AMBER ©

By TRomaldo

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Aaron Foster nunca supo en qué momento las cosas cambiaron con ella. Empezó siendo solo un juego para él, bes... More

AMBER
Prólogo
CAPÍTULO 1: Primera vez
CAPÍTULO 2: Promesas
CAPÍTULO 3: Odiosa diversión
Capítulo 4: ¿Interesado, Aaron?
CAPÍTULO 5: La primera fiesta
CAPÍTULO 6: Discusiones
CAPÍTULO 7: Expectativas equivocadas
CAPÍTULO 8: Tensión
CAPÍTULO 9: Los amigos de Megan
CAPÍTULO 10: ¿Verdades?
CAPÍTULO 11: Una fiesta cualquiera
CAPÍTULO 12: Hermanos Bradford
CAPÍTULO 13: Chantaje
CAPÍTULO 14: Auto sabotaje
CAPÍTULO 15: ¿Celoso?
CAPÍTULO 16: ¿Amigos o enemigos?
CAPÍTULO 17: Corazones rotos
CAPÍTULO 18: Volver a verla
CAPÍTULO 20: Jane
CAPÍTULO 21: Fuera de lugar
CAPÍTULO 22: Cogorza
CAPÍTULO 23: De verdad y dolores
CAPÍTULO 24: Secretos
CAPÍTULO 25: Descubierto
CAPÍTULO 26: De encuentros y juegos
CAPÍTULO 27: ¿Juegas?
CAPÍTULO 28: La última noche
CAPÍTULO 29: Es Marcel
CAPÍTULO 30: Problemas
CAPÍTULO 31: Tú, nada más
CAPÍTULO 32: Emily Prescott
CAPÍTULO 33: La familia de Aaron Foster
CAPÍTULO 34: Revelaciones
CAPÍTULO 35: ¿Estás dispuesto?
CAPÍTULO 36: ¿Aaron o Marcel?
CAPÍTULO 37: Adiós
CAPÍTULO 38: La decisión correcta
CAPÍTULO 39: Verte de nuevo
CAPÍTULO 40: El amor
CAPÍTULO 41: No podría odiarte
CAPÍTULO 42: Cómo intentar olvidarla, por Aaron Foster
CAPÍTULO 43: Confesión
CAPÍTULO 44: ¿Eras?
CAPÍTULO 45: Final
EPILOGO
Último anuncio.

CAPÍTULO 19: Amber y Trent

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By TRomaldo


IF U C Kate  McFLY

La imagen de ambos jóvenes juntos se repitió en su cabeza una y otra vez hasta el cansancio. Aaron Foster se movió furioso por la habitación, soltando gritos exasperados y respirando tan agitado que todo él había empezado a temblar. Tragó en grueso, demasiado exasperado y dolido como para poder reaccionar, como para fingir que nada había sucedido. Le importaba poco lo que Rex intentaba decirle para calmarlo, Aaron estaba demasiado fuera de sí para pensar en otra cosa que no fueran ellos. Se agitó los cabellos una y otra vez con fuerza, cerrando los ojos cuando, sin poder soportarlo más, se dejó caer, la espalda pegada al muro y el silencio albergando toda la habitación.

—Aaron...

—No, Rex, no —farfulló—. No tienes una idea de lo que es esta mierda. Lo odio. Odio con todo mi ser y cada parte de mi alma quererla de esta manera.

Su corazón latía con tanta fuerza y rapidez que parecía querer estallar en cualquier instante. Era tan intenso el dolor clavándole el pecho que de a pocos empezaba a faltarle las fuerzas necesarios.

—Diablos, Aaron... —murmuró Rex con lástima—. ¿Por qué no intentas hablar con ella?

Bufó por lo bajo, pensando en que jamás hubiera creído encontrarse en esa posición, escuchando consejos de Rex y perdiendo la cabeza por una chica. Era tan penoso que incluso sentía vergüenza de sí mismo.

—Y una mierda. Si me dieran un dólar por cada vez que lo he intentado... Amber solo me esquiva, me ignora o me responde con la suficiente indiferencia como para mandarme a la mierda sin siquiera decirlo. ¿Por qué es tan difícil?

