Cuando nos convirtamos en est...

By Briss_LG

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Un boleto de avión. Un joven sin casa. Y una chica deseosa de encontrar respuestas. Damian quiere dejar de... More

IMPORTANTE PARA LECTORES
E P Í G R A F E
D E D I C A T O R I A
P E R S O N A J E S
1| Fotografías delatoras.
2| No es un perro
3| Mercurio
4| Perro callejero
5| Espías
6| Venus
7| Ideas descabelladas
8| Derecho a ser idiota
9| Tierra
11| Huevos revueltos, chinchillas mojadas y perdimos a un niño.
12| Marte
13| ¿Eso que veo ahí es cerveza?
14| Un novio debería saber eso.
15| Júpiter
16| Grano de arroz en el zapato.
17| la diferencia entre una estrella y un planeta.
18| Saturno
19| Eso que tenemos en común.
20| Madrina
21| Urano
22| El río.
23| Las actas falsificadas
24| Mercurio
25| Un agujero negro.
26| La noticia.
27| Plutón
28| Malas hermanas.
29| Fogata de colores.
30| Osiris
31| Los acosadores.
32| Florencia
33| Haumea
34| Piera sabe la verdad.
35| No te entrometas.
36| Kepler
37| Celos americanos.
39| La verdad.
40| Decisiones difíciles.
41| Una oportunidad para los D'Fiore.
42| Planetario de estrellas.
43| Manhattan.
44| Reencuentro.
45| Dejar el pasado atrás.
46| No te vayas.
47. Cuando nos convertimos en estrellas.
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

10| La familia Berlusconi

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By Briss_LG


10| La familia Berlusconi


Ganas de morir y dormir profundamente.

Es lo único que se percibe totalmente en mi rostro cuando una azafata avisa que en menos de veinte minutos aterrizaremos.

Pero no soy la única con el sueño tan ligero, pues cuando giro mi rostro y veo hacia mi costado, noto que mi acompañante tiene la misma cara de cansancio que yo. Sus ojos prácticamente dicen «Me muero de sueño» Y estoy casi segura que ambos preferimos estar durante unos minutos muertos para dormir aunque sea un poco.

Aunque supongo que no debería pensar eso y menos cuando estamos sobre un avión a punto de realizar un aterrizaje.

Me levanto del asiento y voy hacia el baño antes de que sea obligatorio volverse a ajustarse los cinturones, mi cara parece la de un zombi cuando me veo en el espejo; las ojeras profundas y violetas, la tez palida y el cabello aplastado por estar catorce horas bajo el peso de mi cabeza y el asiento.

Damian se ha quedado totalmente dormido cuando vuelvo, la azafata advierte que en menos de diez minutos estaremos pisando tierra, abrocho mi cinturón y el suyo. Mi vista se desvía hasta la ventanilla y percibo los primeros rayos de luz, el sol asomándose por el horizonte parece una pintura plasmada, el azul del océano, el paisaje de la ciudad desde la distancia. Todo se ve hermoso, finalmente estoy en Italia.

—Damian, despierta —lo llamo.

—Mas vale que me estes llamando porque hay algún aperitivo.

—Abre los ojos, Italia está debajo.

Muy a mi pesar me hace caso.

—Vaya...—se queda pasmado con la mirada perdida en la ventana.

—¿Verdad que se ve precioso?

—Es espectacular.

—Hemos llegado.

Los restantes minutos transcurren rápido, en un abrir y cerrar de ojos ya estamos abajo del avión esperando por las maletas y el resto del equipaje.

—Así que así se siente viajar —hace crujir los huesos de su espalda —Es como una resaca, pero sin alcohol de por medio.

—Y eso debe entristecerte muchísimo.

—¿Que te hace creer que soy un alcohólico?

—Mejor no hables de alcohol frente a las personas que van a pagarnos el salario estos meses —hago que guarde silencio, salimos y el maromo de gente en el aeropuerto es lo primero que nos recibe en el nuevo continente.

Los nervios empiezan a jugarme una mala pasada, un montón de personas corren y caminan de aquí para allá buscando a su familia o procurando no llegar tarde a su vuelo. Mi mirada busca a la familia Berlusconi, pero no la encuentro. ¿Qué pasa si se olvidaron de nosotros? ¿O si nos dejan plantados? ¿O si estamos en la terminal equivocada? Miro a la pantalla de coordenadas. Terminal 15,Siena. Estamos en la correcta ¿pero por qué...?

—Ese hombre nos está saludando ¿Son ellos? —Damian me codea y me doy la vuelta para mirar a donde él dirige su mirada.

