No Me Falles [2]

By Californiaxx

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La historia de Brad y Emma no acabó muy bien, o mejor dicho, no acabó. A veces tocar fondo es solo el comienz... More

🥀
R E P A R T O
P L A Y L I S T
S I N O P S I S
BOOKTRAILER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 20.1
Capítulo 21
Capítulo 21.1
Capítulo 22
Capítulo 22.1
Capítulo 22.2
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 24.1
Capítulo 24.2
Capítulo 24.3
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 27.1
Capítulo 27.2
Capítulo 27.3
Capítulo 27.4
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 31 [Parte II]
Capítulo 31 [Parte III]
Capítulo 31 [Parte IV]
Capítulo 31 [Parte V]
Capítulo 31 [Parte VI]
Capítulo 31 [Parte VII]
Capítulo 32
Capítulo 32 [Parte II]
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 37 [Parte II]
Capítulo 38
Capítulo 38 [Parte II]
Capítulo 39
Capítulo 39 [Parte II]
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 42 [Parte II]
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 46 [Parte II]
Capítulo 46 [Parte III]
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 48 [Parte II]
Capítulo 49
Capítulo 50 [Parte II] - Maratón
Capítulo 50 [Parte III] - Maratón
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 56 [II Parte]
Capítulo 56 [III Parte]
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 65 [Parte II]
Capítulo 66
Capítulo 66 [Parte II]
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 68.1
Capítulo 69 + 69.1
Capítulo 69.2
Capítulo 69.3

Capítulo 50

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By Californiaxx

« ¿Juntos?
Por siempre. »

E M M A

Tras engullir mi sándwich -más el de Lana- como si no me hubiese zampado tres tortitas con arándanos y un plato con huevos revueltos para desayunar, mientras nos echábamos unas cuantas risas con Kevin y nos poníamos al día sobre los acontecimientos más recientes de nuestras respectivas vidas, tocando tanto temas de estudio como de relaciones amorosas, mi nueva hermana y yo pasamos a despedimos de la familia Butler.

Kevin suspira cuando extiendo los brazos en su dirección, y me da un suave beso en la sien cuando nuestros cuerpos colisionan. Es un beso que transmite nostalgia por haber pasado de vernos cada día a visitarnos por las fiestas, pero ninguno dejamos que nos afecte demasiado. En un momento dado me abraza con más fuerza y yo me aferro a él, tratando de grabármelo en el alma. No es amor lo que nos mantiene pegados el uno al otro, nunca lo ha sido. Es amistad, respeto y familiaridad.

Estar con Kevin es muy fácil, todo con él es sencillo. Tiene una mente tan abierta que los temas de los que hablar nunca se agotan y siempre aprendes algo nuevo.

-¿Hasta cuándo os quedáis? -pregunta, apartándose un poco para poder verme la cara.

-Hasta mañana. Nuestro vuelo sale a última hora de la tarde.

Hace una mueca y yo lo vuelvo a abrazar.

-Te prometo que la próxima vez nos quedaremos un poco más. No, pero qué estoy diciendo. Ya va siendo hora de que seas tú quien nos visite a nosotros -le doy un puñetazo sin fuerza en el hombro y él sonríe-. Siempre que quieras escaparte o hacernos una visita, avísanos y tendrás un billete a tu nombre. ¿Lo harás? Hablo totalmente en serio, yo misma me encargaré de que tengas el billete al cabo de cinco minutos. ¿Entendido?

Gracias al tacón de mis botas quedamos prácticamente a la misma altura, ojos marrones contra ojos marrones. Kevin asiente.

-Entendido.

-Vuelve cuando quieras -me dice Sophie, que sentada junto a Lana y el señor Butler al otro lado de la barra americana de la cocina, observa la escena como si de una obra de teatro se tratase-. Sabes que aquí te queremos como si fueras un miembro más de la familia.

«Como un miembro más de la familia.»

Aprieto las manos de Kevin y miro al suelo por un momento.

-Es la pura verdad -susurra él, y yo asiento.

Lana y yo emprendemos el rumbo en dirección a la peluquería de la madre de Rachel. Sé que con las cientos de peluquerías que hay por la zona escoger esta precisamente es un poco morboso, pero me da igual. Lauren lleva viniendo por aquí desde hace años, y siempre ha salido con una sonrisa en la cara y el autoestima por las nubes. Al parecer, esa mujer y sus manos mágicas saben bien lo que hacen.

