DEMON © ¡A la venta en librer...

由 Itssamleon

15.2M 1.3M 1.6M

TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William... 更多

DEMON
ADVERTENCIA
1. "Heridas"
2. "Paranoia"
3. "Confusión"
4. "Mikhail"
5. "Summa Daemoniaca"
6. "Estigmas"
7. "Conmoción"
8. "Irritante"
10. "Celos"
11. "Revelaciones"
12. "Tortura"
13. "Alivio"
14. "Ángeles"
15. "Gabrielle"
16. "Negación"
17. "Tormento"
18. "Redención"
19. "Confesión"
20. "Tensión"
21. "Caída"
22. "Poder"
23. "Abandono"
24. "Mentira"
25. "Preludio"
26. "Pérdida"
27. "Dolor"
28. "Lazo"
29. "Sacrificio"
EPÍLOGO
Nota de la Autora | Agradecimientos [Importante]
¡Sigue leyendo!...
STIGMATA [Demon #2]
¡NOTICIA! [Importante]
Puntos de venta Latinoamérica y España

9. "Roce"

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由 Itssamleon




Sé que está mirándome. Puedo sentir sus ojos clavados en mi nuca y me siento intimidada y un tanto indignada de que sea capaz de hacerme sentir incómoda en mi propia habitación.

No puedo concentrarme, a pesar de lo mucho que deseo hacerlo. La investigación exhaustiva en la que me he enfrascado aún no arroja los resultados deseados, pero no me he dado por vencida. Estoy determinada a descubrir la verdadera identidad de Mikhail y no voy a parar hasta conocerla.

Me he leído al derecho y al revés el Pseudomonarchia Daemonum y, a pesar de que he aprendido muchas cosas respecto a esos seres, aún no logro descubrir algo sustancial respecto a lo que me interesa saber.

He leído todas las descripciones de los demonios registrados ahí, pero ninguno tiene las características de ese que no me deja sola ni a sol ni a sombra. Lo cierto es, sin embargo, que no lo conozco lo suficiente como para poder descartar la posibilidad de que alguno de ellos sea él.


He aprendido, por otro lado, que los demonios tienen un orden jerárquico y que, mientras más arriba estén en él, más poderosos son. Se dice que sólo los demonios de primera jerarquía - los siete príncipes del infierno, ángeles transformados en demonios, y serafines caídos- son capaces de manifestarse de forma corpórea.

Leí, también, que el resto de los seres oscuros deben ser invocados y, la mayoría de las veces, no tienen el poder suficiente como para apoderarse de un ser humano. Se acercan a personas emocionalmente debilitadas; llenas de rencor y odio desmedido por el mundo para poder robar su cuerpo. Sin embargo, una vez que el cuerpo es consumido -que, según el libro, toma un tiempo aproximado de un mes-, vuelven a ser energía pura. Eso me lleva a concluir que Mikhail es un demonio de primera jerarquía, ya que ha pasado semanas a mí alrededor sin dar signos de estar a punto de abandonar el cuerpo que habita.


—Así que de primera jerarquía, ¿eh? —Musito para mí misma, pero sé que Mikhail es capaz de escuchar todo lo que digo. No responde, sin embargo.

Quiero girar la silla de escritorio en la que estoy sentada para encararlo y preguntarle si estoy en lo correcto, pero me aterra escuchar la respuesta. No me sorprendería, sin embargo, que fuese un demonio así de poderoso. Fue capaz de encargarse de la cantidad impresionante de sombras que me atacaron en el jardín de Phil Evans, y se deshizo de un ángel con una rapidez espeluznante.

No me queda la menor duda de que es un ser bastante poderoso.

Él también es consciente de su fuerza. Puedo notarlo en su postura desgarbada y el aire despreocupado con el que se mueve. Pareciera como si no le temiera a nada. Como si estuviese seguro de que absolutamente nadie puede vencerlo.

Leo una vez más el listado de los siete príncipes del infierno y escribo en una hoja de papel los nombres: Amon, Astaroth y Baal -que son los que más se asemejan un poco a Mikhail en cuanto a comportamiento se refiere-, y me digo a mí misma que los investigaré a fondo más tarde.

Miro el reloj en la esquina inferior derecha del monitor de mi computadora y hago una mueca al darme cuenta de la hora.

