo N° 11
Capítulo N° 12
Capítulo N° 13
Capítulo N° 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 15 | parte 2
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 18 | parte 2
Capítulo N° 18 | parte 3
Capítulo N° 19
Capítulo N° 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo N° 22 | parte 2
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo N° 28
Segunda parte: Libertad
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo N° 30 | parte 2
Capítulo N° 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo N° 35
Capítulo N° 36
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
Capítulo N° 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Capítulo N° 46
Capítulo N° 47
Capítulo N° 48
Capítulo N° 49
Capítulo N° 50
Capítulo N° 51
Capítulo N° 52
Capítulo N° 53
Capítulo N° 54
Capítulo N° 55
Capítulo N° 56
Capítulo N° 56 | parte 2
Capítulo N° 57
Capítulo N° 58
Capítulo N° 58 | parte 2
Capítulo N° 59
Capítulo N° 59 | parte 2
Capítulo N° 60
Capítulo N° 61
Capítulo N° 62
Capítulo N° 63
Capítulo N° 64
Epílogo
Nota de autora
EXTRA: El trato | parte 1
EXTRA: El trato | parte 2
EXTRA: El trato | parte 3
EXTRA: El trato | parte 4
EXTRA: El trato | parte 5
EXTRA: El trato | parte 6
EXTRA: El trato | parte final
EXTRA: Rata | parte 1
EXTRA: Rata | parte 2
EXTRA: Rata | parte 3
EXTRA: Rata | parte 4
EXTRA: Rata | parte 5
EXTRA: Rata | parte 6
EXTRA: Rata | Final

Capítulo N° 34 | parte 2

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由 RipleyWylde

Para no molestar en la casa con tanta gente, Chris y Thamma se habían ido por separado cada uno a su vivienda, se habían tomado dos Uber distintos, el Loco fue quien los despidió y, de paso, les agradeció por la ayuda. Cuando regresó dentro aseguró todas las aperturas de la casa y fue a la cocina, donde Erica estaba de pie apoyada contra la mesada. Ella tenía aún la camisa de Aaron, se veían sus medias rojas y, al tener la camisa desgarrada por cuchillos, también podía verse parte de su lencería.

Mein engel, estás herida, hay que curarte —dijo él con su rostro serio.

Erica tenía un corte en la mejilla, sobre el pómulo. También algunos en brazos, vientre y pecho, su ropa estaba bastante deshilachada ya.

Ella no respondió, se mantuvo con la mirada baja, mirando sus manos con sangre, mientras que el Loco preparó la cafetera, pues tenía pensado quedarse despierto hasta tarde solo por las dudas.

—¿Erica?

—Estoy bien... —dijo ella en un susurro, miraba con atención el morral de Martín que estaba sobre la mesa—. Solo pienso en Martín, lo dejé ahí y ahora... él ahora debe estar muerto...

Engel, está bien llorar si es que lo necesitás. No te obligues a ser fuerte en un momento así.

Erica se quedó un instante en silencio, solo mirando ese morral con las pertenencias de Martín, con su mirada vacía y triste. Luego dirigió su mirada hacia a él.

—Voy a bañarme, luego me curo.

Sin esperar una respuesta se fue rápidamente hacia el baño. El Loco la siguió con la mirada, Erica se veía extraña, con una mezcla de emociones muy grandes. Se veía furiosa, triste, pero también desamparada.

Mientras se preparaba el café fue a ver a Jack a la habitación, estaba dormido y abrazaba a Hund. Se sentó por unos instantes a su lado para poder acariciar la cabecita rubia, luego le dio una caricia a Hund. Los últimos días él le estuvo desobedeciendo, pero el Loco sabía que para su querido amigo, Jack era la prioridad. Jack lo necesitaba mucho más.

Les dio un beso a ambos antes de salir, debía cambiarse de ropa, estaba manchada de sangre, pero por el momento prefería llevarle una calentita taza de café a Sveta, y asegurarse también del bienestar de Lucas.

Ese muchacho le causaba mucha curiosidad.

Con dos tazas en las manos bajó cuidadosamente las escaleras para poder acercarse a ellos. Lucas estaba recostado en la cama que habían armado para él, con un suave colchón y cómodas almohadas, con sábanas limpias y mantas abrigadas.

Sveta estaba sentada a su lado en un asiento, tenía una mano del rubio en la suya, la miraba con atención, con su rostro sombrío.

