Ojos Grises

By Sneak_Peaker

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Caroline era popular, inteligente y feliz. Tiene una familia amorosa y una vida de en sueño. Carolina es reb... More

I (Editado)
II (Editado)
IV (Editado)
¿Y entonces, qué?
V (Editado)
Aclaración
Ojala pudiera amarte, siempre
Ojos color café
Adiós

III (Editado)

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By Sneak_Peaker

¿Qué haces cuando un casi desconocido entra a tu casa a mitad de la noche, ilegalmente, se escabulle en tu habitación y te observa dormir?

Gritas, Caroline, gritas.

¿Y qué sucede cuando sus ojos brillan?

Estás loca, Caroline.

No. No podía estar loca. Michael la estaba mirando. Era él y sí, sus ojos brillaban en la oscuridad de la habitación, como una luciérnaga en una noche de invierno. O como estrellas en la oscuridad de la noche.

Pero, por lo que sabía de luciérnagas y de estrellas, Michael Jacobs no era ninguna de ellas.

¿Entonces, qué él? ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¿Y por qué sus ojos brillaban?

Teniendo solo segundos para pensar, Caroline decidió que era mejor que eso lo averiguara la policía.

Así que gritó.

Los ojos de Michael dejaron de brillar y volvieron a su color original. Ahora, no había nada que diferenciara al chico de la realidad. Con sus brazos rodeó a Caroline y la empujó hacia su cama, tapando la boca de ella con la palma de su mano. El miedo de Caroline subió hasta su corazón, y ella hizo un último esfuerzo para gritar por sobre encima de la mano de Michael.

- Guarda silencio, Caroline – Le advirtió.

Oh, que conveniente "Guarda silencio, Caroline" como si Caroline fuera la que estuviera presionando a Michael bajo su peso. Como si Caroline fuera la inapropiada de los dos.

La puerta de la habitación de su madre se abrió, provocando un sonido agudo que los alertó a los dos. Aquella noche se había quedado en casa, bebiendo y quejándose de como todos sus novios que había conocido online la habían estafado (Literalmente) El sonido de la conmoción la había despertado y se había levantado para verificar que todo estuviera bien. Sin embargo, sin atreverse a mirar por dentro de la habitación, pues era bien consciente de que tenía una hija adolescente y que a veces los adolescentes hacían ruido por otras cosas. Con el cuerpo sin presionar la puerta ligeramente abierta, preguntó por lo bajo con su voz aún crispada por el sueño.

- Caroline, querida ¿Estás bien? -

No, mamá. Estoy siendo amordazada por un chico de la escuela. Oh, pero está bien; es atractivo ¿Podrías cerrar la puerta? Estamos en medio de algo.

Con la mano que no tenía sobre los labios de Caroline, Michael le hizo una seña para que guardara silencio. Normalmente, en las películas, luego el intruso proseguía a asesinarte y a dejar un mensaje escrito con tu sangre en la pared.

Pero en ninguna película los ojos del intruso brillaban.

La madre de Caroline cerró la puerta convencida de que su hija dormía. Gracias, mamá. Pensó. Espero que tengas de esos limpiadores químicos que sirven para limpiar sangre.

- No me mates - Dijo Caroline tan pronto Michael quitó sus manos de ella y se incorporó lo suficiente para que Caroline pudiera subir sus brazos en señal de rendición.

- No voy a matarte -

- Mi familia no tiene mucho dinero, tampoco. Y tengo cicatrices por todo el cuerpo. No querrás violarme -

Michael soltó una risa burlona y salió de la pequeña cama de Caroline, poniéndose de pie a su lado.

- ¿Qué eres? ¿Qué quieres? - Le preguntó Caroline, incorporándose a su vez sobre su cama y buscando en la oscuridad su linterna de mango de metal. Si tenía suerte, podría aventárselo a la cabeza de Michael y llamar a la policía. Claro, ahí estaba el problema; Caroline nunca tenía suerte

- ¿Qué haces aquí? - Culminó Caroline.

- Sabes quién soy, Caroline. Soy Michael... Jacobs... -

- Sabes a qué me refiero -Dijo Caroline, encontrando la linterna escondida de bajo de la cama y sosteniéndola con fuerza entre sus dedos.

- Yo tú no haría eso - Le advirtió Michael fijando sus ojos en la mano de Caroline que se escondía debajo de la sábana.

- Responde -

- ¿Qué quieres saber, Caroline? ¿Qué soy o que no soy? ¿Qué hago aquí o por qué estoy aquí? -

Maravilloso. Ahora se había transformado en una máquina de pensamientos profundos o de preguntas filosóficas.

