Cuando nos convirtamos en est...

By Briss_LG

37.4K 3.2K 502

Un boleto de avión. Un joven sin casa. Y una chica deseosa de encontrar respuestas. Damian quiere dejar de... More

IMPORTANTE PARA LECTORES
E P Í G R A F E
D E D I C A T O R I A
P E R S O N A J E S
1| Fotografías delatoras.
2| No es un perro
3| Mercurio
4| Perro callejero
5| Espías
6| Venus
7| Ideas descabelladas
8| Derecho a ser idiota
9| Tierra
10| La familia Berlusconi
11| Huevos revueltos, chinchillas mojadas y perdimos a un niño.
12| Marte
13| ¿Eso que veo ahí es cerveza?
14| Un novio debería saber eso.
15| Júpiter
16| Grano de arroz en el zapato.
17| la diferencia entre una estrella y un planeta.
18| Saturno
19| Eso que tenemos en común.
20| Madrina
21| Urano
22| El río.
23| Las actas falsificadas
24| Mercurio
25| Un agujero negro.
26| La noticia.
27| Plutón
28| Malas hermanas.
29| Fogata de colores.
30| Osiris
31| Los acosadores.
33| Haumea
34| Piera sabe la verdad.
35| No te entrometas.
36| Kepler
37| Celos americanos.
39| La verdad.
40| Decisiones difíciles.
41| Una oportunidad para los D'Fiore.
42| Planetario de estrellas.
43| Manhattan.
44| Reencuentro.
45| Dejar el pasado atrás.
46| No te vayas.
47. Cuando nos convertimos en estrellas.
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

32| Florencia

619 53 21
By Briss_LG


32| Florencia


Hemos estado escuchando la radio desde que subimos al coche hace casi una hora. Damian sintonizó la 440 AM, de Florencia, donde suena canción tras canción, artista tras artista, poco comprendo las canciones pero me entretiene lo poco que distingo en las letras, la constante música solo se ve interrumpida por los ocasionales comentarios de nosotros sobre el paisaje, el clima o lo que haremos al llegar.

Sin embargo, mientras más millas se marcan el cuentakilómetros, menos tranquila me siento, y más grande se vuelven los nervios, tanto así, que no pude evitar pedirle detenerse en una gasolinera para comprar algo que me quitara las ganas de vomitar.

—¿Te sientes mejor? —me pregunta, a lo que yo niego con la cabeza.

—Creo que tengo nauseas.

—¿Seguro no quieres volver? —repite.

—Son solo nervios. —tranquilizo, me acomodo en mi asiento— ¿Cuánto falta para llegar?

—No más de una hora.

Asiento y dejo caer mi espalda sobre el asiento.

Puedo con esto.

—¿Te has traído la dirección de la mujer? —pregunta con cautela luego de volver a carretera.

Si supiera que no he parado de chequearla desde que emprendimos el trayecto.

—La llevo en esta cartera —Apunto a la que he dejado reposando entre mis piernas. Él la observa rápidamente y vuelve sus ojos a la carretera.

—Avísame si quieres que parar de nuevo —me advierte en voz baja. Me limito a asentir y nuevamente prendo la radio para escuchar música, no viajamos en silencio, nos acompaña la música. Damian va con la vista clavada en la carretera y de vez en cuando lo atrapo dando golpecitos a su volante con el ritmo de la canción que yo he elegido.

Dobla cuando el GPS se lo indica y se adentra a una calla de adoquines, allí y a solo un par de metros más, un hotel pintado de ladrillos amarillos y con una fachada antigua nos espera para darnos alojo.

El castaño estaciona sin mucho problema en un hueco que encuentra no muy lejos de la residencia y mientras él termina de aparcar el coche yo me doy la vuelta para observar las maletas que hemos dejado en el asiento trasero.

Nos trajimos bastantes bolsas—Más mías que suyas— y recién ahora me doy cuenta que será un poco difícil cargarlas hasta la habitación si resulta que nos toca un cuarto en una segunda o tercera planta y no hay elevador.

Bajo del coche y abro la puerta de los asientos de atrás para comenzar a bajar todo, Damian me ayuda desde el otro lado y afortunadamente, va tomando las valijas más pesadas para dejarme a mí las más fáciles de cargar, aunque yo no se lo haya pedido.

—Oye...—me llama antes de entrar.

