Mörder [ COMPLETA ]

By RipleyWylde

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《Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías?》 FECHA ORIGINAL DE PUBLICACIÓN AÑO 2013 More

Sinopsis
Advertencia
Introducción
Primera parte: prisionera
Capítulo N° 1
Capítulo Nº 2
Capítulo Nº 3 (Parte 1)
Capítulo N° 3 (Parte 2)
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo Nº 7 |Parte 1
Capítulo N° 7 | parte 2
Capítulo N° 8
Capítulo N° 9
Capítulo N° 10
Capítulo N° 11
Capítulo N° 12
Capítulo N° 13
Capítulo N° 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 15 | parte 2
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 18 | parte 2
Capítulo N° 18 | parte 3
Capítulo N° 19
Capítulo N° 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo N° 22 | parte 2
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo N° 28
Segunda parte: Libertad
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo N° 30 | parte 2
Capítulo N° 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo N° 34 | parte 2
Capítulo N° 35
Capítulo N° 36
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
Capítulo N° 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Capítulo N° 46
Capítulo N° 47
Capítulo N° 48
Capítulo N° 49
Capítulo N° 50
Capítulo N° 51
Capítulo N° 52
Capítulo N° 53
Capítulo N° 54
Capítulo N° 55
Capítulo N° 56
Capítulo N° 56 | parte 2
Capítulo N° 57
Capítulo N° 58
Capítulo N° 58 | parte 2
Capítulo N° 59
Capítulo N° 59 | parte 2
Capítulo N° 60
Capítulo N° 62
Capítulo N° 63
Capítulo N° 64
Epílogo
Nota de autora
EXTRA: El trato | parte 1
EXTRA: El trato | parte 2
EXTRA: El trato | parte 3
EXTRA: El trato | parte 4
EXTRA: El trato | parte 5
EXTRA: El trato | parte 6
EXTRA: El trato | parte final
EXTRA: Rata | parte 1
EXTRA: Rata | parte 2
EXTRA: Rata | parte 3
EXTRA: Rata | parte 4
EXTRA: Rata | parte 5
EXTRA: Rata | parte 6
EXTRA: Rata | Final

Capítulo N° 61

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By RipleyWylde

Cuando Misha llegó hacia las terrazas, se encontró con una imagen que no esperaba ver. Lucas estaba de pie y frente a él habían cuerpos de distintos asesinos que habían intentado atacarlo, sin embargo el rubio solo miraba los cuerpos y la sangre en sus manos con su rostro consternado. Tenía salpicaduras de sangre en el rostro y en su ropa.

—Muchacho —dijo Misha y Lucas se puso en guardia, pero el ruso alzó sus manos—. Me envió Wolff, tranquilo.

Lentamente comenzó a acercarse a él, pues Lucas no soltaba sus armas por nada del mundo, y a su lado tenía el rifle. Estaba pálido y con sus ojos bien abiertos.

—¿Es la primera vez que matas frente a frente? —preguntó Misha, daba cada paso con suma lentitud por miedo a un disparo directo—. No es lo mismo de lejos que de cerca, muchacho.

Lucas se dejó caer al suelo de rodillas y se tomó el cabello, con su pecho que se levantaba una y otra vez, estaba hiperventilando y las lágrimas no habían tardado en cubrir sus mejillas, no ocultó tampoco sus gemidos de dolor por estar cubierto de sangre, por haber sido él mismo quien mató a esas personas. Fue en defensa propia, pero le asustó la facilidad y rapidez con que lo hizo.

—Si lo deseas puedo sacarte de aquí —le dijo Misha de pie frente a él—. Estoy encargado de tu seguridad.

—Estoy bien —dijo Lucas con su respiración acelerada—, estoy bien...

—No, no lo estás —Misha miró hacia la puerta y comenzó a hacer danzar sus cuchillos—. Yo me encargo de los enfrentamientos cercanos, tú tranquilízate y ocúpate del rifle, o te dormiré y te sacaré de aquí en contra de tu voluntad.

Los asesinos que se acercaron no tuvieron mucho tiempo a reaccionar, Misha les había lanzado sus cuchillos y derrotado en pocos movimientos, para después recuperar cada uno de sus cuchillos de lanzar, mientras que tras él Lucas intentaba poco a poco tranquilizarse y respirar mejor.

Lucas había sido entrenado por el Loco y por Fosa, tenía la capacidad física para luchar y defenderse, pero pese a ser fuerte mentalmente, ver los ojos del otro al morir era demasiado para él. Con el rifle, pese a que cada disparo traía un muerto, no era cercano, no había olores, no oía los gritos. No era un asesino directo, no como en ese momento.