- Solo responde a una pregunta y no estrellaré esta pesada linterna contra tu cabeza -

- No lo harías - Le dijo Michael embozando una sonrisa de lado - Eres débil. Pudiste haber despertado de tu coma muchos meses antes, y lo sabes. Pero eras débil y no tenías el coraje para luchar por tu vida. Todavía no lo tienes ¿O por qué sino sales a dar caminatas por la madrugada, en medio de carreteras transitadas? ¿Por qué te sigues destruyendo a ti misma? -

Los ojos de Caroline se abrieron de golpe, reflejando su terror, sorpresa y confusión ¿Cómo podía Michael si quiera saber sobre lo de su accidente? Nuevo pueblo, nuevo comienzo. Por meses, Caroline se había repetido eso. Pero se había equivocado. Porque Michael Jacobs lo sabía.

- ¿Cómo...? -

- ¿Cómo lo sé? Pues yo estuve en cada segundo junto a ti. Desde que te liberaron del agarre del carro hasta que despertaste en la cama del hospital -

- Estás loco -

Le dijo Caroline, con los ojos bien abiertos y su corazón latiendo fuertemente. Quizás ella, después de todo, no estaba tan loca. Por lo menos no era la más loca del lugar; ese título le correspondía a Michael.

- No estoy loco, Caroline ¿No te has sentido observada? ¿O has sentido que estás siendo amenazada? – Hablaba con un tono de voz monótono, casi que sonaba aburrido, pero también hablaba con una peligrosa seriedad. Caroline no se decidía si estaba terriblemente aterrada, increíblemente confundida o simplemente, jodidamente loca.

- Yo... - Empezó a hablar ella, pero se contuvo, cerrando sus labios y guardando silencio. Michael la miró con una ceja levantada, luego suspiró y se acercó a ella con un paso amenazante. Hasta entonces, Caroline no había reparado en alto que era, o lo grande que lucía su cuerpo en comparación con el suyo. Ni siquiera necesitaba confirmarlo: Estaba claro que Michael podía reducirla en segundos de quererlo.

- Mira, Caroline. Tú sabes que no eres normal; esto no es normal y yo no soy normal. Si quieres saber la verdad, ven al cementerio Gallow a las 2 am, mañana. Te lo explicaré todo allí -

Luego, los ojos de Michael Jacobs, sus ojos grises, volvieron a prenderse como si fueran dos luciérnagas incrustadas en su cráneo. Aterrorizada, Caroline cerró sus ojos con fuerza, deseando borrar los últimos minutos de su vida, pero eso jamás le había funcionado. Tardó un lugar rato en volverlos a abrir. Tenía miedo y al mismo tiempo se sentía atraída hacia Michael. No quería encontrar sola, y sin embargo al abrir los ojos de nuevo, suspiró aliviada al no encontrarlo ahí. No había ni un solo rastro de su visita nocturna, ni un solo rastro de él o de sus ojos brillantes.

Había tantas cosas que yacían sin responder en su cabeza. Por unas horas, Caroline pensó y pensó y mientras más pensaba, más se llenaba de dudas. Finalmente, decidió catalogar todo aquel episodio como un delirio, una alucinación o un sueño muy, pero muy vívido.

Se había decidido a permanecer en su casa cuando su madre le mencionó que la había llamado esa noche y ella no había contestado.

Luego, ni siquiera se intentó convencer de que había estado soñando; todo aquello había sido terroríficamente real. Y aunque debía de estar dando vueltas en círculos y llamando a la policía o quizás, a un sacerdote, sus ojos se la pasaron fijados en el reloj, intentando calcular cuantas horas faltaban para que se hicieran las 2 de la madrugada. Quizás eso si era de locos, pero Michael le había otorgado un pedazo de algo tan desconocido que Caroline ansiaba por devorarlo, y por más bizarro que fuese, también se encontraba emocionada. Por primera vez en meses, su vida no se limitaba a lamentar su existencia y a dar paseos por el pueblo esperando ser accidentalmente atropellada.

Al siguiente día, Caroline se la pasó mordiendo su labio inferior, dudando en sí aquello de ir a un cementerio en plena madrugada para encontrarse con un fenómeno que había invadido su casa y su cuarto era una buena idea después de todo. Sin embargo, seguía mirando el reloj. Eran las diez a. m, las doce, las catorce... ¿Por qué de repente el tiempo se le pasaba tan rápido?

También, pensó en Michael todo el día.

¿Cómo sus ojos brillaban? ¿A qué se refería con todo lo que dijo? ¿Cómo sabía lo de su accidente?

