Sed de Venganza [Editando] (S...

By NayuaEzzeghary

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Ran Mouri, un ser con ansias de venganza hacia aquella nueva organización que arruinó su vida. ¿Qué destino l... More

El comienzo
Recordando mi misión
Otro Pasado
Pronto llegará
La verdad siempre salía a la luz
Momento de dificultad
Conversaciones
Verdades
Ryan James
Esto Solo Era El Principio
Un Tacto Deseoso
Hablando en Silencio
Dolor
Juego: Primera Parte
Juego: Segunda parte
Realidad

Un Doloroso Reencuentro

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By NayuaEzzeghary



Ryan estaba dirigiéndose al comedor para prepararse un poco de café, haber estado toda la noche pensando en el código tuvo sus consecuencias, tenía el cuerpo un poco cansado, pero no había nada que un buen vaso de cafeína no pudiese solucionar. Caminaba tranquilamente hasta que una conocida voz llamó su atención.

—Buenos días, Ryan—se encontró con la karateca.

—Buenos días, Ran—le dijo—. ¿Has dormido bien?

—No— ella negó, suspirando.

—¿Estás nerviosa, verdad?—el rubio dedujo que su compañera estaba inquieta porque hoy sería el día en el que se enfrentaría a su familia. Ran no le contestó—. Todo saldrá bien, tranquila.

—Ya veremos—respondió la violácea—. Oye ¿Me haces un favor? Puedes...

—No te preocupes, comprobaré si están despiertos para llevarlos a la sala—Ryan la interrumpió, sabiendo qué era lo que iba a pedirle la chica de ojos violetas.

—Muchas gracias—le agradeció al agente—. Me quitas un gran peso de encima.


                                                                                       ♤   

Shinichi, como si estuviera compartiendo los sentimientos de la katateca, tenía una insostenible incertidumbre en el cuerpo. Su cabeza en este momento era como una bomba de relojería, estando a punto de explotar. No podía dejar de pensar en todo lo que había hablado con su mejor amigo, Heiji.

A causa de esa conversación, no había podido pegar ojo en toda la noche:

«—Kudo, tengo que contarte algo...

¿Qué ocurre?—preguntó Shinichi, viendo como su amigo ocultaba la mirada con la gorra.

Es Mouri.

—¿Ran? ¿Qué pasa con Ran?—el detective frunció el ceño después de escuchar el nombre de la violácea, pero tardó pocos segundos en cambiar la expresión a una de preocupación, pues el detective del Oeste, demostraba con su rostro de que lo que tenía que decir, no significaba nada bueno—. Oye, Hattori. 

—Kazuha y yo, la hemos visto—¿qué quería decir con eso?. Pensó Shinichi confundido.

—No entiendo a qué te refieres—el castaño se encogió de hombros—.¿Podrías ser más específico? Todos hemos visto a Ran en la cena.

—No, no, no—Heiji negó con la cabeza—. Yo te hablo de la verdadera Ran Mouri. 

—¿Qué?—si antes estaba confuso, ahora se encontraba más perdido que nunca. 

—Kudo—el moreno fijó su mirada en el detective—. La chica que estuvo ayer con nosotros, no era Mouri, sino otra persona—esas palabras hicieron que el detective del Este abriera los ojos como platos— la verdadera Mouri, nos salvó la vida, porque la otra chica estuvo a punto de matarnos a Kazuha y a mí.

Shinichi no encontraba la mejor forma de reaccionar ¿Cómo podía explicar el sentimiento que lo estaba destruyendo por dentro en estos instantes? Su cuerpo comenzó a temblar como una gelatina y su corazón de un momento a otro empezó a latir aceleradamente: se sentía perdido. ¿Qué significaba todo esto? ¿Entonces la chica que siempre estuvo durante este tiempo en Beika no era su violácea? ¿Era otra? Verdaderamente, esto no estaba gustándole nada; esta situación lo dejaba peor que nunca.

—No puedo creer lo que estoy oyendo—El detective se puso pálido—. ¿Estás seguro de lo que dices Hattori?

—Pues claro, idiota ¿Cómo eres capaz de preguntarme si estoy seguro? Todo lo que te digo es la absoluta verdad—el moreno suspiró al cabo de un corto silencio—. Y kudo—lo llamó, enseriándose más aún— después de haber visto a Mouri ayer, puedo asegurarte de que no le ha pasado nada bueno, sobre todo por su nueva actitud. Era fría, como el hielo.

