AntebelluM - 30 Seconds to Ma...

By SGabrielaD

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¿Alguna vez te has preguntado cómo nace un copo de nieve? . . . #TomoMilicevic, #JaredLeto & #Shanno... More

INTRO
Prólogo
Capítulo 2 - Esa Alma
Capítulo 3 - Rosas nocturnas y aterciopeladas
Capítulo 4 - Dulce Caos
Capítulo 5 - ¿Zorro o Pomerano?
Capítulo 6 - Artificios
Capítulo 7 - Lazos Consanguíneos
Capitulo 8 - ¿Olvidar o recordar?
Guia Multimedia de Personajes
Capítulo 9 - Gacelas y Depredadores
Capítulo 10 - Combustible Negro
Capitulo 11 - El Desafío del Ángel
Capitulo 12 - Nuestros propios dioses
Capitulo 13 - Las voces del mañana
Capitulo 14 - Amo esta Vida
Capitulo 15 - Bajo Presión
Capitulo 16 - Esos Cuatro Muros
Capitulo 17 - Ella era Diferente

Capítulo 1 - El Festín

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By SGabrielaD

El Festín


"Pero, mi querido amigo, debo confesarte que, desde que mi pensamiento ha cambiado, ya no existen para mí palabras ambiguas ni dichos: cada palabra tiene decenas, centenares de significados. Y ahí empieza lo que temes...La magia" ―Hermann Hesse



Valentina Collins subió con prisa los estrechos escalones de aquel desconocido edificio residencial, uno bastante descuidado considerando la opulenta zona de New York donde se encontraba; con paredes tapizadas en un color jade envejecido que se comenzaba a desconchar en las esquinas superiores producto de alguna filtración, una que hacía juego con la basura amontonada aquí y allá y los bombillos de halógeno quemados.  

No era de extrañarse que el vigilante del primer piso con aspecto de yonqui se dejase chantajear con sólo veinte dólares y un guiño provocador de su parte, incluso en ese instante dudaba seriamente de su seguridad y comenzaba a maquinar cualquier tipo de muerte trágica al estilo shakesperiano.  

Con veintitrés años de edad se consideraba una persona muy joven para morir y no permitiría que cualquier imbécil acabara con su nueva vida. No señor, primero le golpearía con la mochila de veinte kilos que llevaba colgada a su espalda y la mantenía combada cual jorobado de Notre Dame. Dio un vistazo sobre su hombro por si acaso, al ver que el lugar estaba desértico, retomó su andar. 

Cuando llegó al quinto piso jadeando supo que debía apuntarse a un gimnasio o algo. Luego recordó los brownie que vendían en la panadería que estaba a dos cuadras de su apartamento y se le pasó. 

Terminó de subir los cincos pisos que le faltaban, empujó una puerta -sorprendentemente blanca- con el hombro y salió al techo del edificio. 

La grava que cubría todo el lugar sonó como lluvia bajo sus pisadas cuando corrió al lado opuesto y dejó caer la mochila antes de proceder a sacar sus herramientas de trabajo. Debía reconocerlo, el cielo esa noche era maravilloso, sin una sola nube que lo opacara, quizás de haber estrellas sería aún más perfecto. 

Mientras armaba su equipo vislumbró en el horizonte, a lo lejos donde Manhattan se volvían una pintura de Turner con sus altos rascacielos, un punto brillante.

«Una estrella» pensó, sonriendo levemente con ilusión. Ésta comenzó a titilar ligeramente y luego se volvió más grande hasta quedar visibles las aspas y el caparazón metálico de un helicóptero rompiendo sus fantasías. «Jodida ciudad» frunció el ceño y siguió con su misión. 

Un minuto más tarde se encontraba acostada boca abajo, con las piedritas de grava clavándoseles en la parte frontal de su cuerpo, mientras apuntaba con la mira telescópica al restaurante de enfrente que quedaba tres plantas más abajo. 

Sin duda aquella cornisa en el borde era perfecta para ocultar su presencia.

Movió ligeramente la mira de izquierda a derecha buscando su objetivo por el amplio ventanal, solo a los más ricos comensales se les permitía cenar en aquella área. A los primeros que captó fueron a una pareja de ancianos muy elegantes, degustando exquisiteces de mar, en ese instante al señor se le caía la plancha dentro de la copa de champagne formando burbujas en el fondo y miraba con discreción las demás mesas buscando una forma de sacarla de allí.

Valentina reprimió una mueca de asco, luego sonrió de medio lado con diversión y siguió.

En la mesa contigua un hombre regordete hablaba con la nada y atraía más miradas de lo que creía producto del alcohol. Su buen traje y enorme panza a punto de reventarle un botón al chaleco le dejaron en claro que llevaba una buena vida. Quizás era banquero o corredor de bolsa, todo era posible. 

