Déjame Salvarte [anteriorment...

By beoncheshire

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No se trata de borrar nuestras heridas, sino de aprender a vivir con ellas. Obra registrada en Safe Creati... More

Falling
Prólogo
Personajes
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By beoncheshire

Trenton nunca había sido gran «fan» de las fiestas. La música fuerte, los cuerpos sudorosos moviéndose al ritmo de alguna canción de dubstep que no conocía, y el ambiente en general siempre le habían resultado molestos sin mencionar invasivos.

Aun así ahí estaba: atrevesando a la multitud con algo de dificultad, y a empujones, mientras la música parecía retumbar en sus oídos.

Caminó hasta toparse con el par de puertas corredizas que daban vista al patio trasero. Un clima frío y totalmente opuesto al que había en la casa lo recibió cuando un dio paso hacia el exterior. Allí no había tantas caras como dentro del lugar, por lo que no le fue difícil encontrar a la persona que estaba buscando.

-Douglas -habló cuando llegó hasta un pequeño grupo de chicos, algo mayores a él, sentados cerca de la piscina.

El susodicho se volteó a verlo.

-Llegas pronto -respondió y estrecharon manos en un saludo rápido. Se levantó y le señaló la casa detrás de ellos-. Tengo todo arriba, en uno de los cuartos, ¿vienes?

Trenton solo asintió y siguió al tipo otra vez al interior de la fiesta. Mientras subían las escaleras, Douglas le preguntó algo pero apenas pudo oírlo cuando, pensando que sus ojos lo engañaban, vio pasar a una chica de extenso cabello negro por debajo de ellos. Se detuvo sin dudarlo y, sujetandose del barandal, se inclinó hacia delante y miró hacia abajo pero no había nadie, tan solo una pareja enrrollandose contra la pared.

-Hey -lo llamó Douglas.

Volvió a mirar hacia abajo con la sensación todavia palpitando, seguro de que no había visto mal, pero no encontró ni a la chica ni a nadie parecido por ningún lado.

¿Se habría confundido?

Con la duda clavada, miró al muchacho ya en el piso de arriba y subió los escalones que le faltaban para llegar a él.

-Lamento hacer venieras hasta aquí, se que nuestro punto de encuentro siempre es otro, pero hoy no me ha quedado de otra que venir -decía Douglas mientras caminaban por el corredor-. Ya sabes como son las fiestas de universitarios: oro puro.

Abrió una de las puertas al final del pasillo y le indicó al pelinegro que entrara con él, pero, cuando Trenton se acercó, se detuvo en seco al detectar movimiento sobre la cama dentro de la habitación casi a oscuras.

Retrocedió sin pensarlo.

-Preferio esperar aquí -dijo, evitando mirar la escena que se desarrollaba del otro lado.

Douglas rodó los ojos.

-Están demasiado ebrios y metidos en lo suyo como para notarnos. -Trenton no respondió-. Bien, como sea, espera ahí.

El chico se apartó de la puerta y miró hacia otra parte mientras esperaba que el otro regresara. Unos segundos despues oyó la puerta de la habitación cerrarse detrás de él y luego vio a Douglas con una bolsita de pastillas en la mano.

-Tuyo. -Se la extendió y Trenton la recibió, sacando un par de billetes de su bolsillo antes de darselos al otro-. Y... eso es mio. -Contó el monto rápidamente y asintió conforme-. Bien, genial.

Trenton guardó la bolsita.

-Gracias -dijo y Douglas se echó a reír.

-Amigo, eres el único que le agradece a su dealer luego de comprarle droga. -El chico de ojos mieles lo ignoró y pasó de él dispuesto a marcharse-. ¡Un placer hacer negocios contigo! -le gritó sonriente pero evitó voltear sabiendo que el tipo solo estaba siendo un idiota.

Bajó las escaleras y, antes de girarse hacia la puerta de salida, sintió una mano enredarse en su brazo a la altura del codo y tirar de él hacia un estrecho pasillo.

A punto de soltar las mil maldiciones que se le agolparon en la cabeza, enfocó con enfado la mirada en la persona que lo había detenido.

-¿Que se siente volverme a ver después de tanto tiempo?

Trenton tembló cuando sus sentidos la reconocieron.

-¿Ryden? -balbuceó sin saber cómo reaccionar-. ¿Qué haces tú aquí? ¿Me seguiste? ¿Que demonios quieres?

Ella puso la palma de su mano en el pecho del chico.

-¿Te he hecho la misma falta que tú a mí? -Cerró su puño sobre la sudadera amarilla de él y acercó la boca a su oido-. Porque, cariño, tu me has hecho mucha falta a mí...

La sujetó de la muñeca, con más fuerza de la que pretendía, e hizo que le soltara rápidamente.

-¿Qué te pasa? ¿Me seguiste? ¿De donde?

Ella suspiró y se apoyó en la pared contraria a la de él; tan solo un corto espacio los separaba.

-¿No te alegras de verme? -eludió frunciendo el labio inferior hacia abajo-. Han pasado tres años desde la última vez, ¿no merezco siquiera un abrazo de bienvenida?

-¿Y qué te hace pensar que quiero siquiera darte la bienvenida?

-¿Por los viejos tiempos?

Trenton la miró inexpresivo.

-No voy a hacer esto ahora -manifestó con intención de marcharse.

Pero, como era obvio, Ryden volvió a detenerlo.