Me quito un peso de encima al ver los que parecen ser Liz y Benjamín Berlusconi haciéndonos señas.

Agarro la manija de mi maleta y vamos hacia ellos, un cálido abrazo con aroma a canela es lo que me da la señora Berlusconi al vernos.

—¡ Es un gusto conocerlos! Los niños están emocionados por sus nuevos niñeros —abraza a Damian también. Me sorprendo su perfecto dominio del inglés.

—El gusto también es nuestro —aseguro, y caigo en la cuenta que es hora de iniciar con la mentira—Él es Fred, aunque prefieren que le digan por su segundo nombre, Damian. Es un haz con los niños, ya se darán cuenta.

Omito que mi cara se vuelva una mueca l percibir como el susodicho me da un pellizcón.

—Encantada también —Estrecha su mano la señora de familia sin darse cuenta —. Ya me presenté en las video llamadas con Quinn, pero nunca está demás hacerlo de nuevo, mi nombre es Lizabeth, pero todos me dicen Liz.

—Damian —repite él mostrándose cortés cosa que también me sorprende. —Y mi novia es una obsesiva de la limpieza, así que amará que le asignen todos los quehaceres.

Ellos dos se ríen y yo debo hacerlo también antes de propinarle un pisotón.

—Benjamín Richeto. Pronto un Berlusconi más—saluda el esposo de Liz.

—O quizá nosotros nos convirtamos en los próximos Richeto —bromea su mujer de casi cincuenta años, pero que aun así se mantiene en mejor forma que yo, con unas caderas anchas y piernas tonificadas al igual que un impecable corte de cabello sobre los hombros que destaca su pelo rubio y sus ojos miel.

—Dudo que a los niños le guste la idea —responde dejando caer su sonrisa un poco. Ya veo, un poco de ventisca en el paraíso de los futuros esposos.

—Estoy segura que pronto cambiarán de parecer—Animo, obteniendo una mirada amable de su parte. —¿Verdad, cariño? —Me dirijo a Damian.

El mismo me mira con una ceja enarcada sin entender. Disimuladamente golpeo su costilla.

—Oh, claro. Seguro lo hacen, Botellita de kétchup.

Seguido a esto, pasa su brazo por mi cintura y aprieta de esta.

—¿Como diablos me has dicho? —susurro entre dientes.

—A eso me recuerda tu pelo.

—Podrías hacerlo mejor —recrimino.

—Y lo estoy haciendo mas creíble ¿no ves? —contesta acercándome más a su cuerpo—Vamos, abrázame tú también.

—Voy a abrazar tu garganta y luego voy a estrangularla con mis manos si sigues haciéndolo.

—¡Ay, queridos! ¿Quieren una foto? Se ven muy tiernos —ofrece Liz.

Negamos sutilmente la oferta y eso es suficiente para que podamos separarnos otra vez.

—¿Vamos yendo si les parece? A los niños ya los llevamos a la escuela, pero ustedes tienen toda la mañana para acomodarse y descansar un poco antes de que lleguen —Avisa el futuro padre de familia mientras toma una de mis maletas y nos encaminamos hacia el estacionamiento.

Son casi cuarenta minutos de viaje. La familia Berlusconi vive a las afueras de Siena, así que hasta llegar me aseguro de descansar un poco mis ojos.

—¡Hey, Quinn! —Alguien sacude mis hombros, me despierto alarmada y otra vez tengo a Damian delante de mí sacudiéndome para despertarme

Tengo que dormirme una siesta cuanto antes si no quiero que él siga viéndome con un hilo de baba recorrer mi cara cada vez que me quedo dormida.

Me despejo mirando a mí al rededor y noto que ya hemos llegado. El coche está estacionado justo en frente de una casa alta y elegante, con paredes de ladrillos y un bonito patio delantero. Basta solo con mirarla un par de veces para comprobar que la familia Berlusconi es bastante adinerada, tiene rejas altas y blancas, un tejado del mismo color y una puerta principal hecha de vidrio.

—Calle Verdúm, número 23. Supongo que es necesario saber la dirección de la nueva casa por si surgen problemas ¿verdad? — Me pregunta mirando hacia el rectángulo blanco de cerámica pegado a un costado de la puerta. —Es una casa imponente, ¿seguro vinimos a cuidar niños?

—No empieces — Abro la puerta del audio para bajar, hace lo mismo con la otra y pronto Benjamín nos ayuda a bajar las valijas del maletero mientras Liz ya nos espera dentro.