—Le cortó dos dedos de la mano izquierda, meñique y anular —dijo con ese rostro oscurecido por la furia, luego señaló un pie—. También el meñique en el pie izquierdo. Son tres dedos en total.

El Loco se acercó enseguida para verlo, observó con cuidado los muñones que poco a poco cerraban y cicatrizaban, parecían estar bien cuidados.

—Se ve bastante bien, Martín lo debe haber ayudado, él sabía de medicina —dijo en un susurro y miró los moretones y golpes en el rostro de Lucas—. Pobre chico, lamento haber tardado tanto en ir.

—Alemán...

Él dirigió su vista hacia Sveta, estaba encogida de hombros con sus labios apretados, su mirada baja y sus ojos cristalizados en lágrimas, y apretaba con fuerza la tela de su pantalón.

—La Siciliana le ayuda, la vi dando órdenes, ella no me vio —susurró—. Si ella le está ayudando todo va a ser más difícil...

Él abrió sus ojos con sorpresa y se irguió frente a ella, Sveta se veía en ese momento muy vulnerable, algo muy extraño en ella.

—¿La Siciliana? ¿Ella no es... tu pareja? —dijo con suavidad, trató de no herirla al decirlo en voz alta.

Sveta apretó su tela con más fuerza y levantó la mirada para encontrarse con esos ojos celestes.

—Lo fue, hasta que nos peleamos hace cerca de un año —dijo con una sonrisa triste—, por diferencias ideológicas.

—¿Qué clase de diferencias ideológicas? —preguntó él con seriedad.

—Gin consideraba a Julio demasiado orgulloso para liderar, se alió a otra persona y abandonó a Julio por un nuevo jefe. Quería que yo dejara a Héctor pero me negué, Héctor... es mi amigo, la primera persona en este país que me trató con cariño —Sveta se mordió los labios, le costaba mucho retener las lágrimas en sus ojos—. Ahora veo que ese jefe por el que me dejó es el maldito Inexorable.

—Rusa, podemos evitar enfrentarnos a ella, no va a ser necesario que la cruces.

—Es necesario. Gin es una apostadora nata, y ella siempre apuesta a ganar. No va a dejar que nadie, ni siquiera yo, arruine su posibilidad de ganar —dijo con mucho dolor y miró fijo al Loco—. Ella es muy buena, es un enemigo al que tener en cuenta. Es fuerte, es inteligente, y es... mi mayor debilidad.

El Loco se agachó frente a ella para poder tomar una de sus manos. La piel de Sveta era pálida, aunque no tanto como la de Gretchen, y sus manos tenían muchas cicatrices. Sus dedos y nudillos parecían haberse roto varias veces a lo largo de los años.

—En caso de tener que enfrentarnos a tu novia...

—Ex —corrigió Sveta—, me dejó.

—En caso de tener que enfrentarnos a tu ex novia, no es necesario que seas vos quien la enfrente. Puedo ser yo, puede ser otro. ¿Sí?

Sveta asintió con tristeza y se mantuvo con la mirada baja, para luego beber un trago de su café.

Era la segunda vez que él la veía tan rota, tan vulnerable, completamente destrozada. La primera vez había sido cuando murió Katya, y aunque él no estuvo presente ese día, solo dos días después fue el encuentro entre las dos sedes, donde Sveta lo dejó malherido. El Loco aún recordaba la mirada triste en ella, deseando morir en ese mismo momento que lo enfrentaba, pero tan furiosa como para haberlo dejado en una camilla.

—Sé que no somos amigos, que somos rivales de sedes y que casi nos matamos mutuamente —comenzó a decir él—, pero si necesitás algo podés contar conmigo. Te respeto más que a cualquier otra persona en D.E.A.T.H., rusa.

Ella sonrió con ternura y apoyó con cariño su mano en la mejilla de él.

—¿De qué hablás? Claro que somos amigos, alemán, y también te respeto más que a cualquier otra persona en D.E.A.T.H.

Él también sonrió. Siempre había existido respeto entre ambos, pero nunca se habían considerado realmente amigos, al menos hasta ese momento.

Sveta volvió a bajar la mirada, apretaba su taza entre las manos, y sin necesidad de observar mucho el Loco se dio cuenta que ella necesitaba estar sola. Por ello le deseó buenas noches y se retiró de allí, quería darle su espacio, su tiempo a solas para pensar, llorar y sentir.

