Li:fe A.M

By touchmx

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Las mejores cosas suceden en la madrugada, mientras dormimos. #Novela #Juvenil #adolescentes More

01; ❝El moco de Ashton Cooper❞
02; ❝¡Eh, Annie Jane!❞
03; ❝Profesora piernas-de-pollo Reynolds❞
04; ❝Tú eras mi problema❞
05; ❝Perdámonos juntos , Powell❞
06; ❝Marie no tenía idea de nada.❞
08; ❝Te he descubierto❞
09; ❝¿Apuestas, nena?❞
10; ❝Supongo que...¿Lo siento?❞
11; ❝Olvida el papel reciclado❞

07; ❝Héroe de las cavernas❞

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By touchmx

"Capítulo siete"

"Héroe de las cavernas"

Estaba en la oficina del director, mirando un punto inexistente en el suelo con la carpeta del proyecto de la revista en mis manos. Completamente rechazado.

De repente haber hablado sobre la falsa amenaza de suicidio de Rebecca parecía más coherente que la mención de los gusanos de papa en una sopa.

Estaba abrumada por el anterior regaño por parte de mi tío que irónicamente también resultaba ser el director. "Deposité mi confianza en ti y no supiste aprovecharla" fueron sus palabras antes de retirarse a una junta de profesores. No sabía qué significaba eso con exactitud. Tampoco quería averiguarlo.

Tal vez parecería una exageración temerle a una sanción —y a un posible cambio de puesto como presidenta del periódico, pero prefería no pensarlo— Pero una semana era demasiado tiempo perdido, suponiendo la consideración del director, claro.

Tenemos contrato con la empresa papelera, cada día llegan pilares de hojas en blanco, no podemos cancelar dos días de envío, mucho menos una semana o dos. Los cartuchos de tinta también estaban dentro de un contrato. Nos ayuda a minorar los costos si compramos en mayor cantidad y aseguramos todos los días.

Se venían gastos que no podía mantener si no tenía una entrada de dinero y no podía esperar que los chicos contribuyeran de su bolsillo cuando me lo habían advertido y preferí no escucharlos.

Mi estómago se contrajo y adiviné lo que sucedería cuando al entrar a la cafetería me encontré con una única persona: La cocinera, durmiendo sobre uno de sus brazos mientras que una espátula metálica colgaba de su manos sobre una ensalada sin tocar. A su lado se encontraba un manjar de distintos tipos de comida que, otro día no hubieses encontrado a la entrada de clases, los jugadores de baloncesto llegaban antes que todos y devoraban todo a su paso.

Más adelante sobre el juego de baldosas negras y blancas se encontraba un letrero que ponía "Sopa gratis" pero tampoco pareció alentar a los jóvenes clientes.

Toda la comida se echaría a perder si no hacían algo con ella antes de la noche, los calores en esta época eran insoportables y fuera del refrigerador no duraría mucho. Lastimosamente, Méredith no era la única cocinera, y pasando la puerta no sólo se encontraban las demás, sino que también el servicio de limpieza particular de la cafetería esperaba para hacer su trabajo.

Lo único a favor era que las máquinas expendedoras de comida chatarra empaquetada y bebidas sin alcohol estaban vacías. Al menos una pequeña ganancia habían sacado.

¡Por favor! Sólo habíamos mencionado a unos simples y comunes gusanos nadando en la sopa de un estudiante de primero. Con lo ingeniosos y desconfiados que solían sobre sobre nuestros reportes me sorprendía que nadie haya pensado que era una broma.

Unos gusanitos blancos no eran tan malos, ¿Verdad? Fue un simple e insignificante descuido y quizás un mal lavado de las verduras, pero nada más.

Además, ¿Qué clase de persona almuerza sopa en una escuela donde no tienes la supervisión de tus padres pidiéndote que comas sano?

(...)

—De ninguna jodida manera —insistió. Sacudí la cabeza y traté de formar los gestos más convincentes.

Le sonreí.

—Lo haré igual amigo, no quiero tu ayuda, de verdad. Puedo con esto.