-Si mal no recuerdo, y no lo hago, tú me debes una explicación. -Ella intentó verse normal, pero algo se removió dentro suyo como si estuviera quemando en su interior por salir-. Tú me dejaste, Trenton. Me dejaste sola. Ni siquiera te importó, ni siquiera pensaste en mí.

-Tenías a Robert -escupió él automáticamente, con todo el odio que pudo hacerle notar-. ¿No fue siempre tu mejor consuelo?

La mano de la chica chocó contra su mejilla en un golpe furioso. Al segundo siguiente, Trenton arremetió contra ella sujetando sus muñecas contra la pared.

-La próxima vez que intentes eso, será mejor que lo pienses dos veces -masculló con voz tensa y tan cerca que Ryden pudo sentir su aliento rozarle la boca-. Y si necesitas saberlo, no me arrepiento ni un día el haberte dejado atrás. ¿Eso querias oír? Pues aquí lo tiene: no me arrepiento ni un maldito día.

-Idiota. -Forcejeó para liberarse-. ¡Suéltame, imbécil!

-No vuelvas a seguirme, no vuelvas a dirigirme la palabra y ni siquiera voltees a verme cuando esté cerca -gruñó mirándola fijamente-. No soy la misma persona que conociste hace años atrás. En tu lugar, no intentaría esto otra vez.

Ryden sonrió con sorna.

-¿Y quién eres ahora? -tanteó, casi riendo en su cara-. ¿El chico malo que salva a damiselas en apuros? ¿Acaso el triste y solitario Trenton consiguió una amiga?

Él presionó aún más sus dedos entorno a las muñecas de la chica.

-Eso no te interesa, nada que se relacione conmigo lo hace. Así que procura mantenerte alejada de todo lo que me concierne si no quieres conocer esta nueva versión de mí -increpó con severidad.

Ryden intentó zafarse pero al no conseguirlo, besó fugazmente a Trenton en la boca provocando que la soltara al alejarse de ella como si aquel contacto lo hubiera quemado.

-Yo tampoco soy la misma que conociste alguna vez, cariño. Tus bobas amenazas no funcionan conmigo.

Se limpió el beso con el reverso de la mano.

-No vuelvas a acercarte a mí.

Antes de que Ryden le respondiera, el chico salió del pasillo sin siquiera mirar atrás.

Peyton nunca había experimentado nada igual. La sangre parecía correr con mayor velocidad por sus venas, intensificando todas sus emociones y sentidos, y sus ojos no se detenían en nada por más de cinco segundos.

Había bailado, reído y hasta hablado con tantas personas que ni siquiera podía contarlas con los dedos de las manos.

Se hallaba saliendo de la sala, dejando atrás una improvisada pista de baile donde las personas saltaban frenéticas al ritmo de la música como una masa de cuerpos en una oscuridad sólo iluminada por una esfera con luces de colores que colgaba del techo. Recorrió la casa en busca de su primo, pero no vio a Aaron por ninguna parte. Evitó mirar a una pareja que pareció estarse devorando contra la pared cuando pasó por debajo de las escaleras hacia lo que supuso era el comedor. Había personas por todos lados, algunos sectores estaban un poco más iluminados que otros, pero aún así sus ojos grises iban disparados hacia todas partes sin descanso.

Un chico intentó detenerla, diciendole algo en el oído que no se molestó en entender. Ella solo sonrió, lo apartó y siguió su camino.

Llegó a la parte trasera de la casa y, ni bien empujó una de las puertas corredizas, el frío del exterior se sintió como un respiro sobre su piel cálida. La música aún hacia eco en sus oídos, así que caminó hasta el borde de la piscina y se dejó caer sobre una de las reposeras en el jardín. Echó la cabeza hacia atrás y miró el cielo sobre ella.

¿Donde se habría metido Aaron?

-¿Peyton?

Escuchó aquella voz con total claridad y algo se encendió dentro de ella, obligándola a mirar rápidamente hacia su derecha.

Lo primero que vio fue un par de brazos llenos de tatuajes, y, mediante fue subiendo la vista, las piernas le comenzaron a temblar aún estando sentada.

-¿Douglas? -musitó cuando su mirada se topó con la del chico frente a ella-. Santa mierda.

Él elevó una de sus comisuras en una sonrisa que no supo como interpretar.

-Ídem -respondió y Peyton se puso de pie inmediatamente.

No supo que hacer después de eso. ¿Marcharse? ¿Quedarse? ¿Le hablaría? ¿Por qué seguía viéndolo como si todo lo demás hubiese dejado de existir de un segundo a otro?

-Recuerdo que me fascinaba dejarte sin palabras -se regodeó el muchacho acercándose hacia ella de forma peligrosa-. No creí que todavía tendría ese efecto en ti y mucho menos después de tanto tiempo.

Peyton intentó retroceder pero sus pantorrillas chocaron contra la reposera donde había estado sentada, su cuerpo perdió el equilibrio y hubiese caído hacia atrás si no fuera por los brazos que la rodearon por la cintura instintivamente.

Sus respiraciones parecieron una, y ella sintió como si el mismísimo fuego hubiese incendiado su piel cuando él la tocó.

Douglas clavó una mirada de azul cielo sobre su sonrojado rostro.

-¿Estás bien? -le preguntó con leve picardía pero Peyton no respondió-. Solía recordar que hablabas más, ¿o es que acaso te ha comido la lengua los ratones?

Como si un rayo de lucidez la hubiese golpeado, puso sus manos en el pecho del chico y lo empujó lejos de ella con todo lo que su fuerza le permitió.