"Se me hará tarde si no me apresuro..." Pienso y estiro los músculos de mis brazos, al tiempo que reprimo un bostezo.


Mi teléfono vibra con fuerza sobre la madera del escritorio donde me encuentro instalada y, con aire perezoso, lo tomo entre mis dedos. El nombre de Emily brilla en la pantalla, y desbloqueo el aparato para leer el texto recibido:

"Más te vale estar alistándote para esa cita, Bess Marshall."

Una media sonrisa tira de mis labios sin que pueda evitarlo, y niego con la cabeza antes de responder:

"Precisamente estaba a punto de ducharme." Tecleo en respuesta. No es del todo una mentira. Estaba a punto de dejar esto para otro momento y comenzar a hacer algo por mi aspecto lamentable.


Mason, el chico de la biblioteca, me escribió el miércoles de la semana y hemos quedado hoy de ir a tomar algo.

Todo mundo está más que entusiasmado con la idea. Dahlia parecía estar a punto de gritar de la emoción cuando le dije que saldría; mientras que Emily no ha dejado de crear posibles escenarios para la cita perfecta. Ha planeado de inicio a fin la velada y me ha hecho prometerle que no voy a usar mis viejas botas de combate.


Mikhail, por otro lado, no ha dicho absolutamente nada al respecto. Toda la semana ha mantenido una actitud bastante hermética. A decir verdad, ahora que lo pienso, se ha comportado de una forma bastante inusual.

Es como si la máscara despreocupada y fácil se hubiese destruido para dejar al descubierto a un Mikhail analítico, serio y calculador.

No he dejado de sentir como si estuviese estudiando todos y cada uno de mis movimientos, así como los de las personas que me rodean. Es como si se hubiese propuesto dejar de jugar y limitarse a hacer lo que se supone que vino a hacer.

No sé cómo sentirme con este cambio repentino. No sé cuál de las dos facetas de Mikhail que me ha tocado vislumbrar es la que me gusta menos: si ésta o la irritante.


Me levanto de la silla y trato de empujar los pensamientos referentes a Mikhail en lo más profundo de mi cabeza, y me digo a mí misma que debo concentrarme en la cita que tendré dentro de unas horas.

Estoy tan nerviosa, ansiosa y tan ridículamente emocionada, que ni siquiera me molesto en intentar ocultar la sonrisa burbujeante que me asalta a ratos. Hacía tanto tiempo que no salía con alguien. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan... normal.


Me encamino hacia la entrada de la habitación, dispuesta a marcharme en dirección al baño, cuando la voz ronca de Mikhail inunda mis oídos—: Sé que no vas a escucharme —me detengo en seco y lo miro de reojo—, pero todo este asunto no me gusta para nada —sus ojos grises están fijos en mí y la intensidad de su mirada envía un escalofrío por toda mi espalda—. Ese tipo no me da buena espina. Hay algo en él que no está bien.

Genuina preocupación se apodera de sus facciones durante unos segundos antes de desaparecer por completo.

— ¿Se supone que debo cancelar una cita con un chico que es amable sólo porque crees que hay algo malo en él? —Sueno divertida y amarga al mismo tiempo. La sola idea de tener que detenerme de hacer algo sólo porque a él no le parece, es ridícula e irritante.

—Se supone —el coraje se filtra en el tono de su voz—, que debes tener cuidado. Todo el mundo quiere matarte y lo sabes. Debes ser precavida hasta con los que lucen más insignificantes. De hecho, es de esos de quienes debes cuidarte más.

Un sonido -mitad bufido, mitad risa-, brota de mis labios.

—No puedo creerlo... —digo, más para mí misma que para él.

Su ceño se frunce ligeramente.

—Estoy hablándote en serio, Bess —habla con seriedad y determinación—. Necesitas prestar atención a cualquier persona que se acerca a ti.


Un destello de ira quema y escuece en mi torrente sanguíneo. No puedo creer que esté diciéndome esto cuando es él quien va a matarme cuando así se lo ordenen. No puedo creer que esté aquí, intentando decirme que debo o no debo hacer sólo porque supone un inconveniente para sus objetivos.

