Eres mi dosis

By Nerea61991

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«-Sonreír un poco no le mataría... -murmura en voz baja y vacilante. -Tiene cinco minutos para terminar el pu... More

SINOPSIS
Capítulo 1: Una apuesta con consecuencias
Capítulo 2: Reconocimiento
Capítulo 3: Fiesta en la playa
Capítulo 4: Primer encontronazo
Capítulo 5: Evitando lo inevitable
Capítulo 6: Alyssa Vs. Stephen
Capítulo 7: Impulsos
Capítulo 8: Fiesta con final inesperado
Capítulo 9: Un rescate poco habitual
Capítulo 10: Arrepentimiento y consecuencias
Capítulo 11: Ataques y asesinatos
Capítulo 12: Viajes y casualidades
Capítulo 13: Oregón
Capítulo 14: Confesiones
Capítulo 15: Miedo de hermano
Capítulo 16: Cuidado con lo que deseas
Capítulo 17: Ven conmigo
Capítulo 18: Viaje en jet
Capítulo 19: Soy debil contigo
Capítulo 20: Burbujas
Capítulo 21: Normalicemos la situación
Capítulo 22: La calma que precede a la tempestad
Capítulo 23: Fantasmas del pasado
FINAL

Prológo

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By Nerea61991

STEPHEN

Kenny recoge mi ropa del suelo y la mete en la lavadora. Me mira con reproche y yo chasqueo la lengua mientras le doy otro trago a la cerveza.

- Tío, no puedes seguir así.

- Puedo hacer lo que me salga de los huevos. Ya no tengo responsabilidades.

- Tienes que ir a rehabilitación.

- ¿Para qué? No volveré a jugar en la vida.

- Eso no lo sabes, tal vez...

- Déjalo. —Le interrumpo levantandome. - Deberías marcharte, vas a llegar tarde al entrenamiento.

- Vengo después y cenamos juntos.—Dice cogiendo su bolsa de deporte.

- No se te ocurra traer a todo el equipo.—Le advierto con la cerveza en la mano.

- Ya veremos.

- Kenny.

- Me largo. Luego nos vemos.

Me saca la lengua, vacilante, y sale del salón. Escucho la puerta de la calle cerrarse, pocos segundos después y camino hasta la ventana para mirarle. Sube en su Ferrari y se marcha por el camino de piedra. Veo como, a lo lejos, Jeff le abre las puertas mecánicas y deja que salga. Le saludo con la mano, cuando me mira, y vuelvo a sentarme en el sofá.

Bienvenidos a mi patetica vida. Un hombre de veintiocho años, sin trabajo, sin sueños y sin ganas te tenerlos.

Después de matarme a entrenar en la universidad y, después de llegar a lo más alto que se puede llegar en el baloncesto, me jodo una rodilla en un partido y a tomar por el culo mi carrera.

Obviamente en la NBA ya no hay sitio para mí, así que mi día a día consiste en levantarme, tarde, salir al jardín con mi pastol alemán y volver a entrar en casa. Tirarme en el sofá y esperar a que Kenny venga a darme el coñazo.

Así llevo dos meses ya. No he ido a ver ningún partido desde que me operaron, a pesar de que el entrenador no ha dejado de llamarme. Tampoco me apetece hablar con él. Sé que si fuera decisión suya, haría todo lo posible para que volviera a jugar, pero no depende de él, así que...

Tres horas, y cuatro cervezas después, la puerta mecánica de fuera vuelve abrirse y, por el ruido del motor, sé que es Kenny otra vez. Pero su coche no es él único que escucho. Voy a romperle la cabeza.

- ¿¡Que pasa, tío!? —Dice Byron entrando con él.

- Madre mía, que lastima das.—Dice Duncan.

- Que os jodan. Tu, ya hablaremos.—Le digo a Kenny.

- ¿Hasta cuando piensas seguir así?

- Dios, no sé cómo podeís ser tan pesados. —Digo cambiando de canal.

- Tío, tienes que acabar de curar esa rodilla y volver a ponerte en forma.—Dice Byron colocando las bolas de billar en la mesa.

