El Alma en Llamas

By DianaMuniz

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En un mundo en conflicto donde la magia esclaviza a las personas, la tecnología se revela como la única alter... More

Capítulo 1: Un nuevo comienzo
Capítulo 2 : Instituto mixto de enseñanza laica Príncipe Byro
Capítulo 2: Instituto mixto de enseñanza laica Príncipe Byro (cont.)
Capítulo 3: Un caso interesante
Capítulo 4: La familia del Marqués (1ª parte)
Capítulo 4: La Familia del Marqués (2ª parte)
Capítulo 4: La Familia del Marqués (3ª parte)
Capítulo 4: La familia del Marqués (4ª parte)
Capítulo 5: Los caprichos del planeta
Capítulo 6: Nubes de Tormenta (1º parte)
Capítulo 6: Nubes de Tormenta (2ª parte)
Capítulo 6: Nubes de Tormenta (3ª parte)
Capítulo 7: Otra forma de fuego (1ª parte)
Capítulo 7: Otra forma de fuego (2ª parte)
Capítulo 7: Otra forma de fuego (3ª parte)
Capítulo 8: Justicia
Capítulo 9: El despertar de las llamas (1ª parte)
Capítulo 9: El despertar de las llamas (2ª parte)
Capítulo 9: El despertar de las Llamas (3ª parte)
Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (1ª parte)
Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (2ª parte)
Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (3ª parte)
Capítulo 11: Engranajes
Capítulo 12: En carne viva (2ª parte)
Capítulo 12: En carne viva (3ª parte)
Capítulo 12: En Carne viva (4ª parte)
Capítulo 13: Un nuevo amanecer (1ª parte)
Capítulo 13: Un nuevo amanecer (2ª parte)
Epílogo

Capítulo 12: En carne viva (1ª parte)

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By DianaMuniz

Hola, vuelvo a ser yo y... bueno... esta es una de mis partes favoritas así que espero comentarios. :3

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Reyja no había dicho nada desde que Suke se había puesto la cadena con el anillo alrededor del cuello. No había dicho nada desde que Retto le había convertido en un títere sin voluntad. Tampoco dijo nada mientras subían las escaleras rumbo a aquella habitación que conocía tan bien y que había escondido todas las miserias de su infancia. Ni siquiera habló para protestar cuando la puerta se cerró tras ellos y se quedaron a oscuras en el pequeño estudio.

Suke intentó girar el picaporte, pero solo fue una comprobación de que, como se temían, la puerta había sido cerrada con llave.

Reyja se sentó en el alféizar de la ventana, había roto los cristales cuando no era más que un niño y nadie se había molestado en arreglarlos, después de todo, nadie entraba nunca allí. A sus pies tenía toda la extensión de la mansión Arinsala con el lago al fondo. A lo lejos, entre las copas de los árboles, se intuían los tejados de las casas de los vecinos.

—Parece que... pasaremos la noche aquí —titubeó Suke. Solo había una cama y era tamaño infantil. Por la ventana se filtraba una brisa helada, ambos habían dejado las camisas en el suelo del vestíbulo y estaban desnudos de la cintura para arriba—. Hace frío —comentó, abrazándose a sí mismo. Se veía que hacía todo lo posible por romper el incómodo silencio, pero Reyja no podía hablar, todavía no. Sentía que si lo intentaba siquiera, su voz se quebraría y empezaría a llorar y eso sería como si se hubiera rendido.

Casi sin darse cuenta, acarició con los dedos el collar metálico y se preguntó cuánto duraría la pequeña tregua que Retto le había dado; cuándo volvería dejar de ser él. ¿Eso significaba ser un vincio? Ahora entendía la petición que Suke le había dicho esa misma tarde, aunque en ese momento le pareciera que había sucedido hace mucho tiempo.

—¿Estás enfadado conmigo? —preguntó Suke con un hilo de voz.

Reyja negó con la cabeza, pero evitó mirarle. No podía. Era tan... frágil, y él había estado a punto de destrozarle a golpes y algo peor. Y ahí estaba el problema, ¿verdad? Suke sabía, y Reyja era consciente de ello, que nunca, nunca le habría golpeado así de haber podido evitarlo.

Pero lo que había sucedido después...

Retto le había hecho un daño que no se podía imaginar. Había visto la duda en los ojos de Suke cuando le besaba. Estaba aterrado. Jamás podría olvidar esa expresión de genuino dolor. No había mostrado ese rostro en ningún otro momento, ni cuando lo pateaba en el suelo. Y esa mirada le partía el alma. Y le hacía sentir culpable. Culpable porque él sí había sentido algo.

Quizá fuera el anillo y quizá solo había sentido lo que Retto quería que sintiera, pero ahora no podía poner la mano en el fuego y decir que no había sentido nada al besarle porque no era cierto. Y parte de los motivos que tenía para no querer mirar a su amigo era su propio deseo de abrazarle y besar sus heridas.

—Me estoy volviendo loco —murmuró para sí—. Mi mundo se acaba, estoy condenado, me matarán en cualquier momento y solo me preocupo por estupideces.

Suke suspiró aliviado al escucharle hablar, y Reyja no pudo menos que sonreír. No había querido preocuparle más pero no sabía muy bien cómo debía actuar.