— ¿Para qué?, ¿para que no me hagan daño? —Suelto, con amargura—. De cualquier modo voy a terminar muerta, ¿no es cierto? —Un nudo se instala poco a poco en mi garganta—. Vas a asesinarme cuando sea necesario.

La mandíbula del demonio se aprieta con violencia.

—La diferencia entre ellos y yo, Bess —sisea, con enojo—, es que yo no voy a torturarte.

— ¡Vaya!, ¡gracias! —El sarcasmo y el veneno tiñen mi voz—, ¡es muy considerado de tu parte!

—Cielo...

—Escucha, Mikhail —lo interrumpo—. Deja de pretender que te preocupas por mí porque sé que no lo haces —niego con la cabeza—. Déjame ser una adolescente común y corriente aunque sea durante unos instantes. Déjame disfrutar el tiempo que me queda de vida antes de que tú o los tuyos me... —me detengo, sin poder pronunciar lo siguiente. Trago duro y clavo mis ojos en los suyos—. Lo único que quiero es olvidarme de toda esta mierda aunque sea durante un par de horas, ¿sabes?, es lo único que realmente quiero —le sostengo la mirada durante un largo momento antes de añadir—: Y, por favor, deja de llamarme así.

Una ceja espesa y poblada se alza con arrogancia y un destello de su sarcástico sentido del humor se abre paso en su expresión imperturbable.

— ¿Estás segura de que quieres olvidarte de todo este asunto?, porque no has dejado de leer estupideces acerca de los de mi clase.

— ¿Y qué si investigo sobre los tuyos?, no confío en ti para conseguir información —El azoramiento en mi voz, hace que suene varios tonos más aguda de lo normal. Un ligero temblor se ha apoderado de mis manos y sé que es debido a la adrenalina provocada por la ira contenida—. Además, si leo o no estupideces, no debería de importarte.


Un suspiro cansino brota de sus labios y una suave sonrisa irritada se dibuja en ellos.

—No voy a volver a tener una discusión ridícula contigo —suena fastidiado—, así que has lo que quieras. Sólo quiero que sepas que no estoy dispuesto a seguirte como un jodido perro faldero durante tu cita. Si tantas ganas tienes de morirte, adelante. Hazlo. Que te mate un religioso, un Grigori, un ángel... Lo que sea. Igual me importa una mierda.

—Bien —suelto, con brusquedad.

—Bien —escupe él.

Entonces me abro paso hasta el baño del apartamento.


El agua helada sobre mis músculos tensos y la rabia que hierve en mi sistema. El efecto relajante que produce el golpeteo del agua en mi espalda, es gratificante y conciliador.

Toda la irritación provocada por mi pequeña interacción con Mikhail se siente cada vez menos intensa, y mi mente lo agradece. Últimamente, me he sentido más irritable que nunca. El miedo actúa de forma extraña en las personas. En mí, se transforma en algo muy similar al odio y a la apatía. Estoy malhumorada y a la defensiva todo el tiempo.

No me gusta esta parte de mí. No me gusta sentirme angustiada y molesta las veinticuatro horas del día, pero no puedo evitarlo. Desde que Mikhail llegó a mi vida, todo es caos, miedo, incertidumbre e imposibilidades; y me encuentro aquí, con el corazón hecho un nudo y la cabeza vuelta un desastre. Tengo que aprender a procesar todo esto pronto o voy a enloquecer...

Mi vista cae en las marcas en mis muñecas. La cicatrización ha vuelto a tomar un tono rosado debido a que la herida fue abierta una segunda vez por aquel ángel que me atacó, y no puedo evitar pensar en lo irreal que se siente la vida para mí en estos momentos.

Pasé de ser una chiquilla insignificante a un Sello que puede o no desatar el Apocalipsis si es asesinada. De pasar mis días lamentándome la muerte de mis papás y mis hermanas menores, a enfrascarme durante horas en investigaciones acerca de demonios. Todo esto en un lapso de un poco más de un mes. Absolutamente nadie es capaz de sobrellevar una carga como esa sobre los hombros. No sin perder la cordura.

Un suspiro entrecortado brota de mis labios, al tiempo que cierro los ojos con fuerza. Mi pecho se siente atenazado. La opresión en él es tan intensa, que no soy capaz de distinguir ni una sola de las emociones que me embargan en este momento.

