Mörder [ COMPLETA ]

By RipleyWylde

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《Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías?》 FECHA ORIGINAL DE PUBLICACIÓN AÑO 2013 More

Sinopsis
Advertencia
Introducción
Primera parte: prisionera
Capítulo N° 1
Capítulo Nº 2
Capítulo Nº 3 (Parte 1)
Capítulo N° 3 (Parte 2)
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo Nº 7 |Parte 1
Capítulo N° 7 | parte 2
Capítulo N° 8
Capítulo N° 9
Capítulo N° 10
Capítulo N° 11
Capítulo N° 12
Capítulo N° 13
Capítulo N° 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 15 | parte 2
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 18 | parte 2
Capítulo N° 18 | parte 3
Capítulo N° 19
Capítulo N° 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo N° 22 | parte 2
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo N° 28
Segunda parte: Libertad
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo N° 30 | parte 2
Capítulo N° 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo N° 34 | parte 2
Capítulo N° 35
Capítulo N° 36
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
Capítulo N° 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Capítulo N° 46
Capítulo N° 47
Capítulo N° 48
Capítulo N° 49
Capítulo N° 50
Capítulo N° 51
Capítulo N° 52
Capítulo N° 53
Capítulo N° 54
Capítulo N° 55
Capítulo N° 56
Capítulo N° 56 | parte 2
Capítulo N° 57
Capítulo N° 58
Capítulo N° 58 | parte 2
Capítulo N° 59
Capítulo N° 59 | parte 2
Capítulo N° 60
Capítulo N° 61
Capítulo N° 62
Capítulo N° 63
Epílogo
Nota de autora
EXTRA: El trato | parte 1
EXTRA: El trato | parte 2
EXTRA: El trato | parte 3
EXTRA: El trato | parte 4
EXTRA: El trato | parte 5
EXTRA: El trato | parte 6
EXTRA: El trato | parte final
EXTRA: Rata | parte 1
EXTRA: Rata | parte 2
EXTRA: Rata | parte 3
EXTRA: Rata | parte 4
EXTRA: Rata | parte 5
EXTRA: Rata | parte 6
EXTRA: Rata | Final

Capítulo N° 64

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By RipleyWylde

Le había escrito a Lucas, se había animado por fin a escribirle, pero él no respondió. No estaba segura de siquiera si lo había visto al mensaje, o si le importaba. Lo extrañaba a él y extrañaba a Jack, con toda su alma extrañaba al pequeño.

Ya estaba de veinte semanas, su vientre se notaba más, y aunque no le permitían hacer esfuerzos y debía continuar con el reposo absoluto, a veces Erica caminaba un poco por la casa, despacio y con la ayuda de Chris o de Fosa, quien iba seguido a verla, solo para que ella no se sintiera una completa inútil.

Rata había prometido regalarle una cuna, el bolso maternal y muchos otros obejetos para bebés, pero solo cuando ella se sintiera mejor, pues el miedo a perder su embarazo la retenía de hacer toda clase de planes. Ese miedo le impedía ser feliz con su embarazo.

Estaba sentada en la cama leyendo un libro de poesías, Fosa le había regalado el mismo libro del Loco pero en francés, y Erica lo leía cada tarde mientras bebía un té. Debía ir a su consulta médica, la hacían ir muy seguido para poder vigilar el hematoma uterino y así asegurarse de que todo marchaba bien. Había dado la vuelta a una página cuando oyó la voz de Chris hablando con alguien, creyó que era doña Lara, o quizá Fosa o Rata, pero se sorprendió y apretó los labios cuando vio allí en la puerta a ese rubio que la miraba con una sonrisa triste, y tomado de su mano estaba Jack, quien corrió hacia ella para abrazarla.

—¡Mami Ica! —chilló él al aferrarse contra ella—. Extrañé mucho, mami Ica, mucho.

—Oh, Jackie, también te extrañé tanto —dijo con lágrimas que comenzaban a recorrer su rostro hasta caer en la cabellera rubia del pequeño—. Mirá, Jackie —apoyó la mano de él en su vientre para seguir la curvatura—, acá está tu hermanita.