Dejó al piripi y se concentró en una melena rosa eléctrico corta que se movía con elegancia hasta ocupar un puesto en la mesa siguiente. 

― Buenas noches señor Leto ―saludó Valentina de forma elegante aunque este no pudiera escucharla.

Durante tres meses había seguido al multifacético Jared Leto por aquella ciudad y para ese entonces conocía la mayoría de sus hábitos, para no decir todos. Era un hombre que tenía mayor actividad a finales de la tarde y durante la noche, igual que un búho. 

Y había que decirlo, últimamente se encontraba muy ocupado en eventos de todo tipo, desde los tecnológicos hasta las pasarelas de moda. 

Se concentró en su rostro un par de instantes y en la habilidad de Jared para escoger las emociones que mostraba al mundo que le rodeaba: pocos parpadeos para intimidar a sus interlocutores, acciones lentas para mimetizarse y una leve sonrisa en ocasiones especiales para llamar la atención; como si su vestuario, profesión y físico no fuesen suficientes. «Bastardo engreído». 

Todo su seguimiento y estudio del comportamiento humano tomaba sentido y la llevaban directamente a ese momento, a ese lugar para llevar a cabo el trabajo que le valía su sustento de vida. 

Valentina ajustó la mira, enfocó su blanco y disparó. 

«Primera fotografía de la noche con un plano detalle damas y caballeros, un aplauso por favor» Sin duda su última adquisición de un teleobjetivo valía la pena, si alguien iba a encontrar las arrugas de los cuarenta y tres años de Jared sería ella. 

Una figura escuálida, plana y alta pasando por detrás de Jared cuando ajustó el zoom le hizo volver a la seriedad de su profesión, si es que ser una paparazzi se consideraba una. Allí estaba, su compañera de cena para esa noche. Modelo número 5.497 usando una mínima capa de maquillaje para demostrar sus "atributos naturales", vestido Gucci color rojo carmín y melena castaña clara rayando en lo rubia. Sí, ese era el tipo de chica que a Jared Leto le gustaba. 

Ambos se tomaron unos instantes observando el menú del restaurante y se decantaron por una ensalada. Por supuesto. 

― Si yo estuviera en su posición y con tanto dinero me lanzó una langosta o algo, aunque se me caigan los dientes como al abuelo de la mesa cercana. ―se dijo realizando un par de tomas más en el proceso. 

"Pero no lo estás" esa vocecilla en su mente que siempre le daba golpes de realidad de vez en cuando apareció, y tenía razón. Lo más cercano que estaría de aquellos lujos era aquel frío y desolado techo, así como de las piedras clavándose en su abdomen por la presión de sus cuarenta y cinco kilos. Eso, eso sí era el amor. Doloroso y congelado, no la forma en que la casi-rubia le batía las pestañas a Jared y este le sonreía de vuelta de forma traviesa, porque estaba seguro de lo que ella quería hacerle antes, durante o después de esa cena y que no requería vestuario de haute couture. 

Algo vibró en el bolsillo posterior del pantalón de Valentina: su celular. Con un movimiento rápido deslizó el bloqueo a un lado en la pantalla táctil mientras veía el nombre de su jefe, luego se pegó el aparato al oído. 

Mi chica favorita, dime que ya tienes las mejores fotos para el Ave del Paraíso sobre Jared Leto. 

Si no fuese porque ella era la única mujer fotógrafa de la revista digital para la cual trabajaba entre setenta hombres, le creería lo de favorita.

― Fil ¿Cómo estás? ―respondió, tratando de imprimirle la misma emoción que él le daba, pero esta le salió extremadamente plana― A tu pregunta, casi, tengo la mejor vista para esta noche.

¡Maravilloso, simplemente maravilloso! Quiero la exclusiva, quiero que me digas TODO lo que ves en este instante ―ya podía imaginárselo, danzando de aquí para allá con el celular en la mano en una gran sala llena de cubículos, mientras le daba órdenes desde la ciudad de Los Ángeles― Aquí está Ava, copiará lo que ves y para cuando me envíes las fotos tendremos todo listo. ―y antes de que pudiera responderle, el saludo de una mujer del otro lado de la línea la obligó a ponerse en modo Gosip Girl.

― Hola Ava ―saludó, no era la primera vez que ella copiaba sus reportes desde sus escondites remotos y esa noche no sería la excepción― Hoy es noche de citas en la ciudad de New York y como es lógico, ambos se encuentran muy galantes, excepto Jared, el viste igual de extravagante que siempre con su camisa de $230 y chaqueta de cuero de la línea Enfant Riches Déprimés valorada en $6.580. Ha elegido un pantalón de Ksubi roto sobre los $254 y zapatillas Vans clásicas de cuadros blancos con negro.