- Ya estoy en forma.—Digo levantandome y cogiendo el palo para jugar.

- Si, vámos. Super en forma.—Dice riendo con los otros dos idiotas.

- Dejar de calentarme que os largaís de aquí los tres.—Digo metiendo la bola roja.

- A ver... fuiste a la universidad y te sacaste una carrera. Podrías tirar por ahí.

- ¿Tu te crees que después de jugar en la NBA, me apetece ponerme a dar clases a unos niñatos?

- Oye, podría ser interesante.—Dice Duncan.

- No me rayeis mas con esa mierda. Ya veré lo que hago.

- Necesitas un trabajo para poder seguir permitiendote los lujos que te permites.—Me dice Ken. —Como esta casa. Tu coche. Tu moto. ¿Sigo?

- No. Cállate ya.

- Pues deberías decidirte pronto porque hemos hecho algo por ti...

- ¿Qué coño habeís hecho?—Pregunto mirando a los tres.

- Te hemos conseguido una entrevista.—Dice Kenny mirándome con nerviosismo.

- Muy buena.—Digo empezando a reirme, cuando creo que me están vacilando.

Pero no. Veo cómo se miran entre ellos y después a mí. Duncan se rasca la cabeza y murmura algo para sí mismo, que no logro escuchar. Dejo el palo apoyado en la pared y camino hacia ellos. Retroceden y se colocan tras el sofá.

- Tío, es un buen trabajo.—Dice Byron.

- Me habeís buscado un trabajo.—Asienten—A pesar de que os he dicho mil veces que me dejaraís en paz.—Asienten de nuevo—¿¡Hablo algún puto idioma que no entendeís!?

- Solo intentalo. Si no te gusta, lo dejas.—Dice Kenny.

Resoplo y me dejo caer en el sofá. Los tres se acercan con cautela y se sientan en el de enfrente. Me observan y esperan a que hable. Paso la mirada de uno a otro y niego con la cabeza.

- ¿De qué se trata? —Pregunto.

- Profesor.

- No.—Digo levantandome.

- Tío.

- No.—Vuelvo a decir caminando de un lado para otro. —Me niego. Ni de coña pienso ser profesor.

ALYSSA

El dorso de su mano impacta contra mi mejilla de nuevo. La quemazón invade mi rostro, pero me obligo a mí misma a guardarme las lágrimas.

- Esto... se ha acabado. - Digo con un hilillo de voz.

- ¿Perdona?

- Esto se ha acabado.—Digo más firmemente, mirádole.

- ¿Todavía no has aprendido nada? —Dice cogiendome del cuello— Esto no se acaba hasta que yo lo diga.

- ¡Suelta a mi hija!

Mi madre entra en la cocina y tira de sus brazos. La presión en mi cuello es cada vez más fuerte.

- ¡Que la sueltes, hijo de puta! —Mamá coge un cuchillo y se lo pone en la garganta. —Tienes tres segundos para soltarla.

Pero, como siempre, él es más rápido. Se lo quita de las manos y me abraza, de tal forma que el cuchillo me roza la espalda. Mi madre se lleva las manos a la boca y suplica con lágrimas en los ojos.

- Esto —dice mientras siento como la hoja del cuchillo raja mi espalda —, no se acaba hasta que yo lo diga. —Repite mirándome a los ojos.

Pega sus labios a los míos y tira el cuchillo al suelo. Retrocede sin apartar la vista de mí, y desaparece por la puerta. Mi madre corre hasta mí y me abraza.

- ¡Ah! —Grito cuando me roza la herida que ese cabrón acaba de hacerme.

- Mi niña, dios mío. —Dice llorando.

Dejo que las lágrimas salgan también de mis ojos y noto que las piernas me fallan. Ambas caemos al suelo, ella acariciando mi cabeza y yo llorando en su pecho.

- No puedes seguir así. Cualquier día... por favor, hija. Tienes que denunciarle.

- Mamá, solo voy a conseguir empeorar las cosas.— Digo entre lágrimas.

- O le denuncias o aceptas esa plaza en la universidad de Charlotte. Pero aquí no vas a seguir ni un día más.

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