Cuando nos convirtamos en est...

By Briss_LG

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Un boleto de avión. Un joven sin casa. Y una chica deseosa de encontrar respuestas. Damian quiere dejar de... More

IMPORTANTE PARA LECTORES
E P Í G R A F E
D E D I C A T O R I A
P E R S O N A J E S
1| Fotografías delatoras.
2| No es un perro
3| Mercurio
4| Perro callejero
6| Venus
7| Ideas descabelladas
8| Derecho a ser idiota
9| Tierra
10| La familia Berlusconi
11| Huevos revueltos, chinchillas mojadas y perdimos a un niño.
12| Marte
13| ¿Eso que veo ahí es cerveza?
14| Un novio debería saber eso.
15| Júpiter
16| Grano de arroz en el zapato.
17| la diferencia entre una estrella y un planeta.
18| Saturno
19| Eso que tenemos en común.
20| Madrina
21| Urano
22| El río.
23| Las actas falsificadas
24| Mercurio
25| Un agujero negro.
26| La noticia.
27| Plutón
28| Malas hermanas.
29| Fogata de colores.
30| Osiris
31| Los acosadores.
32| Florencia
33| Haumea
34| Piera sabe la verdad.
35| No te entrometas.
36| Kepler
37| Celos americanos.
39| La verdad.
40| Decisiones difíciles.
41| Una oportunidad para los D'Fiore.
42| Planetario de estrellas.
43| Manhattan.
44| Reencuentro.
45| Dejar el pasado atrás.
46| No te vayas.
47. Cuando nos convertimos en estrellas.
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

5| Espías

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By Briss_LG


5| Espías 

—Creí que iríamos por pan —escucho la voz del forajido quejándose detrás de mí el lunes a la mañana.

La situación es esta: Rose lo acogerá en casa a cambio de buen comportamiento y que consiga un empleo. Mi tutora es demasiado buena, de esas que llevan su vocación a la cama y se despiertan pensando en ella. Diría que me negué a ese ofrecimiento, que es la realidad. Pero al final de día, yo solo quiero mantener de pie los planes de irme a Italia.

—Tengo que hacer algo antes, pero iremos. —contesto, el reloj de mi muñeca marca que todavía no es tarde.

—Dame el dinero y voy yo —persuade.

—No pienso dejarte vagar por ahí con mi billetera.

No me detengo ni un segundo para girar la cabeza y confirmar que todavía sigue andando. Pienso que la conversación acaba ahí, pero lo escucho de nuevo quejándose.

—Estamos a mediados de julio, es pleno verano, es insano salir a esta hora de la mañana.

Son casi las siete y media. La realidad es que la mayoría de tiendas todavía permanecen cerradas, pero es la hora en la que Fredd llega a la terminal luego de sus prácticas agrónomas semestrales.

—Estoy en forma, y a ti te falta más resistencia. Mucha pelea callejera, mucho chico malo, pero no tienes una mierda de aguante. —farfullo sin detener el paso. Me pone de peor humor saber que voy atrasada solo porque él va despacio.

La avenida principal está llena cuando llegamos a la manzana principal de Manhattan, el tránsito es tan pesado que perdemos varios minutos intentando cruzar la calle, pero cuando por fin lo logramos veo a lo lejos la terminal, nos escabullimos en la plaza más cercana y él se sienta en el primer banco.

—¿Has venido a la terminal a armar un escandalo?—me pregunta después.

—¿Quien te crees que soy? Jamás armaría un escandalo por tipos como él.

—Pues te has levantado a las siete de la mañana solo para confirmar que un tipo como él te es infiel —reprocha.

—Eso no es de tu incumbencia.

Fijo la mirada y veo a Fredd bajarse, se detiene en la puerta y observo como extiende la mano para ayudar a una chica, esta salta el último peldaño y cae en sus brazos, él la besa.

—¡Qué bastardo!

Y me abalanzo.

—Definitivamente vas a armar un escándalo. —lo escucho detrás.

Pero mi vista se nubla y reduzco la velocidad. Apenas puedo arrastrar los pies unos pasos hasta sentir que mis rodillas se debilitan, me detengo tres pasos después, la examino; tiene el cabello canela, piel acaramelada y un cuerpo envidiable. Es hermosa, mucho más que yo.

Y sé que es el momento perfecto, ese que lo deja expuesto con las manos en la masa—o el trasero de ella —para gritarle a los cuatro vientos todos esos comentarios hirientes y ácidos que me armé en la cabeza, no me levanté tan temprano por nada, no desperdicié una noche en vela pensándolos para que ninguno de estos termine saliendo de mis labios.

Pero no puedo.

No me muevo.