—¿Qué pasa?

—Ya es un poco tarde para que las personas reciban visitas. ¿No crees que va a ser mejor si la vamos mañana?

Asiento, porque mi reloj marca que son pasadas las siete de la tarde y según sé, acá en Florencia comienza a anochecer a los ocho en punto.

—¿No te molesta, verdad? —insiste.

—Por supuesto que no. —Sonrío para dejarlo más tranquilo— Hasta podemos aprovechar para ir a dar un paseo.

Eso parece dejarlo contento y no comenta más nada, entramos a la residencia y una campanita suena sobre nuestras cabezas avisando que ha llegado alguien. Una señora levanta la mirada desde un ordenador y sonríe cordialmente.

Nos presentamos y ella chequea el registro rápidamente, cuando termina me pide la tarjeta, comprueba mi nombre y unos segundos después me pasa una cajita para pegar, a todo esto, Damian se entretiene detrás de mí en el vestíbulo leyendo un par de folletos informativos sobre Florencia. Dejo de mirarlo y me vuelvo otra vez a la señora.

—¿Cuartos separados o una solo? —pregunta.

La realidad es que tenemos suficiente dinero para dos, pero el ego de una promesa todavía incumplida me hace responder.

—Uno.

—¿Desea separar las camas?

—Que sea cama de matrimonio.

Cuando finaliza me da la llave de la habitación y yo guardo mis documentos nuevamente en mi cartera.

—Bonita estancia —me dice antes de alejarme. Le agradezco y Damian se acerca para ayudarme con las maletas.

—¿A qué cuarto vamos?

—Al 21 de la primera planta.

Nos encaminamos a las escaleras y subimos las valijas en cuestión de minutos, llegamos al pasillo y encontramos nuestro cuarto. Al entrar, lo primero que observamos es la pequeña televisión antigua y los armarios rústicos. La cama matrimonial está a un costado de unos sofás color crema y aunque no hay balcón, si tenemos una ventana inmensa que da a un bonito río.

Es un cuarto minúsculo, pero bonito.

Vacío la primera maleta y me doy cuenta que he traído demasiadas cosas para solo un fin de semana, así que no me molesto en desempacar la otra. Guardo el par de blusas y pantalones en el ropero y me siento en la cama a esperar a que Damian salga del baño.

Mi celular suena cuando estoy a punto de encender la tele y noto que es un mensaje de Rose, me pongo contenta porque ya van más de tres días que no tengo noticias de ella y enseguida me apresuro a ver el mensaje.

¿Volverás para tu cumpleaños a casa? —leo.

Me quedo pensativita unos segundos, no me había dado cuenta de lo cerca que estamos de ello.

Mi visa es de seis meses, el tiempo preciso que dura mi residencia en casa de los Berlusconi. No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo y lo ceca que estamos de que ya llegué diciembre.

El vuelo de regreso está pactado para el 22 de diciembre —escribo.

Un día después de mi cumpleaños.

Estaré ahí para navidad. Lo prometo.

Y espero a recibir un mensaje suyo de regreso, pero este nunca llega. No lo ve en los siguientes mensajes y no me da tiempo a enviarle otro porque Damian sale del baño vistiendo unos jeans gastados y un sweater holgado color negro.

Lo observo un poco más y me doy cuenta de lo contento que está de estar acá conmigo. A veces olvido que él tampoco ha tenido la oportunidad de viajar y que conocer una nueva ciudad tan lejos de casa—nuestra verdadera casa—lo entusiasma tanto como a mí.

Aunque en realidad yo esté con un nudo en la garganta que me impide disfrutar lo suficiente.

—¿Nos vamos? —pregunta. Y yo hago un gesto afirmativo de manera un poco torpe. —Esto será divertido.

Y me sorprende que estira la mano para tomar la mía y arrastrarme hacia la puerta, bajamos rápido y pasamos otra vez por el lobby para tomar un par de folletos.

Salimos y el atardecer está tan bonito que tan solo con verlo ya me entusiasmo con conocer la ciudad.

Comenzamos el recorrido calle arriba y al primer lugar que llegamos es a la plaza Duomo, que según Damian, se trata del centro histórico de la ciudad. Hay un montón de gente en pequeños grupos que saca fotos y recorre el espacio. Turistas como nosotros.