¿Quién era Michael Jacobs?

- Oye -

Era de noche. Las 9 y media. Caroline había salido a dar otra vuelta por el pueblo. Tuvo que mentirle a su madre; "Voy a una fiesta" Le dijo y pudo ver alivio y alegría en los ojos de su madre. Quizás era la primera vez que Caroline, la chica que solía ser popular, volvía a tener una actividad social en su horario.

O eso creía su mamá.

Claro, no fue una completa mentira porque Caroline se había desviado al pequeño pub al final del pueblo. Había escuchado que era el único a donde servían alcohol a menores de edad y quería llenarse de toxinas antes de hacer la marcha de la locura hasta el cementerio Gallow. Aunque era día de semana, se encontró a medio instituto ahí y no le sorprendió: los bartenders ni siquiera te preguntaban tu edad antes de servirte trago tras trago.

En medio de su tercera cerveza, decidió hablar con alguien acerca de Michael Jacobs. Debería de ser alguien local, pero no de su año, ya que luego los rumores de que la chica loca estaba preguntando por el perfecto Michael se expandirían como fuego.

- Hey ¿Agatha? – Le preguntó a una chica de primer año. Si no fuera porque era casi tan alta como Caroline, la habría tomado por una niña apenas, sin duda no una adolescente. Usaba coletas, tenía una mirada tímida y observaba al vaso con vodka que el bartender le había servido con una batalla existencial tras su mirada.

- ¿Si? - Contestó ella, entre sorprendida y asustada. Puede que Caroline no fuese popular, pero era conocida por todo el instituto y a pesar de ser catalogada como "la loca" también era bastante atractiva e intrigante. La pequeña Agatha no sabía si sentirse honrada por ser una de las primeras a las que Caroline le estaba dirigiendo la palabra, o aterrada por ese mismísimo hecho.

- Quería preguntarte algo - Prosiguió Caroline, intentando sonar inofensiva - ¿Qué sabes de Michael Jacobs? – Agatha, despegando los ojos de su bebida, sonrió con timidez y sus mejillas se tiñeron de un tono rojizo. La sola mención del guapo chico de los ojos grises la ponía de esa forma.

- Es muy guapo, y popular. También es bueno. Como realmente bueno. Es uno de los pocos de último año que sabe mi nombre -

Oh, vaya. Que novedad. Pensó Caroline ¿Sabe algo está chica que yo no sepa?

Todos sabían que era guapo – Excepto quizás los ciegos – y todos sabían que era popular, incluyendo a los viejos de cien años que habían vivido sus infancias en chozas de bambú o algo por el estilo. Lo de bueno, sobre todo, nadie tenía que decírselo. Nadie nunca se había preocupado (aunque desde lejos, en silencio) tanto por ella.

No. Lo que Caroline necesitaba eran las pistas de su algo más, de lo que explicara la aparición en su cuarto, sus ojos brillantes, su voz tan hipnotizante... Necesitaba las razones por las que Michael Jacobs no era un muchacho normal.

- ¿Qué hay de su familia? ¿De dónde viene? ¿Cuándo llegó? ¿O siempre han vivido acá? - La chica pareció aburrida por este cambio de tema. Ella había estado esperando una conversación en torno a lo hermoso que eran sus ojos o lo brillante que era su sonrisa, y ya de pronto no le pareció interesante la chica loca frente a ella. Se encogió de hombros y se atrevió, por primera vez en la noche, a darle un sorbo a su bebida

- Solo se sabe que tiene una familia normal, ya sabes, papá, mamá, creo que un hermano.... No sé... Él siempre... siempre ha estado en el pueblo, hasta lo que recuerdo. Al menos no recuerdo haberlo visto llegar, así que supongo que nació aquí -

Perfecto. Ahora Caroline parecía la acosadora, súbitamente interesada por los detalles personales de la vida de Michael. Asintió, dejó su bebida a medio terminar y siguió de largo por el pub. Entró al baño y en vez de hacer lo esperado, solo se sentó en el inodoro mientras veía la pared llena de arte urbano y suciedad. No quería estar rodeada por toda esa gente, que pronto le pareció como presa de un hechizo, de una estupidez inofensiva. Por poco consideró devolverse a su casa, pero entonces vio la hora en la pantalla de su celular: Eran ya casi las dos de la mañana.

Ya casi era hora de encontrarse con Michael.

Se puso de pie y sin más, emprendió su ida al cementerio Gallow. Tendría que ir a pie, ya que desde el accidente sus padres le habían prohibido poner sus manos en un volante. Por eso es que daba tantas vueltas a pie. Y también quizás por eso es que seguía con vida.