La peluquería es bastante más grande de lo que recordaba, es como si le hubieran dado un lavado de cara, de hecho, juraría que han hecho reforma. Sí, eso es. El local es muchísimo más amplio y elegante ahora, los marcos de los enormes espejos son negros y de madera labrada, con elegantes dibujos en relieve. Hay imágenes de hombres y mujeres modelando distintos estilos y peinados por todas las paredes, y la zona de recepción está separada de la de trabajo mediante un tabique, lo cual da más amplitud al local.

Parece que lo que empezó como un negocio familiar y de bajo presupuesto por el que nadie daba un centavo, va viento en popa. Y la verdad es que me alegro. La familia de Rachel -por mucho que esta siempre se haya empeñado en disimular, e incluso negarlo, como cualquier otro adolescente haría- es de clase media, media tirando a baja si me remonto a unos cuantos años atrás. Todavía recuerdo la tarde en que mi madre la invitó a tomar un café en nuestra casa para charlar acerca de su situación económica, en lugar de hacerlo en un sitio tan frío como una oficina en un rascacielos, y terminó ingeniándoselas para poder concederle un crédito con el que arrancar.

Por supuesto, Rachel no tiene ni idea de esto. Y se supone que yo tampoco.

Nadie les avalaba, nadie quería hacerse responsable de ciertos pagos si resultaba que la peluquería no daba ganancias, pero, aun así, mi madre les tendió la mano. Y aunque ya existía cierta rivalidad entre Rachel y yo, me alegré como si la ayuda nos la hubiesen brindado a nuestra familia. Ese día, mientras escuchaba atenta la larga conversación desde lo alto de la escalera, me sentí muy orgullosa de mi madre.

Hoy, es de Christina, la madre de Rachel, de quien me siento orgullosa. Se lo ha currado, las ha tenido que pasar putas para llegar hasta donde ha llegado. Se merece cada dólar ganado y por ganar.

Al otro lado del local, mientras espero a que Christina anote sus próximas citas con el teléfono sujeto entre el hombro y la oreja, veo un cochecito de bebé. Bueno, en realidad es una sillita. Frunzo el ceño para mí misma. «¿Quién ha tenido un retoño?»

-Guárdame el sitio, vuelvo ahora -digo para Lana, que se entretiene leyendo una revista de moda y acabando con los caramelos de una pequeña cestita de mimbre. Como si mis pies fueran autónomos, camino hasta la sillita, pero no hay nadie en ella y eso me parece extraño. Vuelvo a fruncir el ceño.

-¿Ema? -pregunta una vocecita. Cuando me incorporo y miro al otro lado del carrito, unos enormes ojos azul cielo me hiptonizan durante lo que se me hace una eternidad. Me pierdo en ellos y no vuelvo a la realidad hasta que el pequeño agita un sonajero de colores en el aire. Es el sobrino de Alex, hacía siglos que no lo veía. Al menos, no tan de cerca.

-¡Logan! -Exclamo en bajito, soltando el bolso en el suelo y arrodillándome para que con suerte me venga a dar un abrazo-. ¿Te acuerdas de mí?

Se echa a reír con la mitad de la mamo metida en la boca y después corre hacia donde estoy, lo que me sirve como un sí.

-¡Madre mía, cuánto has crecido! -Rodeo su pequeño cuerpo con mis brazos y hundo la nariz en su pelo, tan revuelto como si acabase de despertar de la siesta. Huele a bebé. Y la tremenda sensación de paz que siento mientras me abraza es inexplicable.

-¡Pero bueno! -Oigo exclamar a Christina, que se posiciona a apenas un metro de distancia de nosotros con las manos en las caderas-. ¿Cómo tienes la poca vergüenza de despertar y no venir a saludarme?

Logan mira un momento a Christina y después esconde la cara en mi cuello y se echa a reír, parece de lo más divertido con la situación.

-No me puedo creer que te haya reconocido.

-¿No es alucinante? -exclamo en un susurro, sorprendida y con los ojos como platos. Christina sonríe. Me cuelgo el bolso del hombro izquierdo y me pongo en pie sin soltar a Logan, que se me agarra al cuello con fuerza, enredándome el sonajero en el pelo.