El Loco y Aaron se miraban el uno a otro en la sala de tiro de Mörder, solo se miraban, alejados lo más posible el uno del otro. La mirada de odio que se dirigían parecía congelar el lugar o llenarlo en llamas, pero ninguno hizo ningún movimiento en vano, solo se observaban, como si estuviesen esperando algo del otro, quizás un movimiento en falso, un error o distracción de su rival.

Todo había empezado con ellos dos, justo con ellos dos la primera vez que Aaron vio al Loco matando a su padre y madre en la casa de su infancia, el día en que él le pidió a Gretchen que lo llevaran cuando el Loco propuso matarlo. Él había propuesto matarlo porque la mirada de ese niño, llena de locura y satisfacción ante la muerte frente a él, la forma en que había pateado con una carcajada el cuerpo de su padre, todo eso había sido una señal. El Loco siempre lo supo, que él sería un problema. Nadie nunca había querido escucharlo, ni siquiera Nahuel.

Pasaron doce años desde que se vieron por primera vez en esa habitación oscura, con la tenue luz de las luces de pie, con la sangre manchando esos muebles destrozados por los forcejeos en la pelea entre el Loco y el Coronel Sabatini. Él tenía diecisiete años y ya era considerado el mejor asesino de todo D.E.A.T.H. junto con Nahuel Pietrzak, mientras que Aaron tenía diez años y, aunque no era un asesino como él, era ya un niño con mente de adulto. Las miradas que se habían cruzado en ese momento marcaron para siempre lo que sería su eterna rivalidad, y ahora, ahora que se tenían por fin frente a frente, solos y con la posibilidad de asesinarse, el sonido de los disparos, los gritos y la sangre formaban todo el escenario perfecto para el fin de uno de ellos.

Con un vistazo rápido el Loco se aseguró de que el lugar en el que se encontraban fuera seguro, se aseguró de que las cámaras estuvieran donde Erica le dijo que se encontraban, verificó con un rápido vistazo las puertas y, a su vez, que su rival no se percatara de esas miradas fugaces a todo el lugar. Estaban solos, eso significaba que Aaron se tenía mucha confianza, por lo que supuso que debió entrenar mucho para conseguir esa seguridad, ya que jamás pudo pararse frente a él con la frente en alto, no sin la compañía de Gretchen que lo protegía todo el tiempo.

Los disparos y algunos gritos de pelea se oían en el lugar, en otras habitaciones, pero poca importancia le dieron. Con el puño cerrado y con solo un pequeño movimiento de nudillos, el Loco se tronó los huesos de la mano. No sabía en ese momento cómo controlar sus emociones, debía ser tranquilo como el agua para poder vencer a su rival, pues si se dejaba llevar por las emociones su plan podría destruirse por completo.

—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó Aaron con una sonrisa socarrona en su rostro—. Antes de los insultos, golpes, cuchillos y disparos. ¡Sería muy triste morir sin habernos declarado mutuamente nuestro amor!

—¿Por qué...? —el Loco apretó los puños con odio, recordando el ataque a Nahuel, la manipulación a Gretchen que terminó por alejarlos, la muerte de Moira y Sveta—. ¿Por qué, decime?

—Poder, tan simple como eso.

—¡¿Mataste a tantas personas solo por una estupidez como esa?! —le gritó con odio, apretando sus puños.

—Vos mataste por dinero, ¿cuál es la diferencia, qué es más egoísta? Busco poder, no me importa dominar a quien tenga que dominar, no me interesa engañar a quien tenga que hacerlo, yo ascenderé y mi nombre jamás será olvidado. Vos, ¿por qué mataste siempre, por dinero, por seguir las órdenes de líderes nefastos? No veo que nos diferenciemos mucho, Loco, ambos buscamos nuestro propio bienestar.

—Mörder era tuyo —masculló El Loco con odio, resistiendo su deseo por asesinarlo en ese instante. Necesitaba ganar tiempo para poder seguir con su plan—, ¿creés que no sé que Gretchen te había elegido como sucesor? Jonathan le había sellado y firmado los documentos, era oficial. Ya era tuyo, todo esto era innecesario.

—Gretchen tardaría demasiado en cederme ese poder. Si quería dominar D.E.A.T.H. necesitaba que fuera pronto, siendo joven me brinda más posibilidades en el mundo y de a poco podría ascender más, solo debo deshacerme de esa piedra en mi zapatilla para por fin poder conseguirlo, vos, Wolff.