Estoy tan asustada, que ni siquiera puedo moverme. Estoy aquí, debajo del chorro de agua; mientras que me abrazo a mi misma para evitar desmoronarme. No puedo más con esto. No quiero llevar esta carga sobre mis hombros. Lo único que quiero es desaparecer. Volver a ser esa chica insignificante e invisible que he sido siempre...

Quiero llorar.

Mis ojos están llenos de lágrimas y tiemblo de pies a cabeza. Un sonido lastimoso brota de mis labios y entonces, viene el llanto. Viene el desasosiego. Viene el terror, el pánico y la incertidumbre, y lo dejo ir todo.


Al salir de la regadera me envuelvo una toalla en el cuerpo y miro mi reflejo en el espejo. La visión de la chica frente a mí es lastimosa. Mis ojos lucen hinchados debido a las lágrimas previas, mi piel pálida resalta el color amoratado de las bolsas debajo de mis ojos y está manchada por pequeñas motas cafés que me hacen lucir enferma e infantil; los ángulos ásperos en mi rostro delatan lo poco que como, así como los huesos de mis clavículas.

Sé que no hay nada de la chica que fui hace dos años. No hay ojos vibrantes ni sonrisas del tamaño de la mitad de mi cara. No hay ni siquiera una sombra de persona que era.

"¿Qué te ha ocurrido, Bess?" Me pregunto a mí misma, y no sé qué responder. No sé qué decirle a la chica que me observa con tristeza desde el otro lado del espejo.


Lágrimas nuevas amenazan con abandonarme, así que aparto la vista del reflejo y me concentro en la tarea de desenredar las hebras de cabello oscuro que caen sobre mis hombros.

Entonces, sin mirarme al espejo una vez más, me encamino hacia mi habitación.


Doy un paso dentro del espacio que habito y luego doy otro antes de congelarme por completo.

Toda la sangre se drena de mi rostro y mi estómago se estruja con violencia cuando me doy cuenta de que Mikhail sigue aquí. Está sentado al borde de la cama, con la mirada perdida en la ventana. Luce serio, reflexivo y salvaje. La visión de su perfil anguloso, aunado con la expresión dura en su rostro, hace que mi piel se ponga de gallina.

No sé qué está haciendo aquí y tampoco sé si quiero preguntarlo. No suele hacer esto. No suele invadir mi espacio vital en cuanto a mis necesidades primarias se refiere. Nunca me sigue al baño, tampoco se queda en la habitación cuando termino de ducharme y voy a vestirme. Suele respetar esa parte de mi intimidad; sin embargo, ahora está aquí y no sé qué pensar al respecto.

— ¿Mikhail?... —Mi voz sale en un susurro tembloroso e inestable.

Él no se mueve. Ni siquiera da muestras de haberme escuchado. Me aclaro la garganta, en un débil intento de llamar su atención para pedirle que se marche y, entonces, su vista se posa en mí con aire distraído.


Poco a poco parece salir de su ensimismamiento y, al mismo tiempo, la realización parece asaltarlo. De pronto, su mirada se oscurece varios tonos y algo en su expresión cambia. Su ceño fruncido y su mandíbula apretada se suavizan lo suficiente como para hacerme saber que no esperaba mirarme así y, entonces, sus ojos barren mi cuerpo con lentitud.

Mi corazón se acelera, mi pulso golpea con violencia detrás de mis orejas y no puedo apartar la vista de la suavidad y el asombro que tiñen sus rasgos.

Sus manos se tensan sobre el material oscuro de sus vaqueros y su mandíbula se aprieta un poco, al tiempo que la nuez de Adán en su cuello sube y baja cuando traga con fuerza. Entonces, barre la longitud de mi cuerpo con la mirada una vez más, y repara un segundo más de lo debido en mis piernas pálidas. Luego, continúa su recorrido y se entretiene otro instante en los huesos de mis clavículas; para, finalmente, aguardar unos momentos en la curva que se forma entre mi hombro y mi cuello.

Se siente como si estuviese tratando de memorizarme. Como si deseara guardar lo que ve en lo más profundo de su memoria; y yo soy plenamente consciente de que debajo de la toalla que me envuelve no hay nada.