—¿Es una nena? —fue lo único que dijo Lucas desde la puerta, con sus ojos bien abiertos que poco a poco comenzaban a llenarse de lágrimas.

Erica levantó la vista hacia él y asintió con una sonrisa triste, y él se acercó muy rápido hacia ella para poder abrazarla. Ella hundió su rostro en el pecho de Lucas y él hundió su nariz en el cabello de ella, la aferró con fuerza, con decisión.

—No voy a dejarte sola, Eri —le dijo en un susurro—, no estoy enojado, nunca lo estuve.

—Deberías estarlo, deberías odiarme —lloró ella y él se separó solo un poco para poder apoyar su palma en la mejilla de Erica.

—No podría odiarte nunca, no a la mujer que salvó mi vida.

Jack estaba entretenido mostrándole a Erica sus nuevos juguetes, le mostraba algunos libros de cuentos que Lucas le había comprado, incluso tenía otros que le había regalado su hermana Micaela. Luego Jack se alejó para jugar con Hund, con quien comenzó a revolcarse en la alfombra del living en medio de risitas, dejando que Lucas y Erica pudieran hablar a solas.

Él se sentó junto a ella en la cama y se animó a depositar su mano en la panza abultada, para luego sonreír.

—¿Ya pensaste un nombre?

—Me da miedo... me da miedo darle un nombre y que también desaparezca, tengo tanto miedo, Lu, tanto miedo —dijo con mucha tristeza.

—Me dijo Chris que tenés control en una hora, ¿puedo... llevarte yo?

Ella asintió con sus labios apretados y su cabello danzó en el aire por el rápido movimiento. Luego ella tomó la mano izquierda de Lucas, la que tenía sus dedos cortados, la que era la mayor prueba física de todo lo que él había sufrido en Mörder por culpa de Aaron. Entonces levantó la vista para verlo fijo a los ojos verde claro.

—Tu familia, ellas... deben odiarme mucho...

Lucas se encogió de hombros.

—Mi mamá no lo entiende, discutimos todo el tiempo, pero Mica... —esbozó una sonrisa alegre—. Mica quiere verte, piensa que sos una heroína por salvarme, ella quiere verte, si es que vos querés.

Erica asintió. Sabía que ver a Micaela le dolería el alma por haber sido amiga de Celeste, pero también por eso mismo es que necesitaba verla.

Luego Lucas la ayudó a prepararse para ir al médico, con todos sus estudios en una carpeta la ayudó a caminar despacio hacia el auto negro que antes había sido del Loco, pero que él específicamente se lo había dejado a Lucas, al igual que muchas otras pertenencias. El Loco había dejado escrito a su abogado todo lo que quería que fuera de sus seres queridos, especificando quién sería dueño de qué.

Chris quedó a cargo de Jack, así que Erica y Lucas viajaron despacio y tranquilos hacia la clínica. Ella preguntaba mucho por la familia de él, quien respondía de la mejor manera posible. Debió contarle la reacción que tuvieron cuando llegó con Jack, pues creyeron que era un hijo suyo que él había escondido, pero cuando explicó todo y vio el horror en el rostro de su madre, ella había dicho que no quería al niño en la casa, sin embargo Micaela lo cuidó y trató como si fuera su sobrinito, con tanto amor y dulzura que a Erica se le llenaron los ojos de lágrimas de solo oír cómo quería a Jack.

—Svetlana —dijo Erica durante el trayecto, con su mano posada en su abultado vientre—, Sveta con cariño. Me parece... me parece que a Jack le hubiese gustado.

Lucas sonrió y la miró de reojo.

—Me parece un nombre perfecto.

—Svetlana Núñez... —susurró y se mordió los labios—. Suena horrendo...