—La única maldita piedra en los zapatos siempre fuiste vos —dijo con una sonrisa divertida que obligó a Aaron a fruncir el ceño—. El gobierno no quiere más D.E.A.T.H., date cuenta que estás acabado. ¿Creés que el presidente no los perseguirá, que no los llevará a la justicia? Es un milagro que todavía no haya venido por nosotros.

—¡Por favor! —Su risa irónica llenó el lugar, haciendo eco en las paredes—. D.E.A.T.H. controla al gobierno, no al revés. Los gobernantes podrán cambiar pero D.E.A.T.H. nunca morirá, existimos desde 1833 y pasamos por cada gobierno que existió, desde los que nos quisieron con ellos hasta los que intentaron eliminarnos, ¿creés que un estúpido gobierno abnegado nos va a detener? Tarde o temprano necesitará de nuestra ayuda, de mi ayuda.

—Esa pedantería tuya será la que te otorgue tu final.

Sin previo aviso el Loco le lanzó un cuchillo que Aaron esquivó enseguida, al igual que lo siguientes golpes que se arremetieron contra él. A pesar de su musculatura, el Loco siempre fue un hombre muy ágil y veloz, la idea de guiarse por su apariencia, creyendo que su musculatura lo volvería torpe y lento era su mejor estrategia para poder vencerlos: la ignorancia y el menosprecio terminaban por convertirse en su sepultura.

Una seguidilla de patadas altas se arremetieron contra el Loco, quien las esquivó y terminó por frenar una de ellas, lanzándole un puñetazo corto al rostro a su rival. Aaron parecía no inmutarse por ese golpe, como si no sintiera dolor, y enseguida devolvió el golpe, impulsándose hacia adelante para caer sobre él y tener la oportunidad de golpearlo con libertad.

«Debo hacer tiempo hasta que llegue mein engel..

Miró hacia la puerta, rogando en su mente que ella se encontrara bien. Se puso de pie y corrió hacia Aaron, eso sorprendió a su enemigo que no esperaba un ataque directo. Lo embistió con su cuerpo contra una pared y comenzó a lanzarle fuertes puñetazos a las costillas, pero Aaron se defendió aferrándose a él y golpeando con sus codos la espalda del Loco en busca de liberarse. Por ello, para quitárselo de encima, abrió la boca y lo mordió con fuerza en el músculo trapecio, justo en el espacio entre el cuello y el hombro. Lo oyó quejarse de dolor y la sangre no tardó en brotar cuando escupió un trozo de su carne. El Loco lo soltó y se sujetó la herida con odio, se alejó rápidamente y con su otra mano balanceó un par de cuchillos que no tardó en lanzarle, Aaron llegó a esquivar algunos pero uno dio justo en su pierna cuando alcanzó su pistola en el suelo. Se lanzó entonces tras una columna ancha para poder cubrirse de los disparos, mientras cargaba su propia pistola para poder asomarse y disparar.

Podría haberlo apuñalado de cerca y Aaron también pudo haberle disparado en el cuello, pero se odiaban tanto que deseaban con todas sus fuerzas destrozarle el rostro a puñetazos al otro.

Suspiró al ver que, en compañía de Chris y los Capa Roja, ingresó Erica y Hund se adelantó para llegar hasta él. Había dejado a su perro en libertad para que pudiera cazar con tranquilidad, como tanto le gustaba. El hocico de ese bello perro se encontraba con sangre, significaba que tuvo éxito en su cacería, pero aun con su éxito pudo notar que cojeaba. El solo pensar que alguien fue capaz de infligirle un tipo de daño hizo que tronara los dedos de la mano con odio, queriendo desgarrar la carne de quienes lo hirieron hasta desangrarlos.

—¡Jack! —gritó Erica disparando hacia Aaron, quien esquivó y se escondió tras una columna.

Los disparos se oían, la gente de Aaron buscaba defenderlo al enfrentarse contra los Capa Roja y contra la gente de Rata. El Loco se asomó para mirar las peleas aisladas, él sabía lo que era llevar una vida de solo muerte y dolor, no deseaba que nadie volviera a pasar por eso, por ese mismo motivo es que suspiró y levantó su mano haciendo una seña a Aaron, una que hizo a su enemigo parpadear con cierta confusión.

—¿Me estás pidiendo un cese de fuego, en serio? —le dijo Aaron con una mezcla de diversión y curiosidad e hizo la misma seña a su gente, que aunque se mantenían apuntando, ya no disparaban, al igual que los que acompañaban al Loco.

