Déjame Salvarte [anteriorment...

By beoncheshire

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No se trata de borrar nuestras heridas, sino de aprender a vivir con ellas. Obra registrada en Safe Creati... More

Falling
Prólogo
Personajes
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By beoncheshire

El lunes por la mañana, Peyton despertó alarmada y corrió a encerrarse en el cuarto de baño al ver la hora que era. Tomó una ducha rápida y luego salió hacia la habitación pasando una toalla por su cabello, secándolo un poco, mientras buscaba ropa para vestirse. Empujó la gran puerta corrediza del guardarropa encastrado en la pared y tomó la falda negra, una camiseta blanca de mangas largas, el suéter negro del uniforme escolar y comenzó a cambiarse con prisa.

Le dio una rápida mirada al reloj que colgaba sobre su cama: 7:48 am.

Otra vez tarde.

Recogió un broche de la cómoda y enganchó los mechones delanteros de su cabello hacia atrás de su cabeza dejando lo restante suelto. Las puntas negras comenzaban a ondularse mientras la humedad del baño abandonaba su cabello, pero no le dio importancia y dejó que cayeran hasta el final de su espada. Tiró de su bolso sobre el escritorio y guardó unas cosas antes de bajar a la sala.

―¿Mamá? ―la llamó urgente, bajando las escaleras a trompicones.

―¡En la cocina!

Dejó el bolso en el sofá y corrió a saludarla, y con suerte ver si tenía algo de tiempo para desayunar. Con algo de prisa, terminó pronto y subió otra vez a su cuarto para lavarse los dientes. Su carrera no paró hasta que estuvo de regreso en la sala, y finalmente tomó el bolso del sofá.

Sonia la observó con una ceja alzada y de pie en el umbral de la cocina.

―Mamá, voy tarde, lo que quieras decirme me lo dices cuando regrese, ¿bien? Te amo ―Le dio un fugaz beso en la mejilla y se dirigió hacia la puerta.

―Peyton ―la detuvo Sonia, siquiera antes de que la chica pusiera un pie fuera de la casa.

Peyton bufó. En verdad estaba llegando muy tarde.

―¿Qué, mamá? ¿Qué quieres?

―¿Saldrás así?

La chica frunció el ceño.

―Uh, ¿sí? El suéter es abrigado, estaré bien ―dijo antes de intentar salir y ser detenida nuevamente.

Sonia se cruzó de brazos.

―¿Y tus pies?

Fue entonces cuando alguno de sus sentidos, que aun tenia adormecidos por haberse acostado tan tarde, parecieron activarse haciéndole sentir la fría madera del suelo bajo sus pies cubiertos solo por un par de cortas medias blancas hasta los tobillos.

―Anoche te dije que dejaría que tus zapatillas se terminaran de secar a un lado de la lavadora ―le recordó Sonia con un ápice de diversión.

Peyton la miró seria.

―No es gracioso ―masculló entre dientes.

Corrió a buscar el par de zapatillas y, calzándose torpemente sin detenerse y en el aire, volvió a la sala.

―Donde tendrás la cabeza, o quien te tendrá tan perdida...

No respondió. En su lugar, le dedicó una diligente mirada a su madre.

―Te hablo a la hora del almuerzo ―se limitó a responder.

Salió cerrando la puerta detrás de ella, oyendo una sonora carcajada de su madre que fue silenciada al encontrarse ya afuera.

Con la respiración agitada, caminó con prisa la cuadra y media que separaba su casa de la de Dustin. 

Dado que estaba... un tanto distanciada de Jasper, luego de la discusión que habían tenido el viernes, como era obvio él ni siquiera había pensado en recogerla casa para llevarla la escuela lo que obviamente estaba en todo su derecho de hacer. No contó con el hecho de que eso la afectara al punto pasarse las alarmas, solo por haberse acostumbrado a que Jasper la despertara con una llamada telefónica a primera hora. Así que cuando Dustin se ofreció a llevarla esa mañana, cuando por mensajes Peyton le dijo que se había dormido, aceptó de inmediato sin saber que él tardaba hasta más que ella.

Al llegar tocó timbre repetidamente sabiendo que no molestaba a nadie, ya que los padres de su amigo salían a trabajar muy temprano.

Dustin salió segundos después.

―Llegas tarde ―se quejó sin mirarla y caminando hacia la cochera.

Peyton lo siguió.

―No sé por qué te molestas, tu siempre llegas tarde a la escuela.

El chico arrastró su motocicleta hasta la calle, subiéndose en ella y pasándole un casco a su amiga.

―Pero tengo mis horarios ―se excusó colocándose el suyo.

―Pareces niña de tanto quejarte ―se burló Peyton, luego se subió detrás él y se puso el casco.

Dustin no dijo nada, pero si lo escuchó refunfuñar por lo bajo y decir algo que ella no entendió, lo cual no hizo más que hacerla reír.

En las mañanas el rubio tenía un humor de mil demonios, y siempre era divertido molestarlo un poco.

El motor rugió con fuerza haciendo que la motocicleta vibrara debajo de ellos. Peyton se sujetó de la barra trasera en la punta del asiento, y Dustin hizo la suyo: dio primera, soltó el embrague despacio y aceleró camino a la escuela.