—Entonces eres el mismo de siempre —se burló Suke y Reyja se vio obligado a asentir con la cabeza.

—Esta vez es diferente, solo un poco, pero diferente —dijo Reyja señalando con la distancia de los dedos la sutil diferencia que marcaba esa ocasión.

—Solo un poco, ¿eh? ¿Estás bien? —preguntó tragando saliva. Suke parecía muy preocupado, aunque hacía todo lo posible por actuar con normalidad—. Recuerdo que cuando me pasaba yo...

—Estoy confuso —admitió él—. Al principio, he intentado luchar, pero no servía de nada. Y luego... ya no sabía quién era yo. No quería hacer eso pero no sabía si era yo quién lo hacía, es... difícil de explicar.

—No necesitas hacerlo —dijo Suke, negando con la cabeza—. A mí no, al menos.

—A ti tengo que explicártelo más que a nadie. —Reyja agachó la cabeza, alegrándose de la oscuridad que ocultaba su rostro—. El aro controla tu cuerpo, hasta ahí llego, pero... ¿controla tus sentimientos? ¿Puede hacer que te sientas como él quiera? ¿Puede... inventarse emociones?

Suke dudó un momento antes de responder.

—Puede parecerlo —dijo—. Si tu amo está furioso, sientes su furia en todos sus golpes y puedes creer que es tuya. Y si... —No continuó.

—Y si se pone cachondo puedes creer eres tú, ¿no? —Suke tragó saliva, desvió la mirada y asintió. Reyja sonrió y suspiró, pero estaba muy lejos de sentirse más tranquilo.

—No... no le des más vueltas, ¿vale? —pidió Suke—. No eras tú, solo ten eso en mente.

—Pero... ¿y si era yo? ¿Cómo lo distingues? ¿Y si... una parte de mí...?

—Déjalo estar, ¿quieres? No tiene sentido darle vueltas —insistió su amigo, visiblemente molesto por el rumbo que estaba llevando la conversación.

—¿Y cuánto dura el efecto del anillo? —preguntó Reyja.

—No te entiendo —dijo Suke negando con la cabeza—. Cuando se quitan el anillo se acabó, no hay control. Y si te refieres a la confusión... esa durará siempre.

—Quiero besarte.

—¡¿Qué dices?! —exclamó Suke, alarmado, poniéndose a la defensiva—. ¿A qué viene esa tontería?

—No es una tontería —se explicó Reyja—. Te digo que estoy confuso, que no sé si lo que sentí era mío o de Retto. Me dices que su efecto acaba cuando se quita el anillo. Ahora nadie lleva el anillo puesto. Si te beso y no siento nada, será que todo era cosa del maldito control pero... —Hizo una pausa antes de continuar—. Pero si siento algo, sabré que también hay algo mío.

—No me hagas esto, por favor —suplicó Suke—. No es justo.

—Por favor —le pidió Reyja—. Necesito saberlo.

—No es justo —repitió, pero no se apartó cuando Reyja cogió con suavidad su rostro entre las manos y le besó.

Primero fue delicado, sus labios apenas se rozaron, pero Reyja no se conformaba con un beso de hermanos. Necesitaba saber. Necesitaba sentir. Mordió su labio inferior y le besó de nuevo aumentando la presión. Escurrió la lengua dentro de su boca y, para su sorpresa, no encontró resistencia. Suke estaba devolviendo el beso. Y entonces, volvió de nuevo, esa incómoda y cálida sensación que se gestaba en su bajo vientre y se extendía por su cuerpo, la misma que le había embargado aquella tarde en el lago y a la que ahora podía dar un nombre.

—¿Contento? —preguntó Suke, con aire huraño, separándose de él. A Reyja le sorprendió lo fría que era la ausencia que dejaba entre sus brazos. Era... preocupante. Necesitaba volver a llenar ese espacio—. Espero haber resuelto tus dudas, que tengas claros tus sentimientos y que no volvamos a tener esta conver...

—Sí —le interrumpió Reyja asintiendo con la cabeza.

—Sí, ¿qué? —preguntó Suke. Su amigo estaba temblando, y Reyja sospechaba por qué pero todavía no estaba seguro.

—Sí, he resuelto mis dudas y tengo claro mis sentimientos —dijo él—. Solo necesito una cosa más.

De nuevo, se acercó a Suke, cogió su rostro entre las manos y le besó.

No una ni dos veces, le besó sin parar, recreándose en cada uno de ellos, jugando a saborear la sangre de la comisura de la boca y a frotar la superficie áspera y húmeda de su lengua.

—¿Qué haces? —preguntó Suke, durante un segundo de aliento.

—Asegurarme —dijo Reyja en una minúscula pausa.

—Pensaba que ya estabas seguro. —Suke temblaba, estaba tan confuso como él, pero respondía a cada uno de sus besos con tanto o más ardor del que él infligía. Una voz en su interior le decía que se alejara, que eso no estaba bien. Le avisaba que se iban a hacer daño pero no le importaba, en ese momento solo quería una cosa.

—De lo que yo siento sí —dijo Reyja apoyando su frente en la de Suke—. Pero necesitaba saber que tú sientes lo mismo.

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