Un Nuevo Comienzo

By CelesteTapiaGmez

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Toda historia tiene un final... pero en la vida, cada final es un nuevo comienzo. Que la historia termina al... More

Dedicatoria
Epígrafe
Prefacio
Valentía
Un Ángel
Similares
Mil Mariposas.
Resignación
Noche De Chicas
Corazón Roto
Amor De Madre
¡ Feliz Cumpleaños!
¡Hogar, Dulce Hogar!
¡ A Divertirse!
Dia De Muertos
Llévame A Casa
Equivocaciones
Me Soltaste
Mi Angustia.
Un Karaoke Lleno De Emociones
Una Historia De Amor
Noche De Confesiones
¡ Sorpresa!
Una Visita Inesperada
Baile De Navidad
¿Qué Hiciste?
Noche Vieja.
¿ Quieres Ser Mi Esposa?
¿Caminamos Juntos?
¡Vas A Ser Papá!
Epílogo
Una Madre Nunca Abandona.
LA ÚNICA EXCEPCIÓN

Luna De Miel.

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By CelesteTapiaGmez

CAPITULO 27.


Estando los dos solos en aquella habitación de hotel, para su tan esperada noche de bodas. Esperando ese momento de intimidad con tu pareja. Para algunas mujeres es motivo de nervios, pues quedar expuesta a tu pareja no es cualquier cosa y más si se trata de una mujer recatada.

Y Evangeline no es la excepción. Porque a pesar de que esto ya lo vivió con su difunto marido, este es un capitulo completamente diferente. Gerardo —al igual que ella —ya había vivido la intimidad con su esposa Sara —y eso sin contar las noches de pasión que vivió con Elena, una mujer más experimentada —. Teme que a la hora de entregarse él la compare con alguna de las dos, tanto en la complexión física, como en la hora del placer.

Y ella, sin saber que por la cabeza de su recién esposo también pasan los mismo temores. Teme que no ser suficiente en la cama y que no le llegue a los talones a su difunto marido. Si, los hombres también tienen sus temores a la hora del sexo, pero su orgullo de macho no les permite hablarlo con facilidad como las mujeres.

Los dos tienen los mismos temores que son infundados, porque cada cuerpo es diferente y cada relación sexual es distinta, por lo que no tiene que haber comparación.

Gerardo mira a su esposa que se encuentra a espaldas de él. Tratando de hacer el menor ruido se acerca a donde se encuentra ella y con sumo cuidado le baja la cremallera del vestido. A paso lento le baja el vestido hasta la altura de los hombros mientras deja una estela de besos desde el lóbulo de su oreja hasta su hombro desnudo, sus manos acarician sus pechos —que reaccionan al tacto dentro del sostén —por encima del vestido. La rubia se estremece al sentir que la hora se va acercando.

—Apaga la luz —susurra ella con voz temblorosa al sentirlo tan excitado —, por favor...

La rubia prefiere que la pasión ocurra entre las sombras, donde él no puede ver por completo su cuerpo desnudo, donde no pueda ver sus imperfecciones.

—Eres hermosa —le susurra con su voz ronca en el oído —, no tienes que tener vergüenza hacia mí —con delicadeza le va bajando el vestido hasta quedar por completo en el suelo. Ella puede ver su reflejo en el espejo —. Y tienes un cuerpo espectacular.

Los dos respiran con dificultad, él aprovecha su silencio para tomarla entre sus brazos y llevarla directo a la cama. Sin dejar de besarla le quita las bragas y el sostén, al mismo tiempo ella le quita su ropa.

El cabello rubio cayendo por su espalda, su cabello castaño vuelto una maraña, sus manos dejando rasguños por su tonificada espalda, piel contra piel... son uno solo.

—No pares... —murmulla ella fuera de sí.

—Te amo...

●●

La rubia mira con emoción el panorama ya que es su primera vez en el mar. El agua es tan azul, las gaviotas buscan su comida entre las olas, los niños se encuentran nadando en la orilla mientras que otros se encuentran tomando el sol.