Él volvió a mirarla de reojo y no hablaron durante el resto del trayecto, no hasta que entraron en la clínica y le hicieron una ecografía para asegurarse de que todo estaba en orden. Lucas había abierto sus ojos, llenos de lágrimas, cuando oyó el corazón de la bebé, cuando la vio moverse, y había tenido que cubrirse el rostro para que no vieran su rostro al llorar. La pesaron, midieron su panza y le dieron las recomendaciones a seguir, pues debía continuar con su reposo absoluto. Sin embargo la niña estaba sana, estaba bien.

En el camino, de regreso a la casa, Erica fue hablando de los sueños que antes tenía sobre abrir una academia de danza, pero decía ya no estar tan segura. No hablaba mucho de su embarazo, parecía tener miedo de hacerlo, por eso durante el viaje Lucas soltó una mano del volante para poder sujetar la de ella, con cariño pero con firmeza y seguridad.

—D'Angelo —le dijo y Erica dirigió su mirada hacia él—. No te voy a dejar sola, yo te voy a ayudar en todo, y eso incluye que uses mi apellido. Svetlana D'Angelo suena mucho mejor que Svetlana Núñez.

—Lu, no... —Lo miró con tristeza—, yo no quiero que...

—No somos pareja —aclaró él con una risita—, si es lo que ibas a decirme. Vos amás a Jack y lo vas a amar por mucho más tiempo, y yo... aún no estoy listo, y no sé si algún día lo voy a estar, pero sí estoy listo para ayudarte a criar a esa bebita, para que no tengas que hacerlo sola. Y yo sé, yo sé muy bien que él no se va a enojar por eso.

—¿Estás seguro? Serías... serías su papá, Lu, y eso.... Es una carga muy grande para vos, tu mamá se va a enojar mucho, ¿y sí...?

—Ya lo sabe, ya se lo dije ayer. Voy a ir después a buscar el resto de mis cosas a la casa —Estacionó el auto dentro del garage y luego la miró con una sonrisa—. Y no voy a ser el papá de Sve solamente, voy a serlo con Jack también. No estás sola en esto, estamos los dos juntos y yo siempre, siempre, voy a estar acá para ayudarte.

Se bajó del auto para poder abrirle la puerta y ayudarla a bajar. Erica se tomó de su brazo con cuidado para después caminar junto a él al interior de la casa, lento y seguro, hasta poder llegar a la habitación, donde se recostó con cuidado. Lucas le dio un beso en la frente y le dedicó una sonrisa.

—Pensalo, Eri, yo no voy a pasar por encima de tus decisiones, yo propongo ayudarte a criar a tu hija, pero solo si vos aceptás.

Diciendo eso salió de la habitación para ir a ver a Chris y poder contarle cómo fue el control del embarazo. Nuevamente ambos se encargaron juntos del cuidado de Erica y Jack, y a veces incluso iban Fosa y Rata para asegurarse de que todo estaba en orden.

Unos días después, Lucas regresó a su casa junto con Jack solo porque el pequeño quería ver a Micaela un rato. Él aprovecharía para guardar sus pertenencias y mudarse definitivamente a la casa con Erica, quien le había dicho que si su hermana quería verla, estaba invitada en cualquier momento.

Cuando Lucas entró a su casa lo recibieron las quejas de su madre. Ariadna siempre había sido una mujer dulce que había adorado a Erica, pero todo lo sucedido con Mörder le daba asco, había querido ir a la policía a denunciarla, amenazado con ir a la prensa y decir que ella era la Princesa que tanta curiosidad causaba por su misteriosa identidad, pero Lucas le había jurado que de hacerlo, él no le vería nunca más la cara ni le volvería a dirigir jamás la palabras.

Ariadna le prohibía acercarse a Erica, y él no podía más que reírse por esa prohibición, pues ya había cumplido veinticuatro años y volvió a anotarse en la universidad, ni siquiera viviría bajo el mismo techo que ella como para darle órdenes.

—¡Zorrito! —dijo Micaela con una gran sonrisa cuando lo vio subir las escaleras junto con Jack—. ¡Y mi sobrinito más hermoso!

—No es tu sobrino, no es nada de él, ni siquiera de la maldita de Erica —escupió su madre con asco.