—Me esta costando muchísimo asimilar toda esta información—Hattori sintió pena por su amigo—. No puedo creer que no  me haya percatado de todo esto.

Heiji suspiró.  

—Si no hubiera sido por Mouri, yo no estaría contándote todo esto—dijo el detective del Oeste—. En cualquier caso, mañana será el día en el que se pondrán todas las cartas sobre la mesa, lo único que nos queda, es esperar.»

—¡¿Pero qué es este lugar?! ¡¿Dónde estoy?! ¡¿Qué hago aquí?!—los gritos del sobresaltado Kogoro, hicieron que Shinichi saliera de sus pensamientos.

—¿Pero qué le pasa?—Heiji se despertó enfadado ante los gritos del detective durmiente.

—¡¿Qué estoy haciendo aquí?!—Mouri seguía alterado, confundiendo a todos los presentes.

—¿Acaso no sabe nada Mouri?—preguntó Yusaku mientras se colocaba las gafas.

—Yo estaba en un restaurante con mi mujer, por eso no entiendo qué hago aquí—Kogoro se puso una mano en la barbilla, intentado recordar lo sucedido—. Aunque, recuerdo que después de comer algo me había entrado un sueño infernal...No me acuerdo de nada más.

Todos suspiraron de agotamiento, habían creído que Mouri estaba descansando tranquilamente porque se había tomado a la ligera lo que estaba sucediendo, pero la realidad era que no había recuperado la conciencia, hasta ahora.

«Vaya, todo el mundo acaba haciendo dormir a este hombre».Pensó Heiji con los ojos entrecerrados.

Luego, el detective del Oeste posó la mirada sobre Shinichi, quien al parecer se encontraba al margen de lo que estaba sucediendo a su alrededor, tenía el rostro en dirección a una esquina, y eso le dio a pensar que seguramente estaría pensando en Ran y en todo lo que le había contado ayer.

  «No lo debes estar pasando nada bien, Kudo». Pensó el moreno, poniéndose en el lugar del ojiazul.


                                                                                            ♤

Ryan a petición de la violácea, había colocado una mesa dentro de la sala para luego colocar algo de comida con la cual podrían desayunar los familiares de la joven cuando llegaran. El rubio sabía que no era nada fácil lo que estaba viviendo la karateca, con lo cual a pesar de que aquellas personas no fuesen sus familiares, haría todo lo que pudiera ser posible para que las cosas no salieran de su equilibrio. Era una situación complicada, así que estaría de apoyo en todos los momentos posibles por y para Ran.

—¿Qué haces, James?—preguntó Vermouth irrumpiendo en la sala.

—Preparar la mesa para cuando estén aquí los demás—él detuvo su acción para responder a la rubia—. ¿Y tú?

—Voy a salir de...Digamos que a patrullar—dijo Vermouth con su característica sonrisa.

—Que mujer tan servicial—halagó Ryan, volviendo en su labor.

—Obviamente, compañero, nos vemos—la rubia se despidió, abandonando la sala.

Al cabo de un rato, Ryan tuvo preparada la mesa.

—Bien, terminado—dijo, para seguido salir de la sala—. Ya es hora de despertar a los huéspedes. 

A pesar de ese toque de ironía, era consciente de que lo que venía podría llegar a afectar a una de sus más preciadas compañeras. Tenía claro que estaría a su lado durante ese momento tan difícil, no pensaba dejarla sola.

Ryan, estando absorto en sus pensamientos, ni siquiera se percató de que dos ojos de color violeta estaban posados sobre él.

—Te debo una, Ryan—susurró la joven. 

Ella realmente no podía negar del todo que deseaba ver a su familia, pero a la vez no quería hacerlo, pues no conseguía perdonar el hecho de que ni su padre, ni su madre se haya dado cuenta de que la persona que se había hecho pasar por ella, no era la verdadera Ran. ¿Cómo no se habían percatado de algo así? ¿Por qué tan de repente iba a tener unas ganas inmensas de marcharse de casa hacía cuatro años? No tenía sentido, sin embargo, no se habían dado cuento de ello; no tenían perdón. 

Dolía demasiado para olvidar y dejar el rencor de lado. 