-¿Qué te trae por aquí?

-Quería pedirte cita, pero ya he visto que tienes mucha clientela y no quisiera...

-Tengo ayudantes, Emma -me interrumpe-. Además, mi hija no tardará en llegar. Anda, siéntate y dime qué quieres que te hagamos.

«¿Que su hija qué?»

-Eh..., pues... nada del otro mundo -me aclaro la garganta-. Había pensado en teñir, sanear las puntas y peinar.

-Muy bien, dame un minuto. Eh, Logan ¿tienes hambre?

El pequeño niega con la cabeza, pero yo diría que sí que la tiene, porque no deja de meterse la mano en la boca.

-¡Claro que la tiene! -Exclama una voz femenina, muy femenina, tras de mí. Levanto la vista hacia espejo y entonces la veo, veo su reflejo acercándose a nosotros y el estómago me pega un vuelco.

-Llegas tarde -le dice Christina a su hija, de la que se acerca para besarle la mejilla.

-Lo sé, mamá, perdona.

Pasa por mi lado en dirección al pequeño cuartito del que salió Logan, sin reparar en quién soy. No me extraña, entre que va muy a prisa y que yo no la he mirado más que de reojo. Miro hacia atrás y llamo a Lana para que se acerque, aunque ya estaba en ello. Se sienta a mi lado con un taco de revistas sobre los muslos y un puñado de caramelos en una mano, y se inclina hacia mi silla.

-¿Esa es...?

-Ajá.

-Es bastante guapa -la fulmino con la mirada, aunque ella mira a Logan y no se llega a enterar-. No tanto como tú, pero...

Pongo los ojos en blanco.

-Cállate, lameculos.

-¡Culo! -grita Logan, y ambas nos miramos y nos echamos a reír en voz baja.

-¿Me lo dejas, por favor? -escucho que me pide alguien con un tono de voz muy suave, cauto, puede que incluso de incomodidad. Levanto la cabeza y mis ojos conectan con los de Rachel-. Tengo que darle de comer.

-Claro. -Murmuro. Después trato de pasarle a Logan, pero este se me agarra del jersey y hace amago de ponerse a llorar, así que la situación se vuelve un tanto violenta para ambas.

-Oh, Logan -la que vuelve a ser castaña finge ponerse triste, se inclina hacia mí y su perfume me llega a la nariz, inmediatamente giro el cuello hacia Lana para no seguir oliéndolo-. ¿No quieres venir conmigo?

-¡No!

-¿Por qué no?

-¿Es que no quieres merendar? -le pregunto yo, llevándome toda la atención del pequeño. Al segundo, sin mirar para Rachel directamente, pregunto-: ¿qué le vas a dar?

-Puré de verduras y un yogur natural.

Disimulo una arcada.

-No me extraña que prefiera quedarse conmigo.

Lana se atraganta con su propia saliva a mi lado derecho, Rachel se queda callada, mirándome a los ojos sin ninguna expresión y sin saber qué decir al respecto. Me siento mal por ella, así que a los segundos me maldigo por haber sido tan desagradable. Debería morderme la lengua más a menudo. Pero mordérmela de verdad, en sentido literal.

-Quería decir que...

-Ya, no importa. -Contesta tajante.

-¿Qué tal si te sientas por aquí -le sugiere Lana, ofreciéndole su silla- y pruebas a darle de comer mientras Emma lo sujeta?

Rachel la mira con el ceño ligeramente fruncido, imagino que preguntándose quién es. La pelinegra se presenta por sí sola de un momento a otro, era evidente que yo no pensaba hacerlo esta vez.

-Por cierto, soy Lana.

-Rachel.

-Puede que funcione -me obligo a decir, aunque no me haga precisamente gracia el tenerla sentada al lado.

Con el estómago lleno, a Logan no le parece tan terrible que lo separen de mí, por lo que mientras me lavan el pelo para sacarme el tinte, se entretiene sentado en la sillita con Rachel supervisándolo cada poco tiempo. Por lo que he tenido oportunidad de ver, esta trabaja tanto como su madre, se implica al cien por cien en lo que hace y parece muy profesional una vez ha entrado en materia.

