El Alma en Llamas

By DianaMuniz

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En un mundo en conflicto donde la magia esclaviza a las personas, la tecnología se revela como la única alter... More

Capítulo 1: Un nuevo comienzo
Capítulo 2 : Instituto mixto de enseñanza laica Príncipe Byro
Capítulo 2: Instituto mixto de enseñanza laica Príncipe Byro (cont.)
Capítulo 3: Un caso interesante
Capítulo 4: La familia del Marqués (1ª parte)
Capítulo 4: La Familia del Marqués (2ª parte)
Capítulo 4: La Familia del Marqués (3ª parte)
Capítulo 5: Los caprichos del planeta
Capítulo 6: Nubes de Tormenta (1º parte)
Capítulo 6: Nubes de Tormenta (2ª parte)
Capítulo 6: Nubes de Tormenta (3ª parte)
Capítulo 7: Otra forma de fuego (1ª parte)
Capítulo 7: Otra forma de fuego (2ª parte)
Capítulo 7: Otra forma de fuego (3ª parte)
Capítulo 8: Justicia
Capítulo 9: El despertar de las llamas (1ª parte)
Capítulo 9: El despertar de las llamas (2ª parte)
Capítulo 9: El despertar de las Llamas (3ª parte)
Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (1ª parte)
Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (2ª parte)
Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (3ª parte)
Capítulo 11: Engranajes
Capítulo 12: En carne viva (1ª parte)
Capítulo 12: En carne viva (2ª parte)
Capítulo 12: En carne viva (3ª parte)
Capítulo 12: En Carne viva (4ª parte)
Capítulo 13: Un nuevo amanecer (1ª parte)
Capítulo 13: Un nuevo amanecer (2ª parte)
Epílogo

Capítulo 4: La familia del Marqués (4ª parte)

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By DianaMuniz

He tenido algunos problemas con la configuración de edades del Wattpad. La cuestión es que la valoración de PG-13 me parecía un poco suave (yo diría que es para lectores de unos 15 o 16 años) así que, supuse que la R significaba para adultos. Esto no es así. La clasificación R es la equivalente a la X en mi país (España) y eso hace que la novela desaparezca automáticamente de todos los motores de búsqueda. Cuando me he dado cuenta de mi error y he intentado solucionarlo, no ha habido forma ya que cuando algo es etiquetado como R no deja de ser R nunca. Por ese motivo he tenido que borrar todo lo subido hasta ahora y volver a subirlo desde el principio, perdiendo lecturas y comentarios.

Ruego que me disculpéis si esto os ha ocasionado algún problema. Como pequeña penitencia, subo la parte final del capítulo. Disculpad la novatada.

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No sabía de qué se extrañaba. Su padre lo había dispuesto todo para ponerle a prueba, esta vez, ante sus nuevos vecinos. Reyja no tenía ganas de pelear, había pasado una magnífica tarde en buena compañía. Solo había sido hacer los deberes, nada más, pero las conversaciones intrascendentes habían supuesto un bálsamo para unas heridas que no sabía que tenía y ahora, le dolía demasiado volver a enfrentarse a la realidad. Mañana, vería esa mirada en los ojos de Suke y sabría que su refugio había desaparecido.

Alguien llamó a la puerta y Reyja estuvo a punto de gritar un juramento cuando una voz le detuvo.

—Soy Suke, ¿puedo entrar?

Reyja se levantó de la cama sorprendido. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que su habitación no era el sitio indicado para recibir a nadie. Ninguno de los criados entraba a poner orden, y Reyja se tomaba muchas molestias en destrozarlo todo de vez en cuando. El suelo del dormitorio era algo que existía debajo de los libros, la ropa y diferentes objetos que misteriosamente abandonaban sus estanterías para unirse al caos, muchas veces, en forma de fragmentos diseminados.

—Adelante —dijo Reyja, arrugando la nariz. Era un poco tarde para ponerse a ordenar.

La puerta tropezó con una silla y Suke asomó la cabeza por la abertura antes de que Reyja pudiera abrirla por completo.

—Despide a la criada —sentenció Suke al ver el panorama. Reyja se rio ante su reacción y negó con la cabeza.