—No seas cabeza de termo —se quejó Micaela con el ceño fruncido—. Vos si querés ni lo mires a Jackie, pero él es mi sobrino y lo va a ser siempre.

Lucas sonrió al palmearle una mejilla a su hermana, quien tomó a Jack en sus brazos y lo siguió por detrás. Ella se sentó en la cama de su hermano con el pequeño en sus piernas mientras observaba a Lucas guardar su ropa en bolsos, acomodar sus guitarras y discos, todas sus pertenencias en cajas. Despegó sus fotos poco a poco para poder guardarlas, con Micaela que lo llenaba de preguntas sobre Erica, sobre cómo se sentía, si estaba bien, si necesitaba ayuda.

—Yo puedo ayudar, puedo ayudarla a bañarse o cosas de chicas para que ustedes, pervertidos, no la toqueteen —dijo con una risita.

—Mica, ¿cómo vamos a toquetearla? No seas tonta.

—Ah, no sé, no sé —se rió—. ¿Cuándo puedo verla? Decile que puedo ayudarle en lo que necesite, o puedo ser la niñera de Jack, gratis obvio, no necesito que me paguen ni nada.

Lucas giró para ver a su hermana con una sonrisa, ella estaba realmente entusiasmada por toda la situación, pese a lo mucho que había llorado al oír toda la historia, al saber lo que él tuvo que pasar. Micaela siempre lo tomaba de su mano mutilada para hacerle caricias, y siempre le preguntaba si estaba bien o necesitaba hablar al respecto.

Los primeros días en la casa habían sido difíciles, él había llorado mucho al ver nuevamente a su familia, y Micaela se había pasado a la cama de él cada noche para abrazarlo al dormir, para demostrarle que no estaba solo ni estaba en Mörder, que estaba en casa y a salvo.

—Es una nena —dijo Lucas luego de cerrar un bolso.

—¿Se va a llamar Celeste? Si se llama... Si se llama como Cele, mi corazón, no sé si... —Aunque quiso evitarlo, los ojos de Mica se habían llenado de lágrimas que intentó retener al pensar en su amiga.

—No, a Eri... Creo que no le haría bien ponerle ese nombre —explicó él con una sonrisa triste y se apoyó contra una cajonera, cruzado de brazos—. Va a llamarse Sveta, como...

—¿Como tu Babushka? —preguntó con sorpresa y él asintió con sus labios apretados, entonces ella sonrió—. Me encanta.

Él miró a su alrededor, la habitación donde había dormido por tantos años pero que ya no sentía suya, se sentía en un lugar ajeno, ya no era su hogar, no como la casa de Jack Wolff lo era, en compañía de Erica, Jackie e incluso Chris y Hund. Ya nada era lo mismo y nunca volvería a ser igual, todo lo que sucedió en Mörder lo cambió, le hizo ver la realidad, valorar otros aspectos de su vida a los que antes no le daba importancia.

—No podés hacerte cargo de ese nene y del bastardo de Erica —le dijo Ariadna con el ceño fruncido, desde la puerta de la habitación.

—Sí puedo y lo haré.

—¡¿Es que no ves que por su culpa los Núñez ya no están?! ¡¿Qué hay de todo lo que sufriste por su culpa?! Las heridas en tu cuerpo, tus cicatrices, tus pesadillas... ¡todo es por ella! ¿Y vos vas a irte con ella y encima hacerte cargo de dos pendejos?

—Una mujer que siempre admiré me dijo que no había cosa más respetable en un hombre que hacerse cargo de un hijo que no era suyo. —Lucas giró para ver a los ojos verdes de su madre ahí, mirándolo con tristeza—. Vos me lo enseñaste. ¿Realmente pensás que voy a dejar a mi amiga sola, luego de todo lo que vivió? Ella necesita apoyo, no dedos señalándola. Y ni siquiera la culpo por lo que viví, ni siquiera entendés cómo me siento, vos no entendés nada...

—Luqui... —Su madre intentó acercarse a él para tocarle la espalda, pero él se encogió de hombros.

