Cuando nos convirtamos en est...

By Briss_LG

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Un boleto de avión. Un joven sin casa. Y una chica deseosa de encontrar respuestas. Damian quiere dejar de... More

IMPORTANTE PARA LECTORES
E P Í G R A F E
D E D I C A T O R I A
P E R S O N A J E S
1| Fotografías delatoras.
2| No es un perro
3| Mercurio
4| Perro callejero
5| Espías
6| Venus
7| Ideas descabelladas
8| Derecho a ser idiota
9| Tierra
10| La familia Berlusconi
11| Huevos revueltos, chinchillas mojadas y perdimos a un niño.
12| Marte
13| ¿Eso que veo ahí es cerveza?
14| Un novio debería saber eso.
15| Júpiter
16| Grano de arroz en el zapato.
17| la diferencia entre una estrella y un planeta.
18| Saturno
19| Eso que tenemos en común.
21| Urano
22| El río.
23| Las actas falsificadas
24| Mercurio
25| Un agujero negro.
26| La noticia.
27| Plutón
28| Malas hermanas.
29| Fogata de colores.
30| Osiris
31| Los acosadores.
32| Florencia
33| Haumea
34| Piera sabe la verdad.
35| No te entrometas.
36| Kepler
37| Celos americanos.
39| La verdad.
40| Decisiones difíciles.
41| Una oportunidad para los D'Fiore.
42| Planetario de estrellas.
43| Manhattan.
44| Reencuentro.
45| Dejar el pasado atrás.
46| No te vayas.
47. Cuando nos convertimos en estrellas.
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

20| Madrina

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By Briss_LG


20. Madrina


El viernes a la tarde cuando se cumplen cuarenta y ocho horas desde que Benjamín y Liz salieron de viaje, Damian y yo nos mantenemos ocupados en la sala de estar vigilando a los niños en su tarde libre.

Luigi mira una película de fantasía en la tele, Damian lo acompaña con unas palomitas y un jugo de naranja en mano mientras que Lydia está junto a Joshué sentada en la mesa ratona terminando una tarea de álgebra.

Salgo de la cocina en donde me entretuve curioseando con el hornillo eléctrico y me asomo por la isla comedor para llamar a Damian.

—Oye —chito. Aparta la vista del televisor y me observa—¿Puedes ir a ver cómo está Chiara? Hace horas que no sale de su cuarto.

Si algo aprendí de esta casa es que el silencio nunca significa nada bueno. Y se supone que estaba practicando con su chelo.

—¿Por qué no vas tú?

—Estoy preparando un flan de huevo, si me descuido un par de minutos del horno y se desinfla, terminaremos comiendo una tortilla para el postre. —Insisto.

Y aunque se queja un poco termina levantando su trasero de sofá para hacer lo que le pido.

—Pero no despiertes a Luigi —Apunta con la barbilla al pequeño niño rubio que duerme con un pie sobre el respaldo del sillón y otro rozando el suelo—Se durmió hace un rato y ayer por la noche se pasó a mi cama porque no podía dormir. Creo que extraña dormir con su madre.

—Es muy tierno. —se me encoge el corazón.

—Lo dices porque tú no terminaste durmiendo en el piso —Se queja.

Y aunque intenta esconderla, una sonrisa se forma en sus labios. Busco en los cajones una manopla y le devuelvo la sonrisa genuina.

—Anda, ve.

Y cede a mi pedido, me doy la vuelta para sacar el flan de huevo del horno y escucho sus pisadas subir por las escaleras, dejo la bandeja de metal sobre la mesada de granito y mientras espero a que Damian vuelva, cojo una de las cobijas de la estantería y tapo con ella a Luigi. Estoy a punto de tomar el control remoto para bajar el volumen cuando se despierta, se remueve debajo de la manta y murmura algo que no logro alcanzar a entender.

—¿Qué dices, Lu?

—Tiberius —Pide balbuceando entre sueños—¿Me lo traes?

—¿Dónde lo has dejado?

—En tu habitación —contesta.

Subo las escaleras y de camino por el corredor escucho unos murmullos que proceden del cuarto de Chiara, supongo que ella y Damian están charlando. Sigo mi trayecto y llego a mi cuarto, me pongo de cuclillas para buscar a la chinchilla.

No la encuentro.

Últimamente Luigi la deja ser libre por la casa y temo que un día de estos sea succionada por una aspiradora.

Abro mi closet para buscar al roedor adentro del bolsillo de alguna sudadera.

