AntebelluM - 30 Seconds to Ma...

By SGabrielaD

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¿Alguna vez te has preguntado cómo nace un copo de nieve? . . . #TomoMilicevic, #JaredLeto & #Shanno... More

INTRO
Prólogo
Capítulo 1 - El Festín
Capítulo 2 - Esa Alma
Capítulo 4 - Dulce Caos
Capítulo 5 - ¿Zorro o Pomerano?
Capítulo 6 - Artificios
Capítulo 7 - Lazos Consanguíneos
Capitulo 8 - ¿Olvidar o recordar?
Guia Multimedia de Personajes
Capítulo 9 - Gacelas y Depredadores
Capítulo 10 - Combustible Negro
Capitulo 11 - El Desafío del Ángel
Capitulo 12 - Nuestros propios dioses
Capitulo 13 - Las voces del mañana
Capitulo 14 - Amo esta Vida
Capitulo 15 - Bajo Presión
Capitulo 16 - Esos Cuatro Muros
Capitulo 17 - Ella era Diferente

Capítulo 3 - Rosas nocturnas y aterciopeladas

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By SGabrielaD


Rosas nocturnas y aterciopeladas


"Las grandes rosas rojas, cuyo brillo sangriento y áspero ardía bajo la ceniza húmeda de aquella mañana, me tentaban. Tenía grandes deseos de arrancar una. Pregunté el precio, sólo para poder acercarme a ellas lo más posible" ―Knut Hamsun.



Las gotas de agua salieron como lluvia de aquella regadera de mano que sostenía Isabel Conaill, el líquido, aparentemente brillante si se miraba con detenimiento, fue a reposar sobre una colección de plantas carnívoras bebés que se encontraban en pequeñas macetas sobre una envejecida mesa de roble. 

En ese instante, las plantas al sentir la humedad, se movieron de un lado al otro en una pequeña danza al recibir el refrescante rocío improvisado abriendo y cerrando sus pinzas, una que no se daba a menudo dentro de aquel enorme vivero de cristal. Isabel curvó la comisura de sus labios en una pequeña sonrisa que se reflejó en sus ojos verdes; sin dudas se sentía en casa cuando entraba en aquel lugar, uno donde podía tener tranquilidad y ordenar sus pensamientos cuando estaba fuera de sus horas de trabajo. 

Isabel siguió avanzando entre las diversas especies, rociándolas, percibiendo sus distintos aromas o sacudiéndoles el polvo; muchas de ellas tenían gran tamaño dando al lugar una apariencia de bosque tropical que solo podía ser atravesado por pequeños senderos que se encontraban en el centro de la enorme cúpula, donde reposaba una mesa de té para cuatro personas.

Allí, bebiendo con parsimonia de su taza de porcelana, encontró a su hermana gemela Paulina. 

― Eres la única que viene a estos terrarios con semejantes trajes hermana ―dijo Paulina cuando la vio entrar al círculo con un tono cargado de diversión. 

Sin dudas Isabel tenía un excelente y moderno gusto para vestir, con una vasta colección de pantalones, camisas y chaquetas formales, y aquel pelo corto color rubio teñido, le daban el toque externo para su actitud regia y generalmente amargada que la caracterizaba.

No era de extrañar que en todas las reuniones y eventos de la ciudad resaltara, en especial al ser la adalid de la dimensión sobrenatural.

Paulina, por el contrario, prefería los largos vestidos que emulaban la belleza de la primavera con sus estampados brillantes y conservar el pelo rojizo de las Collins.

― Esto no es un terrario ―sentenció Isabel avanzando hasta su encuentro, depositando la regadera de metal sobre la mesa de vidrio con ímpetu, haciéndola vibrar en el proceso― ¿Qué haces aquí?

― ¿Acaso es un delito venir a verte? ―preguntó ligeramente ofendida esta― Escuché que estabas en la casa y quise acercarme a saludar, hace mucho que no conversamos desde que aceptaste ese puesto en el Orbe. 

Una ligera pesadez cayó sobre los hombros de la rubia al recordar su trabajo, nunca sabía lo mucho que le costaba dirigir hasta que alguien se lo recordaba.

