Rompiendo Promesas

By Writing_on_Dreams

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"Hasta que la muerte los separe" Christian Harris había rehecho su vida con Mila Rogers. Se habían enamorado... More

Prologo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciseis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidos
Capítulo Veintitres
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiseis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y Ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo Extra
SEGUNDA PARTE

Capítulo Cinco

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By Writing_on_Dreams

VERA

Había sido una de las cosas más difíciles que pude hacer en mi vida. Alejarme de Christian como lo había hecho fue una completa tortura, pero era él quien había ocasionado todo ese daño y eso era algo que no podía perdonar, sobre todo porque él nunca tuvo la decencia de decirme la verdad sobre sus padres. Al contrario de eso, llegué a enterarme un tiempo después de mi accidente donde todos me creían muerta, algo que llegó a convertirse en mi bendición cuando pensé que había sido una maldición.

Nunca supe la forma en la que llegó a sustituirme un cuerpo ajeno en la explosión de mi auto, ni tampoco supe quién fue la persona que estaba ahí, pero no podía dejar pasar una oportunidad así. Al principio quise ir detrás de Margaret Harris, pero si lo hacía no tendría forma de defenderme como hasta ese escaso momento la tuve. A aproveché el hecho de que todos pensaron que había fallecido y dediqué todo mi tiempo a buscar pruebas, pruebas que, sin dudarlo, utilizaría en contra de los Harris para llevarlos a la ruina como lo hicieron con mi familia.

Conduje por las afueras de la ciudad durante varias horas, hasta que decidí estacionarme fuera de un restaurant para cenar. Al entrar, me senté en una mesa del fondo y me dediqué a ver el menú, al menos hasta que una figura masculina se sentó en frente de mí, robándome la poca paz y paciencia que me quedaban. Suspirando, bajé el menú encontrándome con Javier Harris.

—¿Desde qué jodida calle me sigues? —pregunté fastidiada.

—Más o menos desde los dos primeros kilómetros —se encogió de hombros.

Solté un suspiro.

—¿Qué quieres?

—Que hables con mi hermano —respondió mirándome fijamente —. Vera, él sufrió mucho cuando te fuiste.

¿Qué todos esperaban que me llenara de compasión después de lo que me hicieron? El cinismo abundaba en esa familia sin duda.

—¿Y crees que yo no sufrí cuando me enteré de lo que hizo conmigo solo para conseguir el terreno de mi padre? —pregunté con un jodido nudo en la garganta. Debía contener las lágrimas, ya no podía llorar más.

—Él no sabía nada —contestó molesto—. Nadie de nosotros sabía eso hasta que llegaste a la casa a gritarle a mi madre como una loca.

No le creía, simplemente no podía hacerlo. Todos en esa familia sabían sobre la estafa hacia mi padre; todos menos mi familia.

—En primer lugar, ella se lo buscó —respondí furiosa—. Segundo, ¿acaso no querían encontrarme?, te recuerdo que tu hermano pidió cámaras por todo el cementerio.

Javier se tensó en ese instante y yo sonreí. Ninguno de los Harris esperaba que estuviera un paso adelante.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó alarmado.

—No soy estúpida, Javier. Ustedes estaban tras la lápida de mi padre, los escuché cuando iba a visitarlo —rodé los ojos, aburrida.

—Ok, ok, basta de juegos, Vera —tomó mi mano y la quité inmediatamente, pues no quería ni su cercanía—. Bien, veo que no me quieres cerca.

—Ni a ti, ni a nadie de tu familia, por si no te había quedado claro —respondí secamente.

Javier soltó un pesado suspiro.

—Solo te pido que hables con Christian, que se aclaren, solo eso, Vera, ya después, puedes hundirnos si quieres. Lo único que te pido es que cierres este ciclo con mi hermano, porque estoy seguro de que si no lo haces él va a enloquecer y yo no quiero verlo de esa forma otra vez.

—Claro que voy a hundirlos. No creas que porque vaya a hablar con tu hermano mi amor renacerá y dejaré en paz a tu madre —lo miré fijamente y este esbozó una sonrisa.

—¿Qué? —pregunté confundida.

—Sí hablarás con él —su sonrisa se ensanchó más.

Maldita sea.

—No me queda otra opción, en algún momento tendré que hacerlo y prefiero hacerlo ahora antes que en un juzgado donde mis deseos de asesinarlo serán más grandes —me levanté de la mesa ya sin apetito.

Caminé lejos del restaurant hasta mi auto, subí y pensé en las palabras de Javier.

¿De verdad Christian sufrió cuando me fui?

No, no puedo desviarme de mi propósito.


Después de manejar durante varias horas, llegué a casa encontrándome con Bruno, mi pastor alemán. Él era lo único que me quedaba en este mundo, y aunque sonara bastante trágico, para mí no lo era, pues era mucho mejor que los seres humanos que me rodearon y destrozaron la vida como nadie. El perrito movió su cola, animado y yo solté una risita, acercándome a él.

—Hola grandote —sonreí al ver al animal mirándome atento.

Había sido un regalo de Christian, el único buen regalo que recibí de él y que tuve que recuperar con gran hazaña, pues al darme por muerta, llevaron a mi mascota al refugio, listo para ser sacrificado.

—¿Te gusta? —sus manos tomaron mi cintura por detrás mientras yo observaba al perrito jugar.

—Sí —sonreí y acaricié sus brazos.