Reviso una, reviso dos, reviso tres, no hay rastro de la chinchilla, pero dentro de la sudadera que llevé el fin de semana pasado a Candeli encuentro un papel arrugado sin forma. La hoja es un poco amarillenta y la tinta está algo gastada, confirmo así mis sospechas de que es una noticia añeja y puede que olvidada. Pero eso es lo que menos me interesa, lo que llama la atención con desmesura es un apellido remarcado en el titular de la noticia.

Dopo il trasferimento del sacerdote, la chiesa di Santa Maria celebra la sua riapertura finanziato dalla famiglia Montesinos, con una nuova sacerdotessa responsabile, Madre Dennise.

—¡Damian! —llamo, bajo las escaleras a trote para buscarlo, necesito que me lo traduzca.

Sin embargo, no encuentro al niñero, solo a Joshé que intercepto en las escaleras.

—Hey —llamo su atención. —Tradúceme esto.

Le dejo delante de los ojos el papel arrugado. Me mira sin comprender, pero sus ojos se mueven rápidamente de un párrafo a otro leyendo.

—Habla de una familia que donó mucho dinero para la reinauguración de una iglesia —me explica. —El artículo dice que en 2006 el mandato de dicha iglesia cambió de entidad religiosa ¿Para que necesitas esa información? ¿Estás escribiendo algún artículo sobre Candeli? Allí vive mi madrina, ella puede ayudarte.

Unos pasos resuenan detrás de nosotros y desde la puerta que da al jardín aparece Damian. Sus cejas se enarcan observándonos y me mira con una mirada reprobatoria, me doy cuenta que prácticamente he empujado a Joshué contra la pared y estoy invadiendo su espacio.

—Y después dices que soy yo el que va a terminar en la cárcel —regaña—. ¿Qué estás haciendo con el niño?

—No soy un niño, tengo dieciséis. —refuta el crío.

—Al final resultó que sí había guardado uno de los papeles —explico y al igual que como hice con Joshué, le dejo el papel arrugado frente a la cara.

—¿La familia Montesinos fe la que reformó la iglesia? —Se aparta.

—Así es —y apunto a otra esquina del papel—Y ahí ce el nombre del periódico donde se redactó la noticia.

—No creo que lo encuentres en internet, fue hace mucho.

—Pero las bibliotecas guardan archivos, ¿verdad?

—Si, eso supongo, pero...

—Y en Candeli solo hay una.

—Quinn...—advierte.

Me doy la vuelta para mirar al crio de dieciséis años de frente.

—¿Has dicho que tu madrina vive en Candeli?

Asiente.

—¿Y tienes planes para este sábado? —pregunto.

—¡Quinn! —recibo un regaño todavía mayor por parte de Damian.

Joshué se rasca la nuca y después ladea la cabeza.

—No creo tener demasiado planes. —contesta.

—Genial, le dices a tu madre que te irás de paseo con los Berlusconi y nos acompañas a Candeli mañana por la mañana.

Ni siquiera me molesto en levantar la vista para ver a mi compañero, ya me imagino su cara de enfado.

—Dios mío estas loca, ese flan de huevo te fritó las ultimas neuronas —lo escucho regañar por lo bajo.

—¡Puedo ir yo sola! —debato—Tu quédate con los niños.

—Ya, si claro. Y que jueguen conmigo a romper la piñata y me aten a mi de un palo.

—Tengo que volver. —insisto.

—No podemos viajar a Candeli.

—¿Viajar a Candeli? —repite Chiara al bajar por las escaleras.

—No, no es lo que...—Damian se da la vuelta para observarla.

—¿Alguien dijo viaje? —Lydia asoma su cabeza desde el final del pasillo, un Luigi recién levantado viene tras ella y pronto estamos todos reunidos en el corredor.

—Yo quiero ir de viaje —Se entusiasma el más pequeño de los hermanos tironeando de la camisa del oji-gris. —¿Vamos a ir de viaje?

—No, lo que intentamos...

—No salimos hace mucho tiempo. No estaría mal, a mí también me gustaría —farfulla la hermana del medio.

Por primera vez veo a todos los Berlusconi de acuerdo, y eso parece alterar aún más a Damian.

—Creo que no hemos salido de la ciudad desde que mamá se tomó licencia al principio del año pasado... a mí me da igual—comenta Chiara.

—Además, el lunes no tenemos clase porque es día festivo —añade Joshué. Ni siquiera sé por qué también opina.