La primera clase que les tocaba era Ciencias, y cuando Peyton empujó la puerta del salón sonrió aliviada al ver que el maestro Cohen se había atrasado otra vez.

Saludó a Johan, quien estaba sentado al frente, y Dustin se ubicó a su lado como siempre.

Miró las mesas de la izquierda, esperando ver una extensa cabellera pelirroja, pero se sorprendió bastante al no ver a Olivia y solo toparse con su lugar completamente vacío.

¿Le habrá sucedido algo?, se preguntó e hizo una nota mental para enviarle un mensaje cuando tuviera tiempo libre.

Caminó por el estrecho pasillo hasta los asientos del fondo donde solía sentarse con Jasper cuando notó que su lugar estaba ya ocupado.

Debe ser una broma, pensó y se preparó para lo que venía.

―Hola, Peyton ―silabó Ryden Key, con un muy sutil nivel de sarcasmo, ocupando el lugar que le pertenencia a ella junto al chico de rizos castaños.

Peyton evitó mirarla y se enfocó directamente en su amigo.

―¿También va a sacarme mi lugar? ―espetó conteniendo su molestia.

Jasper no la miró.

Jasper tampoco respondió.

Jasper solo la ignoró.

Y, ante eso, Peyton deshechó por completo la idea de arreglarse con él como le había aconsejado Aaron.

―¿Acaso no puedo sentarme aquí? ―preguntó Ryden y ya no pudo soportarlo.

―No te hable a ti, así que cierra el pico ―manifestó elevando la voz.

Una corriente la traspasó, de punta a punta, al percatarse de las miradas de sus compañeros clavadas en su espalda por el alto tono que había usado para contestar.

Ryden mostró una falsa mueca de pena.

Perra, gritó algo en su interior.

―Ese es mi lugar. ―Peyton no cabía en si misma de la furia―. Muévete. Ahora.

―¿Que dices? Yo no veo tu nombre aquí...

―O te mueves o te muevo. Tú eliges.

Los profundos ojos azules de Ryden se abrieron con fingido pánico.

―Peyton dijo que salieras de su lugar.

La piel se le erizo por completo al oír el duro timbre de voz de Trenton justo detrás de su oído.

Sus manos comenzaron a temblar, tanto del enfado por la situación como por la cercanía del chico que acababa de aparecer para defenderla.

—Oh, caballero de brillante armadura —se burló la otra en voz baja cuando Trenton salió detrás de Peyton y se puso delante de ella.

—No va a repetirlo y yo tampoco —increpó con firmeza.

Jasper soltó una risa cargada de sarcasmo.

—¿Es tu nuevo guardaespaldas? —La pelinegra lo miró sin saber que responder—. ¿Es en serio, Peyton? ¿El bravucon de la escuela? Vaya, esperaba más de ti.

—Su «nuevo guardaespaldas» te partira la boca como escuche que vuelves hablarle de esa forma. —Trenton lo miró con verdadero odio.

Jasper volvió a reír.

—Me gustaría verte intentarlo.

El chico estuvo a punto de lanzarse sobre él pero Peyton lo detuvo justo cuando el señor Cohen ingresaba al salón.

―¿Qué sucede aquí? ―exigió saber el hombre acercándose hacia ellos.

Peyton tomó el turno para hablar, agradecida internamente por el valor que le había dado Trenton de alguna manera.

―Sucede, profesor ―dijo, haciendo acopio de todas sus fuerzas para fingir ser la víctima en la situación, aunque no estaba muy lejos de serlo realmente―, que no puedo ocupar mi lugar porque alguien más está en él.

―No sabía que los asientos tuvieran dueño ―farfulló Ryden con semblante serio.

Cohen la miró ajustando sus gafas sobre el tabique de su nariz.

―Usted no estaba en mi clase ―observó éste y se cruzó de brazos―. ¿Cuál es su nombre?

―Ryden Key. Entré el lunes pasado pero usted faltó.

El profesor asintió y la invitó a ponerse de pie con un gesto de mano.

―Señorita Key, me temo que, en efecto, ese es el lugar de la señorita Swan. Los asientos no llevan nombre pero sí en mi clase, y usted está ocupando el que no le pertenece. Éste es el lugar de la señorita Swan, al menos así fueron creadas las parejas de estudio al principio del año. Por lo que, si no le molesta, le pediría que deje libre la silla y venga conmigo que le encontraremos otro compañero o compañera. —Luego miró al chico de ojos mieles—. ¿Tendremos problemas, Bailey, si le pido que civilizadamente se dirija a su asiento correspondiente?

Sin esperar respuesta, el profesor se alejó junto a Ryden para buscarle otra pareja. Terminó por sentarla con una chica cerca de la mitad del aula.

—Gracias —le dijo sinceramente Peyton a Trenton mientras le daba un leve apretón en el antebrazo.

El chico la miró una última vez, como si quisiera asegurarse de que estaba bien, luego se marchó hacia una de las filas del costado del salón evitando cualquier contacto visual con Jasper.