Delante nuestro hay una inmensa catedral de fachada blanca y a los costados un campanario de parecida arquitectura al igual que otro edificio barroco que conforma el ultimo tesoro del triángulo del Duomo.

—Es el Battistero di San Giovanni —Me informa comparando la foto de su folleto con el edificio que tiene en frente—. Aquí dice que es el edificio más antiguo de toda la ciudad. Y que fue construido por Lorenzo Ghiberti, una amistad de la familia Medici.

—¿Medici?

Giro un poco la cabeza, para poder oírlo mejor. Hago un pequeño asentimiento para indicarle que le estoy prestando atención, sin dejar de ver por completo el camino por donde avanzamos.

—Si, la familia noble de este lugar. Mira, acá hay una foto de su palacio— pasa un par de páginas y me señala en el folleto una de las fotos. —Si cruzamos la plaza de la Signiola y la galería lo encontraremos. ¿Qué te gustaría hacer primero? También podemos conocer la capilla de los Medici o ir al barrio Oltrano.

—¿Qué te gustaría hacer a ti?

Las palabras hacen que sus facciones se cubran de auténtica incertidumbre, y por su reacción puedo notar que no esperaba tal pregunta.

—Mi madre decía que su lugar favorito era el mercado del Duomo, porque allí acompañaba a mi abuela, y luego ella y su hermana se escapaban para ir al ponte viejo y visitar las tiendas de joyería.

—Pues vamos a hacerlo —contesto decidida. Y no demoro en quitarle el folleto de las manos para ver el mapa que muestra todos los lugares emblemáticos.

Nos perdemos un poco en el camino, porque ni a él se la da bien leer un mapa, ni a mí se me da bien pedir instrucciones a desconocidos. Aunque, finalmente, encontramos una de las calles principales y bajamos por ella tal cual lo dice el folleo llegando así a nuestro primer objetivo.

El mercado es inmenso, y un enorme techo de piedra lo cubre para protegerlo de la lluvia, hay infinidad de puestos y personas recorriéndolos; Algunos venden souvenires, otros flores, cueros y comidas. Comenzamos a observar uno por uno hasta llegar al centro del mercado, allí hay una escultura de un jabalí que por alguna razón todo mundo toca y saca fotografías.

Llama tanto mi curiosidad que rápidamente, leyendo el folleto nuevamente, Damian me cuenta que el jabalí es considerado un animal de la suerte para los Florentinos, y que existe la tradición de colocar una moneda en su boca y esperar a que esta caiga, si lo hace y esta cae agua, se le cumplirá un deseo a la persona.

—Vayamos a comprobar si es cierto —Propongo.

Busco en mis bolsillos alguna moda y él hace lo mismo, nos acercamos a la escultura y frotamos su nariz primero. —Tradición que también me cuenta le ha dicho su madre—luego colocamos ambas monedas en su boca y cerramos los ojos antes de empujarla un poco más hasta que esta caiga dentro de su cuerpo.

Las pequeñas moneditas doradas ruedan y golpean contra las rejillas de su estómago, cayendo finalmente sobre la fuente debajo del jabalí. Con un gesto el oji-gris me dice que pida el mío primero.

Pido que mañana salga todo bien, y me gustaría saber qué es lo que ha pedido él, pero prefiere no contarme.

— A esperar a que se cumpla el deseo— dice luego de varios minutos, sonando calmado.

Nos quedamos un rato más en el mercado y él me sigue contando anécdotas que antes su madre también le contó a él, me cuanta un poco más sobre ella y su familia, y me cuenta que a él le hubiera encantado que su madre hubiera preferido quedarse en Italia con su familia y con él antes de decidir mudarse a estados unidos con su padre.

—Por allá está el puente viejo —advierte y me señala a lo lejos. Donde apenas son visibles unas casas colorido construidas sobre un río.

—¿Allí era donde iba tu madre?

Asiente. Todavía no puedo creer lo que oyen mis oídos ¿Realmente está dejándome saber más sobre su madre? Parece como un sueño loco. Mierda, no puedo creer lo absurdamente emocionada que estoy porque lo esté haciendo.

—Ella me dijo que allí había una cantidad de tiendas de joyerías y otras cosas de lujo. Creo que ahora también lo sigue habiendo. —intuye —Ella y su hermana se escabullían de mi abuela y se iban a la tienda simulando que se comprarían un montón de anillos y brazaletes, se los probaban todos y luego no compraban nada. Recuerdo que una vez me dijo que una de las encargadas de la tienda casi las echaba.

