Rompiendo Promesas

By Writing_on_Dreams

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"Hasta que la muerte los separe" Christian Harris había rehecho su vida con Mila Rogers. Se habían enamorado... More

Prologo
Capítulo Uno
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciseis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidos
Capítulo Veintitres
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiseis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y Ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo Extra
SEGUNDA PARTE

Capítulo Dos

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By Writing_on_Dreams

CHRISTIAN

DOS AÑOS Y DOS MESES DESPUÉS

Estaba viva, ella, Vera estaba viva.

—¿Christian? —llamó Javier —. ¿Estás escuchándome?

—¿Cómo lo sabes? —pregunté en un gruñido.

—¡Porque la vi, joder!

—¿Dónde? —volví a preguntar.

—En el cementerio, fui a hablar con el encargado de la tumba de papá y la vi observando su lápida, era ella Christian, te lo puedo asegurar.

—¿Christian? —Mila me miraba expectante. Era mejor que no supiera.

—Te llamo luego, Javier —colgué antes de que pudiera escuchar algo.

—¿Quién era? —preguntó curiosa.

—Javier, problemas con la empresa, es todo —le sonreí y besé sus labios.

—¿Tenemos que volver? —preguntó desanimada.

—No amor, aún no —la acurruqué conmigo.

—De acuerdo —murmuró en un bostezo.

Luego de que Mila se durmiera, salí de la cama y me dediqué a abrir la portátil. Si Vera estaba viva, tenía que tener alguna dirección, red social o algo, ¿no? Tecleé con rapidez, pero nada, no tenía absolutamente nada. Pasé las manos por mi cabello, desordenándolo. ¿Cómo diablos podía estar viva? ¡murió en un accidente, maldición! Todos lo confirmaron y no hubo indicio de que sobreviviera. Bufé y en ese momento, el sonido de mi celular me sobresaltó.

—Diga —dije con la mano en el pecho.

—Ni te molestes en buscar —dijo Javier, ¿cómo demonios sabía lo que hacía?

—¿Cómo supiste...? —me interrumpió.

—Porque ya lo hice y no sale absolutamente nada, ha vuelto como un fantasma, pero te puedo asegurar que quien miraba esa lápida era ella, cabrón —suspiró Javier. Sabía que estaba a punto de volverse loco, pero no tanto como yo.

—¿Había alguien más con ella? —pregunté mientras observaba a Mila dormir.

—No, estaba completamente sola —afirmó mi hermano—. Se quedó de pie viendo su lápida, probablemente reflexionando en lo loca que está al haber fingido su muerte.

—Tengo que averiguar qué es lo que busca —dije pensando en ella. Vera Williams estaba de vuelta, ella regresó de la muerte.

—¿Qué? ¡no, no, no! —dijo rápidamente—. ¿Estás loco? Debes hacer todo lo contrario, aléjate de ella, hermano.

—¿Alejarme? —pregunté confundido—. ¿Por qué?

—¿Olvidas todos los problemas que ella te trajo, Christian? —suspiré recordando esos tiempos—. Claro que lo recuerdas, y es por eso por lo que no debes acercarte a ella, ni si quiera darle señales de que estás con vida, ¿entendiste?

—Sí, Javier —gruñí.

—Agradece que estoy salvando tu trasero —colgó, dejándome absorto en recuerdos turbios.

—Mamá, papá, ella es Vera, mi novia —la abracé de la cintura.

—¿Ella? —mi madre la vio con repugnancia. ¿Qué le pasaba?

—Un gusto conocerlos —dijo Vera completamente incomoda, podía notarlo en su expresión corporal.

—Igualmente —estrechó la mano de mi novia con ¿asco? —. Christian, hijo, ¿podemos hablar en privado?

—Claro mamá —respondí y miré a Vera—. Espera aquí.

Entré al estudio con mi madre para ser sorprendido por sus gritos.

—¿¡Cómo se te ocurre traer a una callejera!? —gritó—. ¡Solo mírala!

—¿Qué tiene de malo? —pregunté—. Trabaja por lo que quiere mamá.

—¡Trabaja para pagar la universidad, ni si quiera tiene casa, ¿crees que no la he visto trabajando en cientos de lugares?, ¡es pobre!

—¡Eso no me importa! —estallé—. ¡Es mi novia y tendrás que aceptarla te guste o no!

Mi madre se acercó a mi amenazante.

—No quiero, que se acerque a esta casa otra vez, ¿entendiste?

¿Estaba amenazándome?

Tres días después.

—¡Miren quienes están aquí, el señor y la señora Harris! —habló Manuel, nuestro mayordomo y amigo —. ¡Que gusto verlos de nuevo!

—El gusto es nuestro Manuel —lo abracé.

—¡Christian! —Gabriela corrió a mis brazos.

—¡Hey! —sonreí y besé su frente. Mila tosió incomoda.

—Oh, Mila —sonrió falsamente. Mila definitivamente no era del agrado de mi hermana.

—Gabriela —mi esposa asintió en modo de saludo.