—Demasiadas muertes, demasiada sangre. Será difícil de limpiar luego y los barrenderos van a enojarse.

—Jack, ¿qué...? —Erica se acercó a él con sus armas en las manos y sus nuevos cuchillos de lanzar enganchados en sus piernas.

—Guerra de líderes, si los líderes se enfrentan no habrá necesidad de que los soldados mueran. Una guerra más limpia y justa, menos muerte y más probabilidades de éxito. De igual forma uno de los dos morirá, es en vano que nuestra gente muera.

—¿Pensás que tengo menos posibilidades de ganarte si echo a mi gente? Estás equivocado.

—No, pienso que como líderes nos conviene mantener a nuestros aliados con vida, si ellos mueren perderemos todo.

Aaron se mantuvo en silencio unos instantes, pensando mientras observaba a su gente y los nuevos cadáveres en el lugar. A él en verdad no le interesaba si morían, poco le importaban sus soldados y eso lo había aprendido de Jonathan, todas las personas eran reemplazables, nadie era especial, nadie excepto él. Aun pensando de esa forma consideraba que si el Loco perdía a sus aliados y se quedaba solo tenría muchas más probabilidades de éxito, especialmente sin los Capa Roja presentes

—Que mi gente se retire, pero no huyan, porque la libertad es efímera, una sensación pasajera, y aunque escapen, siempre los encontraré —dijo con una sonrisa torcida—, solo váyanse y salven sus putos culos, por ahora.

—La misma orden, váyanse todos —dijo el Loco mirando a Chris, a la gente de Rata e incluso a Vanyusha Volkov—. Si muere el líder de los Capa Roja tendré serios problemas con la mafia que prefiero evitar, váyanse, y ustedes... —mira a los locos que le había enviado Rata, esos que habían sido buenos compañeros siempre—, algún día nos encontraremos en el infierno y, entre copas y putas, brindaremos. La libertad los espera fuera de estas instalaciones, aprovéchenla.

La Bombita debe quedar con vida, tiene un trato conmigo por cumplir aún —dijo Vanyusha en inglés con una mirada fría y desafiante—. Si no recibo mi parte del trato, todo aquel cercano a ustedes desaparecerá.

Me encargaré de que eso no suceda, Volkov.

Ruriko llegó en ese mismo instante cubierta de sangre y con gotas que resbalaban por la hermosa hoja de su katana, al oír la orden frunció el ceño con asco.

—Te prometí que tendría una gran agonía, sufrimiento y más sufrimiento, y eso es lo que tendrás. Si continuás con la idea de quedarte, mi promesa se romperá y no podré hacer nada al respecto —dijo el Loco.

—Una promesa no se rompe, Wolff —masculló ella con odio—, si rompes tu promesa, te despedazaré sin piedad.

—Entonces deberé cumplir mi promesa.

Ruriko le devolvió la amenaza con la mirada y se acercó lentamente a él, contoneando sus pequeñas caderas mientras enfundaba su katana. Una vez se encontró frente al Loco, quien parecía no temerle ni intimidarse, se inclinó con respeto hacia él y extendió su katana corta.

—Este fue un regalo de Julio-sama, te pido que sea esta el arma que le arranque el alma del cuerpo, quiero que con esto acabes con su vida en el final. Si no presenciaré su muerte, al menos déjame tener el placer de ofrecerte el instrumento necesario.

El Loco dudó por unos instantes aceptar esa ofrenda, no le parecía justo que habiendo sido un obsequio de la persona que ella más amó se lo entregara a él con esa facilidad, pero comprendía que aceptarlo era la única forma de que ella no se entrometiera en sus asuntos. Suspiró y masculló insultos en alemán para luego sujetar la katana entre sus manos. Él sabí utilizarla, utilizó una de su tipo en una vieja misión, pero aun cuando su filo es implacable no estaba entre sus favoritas ese tipo de arma.

Ruriko no le dirigió ninguna otra palabra, pero sí una mirada y una promesa en ella, la de reencontrarse alguna vez en el infierno. Luego, sin decir nada más, se retiró del lugar corriendo. No abandonaría del todo el lugar, se mantendría cerca para poder asegurarse de que Aaron en verdad hubiese muerto, pero no pensaba interferir en esa matanza, igual que los Capa Roja.

Sin embargo cuando el Loco dirigió su mirada hacia Erica, quien lo miraba rogante y con sus ojos cristalizados en lágrimas, Aaron no tardó en decir:

—La princesa se queda.

