Llegué al Starbucks con los ojos hinchados y la cara roja de tanto llorar, estaba cansada de estar en casa y fingir ser: Danielle Moore, la chica más feliz sobre la tierra.
Ordené un frapuccino y me senté en una mesa cerca a la salida.
Maldije por lo bajo todo lo que había sucedido estos últimos meses, desde el hecho de que papá nos hubiese convencido para que mamá y yo nos mudásemos a España, hasta que solo fuese para poder frecuentar más seguido a su amante.
Ahora, una semana después de que mamá se haya enterado de su novia diez años menor, resulta que está embarazada y espera gemelos, y claro, el señor nos abandonó por ir a cuidar de ella, ya que nosotras éramos mayores y lo suficientemente fuertes como para vivir por nuestra cuenta, según él.
A mis diecisiete años podía entender su lógica, él creía que el dinero lo iba arreglar todo: Prometió seguir cubriendo todos nuestros gastos y lujos, ¡Tonterías!, yo dejaría absolutamente todo por volver a ver sonreír a mamá.
Ella no quiso que mi padre siga manteniéndola, no quería saber nada más de él, su única condición fue que siga cumpliendo conmigo como mi padre que es.
Todo era un lío, mamá trataba de tomarlo con calma, pero sé muy bien que al igual que yo, le duele su traición.
—Hola —una voz me sacó de mis pensamientos, levanté mi mirada y me encontré con unos ojos marrones que me observaban curiosos.
—¿Hola? —saludé insegura y algo borde, en verdad no me apetecía saber de la existencia humana ahora.
—¿Puedo acompañarte?, es que quedé con unos amigos y no han venido así que...
—Espero a mi novio —mentí, tratando de quitármelo de encima.
—¿Novio?, pero hace veinte minutos que estás aquí sola.
¿Hace cuánto que estaba espiándome este capullo?
—Ajam, seguro se le hizo tarde —intenté no tomarle atención, haciendo como que leía algo en mi celular, para que se fuese de una buena vez.
—Ah, si seguro —exclamó con un tono de burla en su voz —¿Y cuál es el nombre de tu novio?
Parpadeé repetidas veces por aquella pregunta que me tomó de sorpresa.
—Él... Él se llama... Juan —balbuceé como una idiota, en realidad no tenía porqué responder a su pregunta.
—Ah, ¿Juan qué?—continuó.
—Juan —Demonios, piensa rápido —... ¿No crees que preguntas mucho como para ser esta la primera vez que nos vemos?
Él sonrió mirando al suelo y asintiendo.
—Lo siento, solo quería hacerte compañía, espero que Juan llegue de una vez por todas—dijo irónico, haciéndome sonreír por primera vez en el día, y alejándose.
—Espera —llamé su atención y él se giró a mirarme —, creo que Juan no vendrá.
Él chico soltó una carcajada que me contagió, ya que su risa era peculiar, tomó asiento frente a mí y ordenó un chocolate caliente a uno de los meseros.
—¿Cómo te llamas? —preguntó después.
—Soy Danielle. ¿Y tú?
—Me llamo Frank.
—Ah, de Francisco.
—No, Frank —repitió.
—Por eso, de Francisco—sugerí nuevamente.
—Mejor solo Frank.
—Vale, vale —reprimí una sonrisa —. Mi tío se llama Francisco y todo el mundo le dice Paco.
—Vale—dijo él alargando la "A"—, pero en cuanto a mí, dejémoslo en Frank.
Esta vez solté una carcajada libremente y le vi sonreír.
No lo voy a negar... Tenía una muy hermosa sonrisa.
—Abril.