Apenas pongo un pie dentro de la casa no me quedan más dudas de mis sospechas: Esta casa es de ricos. Es todavía más preciosa y lujosa por dentro como lo imaginé. Tiene una sala de estar con chimenea que conecta a todas las partes de la casa, un comedor que da directo a una cocina de azulejos que apenas puedo visualizar y tres puertas cerradas que imagino llevan a alguna oficina o al cuarto de lavandería, también percibo un ventanal gigante que da directo al patio trasero donde logro distinguir una piscina y lo que parece ser una barbacoa.

—Voy a ir a buscar a los chicos para que salgan temprano, ustedes por mientras pueden irse acomodando y quizá les dé tiempo a descansar un poco —Avisa Liz que reaparece al salir de la cocina. —Chiara debe estar en el patio, no quiso ir al colegio. Le avisaré que ya llegaron y les ayude con las maletas.

No me da tiempo a contestar cuando gira sobre sus talones y se da la vuelta directo al jardín. Damian deja su equipaje a un lado del mío y mira igual de asombrado todas las instalaciones.

—¿Será que nos metimos en casa de mafiosos? —Cuestiona.

—No digas tonterías—Regaño.

Una chica rubia, de no más de dieciséis años que lleva consigo un IPod y auriculares puestos, aparece desde el patio trasero. Sus ojos van directo al oji gris y una sonrisa se forma en sus labios hasta que se percata de mí.

—Chao Bella saludo cortés.

—No te tomes tanta confianza conmigo —contesta en un perfecto inglés — ¿Eres la niñera de mis hermanos?

—Y la tuya también.

—¿Y tú eres su novio, Fred?pasa de mi.

—Damian—corrige y la rubia enarca una ceja—. Mi segundo nombre no suena tan patético.

Ella se ríe.

—Diría que es sexy —añade. ¿Qué es qué? —Yo soy Chiara, a las ordenes si tienes problemas con los perillos de la ducha, ragazzo carino.

—Chiara, por favor, no seas irrespetuosa y háblales en inglés. Ellos no te entienden y así de paso lo mejoras— Regaña su madre que aparece detrás de ella —Y enséñales las habitaciones, que se acomoden tranquilos.

Su hija rueda los ojos, pero le termina por hacer caso, pasa frente a nosotros encaminándose a las escaleras y se da la vuelta para indicarnos que vayamos tras ella. Subimos las escaleras de mármol y una segunda planta decorada con matices cremas y grises nos recibe, hay siete puertas en total y caminamos el extenso pasillo hasta llegar a las dos últimas.

—El cuarto de estudio y el cuarto de cachivaches donde se guardan las cosas de limpieza. Los acomodamos para ustedes, espero que les sean cómodos —Ironiza señalándonos ambas habitaciones. A mí me muestra la que se supone ser el cuarto de cachivaches mientras que al oji gris la que sobra —Delante de la tuya está el baño y la puerta frente a la de Damian es la de mi cuarto —le guiña un ojo —Hagan lo que tengan que hacer antes de que lleguen mis hermanos, no demorarán mucho.

Y tal como hizo su madre minutos antes, se da media vuelta y se va. Cada uno entra a su respectiva habitación.

Apenas pongo un pie en la mía me fijo en el ventanal gigante que da directo a un pequeño balcón. Mi corazón se estruja al instante trayendo recuerdos de mi cuarto, también de Rose, Sonia y Elena. Encuentro la habitación perfectamente acoplada, una cama de plaza pequeña a un costado de la pared derecha, una mesita de luz con una lámpara, un clóset espacioso, un escritorio con una plasma y finalmente una repisa sobre la mesa de noche.

Contemplo esto por un par de segundos y salgo al balcón, miro hacia el balcón de al lado y me sorprendo al ver a Damian mirando hacia mí, con su brazo apoyado en el barandal. Ambos sonreímos.

—¡Bonita vista, eh! —grita con ganas.

—¡También la tuya! —contesto y ambos comenzamos a reír.

La piscina se ve todavía más grande desde donde estamos, las ciudades rurales a las afueras de Florencia son preciosas. A lo lejos puedo distinguir montañas y árboles naranjas que le dan la bienvenida al otoño. Y No me canso de decirlo, pero esta casa es una maravilla rodeada de naturaleza.