A parte de sus padres, también estaba ese maniático del misterio, ese detective que amaba solucionar los casos que más se le resistían ¿Cómo era posible que no se hubiera percatado tampoco? Aquello también le decepcionaba aunque se lo negara a todo el mundo.

                            ♤

Ryan llegó al pasillo donde se encontraban descansando los familiares y amigos de la karateca. Cuando estuvo en la primera puerta, usó los nudillos para tocar, informando con su acción de que pensaba abrir la puerta para entrar.

—Buenos días, espero que su estancia haya sido agradable—dijo sin más, dejando a los varones con la palabra en la boca—. Síganme, por favor.

Éste no esperó ninguna respuesta, salió de la habitación de los chicos para luego dirigirse al cuatro en el que estaban mujeres. Cuando todos estuvieron fuera, Kogoro consiguió visualizar a su esposa y no le importó demostrar su felicidad.

—¡Eri!—gritó, corriendo para ir a abrazarla.

—¿A qué viene tanto grito?—replicó la abogada cruzada de brazos, pegando un corte al detective durmiente.

—Lo siento, estaba preocupado—Kogoro ignoró el rechazo de Eri y la abrazó de igual manera, pues su preocupación era más fuerte que su orgullo. La abogada se sonrojó notablemente cuando vio entre los brazos de su esposo.

—Que bonito es eL amor—dijo Yukiko, emocionada.

—Bien ¿Y ahora qué? ¿Nos va a contar todo?—preguntó Shinichi impacientado.

—Por supuesto, ha llegado el momento—replicó el rubio con una media sonrisa—. Síganme.

—¿Quién es este tipo?—cuestionó Kogoro, de repente. Ante su comentario todos se giraron, mirándolo molestos, añadiendo un sonoro "Shhhhh". No querían seguir perdiendo el tiempo así que vieron necesario mandar a callar al detective durmiente.

«Menuda gente...¿Pero qué bicho les has picado». Pensó Kogoro con los ojos entrecerrados.

Después, todos empezaron a caminar en silencio, se sentían bastante nerviosos y la verdad era que no sabían por qué, pero la sensación que tenían en sus pechos dejaba bastante claro que no sería nada bueno. Finalmente, llegaron a una amplía sala donde encontraron una mesa con el desayuno.

—Si les apetece, pueden comer algo—Ryan tuvo la intención de salir, pero Eri Kisaki lo detuvo.

—Disculpe ¿Dónde está mi hija? Me dijeron que también estaba aquí

Ryan sonrió sin abrir los ojos, se giró para enfocar la mirada sobre la abogada, quien mostraba en su rostro un evidente rastro de preocupación.

—No se preocupe, dentro de unos minutos estará aquí—esas palabras hicieron que Shinichi sintiera una punzada.

 «Heiji tenía razón». Realmente le costaba creer lo que estaba sucediendo.

El moreno y la chica con acento de Kansai, intercambiaron miradas cuando se dieron cuenta de que Shinichi, notablemente, había cambiado su expresión. Las cosas tenían toda la pinta de descontrolarse y el mal presentimiento que rondaba por sus pechos, cada vez era más grande.

—Gracias—agradeció la abogada, estando más calmada.

El agente, después de responder la pregunta de Eri, salió dejando solos a los demás para que desayunaran tranquilos en la sala. Cuando abandonó el lugar, pudo visualizar a la katateca, esperando apoyada en una pared del pasillo.

—¿Cuándo piensas entrar?—interrogó, colocándose en frente de ella.

—No lo sé, no siento que esté lista—Ryan cuando escuchó las palabras de su compañera, apoyo una mano en el hombro de la violácea, llamando de esa manera su atención.

—Ahora mismo están desayunando, puedes esperar un poco hasta sentirte mejor—quiso tranqulizarla—. No te preocupes, todo estará bien.

Ran suspiró.

—Eso espero. 

  Mientras todo esto sucedía, ninguno de los presentes en la sala tenia hambre, era de agradecer el detalle que habían tenido, dejando en la mesa el desayuno, pero la situación era demasiado tensa, con lo cual conseguía cerrar sus estómagos, hasta del mismísimo Kogoro el durmiente.                                       

En la sala yacía un insoportable silencio, solamente se escuchaban sus respiraciones, más los pasos de un lado a otro del joven castaño que sin poder evitarlo, tenía unas ansías enormes de saber qué había sucedido con Ran, y como mierda no había sido consciente de lo que realmente pasaba con ella.