Se sentía estúpido y miserable. Insulso porque nunca antes había sentido algo tan fuerte como ahora. Era la primera vez que sentía algo así por alguien. Era demasiado intenso e indescriptible. Se sentía enfermo, capaz de empeorar su estado solo con volver a verla con Trent.

—No se supone que deba doler tanto —espetó furioso antes de aventar la pequeña caja de terciopelo azul con fuerza contra la pared contraria.

Cerró los ojos nuevamente al ver el estuche abrirse y dejar a la vista una de las consecuencias de su debilidad. Y cerró los ojos una vez más, ignorando cómo Rex se inclinaba y recogía el pequeño objeto que acababa de aventar.

—¿Qué... diablos es esto? —cuestionó su amigo con los ojos abiertos en sorprendente desmesura mientras tomaba el largo collar entre los dedos y lo alzaba al aire.

Soltó un bajo quejido furioso y volvió a sacudirse el cabello. Trent abrazando a Amber, Amber riendo, ignorándolo, odiándolo... La risa burlona de Joe lo hizo reaccionar muy tarde y la furia corrió veloz por todo su ser al oírlo.

—Una cursilería. Escucha... —empezó a contar Joe con fascinación.

—Joe, ¡cállate! —rugió enfurecido—. ¡Y tú deja eso!

Los ojos de Rex se alzaron hacia él y Aaron tuvo que soportar su mirada de fría comprensión.

—Le compraste una...

—Cursilería —puntuó Joe en un sonoro carraspeo.

No dijo nada pero intentó en vano controlarse mientras, al parecer, sus amigos cuchicheaban y se gritaban delante suyo.

—Entonces olvídala —dijo Joe, de pronto, como si acabase de darle la solución a todos sus problemas.

Y Aaron, otra vez, exaltado y nervioso, continuó pasando los dedos por su cabello de manera interminable.

—Lo dices como si fuera tan fácil —rió sin gracia. Entonces levantó la cabeza y lo miró suplicante, de pronto arrebatado, furioso—. Mierda, ¡mírame, Rex! ¡Mira en la mierda en la que me ha convertido! ¡Mírame! —gritó con tanto furor que su gritó retumbó en todo el lugar, fácilmente llegando a otro lugar—. ¡Estoy jodido! ¡¿Qué se supone que deba hacer cuando solo puedo imaginar diferentes maneras en acercarme a ella?! Parezco... un primerizo, un niño.
Dejó caer la cabeza, riéndose burlón de sí mismo y de su estado.

Triste, miserable y penoso

—Bueno, dime cómo puedo ayudarte y lo haré.

—La tenía tan cerca —suspiró—. La tenía solo para mí y solo lo arruiné. Estoy cansado de sentirme así, desearía poder arrancármela y olvidarla antes de que acabe conmigo.
Y solo por una vez deseó que Rex y Joe no le dijeran nada. Los miró extrañado cuando no recibió nada más que una amplia sonrisa sincera.

—El pequeño Aaron está enamo... ¡Hey, tranquilo! —gritó Rex desesperado, cubriéndose el rostro cuando Foster empezó a lanzarle todo lo que tenía a su paso con furia.

—¡No estoy enamorado! —gritó a todo pulmón—. ¡No!
Rex, mirándolo resentido, se limitó a levantar la cajita de terciopelo y dejarla sobre la mesa del comedor que yacía vacía a su lado.

—Será mejor que te dejemos tranquilo, solo... guárdalo, ¿bien? Si compraste esta tontería por ella, es para ella —rió Joe antes de dirigirse a la salida. Pero antes de desaparecer, se giró un instante y le dijo:— Piensa más con la cabeza y menos con el corazón por tu bien, Aaron.

—Fácil y una...

—Adiós, Foster, deja de ser tan maleducado.

Días después seguía extrañándola demasiado, pero ¿y? No era el fin del mundo. Y como un verdadero Foster, siempre orgulloso y nunca dispuesto a permitir que barrieran el suelo con su dignidad, se mantuvo al margen de la situación durante el resto de los días. Ese era su plan. Pero fingir que ella no le importaba y que no le gustaba ni un poco era demasiado difícil cuando era Amber todo lo que veía en clases.

