AntebelluM - 30 Seconds to Ma...

Par SGabrielaD

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¿Alguna vez te has preguntado cómo nace un copo de nieve? . . . #TomoMilicevic, #JaredLeto & #Shanno... Plus

INTRO
Prólogo
Capítulo 1 - El Festín
Capítulo 2 - Esa Alma
Capítulo 3 - Rosas nocturnas y aterciopeladas
Capítulo 4 - Dulce Caos
Capítulo 6 - Artificios
Capítulo 7 - Lazos Consanguíneos
Capitulo 8 - ¿Olvidar o recordar?
Guia Multimedia de Personajes
Capítulo 9 - Gacelas y Depredadores
Capítulo 10 - Combustible Negro
Capitulo 11 - El Desafío del Ángel
Capitulo 12 - Nuestros propios dioses
Capitulo 13 - Las voces del mañana
Capitulo 14 - Amo esta Vida
Capitulo 15 - Bajo Presión
Capitulo 16 - Esos Cuatro Muros
Capitulo 17 - Ella era Diferente

Capítulo 5 - ¿Zorro o Pomerano?

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Par SGabrielaD

¿Zorro o Pomerano?

"El beso es una forma de diálogo" ―George Sand



Aquella mañana del sábado Valentina supo que no podría conciliar el sueño después de despertar a las seis y treinta, de manera que se aseó, se colocó unos jeans, una camisa, un hoodie y salió al mercado.

Para ella, una buena manera de olvidar los problemas y malos recuerdos del pasado era buscándose algo que hacer, es por ello que antes del mediodía ya tenía todas sus tareas pendientes listas, como ordenar su pequeño departamento, cocinar y preparar su ropa para los siguientes días de trabajo. 

Después del almuerzo, aún sentada en la mesa del comedor con la vista perdida en las montañas del sur que se dibujaban más allá el pequeño balcón, Valentina supo que sería un largo fin de semana porque las horas, aunque constantes en el reloj, le parecían extenuantemente largas para su gusto.

«Necesito un poco de ese té»

Se dijo, recordando la propuesta de Dorothea; no le vendría nada mal conversar un poco ya que eventualmente el tiempo se le pasaría más rápido. Tomó sus llaves e igual que a primeras horas del día, dejó su departamento sin pensarlo dos veces. 

Para cuando reparó en sus acciones, ya se encontraba tocando el timbre de la puerta de su vecina.

¡Ya voy! ¡Un momento! ―escuchó que decía la señora con voz apagada del otro lado, el murmullo de unos pasos y algunos objetos siendo arrastrados fueron la antesala antes de que la puerta se abriera― Oh, pero si eres tu mi niña ¿cómo estás hoy? 

― Muy bien ¿Y usted? ―saludó Valentina cordial con una sonrisa, alzando un envase plástico al frente― Le he traído un pay de chocolate con almendras que preparé esta mañana. 

― Muy bien, muy bien. ¡Pero qué maravilla! ―advirtió tomando el obsequio dulce que le daba la fotógrafa― Pero ¿Dónde están mis modales? Pasa, pasa; te prepararé un poco de té negro y lo acompañaremos con este delicioso pay.  

Valentina la observó perderse dentro del departamento sosteniéndose de su bastón negro con una mano, ese día la señora llevaba un hermoso vestido azul ultramar que le llegaba por los talones y una pashmina rojo bermellón a juego sobre los hombros, después la siguió cerrando la puerta detrás de sí. 

No era la primera vez que entraba allí, pero siempre que iba de visita la sensación de estar dentro de un vivero la invadía. Desde el pasillo que conducía a la sala hasta los cuartos se encontraba repleto de múltiples especies de plantas, desde las más pequeñas hasta las más grandes que llegaban al techo, en porrones, macetas colgantes y repisas.  

Era impresionante y llamativo al mismo tiempo, y en más de una ocasión era necesario ver dos veces el mismo lugar para notar el mobiliario entre tantos matices de verde.  

Con la suavidad bajo sus pisadas, sintiendo la alfombra de pasto que cubría todo el suelo y varios helechos rozándole el cabello y los hombros, se abrió paso hasta la sala.