-Estoy bien -habló al fin y, evitando mirar directamente a sus ojos, quitó los dedos de Douglas de su cuerpo y dio un paso hacia el costado-. Fue... bueno... -Miró hacia el interior de la casa y otra vez a él-. Debo irme.

Sabía que Douglas iba a detenerla, y casi esperó sentir su mano aferrarse a la suya cuando quiso marcharse. Y estaba mal. Pero ella también estaba mal, al igual que él y al igual que toda la situación.

¿Y si estaba tan mal por que se sintió tan bien?

-Espera -dijo, como Peyton obviamente supo que lo haría-. No vas a irte tan rápido, ¿o sí?

Pero eso era justamente lo que debía hacer. Debía alejarse de Douglas lo más rápido que le fuese posible, incluso si era soltando el más tonto y poco creíble pretexto que se le ocurriera en ese momento. Y, si eso era lo que debía hacer, ¿por qué se veía incapaz de hallar la motivación necesaria para reaccionar?

-Hablemos -le pidió el muchacho junto a su mejor gesto de hipocresía en compañía de una dulce sonrisa-. Vamos a otro lugar y hablemos, nos lo debemos, ¿no lo crees? Será solo un momento, lo prometo.

A Peyton le fue casi imposible encontrar su voz, pero cuando lo hizo, lo único que escapó por sus labios fue un titubeante:

-Bien.

Así que, ignorando todo rastro de sensatez que le quedaba, estrechó la mano ajena y dejó que Douglas le arrastrara de vuelta dentro de la casa mientras hacian su camino entre la multitud de sudorosos jóvenes.

Para ese punto, era obvio que Trenton no quería permanecer un segundo más en esa maldita fiesta. Haberse encontrado con Ryden justamente allí había sido lo último que hubiese imaginado para ese día, sin embargo, ella se las había arreglado para terminar de arruinar su humor.

Parecía, al menos, que eso no había cambiado: Ryden continuaba siendo un detonante de cosas malas en su vida.

Apuró el paso hacia la salida, ignorando a un par de personas que en el camino intentaron detenerle quizás para bailar. Sus motivos, en realidad, no eran de su interés en ese momento. Pero antes de que pudiese alcanzar la puerta, ante sus ojos hizo aparición una imagen que se llevó toda su atención.

Peyton caminaba apresurada escaleras arriba, y con Douglas de la mano.

Lo sabía. Trenton sabía que había reconocido su larga cabellera azabache un rato atrás, pero... ¿Por qué? ¿Por qué iba ella con él hacia arriba?

Repentinamente poseído por algo que no supo identificar, comenzó a caminar hacia ellos apartando a las personas de su camino sin siquiera ver de quiénes se trataba.

-¡Peyton! -le llamó en voz alta, pero la música impidió que su voz llegara a ella-. ¡Peyton! -repitió sin éxito.

Antes de darse cuenta, ya los estaba siguiendo.

Prácticamente corriendo por las escaleras repletas de gente, se preguntó por qué se estaba comportando de aquella forma tan irracional. Ver a la pelinegra subir con aquél muchacho que tendría quién sabe qué intenciones, se sentía incorrecto, todavía más cuando Peyton y él apenas se conocían. Pero ni siquiera las dudas que albergaba le impidieron sujetar su mano para llamar su atención.

Peyton giró aquellos ojos grises que se encontraron con los suyos, y Trenton simplemente se vio momentáneamente paralizado.

¿Y ahora qué iba a decir?

Separó los labios, como si fuese a soltar algo, pero antes de que siquiera pudiese inventar una buena excusa para explicar sus acciones, el rostro de Peyton se iluminó y se arrojó sobre él rodeándole el cuello con los brazos.

-¡Trenton! -le saludó alegremente, con una ancha sonrisa adornando hermosamente sus delicadas facciones.

El cuerpo le tembló de pies a cabeza y algo pareció oprimir en su pecho.

Soprendido, e incluso más que eso, Trenton arrugó el entrecejo y su rostro se transformó en una mueca de confusión debido al extraño comportamiento de Peyton. No obstante, tan solo tuvo que observar su cara con detenimiento para advertir que algo no marchaba bien.

Ella lo soltó, todavía sonriendo inmensamente.

-¿Que haces aquí? -le preguntó animada-. ¿Has venido a la fiesta? -No le dio tiempo a responder y continuó hablando-: ¡Es genial verte por aquí! No sabía que lo tuyo eran las fiestas, pero, bueno, ¿qué esperaba? ¡Todavía me falta tanto que saber de ti!

Trenton la atajo con las manos en los hombros de la chica cuando intentó volverlo a abrazar. Y, viéndola detenidamente, solo una cosa se le ocurrió preguntar:

-¿Estás drogada?

Peyton no dejó caer su gesto alegre, sino que lo intensificó todavía más. Si es que eso era posible.

-Nunca me había sentido mejor -respondió y el tono gris de su mirada brilló como una perla recién pulida.

Trenton solo no supo que decir. Pero en cuanto vio a Douglas detrás de Peyton, quizá esperando que la chica solo regresara con él, supo que no debía dejar que eso pasara.

Tomó a la muchacha de la mano y tiró de ella, y la pelinegra simplemente se dejó hacer mientras enlazaba sus dedos con los de él en un gesto de extrema confianza.

Fue entonces, al verlos tan cerca, que algo en Douglas se activó.

-Bien... -Esbozó una sonrisa incómoda-. ¿Que está pasando aquí? ¿Se conocen?

-¡Pues claro! -exclamó Peyton y le sonrió al chico de ojos como la miel-. Él es Trenton, y vamos juntos a la escuela. ¿No es así?