Apenas hay rastro de la Rachel del instituto, aquella arpía que aprovechaba para darme codazos cada vez que nos encontrábamos a mitad de la escalera, que trataba de competir conmigo por la atención de Brad -¡Siendo yo su propia... hermana!- y que cuchicheaba sobre mí con el otro par de falsas que tenía por amigas cada vez que nos juntaban en la misma clase, no es la misma chica que llevo viendo desde hace poco más de una hora.

Cuando Christina termina de lavarme el pelo y secarlo superficialmente con una toalla, me pide que me ponga en pie y vuelva a mi silla. Tengo muchísimo calor, así que me quito el jersey y lo dejo sobre mis muslos. Al mirarme al espejo por poco me caigo al suelo. Me quedo boquiabierta. Me maldigo de nuevo. Esta vez por no haberle dado el pequeño detallito de que, sí, sí que quería teñirme, pero ¡no de pelirroja una vez más! ¡Mi deseo no era retocarme el color, sino eliminarlo de raíz!

-¿Qué sucede? -pregunta al ver que me quedo pasmada frente al espejo. Me llevo una mano a la frente con disimulo, y niego con la cabeza.

-Nada -suelto en un suspiro, y me fuerzo a sonreírle-. No es nada, de verdad, todo está bien.

-¿Seguimos, entonces?

Asiento.

-Seguimos, sí. -Esto ha debido ser cosa del karma. Me he portado mal con su hija y el universo, o lo que coño quiera que haya sido, me lo ha devuelto.

Christina coge un peine de púas separadas y unas tijeras para empezar a sanearme las puntas. Mientras tanto, me pregunta:

-¿Cómo quieres que te peine?

-Liso. Liso estaría bien.


Una de las ayudantes de Christina me está aplicando un poco de laca para fijar el alisado, cuando gracias al espejo veo a Alex aparecer como salido de la nada en mitad de la peluquería, y acercarse a saludar a su suegra de manera educada y afectiva. Muy afectiva. Nunca había visto a Alex saludar a nadie de esta forma, él siempre ha sido muy reservado, el que más de todo el grupo. Superando con creces al Brad de hace unos pocos años, incluso.

Hablando de Brad... me giro de medio lado en la silla y miro hacia la entrada, hacia todas partes en realidad, sintiendo su presencia por algún lado, muy cerca. Entonces lo veo. Y me quedo de piedra. Está fuera, caminando arriba y abajo con las manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón. Esperando por Alex. No me equivoqué al pensar que era él ese amigo del que esta mañana Brad habló a Lana.

Me pongo en pie de forma prácticamente inconsciente, sin poder evitarlo, sin poder continuar con el culo sobre la silla, como si mi cuerpo fuese metal y Brad un maldito imán. Joder, tenía tantas ganas de verlo. Hablamos esta misma madrugada, pero lo echo tanto de menos que no lo soporto.

No quiero ni pensar en todo lo que lo anhelaré si finalmente decido irme. No me siento capaz de sobrevivir a su ausencia una vez más.

Justo cuando doy un paso adelante, noto que alguien se me encarama a la pierna. Miro hacia abajo y veo a Logan, que ha debido de soltarse de los brazos de su tío. Me inclino con los brazos extendidos y, sin querer ni poder resistirme, lo alzo en el aire y me lo coloco sobre la cadera. Entonces mi mirada se cruza con la de Alex, que en principio se limita a fruncir el ceño y jugar con el aro de metal de su labio, hasta que me dirige algo parecido a una sonrisa.

-Vaya, qué morena estás tú también -me dice, imagino que a modo de saludo. Nuestra relación siempre ha sido muy fría, inexistente, mejor dicho. Apenas solíamos cruzar un par de palabras cuando todos íbamos aún al instituto. Y, después de que Brad se fuera a la universidad, rara era la ocasión en que nos veíamos. Después de todo, ya no teníamos nada ni nadie que nos uniera de ninguna forma.

-¿Qué habéis estado haciendo? -le pregunto, señalando por un breve momento a Brad con la mirada, y tratando de concentrarme en acariciar la pequeña espalda de Logan para así disimular la intensísima emoción que trata de apoderarse de todo mi ser desde el instante en que lo vi caminando pensativo ahí fuera.