― Veo que tiene un nuevo sistema de riego ―observó, detallado varias líneas de tubos que se conectaban unos encima de los otros en la pared, todos con agujeros equidistantes llenos de plantas pequeñas. 

― Tienes razón ―Dorothea avanzó hasta su lado con el ritmo que la caracterizaba― Es un sistema hidropónico, el agua con nutrientes circula por las tuberías y alimenta a los retoños en un ciclo constante, así no tengo que regalas a cada rato. Es muy tedioso. 

― Por un momento creí que tenía algún hechizo para hacerlo funcionar. 

Porque a pesar de todas las excentricidades aparentes, la mujer también era una excelente bruja y eso hacía que Valentina pudiese hablarle de casi cualquier cosa. 

Sus poderes básicamente se concentraban en la cloroquinesis, controlando, creando o animando la vida vegetal. Aunque Dorothea siempre disfrutaba ver el crecimiento normal y en más de una ocasión no los usaba. 

― Así era ―le dijo, haciéndole señas con una mano para que la siguiera al balcón. Allí, una pequeña mesa de metal con dos sillas color naranja resaltaba entre múltiples flores ornamentales, destacándose rosas rojas, lirios blancos, espireas del Japón azules, violáceas y campanillas amarillas. Ambas ocuparon un asiento y Dorothea comenzó a servir el té mientras continuaba con su historia― Pero la semana pasada subió el cobrador, ya sabes, ese amargo hombre para que le diera el pago de la renta.

» Yo simplemente lo olvidé entre una cosa y otra. Mientras buscaba el dinero el hombre pasó al departamento y después de alarmarse con toda mi colección vegetal, se fijó en mi hechizo de riego que tenía por todas partes. 

― ¿Qué hizo luego? ―la pelinegra se encontraba asombrada, que descubrieran a una bruja nunca era una buena señal.

― Le borré la memoria por supuesto. ―comentó alzando una ceja mientras soltaba una pequeña risita― Si hubieses estado aquí Valentina sin dudas habrías escuchado el alarido que armó.

― No lo dudo ―de solo imaginarse al hombre regordete y calvo que poseía una sola ceja al estilo Frida Kahlo, automáticamente a Valentina se le dibujó una sonrisa en los labios.

― Este pay está delicioso ―comentó probando un trozo mientras le indicaba que comiera ella también― Te quedó excelente, deberías dedicarte a la repostería. 

― Gracias, probablemente lo haga ―«si pierdo mi trabajo en las próximas semanas», se dijo; perdiéndose a sí misma con la vista clavada en unos colibríes que acaban de llegar y bebían de las campanillas dando aleteos rápidos y erráticos.  

Dorothea pareció leerle la mente y rápidamente preguntó― Y cuéntame ¿cómo le va a la nueva fotógrafa de 30 Seconds to Mars? 

― No muy bien debo decir ―hizo una mueca, dejando la taza de nuevo sobre la mesa― Ayer exploté unas fotografías que me mandaron a organizar, ni siquiera sabía que eso se podía hacer con la telequinesis. 

La señora sonrió, brindándole una mirada enternecedora. 

― Es completamente normal, cuando comencé a usar mis poderes hice que una trepadora se comiera la casa de mi madre. ―comentó con ensoñación, riéndose al recordarlo― Nos tuvimos que mudar después de ello. 

― Pero has logrado controlar tu poderes. ―indicó frustrada. 

― Eventualmente, lo hice. Tu problema es que no practicas y cuando lo haces, eliges los peores momentos. La magia está en todo Valentina, desde que abrimos los ojos al iniciar el día, hasta que los cerramos nuevamente al acostarnos. Incluso mientras dormimos realizamos magia sin darnos cuenta.

No tenía sentido contradecirle porque tenía razón, y Valentina lo sabía.

― Creo que estoy tratando de encajar en este mundo ¿sabe? Mire a toda esa gente, todos esos humanos que viven sus vidas sin magia y hacen cosas maravillosas. ¿Por qué a mí me cuesta tanto eso? 

― Porque eres impaciente. Esperas que todo se haga rápido como estabas acostumbrada en Ónix, aquí por el contrario, las cosas se dan con más calma. Pero debes recordar una cosa que es muy importante, ser bruja no es algo que puedes olvidar metido en un cajón, y cuando menos lo esperes deberás retomar la magia. 