Era estúpido, y él lo sabía bien, cada una de las veces en las que se mantenía callado mirándola escribir con prisa todo lo que los profesores decían. La observaba a lo lejos, apreciando su cabello castaño y algo revuelto removerse con cada moviendo de cabeza que hacía. Y su sonrisa... No entendía cómo alguien podía estar feliz de asistir a clases. Él realmente creyó que cada preciosa sonrisa que parecía siempre atormentarlo era por el capricho de una comelibros amante de las clases.

Estaba muy equivocado. Muy tarde había notado que Taylor Bradford siempre se sentaba al lado de la castaña y le hablaba de cosas que él jamás podía oír. Se negaba a aceptar el amargo sabor a los celos que tenía cada vez que la veía rodeada de algún Bradford. Y tampoco entendía eso. ¿Es que nadie le había dicho a Amber que jamás debía acercarse a Trent? Aaron se mantuvo alejado de la situación y siempre observando cómo cada vez ella se rodeaba más de los estúpidos hermanos Bradford. ¿En qué momento sucedió todo eso?

—Aaron, me estás cansando con lo mismo —dijo Rex de pronto mientras daba un golpe tan fuerte a la puertecilla de su casillero que lo sobresaltó, obligándolo a alejar la mirada de Larousse—. Creí que ya habías superado esto.

—¿De qué hablas? —renegó.
Su amigo rodó los ojos y empezaron a caminar directo al estacionamiento.

—No dejas de mirarla. ¿Por qué no hablas con ella de una jodida vez?

Una débil sonrisa se formó en sus labios al oírle decir aquello con tanta facilidad. No era tan fácil como todos lo hacían ver.

—Nunca he podido hablar con ella sin tener que abordarla, Rex, entiéndelo. Y las cosas siempre terminaban mal...

—Pensé que Aaron Foster era más inteligente —se lamentó su amigo—. Es una lástima que un estúpido enamorado lo haya suplantado.

Presionó los puños con fuerza, furioso una vez más. Incluso se sacudió el cabello en vanos intentos por intentar controlar la dosis de arrebato que corría dentro de él.

—No estoy enamorado.

—¿Eh? Sí, claro —Lo ignoró.

Estupendo, incluso tenía los irremediables impulsos de golpear a su buen amigo Rex.

—Que no, solo...

Se detuvo abruptamente cuando su amigo se detuvo al frente suyo de golpe, riéndose a carcajadas. Se cruzó de brazos mientras veía a Rex estallar en risas burlonas, quedándose sin aire en el proceso. Otra razón más para ponerse furioso, Aaron detestaba que se burlaran de él. Así que esta vez sí que tuvo que sacudirse el cabello con demasiada fuerza solo para no abalanzarse encima del muchacho que no dejaba de retorcerse al frente suyo.

—Mírame —dijo Rex y levantó la mano delante de su rostro—. Te conozco como a la palma de mi mano, Aaron—reprimió una carcajada—. No intentes engañarme porque andas idiota estas últimas semanas como para atreverte a decir algo así.

—Pues te has equivocado esta vez —respondió con irremediable fuerza en la voz, casi gritándole—. Ninguna chica va a manipularme. ¡¿Quería que la dejara en paz?! —Empezó a perder el control y se acercó a él como si fuese a molerlo a golpes—. ¡Pues eso hice! ¡Que se vaya con quien jodidos quiera! ¡Me importa una mierda!

Solo entonces Rex retrocedió y lo miró con precaución, las manos extendidas como queriendo tomar la mayor distancia posible entre ellos.

—Hey, tranquilízate, Aaron —dijo lentamente como si hablara con un bebé—. Ya está, pero si ella te importa... deberías hablar con ella y hacerle saber que no dejas de pensar en...

—¡No!

Intentó regular su respiración tan superficial. Y después de un par de largos minutos se dignó a observar a Rex. Algo no andaba bien. Lo supo al ver los ojos castaños de su amigo mirarlo con mayor precaución.

—¿Qué sucede? —cuestionó ahora más tranquilo. Y al no recibir respuesta, insistió, perdiendo los papeles nuevamente—. ¡¿Qué?!