Al parecer, la karateca había leído sus pensamientos porque segundos más tarde, entró dejándose ver. 

Shinichi abrió los ojos, impactado, sorprendiéndose de la presencia de la chica de cabellos largos, mirada violeta y fría, llevando puesto un mono oscuro que daba a relucir sus preciosas curvas.

—¿Supongo que no les sorprenderá demasiado el hecho de que sea yo quien esté aquí, verdad?—el tono de voz de Ran, era seco.

—Lo que sorprende es verte vestida de esa forma—respondió Shinichi, cruzada de brazos.


—Yo de ser tú no hablaría demasiado, Sherry—dijo Ran, sentándose en una silla.

—No me llames Sherry—gruñó la científica, formando con las manos dos puños.

—Lo siento, no volveré a hacerlo. Suelo olvidarme de que hay personas que les duele recodar que fueron traidores—la cruel ironía de la karateca, sorprendió a los presentes, sobre todo al detective.

—Cómo te...

—No importa el bando, has nacido con la esencia de la traición, Miyano—La violácea interrumpió a Shiho y siguió atacándola fríamente—. En cualquier caso, no he venido hasta aquí para hablar de ti, así que te agradecería que cerraras la boca.

—Ran—La llamó su madre—. ¿De qué tienes que hablarnos? ¿No me digas que estás metida algo peligroso?.—La castaña hizo una mueca llena de molestia.

—En primer lugar, quiero absoluto silencio, no pienso escuchar ni responder las preguntas de nadie hasta que no diga lo que deben saber—nadie pudo formular una sola palabra, pues estaban impactados. Ran sonrió—. ¿Entendieron lo que dije?

Pese a la confusión, todos asintieron a excepción de los jovenes de Osaka, quienes esperaban que la  actitud de la karateca iba a ser exactamente igual a la que estaban viendo en este instante.

Shinichi por su lado estaba teniendo un debate mental debido al cambio tan increíblemente brutal que había tenido la chica. Era evidente que esta Ran a diferencia de la que lo había tratado mal, era diferente. Tal como la vio, dentro de su cuerpo se había movido algo que le había dejado sin aire, y por si fuera poco tenía el corazón sufriendo una serie de punzadas que le impedían mantenerse perfectamente erguido. Ver a la mujer que siempre había amado en estas circunstancias estaban siendo muy difíciles para el y claramente la culpa comenzaba a apoderarse de su conciencia. Una y otra vez se preguntaba cómo había podido llegar a perderse un acontecimiento que tuviera relación con la mujer que ahora, era más fría que el hielo. De verdad, ¿Qué había podido pasar? o mejor dicho ¿Cómo había pasado todo esto? Necesitaba respuesta con suma desesperación, y las quería ahora.

Cuando el silencio rondó por la sala, ella empezó a hablar.

—Hace cuatro años fui víctima de un secuestro—Ran vio como su madre se tapaba la boca a causa del asombro, pero lo ignoró—.  Me tuvieron encerrada un largo tiempo mientras que, una mujer idéntica a mí se dedicaba a hacer mi papel. Os hizo creer que ella, era yo hasta que un repentino día os dijo que se marcharía de viaje. Esa era la mejor forma de hacer que mi desaparición fuese justificable y no sospechosa—«Dios mío». Escuchó de alguien la violácea— desde aquel entonces, ustedes no supieron nada más de la chica que se hacía pasar por mí.

—¡¿Quién demonios ha sido el que te ha hecho todo esto?!—gritó Kogoro, furioso.  

—¡Silencio!—Ran alzó la boca, dejando estático a su padre—. No quiero ninguna interrupción, no lo volveré a repetir.  

Cuando el silencio volvió a reinar, siguió con el diálogo.

—Al cabo de un tiempo, me salvaron de ese infierno; la policía interna me sacó de allí.  Al igual que yo, mi compañero Ryan también estuvo en las manos de esa organización; habíamos sufrido mucho, pero por suerte, al ser alguien que trabaja con la CIA, podemos tener su colaboración en contra de estos terroristas. Todavía no conocemos los motivos por los cuales nos han secuestrado, pero eso será algo que estaremos investigando hasta obtener una respuesta.

—Un momento, espera. ¿No crees que es demasiada información que digerir?—Shiho se quejó, mirando a Ran de reojo—. No podemos entender cómo ha podido pasar todo esto sin que nos hayamos enterado, sería una locura.