Entro de nuevo a la que es ahora mi nueva habitación y comienzo a desempacar las maletas y meter la ropa al pequeño clóset. No me doy cuenta de lo pequeño que resulta ser el cuarto hasta que termino de sacar todo y apenas me queda lugar por donde moverme. Escucho risas de la habitación de al lado y mi ceño se frunce inevitablemente al oír la voz de Chiara charlando con Damian, las paredes son lo suficientemente delgadas como para escuchar sus voces, pero no tanto como para distinguir lo que dicen.

Un repiqueteo en mi puerta me distrae y me obliga a separarme de la pared.

Apenas abro una rata peluda se escabulle entre mis piernas.

—¡Diablos! —Salto despavorida a la cama y el retrato de Rose y yo que tenía en las manos se cae torpemente al suelo.

Una cabeza rubia con mechones verdes se asoma desde la puerta al mismo tiempo que unos pasos apresurados se oyen desde el pasillo.

—¡Lo asustaste! —Me regaña la niña de pelo verde con un dedo acusador.

Se agacha enseguida debajo de la cama para sacar a lo que sea que sea eso.

—¡Lydia, devuélveme al Sr Tiberius! —un niño más pequeño entra a mi habitación dando tropezones, se lanza sobre su hermana mayor haciendo que esta golpease su cabeza contra la madera de la cama.

—¡Suéltame tonto, haberlo cuidado mejor si no querías que te lo quitara! —Lo empuja apartándolo de ella. Damian y Chiara también se asoman a mi cuarto.

—¿Por qué tanto ruido? —cuestiona de mal humor la mayor de los hermanos. Mis ojos van a parar al oji gris de forma reprobatoria.

—¡Lydia se ha robado mio cincillà! —grita golpeando con su pie el suelo en una rabieta.

La niña blanquea los ojos y le echa la lengua a su hermana mientras Chiara bufa molesta.

—Saca a esa cosa de aquí antes de que mamá la ponga al fuego—espeta.

Los ojos del pequeño niño de seis años se humedecen.

—¡Nadie se va a comer al Señor Tiberius! —Llora y como si lo hubiera llamado, la pequeña chinchilla de pelaje gris reaparece de debajo de mi cama.

Me quedo tiesa observando a los tres hermanos interactuar y gritar entre ellos cuando comienzan a pelear de nuevo por quien se quedará con el roedor. Chiara discute con Lydia mientras esta alza la chinchilla para que Luigi no alcance tomarla. Damian se queda anonado parado al lado de la puerta, me sorprende que por tanto griterío todavía ninguno de los padres Berlusconi haya decidido subir a ver qué pasa. Ya veo porqué necesitaban de niñeros.

—Creo que va siendo hora de calmarnos—Me interpongo entre Lydia y la rubia sin mechones verdes.

—¡Tú no te metas! —Me gritan a la misma vez.

Mis ojos parpadean cuando las dos hermanas mayores empujan.

Luigi es el único en darse cuenta de esto y huye a esconderse detrás de Damian cuando me ve acercarme por segunda vez a sus hermanas.

—¡Basta ya! ¡A callar todos, ya está bien! —Alzo la voz tomando a cada una del brazo y las distancio interceptándome en el medio. Unas palabras en italiano salen de la boca de la menor de las hermanas pero no logro entenderlo. —¿Qué has dicho?

Sus ojos miel se alzan para hacer contacto con los míos.

Forte. Las histéricas no duran ni un mes antes de que decidan irse— repite con un buen dominio del inglés.

Tengo entendido que su colegio es bilingüe.

—¿Tu eres Quinn? —El pequeño niño rubio se asoma detrás de las piernas de Damian.

—Solo es una loca que ha decidido hospedarse con nosotros solo porque sí—Le contesta la peli-verde.— ¿Tu que crees, Luigi?

—Tú y tu mal humor siempre —murmura su hermana.

— Porque tu vomitas arcoíris todo el día —le contesta y la chinchilla se remueve entre sus brazos.

—Si el problema es ese bicho con pelo ¿Por qué no mejor crean un calendario para cuida al hámster? Un día con cada uno y así ya no habrá peleas—Propone Damian al ver que la pelea seguirá si alguien no encuentra una solución.

—Es una chinchilla, no un hámster—corrige Chiara—Y yo no pienso dormir con una bola de pelos, así que se la repartan entre ellos.

Los dos hermanos restantes comparten mirada, y asienten de acuerdo. Así de fácil se resuelve el tema. Y yo no siquiera soy parte de ello.

En menos de un minuto todos se esfuman de mi habitación dejándome sola. Lydia y Luigi se van junto con el señor Tiberuis para ordenar todo eso del calendario de cuidados y Damian vuelve a su pieza junto con Chiara.