Llegó al cementerio poco antes de las dos y recostó su cabeza en la entrada, una pared de piedra que muy bien podía haber estado ahí hace cientos de años. Antes, a la vieja Caroline le hubiera dado miedo todo aquello. El estar en un cementerio durante la madrugada, para encontrarse con un chico misterioso que había interrumpido en su habitación a mitad de la noche y que por poco la había amordazado en su cama.

Sí, definitivamente estaba cometiendo una locura. Quizás su más grande imprudencia. La Caroline de antes hubiera palidecido con solo pensarlo (La Caroline de antes, era, también, un poco dramática)

Pero esa Caroline había muerto en el accidente, enterrada bajo tierra junto al auto. Ahora, el cementerio no era más que un lugar de descanso para ella y quizás otros quinientos muertos.

Cerró los ojos por unos minutos. Estaba cansada y quería dormir. Ya la idea de fantasmas a su alrededor ni siquiera la impresionaba. Volvió a sentir esa calma, tan ajena a ella, una calma que le hacía lo imposible: Alejarla de los demonios, los mismos que le quitaban el sueño incluso cuando no había dormido por días enteros.

Sin embargo, cuando abrió los ojos de nuevo, Michael Jacobs estaba al frente de ella. ¿Por cuánto tiempo había estado parado ahí, solo viéndola? La visión del chico no hizo sino asustarla por completo.

¿Era estúpida? ¿Por qué había venido? En unos segundos, Michael estaba sobre ella, cubriendo su boca con sus dedos, comprimiendo el grito que Caroline estaba a punto de soltar.

- No grites. Vamos, sígueme – Sin explicarse por qué, Caroline dudó, pero finalmente asintió. Se sentía una víctima de secuestro. Hacía las cosas tal como Michael se lo pedía. Sin dudar, sin flaquear, lo cual su conciencia, su lógica, le decían que estaba mal.

Fuese como fuese, siguió a Michael. La figura del joven adolescente se confundía con las lápidas más grandes, los mausoleos de la gente rica y las estatuas de mármol con alas y rostros perfectos: ángeles.

El cementerio estaba repleto de estatuas de ángeles.

La oscuridad no ayudaba. La única razón por la que Caroline no se había perdido era por el suéter naranja de Michael, a quien seguía como un perro fiel. El cementerio del pueblo además de descuidado quedaba en medio del bosque y las ramillas caídas de los árboles más altos crujían irritantemente. No había luces, ni un sendero de piedra. Aquel que moría, era sepultado y enterrado a donde hubiera espacio. Si tenían dinero, quizás alguien de vez en cuando pasaba haciendo mantenimiento a su lápida. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Caroline al pensar en cómo los muertos podrían haber sido enterrados con tanta cercanía que sus esqueletos estaban solo a centímetros de distancia, quizás tocándose si no habían podido permitirse un ataúd.

- ¿Por qué aquí? -

Preguntó Caroline, rompiendo el silencio gélido del lugar al momento que Michael paraba de caminar y quitaba unas ramas caídas del único banquillo del todo el sitio.

- ¿A qué te refieres? - Le preguntó él. Bajo la luz de la noche, sus ojos grises tiraban a negro.

- ¿Por qué decidiste reunirte aquí? ¿O es que planeas matarme y enterrar mi cuerpo? -Michael rio levemente. Su sonrisa era espléndida. Algo en ella le trasmitía calma a Caroline. Supo entonces que, después de todo, Michael Jacobs no planeaba matarla.

- Aquí ellos no pueden entrar. Es un lugar sagrado. Hubiera elegido la iglesia, pero está cerrada a estas horas - ¿Qué había dicho? ¿Quizás el perfecto (Ya no tan perfecto) Michael Jacobs estaba loco después de todo? ¿Cuál era el dicho? "Cada persona tiene un esqueleto en el armario"

Como leyéndole la mente, Michael continuó.

- Sé qué piensas que perdí la cabeza. Así tanto como piensas que perdiste la cabeza tú misma - Ella lo analizó con detenimiento y se sentó a su lado en el banquillo. Quizás estaba loco, pero era obvio que solo ella sabía, que él, de alguna forma, confiaba en ella. Y si era así ¿Entonces era extraño de veras que a su lado se sintiera feliz?

- ¿Cómo sabes lo de mi accidente? ¿Cómo sabes algunos de mis pensamientos? ¿Por qué maldita razón tus ojos brillaron...? - Lo dijo tan rápido que Michael la miró sorprendido. Ella misma estaba sorprendida de no haber perdido el hilo de voz mientras preguntaba todo eso.