—Ella se va —gruñó el Loco entre dientes—. Entre líderes, esos somos vos y yo. Erica no es líder.

—Tengo asuntos pendientes con mi puta ex, y ella tiene asuntos pendientes conmigo. La princesa se queda o la mataré en este mismo instante —dijo con odio al apuntar hacia ella.

El Loco miró a Erica de reojo, balanceaba sus cuchillos en la mano con una mirada de locura clavada en él, casi podía ver en la luz de sus ojos la forma en que lo mataría. Por ello dejó ir un suspiro y trató de cubrir un poco la figura de ella con su inmenso cuerpo.

—Quiero que veas su muerte, pero no quiero que te pongas en peligro —le dijo en voz baja con la mirada fija en Aaron—. Él tiene algo planeado, si algo pasa, quiero que...

—Si algo pasa te callás la puta boca porque le voy arrancar cada cartílago del cuerpo —gruñó Erica con asco.

Él dejó ir un suspiro y comenzó a caminar lentamente hacia los lados para medir la distancia con Aaron, quien hacía exactamente lo mismo, este incluso miraba a ese perro negro que le gruñía desde lejos, parecía recordarlo del ataque a Moira.

—Hola, princesa, tanto tiempo... —dijo Aaron con una sonrisa siniestra.

Erica apretó los dientes tan fuerte que incluso se los oyó rechinar, también apretó sus cuchillos, pero el Loco nuevamente la cubrió con su cuerpo.

—No aún... —le dijo en voz baja.

—Maté a tu inútil enfermera —le dijo ella con una sonrisa—. Era bastante débil, creí que era más fuerte, parece que me equivoqué.

—Te dije que podías con ella —le susurró el Loco con una sonrisa de orgullo.

—Dudo que exista alguien más débil e inútil que vos, Erica —Se rió Aaron—. Lo tuyo es un nivel superior, deberían darte un premio a la santa estúpida del siglo. La gran y gorda estúpida del mundo, la leyenda de la estupidez humana en persona, que creyó las palabras de un desconocido guiándose por su apariencia y aun sin conocerlo juró amarlo de por vida. Y no conforme con eso alejó de sí a todo aquel que intentó advertirle la verdad, cayendo en su red de mentiras, siendo usada como una perfecta granada que algún día explotaría hiriendo a su objetivo. ¡Todo fue tan perfecto que creo que lloraré!

Erica apretó la mandíbula con fuerza y respiró hondo, no podía cerrar los ojos, sentía que al parpadear él haría un movimiento, por ello se imaginó en el vacío, imaginó la oscuridad y su mente en la niebla, y entonces la ira desapareció y sus músculos se relajaron.

«Soy fuerte, soy valiente, soy inquebrantable»

El Loco se movía muy lento al igual que Aaron, pues en el momento en que uno atacara ya no habría vuelta atrás, necesitaban que ese momento fuera exacto. Sin embargo Aaron no dudó en provocarlos, insultos y palabras desagradables brotaban de sus labios como si de un veneno se tratase, buscaba hacerlos enfadar para que actuaran impulsivamente, eso le daría una rápida victoria. Él sabía muy bien lo impulsiva que era Erica, por eso se concentró en provocarla a ella, pero Erica no movió ni un solo músculo, se mantuvo quieta y con su mirada fija en él.

—Parece que mucho no te importaba tu estúpida hermana —dijo con una sonrisa.

—Oh, no —dijo Erica con una risita—, me importa mucho, por eso voy a arrancarte el rostro con un cuchillo.

Él se rió a carcajadas como si lo que ella dijo fuese un chiste, e hizo su primer movimiento. Levantó su pistola hacia ella al mismo tiempo que el Loco le lanzó los cuchillos al correr hacia él. Erica esquivó los disparos con habilidad dando un par de volteretas hasta cubrirse con una columna. Hund se mantenía pegado a ella, como si quisiera protegerla, pues ese noble perro sabía muy bien la maldad que habitaba en el cuerpo de Aaron, y ya había perdido a una dueña en sus manos.

Aaron y el Loco se enfrentaron cuerpo a cuerpo con unos cuchillos en sus manos, el Inexorable resultó ser muy hábil con las armas blancas, pero miraba de reojo para ver si Erica ya había salido de su escondite o no, y cuando la vio asomarse para disparar, no dudó en disparar hacia ella. El grito de Erica resonó allí.