Las siguientes horas restantes tenemos tiempo suficiente para desempacar, en la cena nos cuentan cuales son los trabajos de la casa que tenemos que hacer y qué días o rango de horas tenemos libres.

Miro el techo de la pieza donde pretendo dormir, hacer como que duermo o más bien me obligo a dormir. Estar lejos de casa, en un colchón que no es el mío y una almohada más blanda a lo que era la mía parece ser un nuevo reto. Siento que estoy en un hotel abandonado, el ruido de las afueras de Siena no se compara a las calles de Manhattan. Silencio es lo único que oigo y a pesar de que no hace frío tiemblo debajo de las frazadas sintiendo mis pies helados. Extraño a Rose, a Sonia y especialmente a mi cuarto. Doy vuelta sobre la cama y quedo de cara a la pared, echo de menos mis posters y nunca creí que estar tan lejos de casa costaría tanto.

Miro el reloj de mi celular. No tengo sueño. Abrocho una bata de baño que amablemente Liz me ofreció y voy hacia el balcón.

Todo está oscuro y eso me hace extrañar todavía más las luces de Manhattan, solo a lo lejos a muchos metros de distancia se distingue la luz prendida de alguna habitación de la casa vecina. Me pregunto qué aburrido debe de ser para ellos crecer lejos de vecinos, de hijos de vecinos y amigos.

—Veo que no soy el único que no logra reconciliar el sueño—La voz de mi compañero de viaje me sobresalta.

Giro la cabeza y lo veo mirando a mi dirección desde su balcón.

—Supongo que es el cambio de horario, aunque sinceramente, extraño los ruidos de Manhattan.

—Nunca pensé que dormir sin tráfico y sin luces de semáforos costaría tanto— Recarga su peso en el pasamanos, aceptándolo.

Copio su gesto recargando mi espalda en la misma baranda, acortamos un poco la distancia.

—¿Te arrepientes de venir?

—Estoy en una mansión y van a pagarme para que críos caprichosos no se maten entre si, no te ofendas, pero este trabajo parece fácil hasta para un forajido sin techo.

—Espero que pienses igual durante los seis meses.

—Lo mismo pienso —manifiesta— Aunque tu razón para viajar no fueron resaltar tus capacidades como niñera ¿no es así?

Ladeo la cabeza, me debato internamente sobre si contarle o no la verdad, pero a fin de cuentas, termino haciéndolo.

—Rose me adoptó de un orfanato a los tres años, toda mi niñez y mi adolescencia creí que ellos estaban muertos, eso es lo que a Rose también pensaba. Pero un día, en mi cumpleaños numero dieciséis, una carta de felicitaciones llegó dese Italia, sin remitente, sin direcciones, pero el código postal apuntaba a un pueblo pequeño llamado Candeli.

—¿Y qué decía la carta?

—«Feliz cumpleaños, algún día volveré a verte»—repito, todavía la conservo—Se supone que no tenía más familia que mis padres y por eso nadie se hizo cargo de mi, pero el remitente sabía mi nombre, mi fecha de cumpleaños y mi dirección. El orfanato que me vio crecer esos tres años, cerró poco tiempo después y distribuyeron a los niños, la mayora de documentación se traspapeló, así que no hay información concreta.

—Y por eso has venido aquí, ¿no?

—Mis padres eran italianos y yo nací en esa ciudad de la que la carta provenía. Ahí tiene que haber información, ¿verdad? Puede que exista probabilidad de que mis padres estén vivos.

Su mirada me hace ver que hay algo que no quiere decirme, he visto tanto esa mirada en estos últimos años que se con exactitud que significa.

—Solo quiero saber la historia completa.—confieso— Me gustaría saber por qué nadie se hizo cargo de mi, si quizá tengo algunos parientes lejanos que todavía siguen buscándome o si tengo familiares que no tienen idea de mi existencia, quién sabe, hay muchas posibilidades, quiero saber de donde vengo, ¿Es una idea tan mala?

—No ibas a descubrirlo sentada desde manhattan. —contesta.

Y afortunadamente se despide después de eso, lo agradezco, porque no me gustaría tener que agregarlo a la bolsa de personas que me han dicho que, de todas esas posibilidades, hay varias que podrían decepcionarme. Pensar que mis padres murieron y yo ni siquiera pude conocerlos duele, pero saber que está la posibilidad de tener una familia que ni siquiera se interesó en buscarme duele el doble.

Sea cual sea la verdad, necesito saberla: aunque eso me deje el corazón hecho un vuelco. 












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