Alex no tiene ni idea de lo nuestro. Rachel y él son los únicos que jamás llegaron a saberlo.

-Poniéndonos al día, llevábamos todo un año sin vernos -parece muy contento por haberse reencontrado con su mejor amigo; de repente señala a Logan-. No me creo que te haya reconocido.

Sonrío.

-Ya, la verdad es que yo tampoco.

-¿Has visto a Rachel?

-Eh, sí. Está ahí dentro, cambiándose.

-Voy a saludarla. ¿Te encargas de ese pequeño granuja?

-Claro, descuida.

La peluquería está hasta la bandera. Abriéndome paso entre la clientela, con Logan aferrado a mi cuello, salgo a la calle. Brad camina de un lado a otro con la cabeza gacha y tan ensimismado, tan en su mundo interior, que ni siquiera cuando da varios pasos en mi dirección se percata de que estoy aquí. Sonrío para mí misma cuando Logan lo observa con gesto de confusión durante varios segundos y después me mira, como pidiendo explicaciones. Todo lo que recibe es un beso en la frente.

Brad lleva una cazadora Levi's oscura, lo que le da un aire de tipo duro, aunque no es que lo necesite; debajo viste un polo blanco, y lleva puesto un estrecho -aunque en su medida- pantalón beige que le sienta como un guante. Está increíble. Seguramente se haya vestido con lo primero que ha pillado, pero incluso haciéndolo con los ojos cerrados conseguiría rozar la perfección.

De repente, como si simplemente pudiera sentir mi presencia a su espalda, Brad gira sobre sus pies y levanta la vista del suelo para fijarla en mí. Sus ojos negros recorren mi cuerpo, analizando lo que llevo puesto, y en esto incluyo a Logan, hasta que por fin me mira a la cara. A partir de entonces no existe nada más que él y una intensa atracción eléctrica que estoy segura sentimos ambos.

Logan se remueve entre mis brazos, le hago cosquillas en la barriga bajo la atenta mirada de Brad, y el pequeño se echa a reír, agitando el sonajero con efusividad y soltando patadas al aire. Bueno, al aire y a mí, a mí también, aunque decido no tenérselo en cuenta.

-Da gusto mirarte -dice Brad, captando mi atención. Cuando nuestros ojos se encuentran, una densa burbuja de energía se forma a nuestro alrededor mientras la gente que camina por la acera nos empuja débilmente hacia un lado y hacia otro.

Nos llegan algunos «perdona», pero ambos los ignoramos.

-Ven aquí -con un rápido movimiento me coge de la mano, y esa simple toma de contacto es suficiente para que la conexión magnética entre nosotros aumente hasta alcanzar niveles inhumanos.

Imagino que para que nadie de dentro de la peluquería pueda vernos, nos aleja unos cuantos metros, dobla la esquina a la izquierda y a mí no me queda otra que seguirle. Me fijo en que lleva un Marlboro tras la oreja, pero por ahora lo paso por alto.

-Ey, enano -le pone el índice bajo la barbilla y Logan esconde la cara en mi cuello una vez más; yo sonrío para mí misma-. ¿Qué pasa, no me reconoces o es que quieres quitarme a mi chica?

Logan agita un brazo en el aire, suelta un manotazo sobre la muñeca de Brad para que deje de tocarlo y este hace una mueca.

-Déjale. ¿No ves que n...? -No puedo ni terminar la frase, Brad me pone una mano en la cadera, clavándome los dedos en la piel, y me atrae hacia su cuerpo con intensidad, aunque una justa. Sé que no se excede por tener a Logan en medio.

Nuestros cuerpos se funden en cuanto chocan. Y, Dios, su forma de besarme me nubla el pensamiento, me roba la razón. Si Logan aún no se me ha caído al suelo es porque lo mantengo contra su torso, porque incluso las fuerzas me fallan. Brad me besa como en las películas, como cuando el chico regresa de la guerra y por fin vuelve a encontrarse con la mujer a la que ama. Como si yo fuera todo su mundo. Todo cuanto necesita.