El Loco, antes impasible ante las circunstancias, pareció enfadarse, porque su rostro inmutable cambió instantáneamente a ira y no dudó en lanzarle un fuerte puñetazo que lanzó a Aaron al suelo, quien giró al instante en una voltereta y se impulsó con los brazos para ponerse de pie, le lanzó el cuchillo que tenía en la mano pero el Loco lo desvío con habilidad. Aaron sin embargo aprovechó ese pequeño instante para apuntarlo con su pistola, al menos hasta que un disparo se impactó en su pierna y lo hizo caer.

—Gracias, mein engel —dijo el Loco con una sonrisa.

Aaron giró para ver a Erica, continuaba cubriéndose con la columna y solo se asomaba para disparar de lejos.

—Gretchen estaría orgullosa de ver que al fin aprendiste a disparar con una sola mano —dijo con una risa llena de maldad—. La Siciliana habrá sido una traidora, pero fue una buena maestra también.

Él balanceó en su mano otro cuchillo y se lanzó sobre el Loco, quien rotó hacia un costado para lanzarle uno hacia el cuello, el cual Aaron se cubrió con el antebrazo, donde el cuchillo impactó. Erica sin dudar le lanza sus cuchillos, girando en el lugar como le enseñó el Loco para poder, a su vez, tomar los otros cuchillos en sus piernas y volver a lanzarlos.

—Por cómo van las cosas, en un dos contra uno, te recomiendo usar esa cosa —dijo Aaron al ver la katana que el Loco dejó apoyada en el suelo—, digo... ya que al parecer ni de a dos pueden matarme.

—Prefiero disfrutar de hacerte sufrir.

El Loco le lanzó un par de cuchillos mientras corría hacia él, buscaba atraparlo en esa lluvia de filos para luego arremeterse contra él. Se lanzaron golpes mutuamente, frenaban y esquivaban algunos, pero otros golpes los recibieron con fuerza.

Erica, mientras tanto, improvisaba una venda para su brazo con una bala impregnada, pues la sangre no dejaba de salir. Le escocía el dolor pero apretó los dientes y vendó su brazo para poder seguir cubriendo la espalda de su esposo. Aprovechó que el Loco y Aaron se enfrentaban el uno con el otro y se apuró a buscar cada uno de los cuchillos que lanzó, era algo que siempre el Loco le había enseñado para no quedarse sin cuchillos.

Aaron escupió sangre en el suelo, se sentía bastante agotado y adolorido, porque la diferencia en musculatura y fuerza entre ambos era notable a simple vista, por más entrenamiento que haya tenido el Loco lo superaba por mucho. Vencerlo en un cuerpo a cuerpo era casi imposible, era rápido y fuerte a la vez. No le quedaba otra opción más que ir por su plan B, dañar su talón de Aquiles para hacerlo caer. Observó, mientras tomaba distancia, que el Loco solo tenía un cuchillo en su mano, no había recuperado aún el resto, por lo que sonrió con maldad y tomó dos cuchillos apuntando estratégicamente sus manos hacia ambos, Erica y el Loco.

—A ver qué podés hacer con esto...

Su sonrisa aumentó a la vez que lanzó ambos cuchillos pero el Loco, con esa rapidez mental y corporal que lo caracterizaba, pero con cierta desesperación y terror a la vez, lanzó su cuchillo hacia aquel que se dirigía a su amada para desviarlo. Hizo una mueca de dolor al sentir ese cuchillo de lanzar clavado entre unas costillas, pero sin darle mucha importancia se aseguró de que Erica estuviese bien. La vio ponerse de pie y gruñir con su rostro transformado en furia.

—Está bien —susurró con alivio—. Quedate cubierta, mein Liebling.

Ya no se oían gritos en el lugar, ni disparos, nada. Hund estaba tranquilo sentado en un rincón junto a Erica, observando fijamente a su amo, pero ella lo miró fijo a los ojos y ese bello ovejero belga pareció entender su orden en la mirada, porque corrió hacia Aaron y saltó para morderlo en un brazo con fuerza, clavando sus colmillos en él hasta llegarle al hueso, y aunque gritó del dolor y lo golpeó para que lo soltara, Hund no lo hizo, mordió una y otra vez desgarrando su carne. Ver a Aaron golpear a su mascota fue lo único que necesitó el Loco para perder por completo la cordura que había mantenido controlada, se lanzó sin dudar y sin miedos contra él, golpeando con fuerza en el rostro al trabarle las piernas con las suyas. Hund buscó un hueco entre los golpes de su amo, giró alrededor para poder atacar a su víctima a la yugular, él no era tan tranquilo como su amo, no buscaba una muerte lenta. Él era práctico, matar y seguir adelante, así que giró buscando un punto por el cual ingresar de un salto y matar a su enemigo.