― No, supongo que no ―admitió, después de todo su presencia siempre la tranquilizaba― Aunque siempre que mezclas las palabras "delito" y "conversar" se que tienes algo para decirme.

Paulina sonrió.

― ¿Cómo es que siempre me conociste tan bien Isabel? Siempre. ―un brillo de ensoñación cruzó los ojos grises de Paulina, uno proveniente de los recuerdos, del pasado.

Isabel se sentó en frente de ella y se sirvió un poco de té antes de responder.

― Porque eres como un libro, te lees demasiado rápido. En ciertos momentos es algo bueno, pero la mayoría de las veces es una debilidad, pero eso ya lo sabes ―dijo restándole importancia, concentrado su atención en unas flores rojas y doradas resecas que estaban unos metros detrás de su hermana. 

― Mírale el lado positivo, no tienes que dar muchas vueltas para saber la verdad detrás de mis acciones.

― Esa es una de las cosas buenas ―sonrió y luego volvió la vista a las flores― ¿Qué les pasó a mis Luminoespinosas? Están todas marchitas.

Paulina miró de reojo sobre su hombro y bebió más de su té, despreocupada.

― Les pedí a todos que dejaran de regarlas después que una de ellas electrocutó a Ezra la semana pasada cuando se encontraba de visita.

― ¡¿Cómo es posible?! Todo el mundo sabe que hay que hablarles con cariño de vez en cuando para que se acostumbren a la presencia de otras especies. Tendré que replantarlas hoy, te dejaré una canasta con moscas verdes para que las alimentes.

Paulina hizo una mueca de puro y sentido asco.

― Yo poseo la habilidad para la cronoquinesis, no de contener el vómito para alimentar a tus plantas extrañas. ―comentó evasiva, saliéndose del paquete lo más pronto posible― Si quieres que yo cuide tu terrario, planta flores del mundo humano, algunas rosas u orquídeas. Cualquiera que no coma dedos ni asesine a sus cuidadores.

― No estamos en un terrario Paulina y no pienso plantar flores parásitas como las orquídeas en mi vivero. ―gruñó la mujer― ¿Sabías que se comen todo el árbol o cualquier tipo de vida vegetal en donde crecen? No me parece extraño que nazcan en ese mundo humano que tanto veneras tú y aparentemente varias mujeres de la familia.

― Yo no le veo nada de malo a los humanos a pesar de nuestras malas experiencias, han cambiado mucho desde la Edad Media. Deberías preguntarle a cualquier bruja o brujo que resida allá.

― ¿A quién? ¿A Valentina? ―Isabel soltó un bufido alzando una ceja. 

― ¿Por qué no? Es tu nieta, no pensarás odiarla por siempre. 

― No le odio, solo estoy profundamente decepcionada de ella. ―explicó con seriedad― Sabíamos que no tenía muchas habilidades, que luego de las pruebas cabía la posibilidad de no quedar en ninguna compañía mágica, ¿pero tenía que huir a ese muladar? ¿Ese...ese basurero? 

― Fuese ayudado si no le hubieses gritado delante de todos que su telequinesis era una ignominia para el mundo.

― Quizás me pasé...un poco ―admitió a regañadientes.

― Algunas veces me pregunto si eso era lo que deseabas decirle de verdad, si no fue porque te sentiste presionada por los mayores al tener una nieta que no cumplía las expectativas como sus hermanas. 

― ¡Pero era la única forma de hacerla madurar! No puedes explotar los poderes de alguien manteniéndole en una burbuja de cristal. Puedes tomarte como ejemplo en ese caso, si esos hombres no nos fuesen perseguido por el bosque nunca te habrías dado cuenta del potencial que poseías, ni siquiera que eras una bruja de nacimiento.

― ¿Y cuál fue el precio que pagamos? ¿Cuántas almas se perdieron ese día para que nosotras llegásemos vivas a la ciudad de Ónix?

― Tres ―masculló Isabel, odiando muy en el fondo que Paulina usara el pasado para ganar sus discusiones, unas que siempre se daban cuando tocaban el tema de los humanos.

Paulina suspiró exhausta antes de retomar la conversación, muchas veces olvidaba sus ochocientos once años camuflados detrás de un cuerpo de cincuenta. 