—¡Hijo! —mi madre sonrió al vernos.

—Hola, mamá —la abracé y esta se volvió hacia Mila.

—¡Mi nuera! —chilló emocionada.

—¡Mi suegra! —habló Mila en el mismo tono. Sonreí al verlas compartir, Gabriela rodó los ojos y se dirigió a mí.

—¿Javier te contó? —preguntó emocionada y supe inmediatamente de que trataba. Suspiré sin saber muy bien como responderle a mi hermana.

—Sí, ya me contó —murmuré para que Mila no me escuchara.

—¡Está aquí, Christian! —sonrió—. Yo sé que volvió por ti.

—¿Debo recordarte que tú misma dijiste que ella no era para mí? —enarqué una ceja.

—Admito que dije eso, pero ¡volvió! —chilló emocionada, a lo que mi madre y Mila voltearon.

—¿Quién volvió? —preguntó mi madre.

—Um, un amigo de Gabriela —dije rápidamente y esta me fulminó con la mirada.

—¿Un amigo? —dijo mi madre sorprendida—. ¿Y cómo es? —preguntó llevándose a mi hermana adentro y dejándome a solas con Mila.

—¿Y bien?, esposo mío —sonrió y me beso.

—Bien, esposa mía, ¿nos vamos a instalar? —pregunté, tomando su mano.

—Claro, pero, ¿cuándo tendremos nuestra propia casa? —refunfuñó.

—Pronto amor, pronto —sonreí y entré a la casa.


Pasaron dos días de mi regreso de luna de miel con Mila y en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba en la empresa que me cedió mi papá donde sin pensarlo, obligué a mi secretaria a buscar cualquier información cercana a Vera. Estaba desesperado y tenía que aprovechar mi tiempo laboral para encontrar alguna pista que me llevara a ella.

—¿Señor Harris? —preguntó Katherine, mi secretaria desde la puerta de mi oficina.

—Adelante, ¿encontraste algo? —pregunté entusiasmado.

—No, no hubo éxito señor, ¿está seguro su hermano sobre haberla visto? —comencé a dudar.

—Claro que la vi —Javier irrumpió en mi oficina—. Si no, ¿cómo saqué estas fotos?

Lanzó unas fotos reveladas de una mujer vestida con un abrigo negro, pantalones negros y botas del mismo color observando la lápida de Vera, ¿era ella? Mi corazón comenzó a latir desbocado y mi estómago dio un vuelco, provocando que todos mis sentidos enloquecieran. El mirar sus fotos solo destrozó toda mi paz interior y ahora lo único que deseaba era volver a verla.

—¿Es ella? —pregunté impactado.

—Es ella, y si no me crees, podemos ir esta noche. Va en la mañana y en la noche, ya conozco sus movimientos —aseguró.

—Katherine, cancela mis citas de la tarde —dije decidido.

Iba a ver a Vera e iba a enfrentarla.

—Amigo, ¿estás seguro de esto? —Javier me miró inseguro—. Recuerda que estamos hablando de la mujer que todos dábamos por muerta.

—No puedo quedarme así, Javier. Tú más que nadie sabes lo que su partida me afectó —suspiré—. Necesito al menos saber por qué o con qué propósito se encuentra aquí.

—No estoy a favor de esto, pero sé que nadie te va a sacar la idea de la cabeza y en cierto modo yo aporté a eso.

—Definitivamente lo hiciste, hermano.

Vera caminó a paso decidido por el lugar, procurando ignorar a cada uno de los presentes en la cena. Lucía preciosa con su vestido beige regalo de mi hermana, y su cabello suelto y lacio. Su maquillaje era muy sencillo, pero era perfecto para mantenerme como idiota admirándola. Sabía que su estancia en este lugar era incomoda para ella, pero eso no evitó que tomara mi mano y me acompañara, lista para enfrentar a todas las miradas pretenciosas. Mi madre nos miró desde el otro lado de la habitación, pero ambos tratamos de ignorarla.

Luces increíble susurré a su oído—, no puedo esperar a que estemos juntos esta noche.

Ya estamos juntos, Christian Vera soltó una risita y miró nuestras manos entrelazadas—. ¿Acaso no lo ves?

Sabes muy bien a lo que me refiero sonreí, provocando que ella imitara mi acción.

Eres increíble.

De pronto, uno de los tantos presentes en la cena, tomó a mi novia del brazo y la jaló hacia él, moviéndose con agilidad por la pista y bailando con ella. Mis manos comenzaron a temblar, pero antes de que pudiera hacer algo, Vera pisó su pie con fuerza y él se inclinó a causa del dolor, siseando algo contra ella, pero lo ignoró completamente.

¡No te me vuelvas a acercar así, atrevido!

¿Estás bien? me acerqué a ella.

Solo contigo estoy bien, Christian me abrazó.

Tantos recuerdos...

—Tengo que verla, Javier.

—Entonces nos toca movernos, hermanito. 

_____________________

Multimedia: Mila Rogers.

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