Trenton no dijo nada ni hizo mueca alguna.

-Es un chico de pocas palabras -explicó ella, poniendo su mano libre a un lado de su boca como si estuviera contándole un secreto a Douglas-. Pero, espera, ¿cómo es que tú lo conoces?

Este último se cruzó de brazos y adoptó una postura de suficiencia.

-Soy su dealer -respondió y, con cada palabra que salió de su boca, el rostro de Peyton fue apagándose poco a poco-. ¿Acaso he dicho algo que no debía?

Ella volteó hacia Trenton, pero él seguía viendo enfurecido hacia el otro chico.

-Bueno, ya que todos se han presentado menos yo -continuó diciendo Douglas observando al pelinegro-, aquí voy: soy el exnovio de la bonita chica que sostienes de la mano.

Algo cayó con gran peso sobre Trenton.

Peyton soltó su mano.

Detrás de ellos, una cuarta voz se hizo presente cortando el ambiente tenso que se había plantado en el segundo piso.

-¿Salvando a tu damisela en apuros?

La dulce mirada de Peyton se transformó por completo, clavándose en Ryden como un afilado cuchillo.

-¿Qué hace ella aquí? -exigió saber, volviéndose hacia la recién llegada-. ¿Qué diablos hace ella aquí?

La castaña le guiñó un ojo.

-También es un placer verte, querida. -Se giró hacia Trenton-. Toda una dulzura tu chica. Pero, ¿por eso me has cambiado? ¿No he sido yo tan dulce como ella?

Antes de que él lograra procesar lo que sucedía, solo tuvo tiempo de reaccionar a sujetar a Peyton de ambos brazos cuando se abalanzó sobre Ryden impulsada por el odio más puro que jamás sintió arder en ella.

-¡Suéltame! -chilló forcejeando para intentar zafarse-. ¡Maldita engreída!

Ella se echó a reír.

-Pues, pensándolo bien -consideró con falso gesto pensativo-. Es bastante parecida a mi. ¿Será entonces que me ves reflejada en ella? ¡Eso es tan tierno!

Ni toda la fuerza de Trenton impidió que Peyton, al no poder soportar oír ni una palabra más, lo empujara lejos obligándole a soltarla.

Peyton empujó a Ryden sin siquiera dudarlo, tomando a la otra con la guardia baja quien solo atinó a sujetarse del barandal de la escalera para no perder el equilibrio.

-Controla a tu estúpida perra -bramó hacia el pelinegro.

Peyton fue más rápida que Trenton y escapó de su agarre otra vez, estirando un brazo para enredar el cabello de Ryden en su puño y, totalmente fuera de sí, lo estiró hacia abajo, forzándola a quedar de rodillas frente a ella.

-Repítelo -demandó iracunda-. ¡Repítelo, maldición!

La otra arrastró sus ojos de un azul oscuro hasta los grises, y esbozó una sonrisa teñida de malicia.

-Maldita... Perra... Loca.

Douglas intervino entonces, sujetando a Peyton cuando intentó golpear a la otra chica. La alzó en el aire, con sus brazos rodeándole la cintura, y la apartó considerablemente.

-Demasiado espectáculo por una noche -medio rio y miró a Trenton dedicándole un movimiento de cabeza-. ¿Qué esperas? Llévate lejos a la otra, yo me encargo de esta lindura.

Fue entonces cuando el pelinegro pareció reaccionar nuevamente, cayendo en cuenta de lo que Douglas quería hacer.

-No dejaré que te la lleves -sentenció de pronto-. Yo llevaré a Peyton a su casa.

Peyton se soltó rápidamente del agarre de su exnovio, alejándose de él y de Trenton en cuanto sus pies tocaron el suelo.

-Yo no necesito que nadie me lleve a ninguna parte -escupió con rabia y se arregló la ropa de un jalón.

Por un momento, ambos chicos miraron a Peyton sin decir nada.

-Ni tú vas a «encargarte de mí» -soltó apuntando a Douglas con el dedo índice-. Ni tú vas a llevarme a casa -se dirigió ahora hacia el pelinegro-. Me largo de aquí.

Y sin más, dio media vuelta para irse por donde había venido, empujando con el hombro a la pelirroja antes de bajar las escaleras y desaparecer en medio de la multitud.

A la mañana siguiente, lo primero que Peyton vio cuando despertó fue un enorme póster de una mujer de exuberantes curvas sobre una motocicleta vistiendo solamente un pequeño bikini que no dejaba absolutamente nada a la imaginación.

Arrugó el entrecejo.

-¡Buenos días, prima! -exclamó Aaron con alegría entrando a la habitación y sosteniendo una bandeja con algo que olía realmente bien-. ¿Adivina que? Te he preparado este gran desayuno con mis propias manos. Salvo los gofres. Esos los compra papá prácticamente listos.

Peyton esperó hasta que colocara la bandeja sobre las colchas, y, cuando lo hizo, cerró el puño sobre la almohada antes de arrojarsela a la cara con tal fuerza que el chico resbaló del borde de la cama, donde se habia sentado, cayendo limpiamente al suelo.

Cuando Aaron intentó levantarse, ella lo volvió a derribar.

Y luego una vez más.

Él directamente se alejó de ella antes de ponerse de pie nuevamente.

-De acuerdo, bien -mascullo, peinando su cabello hacia atrás-. Merecía los golpes. Pero, ¿tres?

La pelinegra le arrojo la almohada por el aire dandole de lleno en el rostro otra vez.