― La verdad es que he venido esta tarde para pedirte un favor.

― Ya sabía que te traías algo entre manos ―rodó los ojos y apretó los labios en una mueca. Odiaba tener siempre la razón― ¿Qué es? 

― Es sobre Valentina precisamente ―al segundo siguiente ya Isabel pretendía replicarle, pero fue detenida con astucia― Como se acerca su cumpleaños, pensé enviarle un guardián, desde que se encuentra viviendo sola allí no puedo dejar de pensar que algo malo le puede ocurrir. 

Isabel pareció saborear la idea unos instantes. 

― Sabes que estoy planeando el Samhain, que casualmente cae el mismo día de su cumpleaños. ―comentó haciéndose la dura― Enviarle algo a través de un portal en esas fechas es todo un reto, solo se abren en un sentido por las festividades para dejar entrar a los entes mágicos que residen allá. 

― Podemos abrir uno antes de ese día, quizás hoy o mañana. ¿Qué dices? 

― Ya has elegido a un acompañante para ella supongo, sabes muy bien que deben reflejar el alma de sus futuros dueños y la elección debe ser meticulosa. 

― Escogí al mejor de todos. ―sonrió Paulina. 

― Muy bien ―asintió Isabel, viendo en aquella idea una ventana de posibilidad para hacer recapacitar a su nieta Valentina. 

«Una pequeña dosis para recordarle que el mundo mágico no le hará daño» pensó Isabel con decisión. Tal vez volvería a Ónix pronto. 



***



― ¡Oh, esto es genial!

Tomo, el menor de los Leto, se irguió nuevamente desde la caja donde estaba metido de cabeza alzando una terrorífica máscara de zombi en su mano izquierda. Su rostro ligeramente redondo pero de mentón cuadrado se contorsionó en un gesto victorioso y risueño, en donde sus ojos marrones formaron dos líneas haciéndolo parecer un asiático por un instante, uno muy peludo con aquella espesa barba y mostacho mexicano.

― Creo que Jared se ha pasado con la decoración ―dijo Shannon, el baterista de la banda removiendo la viruta del embalaje para sacar otra máscara, segundos después alzaba una con forma de Frankenstein― Son demasiadas cosas. ―se quejó frunciendo sus cejas, pronunciando más la "V" que se formaba en su rostro con ellas dándole ese aspecto de chico malo. 

El lugar se encontraba repleto de cajas de diversos tamaños, mientras los decoradores vaciaban su contenido, y luego lo organizaban en paredes y muros del lugar dándole un aspecto ligeramente aterrador.

― A mi me parece divertido, los disfraces, la decoración y los dulces. ―enumeró calzándose la máscara con dificultad.

No era extraño que el guitarrista de la banda siempre estuviese de ese buen humor, animando a todos a su paso con una simple pero cálida sonrisa.

― Eso no lo dudo ―rió el mayor puyándole la barriga a Tomo con el dedo índice, acto reflejó el guitarrista se encorvó riendo también.

― Deberíamos asustar a los que lleguen con estas cosas ―propuso con la voz apagada, producto del encierro de su rostro en aquel disfraz.

Shannon, al ver que se había levantado temprano para nada, ya que no grabarían ese día ni los que seguían a ese por la brillante idea de Jared de hacer una fiesta de Halloween en su nueva casa, le pareció una propuesta de lo más interesante para pasar el rato antes de irse.

Con un encogimiento de hombros, se cubrió su propio rostro y aceptó:― Está bien señor zombi, le sigo. 

Diez minutos más tarde ambos se encontraban detrás de una columna, en el pasillo de la entrada principal, el hecho de que aquella casa fuese más alta y espaciosa, ayudaba a que dos hombres de casi de dos metros de altura se ocultaran con facilidad en cualquier rincón.

Y mientras ellos esperaban a su próxima víctima, al estacionamiento llegaba una furiosa Valentina.

La nueva fotógrafa había pasado la última hora dando vueltas en círculos buscando la casa y además de estar escondida entre unos árboles, nadie en aquella multimillonaria zona se encontraba cerca para pedir indicaciones. Era como si todos los seres humanos desaparecieron de la Tierra justo en el instante que su GPS decidió fallar y ella virar en la calle equivocada. 