Una sonrisa se forma en sus labios y otro que sus ojos tienen un brillo nuevo y distinto. Me gustaría poder tener recuerdos así de bonitos de mis padres, pero sé que eso es imposible y me entristece, pero eso no impida que me alegre porque él si pueda tenerlos.

Seguimos el trayecto por la calle empinada al rededor del río y cruzamos el puente adentrándonos a un pequeño pasadizo iluminado y lleno de tiendas. No es un puente como tal, sino un pasadizo secreto que conecta una parte de la ciudad con la otra.

No hay tanta gente como en la plaza porque esto es un lugar cerrado, pero aun así sí has varios grupos turístico que se tropiezan entre sí al intentar cruzar el pasillo, Damian me toma de la mano para no perderme y yo voy detrás de él aferrada porque tampoco quiero extraviarme ahí dentro.

Al salir, otra vez nos encontramos en una plaza. Pero ahora, ya son casi las nueve de la noche y la noche y las estrellas son las únicas que adornan el cielo. El oji gris me comenta que ahora nos encontramos en el barrio Oltrano, de donde su madre era oriunda y que no muy lejos de allí hay una plaza llena de árboles donde frecuentemente se realizan conciertos otras actividades.

—Son los jardines de la familia Medici —me informa antes de llegar, y durante el trayecto observo que ha observado su celular alrededor de dos o tres veces.

—¿Y aquí también venía tu madre?

—En realidad no —murmura suavemente, como si no quisiera ser oído. —Creo que ella nunca me dijo nada de esta plaza.

—¿Entonces...? —musito, pero no termino mi frase. Llegamos y delante de nosotros, la plaza está decorada con luces, guirnaldas y un montón de pequeños puestos de bebidas y comidas a los rededores.

—En el folleto decía que hoy se celebraba una fiesta. —se encoje de hombros —El día que se abolió la pena de muerte en la Toscana. Y según leí, a las nueve en punto se prende la fogata para quemar algunos objetos de madera como ofrenda y para rememorar el día que Florencia quemó todos sus instrumentos de tortura como el potro y la rueda.

Está a punto de decir algo más, pero se ve interrumpido cuando el espectáculo comienza, la fogata se enciende y las personas que quieran participar se colocan alrededor de ella y poco a poco se comienzan a lanzar al fuego objetos personales como cartas, peluches, libros viejos y otras cosas que no termino de distinguir. Percibo a algunos estudiantes lanzando al fuego viejas cuadernolas y celebrando con otros compañeros. También percibo a una chica de más o menos nuestra edad que lanza cartas y un peluche de conejo.

—Supongo que la gente también quema cosas que le recuerden sucesos que ya no quieren recordar. —deduzco. —O que simbolicen pasar página a un capítulo nuevo.

—Supongo que sí...—se coloca a mi lado, y desde un par de metros presenciamos la festividad. Hay música y niños corriendo y jugando a los rededores.

—Si lo hubiera sabido hubiese traído los regalos que Fredd me dio cuando todavía estábamos saliendo.

—No pensé que fueras de esas a las que le cuesta superar.

—¿Qué dices? ¡claro que lo hice! —me ofendo—De igual foma tiraría todas esas vlas de vainilla y esos cupones de descuentos a partidos.

—¿Te regalaba cupones?

—Dos para mi cumpleaños y uno para navidad.

Su cara es todo un poema.

—Estaba enamorada, no me mires así—replico. Aun así no puedo evitar que se ría— ¿Hay algo que quemarías tú?

Me mira en un destello. Abre la boca para contestar, pero finalmente la cierra arrepintiéndose.

—Algún día volveré y lo haré, pero hoy no es el momento —aprieta mi mano y con un empujoncito leve acerca más mi cuerpo al suyo. Decido no insistir más, porque deduzco que hoy han sido demasiados recuerdos de su familia que quizá lo ponen nostálgico.

En un momento dado, las luces decorativas aprensadas en los árboles se apagan al igual que aquellas que salen de los puestos de comida y las farolas. Lo único que nos ilumina es la fogata y las estrellas resplandecientes. Miro sin entender a Damián y este me regala una sonrisa para luego cercar su boca a mi oreja.