—¿Ah sí? ¿Igual que cuando creíste que podíamos con el reporte? —Borré mi sonrisa y rodeé los ojos. — De cualquier manera, ¿Cómo harás? ¿Empezarás a trabajar? — Asentí y el me miró con burla. Lo asesiné cincuenta veces en mi cabeza, en serio, fueron sin cuenta. — Mhm, y dime, ¿Quién le dará trabajo a una menor de dad que pasa prácticamente todo el día en la Universidad? Al menos que quieras trabajar en un bar nocturno de mala muerte, es no va a ser posible.

De hecho...

Unos fines de semanas atrás, cuando salimos de la ciudad para visitar a la tía Rose Marie, a un costado de la carretera había un letrero con un número telefónico, con el cual comunicarse para servir de camarera en un bar.

El horario me iba bien, aunque la paga debía ser malísima, pero teniendo en cuenta que no tenía que pagar ni comida ni estadía, sólo juntar para pagar la cuota de la sanción, y reponer el papel y la tinta que no usaríamos, me iba bien.

Daniel Powell, mi padre, era una persona de respeto a simple vista. Sus ojos verdes y la juventud que emanaba con sus cuarenta años hacían a cualquiera dudar de su personalidad, pero sólo era cuestión de hablar dos minutos para darte cuenta que era totalmente inofensivo. Apasionado por la fotografía casi tanto como por la medicina, le había encontrado una estrategia por manejar a la vez que le sacaba fotos a todos los paisajes que le parecían interesantes.

Lo había escuchado maldecir, —claro que luego se disculpó por decir esas "barbaridades" frente a mí— porque un cartel había echado a perder la fotografía de un cerro con árboles de pino en el fondo.

Y cuanto agradecía que haya hecho eso ese día.

Aún así no se veían claramente los números y sabiendo que Jayden se negaría a ayudarme abrí el reconstructor de imágenes y acerqué la foto, encontrándome con una avalancha de píxeles que aún no se cómo logré recomponer.

Incliné mi cabeza para estar segura que estaba en el lugar correcto. Si antes pensaba que esto era un bar de mala muerte estaba equivocada. Esto era un bar de mala vida.

Al entrar se hizo evidente el olor a cigarrillo y a alcohol. Los detestaba a ambos así que predije que mi estadía aquí sería una tortura. Las paredes tenían zonas mal pintadas e incluso en lugares se veían ladrillos que no se preocupaban por ocultar, ni siquiera con algún mueble.

El salón era grande, y estaba dividido en distintas secciones, poker, pool, bebidas y un escenario. Tenía la apariencia de que alguna vez fue un buena lugar, pero ahora mismo daba la impresión de que el dueño había quebrado.

Mis zapatos hicieron eco en la madera desgastada del suelo, y capté alguna que otra mirada de los clientes de se hallaban caídos, porque recostados no estaban, sobre la barra. Les sonreí incómoda.

Estaba a punto de darme la vuelta para largarme de aquél lugar cuando una mano apretó mi brazo, fuerte.

—Apenas llegas ¿y ya te vas, muñeca? —Lo primero que vi fue una hilera de dientes mal cuidados y amarillos, para instantes después recibir una oleada de mal aliento con alcohol. Sacudí mi cabeza en cualquier otra dirección, tratando de esquivarlo.

—Déjala en paz, Roggy.

Cuando el individuo se volteó una peli-roja se interpuso en mi campo de visión y entendí porque "roggy" le hizo caso.

Claro que si te dejas ir por los prejuicios, tu prototipo al mencionar "peli-roja","pecas" y "baja" será un adorable duende que tomó sol con un colador, incapaz de dañar a alguien. Pero era totalmente lo contrario. Una mirada amarilla le llenaba la cara, sus ojos contrastaban con la tenue luz y me hizo parecer insignificante a su lado.

Vestía unos pantalones oscuros y una blusa suelta, blanca.