Cuando subió las escaleras esperó encontrarse a Erica, sin embargo aún no había salido del baño. Con un suspiro terminó de beber el café y dejó la taza en la bacha para poder lavarla luego. Estaba preocupado, hacia bastante que ella se había entrado a duchar.

Se acercó rápidamente hacia la puerta del baño, se oía el agua de la ducha caer, pero también podían oírse sus sollozos. Por ello decidió golpear la puerta para asegurarse de su bienestar, y le habló en lo alto, para que el agua no cubriera su voz.

—¿Engel?

—Ya salgo, ya casi termino —dijo ella, pero su voz se oía quebrada, y sus palabras eran opacadas por su llanto.

—Erica, voy a entrar.

No importaron sus réplicas y pedidos de no hacerlo, él abrió la puerta sin dudar. Toda la lencería roja estaba desparramada por el suelo, la camisa blanca también. Se acercó con cuidado hacia la ducha, donde detrás de la mampara, de rodillas sobre los azulejos negros, se encontraba ella llorando. Refregaba su piel con fuerza, con desesperación y un miedo muy notorio en su rostro, la cual se veía roja por la fricción.

Engel, hablame, por favor.

La miró al rostro, que se veía lleno de miedo, de horror, de tristeza y miseria. Sus expresiones eran muy dolorosas de ver, y no importó su cuerpo desnudo allí, solo esos ojos grises tan aterrados y tristes. Nunca la había visto así, tan destrozada.

—Me siento su olor —gimoteó con mucho dolor—, aún me siento su olor...

Volvió a pasarse jabón y a refregarse con fuerza, su piel estaba muy irritada, y sus ojos enrojecidos por el llanto. Sus palabras al hablar eran casi inentendibles producto del llanto que interrumpía cada frase con sus sollozos. Ella intentó explicarse, pero hablar le fue imposible, no conseguía expresar su pesar en palabras, pero sus ojos y expresiones eran suficiente para darse a entender.

El Loco no dudó ni un solo segundo en acercarse a ella y arrodillarse en el suelo, la abrazó ahí bajo la ducha e instó a apoyar su rostro en el pecho de él.

—Te vas a mojar —gimoteó nuevamente, con mucho dolor.

—No me importa.

Se mantuvo allí, aferrándola contra él, mientras que Erica se deshacía en lágrimas en su pecho. Él no decía palabra alguna, solo la aferraba con seguridad, con cariño, porque estaba seguro de que no existía palabra de consuelo que pudiera servir en un momento así. Por ello solo decidió acompañarla en silencio, hasta que Erica se sintiera mejor.

Era lo mejor que podía hacer por ella, solo acompañarla, sin minimizar su dolor, sin comparar, sin herirla al decir algo equivocado.

Ella lloró por unos minutos más, pero luego su llanto se volvió un sollozo que brotaba cada tanto. Su respiración se volvió más rítmica y relajada, pero se mantuvo aferrada a él, con el miedo a quedarse sola, con el terror de volver a Mörder y estar otra vez con Aaron.

Él le hacía caricias en el cabello empapado, hasta que Erica comenzó a tranquilizarse de verdad. Estaba concentrada en oír su corazón, sus latidos eran tan tranquilos y rítmicos que habían logrado relajarla lo suficiente. Se mantuvo allí con sus ojos cerrados, con ese palpitar tranquilo que era como una delicada hipnosis que la mantenía estable.

Unos minutos después Erica volvió a hablar.

—Tengo frío...

Él estiró su brazo para cerrar la ducha, y se alejó solo un poco de ella para poder tomar una suave y calentita toalla con la que la envolvió. La miró con una mezcla de preocupación y cariño cuando acunó el rostro de Erica entre sus manos, concentrado en esos ojos tristes pero, también, en la herida en su mejilla.

—¿Querés que nos quedemos un rato más? —le preguntó con un tono de voz suave y reconfortante.

Ella negó con un rápido movimiento de cabeza que salpicó agua para todos lados.

—Te dejo sola así te cambiás, ¿está bien?

Erica se aferró al brazo de él, no quería quedarse sola, aunque tampoco quería seguir allí mojada, solo lo miró con ojos suplicantes.

—Voy a calentar un poco de café mientras te vestís, engel, así entrás en calor.

—¿Hay té...? —preguntó con un tono de voz tan bajo y triste que a él le partió el corazón.