Aaron intentó liberarse, cada movimiento es impreciso, no lograba zafarse de los golpes del Loco y ni siquiera podía, aprovechando que lo tenía encima, aplicarle una llave de sumisión. Chasqueó la lengua, pues odiaba rendirse y perder, pero con Hund ahí y una Erica furiosa que esperaba cualquier momento para lanzarse sobre él, dudaba salir bien de esa situación.

Entonces, como si de una luz milagrosa para él se tratase, vio el cuchillo que el Loco escondía entre su ropa, ahí clavado en su cuerpo. Supuso que no se lo quitó para no desangrarse, y aunque estaba recibiendo infinitos golpes por parte de él, sonrió al sentirse victorioso. Movió su cadera a un costado para salir de debajo de él y le pateó con fuerza el cuchillo, lo que hizo que se moviera a un costado, cortando más carne. El Loco se alejó de un salto y sujetó su herida, la sangre brotaba como si de una cascada roja se tratase, sus ojos abiertos de par en par al ver la herida, luego levantó la vista para encontrar esos ojos avellana de su enemigo, entonces le sonrió, no con locura, no con miedo ni de forma amenazante, le sonrió de forma divertida, de una forma que sorprendió por completo a Aaron.

Este se arrastra hacia atrás para poder alejarse, viendo a un Loco tembloroso que no podía efectuar palabra alguna, solo lo vio sujetarse la herida que no dejaba de sangrar mientras miraba hacia Erica, cubierta por la columna, protegida y a salvo. Él había preferido desviar su cuchillo y salvarla, que evitar el propio.

Aaron comenzó reírse, sabiendo que aunque ese hombre era fuerte, la muerte no era igual a como uno la imaginaba, la muerte nunca era gloriosa ni placentera. Nunca una persona, sufriendo por dolor, moriría con una sonrisa, y sonrió al saber que acababa de borrarle esa sonrisa soberbia para siempre.

—¿No era que me ibas a matar? —dijo con un tono bromista, se puso de pie y escupió sangre en el suelo—, ¿entonces por qué sigo de pie y vos estás a punto de caer al suelo?

Erica vio la sangre que goteaba de la mano del Loco, sangre que no cesaba, y sin pensar en nada más, sin meditar ni respirar hondo, solo corrió hacia él con desesperación mientras le disparaba a un Aaron que se cubría con una columna mientras trataba de esquivar a ese molesto perro.

—¡Jack! —chilló Erica con su mano temblorosa, ahora apoyada en la herida y el cuchillo del Loco en su cuerpo—. ¡Hay que sacarlo!

—Si lo saco moriré al instante —le dijo él con una sonrisa, observó de reojo a Aaron y Hund, quien continuaba luchando—. Qué irónico, ¿no? El que a cuchillo mata, a cuchillo muere.

—¡No es momento para bromas! —Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos, su mano temblaba de forma incontrolable—. Tengo que curarte, debe haber algo que... ¡Pudiste esquivarlo! ¡Pudiste frenarlo!

—Pude, sí, pero no... —admitió él con una sonrisa—, hice mi elección: ¿tu vida o la mía? No fue difícil...

Erica lo miró con pánico y sus lágrimas, una a una, comenzaron a resbalar por su rostro. El solo pensar que él se estaba dejando morir, que prefirió salvarla a ella antes que salvarse a sí mismo, la torturaba, la hería más que cualquier ataque que Aaron pudiera hacerle, más que cualquier palabra horrible o cualquier tortura. Estiró su mano hacia él y le acarició el rostro con cariño, llorando con desesperación, con su garganta adolorida y sus ojos que le escocían.

—No es cierto, Jack... Dijiste que la muerte está en la mente, que no morirías hasta dejarte morir... —sollozó con dolor.

—¡Pero qué conmovedora situación! —dijo Aaron luego de patear lejos a Hund, entonces comenzó a aplaudir entre risas—. Oh, qué bello y qué romántico, ¿serán acaso Romeo y Julieta, serán una nueva trágica pareja, el símbolo de la pasión? Si él tiene la daga, vos tendrás el veneno, pero creo que el veneno ya habita en tu sangre...

—¡CALLATE, maldito hijo de puta! —le gritó Erica, sin mirarlo, pues su atención estaba fija en su esposo que de a poco parecía irse—. ¡No me dejes así! ¡No me dejes! Dijiste que formaríamos una familia, ¡lo prometiste! ¡Me prometiste que harías todo por lograrlo!