Christian se alejó entrando a la tienda de mascotas. Minutos después salió con el cachorro en sus manos, sorprendiéndome. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pues siempre quise un perrito, pero jamás tuve la oportunidad de tenerlo hasta ese momento.

—¡Oh, Christian! —me lancé a sus brazos, emocionada.

—Él es Bruno —sonrió—. Y cuando yo no esté, él cuidará de ti. ¿Entendido?

—Sí —respondí con lágrimas asomándose por mis ojos mientras sostenía al pequeño en mis brazos.

Luego de darle cariño y alimento a Bruno, tomé una ducha y me acosté dispuesta a dormir cuando recibí un mensaje de texto. En cuanto vi al emisor del mensaje, mi estómago dio un vuelco y miles de sensaciones despertaron dentro de mí. Leí el mensaje detenidamente, pero con la cabeza a punto de estallarme.

"Me alegro que aceptaras hablar conmigo, ¿puedes mañana a las 7:00 pm? -Christian"

Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

"Ahí estaré. -Vera"

Sabía que me arrepentiría de eso después, más que nada porque mi amor por él no había muerto del todo. Sin embargo, le di enviar, y a los segundos recibí otro mensaje que me dejó completamente helada.

"TE AMO"

No.

No necesito que él me diga esas cosas.

No cuando mi único propósito es acabar con su legado.

El hacerlo me tomaría muchísimo tiempo, pero luego de todo lo que pasé y el infierno que me tocó vivir, me había vuelto paciente e indestructible, pues cuando te toca morder el polvo y renacer de las cenizas, todo dentro de ti cambia y te vuelve mejor o peor persona, y aunque sabía que todo mi plan podía llevarme a la perdición, no dudé ni un segundo en hacerlo, pues si lograba ganar esa guerra, mis futuros hijos tendrían algo con lo que podrían enfrentar el mañana y esa era mi mayor motivación.

Para eso regresé de la muerte.

Solté un suspiro mientras me miraba al espejo, detallando cada facción de mi rostro. Cambié tanto que es imposible tratar de dibujar a la Vera que verdaderamente murió en ese accidente de tránsito. Bajé mi cepillo y me di la vuelta, lista para salir de mi hogar y enfrentar a Christian Harris. Me coloqué mi abrigo y salí, dispuesta a acabar con todo ese tormento.

Conduje por la carretera completamente ajena al mundo, mi mente se encontraba en un trance donde solo lograba recordar fragmentos de mi amorío con Harris. Todo era vívido, desde su sonrisa hasta las veces en que nos unimos en uno solo. Mis manos apretaron el volante, pero de la rabia al no poder controlar mis sentimientos del todo. Odiaba no poder tener el control de ello, pues eso me volvía débil, y no digo que sentir sea de personas débiles, pero bajo estas circunstancias esos sentimientos y emociones eran lo menos que necesitaba.

Estacioné mi auto y bajé, tecleé un par de cosas en mi celular mientras entraba al local donde Christian me citó. Solté un último suspiro y revisé el sitio, hasta que él me llamó y nuestros ojos se encontraron. Resignada a poder controlarme totalmente, me senté frente a él.

—Terminemos con esto —solté en otro suspiro.

Christian me miró durante varios segundos, probablemente nervioso, y no lo culpaba. Aunque estuviera furiosa, eso no quitaba el hecho de que sintiera cierta pena al ver como trataba de encontrar las palabras adecuadas luego de que me creyera muerta. Hasta cierto punto no sabía que tan involucrado estuvo en ese accidente y quizá no fue su culpa, pero no podía confiar en eso.

—¿Cómo estás? —preguntó preocupado.

—Podría estar mejor —mi respuesta fue honesta. La verdad es que no quería estar sentada frente a él, pero así resultaron las cosas.

Él se encontraba en un conflicto de emociones interno, pero eso no lo detuvo a preguntar lo siguiente.

—Vera, yo, joder, ¿por qué lo hiciste? —su mirada mostraba sufrimiento.

¿Es que no podía recordar la humillación que esa jodida mujer me hizo pasar?

Nena, ¿podrías traerme un vaso de Coca-Cola? él preguntó mientras me besaba, yo sonreí y asentí.

Claro, amor me levanté y me dirigí a la cocina.

Grave error.

Margaret Harris entró al mismo tiempo que yo y me observó con la típica mirada de odio que reservaba exclusivamente para mí. Traté de ignorarla y tomar un vaso, pero ella pasó a mi lado rozándome y todo se vino abajo en cuestión de segundos. Al instante en que el vaso se quebró en mil pedazos, Margaret se dirigió a mí y me tomó del cabello.

¡Mira lo que hiciste, pobretona estúpida! su voz resonaba por todas partes.

Discúlpeme, señora, y-yo voy a recogerlo mi voz se quebró.

De pronto, su mano viajó directamente a mi mejilla, pero antes de que pudiera reaccionar en defensa, ella se aprovechó de su ventaja y me empujó, provocando que cayera al suelo.

¡Agh!

¡Perra oportunista! Solo sirves para joderle la vida a mi hijo chilló—. ¿¡Hasta cuándo dejarás de enrollarlo con tu asqueroso cuerpo!? ¡Zorra!

Sin poder soportar un segundo más en esa maldita casa, salí de la cocina con mi labio lleno de sangre y mi rostro hinchado por las lágrimas. No fue hasta el instante en que vi a Christian totalmente estático en su sitio que sentí mi corazón romperse en mil pedazos. Decepcionada de su actitud, lo miré durante varios minutos en silencio hasta que tomé una decisión.

Se había acabado para los dos.

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