Él asintió y se puso de pie para poder dejarla sola, no volteó a mirarla, no quería invadirla más de lo que ya había hecho. Se dirigió rápidamente a la cocina, donde comenzó a preparar el agua en el fuego para poder prepararle un té, habían de distintos sabores porque a Moira le gustaba mucho. Preparó especialmente uno de tilo y cedrón para que los nervios de Erica se calmaran, y puso a calentar nuevamente un poco de café para él.

Mientras todo se calentaba, fue a la habitación para poder cambiarse, estaba empapado y su ropa se encontraba pegoteada contra su piel. Se desvistió con cuidado de no despertar a Jack, y secó toda la humedad en él con una toalla, para luego vestirse de forma cómoda. Dejó a un costado sus borcegos mojados y se puso unas sencillas zapatillas para andar en la casa.

Al regresar a la cocina sirvió el té en una bonita taza con flores de lavanda pintadas, esa era la taza de Erica. Luego se sirvió nuevamente café, para poder acompañarla al beber.

Erica regresó ya cambiada, con ropa cómoda y su cabello aún algo húmedo. Se sentó a la mesa para envolver con sus manos la taza, y disfrutar de esa forma del calor que emanaba. El clima era frío, aunque la casa estaba calefaccionda.

—¿Tus heridas? —preguntó el Loco con suavidad.

—Me puse unas gasas...

—Erica —dijo con una mirada triste—, lamento mucho haberte enviado a Mörder, y también entrar de esa forma mientras te bañabas.

Erica curvó sus labios en una sonrisa divertida, para después comenzar a reírse con ánimo.

—Pero si siempre te metías en las duchas —dijo con una sonrisa y un tono de voz divertido.

—Sí, es verdad, y por eso me odiaste incluso más, ¿o no? —dijo con la mirada baja, concentrado en ver el contenido de su taza—. Pero luego dejé de hacerlo, porque me di cuenta que te daba miedo...

—Bueno, Jack, hay peores cosas en la vida que un loco mirándome de lejos porque no sabe coquetear —dijo con una risita y luego bajó la mirada—. Como un loco que finge ser bueno para poder herir a otros sin levantar sospechas...

—No debí dejar que fueras.

—Fue mi decisión, yo me ofrecí —admitió Erica con una sonrisa triste—. Y me sirvió para darme cuenta de varias cosas.

—¿Como qué? —preguntó con curiosidad luego de beber un trago de su café.

—Como que ya no hay vuelta atrás. Me da asco tenerlo cerca, asco que me toque —dijo entre dientes, con furia, y llevó una mano hacia su pecho para sujetar su ropa con impotencia—. Y no va a volver a hacerlo, nunca más.

Él llevó con cuidado su mano hacia el rostro de Erica, rozó la mejilla, justo bajo el corte en el pómulo que ya había sido tratado por ella y tenía suturas adhesivas. Se veía algo inflamado y morado.

—¿Fue Misha?

Erica asintió.

—Es muy fuerte.

—Lo es, sí, pero vos también lo sos —dijo con una sonrisa orgullosa y acarició su mejilla con el pulgar—. Pudiste pelear de igual a igual con él, con un loco con años de experiencia, el Gusano estaría orgulloso.

—Seguro ya lo sabe, él siempre sabe todo —suspiró, y después de beber un trago de té decidió agregar—: ¿Qué le diste? Antes de besarlo.

—No lo besé —dijo el Loco con una risita—, no me gusta el contacto labial.

—No me cambies de tema —dijo ella con su rostro serio—. Y sí lo hiciste.

—Una tarjeta de invitación a los Capa Roja, la mafia de la rusa. Su medio hermano es el líder, e invita a Misha a unirse a ellos, con eso lo tendríamos como aliado en vez de como enemigo —explicó—. Y no, no lo hice.

—Sospechoso —se rió Erica, parecía más animada que minutos atrás—. De mi ángulo sí parecía un beso.

Él comenzó a reírse al negar con un movimiento de cabeza.

—Misha sí me gustó, por algo lo invité a salir un par de veces, pero jamás lo besé —dijo él y luego sonrió con picardía, para hablar en un susurro que se oyó muy seductor—. Y vos me gustás mil veces más, Erica. A vos te amo, si hubiese tenido que matarlo para salvarte, lo habría hecho.

—Perdón, solo me dio curiosidad —se encogió de hombros.

Él la tomó con suavidad del mentón para instarla a mirarlo, le dedicó una tierna sonrisa.