El calor invade mi cuerpo y un nudo se aprieta en mi vientre cuando sus ojos se arrastran hasta los míos. Mi corazón se detiene. Quizás se acelera. No lo sé. Sólo sé que está observándome como si nunca en la vida hubiese visto a una chica semidesnuda.

Mikhail mira las pequeñas gotas de agua descansan sobre la superficie de mi piel y soy plenamente consciente de que yo también lo observo a detalle.

La luz de la ventana le da de lleno en la cara y aclara el color de sus ojos. Las líneas de su rostro anguloso son más suaves que nunca, y su cabello enmarañado lo hace lucir mundano y al mismo tiempo insólito y desconocido.

Es insoportablemente atractivo. Del tipo de atractivo que no ves en ninguna parte. Ni siquiera en los modelos de las revistas de Calvin Klein. Mikhail es tan impresionante, que cuesta trabajo creer que un tipo como él exista.


Sus labios pronuncian palabras en un lenguaje desconocido, arcaico, ancestral. Y me quedo sin aliento por la forma en la que abandonan su boca; con tonos melifluos, cadenciosos, roncos y profundos.

Sé que habla para él mismo, porque luce ensimismado; sin embargo, sigue mirándome fijamente.

El golpeteo frenético y ansioso en mi caja torácica hace que la adrenalina se dispare en mi torrente sanguíneo; el calor se agolpa en mi vientre y se extiende hacia todos lados. Cada uno de mis sentidos es consciente de lo que pasa a mí alrededor y todo se vuelve intenso y abrumador.

La distancia entre nosotros es demasiado grande y, al mismo tiempo, la habitación es demasiado pequeña. Me siento ligera. Como si pudiese flotar en cualquier momento. Como si el mundo a mi alrededor pudiese dejar de existir si lo deseo con la fuerza suficiente.


Sigo con los ojos clavados en él. Y, de pronto, se me ocurre que sus alas de murciélago lucen disonantes en su cuerpo. Algo discordante a la imagen devastadora, varonil y hermosa que tengo frente a mí. Estoy tan sumida en la forma en la que luce ahora, que no puedo recodar su imagen con esas alas siniestras y letales.

"Si todos los demonios de primera jerarquía lucen como Mikhail, no me molestaría en lo absoluto ser asesinada por uno..." Pienso, absurdamente, y el calor se extiende por mis mejillas. Sé que estoy ruborizándome. Puedo sentirlo en cada célula de mi cuerpo.


Los ojos del demonio frente a mí se posan en mis labios, y mi garganta se siente seca y rasposa. Soy incapaz de decir una palabra, pero él tampoco lo hace. Se limita a ponerse de pie con lentitud.

Sus pasos son pausados, pero deliberados. Se siente como si estuviese dándome la oportunidad de detenerlo; sin embargo, no lo hago. No lo hago porque mi cuerpo traicionero ansía su cercanía. Ansía su calor. Su aroma fresco y terroso...


Está de pie frente a mí. Mis pies descalzos rozan la punta de sus botas de combate y trago duro. Mi mirada está atascada en la anchura de sus hombros y mi corazón ruge contra mis costillas. Mi respiración amenaza con volverse superficial, y mi aliento da tropiezos mientras que sus dedos retiran un mechón de cabello mojado de mi hombro izquierdo.

El roce de sus dedos contra mi cuello me provoca escalofríos. Mi pulso se acelera un poco más y mi respiración se atasca en mi garganta. Su vista cae en un punto en la base de mi cuello para luego deslizarse hasta mi clavícula, donde un montón de gotas de agua esperan por ser retiradas.

Entonces, con mucha lentitud, corre el dedo índice sobre la longitud del hueso sobresaliente; llevándose la humedad. La calidez de su tacto, aunada a la caricia dulce que ha dejado sobre mi piel, apenas me hace posible respirar.

No puedo pensar con claridad. No puedo dejar de anhelar que repita la acción previa en otras partes de mi cuerpo. Estoy tan temblorosa, aturdida y ansiosa, que lo único que deseo es dejarme llevar por el golpe de sensaciones que me invade.


Mikhail luce salvaje, peligroso, hosco y anhelante. La expresión suplicante de su rostro, es devastadora; y no comprendo qué es lo que quiere.