Nunca fue muy buena con los mapas, por eso confiaba ciegamente en sus aparatos técnicos, pero estos siempre les fallaban cuando más los necesitaba. 

«Robert me va a reclamar de mi tardanza» pensó mientras buscaba un hueco donde aparcar «Primer día de trabajo y llegas hora y media tarde, felicidades Valentina»

"Usted ha llego a su destino" la voz de la grabadora se escuchó con fuerza en el pequeño Volkswagen. ¡El aparato volvía a la vida! ¡Estaba vivo!

― ¡Oh, ya cállate! ―gruñó Valentina dándole un fuerte manotón al GPS apagándolo de una buena vez― A buena hora vienes a funcionar.

Bajó con prisa del auto, se colgó el bolso que contenía su cámara sobre un hombro y la cartera en el otro. Después de un azote de puertas, inició su andar a la entrada.

Un rápido vistazo al estacionamiento le hizo percatarse que dos personas vaciaban una camioneta FedEx, los dejó estar sin mantener mucho tiempo su mirada curiosa allí y siguió hasta la puerta principal que se encontraba abierta.

Al no ver a nadie custodiándola avanzó con resolución por el pasillo principal que, por la disposición y arquitectura, finalizaba en una estancia más amplia, probablemente el hall o la sala de estar.

Distraída y ligeramente molesta como estaba por perderse de camino allí, ignoró por completo las emociones humanas que provenían desde el fondo y siguió de largo.

Para cuando fue consciente de su situación era demasiado tarde, dos grandes hombres enmascarados la abordaban entre gruñidos y gritos con las manos hacia el frente para atacarla y lo único que su mente pudo procesar fue la palabra:

«¡LADRONES!» 

Seis años viviendo en California y en diversas partes del país ganándose la vida con nada más que sus cámaras y demás equipos fotográficos, la hicieron alerta y desconfiada, a tal punto de pensar que alguien así podían ser matones de primera.

Y como cualquier joven mujer "indefensa" siendo ataca en pleno siglo XXI, actuó de acuerdo a la situación. 

Alzó su cartera y la bandeó en el aire igual que el abanico de una Geisha, de forma rápida, limpia y grácil. El primero de ellos, con el rostro como un zombi, recibió un fuerte tortazo en el lado izquierdo de la cara y se tambaleó a un lado hasta sostenerse de la pared. Completamente impresionado de aquel cariñoso recibimiento.

Aunque Valentina no esperó a que se recupera o que el otro llegara a su encuentro por detrás, miró de hito en hito a su alrededor y lo primero que pudo agarrar, o mejor dicho, lo que más captó su atención en aquel instante de terror fue un largo y ROJO extintor.

Se abalanzó contra el y lo alzó por la manija de transporte, reparando muy tarde lo pesado que era hasta que su cuerpo fue regresado con ímpetu al suelo. En un segundo intento, esta vez más decisivo, lo levantó como pudo entre sus manos y lo lanzó contra el segundo tipo que venía a su encuentro haciéndole señas. 

¡Pam! Un golpe metálico y luego un robusto cuerpo caía igual que plomo en medio del pasillo.

― Espera somos... ―la voz del primer hombre, aun enmascarado, llamó la atención de Valentina que ahora recogía el extintor que había rodado hasta sus pies después de golpear la cabeza de Frankenstein. 

Pero ella no esperó, como era usual y se abalanzó de nuevo con extintor en mano contra el zombi.

― ¡Atrás pervertido! ―gritó golpeándole el hombro repetidas veces, que era a la única parte que su estatura de 1.60 podía permitirle, mientras el "pervertido" trataba de esquivar la amenaza de melena azabache corta y ojos grandes. 

― Valentina, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué los atacas? 

Robert Greenwood, que salía precisamente a llamar a la nueva fotógrafa para saber de su retraso, la encontraba allí, arremetiendo con ímpetu en contra de los músicos principales de Thirty Seconds to Mars, y con nada menos que con un extintor de veinte kilos.

Era igual que ver a una pequeña y adorable ardilla, siendo poseída por un demonio con complejo ninja.

― ¡Rápido Robert! ¡Son ladrones que se han metido! ―chilló apremiante, mientras se iba en contra de Frankenstein de nuevo al verlo con intenciones de ponerse de pie después de su primer round.