― ¿Qué me recomienda? 

― Que te dediques a controlarla ahora, antes de que sea muy tarde. Tienes tres habilidades muy hermosas Valentina, la empatía y la telequinesis son las que más usas a diario, así que debes enfocarte en ellas primero. 

― Lo intentaré...luego ―prometió tratando de imprimirle todo el ánimo externo que pudo, aunque por dentro los prejuicios se la comieran. 

Cuando el Sol se ocultó detrás de las montañas y la Luna ocupó su lugar como faro luminoso del cielo, Valentina se despidió de la señora Dorothea, prometiendo volver la semana siguiente y charlar un poco más. 

Para su sorpresa, mientras sacaba las llaves de su pantalón y avanzaba por el pasillo, notó una caja mediana en su puerta. Al acercarse lo suficiente, observó el sobre con el sello de lacre pegado en la parte superior, marca característica de la familia Collins, dejando a la vista el grabado con la forma de un fénix con tres dagas incrustadas. 

Alzó la caja, abrió la puerta y entró a su casa. Un minuto después sentada en el mueble aun tenía la sensación de emoción recorriendo sus venas, puesto que no era común recibir obsequios del mundo mágico. 

Con manos ligeramente temblorosas rompió el sello y sacó la carta, sus ojos bailaron rápidamente por una caligrafía cursiva y bien cuidada escrita a tinta china sobre el papel de arroz. 


Querida Valentina, 

Espero que te vaya muy bien, aunque con tu carisma y ganas de superarte cada día, no tengo dudas de ello. A pesar de que aceptamos tu decisión de vivir allá, tu abuela Isabel, tu madre y mi persona no dejamos de preocuparnos por ti, así que hemos decidido enviarte este pequeño presente por tu cumpleaños.

La idea original era mandarlo por un portal, pero dados los preparativos del Samhain y el tráfico de brujas desde todos los planos del universo al nuestro, me vi obligada a usar el medio humano tradicional de envío, así que es muy probable que lo recibas antes o después de la fecha (no estoy segura de cómo funciona exactamente FedEx, antes usábamos caballos y barcos nada más). 

Te servirá como protección durante el resto de tu vida, es muy importante para toda bruja así que te pido que no ignores el obsequio y lleves a cabo satisfactoriamente el hechizo de activación. No dudes en escribirme contándome tus impresiones, las estaré esperando con gusto.

Te deseo lo mejor del mundo, que pases un maravilloso cumpleaños y que la magia siempre te ilumine. Con amor...tu tía Paulina.  

PD: Las instrucciones del hechizo están dentro de la caja. 


Valentina releyó algunas frases sueltas, sonriendo en algunos párrafos puntuales y dudando seriamente de la veracidad de otros, como por ejemplo que su abuela la extrañara, pero así era su tía Paulina, siempre buscando la tranquilidad y la paz familiar. Como la extrañaba. 

Dejó la carta a un lado y tomó la caja, dejándola reposar sobre sus piernas para abrirla con cuidado, la palabra FRÁGIL en sus cuatro costados eran una advertencia clara. 

Una sola cosa reposaba en el interior, un orbe de cristal rojo con vetas negras, del tamaño de una pelota de básquet. 

Era ligeramente pesado, así que no tardó en dejarlo a un lado para sacar la nota con las instrucciones. 


Ingredientes: 

Un caldero.

¾ cucharadas de Cenizas de cementerio.

Tres tazas con agua de lluvia de la primera luna del año.

Cinco hojas de abeto azul molidas.

Tres piedras de granate rojo y dos naranjas.

Cinco dracmas.

Nueve plumas de un Zhar-Ptitsa. 

Preparación

En un caldero poner el agua de lluvia, dejar hervir y luego agregar el resto de los materiales. Cuando la preparación se torne cromo, introducir la esfera por cinco minutos y luego retirar. Dejar reposar en lugar fresco hasta que abra.