Rex lo miró con fastidio, mirándolo con asco cuando él volvió a gritarle. Sabía lo mucho que su amigo detestaba que le gritarán y dijeran qué hacer.

—Me largo. Solo que mientras tú intentas convencerte de que Amber te importa una mierda, hay dos estúpidos intentando devorársela —escupió antes de encaminarse a su lujoso coche, uno de los tantos que sus padres le habían regalado—. Solo recuerda que el primer paso es la aceptación, créeme, así será más fácil.

Lo había dejado tirado en medio de la nada. Giró enfurecido antes de encaminarse a su propio auto, más humilde que el de Rex, por su puesto. Tan furioso y sumido en sus pensamientos que muy tarde los vio. Los hermanos Bradford, riendo y conversando muy animadamente como si acabasen de ganar la lotería. Había negado un par de veces las invitaciones de los Bradford a unirse a ellos como los viejos tiempos pero siempre, por cuestiones de orgullo, había negado.

—¡Aaron, ven aquí! —gritó Trent a lo lejos con una enorme sonrisa, feliz de verlo.

"Jodido estúpido"

Se acercó, aun cuando estar al lado de Taylor le daba tanta repulsión que deseaba desaparecerlo de la faz de la tierra. Rodó entonces los ojos, ahora de pie frente a ellos, al ver al mayor de los hermanos abrir los brazos hacia él como si esperase un abrazo.

—¿No me vas a saludar, pequeño?

Pequeño... demonios, como odiaba ese apelativo. Iba a mandarlo a la mierda, pero se recordó que Tristán no tenía la culpa de tener unos hermanos tan tontos. Así que se dieron un típico abrazo de hombres.

—¿Cuándo vienes a visitarnos? Te extrañamos mucho, bebé —bromeó Trent con una divertida sonrisa en los labios.

No pudo unirse a la risa de los hermanos Bradford ni un poco. Se mantuvo serio y enfurecido a medida que el recuerdo de él y Amber lo golpearon como una dolorosa bofetada repentina.

—Aaron... —murmuró Taylor con extrañeza, como si hubiese notado algo que los demás no—. ¿Qué sucede?

Sus ojos se mantuvieron fijos sobre Trenton, su mirada llameando sobre él cuando el orgullo lo abandonó como pocas veces lo hacía. Y Trent, a diferencia, no dejaba de reír y hablar con Tristán. Quería golpearlo hasta cansarse. Solo sentía los impulsos aflorar en él como para detenerse a pensar en un pequeño detalle. Podía ganar a quien quisiera en una ridícula lucha a golpes, pero jamás a un Bradford.

—Bueno, Aaron, ¿vienes con nosotros? —Insistió Trent—. Hale y Amber van a venir en un momento. Voy a llevarla a Gregory's, no sé, de pasada puedes venir con nosotros y tomamos una cerveza o algo.
Hale y Amber...

¿Cómo no lo supo antes? Entonces la ira terminó por desbordarse. No supo cómo, pero de pronto Taylor lo tenía sujetado de los brazos, inmovilizándolo con demasiada facilidad cuando él se abalanzó sobre los otros.

—¿Amber? —gruñó entre furioso y dolido—. ¡No puedes salir con ella, imbécil! ¡Lo sabes! —siguió gritando y removiéndose para que lo soltarán y poder golpear a Trent de una vez por todas—. ¡¿Por qué jodidos siempre lo hacen?! ¡¿No pueden simplemente dejarlas en paz?! Hay tantas chicas... —soltó una risa sin humor, casi riéndose de sí mismo—. y siempre tienen que elegir las que me... —volvió a sacudirse y ordenó:— Suéltame, Taylor.

No lo hizo. Y con mayor razón, cuando Trent le respondió anonadado.

—¿Qué? Dijiste que esa chica no te importaba.

—Estúpido cínico... Estás con ella porque la quieres en tu cama, ¿no? Acéptalo.

El silencio los invadió antes de que Tristán se dignara a intervenir.

—¿Qué? —murmuró el mayor en un hilo de voz—. ¿Eso es cierto?