Y así continuó Valentina, recitando lo que veía con marcas, precios y detalles. Desde las joyas Stephen Webster de la misteriosa modelo hasta el menú italiano que pidieron.

Esa era su vida, investigar y vender la de los demás por dinero.

No era lo que soñó para su futuro cuando estudiaba Artes y Fotografía en la universidad, pero era la única forma de mantenerse a sí misma; con un pago de veinte dólares por cada foto buena, equipos fotográficos y viáticos a diferentes partes del país, valían la pena los insultos de los artistas, los empujones de otros paparazzis, los guardias de seguridad y la mala comida.

Una hora más tarde, en la quietud de aquel techo que se volvía más duro e incómodo conforme pasaban los minutos, la pareja seguía charlando y bebiendo.

Como siempre, Jared fue el único que pidió postre y ahora lo saboreaba con maestría mientras a Valentina le gruñía el estómago y se le hacía agua la boca por algo dulce.

«Si pudiera hacer que esto avanzara más rápido» se dijo, era como ver una mala película francesa, súper lenta y sin poder salir del cine porque la entrada fue groseramente cara. Estaba claro que entre ellos no pasaría nada, o por lo menos, no allí.

Dio un suspiró y miró la hora en su celular, faltaban diez minutos para las doce. ¡¿A qué hora cerraban ese restaurante?! ¿Acaso era un restaurante para vampiros?

Después de esa noche ella volvería a su departamento en Los Ángeles y continuaría con un trabajo fotográfico más simple y conocido, sin duda los famosos de las zonas cálidas eran más interesantes y divertidos de seguir. El anhelo de su tranquilidad y su casa le recordó algo muy importante, y quizás la solución a su hastío.

― Vamos Valentina, si no lo practicas no lo vas a aprender nunca. ―dijo tratando de memorizar un par de palabras, el restaurante ya se encontraba casi vacío así que no tendría muchos problemas con acelerar un poco las cosas.

Mantuvo la vista fija por el objetivo de la cámara y alzó su mano derecha en dirección a la pareja. Si daba resultado tomaría un avión esa misma noche de regreso.

Tomó una gran bocanada de aire para normalizar su corazón y luego, despejando su mente y armándose de valor, recitó las siguientes palabras de memoria:


Cronos, luz, viento y circunstancias.

Tensa mis hilos del destino y los de aquellos que observo.

Envuélvenos en su tempestad y has que nuestro tiempo avance 

con gran velocidad hasta que yo diga: ¡Ya! 


El hechizo estaba funcionando perfectamente, Jared y su acompañante parecían ir más deprisa sin darse cuenta. El mesonero se estaba acercando a la mesa e iba a quitarle el plato con los restos de postre a Jared de su lugar. A Valentina le pareció un buen momento para detener el hechizo, eso le daría tiempo de bajar de nuevo a la calle y captúralos saliendo del edificio antes de irse.

Extendió nuevamente su mano en el aire y blandiéndola a un lado en vez de mantenerla fija como antes dijo con voz potente:

― ¡Ya!

Y acto seguido, la mano de Jared que sostenía el plato se fue hacia adelante y se estampó de llenó en la cara de la castaña, llenándola de chocolate. Por la posición del plato en su rostro, podía estar segura que le entró chocolate hasta el cerebro por la nariz.

«¡Mierda!» Aquello no podía estar pasándole, si de verdad quiso detener el tiempo lo acababa de lograr, porque todos en ese instante se detuvieron a ver como caían los pedazos de pastel del rostro furioso de la modelo sobre su costoso vestido. Valentina tomó su cámara y estuvo a punto de irse cuando recordó a su jefe, si llegaba sin las fotos de aquella escena la despedirían y si tomaba solo las de la entrada, a este le parecería raro que no tuviese esa toma en particular.

Sintiéndose igual que un miserable batracio por lo que acababa de pasar y lo que estaba a punto de hacer, cerró los ojos y presionó el obturador una vez, luego dos y tres veces. En un minuto ya tenía el relato de la castaña colocándose de pie, dándole un bofetón a Jared y saliendo del restaurante a grandes zancadas.

«Deberían darme desde ya el premio Nobel de la fotografía por capturar la vida salvaje con tanto detalle y profesionalismo», pensó lamentándose más aún.

Ahora Jared estaba solo y al parecer, por los movimientos de sus manos, pedía disculpas al mesonero y a un encargado que se había acercado a su mesa. Se le veía confuso y ligeramente molesto por lo ocurrido ¿Y cómo no?