«¿Hasta que abra?» se repitió mentalmente, revisando con extremo detalle la lista. «Y creo que no tengo las hojas de abeto» 

Valentina se puso de pie, tomó la receta y caminó hasta el cuarto donde guardaba todos los ingredientes que usaba para las pociones. La habitación no era muy amplia y tampoco tenía nada que la señalara como un cuarto de preparaciones mágicas, en realidad era bastante simple. 

Un librero cubría dos de las paredes, en el centro se ubicaba una mesa rectangular blanca y en una esquina una lámpara de pie que encendió al entrar. Nada más. 

Todo era común hasta que Valentina presionó uno de los libreros y lo deslizó al lado derecho, dejando a la vista una segunda habitación a modo de armario repleta de estanterías llena de envases y frascos. Agarró las cosas que le eran necesarias y cerró nuevamente el escondite antes de dirigirse a la cocina. 

La primera vez que preparó algo en esa casa tuvo la brillante idea de hacerlo en aquel cuarto y casi lo quema todo, así que ahora optaba por usar un método menos mágico. 

La poción le resultó más simple de lo que parecía y en poco ya sumergía el orbe en el caldero, preguntándose en el proceso por qué su tía no le regalaba una caja de música o prendas como el resto de la gente. Siempre salía con artículos extraños, como un reloj de arena que solo contaba los meses o una cafetera que cantaba los poemas de Dante Alighieri cuando se calentaba. Raro. 

Retiró la esfera a los cinco minutos exactos y la dejó reposar sobre la encimera, ahora más ígnea que antes con las vetas negras danzando en su interior. 

Luego esperó.  

Cinco minutos, luego treinta, después de la hora desistió con el asunto y se sentó a ver televisión. Estaba más que claro que sus dotes de bruja mermaban en vez de mejorar. 

Si su tía Paulina le preguntaba diría que era hermoso el regalo y que agradecía el detalle. 

― ¿Qué clase de bruja se supone que eres? ―escuchó que le decían desde la cocina, ubicada en sus espaldas― Dejas un hechizo a medio hacer y te vas a ver televisión. 

Valentina sintió un escalofrío recorrer toda su espina dorsal al escuchar aquella voz, torpemente se giró aún sentada en el mueble y observó por encima de este con miedo. 

A unos cuantos metros, de pie entre la isla de la cocina y la sala, se encontraba un joven contemporáneo con ella, completamente desnudo.

¡DESNUDO!

Valentina se quedó perpleja y muda, no sabía qué hacer además de observar. Su cara era ligeramente redonda y simétrica, coronada por una mata de pelo rojo de punta que se debatía en varias direcciones, tapándole a su vez parte de los ojos, unos de iris rallados y ambarinos como los de un gato. 

No fue hasta que se puso de pie que consideró su altura, quizás unos diez centímetros más alto que ella y de hombros anchos.

― ¿Quién eres? ―le preguntó.

― ¿Cómo que quién soy? ¿Pasas más de una hora cocinándome en una olla y me preguntas quién soy? ―el chico parecía ofendido, manteniendo las manos en su cintura con porte estoico― ¡Tu guardián por supuesto! ―exclamó como si fuese algo obvio que Valentina ya debería saber para esas alturas.

― Oh no ―se llevó las manos al rostro y negó. Ella había leído acerca de ello, muchos años atrás y lo que venía no le parecía nada prometedor― Yo no quiero ningún guardián.

― Muy tarde ―canturreó.

Él avanzó hasta su lado y ocupó un puesto en el sofá con una sonrisa divertida, dejando a la vista una sexy dentadura en la que resaltaban sus incisivos superiores. ¿Dónde había visto una sonrisa parecida antes? Sin dudas era atractivo y era consciente de ello, usándolo como arma en contra de Valentina.

― ¿Quieres cubrirte tus partes menores por favor? ―le pidió evitando mirarlo por mucho tiempo allí, no era que le molestara el desfile de falos a esas horas, pero no, no era el momento ni la ocasión apropiada. 

― No tengo ni dos segundos aquí y ya me pones límites, esto es increíble ―se quejó estrellando un cojín sobre sus piernas de mala gana. 

«Nota mental: quemar ese cojín luego» 

― No lo entiendo ―Valentina comenzó a danzar de un punto a otro, tratando de comprender la situación, una demasiado bizarra para su gusto― ¿No se supone que los guardianes son animales? Porque tú te ves como un humano.