—Ya, pero no tenemos el dinero para tantas habitaciones en algún hotel —Damian les corta el royo.

—Eso no es problema, mi madrina puede darnos alojamiento.

—¿Podría aceptar a tantos invitados? —Me preocupo. Pensándolo bien, somos demasiadas personas para compartir un solo cuarto de hotel.

—¿Es una broma? Cuando le diga que voy con amigos hasta querrá armar una parrillada —anima.

—¿Y quién te dijo que éramos amigos? —Lo recrimina la rubia. La sonrisa del castaño poco a poco se decae y rueda los ojos.

—Pues yo si soy su amiga —Contraataca la peli-verde tomando del brazo a su tutor.

—No creo que mamá y Ben tengan problemas en dejarnos salir a dar un paseo —Culmina Lydia.

—¡Entonces ya está hecho! —Luigi aplaude emocionado—Nos vamos a Candeli este fin de semana y volvemos antes del atardecer del lunes. ¿En Candeli hay playa?

—hay un río—contesta Joshué.

—Van a volverme loco...—Damian palidece y me observa con odio.

Me lanza una mirada de fastidio. Entrecierro mis ojos y le devuelvo una de: "Esto te pasa por no haber aceptado desde el principio, ahora toda la familia Berlusconi se va a Candeli. Y con suerte no perdemos a ningún niño". Él me la responde con una que seguramente dice: "No volveré a ayudarte en mi vida"

—Mierda... en que lío nos hemos metido—me regaña cuando todos los chicos menos Joshué se van corriendo escaleras arriba para aprontar las mochilas. Este último se despide para volver a su casa y contarle del cambio de planes a sus padres.

—Tú aceptaste venir a este viaje—le respondo y también sube escaleras arriba para comenzar a aprontar mi equipaje.



Así es como terminamos pasándonos lo que queda de la tarde entre valijas, mochilas y gritos del tipo: "¡¿Dónde has dejado mi suéter favorito?!" "¡La última vez lo utilizaste tú!" "¿El suéter con el que le hice una camita a Tiberius?" entre otros más.

Chiara va de un lado al otro pidiendo opiniones sobre que ropa llevar y cual no, y preguntando varias veces que tanta ropa necesita para tres días de viaje. Lydia a su vez resulta ser la más tranquila de los tres hermanos y se queda recostada toda la tarde en el sofá buscando los mejores sitios turísticos e idealizando una guía de viaje. Todavía no sabe que va a un campo.

Luigi termina siendo el encargado oficial de sacarle canas verdes a Damian, va detrás de él a cada rato e imita todo lo que hace. Promete limpiar la jaula de Tiberuis y lloriquea unas cuantas veces para que aceptemos llevarlo. Damian termina aceptando una hora después cuando ya deja de soportarlo. Al final termino siendo yo la que limpia la jaula.

A la mañana siguiente, apenas terminamos de meter todo dentro de la cajuela del auto no puedo evitar notar como los chicos parecen estar más emocionados de lo habitual. Hasta hace un par de horas no creía que pudiesen comportarse de forma normal...ellos no suelen comportarse como niños normales la mayoría de las veces. Pero desde que se levantaron esta mañana saltan y se abrazan entre ellos. ¡Hasta me abrazan a mí! Y alegan que están felices de salir de casa e ir a un paseo.

Luigi se acomoda sobre las piernas de Chiara cuando Joshué aparece en el jardín, es el último que faltaba por llegar y me alegro de que sea tan puntual, destrabo las puertas del coche para que pueda entrar y aprovecho que Damian está distraído, metiendo los bolsos en el maletero, para pasarme al asiento del piloto y abrocharme el cinturón de seguridad.

El muy idiota se ha dejado las llaves en el auto.

Miro por el espejo retrovisor como cierra la cajuela, batalla un poco con ella porque a último momento Chiara sumó dos valijas más y logra cerrarla luego de saltar al capote para que todo entre. Se acerca a la puerta del conductor, bajo los vidrios templados y le sonrío inocentemente.

—Vaya viajecito que nos espera ¿eh? —Ironiza con mal humor—Salte, que manejo yo.

Aferro con más fuerza el volante.

—Muy tarde, te dejaste el coche encendido. Hoy manejo yo —sentencio. Y aunque se queja, insiste y vuelve a quejarse, luego de varios minutos termina por ceder y rodear el coche hasta la puerta de al lado.

