The wolf freedom

By NancyACantu

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Lucy, una esclavizada prostituta de Alaska, siempre ha deseado dejar de ser la asombrosa y sensual Alexa, aqu... More

Notas del autor
1. Jugaremos una ronda
2. Mientras que el lobo no está
3. Y si el lobo aparece
5. Lobo, lobito ¿estás ahí?
¡Sorpresa!

4. A todos los comerá

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By NancyACantu


Cuando despertó no pudo moverse al tener a Jayden sobre ella. Él estaba dormido y tenía una sonrisa grabada en sus labios. Lucy no pudo evitar pensar en todas las veces que lo habían hecho la noche pasada.

Le había aruñado la espalda, chillado en el oído e incluso se había dejado maniobrar con gusto. Pensó que ser prostituta le había dejado algo tocada al ser increíble que quisiera repetirlo de nuevo.

Miro las heridas que le había hecho y no pudo evitar esconder que le había encantado. Pensó por un segundo que no sería tan malo quedarse. Tendría comida, agua y un buen hombre esperándola en la cama. Suspiró sabiendo que esa no era la libertad que buscaba pero algo era algo. Ya no tendría que bailar ni acostarse con tantos hombres. Y quién sabe, tal vez hasta le gustaba al final.

Pasó unos minutos observando detenidamente a ese hombre que tenía el cabello ondulado y era bastante musculoso. Sabía que era el líder en esa manada ya que podía hasta respirar el respeto y miedo que le tenían los demás.

Recordó lo que había pasado ayer: como Jack no se había atrevido a tocar su cuarto y las palabras del hombre lobo. ¿Quién era Darren? ¿Qué era eso del omega? Trató de seguir pensando pero cuando aquel hombre comenzó a moverse, restregándose en su pecho, no pudo evitar aguantar la respiración. Fijó su mirada en aquellos ojos verdes que la miraron con un deje travieso. Quiso decirle algo más él la calló con una lamida en sus labios.

—¿Qué estás...?

—¿Quieres desayunar? —preguntó Jayden, tan casual que hasta se olvidó que estaba desnuda frente a él.

—Yo... sí, supongo.

—Digo, deberías estar hambrienta por todo lo que me hiciste anoche.

Lucy enrojeció.

—¡No te hice nada!

—Sí, claro.

Sintió como el peso de aquel hombre se desvanecía. Ese escultural cuerpo apareció frente a ella. Lucy no pudo evitar taparse, sabiéndose pequeña. ¿Realmente había estado con eso? Dios, esto era demasiado para ella.

—Te esperaré abajo.

—Está bien —tartamudeó un poco mientras le veía ponerse los bóxers.

Dejó que se fuera para poderse dar una pequeña ducha. Tomó las primeras prendas que había visto en el armario y aunque se sintió tonta por cómo iba vestida, bajó las escaleras esperando que aquellos pantalones holgados no se le cayeran.

Entró a lo que supuso era el comedor por escuchar voces y risas. Cuando puso un pie dentro, Ruby dejó de masticar. Sintió una fiera mirada que reconoció como envidia. ¿Cómo lo sabía? Lo había visto de muchas chicas en el prostíbulo y a Lucy no se le hizo una novedad que tal vez ella la odiara. Estaba acostumbrada.

—¿Cómo te la pasaste ayer? —Lonan soltó aquello divertido.

—¿Perdón?

—Parece que se la pasó muy bien, ¿no? —Jayden también se bufó.

Al escuchar la risa carismática de Lonan, Lucy no pudo evitar ponerse roja como un tomate.

—Parece que será nuestra beta.

—¿¡Ella!? —Ruby chilló—. Por favor.

—Será la beta. —Todos enmudecieron con la declaración de Jayden. Lucy no sabía de qué estaban hablando—. Espero que escojas pronto a tu delta, Lucy.

La pelirroja enrojeció al recordar cómo sabía su nombre. ¿Por qué se le había ocurrido presentarse mientras lo hacía con él?

—¿Mi... delta? —Lucy trató de cambiar de tema—. ¿De qué estás hablando?

—Valeria, explícaselo. Jack, tengo que hablar contigo.

Cuando Jayden se paró de la mesa, los demás hicieron lo mismo. Lonan se fue con Ruby al ser ella, quién no quiso permanecer en el mismo cuarto que la pelirroja. Lucy se quedó algo anonada pero no le importó mucho. Valeria la miró con una media sonrisa al verla tan perdida.

—Bien, cómo pudiste ver, Jayden es nuestro alfa —soltó Valeria cuando no hubo nadie en el comedor y la invitaba a comer un pan con mantequilla en la mesa—. Jack, es nuestro celta y la mano derecha de Jay.

Lucy se sentó en la mesa, escuchándola.

—Los gamma somos soldados y el omega quien trae provisiones.

—¿Qué es el delta?

—Solo será la niñera que cuidará a los críos del alfa y la beta.

—¡¿Qué?!

—Bienvenida a la manada. —Valeria le sonrió mientras le dejaba un jugo de naranja frente a ella. Lucy no pudo evitar parpadear sin creérselo del todo todavía. ¿Jayden quería tener hijos con ella? ¿Pero si recién habían hablado anoche?

—Deberías de ver tu cara. —Escuchó una risa a su lado.