Sin perder más tiempo, Peyton hizo a un lado la mesa bruscamente provocando que Jasper se sobresaltara y pegara su silla contra la pared. Peyton cruzó hacia el otro lado chocando con las piernas del chico y volvió a acomodar la mesa, apartando su silla para tomar asiento y dejar colgar su bolso en el respaldo de esta.

Vio a Jasper sacar un par de hojas de su cuaderno y empujarlas en la mesa hacia ella.

―Es mi parte del trabajo que había que hacer.

Peyton lo miró incrédula mientras revisaba las hojas en sus manos. Él no la miraba. Su vista se encontraba fija al frente y perdida en algún lugar de aula.

―Se supone que lo haríamos juntos.

Jasper resopló sin humor.

―Después de que prácticamente escupieras en las disculpas que te di el viernes, ¿tú en serio esperabas que nos sentáramos a hacer un trabajo como si nada hubiera pasado? ―le recriminó, estrechando sus ojos en ella.

―No te atrevas a meter eso de excusa, esto no tiene nada que ver con lo que pase entre nosotros. Esto ―dijo alzando las hojas frente a él― era un trabajo de la escuela que teníamos que hacer juntos. Como siempre. Con ambos puntos de vista. No cada uno por su lado.

El corazón le latio con fuerza mientras intentaba no quebrarse, aun que sentía el gran nudo subiendo velozmente por su garganta.

―Bien, supongo que ya vas dandote cuenta que nada será como «siempre» ―contestó Jasper de forma tajante, dedicándole una muy fría mirada, para luego volcar su completa atención a la clase que acababa de comenzar cuando el señor Cohen comenzó a escribir sobre la pizarra.

Peyton arrojó las hojas sobre la mesa y se mordió el labio apartando con disimulo el par de lágrimas que había dejado escapar, dirigiendo también su vista al frente.

Inspiró hondo y suspiró obligándose a permanecer neutral.

Si él quería que todo fuera así desde ese momento en adelante, no iba a dejar que se arrepintiera cuando fuera demasiado tarde.

Cuando la campana sonó para anunciar el cambio de clase, Peyton fue la primera en levantarse tirando del bolso sobre su hombro y serpenteando los bancos con prisa y torpeza al salir de salón.

Johan acababa de levantarse, también, cuando vio a la chica pasar fugazmente a su lado, dejándolo a él y a Dustin sorprendidos.

―¿Acaso Peyton estaba llorando?

Dustin, por simple reflejo, miró a Jasper al fondo del salon.

―Parece que alguien se ha metido con gusto en el papel de idiota —se limitó a responder el chico de cabello rubio y se colgó la mochila al hombro antes de salir en busca de su amiga.

Peyton oyó a Dustin llamándola repetidamente por el corredor, pero lo ignoró y corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron chocando a las personas en el pasillo rumbo al baño de mujeres.

Le pareció sentir que alguien le tocó el brazo, pero ni siquiera se detuvo para verificarlo y siguió de largo.

Una vez en los baños, sintió la mirada de algunas chicas sobre ella cuando dio un portazo luego de encerrarse en uno de los cubículos. Sin poder aguantar más las lágrimas, dejó que bañaran sus mejillas mientras sollozaba ya sin poder soportarlo un minuto más.

Sentada sobre la tapa del retrete, apoyó los codos en sus rodillas mientras hundía la cara entre sus manos, ahogando pequeños jadeos que salían por los espasmos del llanto. Sentía como la garganta se le cerraba en cada respiración, ésta última se le entrecortaba y la sangre bombeaba con fuerza en su cabeza. 

Se sentía una completa idiota llorando en el baño de la escuela.

Recordó las palabras de Jasper y su mirada sin un atisbo de pena o dolor. Ese no parecía ser su mejor amigo, y eso tan solo consiguió sumar un peso más a su angustia. Ese no era el mismo Jasper que ella había conocido, aquel quien nunca iba a hacer o decir nada para ponerla como se encontraba en ese momento. No llegaba a atender como una persona podía cambiar tanto, olvidarse de tantas cosas y clavar un puñal de indiferencia como si nunca le hubiera importado siquiera su amistad.

Siguió sentada en aquel cubículo que la protegía del exterior, dejando que su dolor la consumiera hasta el punto de sentirse el doble de patética que antes al llorar por quien, de pronto, estuvo segura que no lo merecía.

Escuchó a lo lejos la campana que indicaba el inicio de otra clase.

Cuando sintió que se encontraba completamente a solas en el baño, salió de su pequeña guarida arrastrando el bolso por el suelo hasta el lavamanos y lo soltó sobre el mármol. Se miró la cara en el espejo y le sorprendió ver que, aquella chica que le devolvía la mirada, de ojos vidriosos y enrojecidos al punto de arder, no era nadie más que ella misma. Frustrada por su propia imagen, sintiendo pena de sí misma, buscó unos pañuelos en el bolsillo de su bolso y, tras lavarse repetidamente la cara, se secó limpiándose todo rastro de lágrimas.

Tragó saliva, relamiendo sus tibios labios, y se quedó observando el espejo por unos segundos.

¿Por que de pronto todo pareció derrumbarse a su alrededor?