—Aquí no entra ninguna —dijo—. Me tienen miedo.

—¿A ti o al monstruo que vive debajo de eso? —exclamó su amigo.

—Puede que a ambos —admitió, divertido—. ¿Qué haces aquí? ¿Ya ha acabado la cena?

—Cena con espectáculo; muy entretenido —murmuró Suke—. Pero no me he quedado para ver el final.

—Pues te habrás perdido toda la parte de revelaciones y...

—No me interesan —dijo Suke con desgana limpiándose las manos de polvo. Algo del suelo llamó su atención, se agachó un momento y rescató su viejo violín bajo la montaña de camisas—. Vaya, así que tocas el violín.

Reyja lo cogió y lo dejó encima de la mesa.

—Cosas de mi madre —explicó—. Decía que la única forma de valorar un buen concierto era tener una mínima idea de lo mucho que cuesta tocar un instrumento, y decidir si la persona a la que has pagado por escuchar es capaz de hacerlo mejor que tú. Un poco pretencioso —dijo, encogiéndose de hombros. Hacía mucho tiempo que no explicaba anécdotas de su madre. También hacía mucho tiempo que no recordaba cosas así.

—Tiene sentido —dijo el joven—. ¿Ya no lo tocas? ¿Demasiado difícil?

—No —negó Reyja con una sonrisa burlona—, demasiado fácil. Cada vez que escuchaba a alguien decía: «yo puedo hacerlo mejor» y el concierto dejaba de tener gracia. Era un niño bastante insoportable.

—¿Eras?

—Bueno, ya no soy un niño —concedió, divertido, acariciando una cuerda del violín. Casi le daban ganas de tocarlo de nuevo para demostrárselo—. Pazme se enfadó porque dejé las clases, pero ese profesor tenía poco que enseñarme.

—Eres un presumido —dijo Suke, pero no había rencor en sus palabras.

—Sí, pero tengo motivos para ello —replicó—. ¿Y tú qué? ¿No presumes de coco?

—Se me dan bien las matemáticas pero no presumo de ello. ¿También dibujas? —dijo, señalando el caballete que estaba olvidado en una esquina.

—Otra de las cosas que hice hace muchísimo tiempo. Y también muy bien, por cierto. Ahora tengo otras aficiones.

—¿Huir de tu casa? —preguntó con indiferencia, mientras curioseaba los objetos que había por las estantería. Reyja bufó, pero se vio obligado a asentir con la cabeza—. Puedes venir a la mía cuando quieras —dijo el joven con aire distante—. No hace falta que avises. Si quieres, claro —añadió, ligeramente turbado, al ver que Reyja no le respondía.

—Sí, no... —Reyja se paró un momento a pensar lo que quería decir—. Gracias —dijo, finalmente. Eran unas gracias sinceras, no una respuesta educada. Era un agradecimiento que salía de dentro pero que se quedaba parco en palabras.

Suke cogió una figurita de la estantería, era una diminuta maqueta a escala de uno de los dirigibles que poblaban los cielos de la capital. No recordaba cómo había llegado allí. Seguramente, sería uno de los regalos de cumpleaños de alguien.

—Es una reproducción del modelo de Fan-Wolfert original —dijo Suke con un silbido de admiración—. El modelo Vaio I que hizo el primer viaje entre Capital y Mivara. Me gustan los dirigibles —murmuró enrojeciendo al pensar que había hablado demasiado—. Son increíbles máquinas voladoras y no utilizan vincios. Odio los vincios —dijo en un murmullo quedo, casi como si hablara para sí.

—Ya somos dos, entonces —dijo Reyja, reviviendo sus propios rencores—. No debería existir gente así. No deberían crearse más. Es cruel e innecesario.

—Entonces —dijo Suke, asintiendo con la cabeza—, ya son dos cosas que tenemos en común.

—Al final, hasta será posible que seamos amigos.

—¡No exageres! —se burló Suke y ambos rieron entre los escombros de una vida destrozada.

*

—Supongo que no le hemos causado una buena impresión —dijo Pazme con una sonrisa triste mientras le acompañaba a la puerta y esperaban, en el vestíbulo, a que el mayordomo les trajera los abrigos y alguien avisara a Suke de que ya se iban.