—Ahora empieza lo mejor de la noche.

Y apenas termina de hablar, como si todo estuviese fríamente calculado, la música festiva que antes se oía por los parlantes cambia por una danza.

—Aunque debo confesar que no soy un buen bailarín —toma mis manos y las coloca alrededor de su cuello invitándome a bailar. —. Nunca antes he hecho esto, pero las personas lo hacen ver como algo divertido. Y esta es una buena canción.

—Sí, es una buena canción —admito al ritmo de una canción en italiano—Pero no sé bailar canciones lentas.

—Ya te dije que yo tampoco—se ríe, poniendo su otra mano en mi cintura y comenzando a moverse, obligándome a seguirle el paso.

Se inclina hacia mí y contengo la respiración. Su boca queda tan cerca de la mía que las respiraciones de ambos chocan una con otra.

—Me dijiste en Siena que ya no íbamos a hacer esto— musito, tan bajo que solo él puede oírlo.

«Non mi piace l'altezza, eppure amo volare, ho le tasche bucate »

Una media sonrisa eleva las comisuras de sus labios y puedo admitir con total sinceridad que eso, en combinación con su mano en mi mejilla, logra anestesiar mi parte razonable. Por un momento, la danza, el viaje y hasta la dirección de Piera desaparecen de mi cabeza.

—No estamos ahora en Siena.

«Ho sperato tanto di ottenere ciò che voglio. Voglio avere tutto ma non voglio tutti addosso »

Su pecho está pegado al mío, nuestros corazones parecen sincronizarse para acelerar sus latidos y golpear uno contra el otro cada vez que laten.

—Pues yo no voy a ceder primero. —Arrastro las palabras, evitando pensar en la cercanía, los nervios y el estúpido cosquilleo. —No quiero que se convierta en un juego. No hay genes malditos ni defectuosos que te hagan inmune al amor, aunque eso es lo que quieras.

—Lo intenté una vez y se arruinó —confiesa con dificultad, como si hubiese algo atorado en su garganta—. No quiero volver a lastimar a nadie.

«E scusa se ti parlo e sto mostrandoti le spalle. Ma non resisto e anche stanotte spero di vederle»

Muevo un poco la cabeza para incorporarme. Él no se demora en hacerlo lo mismo. Me debato interiormente mientras lo miro, no sé si sea lo correcto querer hurgar más en su pasado. Querer saber más de él. No sé qué hacer, pero es que me resulta confuso lo amigable y frío que se vuelve repentinamente.

—No soy una persona frágil —aseguro con un susurro casi inaudible.—Y me gustas, no creo que haya algo que puedas hacer para lastimarme.

—Quinn...

—Y se que yo te gusto —interrumpo—Lo sé porque de otra forma no estarías siguiendo el ritmo de una danza para intentar besarme, así que acéptalo, te gusto también, si las cosas son fáciles, ¿por qué vamos a buscar excusas para complicarlas? No necesito un romance con drama, solo quiero un romance y...

Sus labios capturan los míos en un beso. En ese preciso instante siento que me convierto en pura, potente e intensa electricidad. Su boca no se despega de la mía y anhelo que jamás lo haga, el sabor a menta inunda su paladar, pero eso no quita la calidez que posee.

Ti farò del male—me dice después.

Pero para mis oídos solo suena como una melodía de la danza.

«Mi presento, sono io il bambino che contava le stelle»


Esta vez cumplí mi promesa y estoy siendo constante con las publicaciones. ✨

Mañana habrá maratón ¿Por qué creen que Damian es tan reacio al amor? 

Un abrazo gigante

Briss❤













Continue Reading

You'll Also Like

66.9K 3.6K 28
El chico "perfecto" Todas hemos soñado con el chico perfecto, con ese chico del que tanto nos cuentan en los libros y en las películas. Ese chico que...
Dos (EN PAUSA) By Yal

Science Fiction

20.8K 2.4K 11
Atrapados y condenados a vivir en un lugar donde nada es lo que parece, un grupo de veinte adolescentes sin el más mínimo recuerdo de quiénes son o d...
483K 23.9K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
71.4K 6.1K 27
Becky llega a la Universidad con su novia friend Y le toca sentarse con freen Qué es una chica interosexual Y tiene fama De usar a las chicas pero po...