A pesar de tener todas las ganas de correr hasta ellos y echarle en cara su infidelidad, gritarle y mostrarle lo traicionada que me siento; no puedo evitar sentir la decepción golpeando en mi pecho, aplastando mi corazón hasta partirlo en fragmentos tan pequeños que ningún tipo de pegamento será capaz de volver a pegar.

La realidad me abofetea fuertemente en la cara y se ríe de mí con todas las ganas cuando los veo sonreírse después del beso.

Mi novio está enamorado, pero ya no de mi.

¿Qué no le di estos dos últimos años para que comenzara a buscarlo en otra?

Quiero creer que nada de esto es mi culpa, que toda responsabilidad recae y es absolutamente suya. —claro que sí— Que ha sido él quien ha fallado al no poder mantener sus manos fuera de los pantaloncillos de otra que no fuera su novia. Pero la vocecita destructiva de mi cabeza busca hacerme sentir mal culpándome de todas las veces que no nos hice un tiempo por estar más enfocada en folletos, solicitudes de trabajo y visas de viaje sin saber como se iba deteriorando la relación.

—Yo no sé nada de terapia, pero quedarte viendo lo que hace daño no soluciona nada —la voz del forajido me distrae, golpea mi hombro con el suyo para llamar mi atención —Vámonos antes de que se acabe el pan.

Y ni siquiera me doy cuenta de que nos estamos alejando porque todos los recuerdos de los momentos que él y yo hemos vivido a lo largo de estos últimos años me invaden; nuestro primer beso, la primera vez que conocí a su familia, cuando viajamos a Wisconsin, el día que nos fuimos de campamentos y terminamos perdiéndonos en el bosque, la primera vez que discutimos y horas después cuando se presentó en mi departamento con chocolates para disculparse. La noche que compartimos nuestro primer baile y aquella madrugada cuando murió su abuela y estuvimos todo aquel doce de julio desvelándonos mientras lloraba en mi hombro.

Llegamos a la tienda y el forajido entra solo, me quedo afuera, de pie, simulando que no noto las miradas de pena que algunos me dan al ver un mujer con manchones en la cara y la nariz roja sorbiéndosela mientras las lagrimas le corren al igual que los mocos. Me veo patética, lo sé. Pero por lo manos una vez en la vida podría la gente fingir que no lo sabe también?

Cuando levanto la vista, el oji-gris reaparece con las artículos que Rose pidió y dos pretzeles para su desayuno. Pienso que se los ha comprado ambos para él, pero me sorprende cuando me tiende uno.

—Le compré uno de estos cuando se enteró que tenía herpes — Suelto, cuando redirigimos el camino.

A mitad de darle un morisco, gira la cabeza y me mira mosqueado.

—Y me contagié de sarampión cuando él lo hizo solo para poder pasar la semana con él—añado.

No sé por que se lo sigo, no somos amigos, no nos conocemos. Pero es de esos momentos donde cualquier objeto que respire y tenga boca sirve para sentir que tienes a alguien de consuelo.

—Vaya, eso es...

—Y al año y medio me regaló una taza que de la mejor novia. ¿Acaso a la mejor novia le metes los cuernos? —pero no lo dejo seguir, la rabia pisotea a la tristeza y no me muero la lengua para que se calle —El semestre pasado entraba dos horas antes a la universidad y aun así me levantaba temprano para desearle los buenos días, lo acompañaba a los partidos de básquetbol, a las reuniones de seguidores de Game of Thrones y al KFC cuando soy un asco en los deportes, solo miro la primer temporada de las series y ni siquiera me gusta el pollo. Me gasté el sueldo de un mes para comprarle una entrada VIP de los Rolling Stones para su cumpleaños. Fui lo mejor que él pudo tener, y...

No quiero reconocer la verdad en voz alta. Pero termino haciéndolo.

—Y aun así no fui suficiente —Culmino tragándome la decepción.

Cuando vi a Fredd besarse con otra chica tuve que resistir el impulso de correr a él y pedirle que me dijera que todo era una mentira, una broma de mal gusto de esas de los reality shows donde al final todos ganan dinero. Es que no lo entiendo, estábamos bien entre las risas, los besos, el sexo y las caricias, en un mundo que me distraía del real y me refugiaba de todo lo malo que podían traer consigo la realidad y la adolescencia.

Pero la adolescencia terminó hace mucho y ahora toca enfrentarse con el mundo adulto y todas esas mentiras.

—¿Y que caso tiene ser suficiente para alguien que tampoco lo fue para ti? —La voz del forajido me trae de nuevo al presente.

—Yo no...

—No entiendo la necesidad de satisfacer las necesidades de alguien que no haría lo mismo por ti. Es estúpido.

—No me insultes— advierto y me lanza una mirada en desacuerdo.

—No te insulto, pero descubriste su infidelidad a tiempo, tómalo como una señal de no haber cometido un error mucho mayor.