—Tú debes ser Crowell. Estás prácticamente contratada. Nadie se ha presentado aquí desde que se busca camarera, y llevemos meses necesitándola —Su voz era firme, pero no dejaba de descargar burla en cada palabra, como si creyera que era un indefenso animal que no duraría allí ni un día.

—Es Powell —Corregí. — Eso es genial. ¿Cuando empiezo?

Ella revoloteó los ojos y me dijo "Es obvio" con ellos, aunque le sonreí y asentí no tenía ni la más mínima idea de que a qué se refería.

—Llegas en un buena día. Un día se realizan un par de... apuestas, peleas para ser más específica.

—¿Qué? ¿Eso no es ilegal?

—Lo es, pero nos pagan doscientos dólares adicionales en la pelea por mantener silencio —estuve a punto de balbucear palabras porque no estaba segura si esto estaba bien, pero una pieza de un disfraz extraño se colocó ante mí.— Este es tu uniforme.

Reí, pero su rostro no dudó y me asusté. Yo no usaría aquello en bar.

El sonido de una campana llamó nuestra atención y ella señaló con la cabeza sobre mi hombro para que me volteara.

Dos hombres musculosos y algunos tatuajes tribales en sus cuerpos, que suponía tan sólo eran para darle un aspecto más misterioso.

Se había formado una ronda de unas quince perdonas alrededor y no sabía de dónde habían salido, poco a poco comenzaron a sumárseles más.

Según escuché el ganador obtendría 2.000 dólares. No era la gran cosa, o bueno, supongo que sí pero no como para arriesga tu cuerpo par eso, sobretodo si arriesgarlo involucra dolor, huesos rotos y mucha, mucha sangre.

Sangre como la que se escurría por los labios del hombre rubio, y sangre como la que goteaba la ceja del moreno. Mi apuesta sería que dentro de algunos minutos sus rostros estarían tan hinchados que parpadear no sería necesario, pues sus ojos estarían tan cerrados que no lo necesitarían.

—Ve, ve, ve que los tragos no se servirán solos —Recargó una bandeja llena de vasos con bebidas doradas y azules. —Por hoy tu uniforme pasará desapercibido, así no importa demasiado.

Abrumada me acerqué desconfiada a la ronda, en el camino los vasos fueron siendo arrebatados e intercambiados por algunos billetes verdes. Estoy segura que estaban tan interesados en la pelea que ni siquiera veían la cantidad que depositaban, mas no me quejaba. Uno de los oponentes empujó al otro y la multitud se dispersó, pero enseguida volvieron a su lugar.

En estos momentos era de esos en los que amas el periodismo con la vida y lo aprecias muchos. Me compadecía completamente de aquellas que trabajaban en bares.

Le eché un vistazo a la hora en mi reloj de mano y los minutos se hicieron insufribles al ver que nunca pasaban, pero respiré aliviada cuando la discordia acabó.

Unas horas más pasaron e iba adaptándome un poco más a todo el rollo. Tristan, era algo así como el barman que hacía los cócteles y servía las bebidas para que Erica, la pelirroja, y yo las entregásemos.

No hubieron más peleas, o como los llamé yo, percances por el resto de la noche. Los clientes estuvieron satisfechos y cuando tocó repartir otras bandejas Erica lo hizo, ya que yo con aguja, hilo y una tijera le daba pequeños retoques al uniforme porque la verdad parecía un delantal de una mucama de una mala película de los ochenta.

Sólo deseaba y esperaba con ansias que al llegar a casa, papá pasara mi ausencia desapercibida.

—¡No, joder, no, tío! —Exclama alguien en un grito desesperado. Un chico del cual cuya figura no soy capás de distinguir, forcejea que con hombre robusto, lo retiene.

Alguien a mi lado suspira.

—Y ahí lo tienes. Un héroe de las cavernas, salvando a su tío, un alcohólico adicto a apostar que intenta meterse en una pelea para ganar 2000 dólares, olvidando que su contrincante es más joven, musculoso y de una resistencia envidiable.

El "héroe de las cavernas" voltea y reconozco sus ojos familiares.

Nathaniel, ¿Qué haces aquí?



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