Hebras de cabello oscuro caen sobre su frente cuando se inclina hacia adelante y me encuentro alzando el rostro para encararlo. Da un paso más cerca y siento el calor de su cuerpo más cerca que nunca.

Sicut pulchellus sicut caelo —murmura, mientras que sus dedos suben por mi cuello y dejan una estela ardiente a su paso. Ésta vez, el idioma en el que habla no suena tan arcaico como el anterior. Son palabras diferentes, en acentos diferentes, en idiomas completamente distintos; pero este es más sencillo. Este es familiar...

"¿Latín?..."


Su mano entera ahueca un lado de mi cara y una mueca torturada se apodera de sus facciones. Su pulgar juega con mi labio interior y estoy a punto de estallar. Estoy embriagada por la suavidad de sus caricias y, ahora mismo, lo único que quiero hacer es mirar sus ojos.


— ¿Qué estás haciendo? —Mi voz apenas es un hilo tembloroso y frágil.

—Me lleva jodido el infierno... —murmura, pero sigue hablando para sí mismo.

—Mikhail...

—No quiero que te bese —susurra—. La sola idea de pensar que va a intentar hacerlo me... —niega con la cabeza—. Sólo... Por favor, no dejes que te bese.

—Deja de jugar conmigo —trato de sonar dura, pero me escucho más bien suplicante.


No dice nada. Se limita a inclinarse un poco más.

—Bess... —susurra, pero no se siente como si tratara de decirme algo. Simplemente, dice mi nombre como si de una plegaria se tratase.

Se acerca un poco más y luego otro poco y, de pronto, ya no puedo mirarlo a los ojos. Puedo sentirlo, sin embargo.

Su nariz toca la mía. Su aliento caliente golpea mis labios. Mis dedos aferran el material de la toalla que me cubre y mis labios se entreabren casi por voluntad propia. Quiero que me bese. ¡Maldita sea!, quiero que Mikhail me bese...


Entonces, ocurre.

Sus labios rozan los míos con suavidad. Es apenas un toque, un relámpago rápido, fugaz y demoledor, y el hormigueo dulce en mis labios me hace querer que me bese de verdad. De pronto, me encuentro deseando probar el sabor de su boca.

El roce se repite, pero no se profundiza. Es igual de suave que el anterior. Casi imperceptible...

Un suspiro entrecortado brota de sus labios y, con lentitud, frota su boca contra la mía de nuevo. Yo, con impaciencia, me inclino hacia adelante, de modo que mis labios se presionan con más firmeza contra los suyos.


Un sonido ronco brota de la garganta de Mikhail y se aparta con brusquedad, al tiempo que me empuja lejos de él.

El hechizo se ha roto. El aturdimiento, el calor, el golpeteo intenso de mi corazón, mis manos temblorosas y el hormigueo en mis labios... todo se esfuma y deja un hueco insoportable dentro de mí pecho.


El rechazo se adhiere a mis huesos con tanta rapidez, que no tengo oportunidad de detenerlo. La humillación y la vergüenza dejan un sabor amargo en la punta de mi lengua y lo único que deseo hacer es borrar los últimos cinco minutos de mi vida.

Mi respiración es dificultosa y mi garganta se siente seca. No puedo apartar la vista del chico que se encuentra de pie delante de mí. De ese chico de aspecto descompuesto y arrepentido. 


Ninguno de los dos dice nada. Nos limitamos a mirarnos a los ojos durante una eternidad.

—Vete... —la palabra sale de mi boca en un murmullo ronco y tembloroso; después de un largo y tenso momento.

Mikhail no se mueve. No reacciona. Ni siquiera estoy segura de que respire.

¡Vete! —Odio sonar así de afectada. Odio sonar como si estuviese a punto de echarme a llorar.


Algo parece accionarse en él, ya que, sin decir una palabra, se encamina hacia la ventana. Se detiene cuando sus pies se posan en el alfeizar. Está a punto de lanzarse al vacío para desaparecer como siempre hace, pero algo lo hace dudar.

Sus ojos se posan en mí una vez más y abre la boca para decir algo; sin embargo, no lo hace. Se limita a apretar la mandíbula antes de dejarse caer y desaparecer de mi vista.

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