Desprendió el broche en su cabello y dejó que su cabello cayera a los lados de su rostro. Guardó el broche en el bolso y se peinó con los dedos, aun con los ojos vidriosos clavados en su reflejo.

Supo que debía darle fin a esa situación cuando sintió que las lágrimas amenazaban con volver a salir. Por lo que, reprimiendo las ganas de seguir llorando, se colgó el bolso en el hombro y empujo con fuerza la puerta del baño hacia afuera al salir. Pero, en cuanto levantó la mirada del suelo, su cuerpo se congelo antes de siquiera soltar el picaporte.

La persona que menos pensó ver era quien se encontraba de pie, fuera de los baños, y al parecer esperando por ella.

La miel de sus ojos pareció aliviarse cuando ella estuvo frente a él.

No espero que le dijera algo o siquiera intentara detenerlo, se acercó con decisión y tomó la mano de Peyton haciéndola caminar por el pasillo hacia el patio trasero de la escuela hasta toparse con la tapia que los separaba de la calle.

Peyton lo miro sin comprender, completamente desconcertada.

Trenton soltó su mano, no muy a gusto con la idea, y comenzó a empujar un tronco hueco, de algún árbol al que habían cortado, hasta la pared sin mucho esfuerzo. Se subió sobre él y de un ágil salto quedó sentado sobre el borde de la tapia con una pierna aun dentro de la escuela y la otra del lado de la calle.

Extendió una mano hacia Peyton, quien lo miró sin saber qué hacer.

No entendía que sucedía. Todavía no había podido tan siquiera procesar el hecho de que él la habia defendido en Ciencias. Y, en ese momento, de repente aparecía y la trataba con tal confianza como si estuviera acostumbrado a hacerlo. Como si se conocieran de siempre y sintiera que debía cuidar de ella como nadie antes lo había hecho.

La cercanía que comenzaba a darse lugar entre ellos era tan repentina, que Peyton solo no supo como reaccionar a eso.

―¿Qué esperas? ―gruñó Trenton con impaciencia al ver como la chica lo miraba desconcertada―. ¿Quieres quedarte y ver como los problemas te golpean justo en medio la cara o prefieres escapar, al menor por un momento, de todo eso?

Parpadeó perpleja.

Quiera escapar.

Con él.

No.

Sí.

O tal vez no. Tal vez sola.

Peyton volvió a tragar con fuerza pensando que así se estaría tragando dudas, nervios y la indecisión que corrían por todo su cuerpo.

Levanto con inseguridad la mano hacia él, casi como si su cuerpo pudiera reaccionar por si solo.

Sin esperar posibles arrepentimientos, Trenton cerró su mano entorno a la suya y tiró de ella al subirla a la tapia sin dificultad. Cuando Peyton estuvo arriba, él cruzo la otra pierna y de un salto aterrizó en la calle sin ningún problema.

Levantó la mirada hacia Peyton, quien observó vacilante la imagen de la escuela detrás de ella.

No hubo duda de por medio esa vez.

Peyton saltó y Trenton la atrapó en sus brazos. Su aliento la golpeó con suavidad y las manos del chico se aferraron alrededor de su cintura con fuerza cuando la chica se sostuvo de sus hombros.

Fue un momento, algo tan corto como el aletear de una mariposa; fue un segundo en que ninguno pudo apartar la mirada del otro.

Trenron fue el primero en alejarse al soltarla de pronto, como si hubiera sentido que había estado acunando al fuego mismo en sus brazos. Aún así volvió a tomar su mano y tiró torpemente de ella, pero, incapaz de dar otro paso, Peyton se detuvo deteniendo así también a Trenton

Ella lo estudió con una nueva mirada, luego solo se zafó de su agarre con delicadeza.

―¿Por qué haces esto? ―le preguntó casi en un murmullo.

Él la miro sin saber que decir.

¿Por qué lo hacía? ¿Debía haber una razón para hacerlo?

Hizo el intento de volver a tomar su mano, pero ella volvió a apartarla.

―No ―dijo y su respiración se agitó―. Te he hecho una pregunta.

―Porque necesito hacerlo ―respondió él, como si fuese lo más simple y obvio por decir.

―Lo necesitas ―repitió sin comprender.

―Sí.

―¿Y por qué?

―Porque sí —instó él.

―No lo acepto como respuesta.

Trenton tuvo una pequeña batalla de emociones en su interior al recibir la negativa de Peyton, entonces simplemente no tuvo control sobre las palabras que salieron de su boca:

―Necesito hacer que te sientas mejor.

Lo que pasó a continuación los dejó sin habla a los dos.

Peyton se limitó a ofrecerle su mano y Trenton la tomó sin vueltas, y la llevó con él en un intento de hacerla olvidar de todo lo malo que parecía estaría ahogando.

Fue entonces, en ese preciso momento, que Trenton supo que su vida había dado un drástico giro. Uno que hacía mucho no experimentaba. Uno del que, también, tiempo después temeria por las consecuencias.

Jasper había sido casi el último en salir de ciencias al terminar la clase con el señor Cohen.