—¡Estoy harto de que todos me miren de esa maldita forma! —gritó con tristeza—. ¡Harto de que me miren como si fuera una cosa rota, un juguete que nadie quiere, un perro callejero lastimado al que todos ven herido pero nadie quiere curar! ¡Estoy harto de que sientan lástima por mí! ¡Harto! No necesito que me traten de forma especial, necesito que me traten como siempre... —Aunque quiso evitarlo, las lágrimas resbalaron por su rostro—. ¡¿Qué podrías entender?! No juzgues a Erica por algo que no comprendés.

—Intento entenderte, quiero que seas feliz... —Apoya su mano en la espalda de Lucas, con cariño—, pero por su culpa, por culpa de ella los Núñez están muertos y vos ni siquiera tenés los dedos de tu mano.

—Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías? Cuando la vida te lleva a un extremo que nadie debería cruzar, cuando te acorralan y te obligan a convertirte en un monstruo, ¿qué harías? Morir equivale a rendirse, vivir equivale a sufrir. Hagas lo que hagas serás un monstruo, de ambas formas actuarás con egoísmo. Así que, mamá... ¿qué hubieras hecho en el lugar de Erica, llevada a la locura, empujada a un abismo, obligada y amenazada, qué hubieras hecho? —La miró fijo, con el ceño fruncido y una voz cortante—. Elijo matar. Matar por los que amo, matar para proteger a los que amo, porque morir es huir, morir es esconderme, morir es olvidar a los que dejo atrás, y yo no quiero olvidar. Yo elijo al Loco, elijo a la Babu, elijo a Erica y Jack. Elijo irme de acá.

—Luqui...

—Yo también maté personas, mamá —dijo con el rostro serio y su ceño fruncido, mientras que Mica se aferraba a Jackie en un abrazo allí en la cama—. ¿Por qué no me odiás a mí entonces también? Yo elegí matar, nadie me obligó a hacerlo. Escogí matar y proteger a los que amo, y si vos y Mica estuvieran en peligro, no dudaría en disparar.

—Por favor, Luqui, no te vayas, no vayas con Erica.

—Te amo, mamá, pero si me quedo acá, moriré.

Lucas colocó en su espalda las mochilas que llenó con ropa y objetos, colgó una guitarra en su brazo y miró a Micaela para que lo siguiera con Jack, quien jugaba con sus autitos. Enonces Lucas señaló al pequeño con su mirada.

—Miralo y decime si te parece malo, porque yo veo una víctima más en él. Sé que debe ser fuerte para vos tener que aceptar de golpe a dos nietos desconocidos, pero tarde o temprano lo tendrás que aceptar.

Sin decir más se alejó de ahí, bajando las escaleras para poder irse con Erica, con su hermana que lo seguía por detrás con Jack en los brazos mientras le cantaba canciones. Lucas acomodó todas las cosas en el baúl del auto y dirigió su mirada hacia la casa de Erica, el auto de Rodrigo estaba ahí afuera estacionado en la vereda, la casa sin un solo movimiento. Miró el balcón de la habitación de ella por donde siempre se habían visto o juntado a conversar, a beber algo juntos y pasar el rato.

—¿Querés venir a verla, Mica? —preguntó sin dejar de mirar ese balcón.

Acomodó a Jack en su butaca del asiento trasero, y luego de despedirse de su madre, viajó junto con su hermana a la casa. Micaela estaba nerviosa pero muy ansiosa a la vez, quería ver a Erica y abrazarla, susurrarle su eterno agradecimiento por haber salvado a su hermano mayor, su Zorrito.

Cuando llegaron a la casa Lucas estacionó el auto en el garage y bajó a Jackie del auto, quien no tardó en correr hacia el living. Micaela se refregaba las manos en la ropa, estaba muy nerviosa y para distraer sus manos se había recogido su cabello rubio en una colita. Lucas le advirtió sobre Hund, él los días anteriores le había dado para oler una prenda de ella, para que se acostumbrara a su olor y también al de su madre, si es que ella algún día cambiaba de parecer.