Regresándolo al suelo con efectividad, por supuesto.

― ¡No, detente! ―Robert se metió en el medio y la agarró por la cintura, apartándola― Ellos son Shannon y Tomo.

«¡Oh maldición, estoy despedida!»

No se movió, no hizo nada más después de aquello, solo ver a los dos hombres gemir con ojos como platos.

¿Qué podía ser peor que atacar a tus nuevos jefes? Unos famosos por cierto. Ah sí, que descubrieran sus poderes de telequinesia. Una parte de su ser agradeció aquello, que se moviera como humana para buscar el extintor y no levantarlo en el aire con un gesto y aventarlo como si nada, exponiendo su pasado y su antiguo mundo al desastre.

Por otro lado, se encontraba en un lío y uno muy grande.

Ambos hombres, el guitarrista Tomo y el baterista Shannon, se despojaron de sus máscaras y dejaban ver los hematomas que se comenzaban a formar.

Tomo que aun estaba de pie, solo se quejó de sus heridas con unas muecas de dolor sosteniéndose uno de sus brazos, el que más recibió porrazos. Pero su hermano, por el contrario, no tardó en ladrar en su contra mientras se ponía de pie con dificultad.

― ¡Joder mujer, de que nos viste cara! ¿De piñata para caernos a palos? ―gruñó Shannon sobándose la frente donde tenía un enorme chichón rojizo cambiando a violeta.

― De monstruos quizás ―replicó ella a la defensiva, reprendiéndolos en el proceso― ¿Cómo se les ocurre atacar a la gente así?

― No estábamos atacando a nadie, sólo queríamos asustar un poco a los desprevenidos con estas cosas ―Tomo alzó su máscara, guardando distancia de la fotógrafa...por si acaso.

― Pues serán inmaduros al hacer semejante cosa, acaso no vieron que hay gente descargando un camión afuera ¿Y si los hacen tropezar y dañar los envíos?

Tomo bajó la mirada sintiéndose culpable a pesar de salir como pera de boxeo en todo el asunto, pero Shannon la mantuvo fija en ella, formando una línea con su boca.

― No nos disculparemos por divertirnos aquí ―añadió con firmeza el baterista cruzándose de brazos.

― Bueno, bueno ¿Por qué mejor no vamos a la sala y conversamos mejor? ―propuso Robert tratando de calmar el ambiente espeso y nebuloso que se había formado de pura tensión.

Un rato después todos se encontraban sentados en un moderno juego de muebles en la sala principal. Tomo estaba concentrado aplicándose un ungüento en los brazos mientras Shannon se mantenía recostado del posabrazos a su lado, dejando que la bolsa de hielo calmara el dolor de cabeza que amenazaba con partírsela en dos.

Valentina por su parte, se sentó en frente de ambos, erguida y tiesa, esperando que alguien pronunciara la palabra "Despedida" para irse de allí y no volver jamás.

«Y pensar que ellos son tan buena gente, en especial Tomo. Ahora te odian a muerte Valentina» le dijo su inconsciente, torturándola.

Podía sentir sus emociones con claridad desde ese punto: miedo, dolor y rencor, unas muy profundas por cierto.

― Yo... ―quiso comenzar una disculpa apropiada por ser tan bruta con sus actos, aunque en el fondo pensara que era lo correcto y que ellos se lo buscaron. En parte también lo quería decir por la mirada letal que poseía Shannon en su contra, una totalmente diferente a la seductora que le dedicó días antes cuando se conocieron.

― Valentina ―escuchó que Robert la llamaba y rápidamente dirigió su mirada hacia la voz, encontrándolo cerca de la puerta― Jared ya llegó, quiere hablar contigo.

La aludida asintió en respuesta, sintiendo alivio por no tener que iniciar una vergonzosa disculpa con ellos y se puso de pie.

Por el rabillo del ojo notó cómo Tomo curvaba los labios en una sonrisa maliciosa mientras se alejaba. De seguro el pelinegro conocía su destino, uno no muy bueno, eso era seguro.