Por el corredor de la escuela, caminó a paso lento hasta su casillero. Rodó su clave y guardó sus libros, sacando otros para su siguiente clase. Estiro un poco la mano para tomar un cuaderno cuando, en un acto de puro reflejo, sacó el brazo al sentir el estruendo de algo golpeando la puerta de metal.

Saltó hacia atrás antes de toparse con Dustin de pie junto a él, quien de un solo golpe le cerró el casillero en las narices.

―¡¿Que diablos te sucede?! ―exclamó completamente fuera de sí―. ¡Por poco me arrancas el brazo!

Dustin lo ignoró.

―¿Que le has hecho?

Jasper frunció el ceño todavía molesto. Apartó a su amigo y volvió a intentar abrir su casillero, pero Dustin volvió a impedírselo.

―No voy a preguntarlo dos veces, así que responde. ―Con la palma de su mano hizo presión en la puerta de metal cerrada.

El castaño resoplo con fastidio.

―No sé de que estas hablando.

―¿Por qué Peyton salió llorando de Ciencias?

―¿Y por qué supones que yo voy a saberlo?

―Vamos, Jasper, no hagas el papel de idiota. No conmigo.

―Yo no le hice nada ―bufó rodando la vista.

Dustin negó con la cabeza.

―Eres un completo imbécil, pero supongo que eso ya lo tienes más que claro.

Jasper lo detuvo antes de que se marchará.

―Se supone que deberías estar de mi lado y prefieres ponerte del suyo solo porque la has visto mal y crees que es mi culpa, vamos, vaya amigo.

Dustin giró sobre sus talones mirándolo incrédulo.

¿Quién era él? ¿Que habían hecho con su amigo?

Decidido, camino hacia el chico tomándolo por el cuello de la camiseta y pegando su rostro con el suyo.

El castaño tambaleo y Dustin cerró aún más sus dedos alrededor de la tela.

―Peyton se fue de la escuela y no la encuentro por ninguna parte ―comenzó a decir presionando los dientes―. Solo te diré: ruega para que no le haya pasado nada malo y esté bien, porque, de lo contrario, me olvidare de que somos amigos, como tú lo hiciste con ella, y no me temblara el puño la próxima vez que te vea.

El rizado ni se inmutó.

―¿Algo más? ―ironizó.

Dustin lo soltó de un empujón y, dando por zanjado el tema, salió de ahí en busca de Johan o Sophie, o alguien que supiera algo de su amiga.

Quizás sentía que estaba exagerando al preocuparse tanto, pero lo cierto era que ninguno había visto a Peyton reaccionar así nunca. Ella no era la clase de persona a la que le resultara cómodo que otros la vieran llorar, como tampoco era de la clase que lloraba por nimiedades. Además, él y Johan habían oído todo el alboroto al fondo del aula pero, como siempre, Johan le impidió que fuera a tomar cartas en el asunto. Pero entonces el chico Bailey apareció en escena y defendió a Peyton sin importarle nada, ni tan siquiera la posibilidad de quedar suspendido por estar a nada le atinarle un puñetazo en la cara a Jasper.

Por un segundo, la idea de que Trenton se encontrara con Peyton en ese momento pasó por su cabeza, quizás porque tampoco vio al muchacho por ninguna parte. Sin embargo, aunque así fuera, el hecho de que él estuviera con su amiga no lo alarmaba sino que, en realidad, era todo lo contrario. La escuela le había dado una muy mala reputación a Trenton, según lo que Dustin creía, por lo que sabía que, tal vez por la forma en la que la había defendido en Ciencias, Peyton estaría bien en su compañía.

Suspiró e intento llamar nuevamente a Peyton por teléfono, pero otra vez fue atendido por la casilla de mensajes.

Lo que fuera que hubiera sucedido, solo esperaba que su amiga estuviera bien.

Llevaban caminando sin rumbo cerca de media hora según su reloj mental, dando vueltas por los mismos lugares y repitiendo las mismas calles. Había llegado a tal punto de toparse con el mismo perro que había dejado de ladrarles luego de la cuarta vez que pasaron por el mismo parque como si se hubiera acostumbrado a verlos pasar por ahí.

Las piernas le dolían y el estómago le pedía alimento. Había tratado de acallarlo las veces anteriores, pero no logró contener el último rugido que salió de él. Aun así, se llevó las manos al estómago, abrazándolo o, en realidad, intentado silenciarlo.

Trenton pareció volver de entre sus pensamientos al oír, por décima vez, la protesta del cuerpo de su acompañante por comida y, por primera vez luego del victorioso escape de la escuela, se detuvieron un momento en la acera.

―¿Tienes hambre?

Peyton evito una mueca de obviedad.

―Algo.

Trenton suspiró. Volvió a tomar a la chica de la mano —sin saber muy bien porque lo hacía, solo parecía no tener control sobre ello— y prácticamente la arrastró hasta una pequeña cafetería situada en una esquina a pocas pasos desde donde estaban.

El tintinear de un par de cascabeles los recibió al abrir la puerta y un inconfundible y cálido olor a café los abrigo del frío del exterior.

Deshaciendo el enlace de manos, los dos chicos pasaron a tomar asiento mientras esperaban que los atendieran.