—Pues ha pasado—contestó la castaña, tranquila.

—¿Entonces quién era la chica que estaba con nosotros ayer?—interrogo Sonoko—. ¿No eras tú?

—Esa era mi gemela—Ran no puedo evitar añadir un tono burlesco en el comentario—. Dime, ¿ Esa Ran tenía una cicatriz como esta?—se quitó el pañuelo del cuello para mostrar una prueba que demostraría lo que estaba diciendo. Los presentes se quedaron horrorizados cuando vieron la impactante marca en el cuello de la chica, querían decir algo, pero simplemente no les salían las palabras.

—La de ayer era una impostora—informo el detective del Oeste.

—¿Y tú como puedes estar diciendo eso?—preguntó Shiho con el típico semblante que tanto la caracterizaba.

—Si lo estoy diciendo es porque la que supuestamente era Mouri, había intentado matarnos a Kazuha y a mí en la noche anterior—dijo Heiji, pegando un corte a Miyano—. Si no hubiera sido por Mouri en estos momentos no lo estaría contando.

—Heiji, tiene razón—Corroboró Kazuha—. Ran nos ha salvado la vida.

Shiho decidió no seguir hablando después de lo que había escuchado por parte de los jóvenes de Osaka.

—No puedo creer que haya pasado algo así—escuchó la karateca de los labios de Shinichi.

La mirada del ojiazul se tornaba sombría, tenía el cuerpo bastante tenso, sus manos temblaban con notoriedad, como si hubiera sufrido un calambre. Sentía impotencia e ira, tanto que apretaba los dientes hasta hacerlos chirriar; quería acabar con los miserables que habían sido capaces de hacerle daño a la mujer que tanto amaba, debía hacerlo.

—Todavía hay más cosas de las que debo haceros saber, pero lamentablemente no puedo seguir diciendo nada en este momento, ya que tengo que irme...Tengo cosas que hacer—la castaña se levantó con la intención de abandonar la sala, pero Eri la detuvo sujetándola de la muñeca. Kogoro también se acercó y sin pensarlo dos veces, las rodeó a ambas con los brazos en un cálido abrazo. El hecho de saber que su propia hija había sufrido tanto les dolía en demasía, y por ello las ganas de llorar se hicieron inmensas, tanto que lo acabaron haciéndolo.

A diferencia de Eri y Kogoro, la karateka no había correspondido al abrazo de sus padres; no era que los odiase, pero mentiría si dijera que no sentía ningún rencor hacia ellos. Habían sido muchos años en los que había vivido escondida de una organización, teniendo que soportar el dolor de saber que sus padres no se habían percatado de que estuvieron creyendo que su hija, era una impostora. 

Sin dudar un segundo, les apartó de un pequeño empujón, dejándolos totalmente confusos por la inesperada acción.

—Tengo que irme—les dio la espalda para seguido caminar.

—Hija—dijo su madre entre lágrimas.

—Ran, espera—su padre la llamó pero fue ignorado.

Era demasiada información para asimilar, tenía que dejarlos solos para conseguir que fueran conscientes de la mala situación.

Una vez fuera de la sala, decidió ir por el pasillo de la izquiero, pero dos brazos, rodeándola por la espalda con fuerza, se lo impidieron.

—Ran...—susurró Shinichi.  Pese a no haberlo visto, esa fragancia había hecho que lo reconociera, era demasiado fácil saberlo cuando hacía unos años ese perfume había sido algo que la hacía perder el control en varios momentos; sí, todavía lo recordaba.

Aun así, no podía perdonar todo lo que le había hecho, la había traicionado y eso era algo que jamás podría olvidar, más todavía cuando ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba pasando con ella.

Sin pensárselo dos veces le propinó un fuerte golpe en el estomago con los dos codos, haciendo que el ojiazul cayera al suelo de rodillas, respirando con dificultad.

—¡Kudo!—gritó Hattori al ver el golpe que le dio la karateka al castaño—. ¿Estás bien?—se puso a su altura para comprobar el estado en el que se encontraba.

—Ra-Ran—el detective del Este, posó sus ojos en la muchacha que había comenzado a caminar. Cuando escuchó su nombre, se giró dando a relucir su desprecio.

—No vuelvas a acercarte a mí


Después de esas palabras, volvió a emprender su camino; las cosas no estaban siendo nada buenas.

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