Me muerde con suavidad, pidiéndome más, así que, encantada e incluso agradecida separo los labios para dejarle entrar. «¿Cómo puede ser posible echar tanto de menos a alguien con quien se vive?» me pregunto. Al separarnos, no para coger aire, sino porque los dos sabemos que debemos parar, apoyo mi frente sobre sus labios. Brad me pone una mano en la mejilla y, casi sin darme cuenta, apoyo la cara en su cálida caricia. Los tres últimos días sin una sola de todas esas muestras de cariño a las que me tiene acostumbrada han sido como sobrevivir a una maldita sequía.

-No puedo imaginarme queriéndote más de lo que te quiero ahora mismo. -Dice de pronto con sus labios sobre mi frente, como si quisiera rematarme.

Chasqueo la lengua contra los dientes, le paso a Logan, que al principio se niega a ir con él pero que termina poniéndome las cosa fáciles, aceptando gracias a que vuelvo a hacerle cosquillas para ponerlo de buen humor y mantenerlo contento. Y me aparto de ambos. Brad me agarra por el codo para detenerme, y después se me pone delante para prohibirme el paso.

-No huyas.

Entierro una mano en mi pelo y la mantengo ahí, en lo alto de la cabeza durante unos cuantos segundos en los que apenas me atrevo a mirarle a la cara. ¿Cómo voy a dejarle? No puedo hacer eso, no estaría bien. Cualquier cosa salvo dejarlo.

-Brad, yo... -me obligo a mirarlo a los ojos-. Le he estado dando vueltas y creo... creo qu...

-No, ya hablaremos de eso en otro momento -dice tranquilamente, como si pudiera leerme el pensamiento.

-Pero yo quiero hacerlo ahora.

Él infla el pecho, irguiéndose y llenando de aire sus pulmones.

-Emma, yo también le he estado dando vueltas -dice entonces-, muchísimas. Y no sabes cuánto siento haber reaccionado como reaccioné. Anoche me comporté como un cerdo egoísta dándote a elegir entre el viaje o yo.

Quiero decir algo para borrar esa expresión de odio hacia sí mismo, pero no quiero que nos engañemos. Sí que se comportó como un capullo egoísta, no le digo lo contrario porque es preciso que sepa lo injusto que a veces puede llegar a ser.

-Sabes que no soy ese tipo de hombre -continúa, y yo asiento-. Al igual que mamá, yo también quiero más para ti, mucho más. Y es seguro que Nueva York cuenta con el factor. -Lo miro con los ojos a punto de salírseme de las cuencas. No sé qué esperaba escucharle decir, pero desde luego no era esto. Brad trata de sonreírme, y aunque no le sale del todo bien, puedo ver en sus ojos que está siendo sincero.

-Anoche imaginé lo nuestro yéndose a pique y supongo que me asusté: lo nuestro siempre ha ido en zigzag, nunca ha sido un camino fácil, siempre ha estado lleno de curvas.

Asiento; tiene más razón que un santo.

-No dejes escapar esta oportunidad.

-¿Qué hay respecto a lo de acompañarme, has pensado en ello?

Logan me ofrece su sonajero y yo le sonrío y lo agito en el aire, provocando que él aplauda con sus pequeñas manos.

-Lo he hecho, he intentado imaginar cómo sería, sin embargo, no quiero volver a lo de antes; el tener que reprimirme cada vez que quiera tocarte o besarte y, encima, siendo mi novia, me reventaría.

-Sí -suspiro mirando a Logan-, conozco esa sensación. Apenas hace cuatro días que llegamos y la situación ya se me está haciendo insoportable.

-Me encantaría acompañarte, no me importaría tener que pedir un traslado en la universidad, no me importaría empezar de cero en otro lugar. Pero me he acostumbrado a vivir contigo, solo contigo, y no me apetece una mierda tener a mamá de por medio todo el rato. No soy ningún crío, ¿comprendes?

Asiento.

-¿Me esperarás? -No sé si ahora la injusta estoy siendo yo, pero me da miedo perder a la única persona en todo el mundo que de verdad me comprende.

-Todo el tiempo que me pidas.

Escuchar esas palabras me resulta increíblemente liberador, me dan esperanza, me devuelven a la vida. Ya no tengo que esperar a que el día de tomar una decisión llegue y él decida terminar con lo nuestro. Ahora sé que me apoya al cien por cien. Ya no tengo porqué atormentarme. Me quiere, y ha elegido no permitir que el tema del viaje nos siga afectando.

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