―Necesito ir al baño ―avisó Peyton en voz baja―. No tardaré.

Trenton solo asintió.

Al entrar en los baños, Peyton dejó ir todo el aire en sus pulmones que había estado conteniendo desde que habían dejado la escuela. En realidad no necesitaba ir al baño, solo había estado pensando en una excusa para poder estar a solas un segundo.

Dejó las cosas sobre el mármol del lavabo y buscó el teléfono dentro del bolso, el cual había tenido apagado toda la mañana.

Mientras esperaba que encendiera, levanto la mirada hacia el espejo y su reflejo le recordó todo lo que había sucedido ese día. Se veía demacrada y sus ojos bastante enrojecidos como para no notarlo. Se apartó el cabello hacia atrás y se pellizco las mejillas para darle algo de color a su semblante pálido. Abrió el agua con una mano, aun sujetando el teléfono en la otra, y dejó que el agua comenzara a correr para lavarse las manos cuando el teléfono solo empezó a vibrar entre sus dedos.

Sus reflejos fueron torpes al evitar que el aparato terminara dentro del lavabo con el chorro del agua cayendole justo encima.

Soltó una maldición y al segundo siguiente reaccionó a tomarlo rápidamente.

Maldijo. Otra vez.

¿Es que todo debe pasarme a mí?, pensó mientras sostenía el telefono debajo de la maquina de secado de manos. Estiró el brazo alcanzando un par de pañuelos de su bolso y trató de apresurar el trámite. Una vez sintió que ya estaba suficientemente seco, rezó antes de reiniciarlo esperando no haber arruinado otro iPhone y que, para colmo, no era el suyo sino el de su padre.

La pantalla tardo unos segundos más de lo esperado, pero al fin se prendió con el saludo de inicio.

Respiró con calma y dejó que terminara de prender completamente. Luego miró la barra de notificaciones donde el nombre de Dustin junto a las palabras «llamada perdida» se veía arriba de todo.

Se fijó en la hora. No era ni mediodía, pero hacia poco había comenzado el receso así que aprovechó el momento para devolverle la llamada.

Esperó apoyada sobre el mármol a que atendiera, dejando pasar tres tonos antes de que tomara la llamada.

―¿Peyton? ―Siquiera pudo abrir la boca para contestar algo cuando la voz de Dustin salió a gritos por la bocina del teléfono obligándola a apartarlo de su oído―. ¡Maldición! ¿¡Donde diablos te habías metido!? ¿Dónde estás? ¿Por qué te fuiste así? ¡Nadie te vio en toda la maldita escuela! ¿Por qué no me contestabas los mensajes? ¡Llevo preocupado por ti toda la mañana! ¿Se puede saber dónde te metiste? ¿Peyton? ¡Contesta, maldición!

―¡No puedo si continuas gritandome así! ―soltó exasperada.

Una mujer de mediana edad entraba a los baños en ese momento y le dedico una mirada sorprendida. Peyton sonrió con la cara enrojecida y con disimulo le dio la espalda.

La mujer entró a lo suyo y salió rápidamente.

―Estoy bien, ¿de acuerdo? —comenzó a decir, en un tono de voz más calmado—. No estoy en la escuela pero supongo que eso ya lo sabes. Bueno, uh... me salí. ―Decidió omitir la parte que involucrada a Trenton y todo lo que le siguió―. No volveré tampoco. Solo por hoy iré a casa. Siento haberte preocupado. ―El gran nudo en su garganta reapareció cuando al recordar todo lo sucedido. 

Sintió como sus ojos comenzaban a arder otra vez dando aviso a las lágrimas que estaban por venir, pero las echó de vuelta a su lugar.

Se había dicho así misma que no lloraría, y pensaba cumplir con ello.

―Solo no me sentía bien ―finalizó.

Dustin guardó silencio.

―¿Dónde estás? Iré a buscarte.

―¿Qué? ¡No!

―¿Por qué? ―preguntó el chico con recelo.

Idiota, idiota, idiota. Idiota que eres, Peyton.

―¿No tienes clases? ―Cambió de tema sin saber que contestar―. Todavía debes estar en la escuela.

Oyó a Dustin reír. Pero no fue exactamente una risa, fue más bien algo parecido a: «sueña si esperas que trague tus mentira», y aquello camuflado en una risa.

―Mira la suerte que llevas, algún idiota le dijo al directivo escolar que hay una bomba en la escuela y acaban de evacuarnos a todos por unos minutos hasta que se informen de que no hay nada, que, como es obvio, no lo hay.

Peyton abrió los ojos con horror. ¿Una bomba?

―No te estreses, no hay nada ―la tranquilizó―. Seguro lo han hecho para molestar a Smith. ¿No crees que han tomado al hombre para la burla este año? Primero su auto pintado por algún chico con alma de hippie y ahora esto. No lo se, la cuestión es que no entrare. Dime donde estas e iré a buscarte.

―No puedo —murmuró entre dientes—. No estoy sola.

―¿Con quien estas? 

La voz de su amigo cambio notablemente. Ahora sonaba con intriga y algo de diversión.

¿Qué se supone que le divertía?

―Con nadie.