― Somos metamorfos ―le dijo levantándose y lanzando el cojín a un lado. Valentina giró levemente la vista a otro lado antes de concentrarla en el único lugar púdico de él, sus ojos. Sus movimientos eran ágiles y muy, muy rápidos― Podemos ser bestias, así... ―dio un salto y un segundo después caía a sus pies en cuatro patas transformado en un zorro rojo, trotó alrededor de su eje y antes de que Valentina procesara su imagen peluda ya se transformaba nuevamente en un joven frente a ella― O ser hombres, así...―deslizó su brazo alrededor de su cintura y la acercó a su cuerpo, presionándola contra su torso.

Aunque no el tiempo suficiente, rápidamente fue empujado en el pecho con fuerza lejos de su persona, mientras veía como Valentina se alejaba tres y cuatro pasos molesta.

― No te atrevas a tocarme de nuevo ¿Lo has entendido? Ni a ponerme tus...tus partes gelatinosas cerca de mí. Ni como hombre, ni como perro.

― Kitsuné o zorro para ti linda, no perro. ―le dijo, viéndola como si fuera tonta por confundirlo de esa manera― Yo solo me preparaba para completar el hechizo, tenemos que estar muy juntos para ello. ¿No lo sabías? Bueno, si me dejaste sobre la encimera de tu cocina, supongo que no sabes mucho acerca de los guardianes y mucho menos de los kitsuné. 

― ¡¿De qué estás hablando?! ―odiaba seguirle el juego, o el chico hablaba demasiado rápido o ella era muy lenta comprendiendo. Como fuese, no le quedaban muchas opciones para ese entonces.

― Tienes que besarme para que se complete la unión entre bruja y guardián.

La sentencia la caló como una daga, de forma fría y dolorosa.

― Prefiero chuparme una caravana de limones antes de besar a un ser que hace dos minutos era un pomerano. 

― ¡Que no soy un perro Valentina! ¿Hasta cuando con eso? ―gruñó alzando los brazos al aire unos instantes, exasperado― Escucha, si no me besas ahora, si no sellamos el contrato entre ambos volveré a ser un zorro y me quedaré así eternamente ―dijo en tono preocupado, señalando su propio cuerpo...todavía desnudo― Una vez que somos seleccionados para un brujo o bruja y estos no nos aceptan como sus guardianes, no podemos cambiar y perecemos como bestias. 

Valentina lo consideró unos instantes, el chico de pelo rojo se veía bastante preocupado y casi sintió lástima por su persona. Ella conocía muy bien lo que era el rechazo, en especial del mundo mágico; si le rechazaba estaría cometiendo los mismos errores que ellos. 

― Muy bien ―accedió al fin, él dio el primer paso a su encuentro y ella le detuvo cuando estuvo lo suficientemente cerca― ¡Alto ahí! Vamos a poner ciertas reglas aquí y la primera será: nada de lengua. La segunda: nada de manoseos. ¿Entendiste?

― Si, si ya te entendí. Lo quieres rápido y duro. ―le guiñó un ojo travieso y, antes de una protesta más, dio el último paso que los separaba.

Alargó su mano derecha en dirección al rostro de Valentina, entrelazándola en sus cabellos negros hasta poder enrollar sus dedos alrededor del menudo cuello, atrayéndolo con efusividad al suyo.

Valentina se tensó completamente al sentir la tibieza de su toque, uno muy suave a pesar de la rapidez de sus movimientos. Luego, mantuvo sus ojos muy abiertos, con la vista fija en un principio a los suyos, unos que pudo detallar a la perfección gracias a la cercanía. Eran sin dudas iguales a los de un gato, de color ámbar con una fina línea en el centro que los hacían más llamativos.

Cuando la extrema cercanía de sus rostros fue tal que las figuras se volvieron borrosas, alzó la vista a su melena rojiza y esperó con el corazón a mil sin poder creer que estaba a punto de besar a un kitsuné, su futuro guardián. 

El zorro no tardó en presionar sus carnosos labios contra los suyos y desobedeciendo las reglas, como era de esperarse, en insistir con la punta de su lengua hasta que profundizó aquel beso.