¿Qué se suponía que debía responder a eso? La mujer parecía muy decepcionada. Seguramente tenía otra cosa en mente cuando le invitó con tanto entusiasmo esa misma mañana.

—La comida estaba deliciosa —dijo, siendo incapaz de elogiar otra cosa—. Y agradezco mucho su amabilidad al ofrecerse a llevar y traer a Suke del colegio.

—Sí, claro —asintió ella, visiblemente decepcionada. Aun así, se obligó a sonreír cuando le contestó—. Será un placer. Parece que... parece que los chicos han hecho buenas migas. La verdad es que me sorprende.

—A mí también —coincidió Kobe—. Reyja es un buen chico.

—¿De verdad? —se sorprendió Pazme y Kobe tuvo que contener una carcajada al ver su expresión—. ¡No se ría de mí! —protestó ella con un mohín divertido—. Es la primera vez que alguien dice que Reyja es un buen chico. Ya le ha visto antes de la cena no es...

—Es esta casa —dijo Kobe—. Fue pasar la puerta y transformarse. Lo he visto otras veces.

—Ahora me dirá que busca atención.

—Creo que más bien lo contrario. Pero yo no me ocupo de esas cosas. Reyja en mi casa se porta bien, y con Suke se porta bien, y creo que por ahora me vale con eso —dijo Kobe. Pazme le miró y asintió en silencio, parecía saber exactamente a qué se estaba refiriendo—. Reyja puede venir a casa cuando quiera —dijo el policía, y a punto estuvo de añadir «Y usted también», pero no lo hizo.

—Seguro que estará contento. ¡Aquí están! —dijo volviéndose a los jóvenes que bajaban las escaleras en ese momento—. ¿Qué habéis estado haciendo?

—Robar y emborracharnos —dijo Reyja con una amplia sonrisa. Suke puso los ojos en blanco y le pegó en el hombro—. Perdón, nada de mentiras. Estábamos planeando escaparnos para ir a El Cielo Roto.

—¡Reyja! —exclamó Pazme escandalizada—. ¡No deberías ni saber el nombre de ese sitio!

—¡Pero si tengo un trato preferente! —Kobe le dedicó una mirada y Reyja borró de golpe su sonrisa burlona. Había visto el expediente de ese chico y eso no era un farol como los otros. Empezaba a plantearse que a lo mejor no era tan buena idea que se acercara a Suke—. Solo bromeaba —dijo, alzando las manos en señal de rendición. Tenía las mejillas encendidas del rubor.

—El capitán acababa de decirme que podías ir a visitarles cuando quisieras —le informó Pazme—. Pero puede que se haya replanteado su invitación.

—¿Qué? —se extrañó Suke. Alternó miradas entre unos y otros—. ¿Por qué? ¿Qué has hecho?

—No juzgaré a nadie por errores pasados, Reyja, pero no te enorgullezcas de ellos. Al menos no delante de mí  —dijo Kobe—. Por ahora no me replanteo la invitación, puedes venir cuando quieras y eres bienvenido. Pero —subrayó antes de que el joven empezara a celebrarlo—, considérate bajo vigilancia. Mi confianza tiene un precio. A la que vea que reincides en...

—¡No lo haré! —se apresuró a exclamar el joven.

—Genial, entonces nos llevaremos bien. Muchas gracias por todo —dijo dirigiéndose a Pazme, con una ligera inclinación de cabeza—. Si quiere... venga un poco antes y podré ofrecerle un café antes de que se lleve los chicos al colegio. —«¿Por qué he dicho eso?», se extrañó, pero el rostro de ella se iluminó.

—Estaré encantada —dijo con una sonrisa que hacían que sus ojos chispearan—. Buenas noches y... hasta mañana.

Los chicos intercambiaron saludos y Suke se despidió con cortesía de su anfitriona.

—Odio estas conversaciones —gruñó Suke mientras se subía al automóvil—. En las que todo el mundo sabe de qué se está hablando menos yo. ¿Qué narices es El Cielo Roto?

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