―¿Ahora el chico Bailey se llama «nadie»?

Peyton enmudeció.

—¿Estas ahí? —preguntó Dustin.

—¿Como sabes que estoy con Trenton? —Fue lo único que Peyton pensó en responder.

Dustin volvió a reír, pero esa vez sí fue una verdadera risa. Una de burla.

—No lo sabía, solo lo dije por decir pero gracias por confirmarlo. —Quiso darse una abofeteada ahí mismo—. Ademas, nadie lo ha visto en la escuela pero yo recuerdo muy bien que él estaba aquí. —Guardó silencio por un segundo y agregó—: ¿Caballero de brillante armadura?

Se presionó el puente de la nariz e inspiro con profundidad.

—¡Oiste todo lo que Jasper dijo y ni siquiera quitaste el trasero de la silla para decirle algo!

—Ya arreglé eso —dijo Dustin—. No fue mi culpa, tu pacifista amigo Johan no me dejó quitar el trasero de la silla. Pero, no se de que te quejas, caballero de brillante armadura...

―Trenton. Se llama Trenton, pedazo de Dustin, deja de llamarlo así.

―Oh, ustedes dos son una ternura defendiéndose el uno al otro ―se burló y Peyton se imaginó a si misma golpeándolo en el hombro―. ¿Y dónde están? ¿O qué es lo que hacen? Si se puede saber, obviamente. Eso sí, no quiero detalles sucios, esos más bien guárdalos para cuando estés sola.

―¿Puedes, al menos por un segundo, dejar de ser tan idiota? Te lo agradecería.

Un pitido se escuchó entremedio de sus voces y luego oyó a Dustin maldecir.

―Salvada por la campana, Swan, tengo poca batería en mi teléfono ―resopló―. Se cortará la llamada así que habla rápido. ¿Segura estas bien? ¿No quieres que vaya por ti?

―No, Dustin, estoy bien. Iré a casa y le diré a mamá lo de la bomba como excusa de que salí temprano.

―De acuerdo. ―Lo oyó suspirar―. Cuando llegues, o cuando yo llegue a casa te llamaré o iré a verte, ¿sí?

—De acuerdo.

―Bien, cuídate y no-...

Su voz se cortó junto a la llamada, por lo que supuso que porque ya se le había agotado la batería.

Peyton no pudo evitar sonreir mientras miraba la pantalla del móvil.

Dustin era único a su manera, a veces algo torpe y loco, pero era uno de los mejores amigos que había tenido la suerte de conseguir.

Sintiendo una alegría repentina, caminó de vuelta a la mesa donde se encontraba Trenton.

Dejó el bolso a un lado de la silla y se sentó, recién entonces notó que él ya había ordenado por ella: un café negro y un pastelito de chocolate esperaban por ella.

Nunca le había gustado el café negro. Para ella, debía ser con leche o no había trato. Pero no podía simplemente decírselo luego de que el chico ya lo había pedido, así que no le quedó de otra opción que aceptarlo.

―Siento la demora. ―Trenton levantó sus ojos del café clavándolos en Peyton como si recién se percatara de su presencia―. Tuve un pequeño accidente en el baño y por eso tarde.

Rodeó con sus manos el vaso de café de cartón sintiendo como el calor penetraba sus palmas dando una leve corriente a su cuerpo.

―No se si debería preguntar sobre eso —dijo Trenton con el entrecejo un poco arrugado.

Peyton pensó que seguramente se imaginó algo como un «accidente feminino».

―Arrojé mi teléfono en el lavabo —le explicó y dio un sorbo a su café.

Le supo más amargo de lo que creyó posible.

Trenton relajó su expresión y empujó el pastelito hacia Peyton.

—Deberías comer algo. —Esperó a qué ella le diera un mordisco para volver a hablar—. Tu estómago hace más ruido que cinco juntos.

La muchacha llevó una mano a su boca y contuvo una risa.

—Lo lamento —balbuceó con las mejillas un poco rosadas. Tragó el bocado y se limpió con una servilleta—. Gracias, esta rico. ¿Quieres? Suelo ser mezquina con el chocolate, pero podría hacer una excepción.

Trenton subió una de sus comisuras en una muy minúscula mueca de sonrisa.

—Estoy bien, pero gracias.

Ella le sonrió con gusto y continuo comiendo. Permanecieron en silencio hasta que se terminó el pastilo y Trenton su café.

En la Cafetería, junto a la caja registradora, había una pequeña radio de la cual sonaban baladas conocidas de los ochenta.

El ambiente era tranquilo, la temperatura era adecuada y su compañía era algo más de lo mismo.

—Deduzco que el café puro no es tu favorito.

Peyton se apartó a sí misma de sus pensamientos y prestó atención al chico frente a ella.

—Supongo que no —admitió con vergüenza—. Pero no te preocupes, no podías saberlo.

Él asintió.

—¿Te encuentras mejor? —le preguntó luego de unos segundos en duda.

—Sí —respondió honesta—. Gracias. Por todo. Y por defenderme en Ciencias cuando no tenías por qué hacerlo.

El chico de ojos mieles encogió los hombros.

