Había llegado a una nueva escuela y no me estaba yendo bastante bien. Mis compañeras me rechazaron al instante en que puse un pie en el salón y me juntaba con unas niñas que me detestaban pero no quería estar sola. Era tan miedosa.
Los días pasaron, las semanas...puede que un mes para que dejaran de ignorarme por completo en mi grupo.
El lunes llegó y por más extraño que fuese llegué temprano.
Había sólo una niña entre cuarenta personas que me hablaba, y era sólo mientras nadie la viera.
Estuvo preguntando acerca de mi familia, de que escuela venía, que cosas me gustaban hacer hasta que hizo la pregunta. Esa pregunta.
─Hey ¿ese chico no es pariente tuyo? Se parece mucho a ti.
Fruncí el ceño y seguí su mirada hasta que me topé con Alonso Villalpando sonriendo ampliamente.
Por segunda vez, sentí que me quedaba sin aire y la única manera de seguir viva era si seguía viendo su sonrisa.
En todo el día no había podido sacarme la sonrisa de Alonso de la cabeza. Me sentía completamente feliz y me importaba poco si nadie quería hablar conmigo... la sonrisa de Alonso fue suficiente para darme ganas de regresar a la escuela al día siguiente.