La tomó de la mano para entrar en el living y ella miró todo a su alrededor, era una casa muy grande y hermosa, y pudo entender por qué su hermano se sentía tan cómodo allí. Él la guió hacia la habitación, donde golpeteó la puerta y se asomó para ver a Erica sentada en la cama con Chris allí, que doblaba ropa limpia y la guardaba en el placard.

—Eri, vino Mica, quiere verte —dijo con suavidad.

Erica levantó la mirada y se cruzó con los ojos verdes de esa muchacha, quien la miraba con tristeza pero luego curvó sus labios en una sonrisa agradecida. Erica palmeó la cama para invitarla a sentarse allí, y la muchacha no tardó en obedecer a su llamado, se sentó allí con Hund olfateándola para asegurarse de que no era una amenaza.

Se abrazaron tan fuerte, pero no hubieron lágrimas allí. Para Erica, Mica era el reflejo de la vida de su hermana Celeste, su amiga de toda la vida apenas un año menor, y para Mica Erica era el reflejo de su amiga y, también, la causa de que su hermano estuviera con vida. La abrazó con fuerza y hundió su rostro en el cuello de Erica, olía a lavandas.

—¿Querés quedarte a cenar? —le había preguntado Erica con una sonrisa.

—Me encantaría, Eri.

***

Las sesiones con el psiquiatra eran cada vez más molestas, tomar la medicación, y las otras preguntas rutinarias lo estaban volviendo loco. Lucas comprendía que todo eso era necesario tanto para él como para Erica, por la salud mental de ambos, e incluso por eso había regresado a estudiar psiquiatría en la universidad. Él quería ayudar a otras personas con sus miedos y traumas, personas como él.

Aunque adaptarse, volver a vivir una vida normal, parecía imposible para ellos, de a poco lo iban consiguiendo. De a poco, con ayuda de amigos, lograban avances en sus vidas. Chris había regresado a su casa, a la que antes había compartido con su hermano. La estaba reparando y pintando nuevamente, como un mejor comienzo, una nueva vida. Iba todo el tiempo a visitar a Erica y Lucas, e incluso había sido el primero en regalarles la ropita de la bebé, en un bello color lila, el favorito de Erica.

Y a pesar de que ella se resistió siempre a la idea de adaptarse, de ser madre o de ser feliz, a la idea de vivir, cuando sintió movimientos en su vientre, cuando sintió esa patadita, Erica se sintió viva otra vez, sintió por primera vez luego de tanto tiempo que nada fue en vano, y que el Loco seguía ahí con ella. La niña que crecía en su vientre era la prueba de ello.

—Svetlana Wolff —dijo una noche, acariciando su abultada panza—, suena realmente hermoso.

Esa noche, al igual que en varias noches atrás, Erica sintió muchas contracciones. Hacía ya varias semanas que su embarazo estaba fuera de peligro, por lo que ella se había permitido caminar junto con Jack hasta el jardín de infantes donde él había comenzado sus clases. Y quizá sus contracciones eran justo por volver a caminar, pero esa noche fue diferente, esa noche el dolor fue mucho más fuerte justo atrás en su cintura. Su vientre se ponía duro y respirar comenzaba a dificultarse, el sudor la recorría por el rostro y sintió el deseo de llorar, el miedo volvió a invadirla, el miedo a que algo malo le pasara a su pequeña.

—¡Lucas! —gritó mientras tomaba su bolso con sus pertenencias y las de la bebé.

Él ingresó corriendo junto con Chris, quien estaba cubierto de harina por la preparación de la cena.

—Ay, carajo —dijo Chris al ver la expresión de dolor en el rostro de Erica.

El rubio, un poco impactado al principio, no titubeó para tomarla con seguridad en los brazos y llevarla hasta el auto, pues caminar le parecía un martirio. La acomodó en el asiento y dejó los bolsos detrás, apenas llegaron a explicarle a Jack que irían al hospital pero que regresarían pronto con su hermanita.