- Todo tiene una explicación, Caroline. Pero... ¿Estás dispuesta a creer? -

- ¿A creer? – Preguntó Caroline. Él asintió lentamente, mientras el sonido silencioso del cementerio los inundaba

- ¿Saben un error que cometen ustedes los humanos? Piensan que la soledad absoluta existe. La utilizan para producir sus más profundos sueños o cometer sus más horribles actos, pero no es así. Nunca están solos. No completamente -

Está loco. Se repitió Caroline. Está loco. Está loco.

- ¿No te has sentido vigilada, Caroline? -

- Si - Caroline contestó celosamente, aunque en realidad evaluaba sus vías de escape por si acaso la locura de Michael escalaba a la violencia.

- Es por la brecha - La miró con esos ojos tan profundos – Moriste ¿no? En el hospital. Casi un minuto sin que tu corazón latiera. Moriste, Caroline ¿Cierto? - Ella negó con la cabeza rápidamente, incrédula. Solo ella, los médicos y sus padres sabían eso. Ni siquiera Malcolm o la molesta Susan. ¿Cómo podía Michael saberlo?

- ¡Solo dime de una vez por todas lo que me vas a decir! - Gritó Caroline, frustrada. Se puso de pie, pero por más que quiso, no se marchó. Lo odiaba porque abría una herida ya cicatrizada, o al menos una herida abierta que Caroline había aprendido a ignorar. No entendía cómo él, un chico cualquiera en ese remoto pueblo, podía saber la verdad.

Ya nada en su vida encajaba como debía hacerlo. Estaba más confundida que cuando sus papás le explicaron con paciencia lo que significaba un divorcio.

Pronto, el solo verlo le provocó escalofríos. Cerró los ojos y deseó volver a ser una niña cuyo único problema es que sus papás ya no se amaban.

- Abre los ojos, Caroline. Y cree - Susurró Michael, pero en aquel silencio ruidoso, sus palabras se sintieron como clavos en la piel.

Después de unos segundos, Caroline abrió sus ojos.

Y, entonces, lo vio.

Vio lo imaginable.

Había alas. Plumosas, blancas y gigantescas. Había alas pegadas a la espalda de Michael.

.

.

.

.

Tal y como había hecho en su casa, Caroline gritó, pero esta vez solo los muertos y las lombrices de tierra pudieran oírla. Así que se recompuso. Michael (Si es que ese era su nombre, o si es que era real. O si es que era...) no era normal; eso estaba claro. Pero tampoco lo era ella y la Caroline curiosa dio un brinco en su interior. Michael. Ella. Un cementerio. Un par de alas y la noche.

- ¿Qué no vas a preguntar algo? -Preguntó Michael y ella dudó. Él era tan...normal. La corta aparición de las alas no había perturbado la imagen de Michael Jacobs; encantador, joven, humano.

Solo Caroline sabía que no era así.

- ¿Qué eres? - Preguntó luego de aguantar la pregunta durante demasiados tortuosos segundos.

- Pensé que ya habíamos superado esa etapa - Se acercó a ella. Bajo la luna, sus ojos empezaban a teñirse de blanco- ¿Qué crees que soy? -

- Un pájaro -

Michael rio. Jovial, honesto. Una risa humana. Una risa falsa.

- No, no soy un pájaro Caroline - Negaba con la cabeza, una sombra de una sonrisa asomándose por sus labios - No te pienso hacer nada malo. Es más, estoy aquí para protegerte. Soy eso; un protector. Un guardián; soy tu guardián desde que tu Jeep estaba boca abajo contra el césped de ese acantilado y tú estabas en él, muriendo - Sus ojos eran tan profundos, tan únicos, tan inhumados. Era como si una llama blanca los poblara. Como si, además, lo poblara a todo él y le diera ese aire de grandeza.

- Vamos, Caroline, sabes la respuesta. Siempre has sabido la respuesta -Tres segundos, y Caroline ya sabía de qué hablaba - ¿Qué soy? ¿Qué hago acá? -

De la garganta de Caroline salió un gritico ahogado, una realización repentina que se atrevía a brillar. Un gimoteo de desespero, ansias, sorpresa y confusión. Tantas emociones que se mezclaban en una mucho más grande, indescriptible sensación. Era como si fuera una mujer medieval y se acabara de enterar que el mundo era mucho más que su globo flotante.

- Eres un ángel guardián -

Michael sonrió. Media sonrisa; arrogante. Y entonces Caroline supo que tenía razón.

Luego, se desmayó.

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