Lento, cálido y terso. 

Cuando sus labios abandonaron los suyos, su cara ardía con intenciones de calcinarse espontáneamente. Tomó un respiro profundo y lo miró, ahora sentado en el borde del mueble con una sonrisa triunfante pintada en su cara.

Valentina entrecerró los ojos, esperando lo peor― ¿Por qué sonríes así?

El zorro alzó un hombro despreocupado, ladeando ligeramente la sonrisa.

― Digamos que nuestra unión ya estaba hecha desde que nacimos, el mismo día por cierto, mientras tú te volvías una bruja o lo intentabas, yo también crecí preparándome para cuidarte.

― ¡Hijo de perra! ―espetó con sentido enojo, comprendiéndolo todo― ¿Cómo te atreviste a robarme un beso?

Valentina dio un salto a su encuentro con intenciones de estrangularlo, aunque no lo suficiente rápido. Para cuando dio cuentas el chico estaba del otro lado de la sala.

― No ofendas a mi madre por favor, ella era una zorra respetable, no un can. ―bromeó él, corriendo alrededor del mobiliario con ella detrás.

― ¡Me importa un bledo tu raza! ―añadió cuando casi lo alcanzaba en el comedor, un rotundo golpe en el dedo chiquito de su pie se lo impidió, enojándola más si se podía― ¡Ash! Incluso ahora mismo pienso asesinarte, no necesitaré devolverte a Ónix como fiera, lo haré en piezas. ¡Ya verás!

― ¡Auxilio, en esta casa hay abuso animal! ―gritó vivaracho, privado de la risa mientras esquivaba los cojines del sofá que ella le lanzaba con agilidad, uno de los cuales fue a tener directamente contra un jarrón que cayó al suelo haciéndose añicos― ¡Auxilio! 

― ¿Quieres callarte? ¡Todo el edificio va a creer que es verdad!

Un último correteo alrededor del mueble, luego el zorro se dejó alcanzar con la simple intención de tomarla de un brazo y hacerla girar hasta aprisionarla de espaldas a su cuerpo.

― Es tu culpa por tratarme mal, los kitsune tienen sentimientos ¿sabes? ―le dijo al oído, mientras luchaba con su forcejeó. 

― Suéltame pomerano, no dejaré que me manosees.

― Quieta pequeña, mira que algo te vibra atrás.

El jaleo entre ambos le había hecho olvidar por completo que llevaba el celular en el bolsillo trasero de sus jeans.

Valentina realizó un pequeño movimiento con intenciones de soltarse nuevamente, no perdería una llamada por sus tontos juegos. El zorro apretó más el agarre.

― Eh, eh. Yo soy tu guardián, así que veré que no sea un depravado. ―sostuvo sus dos muñecas con una mano y la otra la deslizó con lentitud por su espalda baja hasta su trasero hasta dar con el aparato, sin dudas disfrutando de la comprometedora oportunidad.

― Más de lo que tú eres no lo creo, imbécil. ―siseó acentuando las últimas letras.

Bruja ―puntualizó de vuelta, dejando implícito la dobles intenciones en el uso de la palabra― ¿Quién es Jared Leto?

― Es mi jefe ―una alarma se activó en el pecho de Valentina.

¿Era posible que él llamara para despedirle? Aún no era Domingo ¿se arrepentía de tenerla como fotógrafa para su fiesta privada? ¿Cómo consiguió su número?

No podía darse el lujo de perder el trabajo, en especial durante esos tiempos que costaba tanto tener uno, aunado a todo ello, teniendo un cobrador de renta tan quisquilloso.

― Rápido, déjame contestar. ―le pidió deprisa, casi en una súplica.

El zorro deslizó el bloqueo de la pantalla a un lado y le pegó el auricular al oído. Valentina soltó un bufido cansado, preguntándose hasta cuando la tendría en esa posición.

Valentina, es Jared. ―escuchó que le decía del otro lado de la línea. 

― Hola señor Leto, ¿en qué puedo ayudarle esta noche? ―«ya se parece a mi antigua jefa, por cierto. ¿Acaso algún día tendré un jefe que llame a horas decentes? De ocho a cinco en días de semana, no pido mucho»

Te llamo para avisarte que tuve un cambio de planes ―«me va a despedir, me va a despedir»― necesito que llegues antes para que hagas fotografías de toda la decoración, antes de que comience la fiesta.