—No te disculpes, mein engel, prefiero verte reír y bromear, llena de curiosidad, que verte destrozada otra vez.

Erica volvió a bajar la mirada, estaba mejor que antes, pero aún se sentía bastante sola y triste, pese a sus bromas respecto a Misha.

—¿Puedo ver a Jackie?

Engel, ni siquiera necesitás preguntarlo.

Erica entonces se puso de pie para poder dirigirse a la habitación, donde abrió despacio la puerta, tratando de no hacer ruido. El cuarto estaba a oscuras, iluminado solo por un velador. Se acercó lentamente hacia él para poder arrodillarse en el suelo. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas al verlo, apretó sus labios para forzarse a retener esas lágrimas, pues sus ojos se sentían hinchados y pesados por llorar.

—Te extrañé mucho, Jackie —le susurró con cariño mientras acariciaba su cabello—. Ya quiero que sea de día para poder escucharte.

En el living, el Loco fumaba un cigarrillo mientras observaba por las rendijas de la persiana, estaba atento por si alguien los había seguido o sufrían algún ataque. Él se había asegurado de que nadie los siguiera, y estaba seguro de que Erica hizo lo mismo, pero prefería estar atento, solo por si las dudas.

Luego de unos minutos bajó las escaleras para asegurarse de que Sveta estaba bien. Se había quedado dormida en el sillón, con su expresión preocupada y triste, y una lágrima que resbalaba por su mejilla. Tomó una manta de un armario cercano y la tapó, porque ahí abajo el frío era un poco más notorio.

Dio unos pasos para acercarse a Lucas, su rostro estaba cubierto por el cabello algo largo. Sveta se había encargado de atender todas sus heridas con mucho cuidado y esmero, pero incluso así era fácil ver lo mucho que él había sufrido.

Se agachó en el suelo para poder tomar la mano de Lucas, Sveta le había puesto gasas limpias. Le preocupaba no solo su salud física, sino también la mental.

Su padre había sido un especialista en torturas, él había leído sobre sus trabajos y métodos, y aunque Sabatini claramente era un novato en ello, le preocupaba lo mucho que podría afectarle mentalmente.

Lo tapó bien para que no pasara frío, y solo luego de asegurarse que ambos estaban bien se fue de allí apagando todas las luces, excepto la de la escalera. Una vez arriba fue a la habitación para ver a Jack y Erica, ella se había quedado dormida en el suelo, con su rostro apoyado en el colchón.

Sonrió al verla, y con cuidado de no despertarla la tomó en sus brazos para poder recostarla junto a Jack y Hund. Los tapó bien y besó la frente de Erica con cariño.

—Va a estar todo bien, engel, podés descansar —le dijo en un susurro.


En Mörder, con el caos aún ahí, habían llegado los barrenderos a hacer su trabajo, y entre ellos, furioso por lo que le dijo una vocecita, estaba Fosa, con su típica máscara y un traje negro. Esa vez no llevaba su mameluco de barrendero.

Los barrenderos se dividían entre el estacionamiento y los pasillos, bajo las órdenes de Rata, mientras que Fosa se abría paso con furia por los pasillos. No le importó disparar a todo aquel que quería frenarlo, eran simples molestias, y no estaba de humor para soportar a nadie.

Miró hacia una cámara y enseñó su dedo de en medio, enguantado, como muestra de desprecio, antes de entrar en el gran salón donde se solían dar discursos. Rápidamente disparó a distintos asesinos que se encontraban por allí, para luego acercarse a ese mensaje de advertencia a cualquier posible traidor.

Allí, el cuerpo de Martín estaba colgado de una soga. Muchos en Mörder lo admiraban por sus logros, y verlo allí de esa forma era suficiente advertencia para cualquiera que quisiera contradecir a Aaron.

Fosa disparó a la soga que lo retenía y recibió el cuerpo del muchacho en sus brazos.

—Yo no te entrené para esto —le dijo en un susurro.

Con él en sus brazos salió de allí para poder regresar junto a sus compañeros barrenderos. Continuó matando a cualquiera que siquiera lo mirara, y por ello tuvo que recargar la pistola con una sola mano.

Rata no se sorprendió al verlo llegar con el muchacho en brazos, porque cuando las vocecitas llegaron antes que el llamado de Aaron, Fosa se enteró antes que cualquier otro del triste final de su aprendiz, el único que él había escogido tener.