Aaron tenso una sonrisa.

-¿Ya? ¿El cuatro es tu número de paz?

-Cierra tu estúpida boca -increpó ella.

-¿Que más vas a arrojarme ahora?

Peyton miró la bandeja y le tiró con un gofre, el cual Aaron atrapó con agilidad antes de darle un bocado.

-Me hubiera gustado con un poco de chocolate -comentó adrede, pero viendo como su prima parecia querer matarlo, desistió con sus bromas inmediatamente-. Ya. Lo lamento, ¿si? Lamento haberte dejado sola anoche, no debí hacerlo.

Caminó hasta ella, haciendole señas para que se moviera un poco, y se sentó a su lado.

-¿Puedes perdonar a este pobre hombre?

Peyton rodó los ojos. Estirando un brazo, tomó una de las tostadas con jalea de arándanos y la examinó antes de darle un mordisco pequeño para poder hablar.

-¿De verdad hiciste todo esto tu solo? -preguntó con sospecha mirando la bandeja frente a ellos.

El desayuno estaba compuesto por unas cuantas tiras de tocino, un poco de huevos revueltos, salchichas y rodajas de tomate asado. Tambien habia tostado un par de rebanadas de pan, y los gofres obviamente. Y habia un vaso con su jugo favorito, de mango, junto a una humeante taza de té.

Aaron pareció ofendido por su insinuación.

-Cuando vivíamos en Amsterdam, papá trabajaba todo el tiempo y nadie estaba en casa para alimentarme -respondió y terminó su gofre con una gran sonrisa autosuficiente-. YouTube tiene muy buenos tutoriales de comida para los «buenos para nada» como yo.

Peyton rio y recosto la cabeza en el hombro de su primo, entonces él apoyó la suya sobre la de ella.

-Menuda noche, ¿verdad? -preguntó con algo de diversión en su voz-. ¿En serio ibas a golpear a la roba-amigos?

-En el estado en que estaba y el odio que tenia, creo que no iba a detenerme en un golpe solamente.

-Todavia no puedo creer que Douglas sea traficante.

La chica blanqueo los ojos.

-No es traficante, Aaron, solo es un idiota que vende yerba y unas cuantas pastillas.

-Pues creo que esa es la definición de traficante -medio rio, tomando una de las tiras de tocino-. ¿Y que hay del tal Troy?

-Trenton -le corrigió Peyton-. ¿Y que hay con él?

El muchacho se encogió de hombros y le dio un bocado al tocino.

-¿Tu y él?...

-Nada -se limitó a responder ella y cambió de tema rápidamente-. ¿Donde está mi teléfono? ¿Le dijiste a mi mamá que estoy aquí?

-¿Por quien me tomas? -Desconectó el iPhone de Peyton del cargador y se lo entregó-. Papá va a matarme, lo sabes, ¿verdad?

La pelinegra tomó el movil y lo encendió.

-¿Por qué? -preguntó mientras revisaba las notificaciones que no tardaron en llegarle.

-¡Estabas drogada! -exclamó él de pronto, como si no fuera obvio-. ¿Crees que no se dio cuenta cuando te vio? ¡Lo abrazaste cinco veces cuando llegamos! Y, peor aún, ni siquiera tenias aliento a alcohol. Era obvio que estabas colocada hasta la nuca.

Ella simplemente evitó mirarlo. Las mejillas le ardieron.

-Solo tomé una pastilla -farfullo Peyton con vergüenza-. ¡Tu me dejaste sola con todas esas personas que ni conocia!

-Solo fui por un trago y... bueno, me distraje por el camino.

-Pues yo solo queria pasarla bien y... bueno, me dijeron que eso iba a hacerme sentir realmente bien.

Aaron la miró con una ceja levantada.

-Ya veo lo bien que te hizo sentir que estuviste a punto de empujar por las escaleras a tu nemesis de la escuela y casi te follas a tu exnovio tóxico.

-¡No iba a acostarme con Douglas!

-Por lo que contaste, a mi me pareció que él si iba a acostarse contigo -replicó Aaron-. Si Troy no aparecia...

-Trenton -le volvió a corregir molesta.

-Si Trenton no aparecía -repitió él-, Douglas iba a aprovecharse de ti en el estado en que estabas y ya sabes que iba a suceder después. En este momento estarias arrepintiendote de haber sido tan idiota.

-¿Crees que no me arrepiento incluso ahora?

Aaron suspiró.

-Solo promete que no vas a tomar, nunca más, nada que te ofrezcan en una fiesta -le rogó con paciencia-. Ni siquiera una aspirina, ¿sí? Esas cosas son jodidas, y hay quiénes por probar a veces terminan sin poder salir.

Peyton asintió. Tomó la taza de té y le dio un sorbo con cuidado de no quemarse.

-¿Donde esta tio Bobby? -preguntó, y continuó revisando su teléfono.

-No lo sé -comentó Aaron-. Recien despertaba cuando sentí el auto saliendo de la cochera.

Un mensaje, con el nombre de su mejor amigo en el remitente, se mostró entre las notificaciones. Hacía solo unos minutos se lo había enviado.

JASPER: hola, ¿podemos vernos?

La muchacha suspiró y le enseñó el mensaje a su primo.

-Deberías ir -opino él-. Deberían arreglar la situación en la que están. Bueno, no lo sé, pero creo que sería lo mejor.

-No tengo ganas de nada en este momento, y menos de salir de esta cama para afrontar a Jasper.

Aaron se apartó de ella y se puso de pie.