Valentina guardó sus cosas con rapidez y bajó en silencio nuevamente por las escaleras. Al pasar por la recepción escuchó la voz trivial del guardia llamándole "¿Conseguiste lo que buscabas primor?"

Ella no contestó y salió a la calle, dos cosas la golpearon, la primera fue una ventisca que no se percibía en el techo obligándola a subirse el cuello de la chaqueta; la segunda, el barullo de paparazzi fotografiando a la modelo saliendo del restaurante veinte metros más allá.

Metió las manos en los bolsillos, se pegó del muro y cerró los ojos un instante, evitando el transitar de las personas. Ir vestida de negro durante la noche y tener el cabello del mismo tono funcionaba a la perfección para esas situaciones.

No pensaba hacer más fotos, de eso no cabían dudas, pero se sentía en la obligación de esperar a que Jared saliera del edificio. Necesitaba verlo, ver su reacción después de lo ocurrido. Mientras lo hacía recordó con claridad las últimas palabras de su abuela Isabel antes de irse de la casa familiar.

― No se me hace extraño Valentina Collins, que desees irte a vivir a ese mundo de humanos. Incluso te tardaste demasiado en proponerlo, eres igual que tu madre. Solo recuerda una cosa y solo una ―pronunció alzando su largo y magro dedo índice acusador mientras la calaba con aquellos iris esmeraldas― Cuando estés allá olvídate de nosotras y de tu pasado como bruja, si es que con esos burdos y malogrados poderes te puedes llamar a ti misma de esa forma.

Ahora más que nunca supo que ella tenía razón, si de verdad deseaba formar parte de ese mundo, tendría que dejar atrás su otra vida. De lo contrario causaría peores problemas que los actuales.

El jaleo de los paparazzi se intensificó nuevamente del otro lado de la calle, Valentina volteó la cabeza justo en el momento que Jared salía. El vocalista no pronunció palabra ante el fuerte abordaje y bajó ligeramente la cabeza mientras se colocaba sus acostumbrados lentes de sol.

Ahora nada más faltaba que se acercara al borde de la calle y se subiera como una flecha en el carro en el que llegó. Así terminaría aquella trágica noche y solo le quedaría esperar los noticieros del día siguiente con un pomposo titular "JARED LETO Y LOS PASTELAZOS DE MARS" o algo parecido.

Para sorpresa de Valentina, el cantante y actor se escabulló entre los hombres y sus cámaras, y comenzó a cruzar la calle en dirección al lugar donde ella se encontraba parada.

El pánico la invadió. ¿Acaso era posible que éste la viera desde la ventana? ¿O qué alguien le fuese dicho de una joven pelinegra tomando fotos desde un edificio vecino? No podía ser.

Verlo avanzar dejó a Valentina clavada en su sitio, siguiendo con la mirada la silueta escueta de Jared siendo bañado de flashes e interrogantes a sus espaldas. Cuando pasó por su lado él giró ligeramente el rostro y la observó allí a través de sus lentes. «¿Qué pensará?» se preguntó, ¿qué era una fan más que lo reconocía? ¿Se sentiría avergonzado de ser famoso? Tal vez lo estaba por el incidente con la modelo y nada más.

Valentina no necesitó una respuesta para saberlo, los sentimientos que invadían a Jared en ese momento la golpearon como cuchillas heladas uno tras otro. La primera emoción que percibió fue su cólera contenida por ser abordado de esa manera poco agradable; la segunda, arrepentimiento por sus acciones en el restaurante y la última, que comenzaba a formarse e intensificarse, ansiedad, porque temía por lo que pudiera pasar con su reputación en las próximas horas de saberse lo ocurrido.

El tiempo pareció seguir su curso, Jared volteó nuevamente al frente con su rostro inescrutable y siguió su camino.

Cuando todos pasaron a la siguiente calle pisándole los talones Valentina ya sabía por qué todo el mundo odiaba a los paparazzi y a ella en el proceso. ¡Todo lo que necesitan es una foto! ¿Por qué demonios necesitan una foto de todos lados? "Breaking News, Jared Leto caminado por una calle" Si es en una entrega de premios o algo importante para tener una historia unida, pero es simplemente Jared caminando por la carretera. 

De todos los dones que el universo podía otorgarle al nacer, uno de ellos era la empatía, tener la capacidad para percibir los sentimientos ajenos y ese fue el primer momento de su existencia en el que odiaba tenerlo, porque sabía que todo lo que sentía el cantante había sido por su culpa.

Allí, congelándose en aquella desolada calle tomó las dos decisiones más importantes de su vida: dejaría de vender la vida de los demás por una foto y también, de hacer magia. Punto.

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