Acomodándose en el asiento del copiloto, comienza a darme indicaciones sobre donde ir y por donde girar. Afortunadamente, no existe ese silencio incomodo de la última vez y esto se debe a que Joshué y Lydia no dejan de hablar mientras Chiara va adueñándose del playlist de la radio.

Vemos el cartel de bienvenida a Candeli, enseguida vuelvo a oír a las hermanas.

—¡Mira, una vaca! — Lydia se pega el rostro a la ventanilla.

—¡Mira, un chico guapo! —su hermana apunta al muchacho que alimenta al animal.

Joshué nos da indicaciones para llegar a la dirección de la casa de su madrina, y en menos de quince minutos, una señora de unos cuarenta años, delgada y de pelo castaño nos hace señas desde una casita hecha de ladrillos. Aparco el coche debajo de un árbol y no termino ni siquiera de detenerlo totalmente cuando ya todos están abajo.

—¡Benvenuto, che gioia vederti, Joshué! «¡Bienvenido, que alegría verte, Joshué!»—Lo abraza con fuerza zarandeándolo y prosigue a hacer lo mismo con Luigi—¡Che piccolo prezioso!

—Sono anche felice di vederti. Essi sono i miei amici «También estoy feliz de verte. Ellos son mis amigos»—nos presenta.

Alzo la mano para estrechar la suya y ella me abraza como respuesta. Hace lo mismo con Damian y cuando llega a los chicos, les zampa dos besos en la mejilla a cada uno, menos a Luigi que se lo come a besos desde la llegada.

Intercambian algunas palabras en italiano que logro comprender y luego de unos minutos de charla nos invita a entrar para dejar las maletas.

Apenas entramos, un living-comedor decorado con empapelado de flores y el olor a pasta casera nos recibe. Dejamos las maletas en la entrada esperando a que ella nos asigne una habitación para todos, y mientras yo me concentro en que los chicos no rompan nada, ella nos va contando un poco de Candeli. De seguro Joshué le dijo que estábamos intentando escribir una especie de artículo periodístico sobre su pueblo.

—Cerca del bosque hay un lago donde desemboca el río que pueden visitar para divertirse. A mis hijos les encantaba ir de niños—comunica, llamando la atención de Chiara—Y si planean quedarse unos días en el pueblo, no pueden perderse la nueva exposición de fósiles jurásicos que abrió el museo.

—Espero que no seamos una molestia—me disculpo de ante mano. La mujer le resta importancia con un movimiento de muñeca.

—Hacía mucho que no recibía invitados, estoy encantando de hayan venido, y todavía más si puedo ayudarlos con su artículo sobre Candeli, me encantaría que más personas conocieran mi pueblo —nos invita a pasar a la mesa para comenzar el almuerzo.

Una punzada de culpabilidad golpea mi pecho, le estamos mintiendo a una anciana que además de ser buena persona cocina todo un almuerzo para esta manada de críos hambrientos.

—No sabía que estudiabas periodismo —alega Lydia que ya tiene su plato lleno.

—Es que apenas voy por mi primer semestre—invento, sirvo agua hasta llenar mi vaso para disimular lo mal que se me da decir mentiras—Aunque esté de vacaciones me gusta adelantar mis tareas.

Ni cuando de veras iba a la universidad hacía mis tareas.

—¿Y tú que estudias, muchachito? — Por suerte la atención pasa de mí y recae en Damian.

Él me mira de reojo.

—Medicina agropecuaria—respondo antes que lo haga él. A los Berlusconi les había dicho que Fredd estudiaba para ser veterinario, si ellos se lo comentaron a sus hijos metemos la pata.

La respuesta parece sorprenderla.

—¿De veras? ¡No podrías ser más útil! Hace poco una de mis gallinas enfermó y necesito de un veterinario que me ayude a palparla para ver si ahí está el problema. ¿Tú lo harías por mí?

Una gran sonrisa surca su cara. Una gran mueca de terror surca la del otro.

Traga saliva lentamente y me dedica una mirada de auxilio. Yo vuelvo a beber de mi vaso.

—Estoy muy vieja para ir correteando gallinas, ¿Tú podrías hacerlo?—insiste.

—Damian estaría encantado —culmino. Y luego de una mirada satisfecha de parte de Vivian y un golpe a mi pierna debajo de la mesa, la conversación sobre aves enfermas finaliza.

Media hora después el almuerzo termina, Vivian nos muestra los dos cuartos de invitados y los chicos se apresuran a cambiarse de ropa para ir de excursión al lago.