—Ya he cometido ese error.

—Bajarle la luna a alguien que solo apagaría las estrellas por ti es tu error, pero seguir haciéndolo ahora que eres consciente, sería mucho peor.

«La solución es olvidarte de él y convertirlo en pasado. Y no debes dejar que el pasado vuelva, ni tampoco debes vivir con él» Dice después.

—No pensé que tuviera en frente a un consejero. —arrugo en entrecejo. Ningún de los dos detiene el paso rumbo al departamento.

—¿Ahora soy un consejero? ¿Ya no más un forajido? —replica.

—¿Como sabes que he dicho eso de ti?

—Las paredes de ese departamento son planas. —se enconde de hombros.

—Vaya.

—Si, vaya.

—¿Algo se solucionaría con una disculpa?—ofrezco. Me siento un poco arrepentida.

—Preferiría que se solucionara diciéndome Damian.

—¿Solo así?

—Ya no quiero ser un forajido.

—Lo siento.

—Lo sientes qué.

Le entrega una sonrisa ladeada mientras me limpio las migajas de las comisuras de mis labios con la manga de mi abrigo.

—Lo siento, Damian.



El camino de vuelta se torna más largo porque ninguno de los dos inicia una conversación después de haber firmado una inminente tregua. Cruzamos las peatonales que nos quedan y caminamos por la avenida principal con una bolsa de comida y otra de ropa, acordamos pasar por sus cosas para que finalmente la mudanza sea oficial y solemne.

Rose se hizo cargo d mi desde que era muy pequeña, así que mis recuerdos de albergues y orfanatos soy muy escasos en comparación a los que otros chicos adoptados tienen. Me di cuenta de eso al ver la cara del oji-gris observar el lugar una ultima vez ante de darnos la vuelta y marchas con sus cosas a su nuevo alojamiento.

No puedo imagíname ni una decima parte de lo que uno vive, siente y encuentra en esos sitios, me gustaría preguntarle sobre ello, y lo hubiera hecho si el no hubiera decido estar lo que rezaba de camino callado y con un semblante serio. Entendí entonces que prefería no comentar nada al respecto, y lo respeté, por lo tanto, también tuve tiempo de reflexión en el trayecto sobre lo que haría a continuación ahora que Fredd ya no formaba parte de la ecuación del viaje a Italia y el contrato de empleo compartido.

Al pasar por la entrada y bajar del ascensor, Rose ya está en casa y nos saluda desde la cocina. Damian comenta en voz alta que irá a darse una ducha y yo me acerco al refrigerador para sacar algún aperitivo.

Mi mano no alcanza a rozar el electrodoméstico antes de que la voz de mi tutora intercepte mi acción con la pregunta que menos ganas tengo de responder:

—No pienses que puedes esquivar el tema, ¿qué es lo que pasó entre tú y Fredd? —indaga sin dejarme escapatoria.

—Rompimos porque me ha engañado.— respiro hondo y lo suelto de un solo golpe. Dejo el platillo sobre la encimera y me entretengo con los condimentos para no verla a los ojos. —Vi unas historias en Instagram donde se basaba con otra chica, las imprimí para tener pruebas pero esta mañana las presencié en vivo. Ya no me quiere, Rose.

Siento que nuevamente mis ojos comienzan a arder, pero quiero pensar que se debe al azufre de la cebolla.

—Quinny...—apoya sus manos en mis hombros, y con ese simple gesto yo siento como si me hubiesen quitado un peso de encima.

—Le di todo de mi. ¿Por qué así me lo pagó?

—Hay gente que no valora lo que tiene. —se lamenta, no deja de abrazarme en ningún momento.

—Lo necesitaba para viajar. —le recuerdo.

—Cariño, no necesitas a nadie para hacer lo q quieres. Vas a conseguir una solución para poder seguir adelante con ese sueño.

Y estoy a punto de decirle que sí, que no me daré por vencida con eso cuando escuchamos como algo se rompe en la sala.

Cuando llegamos allí, solo vemos al oji-gris con su peor cara de apenado observando los pedazos rotos de la taza que Fredd me había regalado y que esta mañana, antes de salir, había dejado sobre la mesa ratona.

—Lo siento, se me resbaló —se disculpa.

Pero se que no es así, lo veo cuando una sonrisa pequeña se forma en sus labios al tiempo que Rose se disculpa conmigo penada como si mi corazón se rompiera de igual manera que esa taza.

La realidad es que no, porque la motivación no me permite tener el corazón roto.

Me doy cuenta de que ya he tomado una decisión. Una que tendría que haber tomado con o sin su apoyo. Porque fin de cuentas se trata de mi decisión.

Voy hacer ese viaje.

Porque necesito conocer a mis verdaderos padres.


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