—¿Lo vas a poner con los demás? —preguntó Rata al señalar la pila con cadáveres ya envueltos en plástico.

Fosa giró hacia él con furia, como si hubiese dicho la estupidez más grande del mundo.

—No —fue lo único que dijo, entre dientes.

—Los viste, ¿verdad?

Fosa asintió. Había observado desde la lejanía el escape de Wolff y Erica, se sorprendió al verla manejar de esa manera y también del increíble talento de su compañero tras ella, a quien él reconoció como el líder de los obligados. Pero también quedó sorprendido e hinchado de orgullo al ver a Martín en una terraza, que con su rifle bajaba uno tras otro cada asesino que intentaba seguir a Wolff.

—Te hubiese gustado ver a la Bombita en acción —le dijo a Rata.

Estaba a punto de salir de allí con el chico en brazos, pero las voces de Aaron y Ginevra resonaron en todo el lugar.

—Ese no —dijo Aaron con molestia—, no tenías ningún derecho a matar a mi gente para llevarte a ese inútil.

Fosa se quedó quieto, con su mandíbula apretada, y a su lado Rata le tocó un hombro.

—Tranquilo.

—Tenelo con cuidado —le dijo al extenderle el cuerpo de Martín.

Rata lo tomó en sus brazos, pero no dudó en mirar con desapruebo a su amigo.

—Tranquilizate, no lo compliques.

Fosa comenzó a caminar hacia Aaron y Ginevra, quien preparó sus cuchillos en mano y no dudó en lanzarlos hacia él para proteger a su señor, sin embargo Fosa los esquivó hábilmente y frenó a Gin al sujetarla del brazo, le dio un golpe seco en el rostro y vientre y la arrojó al suelo, para en un instante acercarse a Aaron, quien no tardó en defenderse.

Aaron detuvo varios ataques de Fosa y logró encajar un golpe en su rostro, sin embargo él se quitó la máscara para mostrar su rostro furioso, sus ojos llenos de locura, de odio puro.

Ginevra y Aaron quedaron en shock, con sus gestos consternados y el miedo que caló hasta sus huesos.

—Parece que Gretchen se esmeró en enseñarte, porque mejoraste un poco —dijo Fosa con una sonrisa llena de que fue realmente intimidante.

—Pero... deberías estar muerto... —masculló Aaron y retrocedió un paso.

Fosa lo tomó con fuerza del cuello y lo acercó a su rostro.

—Debería, pero sos tan inútil que ni eso pudiste hacer bien, y tuviste la mala idea de matar a mi niño —escupió con odio y lo apretó con más fuerza.

Algunos asesinos habían comenzado a apuntarlo, pero los barrenderos allí, que eran mayoría, no dudaron en responder de igual forma para proteger a su líder.

—Que intentaras matarme no me enoja, aunque sí es molesto el método cobarde utilizado —escupió con asco—, ¿no podías tener los huevos bien puestos para atacarme de frente, como la Bombita o Wolff?

Aaron abrió sus ojos, porque Erica había dicho llevar ese nombre entre los barrenderos.

—Puedo perdonar mi intento de asesinato, pero atacaste a Gretchen y a mis dos niños.

—Nahuel, soltalo y terminemos el trabajo, o no nos van a pagar —se quejó Rata.

—Soy neutral, así que yo no te voy a matar —dijo Fosa al soltarlo, le palmeó el rostro con una mirada realmente intimidante—, pero donde vuelvas a lastimar a mi gente, van a tener que recoger tus restos con una maldita pala, ¡¿me escuchaste, Sabatini?!

—Nahuel —insistió Rata.

—Si supieras la verdad no me pedirías que lo suelte —gruñó Fosa con asco y aflojó el agarre del cuello.

Aaron cayó al suelo, se sujetaba el cuello en busca de respirar mejor. No había extrañado en lo absoluto a ese hombre, y mucho menos sus estrangulaciones. Levantó la mirada, completamente aterrado, para ver cómo Fosa tomaba de nuevo a Martín en sus brazos.

—¿A qué verdad te referís? —inquirió Rata, lo miraba con seriedad, y aunque la mascarilla cubría sus gestos, sus ojos furiosos se veían allí.

—Si te lo digo no nos van a pagar, te cuento al volver a casa.

Fosa giró para ver a Aaron, Ginevra estaba junto a él, lo ayudaba a ponerse de pie.