Trenton lo miró arrepentido mientras se encogía de hombros, quitándole importancia. Era su hermano, era ridículo pensar que no sabía cuáles eran las claras intenciones de Trent en una chica.

—Quería conocerla de una manera más íntima.

Se abalanzó furioso a él, deseoso de estampar su puño en el pulcro rostro de Bradford. Pero no fue necesario. De pronto Tristán, siempre tan rápido y ágil, acababa de atestarle tres golpes directo a su hermano.

—Eres como el hombre manos de tijeras, Trenton. Todo lo que tocas lo destruyes —soltó con veneno en voz, diciéndoselo aun cuando sabía que eso le dolería mucho al susodicho—. Es la mejor amiga de Hale, estúpido, como se entere...

Soltó una risa burlona que atrajo las tres pares de miradas de los Bradford.
Todos eran unos jodidos convenidos. Y no, a nadie parecía importarle Larousse ni un poco.

—¿Hale? Esto se trata de Amber. Demonios, realmente estoy harto de ustedes.

—Vaya, Aaron, no sabía... —murmuró adolorido, acariciándose los labios hinchados por el reciente golpe—. Sí, me atrae algo. Amber siempre me dijo que la odiabas y que no había nada entre ustedes. ¿Cómo iba a saberlo cuando ni siquiera quieres hablarme? Ese día que los vi juntos pensé que también intentabas ligártela, no que te importaba.

—No me interesa, Bradford. Los tres son iguales, uno peor que el otro, pero iguales al fin y al cabo.
Se fue.

Caminó furioso a su auto y se montó antes de cerrar la puerta con fuerza.

Encendió el auto y su mano se quedó quieta al ver que Trent se iba veloz bajo los gritos que Tristán daba. Amber ya era lo suficientemente grande como para decidir con quién quería estar. Y él no tenía ningún derecho sobre ella. Así que mientras conducía, decidió que hablaría con Amber. Tenía que solucionar todo lo que había ocasionado.

Y cuando llegó a Gregory's tuvo que esperar largos minutos hasta que una furiosa Amber apareció en su campo de visión. Se acomodó en el asiento con cierta incomodidad al verla hecha una furia. Estaba enfadada pero no era algo nuevo. Últimamente siempre la veía furiosa todo el tiempo. Era el único cliente allí cuando la castaña, después de ponerse el uniforme y la gorra de trabajo, tomó una libreta y camino a paso firme a él.

—Bienvenido a Gregory's, ¿qué desea pedir? —escupió, mirando la libreta decidida y escasa de paciencia.

Tenía las mejillas sonrojadas y los ojos ardiendo de furia. No quería imaginar todo lo que podía haberle sucedido.

—¿Estás bien? —murmuró preocupado—. ¿Qué sucede?

Los ojos marrones de Amber se posaron sobre él durante largos segundo y lo miró con indiferencia, como si observara a un objeto en su lugar.

—¿Qué te importa? —farfulló en un hilo de voz, casi inaudible—. ¿Qué deseas pedir?

—Amber, quiero hablar contigo. Solo son diez minutos de tu tiempo.
Amber levantó la cabeza una vez más y lo observó con una sonrisa burlona.

—¿Ahora? ¿Qué es eso tan importante para que Aaron Foster se preocupe tanto? Estoy trabajando —soltó sin más—. Y no tengo tiempo para desperdiciar, lo lamento.

Tan fría e inexpresiva... Estuvo observándola en silencio, intentando saber qué sucedía realmente. Esa no era su Amber. Amber era dulce y siempre tenía una encantadora sonrisa en su rostro. No estaba despotricando ni lanzando humo por las orejas todo el tiempo.

—Después de que acabes, estaré esperándote afuera. ¿Bien? Solo son diez minutos, si después de eso no quieres nada de mí, bien, intentaré aceptarlo.

—No hay nada de qué hablar, ya dijimos todo.

—No —respondió tajante—. Ya hablaste tú, yo no he dicho nada.
Amber volvió a reír sin gracia y esta vez lo miró furiosa.

—Tres semanas, han pasado tres semanas, ¿y vienes ahora diciendo que quieres hablar? Aaron, en serio, no me hagas perder el tiempo que no tengo.