-Termina ese desayuno y luego sigue durmiendo, ¿bien? -Acercó la bandeja con comida hasta dejarla sobre el regazo de su prima-. Pondré una alarma para más tarde, y entonces ya verás si continúas con ganas o no. Y le avisaré a tu madre que te quedarás, o que te llevaré más tarde o en la noche.

Peyton le sonrió con poco animo pero agradecida.

-Iré a limpiar todo allá abajo antes de que llegue papá enojado -bromeó el chico y caminó hasta la puerta-. Descansa, todo estará mejor después.

Al final, cuando Aaron volvió a despertarla horas después, decidió que él tenia razón y que tenía que hablar con Jasper.

Tomó una ducha rápida, buscó unos leggins de color verde oliva y un suéter blanco, los cuáles habia guardado en una mochila para cambiarse en casa de su primo. Se vistió y se ató el cabello en una cola alta antes de ponerse el abrigo y salir. Habia quedado en ver a Jasper cerca de la casa de Aaron, en un pequeño parque a tres calles aproximadamente. Fue andando, por lo que en unos minutos ya estuvo ahi.

Jasper estaba esperandola sentado en una banca con una mirada clavada en la nada y sus dedos siendo manipulados y enredándose entre sí.

Peyton suspiró y se acercó a él. Al notarla, Jasper alzó la vista y tragó saliva.

―Hey ―le saludó, sintiéndose algo incómodo, y se puso de pie―. Creí que no vendrías.

―Pero vine -expuso ella y metió las manos en los bolsillos del abrigo.

Él asintió para luego rodar la vista por los alrededores.

―¿Cómo estás? ―murmuró quedamente.

Peyton recapituló en su mente todo lo que había pasado entre ambos antes de pensar que responder.

No supo que hacer más que reír irónica ante su pregunta.

―¿Es que en serio me lo estas preguntando?

Jasper apartó la mirada al suelo por un segundo.

―¿Crees que podamos caminar un rato?

―No ―contestó ella sin ánimos de nada―. ¿Qué es lo que quieres, Jasper? No tengo mucho tiempo.

―Por favor ―le suplicó-. Solo será un momento.

La pelinegra suspiró con profundidad.

―Bien.

A paso lento rodearon el parque y se adentraron en las calles donde las casas se perdían la una a la otra, más alejadas entre sí que las del centro del vecindario. Pasaron unos segundos, que pronto se convirtieron en minutos, y todo lo que había entre ellos era un silencio que no se cortaba con absolutamente nada. Peyton comenzaba a impacientarse, sacando la tensión de su cuerpo al patear la misma piedra que se empecinaba en cruzarse en su camino. Pensamientos varios martillando en su cabeza, provocando el inicio de una gran jaqueca, cuando, para su suerte, oyó la característica voz ronca de Jasper a su derecha.

―Lo siento.

Volteó el cuerpo completo hacia el muchacho tras detenerse y, por consecuente, detenerlo a él también.

―Lo siento ―repitió entonces viéndola con arrepentimiento brillando en sus ojos verdes―. Realmente lo hago, Pey, me siento un completo idiota.

Evitó mostrarse afectada.

―¿Y por qué se supone que te disculpas? ―masculló―. ¿Por haber tirado nuestra amistad por la borda en un abrir y cerrar de ojos? ¿Te diste cuenta que Ryden no lo valía?

Jasper frunció el ceño.

―Estas siendo injusta -respondió y apartó la mirada un momento antes de regresar su atención a ella-. ¿Que hay de ti? No soy el único que «cambió» al otro por alguien más.

-Pero, ¿de que estas hablando?

-¿Trenton? -soltó él de manera obvia, y Peyton casi se echó a reir.

―¡Yo no te reemplace con nadie, y menos con Trenton!

―¡Tampoco yo! ―exclamó alzando las manos al aire―. ¿No es suficiente que este pidiéndote perdón? ¡Lo hago por todo! Por Ryden, por lo que sucedió ese dia en el almuerzo y lo que pasó luego en Ciencias. Yo... no sé que me sucedió, ¿de acuerdo? -La miró desesperado, deseando poder volver el tiempo atrás a cuando todo estaba bien-. Has sido mi mejor amiga desde que tengo memoria, y caí en cuenta de lo mal que me porte contigo y no sabes cuanto me arrepiento de eso.

Cuando Peyton quiso darse cuenta, unas cuantas lagrimas cayeron libres por sus mejillas.

―Por favor -insistió el castaño-. Solo di que me perdonas.

-Te perdono -contestó con voz quebrada, sin embargo, en cuánto Jasper comenzó a sonreir con alivio, ella agregó-: pero nada de eso me hará olvidar la humillación que me hiciste sentir aquel dia en la clase del señor Cohen. Porque lo hiciste, Jasper, y lloré como una estúpida encerrada en los baños de la escuela por ti.

-Peyton, vamos...

Ella negó con la cabeza.

-Todo el mundo tiene derecho a tener nuevas amistades, pero eso no quiere decir que vas a darle la espalda a tus antiguos amigos y eso fue lo que tú hiciste.

Jasper permaneció en silencio unos segundos. Entonces asintió, tragando bruscamente las lágrimas que nunca salieron y dejando que Peyton viera una expresión seria y fría en él.

―¿Así es como quieres que sea todo a partir de ahora?

―No -respondió sincera-. Pero no fui yo quien eligió desde el primer momento que las cosas acabaran así.

―Claro, fui yo ―alegó irónico―. Sólo cometí un estupido error del que me arrepiento, pero nadie puede perdonar a Jasper porque es más fácil hacerlo sentir una mierda.