El alma de Valentina volvió a su cuerpo y por primera vez agradeció estar entre los brazos del zorro, de lo contrario habría caído de rodillas. 

― Si, estaré una hora antes señor. ―contestó más animada con una tímida sonrisa. 

Bien, procura ser puntual.

― Acuérdate de que tienes visitas en casa Valentina ―le susurró el zorro al oído.

Le olvidaba por completo. ¿Qué se supone que haría con él? Dejarlo solo allí sin conocerlo del todo no era una opción.

― Señor, me pregunto si puedo llevar a alguien conmigo mañana. ―estaba tentando a la suerte después del desastre que causó, pero debía preguntarle― Es...un amigo que viene de lejos y se está quedando aquí, yo...yo simplemente no puedo dejarlo en casa.

Como quieras. ―respondió cortante Jared― Solo procura mantenerlo controlado, no quiero a un fanático dando carreras por la casa pidiéndole autógrafos a los invitados. 

«Si supieras lo difícil que va a ser eso Jared», pensó Valentina. 

― No se preocupe por ello, esta persona de la que hablo no es adepto al mundo del entretenimiento ―mantenerlo controlado, eso sí sería un reto. 

Muy bien, entonces nos vemos mañana ―se despidió― una cosa más Valentina, deja de llamarme señor, me haces sentir viejo en el tono que lo pronuncias. 

― No hay problema, desde mañana me dirijo a usted por Leto.

Con un simple Jared está bien. Ahora debo seguir con los preparativos, así que te dejo. ―y sin más, cortó la llamada.

― Hombre encantador tu jefe. ―dijo el kitsuné al finalizar la llamada sin muchas ganas, liberándola al fin.

Valentina avanzó hasta el mueble y se sentó allí, con los codos apoyados de las rodillas y el rostro entre sus manos, más preocupada que antes.

― Lo es ―respondió, sintiendo el mueble hundirse a su lado― Pero no con todo el mundo.

― Así que...―alzó sus cejas rojas, divertido― ¿saldremos juntos a una fiesta?

― ¿Escuchaste toda la conversación? ―Valentina estaba atónita, si podía escuchar eso con tal facilidad que otras cosas más también. 

― ¿Qué te puedo decir? Tengo buen oído. Ahora, ¿es un evento casual o formal?

― Ninguna de las dos. 

Valentina se puso de pie con decisión y se dirigió a la puerta. El zorro rápidamente se levantó, siguiéndole sus pisadas.

― ¿A dónde vas?

― A la casa de mi vecina, si tengo suerte, la mujer aún conserva la ropa de su antiguo marido y podrá prestarme alguna de sus prendas.

― No quiero usar las ropas de un muerto. ―se quejó el zorro mientras la observaba ponerse los zapatos en la entrada y erguirse luego para abrir la puerta.

― Tú usarás lo que yo diga, no tengo que recordarte que entre los dos yo soy la de los poderes aquí. ―le indicó con severidad señalándolo con el dedo índice alzado― Es por eso que a partir de ahora te considero mi mascota y nada más. 

El zorro la miró sorprendido y seguidamente, en su cabeza, resonaron ladridos después de escuchar aquella condena, una que no tuvo tiempo de reprochar porque Valentina ya se encontraba fuera del apartamento y cerraba la puerta en sus narices «¿Su mascota y nada más?» se dijo «Será bruja»

― Woof!

.

.

.



¡FELIZ AÑO NUEVO 2016!

Espero que hayan tenido unas maravillosas festividades y para esta nueva etapa que comienza, les deseo muchos éxitos en cada meta que se propongan.

En lo personal, espero seguir trayendoles a ustedes esta particular historia de Mars cada semana y continuar leyendo sus opiniones y críticas en cada comentario, no saben lo mucho que me animan a escribir, a mejorar y a crear porque sé que la novela se lee y es de agrado para ustedes.

Dejando mucho por decir me despido hasta el próximo capítulo ¡Besos y abrazos! ‡



.




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