—Tu amigo no debió hablarte como lo hizo —dijo y apoyó la espalda en el respaldo de la silla—. No soy quien para decirlo, pero creo que el tipo no vale ni una de tus lágrimas.

Peyton suspiró.

—Lo sé —dijo y se mordió el interior de la mejilla cuando sintió que sus ojos comenzaron a picar otra vez.

―¿Me permitirías decirte algo? ―Ella solo movió la cabeza en una afirmación―. No creo que nada valga la pena dejarte ver débil ante los demás, no cuando ellos pueden aprovecharse de eso. No deberías ponerte así por alguien a quien pareces no importarle. Me disculpo si digo algo que pueda herirte, pero si tuviera una amiga como tu no dejaría que se humillara por un asiento como él dejó que lo hicieras.

Trenton espero a que Peyton respondiera, pero al ver que no lo haría continuó hablando.

—Las personas van y vienen, y hay veces en que una se va pero llegan otras dispuestas a darte el valor que mereces. No lo sé ―dijo jugando con su vaso de café vacio―, es solo una opinión. O consejo. Tú ves que haces con él.

La chica guardó silencio mientras procesaba cada palabra que su acompañante le dijo.

Trenton tenía razón. Sin embargo, la parte difícil era no demostrar lo mucho que la había lastimado lo sucedido con Jasper. Porque eso es lo que Trenton le había aconsejado: no dejarse ver débil por otras personas. Pero, ¿como lo hacía? ¿Se guardaba las lágrimas y ya?

Miró hacia el chico de ojos mieles frente a ella y sonrió suave.

—¿Quieres mi café? —le ofreció pero él se negó—. No es que no me guste el café negro, es solo que me cae mal cuando no es con algo de leche.

Trenton le sonrió y aquello la dejó sin palabras, porque él verdaderamente le sonrió, como, una sonrisa bastante amplia para lo que estaba acostumbrada a ver en él.

—No te preocupes, es solo un café —dijo al restarle importancia—. La próxima vez ya sabré que no debo darte café puro. Ah, y que te gusta el chocolate.

Peyton sintió su rostro arder y aquello solo hizo que Trenton sostuviera su sonrisa.

—¿Quieres que te acompañe a casa? Supongo que no volverás a la escuela.

—Creo que tuve bastante por hoy —respondió honesta y se levantó de la silla, al mismo tiempo que él, y se colgó el bolso al hombro—. Y no veo problema en que me acompañes, de hecho, todavía debemos terminar el trabajo para Filosofía. Bueno, empezarlo en realidad.

Trenton pagó por el par de cafés y el pastelito, y caminaron hasta la salida. Le abrió la puerta, pero Peyton hizo un gesto como si acabara de recordar algo.

—¿Que sucede? —le preguntó Trenton aún sosteniendo la puerta para ella.

Salieron de la Cafetería y la muchacha volteo a verlo.

—Mi madre esta en casa —comentó—. No se si haya problema con eso...

Trenton conectó sus ojos mieles con los grises y reprimió una mueca de gracia.

—¿No haremos un trabajo para la escuela? ¿Por qué debería haber problemas con el hecho de que tu madre esté presente? —Antes de que Peyton respondiera, él agrego—: ¿O con qué intenciones me estas llevando a tu casa? No soy un chico fácil, ni de cerca. Ya te estoy avisando.

Las mejillas de Peyton pasaron de un tono rosado a un rojo chispeante.

—¡No me refería a eso! —exclamó avergonzada—. Mi madre suele inmiscuirse mucho en mis cosas, yo solo... Ya. Olvídalo, ¿sí? Solo olvida lo que dije.

No espero a que él chico le respondiera, dio media vuelta y comenzó a caminar sabiendo que él estaba siguiéndola.

Para su mala suerte, Sonia efectivamente si estaba en casa. Cuando los vio llegar, y notó al chico junto a su hija, Peyton quiso que la tierra la tragara cuando su madre comenzó a hacerles preguntas a Trenton que, si bien no parecían ser de su total agrado, las contestó con lo justo y necesario sin perder el respeto.

Para cuando subieron a su habitación, Peyton no sabia con que cara mirar al chico de ojos mieles. Por lo que, antes de que él le dijera algo, sacó sus libros de Filosofía y solo comenzaron a trabajar en eso mientras que la chica deseaba que su madre no subiera para seguir con su sufrimiento.

¿Acaso eso era tan difícil de pedir?

🗣️

Buenas bebés, ¿como les va?
¡Nuevo cap!
Señores/as lectores/as viejos/as (?) SIENTEN LOS CAMBIOS EN NOVELA?
No se si lo notaron pero los capitulos son super largos a lo que eran, e incluso se unieron capitulos para hacerlo uno.
Este cap tiene partes del capitulo 9 viejo, supongo que algunos lo notaran (?)

El siguiente capítulo es totalmente nuevo (bueno, casi todo, veran una que otra escena que reconoceran) y muero por subirlo xd pero habrá que esperar (?)

Hice este edit de Peyton, Trenton y Dustin.
¿Acaso no son unas cositas hermosas?

En fin, ¿nos leemos en el siguiente?

💕

Y un meme como despedida (?)

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