Robert la condujo por diversas áreas de la casa, era mucho más amplia que la anterior que usaba como estudio y que visitó la semana anterior; también tenía un diseño particular, casi semejante al de un búnker viejo que fue modernizando para habitar allí. Con lámparas de halógenos, salones amplios que daban la sensación de estar en una galería de techos altos y paredes totalmente blancas; en definitiva aquel sitio necesitaba un toque hogareño pronto.

Aunque dudaba que Jared fuese de los que se inclinaban por ese tipo de decoraciones.

Después de subir por una escalera de caracol hasta el segundo piso, supo donde el vocalista había guardado todas sus obras de arte que aparecían en videos de ellos durante las grabaciones en los álbumes anteriores.

Allí, en un largo pasillo que comunicaba múltiples habitaciones, se encontraban un sinfín de piezas, desde pinturas hasta esculturas, colocadas a como diera lugar.

Valentina detalló cada una, o por lo menos lo que el rápido caminar de Robert le permitió, hasta que llegaron al fondo y él golpeó una puerta dos veces con sus nudillos.

"Pasen" 

Se escuchó que decían del otro lado y a Valentina se le aceleró el corazón. Reconocía esa voz donde fuese y también le temía, temía que la reconociera como una paparazzi cuando la viera.

Robert abrió la puerta para ella y se hizo a un lado para dejarla pasar igual que un caballero inglés, cuando estuvo adentro y creyó que él la acompañaría, cerró la puerta detrás de sí abandonándola a su suerte. «Bastardo, cómo te atreves a dejarme aquí sola»

A Valentina le tomó unos instantes ubicarlo en aquel lugar rectangular, era una sala espaciosa y mejor decorada que el resto de la casa. Con un piso de alfombra bermellón que amortiguaba sus botines al caminar, ventanas de guillotinas abiertas que proveían una excelente iluminación y paredes tapizadas en azul cerúleo, proporcionaban un ambiente cálido y acogedor.

Según su deducción, era muy parecido a un estudio, con libreros en las paredes al fondo del lado derecho y un escritorio de madera en el centro frente a la puerta. También se encontraban un par de guitarras eléctricas y acústicas en sus atriles del lado izquierdo y, sin querer, se encontró completamente fascinada observándolas una a una mientras avanzaba, todas relucientes como si acabaran de comprarlas. 

― ¿Te gustan?

Una voz sutil, cálida y profunda resonó a sus espaldas obligándola a girarse con rapidez. Reparando muy pronto y sin aviso que Jared se encontraba a tres íngrimos pasos de su persona, recostado de la pared junto a la puerta con los brazos cruzados. 

«¡DÓNDE ESTABA!» se preguntó Valentina mirando a todos lados, simplemente se había materializado de la nada allí con su sonrisa traviesa. En el proceso pensó que la marca de todos ellos era el aparecer de improvisto detrás de las personas y darles un susto a muerte, primero Shannon en el estudio, luego Tomo en la entrada y ahora él.

― Son hermosas ―respondió, agradeciendo que su voz saliera clara y no en un molesto balbuceo, que podía ser fácilmente confundido con el de una adolescente tonta y enamorada― Tienes una gran colección. 

― Han pasado muchos años para llegar a tenerla. ―explicó con un ligero dejo de preponderancia que rápidamente fue borrado al quitarse del muro― Ven, vamos a divertirnos un poco.

Valentina siguió la silueta de su figura vestida de negro, desde sus botas hasta su sobretodo medio de cachemira, moviéndose con gracia hasta el lado izquierdo del lugar, tratando de mantener su vista en el moño en forma de papa que formaba su cabello, ahora castaño.

Jared ocupó un mueble de cuero negro de dos plazas cruzando una pierna sobre la otra y le indicó el lugar libre para que ella lo tomara. 

El primer minuto lo pasaron en silencio y eso puso con los nervios de punta a Valentina. El vocalista se mantenía igual que un gato siamés, una parte de él te decía que estaba sereno en su territorio observándote con curiosidad a través de su mirada turquesa y otra, menos alentadora, que estaba a punto de brincarte encima y atacarte con sus uñas.

― Así que...esta es su nueva casa ―comentó al fin la fotógrafa, no podría pasar un minuto más así. Si deseaba despedirla que lo hiciera de una buena vez.