—¿No... lo hicimos ya?

—¡Hablo de una familia nuestra, una de verdad!

El Loco, con una sonrisa, estiró su mano hacia el rostro de Erica, lo acarició con cariño. Sus ojos mostraban todo el amor que sentía por ella, todo ese amor que llevaba sintiendo por tanto tiempo, la miró fijo a esos ojos grises llenos de lágrimas, de dolor y de miedo.

—Tan hermosa... como la primera vez que te vi...

—Por favor, por favor Jack, por favor —rogó con su garganta adolorida.

—Le mandaré tus saludos a... La Rusa.

—¡Jack! Te amo, ni se te ocurra dejarme, ¡ni se te ocurra! Todo acaba acá, sino... todo... fue en vano, ¡¿y la libertad que querías?!

—¿Es que no te das cuenta que... esta es la única libertad que podría tener? Ahora soy libre...

El Loco le sonrió y, con un susurro que pareció perderse entre los gritos y gemidos de dolor de Erica, le susurró su amor por última vez, y cuando los ojos de él perdieron el brillo, cuando sus músculos dejaron de moverse y quedó estático entre sus brazos, Erica solo se quedó quieta con sus ojos bien abiertos, con sus ojos fijos en aquellos ahora perdidos y sin brillo de él. Ella Sabía que Aaron estaba ahí, tras ella, y que podría matarla en cualquier momento, pero ya nada le importaba. Lo único que tenía era al Loco, solo a él. Apoyó sus labios en los de él, con cariño, con todo su amor, con una promesa: lo haría suplicar por su vida.

Tras ella, Aaron se reía a carcajadas, como si no pudiera creer que en verdad acabó con la vida del Loco, tantos años esperando por ese momento y lo logró con tanta facilidad, solo por amor, solo porque él había preferido la vida de su amada. Pensó que el amor era sin dudas un rasgo de debilidad, una estupidez que se alegraba de no sentir en verdad. No podía creerlo, incluso llegó a pensar que podría estar fingiendo, alguien tan inteligente como el Loco y tan habilidoso no podría morir así de fácil, con un mísero cuchillo en su pulmón.

Se rió ante la ironía de la situación, una muerte digna y perfecta para el mejor asesino de armas blancas.

Hund se lanzó sobre él, llevado por el odio de haber perdido a su amo y mejor amigo, lo mordió en una pierna con fuerza, pero Aaron, completamente hastiado, lo pateó. Hund no lo soltó, parecía preferir morir a soltarlo, lo retenía en el lugar y clavó más sus colmillos, oyendo los insultos de ese ser inhumano.

Aaron le parece un ser monstruoso, y un ser monstruoso ni siquiera merecía la vida.

Erica se quedó quieta en su lugar, en silencio, sin lágrimas, sin gritos, sin ruegos ni alaridos de dolor. Veía la sonrisa en el rostro de su amado, murió con una sonrisa imborrable, una sonrisa de felicidad inmensa que saboreaba la libertad. Una sonrisa que le recordó mucho a la que tuvo Sveta en su último momento, y aunque a muchos otros compañeros no los pudo ver morir, podía imaginarse a Martín sonriendo en su último momento, incluso a Serge y Julio.

—Todos sonreían... —dijo en un susurro, hablándose a sí misma—. ¿Solo la muerte... les daba la libertad, esa era la libertad que querían? Esa no era la libertad que yo quería.

Aaron pateó a Hund, lanzándolo lejos. El pequeño y fuerte animal se encontraba débil, le costaba moverse. Su cuerpo dolía, todo en él dolía, así que lloró y aulló, aulló de esa forma que solo un animal dolido podía hacer, mientras se acercaba a paso lento, tropezando cada vez, hacia su amo. Quería estar ahí, junto a él, quería morir con él, y con paciencia logró llegar y ubicarse junto a Erica, quien parecía estar gélida, miraba la nada con un rostro extraño. Hund se recostó en el pecho de su amo y lloró en él, refregando su hocico en el rostro del Loco, lo lamía y regresaba a aullar.

—Vení, princesa, tu ogro murió, estiró la pata y nunca va a volver, ahora solo faltás vos —dijo Aaron con una risita—. Este es nuestro último baile.

Pero Erica no estaba allí, todo era oscuridad a su alrededor, todo era niebla. No había pensamientos, no había sensaciones ni emociones, no había dolor ni miedo, no oía tampoco el llanto de Hund o la risa molesta de Aaron.

Erica estaba en el vacío.

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