Se levantó de golpe, tan repentino que ella tuvo que alejarse a trompicones para no chocarse. Le importó muy poco que estuviera en horario de trabajo cuando se inclinó hacia ella y le dio un fugaz beso en la mejilla antes de decir:

—Quiero una botella de agua.

—Como sea... —farfulló ella, dirigiéndose al mostrador—. Diez minutos no le hacen daño a nadie —murmuró con la misma dureza—. Solo quiero acabar con esto de una vez.

Amber Larousse había tenido suficiente tiempo para poner su mente en orden. Y ahora lo entendía. Porque era ridículo y vergonzoso la posibilidad de gustarle un chico que todo lo que había hecho era humillarla. No podía simplemente gustarle alguien que le coqueteaba y al después estaba besándose con otra.
Así que ahora lo sabía más que bien. Jamás estuvo enamorada de él, sino que aquellos momentos a su lado, ahora como una pérdida de tiempo, fueron nada más que otro momento de estupidez extrema.

Era tan fácil detestar a alguien... Aaron Foster le había gustado con demasiada fuerza, su manera de ser, la forma en que vivía, tan relajada y sin preocupaciones, era quizá lo que más le gustó. Eso y que no podía evitar sentirse atraída hacia él. Pero solo fue eso, atracción física. Era tan ridículo como estúpido que le gustará él, ese alguien que precisamente le había dicho cosas detestables y se había encargado de humillarla en público.

Así que allí estaba, pensando en que tenia cosas más importantes que hacer que perder diez minutos con Aaron. Las imágenes de ella haciendo el ridículo y suspirando como una idiota, yendo tras él todo el tiempo, la invadieron de manera vergonzosa. Imaginaba la cantidad de veces que él se podía haber reído por sus tonterías.

—¿Qué quieres? —espetó una vez lo encontró afuera de Gregory's, esperándola recostado sobre su auto y sacudiendo se el cabello de manera nerviosa.

Estuvo entonces más fastidiada al no recibir respuesta alguna.

—¿Qué quieres, Foster? —exigió con dureza—. ¿Qué es eso tan importante, eh?

Aaron levantó la cabeza hacia ella y le dedico una de esas sonrisas que antes la hubieran puesto idiota, pero que ahora solo quería borrar. Pero no, Amber no cometería dos veces el mismo error. Ella ya había aprendido mucho con Jayden Smith.

—Amber... —suspiró con pesadez—. Lo lamento. Demonios, no tenía una pequeña idea de que yo te gustaba. Pensé que me detestabas por la cantidad de veces que te había tratado de la manera indebida y...

—Así debía ser —Le cortó con el aburrimiento destilando en cada palabra.

Ignoró, incapaz de alejar el enfado que había tenido los últimos días, el rostro pungido de dolor que el castaño hizo al recibir su indiferencia.

—Pero, joder, te extrañé tanto, Amber... —murmuró lentamente, acercándose a ella con excesiva lentitud, como si temiera que ella escapara—. Empecemos de nuevo, prometo que esta vez lo haré bien.

El ya típico sabor amargo y agrio le en invadió la boca del estomago. No retiró la mano cuando él la tocó, pero el resentimiento era ya demasiado como para poder remediarlo. Aaron en la cama de Megan, Aaron coqueteando con otra chica y luego besándola, Aaron ayudándola y luego burlándose de ella... Lo odiaba, odiaba a todos porque no hacían otra cosa que no fuera aprovecharse de ella y burlarse cada instante. Detestaba ser tan ingenua.

— ¿Qué dices? —murmuró Aaron con esperanza, de pronto tan cerca de ella que la detestable fragancia masculina la invadió de golpe—. Solo tú y yo.
Se encogió de hombros y retrocedió un par de pasos para alejarse de él lo suficiente.

—Nunca hubo ni habrá un nosotros, Aaron, supéralo, yo ya lo hice —dijo ella como si fuese lo más normal del mundo—. Bien, te perdono si eso implica no tener que verte de nuevo.

Aaron pareció entonces tan dolido como furioso. Demasiado exasperada cuando jaló de ella contra su cuerpo.