—¿Por qué yo?

—Digamos que Jay quiere que seas su luna.

—¡Espera, yo no soy cómo ustedes! Es decir, la luna no puedo ser yo.

—Ah, no te preocupes por eso. —La del pelo corto le sonrió—, eso lo puede arreglar Jayden.

—¿Arreglar?

—Cuando sea el momento, claro. Qué bueno que pronto tendremos luna llena, ¿no?

Lucy, al ver que se sentaba al frente, no pudo más que reír nerviosamente. Esto era demasiado para ella.

—A ver, ¿cómo podría pasar eso? Es decir, eso no se puede. Las reglas de la naturaleza...

—No duele tanto —la interrumpió—. Te lo digo por qué a mí me transformaron por error hace tiempo. Tal vez soy gamma ahora, pero Jayden prácticamente me salvó de ser un omega en otra manada. Y créeme, nadie quiere ser el omega.

Lucy guardó silencio mientras comía. Esto sobrepasaba sus límites.

—Jay es un buen hombre, ¿sabes? Siempre ha tratado de que nuestra manada crezca, sea fuerte y reconocida para evitar disturbios pero sin una beta, eso era casi imposible. Es increíble que haya encontrado a su beta en algo que creía perdido como su luna.

La pelirroja la miró sin entenderla.

—Yo no puedo olerlo, pero él dice que desprendes un olor indescriptiblemente dulce. Cuando te unas a nosotros, sabrás de qué hablo.

Lucy respiró pesadamente. Esto realmente sobrepasaba sus límites.

—Creo que tengo que pensarlo —Se paró de su asiento, dispuesta a salir de aquella cabaña.

—¿No irás a escapar de nuevo?

—No, yo... —soltó tan rápido como pudo—. Solo necesito aire. Esto es demasiado para mí.

Valeria no dijo nada cuando Lucy salió de la cabaña. El aire gélido de Alaska la hizo mirar a los árboles blancos con cierta melancolía. ¿Por qué se sentía tan atrapada de nuevo? Se sentó frente a las viejas escaleras de madera al saber que la loba aún la miraba. Respiró con profundidad y cerró los ojos cuanto pudo.

Tenerles envidia a los lobos no pudo haber sido un error más grande.

¿Libertad? Solo los alfa tenían algo así y ahora ella se convertiría en la prisionera numero uno de ese hombre. Lágrimas silenciosas le recorrieron las mejillas al sentirse, sin saber porqué, traicionada por dentro.

Esto no era lo que ella quería.

Se tapó el rostro tratando de pensar, de ser positiva. Sí, Jayden le parecía un buen tipo pero no lo conocía. Tenía miedo y no podía pensar en esa transformación de la que Valeria le había hablado. No quería esclavizarse de nuevo, no quería transformarse ahora en un engendro.

Unas pisadas a su costado le hicieron dejar de llorar. Miró hacia al frente con fuerza, topándose a un hombre de cabello largo que la observaba con recelo y desconfianza.

—¿Quién eres tú?

Lucy tragó saliva. Brazos llenos de bayas, heridas por todos lados. ¿Este era el omega?

—¡Oh por Dios, Darren! —Valeria apareció tras ella—. ¿Qué te ha pasado?

—¿Quién es ella?

—Nuestra beta.

Lucy, con todo y ojos rojos, miró de nuevo a aquel hombre. Darren parecía estupefacto con la noticia. Sintió sus ojos oscuros clavarse en ella. ¿Estaba enojado?

—¿Dónde está Jayden?

—En el estudio.

—¿Pero qué te ha pasado? —Valeria volvió a insistir.

—Valeria, escúchame. Estamos en peligro.

La palabra peligro hizo que Lucy dejara de pensar. Volvió su mirada en el hombre herido que no hacía más que tratarle de explicar algo a Valeria que ella no entendía.

—¿De qué estás...?

Un aullido los calló a todos. Dos, tres... tal vez cuatro. ¿Cinco, quizás?

Los presentes voltearon hacia el bosque. Lucy, inclusive aunque no sabía nada de su mundo, supo que algo iba muy mal. Esos aullidos se habían escuchado tan diferentes. Tan amenazantes.

Se sintió presa de un sentimiento de alarma. Los aullidos continuaron y cada vez más cerca. Cuando quiso preguntar qué pasaba, pudo ver en los ojos de Valeria que algo muy malo estaba por pasar.

—Invasión. —Jack apareció—. Prepárense, no dejen que se acerquen.

—¿Qué está...?

Un crujido de huesos la silenció. Valeria fue la primera en dejar sus rasgos humanos. Su columna se quebró frente a ella. Sus dedos comenzaron a hacerse garras y su boca se convirtió en un hocico grande de donde enormes y filosos colmillos salieron amenazantes. Un hermoso pelaje castaño la cubrió entera y dos pequeñas orejas se formaron sobre su cabeza.

Lucy chilló un poco por la sorpresa pero no dijo nada cuando los demás la imitaron y partieron sin ella. Antes de que pudiese decir cualquier cosa, dos lobos más salieron.

—Quédate en la casa —Jay salió al final—. ¡No salgas!

Ella afirmó con su cabeza antes de ver cómo un lobo negro, más grande que los otros, partía intentado comerse a los demás.



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