Magnus Pov's:
— ¿Scott?— preguntó Magnus con tono alegre.
— Magnus, estoy casado con la hermana de tu marido. Somos cuñados. Nos conocemos hace años. ¡¿PODRÍAS RECORDAR MI NOMBRE?!
— Si, si. Lo siento.
— ¿Y cómo me llamo?
— ¿Siverius?— inquirió divertido. Escuchó el bufido molesto de Simón al otro lado de la línea— Vale, eres Simón.
— ¿Ya nació?— preguntó entonces el ex vampiro.
— Si, te llamaba para que les digas a los niños. Especialmente a Max.
— Lo haré.
— Pero hazlo con emoción. Explícale que es una de las noticias más lindas que recibirá en el mundo.
— Sé como hacerlo, Magnus. Tengo una hermana.
— Si, en un rato Izzy irá para ella.
— ¿Puedes pedirle que se apure?
— ¿Por qué? ¿Sucede algo?
Y antes que Simón pudiese contestar, Magnus escucho la clara voz de su hija, con tono divertido, murmurando "se te acabo el tiempo" y la comunicación se corto.
Buena suerte, Scott.
— ————
Simón Pov's:
— No esta bien atar al tío Simón— dijo, mirando de reojo a sus sobrinos, luego se dirigió a sus hijos— . Y tampoco esta bien atar a Papá.
— Eres nuestro esclavo, solo hablas cuando te decimos— contestó su pequeña hija con una mirada desafiante. Su largo cabello negro ondeando su pequeño y ovalado rostro.
— ¿Y no quieren saber que me dijo el tío Magnus?
Esta vez hablo Max.
— ¿Ya nació mi hermanita?
— Les diré si me desatan— era lo único que tenía nuevo como para intentar negociar.
— No, esperaremos— la voz paciente de Sophie retumbó en sus oídos.
<<Maldición, Isabelle lo encontraría así>>
— Max, ya nació.
Y al instante su pequeño sobrino comenzó a dar saltos por toda la habitación. Su cabello dorado se movía de un lado a otro con el movimiento.
Sus primos lo abrazaron, y Simón escucho las felicitaciones con una gran sonrisa.
En ese momento Gideon le dio la mano a Max y le dijo con voz clara: "Habrá momentos en que la odiarás, pero tener una hermana es lo más hermoso del mundo. Yo a Lizzy no la cambiaría por nada."
Y en ese instante, Simón sintió su corazón hincharse del cariño que sentía por todos y cada uno de los niños que estaban en esa sala. Sin importar como lo tratasen, a donde lo atasen o lo que hiciesen. Quería a cada uno más que a su propia vida.
Toc, toc, toc. Los golpes resonaron en la puerta.
— ¿Quién sera?— preguntó Lizzy.
— Es mamá— respondió con una sonrisa su Padre.
Al instante todos se revolucionaron. Lo desataron, acomodaron en la silla, escondieron las cuerdas, y se sentaron juntos en una mesa como si fueran los niños más buenos que jamás hubiesen existido. Que de algún modo, lo eran.