—No mientas. No puedes de pronto odiarme cuando estabas suspirando por mí hace un par de semanas. No intentes engañarte —murmuró con la respiración agitada—. Me importas mucho, joder, y también odio que seas solo tú todo lo que abarca mis jodidos pensamientos todo el día. Pero ya no pienso esperar más. Solo te estoy pidiendo una oportunidad, empecemos de nuevo.

Rió si gracia negó con la cabeza con cierta diversión. No le creía nada.

—Pues... no te creo, Aaron, nunca hiciste nada para demostrar que yo te importaba.

Aaron soltó un sonoro bufido y se sacudió el cabello nuevamente, exasperado.

—Qué difícil eres... ¿Crees acaso que perdería mi tiempo pidiéndole una oportunidad a una chica que no me importa? ¿Qué clase de estúpido crees que soy? Soy Aaron Foster, lo que más odio es perder mi tiempo en tonterías... —replicó enfadado, lanzándole una mirada acusatoria—. Y... ya hago demasiado confesándome porque nunca hice esto antes...

Amber abrió y cerró la boca una par de veces sin saber qué decir. Porque parecía cierto. ¿Qué hacía él pidiéndole una oportunidad e intentando convencerla si realmente no le importaba?

—No quiero equivocarme otra vez, Aaron.

—Entonces déjame demostrártelo.

El silencio los invadió de pronto y ella miro extrañada la manera en la que Aaron la observaba.

—¿Qué?

Él dudó un instante pero finalmente dijo:

—¿Qué tienes con Trenton? ¿No te han dicho que no te conviene?

Entonces rió. Se carcajeó como hacía tiempo no lo hacía. Le pareció incluso ridículo que Aaron estuviese sugiriendo algo más.

—No soy tan tonta como crees —soltó con recelo—. No soy tan estúpida como para meterme con un chico peor que tú. Solo ayudo a Hale, eso es todo. ¿Contento?

Aaron Foster esbozó una tonta sonrisa y volvió a acercarse a ella una vez más.

—Suéltame —ordenó cuando él la rodeó con los brazos.

—No, si no puedo besarte, al menos déjame...

Amber abrió los ojos con terror cuando sintió la nariz de Aaron hundirse en su cuello, inhalando con fuerza.

—¿Pero qué demonios...? Suéltame.

—Te extrañé tanto... —farfulló en un hilo de voz casi inaudible—. No tienes idea de lo bien que se siente.

O quizá sí lo sabía. Amber se obligó a alejarse cuando el más pequeño resquicio de debilidad la invadió. Lo miró aún más recelosa al notar que Aaron Foster no hacía otra cosa que confundirla. Estuvo bien sin él, ¿por qué tenía que aparecer de nuevo? ¿Por qué tenía que confundirla ahora que pensó que tenía las cosas claras?

—Debo irme.

—Puedo llevarte —respondió él de inmediato.

Miró a su al rededor y sopesó la situación un instante. Había perdido el último bus gracias al chico que tenía en frente.

—Bien

No tenía nada que perder. Se subió al auto y después de largos minutos estaban ya llegando a la mansión Miller.

—¿Qué tal todo con Rachel?

Se encogió de hombros como si aquello le diera igual.

—Me odia. Me iría ya de esa casa pero prefiero hacerla sufrir con mi presencia. De todas maneras no falta mucho...

Era tan cierto... Cada vez faltaba menos para su cumpleaños número diecinueve. Entonces por fin sería libre y no tendría que ver nunca más a su tía ni a Megan. Todo estaría bien en unas semanas más.

—Amber, ¿por qué no te has ido de allí? No quiero ser impertinente pero... —rió—. Yo me hubiera largado de allí hace mucho.

Marcel... Solo había una verdadera razón por la que estaba allí y ya no se trataba de Megan. Era Marcel siempre la razón.

—Debí haberme ido cuando pude... —susurró para sí misma.

El motor se apagó y ella se dispuso a irse de allí.

—Gracias

—¿Amber?

Soltó un interminable suspiro cansino al oírle. Y con la puerta entreabierta, se limitó a mirarlo con los ojos entrecerrados.

—¿Aaron?

—Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme.

Una vaga y casi imperceptible sonrisa se deslizó en sus labios.


—Lo tendré en cuenta.

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