-¿Quieres que te diga cuan «mierda» me hiciste sentir tú ese día?

Jasper pasó con fervor ambas manos por su rostro, despojándolo de posibles lágrimas soltadas con frustración. Su labio inferior tembló y lo presiono fuertemente con el de arriba, formando así una línea rosada.

La miró una última vez buscando algo que no supo que era, pero no encontró nada.

La brisa sopló en el frío clima de invierno, llevándose sus palabras en el viento:

―Ya no te haré perder más tiempo ―respondió entonces-. Adios, Peyton -graznó y, sin esperar que ella dijera algo más, giró sobre sus talones y se marchó sintiendo como su corazón se partía en mil pedazos.

Eran cerca de las nueve treinta de la noche cuando Trenton llegó a su casa. Antes de subir a su cuarto, miró hacia la sala donde vio a Sandra durmiendo en el sofá con la televisión encendida y a la pequeña Sam, su media hermana, en el mismo estado sobre el regazo de su madre.

Las observó por un momento y se dirigió hacia ellas. Procurando no hacer ruido y despertarlas, tomó la manta que colgaba del respaldo del sofá y las cubrió a las dos. Buscó el control remoto de la televisión y la apagó, dejando que la sala se inundara de un tranquilo silencio. Luego subió a su cuarto, cerrando la puerta detrás de sí y se dejó caer en la cama.

La cabeza le daba vueltas y algo parecia presionarle el cráneo.

Cerró los ojos por un momento y dejó que su mente divagara a su antojo. Pero ese fue un gran error, porque en cuando dejó que sus pensamientos afloraran libres, lo primero que vino a su cabeza fue la fiesta de la noche anterior y los brillantes ojos grises de Peyton cuando lo abrazó con tanta alegría al verle ahí.

Abrió los ojos de golpe. Y, por alguna razón, sintió el calor de los brazos de la chica alrededor de su cuerpo.

Tragó en seco y movió la cabeza hacia la izquierda, hacia la mesa de luz. Estiró una mano y abrió el único cajon que tenia el mueble, tomando la bolsita con pastillas del interior. Volvió a mover la cabeza hacia el techo y miró la pequeña bolsa entre sus dedos, agitandola suavemente y viendo las pastillas moverse dentro con aire pensativo.

La cabeza continuaba doliendole, y parecía que el simple hecho de haber pensado en Peyton le había acelerado el pulso.

Se incorporó en la cama con decisión, tomando una botella de agua que tenia junto a la cama. La colocó entre sus piernas y se dispuso a abrir la bolsita, cuando, para su sorpresa, la puerta de su alcoba se abrió abruptamente sobresaltandolo y provocándole soltar las pastillas que cayeron directamente al suelo.

Antes de que pudiera recogerlas, otra mano se le adelanto.

-¿Que es esto?

Ben, su hermanastro, lo miró con el entrecejo arrugado y la bolsita entre sus dedos.

Trenton intentó quitarselas pero el rubio lo empujó devuelta a la cama.

-Te he hecho una pregunta -espetó seriamente-. ¿Que es esto?

-¿Tú que crees? -replicó el pelinegro, tratando de recuperalas sin éxito-. Damelas, Ben.

El mayor volvió a alejarlo y, mirando detenidamente las pastillas, se giró a verlo con una expresión de enojo en cuanto las reconoció.

-¿Xanax? -le preguntó confundido-. ¿Tomas anti-depresivos? ¿Por que? ¿Desde cuando?

En su descuido, Trenton finalmente pudo sacarle las pastillas.

-No es de tu incumbencia -farfulló y las guardó rápidamente dentro del bolsillo de sus pantalones-. Ahora vete. No te di permiso de entrar aquí en primer lugar, vete ya.

Ben se cruzó de brazos.

-No me iré hasta que me muestres alguna prescripción médica donde te hayan recetado esas pastillas -espetó con voz firme-. ¿Mamá sabe que tomas eso?

El chico no lo miró.

-Habla, Trenton.

-No -mascullo entre dientes-. No lo sabe.

-¿Quien te las recetó? -El pelinegro lo ignoró-. ¡Que respondas, maldicion!

-¡Nadie lo hizo! -exclamó al no soportarlo más-. ¿Eso querias escuchar? ¡Nadie me las dio!

Ben dejó caer los hombros al comprender, finalmente, que era lo que sucedía.

-¿Que estas haciendo, Trenton? -le preguntó casi en un susurro, sin poder creer lo que estaba pasando-. ¿Por que haces esto?

-Mejor dime exactamente lo que quieras que te diga y así terminamos con todo esto rápido.

-¿Por qué?

Trenton le miró como si hubiera hecho una pregunta estúpida.

-¿De verdad esperas que responda?

Ben se dejó caer sobre la silla junto al escritorio.

-Cuando mamá descubrió que bebias, pude hacerle entender que no tenia de que preocuparse -comenzó a decir, como si estuviera recordando en su mente cada momento donde tuvo que cubrir al chico por alguna cosa-. Luego, cuando descubrió que tambien habías vuelto a fumar yerba, otra vez tuve que hablar por ti diciendole que cualquier idiota de tu edad lo hace porque hasta yo lo hice.

Elevó hasta el chico una mirada de preocupación mezclada con impotencia mientras tensaba la mandibula.

-Pero, ¿esto? -indagó señalando el bolsillo donde habia guardado las pastillas-. ¿Siquiera sabes en que te estas metiendo?