—Yo soy Fosa, cada trato con los barrenderos que hagas va a ser conmigo. Podés escoger a Rata para negociar si es que te cagás encima al hablarme —dijo, con sus expresiones sombrías, y sonrió al ver el gesto aterrado en él—. Aw, ¿vas a llorar? No llores, Sabatini, que yo no te voy a matar, será la Bombita o Wolff quien lo haga, pero él también te asusta, ¿verdad? Qué pena.

—¿La... puta princesa...? —fue lo único que dijo Aaron, le costaba respirar bien.

—Bien puta, como me gustan —dijo Rata—, pero no tu puta.

—Bombita le queda mejor.

Con esa última frase Fosa salió de allí con el cuerpo de Martín en sus brazos, sabía que detrás Aaron lo seguía con la mirada, más aterrado que nunca. Sabía, también, que tanto Rata como Wolff lo regañarían por mostrar su rostro, pero él estaba seguro de que al haberlo hecho logró desestabilizarlo lo suficiente.

Pese a sus problemas con la sangre y la limpieza, Fosa colocó con suavidad y mucho respeto el cuerpo de Martín en el asiento trasero de su auto. Al otro día lo mandaría a limpiar, pero al menos en ese momento se encargaría el mismo de ese muchacho. Lo llevó al mismo lugar donde estaba la familia de Erica en una morgue, bien conservados.

No bien entró en el estacionamiento, fue recibido por la gente de allí. Eran personas más amables que la mafia funeraria con la que él solía tratar. Le ofrecieron una camilla para trasladar a Martín, pero Fosa quiso hacerlo él mismo.

Con delicadeza lo recostó en una camilla dentro, y junto a uno de los empleados limpiaron su cuerpo. Fosa le tocó el cabello, se veía negro, y él sabía muy bien que el cabello de Martín era castaño claro.

—Si hubiese vuelto antes, tal vez podría haberte enseñado más, y estaría limpiando el cadáver de Sabatini en vez del tuyo —le dijo mientras limpiaba con cuidado la sangre en su rostro—. Aún tengo la cicatriz de tu puñalada, tenías mucho talento.

—Señor Fosa —le dijo un empleado de la morgue—. ¿Quiere que lo coloquemos junto a ellos?

—Junto a la chica.

Observó de cerca cómo se encargaban de su cuerpo, con cuidado y esmero, incluso cambiaron su vestimenta. Luego lo colocaron en una de las cámaras junto a donde estaba Celeste. Él no había conocido a la hermana de Erica, pero sí recordaba haberla oído decir que Martín era su cuñado.

Jonathan había sido un cruel maestro con él, lo privó de afecto y de la compañía de otras personas. Pese a que Fosa era conocido como un maestro duro y estricto, intentaba no ser como Jonathan, y a su manera les mostraba afecto una vez se lo ganaban.

Cuidar el cuerpo de Martín, librarlo de posibles destrozos a su cadáver, llevarlo donde su amada, le parecía la mejor nuestra de respeto a su alumno.

Luego de pagarle a la gente allí, se dirigió a la casa de Rata. Trató de no pensar durante el camino que el asiento trasero estaba sucio, aunque la ansiedad por ello fue inevitable.

El auto de Rata se encontraba fuera, mal estacionado, lo que significaba que estaba enojado. Con un suspiro Fosa estacionó su auto junto al de él y entró en la casa. Dentro lo recibió la música de heavy metal, bastante fuerte, y Rata bebía vino solo, con un gesto enfadado en su rostro.

—¡¿Te das cuenta que podríamos perder a nuestro principal cliente por tu culpa?! —gruñó Rata con fastidio.

—Servime vino.

Fosa ignoró el comentario de Rata y enseguida se fue a cambiar y lavarse correctamente las manos, para quitarse cualquier rastro de sangre o cadáver en él.

Cuando regresó se sentó a la mesa frente a Rata, quien lo escrutaba con su mirada, aún bastante enojado.

—Entiendo que fue tu alumno, pero exageraste y podríamos perder un cliente.

—Él violó a la Bombita —dijo Fosa con seriedad, y el cambio en las expresiones de Rata fueron muy notorios—. Desgarre anal. Fue muy violento, por las heridas que sané en ella.

Rata se movió tan rápido que no le dio ni tiempo a reaccionar, lo cual era muy extraño en Fosa. Rata lo tomó del cuello con fuerza y apretó para estrangularlo con sus dos manos.