― ¡Al fin! Pensé que debía iniciar yo la conversación, con lo aburridas que pueden llegar a ser las entrevistas de trabajo. 

«¿Estaba esperando a que hablara primero?» Un tic nervioso apareció en el ojo derecho de Valentina de pura frustración. 

No podía creer que el multifacético hombre sentado a su lado adoptara una actitud tan poco profesional.

― ¿Piensa hacerme una entrevista después de lo que pasó con sus hermanos? ¿No tiene miedo de que represente una amenaza para ellos y para usted? ―inquirió extrañada entrecerrando sus ojos con dudas― No quiere decir que lo hice a propósito, lo juro. ―completó de forma rápida antes de generar confusión. 

― No, no te tengo miedo Valentina y si, pienso contratarte después de lo que hiciste.

― Eso, eso es bueno. ―advirtió asombrada. 

Que Jared la contratara significaba también que no perdería el trabajo que tanto le costó obtener en la agencia, porque de perderlo el primer día, sabía que su jefa se transformaría en el Kraken. 

― Aunque debo admitir que dudé al principio en elegirte porque eras una chica, no te lo tomes a mal, no soy machista ni nada de eso, pero mi hermano puede ser un gran depredador cuando se lo propone y no quería problemas. 

― Nada de relaciones laborales, lo entiendo. ―«tampoco es que piense liarme con un músico que viene con una etiqueta de advertencia pegada en la frente»

― Creo que necesitamos más espíritus como el tuyo en nuestro equipo.

Comentó distraído luego revisando su celular, Valentina se tomó ese tiempo para detallarlo sin ser descarada ni que él la viese de vuelta. 

Era extraño, Jared parecía una rosa nocturna y aterciopelada a primera vista, pero eso no era lo que llamaba la atención de su persona una vez que te tomabas el tiempo de analizarlo a corta distancia. «Las rosas hermosas tienen espinas» comprendió, «pero..., junto a sus hermanos, rosas todos, me siento fascinada por esa parte oscura de ellos» 

― En estos momentos no requiero de una fotógrafa, o por lo menos, no hasta que comience a grabar de nuevo que será en unos días. ―explicó Jared sacándola de sus cavilaciones, reparando que había dejado su celular a un lado y la miraba de nuevo― Por otra parte, este sábado haré una fiesta de disfraces para celebrar mi mudanza, la despedida de Robert y la noche las brujas, todo junto. Quiero que seas la fotógrafa de la fiesta.  

― Será un placer ―el estar durante esa celebración le ayudaría a adaptarse a ese mundo desde una perspectiva interna e ir conociendo la personalidad de sus amigos más cercanos para no tener problemas luego. 

― Puedes venir disfrazada de lo que quieras, pero trae algo, no quiero que te veas fuera de lugar esa noche.

― Pensaré en algo ―comentó más para sí misma que para su interlocutor, estaban a lunes, eso le daba solo cuatro días para ir a una tienda y comprar una prenda que ponerse, aunque al ser temporada alta en aquella festividad dudaba que consiguiera algo apropiado. 

Jared se puso de pie y ella emuló sus acciones, sin dudas había terminado la conversación. 

Después de un corto despido y avanzó hasta la puerta. Antes de irse pretendía buscar a Robert y preguntarle si debía ir a ayudar con algo en esos días y confirmar su horario. 

Una parte de Valentina suspiró aliviada, el vocalista no la reconoció y eso era un gran avance. Lo último que deseaba para completar sus problemas es que él la viera como un mal recuerdo.

― Ey, Valentina. 

Ella giró la cabeza, aun sosteniendo el pomo de la puerta y lo observó de nuevo sentado en el sillón― ¿Si? 

― No te lo dije cuando llegaste, pero tu rostro me parece familiar ¿nos hemos visto antes, Valentina? ―preguntó curioso, ladeando levemente el rostro con una sonrisa esperando su respuesta.

«De todos los hombres en la faz de la Tierra tenias que ser tú, Jared Joseph Leto»






Nota extra:

* En caso de dudas a las personas que leyeron el capitulo, he colocado a Tomo Milicevic como un hermano de los Leto; esto quiere decir que en esta historia él es hijo menor de Constance. 



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