Trenton se limitó a no contestarle y miró al suelo con el ceño fruncido.

―¿Por que sigues haciendote esto?

―¡Ya basta! ―soltó enfurecido, sintiendo como la voz le temblaba―. ¡Deja de meterte en mi vida! Lo que haga o deje de hacer con ella no es de tu incumbencia. ¡Tampoco lo es de Sandra! ¿Por qué demonios no entienden que no quiero ni necesito de sus estúpidas opiniones sobre lo que creen que es bueno o no para mí?

Su respiración se volvió rápidamente agitada, con su pecho subiendo y bajando con pesadez.

Ben sólo lo miro, negando con la cabeza y una expresión de pura decepción. Él sabía lo que el mayor estaba pensando, pero no quería oírlo.

Nadie sabía lo que era bueno para él. Nadie excepto él mismo.

―¿Trenton? ¿Ben? ¿Está todo bien aquí?

Ambos miraron hacia la puerta al escuchar la voz de Sandra al otro lado.

―Si mamá, no pasa nada ―dijo Ben poniéndose de pie de inmediato y deseando haber sonado convincente.

Tras unos cuentos segundos en silencio, Sandra volvió a hablar.

―De acuerdo. -Hizo una corta pausa-. Trent, cariño, tu cena está en el horno por si tienes hambre.

El pelinegro no respondió. Sandra desistió y finalmente se alejó, haciendo eco en el pasillo con sus zapatos.

Ben intentó tranquilizarse y le hablo en un tono de voz más calmo esta vez.

―Te estas arruinando la vida. Si entras en eso... cuando quieras salir ya no será tan fácil.

Trenton lo vio caminar desde el escritorio hasta él.

―Hermano...

Esquivó su mano cuando la quiso colocar sobre su hombro.

Ben suspiró.

-Tú crees que sabes todo de la vida y cómo manejar cada obstáculo que se pone en tu camino, pero lo único que estas haciendo con esto es arruinarlo todo.

―Tú eres quien no sabe nada ―farfulló el chico, apretando los puños―. Mi vida ya está arruinada. Fue arruinada incluso antes de que acabara aquí con ustedes.

―Trenton...

―No ―le cortó―. No quiero oírte decir nada, ni a ti ni a nadie.

―No entiendes.

―¡He dicho no! ―increpó, completamente fuera de sí―. Todo el mundo se cree con derecho de mandar en mi vida. Tú, Sandra y todo el maldito mundo. Y, ¿adivina qué? ¡Me harté de oir lo que sale de todas sus estúpidas bocas!

―Solo tratamos... -comenzó a decir pero se detuvo para pensarlo mejor-. Queremos que estés bien. Todos lo queremos.

El pelinegro rio, sin un ápice de diversión, como si lo creyera una broma.

―Pues te tengo noticias: no estoy bien. Nunca lo he estado y nunca lo estaré. -Plasmó una expresión imperturbable-. Y todos ustedes dando vueltas por ahí diciendo que todo cambiará, que ahora todo será mejor y que podré volver a iniciar. ¡No son más que mentiras! ¡Mienten en mi cara y esperan que, como un idiota, me trague sus consuelos! ¡Ya no tengo catorce años! ¡Ya no creeré nada de lo que me digan! Entiéndelo de una maldita vez, ¡no quiero su ayuda y no la necesito!

Ben asintió. Luego de un largo y tendido silencio, él solo asintió.

―Está bien ―aceptó―. Ya entendí.

El cuerpo de Trenton tembló con furia.

―¿Quieres seguir sólo? Te dejaré solo ―continuó Ben dirigiendose hacia la salida y abriendo la puerta―. Solo una cosa te diré: aprovecha la ayuda que se te da ahora, porque cuando la necesites, tal vez ya no estará ahí para ti. Y créeme, ya no habrá vuelta atrás. Ya todo se habrá perdido realmente. Pero, por sobre todo, tú te habrás perdido a ti mismo.

Cuando Ben finalmente se fue, Trenton observó el punto en el suelo donde hacía solo segundos su hermanastro se encontraba parado mientras sus palabras hacían eco en su mente.

No necesitaba eso. No lo necesitaba en absoluto. No necesitaba nada de ellos. Ni sus opiniones ni críticas, mucho menos su ayuda.

Se inclinó junto a su cama y sacó un bolso que tenía debajo de la cama y comenzó a guardar la ropa que tenía a la vista, coml también el uniforme de la escuela. No sabía porque lo estaba guardando, solo seguía el movimiento de sus manos y pies moviéndose por la habitación metiendo todo aquello que necesitaría. Cerró el bolso y lo colgó en su hombro. Abrió el ultimo cajón del guardarropa empotrado en la pared y sacó todo el dinero que había podido juntar en los últimos años. Tanteó más en el fondo hasta tocar el frío material de un juego de llaves y, haciendo el menor ruido posible, salió de su cuarto por la ventana.

Su vida era solo y únicamente su problema, no el de ellos, y no iba a dejar que nadie mandara en ella.

🗣️

Holaaaa, ¿como les va?
¡Capítulo nuevo!
Literalmente nuevo. Solo hay un par de escenas viejas que quizás algunos reconozcan. No tienen idea lo que costó reescribir esto (?) pero al final aquí está.

Espero les guste.

Chicas, si ven algún error de tipeo o falta de ortografía, no duden en comentarla. Hemos editado tanto estos capítulos, que ya nos los sabemos de memoria y uno se pierde los errores con tantas leidas.

Nos leemos prontito. 💕

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