En la clínica les dieron una silla de ruedas y los atendieron muy pronto, mientras que Lucas le escribía a Rata y Fosa respecto al estado de Erica, también a su madre, aunque sabía que ella ignoraba sus mensajes.

El parto fue largo y complicado, pero él estuvo a su lado en todo momento, la aferró de las manos con fuerza y la tranquilizó cuando ella había comenzado a llorar, con miedo a lo malo, con miedo a que sus pesadillas se volvieran realidad. Solo cuando lanzó ese último alarido de dolor al pujar y, unos instantes después, se oyó el llanto de la pequeña, es que Erica respiró con alivio.

La pusieron en su pecho desnudo, piel con piel, y Erica la abrazó y besó con lágrimas en los ojos, con emoción, felicidad pero también tristeza.

—Mi hija, mi bebé —lloró y volvió a besarle la cabecita.

A Lucas se le permitió quedarse junto a ella los días posteriores hasta que le dieron el alta, no recibió visitas, Erica no quería ver a nadie, no en la clínica. Pasaba las horas admirando a esa pequeña criatura en sus brazos que mamaba de su seno, la miraba como si fuera el ser más bello y perfecto del mundo.

Erica había logrado dormir esos días gracias a Lucas que alzaba a la bebé y la mecía en sus brazos, él lograba que el trabajo fuera menos pesado, pues ella estaba realmente agotada, tan agotada que lloraba solo por querer un descanso, pero él la hacía dormir, la hacía descansar mientras se hacía cargo de la pequeña.

Cuando le dieron el alta y regresaron a la casa, se encontraron con Rata y Fosa allí, que habían limpiado a la perfección la habitación, para que estuviera esterilizada. Le habían armado una cunita junto a la cama con bonitas sábanas y mantas blancas y lilas, y Jack, el pequeño Jackie, le había dejado en la cuna su amado peluche de koala que a él le había regalado su padre.

Acomodada en la cama, Erica permitió que vieran a la pequeña, el primero en darle un beso fue Jack, con una gran sonrisa emocionada por su bella hermanita. Luego Rata alzó a la pequeña en sus brazos con una amplia sonrisa.

—Sos tan hermosa, pensar que saliste de los huevos de Jack —dijo.

—Omar, no seas asqueroso —lo regañó Fosa, pero lanzó una gran risotada.

—¿Querés alzarla? —le preguntó Erica a Fosa, quien torció sus labios con asco—. No te vas a morir por tocar un bebé, Nahuel.

Con su expresión asqueada aún en el rostro estiró sus brazos para recibir a la niña que Rata acomodó con mucho cuidado allí. Trató de sujetarle bien la cabeza como él le decía que hiciera, y la miró fijo al rostro, tenía poco cabello y se veía castaño claro, como era el de Jack, apenas se le veían las pestañas y respiraba con tanta tranquilidad que Fosa apretó los labios y parpadeó un poco, pues algunas lágrimas se habían acumulado en sus ojos. Luego se la devolvió a Erica, quien acomodó a su hija en la cunita para que descansara en paz.

Todos salieron de allí, incluso Lucas, para dejar que Erica y Sveta pudieran dormir en paz. Sin embargo ella no quiso dormir, se quedó sentada admirando a su hija que dormía con tanta tranquilidad, con tanta paz, que no pudo más que sonreír con lágrimas en sus ojos.

Por primera vez en tanto tiempo se sentía feliz. Sintió que su vida tenía sentido, tenía la necesidad de criar a esa pequeña y darle la mayor felicidad que pudiera existir en el mundo, en darle una vida normal como su padre quería, libre y feliz. Ambas eran libres, ambas se ganaron el derecho a pensar, a soñar, a creer.

Ningún asesino la perseguirá por soñar y reír, no habrían venganzas, ni rivales, ni disparos o cuchillos, y aunque a veces al cerrar los ojos podía regresar a esa pelea, podía recordar la sangre, y aunque a veces se sentía dentro del vacío, volvía a la realidad, al rostro de su hija solo para sonreír y reír, pues era libre.

Erica al fin era libre.

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