—¡¿Y lo dejaste vivir teniéndolo en tus manos?! —gritó con furia—. ¡Cobarde!

Fosa le colocó rápidamente una pistola en el cuello.

—Volvé a... llamarme... así, Omar.

Rata lo apretó con más fuerza, Fosa quitó el seguro a la pistola, listo para disparar.

—No vas a matarme, no tuviste los huevos para hacerlo con ese flacucho, no lo vas a hacer conmigo porque soy lo único que tenés en el mundo ahora que Gretchen se casó con Héctor —gruñó Rata y lo soltó, aún lleno de furia—. Alegrate de que te sigo considerando un amigo, un hijo de perra infeliz, pero amigo al fin de cuentas.

Fosa quitó la pistola del cuello de Rata y se tocó el propio, le había apretado con fuerza y tuvo que toser para poder respirar bien y acomodar esa molestia en su garganta.

—Alegrate de que... no... disparé, hijo de perra —dijo Fosa y tosió un par de veces más.

Rata tomó todo el contenido de su copa y volvió a servirse más, con su gesto de furia en él, completamente asqueado.

—Hiciste bien en no decírmelo, lo habría matado junto a Ginevra —escupió con asco—. No entiendo cómo Wolff y vos le dan tantas oportunidades, desperdician cada momento de matarlo. Sabelo que todo lo que pase va a ser culpa de ustedes.

—Yo sí soy capaz de ser neutral, de vos no estoy tan seguro.

—¡Mi vieja creó los barrenderos, no me vengas a dar clases de neutralidad a mí! —escupió con fastidio—, no a mí que limpié su cadáver luego de que vos la mataras.

—Me pagaron por hacerlo, y gracias a eso tomaste el poder, Omar —se quejó Fosa con un chasquido de lengua.

—El hecho de que haya salvado tu vida, te aloje en mi casa y te llame «amigo» luego de que mataras a mi viejita, es la mayor muestra de lo neutral que puedo ser, Nahuel.

Fosa suspiró y bebió un trago de vino, pero su garganta aún se sentía molesta y casi se ahogó por ello, tuvo que volver a toser. Rata seguía siendo muy fuerte físicamente.

—Si tanto querés que el inútil de Sabatini muera, entonces dejá que Wolff se encargue y no te metas —dijo Fosa con su rostro serio, lo miraba de forma intensa y amenazante—. A vos te interesa tenerla en tu cama a la Bombita, él quiere tenerla como pareja seria y real.

—La Bombita me cae bien de verdad, estúpido —escupió Rata—, no solo para coger, me cae bien de en serio porque es buena persona, y no quiero que vuelva a sufrir a manos de ese psicópata.

—¿Y vos creés que yo sí quiero que vuelva a sufrir lo mismo o qué?

—¡Yo qué mierda sé, solo te importa Gretchen a vos! —se quejó Rata y golpeó la mesa con su palma—. ¡Es prácticamente un milagro que hayas atacado a Sabatini por un aprendiz! Sos un puto témpano de hielo, podría morirme que ni una puta lágrima soltarías.

Fosa meneó en su mano la copa de vino y le dio un trago, para luego dedicarle una sonrisa torcida.

—Agradecele a Jon, que me encerraba para que no socializara porque las emociones son muestras de debilidad, y la única persona que tenía permitido ver era a Gretchen. ¡Si soy un puto témpano de hielo es gracias a Jon!

—Jon ya está muerto, superalo o andá a terapia, hijo de puta.

—¿Para qué? Te tengo a vos, sos mi terapeuta.

—Al menos pagame, hijo de perra, que me explota el cerebro cada vez que te quejás de Jonathan —dijo Rata con una risotada.

Fosa lo miró con furia, de forma sombría, pero luego terminó por reírse con ánimo. Cambiaron de tema al hablar, para reírse juntos de la cara de pánico en Aaron, Ginevra y el resto de Mörder al ver que Nahuel Pietrzak estaba vivo.

Ambos estuvieron de acuerdo en que, aunque impulsivo, mostrarse había sido una buena estrategia para desestabilizar mentalmente a Sabatini.


Buenas, gente. Debido a que no estoy pudiendo escribir Muñequita, decidí actualizar momentáneamente Mörder dos veces a la semana. Una vez que pueda otra vez escribir Muñequita, pasaremos a una sola vez como antes.

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