Como nunca he sido de esas personas aficionadas a la natación y me declaro a mí misma como una rehúyete a que cualquier bicho raro toque mis piernas debajo del agua, soy la única que no se coloca el traje de baño y como resultado, soy la primera en bajar al jardín para esperar a los demás.

El patio trasero es inmenso, hay un montón de árboles rodeándolo y un caminito de piedras que nos lleva a la entrada del bosque. A un costado de la casa hay un gallinero pequeño, y no muy lejos del ventanal que da a la cocina unas sillas playeras algo oxidadas que decido dar uso.

No paso demasiado tiempo, ni siquiera diez minutos hasta que una mata de pelo castaño y unos ojos grises se asoman desde la puerta. Se acerca a mí y ocupa la silla restante de mi lado.

—¿Y cómo te fue con las gallinas? —pregunto— Si te sirve de consuelo, busqué lo que significa palpar aves en internet y al final no era algo tan malo—me disculpo, en mi defensa me ganaron los nervios y actué sin pensar.

No recibo respuesta, Damian se mantiene callado mirando algo en especial.

—Lo siento—insisto de nuevo. Creo que odio más verlo en silencio que estorbando a cada rato.

—No parece que lo hicieras, actúas sin pensar, te traes a los niños a un viaje sin el permiso de sus padres y todavía por tu culpa puede que una gallina me haya pegado algún virus. —replica— No me basta con solo un "lo siento" de tu parte.

—Es curioso que tú seas el que esté enfadado. Eres el que menos caso a las indicaciones de los Berlusconi padres.

—¿Y qué? ¿Vas a comparar cenar pizza dos veces a la semana con irte a otra ciudad sin su permiso? No seas estúpida.

—Oye, yo no te estoy insultando.

—Te dije que o volvería a poner un pie en Candeli y aquí estamos. Usaste a los Berlusconi para salirte con la tuya.

Mi cara enrojece rápidamente por el enojo, me equivoqué al creer que quizá él estuviera comprendiendo mis razones, ahora me doy cuenta de que nunca ha entendido nada.

—No me hagas ver como la mala. También los usas para no tener que volver a Manhattan, yo no soy la única en ser una hipócrita.

—Al menos no estoy tan loco para obsesionarme con teorías absurdas sobre el paradero de mis padres.

La oración me atraviesa, al levantar la vista no veo en su mirada ni una pizca de arrepentimiento.

—Al menos yo no he pasado veinte años de mi vida huyendo de ellos.

Sueno más molesta de lo que me gustaría, pero su sinceridad me ha afectado bastante. Sin embargo, puede que esté siendo igual de sínica que él y enseguida me arrepiento de haberle hablado así, pero ya es demasiado tarde. Damian aprieta la mandíbula con fuerza, pero mantiene su rostro tan inexpresivo como siempre.

—Te estás metiendo en un pozo hondo tú sola. No intentes buscar ayuda cuando quieras salir.

—De seguro no voy a buscar la tuya.

Me levanto para irme.

—¿En serio crees que no lo entiendo? —cuestiona, de una forma tan ácida que resulta pesada en mi pecho—. Yo también crecí sin familia, y a mí también me hubiese gustado conocer más a mi madre. Sé muy bien lo que es sentirse despreciado, lo que es sentirse solo y saber que no se tiene a nadie.

—Claro que lo sabes —me jacto.

—Tuve que aguantar trabajos horribles para cenar una noche. Pero no por eso me he convertido en un egoísta ni he dejado de pensar en los demás solo para complacerme a mí. Lo único que tienes en la cabeza es tu maldito viaje, no piensas en otra cosa más que en ti misma. Eres egoísta, imprudente y crees que todo el mundo estará a tus pies para seguir con tus juegos.

—¡Entonces vete!

Abro la boca para insultarlo, pero me doy cuenta de cómo me mira. Hay algo que en sus ojos ha cambiado. Me observa con enojo.

—¡Vete! ¡¿Yo te apunté con una pistola para que aceptaras?!—le golpeo el hombro.

— Tu situación y la mía son muy diferentes. Toda mi vida crecí buscando ese lugar al que pertenezco y voy a hacer todo lo posible para conseguir las respuestas que quiero. No importa a quien deba mentirle al respecto. Por esa razón decidí hacer este viaje y nada ni nadie va a detenerme, no importa lo egoísta que suene.

—¿A quién han estado mintiendo?—interrumpen antes de que el pueda contestar.

Los dos nos giramos a la vez y tres pares de ojos nos observan.

Palidezco. 


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