Fue una decisión acertada de Gerardo venir a los ángeles locos en Tenacatita. Ya que sin duda alguna, es un paraíso escondido. Una bahía apartada de la zona hotelera, lejos de vendedores ambulantes.

— ¿Es precioso, no es cierto? —le susurra al oído Gerardo que se encuentra abrazándola por detrás —. Lo elegí pensado en ti.

—Sí, lo es.

—Esa respuesta me agrada

—Yo nunca había visto el mar más que en fotos.

— ¿Nunca viniste con tu familia? —ella niega con la cabeza. Alex no ganaba mucho dinero, y después con el nacimiento de Mía, menos —, ¿ni de niña?

—Cuando era niña, mi madre tenía planes para irnos todos juntos al mar, eso fue antes del accidente, porque después mi padre se encargó de mi suerte. Y era imposible que mi familia costeara un viaje como este, había demasiadas bocas que alimentar.

— ¿Sabías que el hotel de al lado es una playa nudista? —le cambia el tema con un sonrisa pícara en los labios.

—No tenía idea.

— ¿No te dan ganas de conocerla? —deposita un beso en su hombro desnudo.

—Por ahora quiero caminar por la arena —lo toma de la mano para empezar la caminata.

— ¿Me vas a dejar con las ganas?

—En la noche otro gallo cantará... —dicho esto le guiña un ojo de forma coqueta.

●●

—Buenas tardes —comienza a hablar un hombre de unos treinta años. Ellos dos —junto con otro grupo de personas bajan del camión al escuchar al guía para poder contemplar los manglares —, me presento, mi nombre es Leo y voy a ser su guía por este paseo —se aclara la garganta —. Si gustan pasar a tomar asiento en esta lancha, para poder empezar nuestro recorrido.

Al tomar asiento ella presta atención a un letrero que se encuentra clavado en uno de los arboles

Favor de no molestar a los cocodrilos

—Gerardo —lo sacude suavemente del brazo —, mejor hay que irnos.

— ¿Te sientes bien? —asiente con la cabeza —. Anoche te encontrabas entusiasmada por conocer la flora y la fauna de los manglares.

—Se me fueron las ganas.—Ella baja la cabeza.

— ¿Por algo en especial? —Le apunta a donde se encuentra el cartel —, así que ese es el motivo —se carcajea de inmediato —, no te preocupes, te aseguro que solo se trata de una broma de los empleados para con los turistas.

— ¿Estás seguro? —el castaño asiente de inmediato. Al momento el motor suena y el chico se encarga de conducir la lancha con velocidad media. Mientras van mirando el panorama y tomando fotos el guía les comienza a hablar de la fauna y la flora de esos lares. Preguntando también de donde vienen.

— ¿Le puedo hacer una pregunta? —le pregunta la rubia al guía al poco rato de arrancar. Ya que no ha quedado tranquila después de leer el cartel.

—Claro que sí, que ese es mi trabajo.

— ¿Hay cocodrilos por estas aguas? —pregunta sin dejar de mirar las aguas por debajo de ella. Haber visto películas como terror bajo el agua no ayuda de mucho en estos casos.

—Le voy a decir la verdad señora —todos los ojos de los turistas están puestos en el guía —. La verdad es que no hay ese tipo de animales por estos lares —ella comienza a respirar con calma al escuchar eso —. Solo hay caimanes —la pobre boquea incapaz de decir algo —. Pero no se preocupe, esos caimanes son vegetarianos.

— ¿Cómo vegetarianos? —interroga Gerardo mientras le sigue la corriente. Ya sabe cuál es la respuesta que le va a dar.

—Solo se alimentan de plantas y palmas.

— ¿Plantas y palmas? —la rubia frunce el ceño sin comprender.

—Exacto —el hombre ajusta su gorra —. Solo comen plantas de los pies y palmas de las manos.

—Que gracia me da.

—Pero hablando en serio —el guía se aclara la garganta —, si hay unos algunos caimanes, pero no son grandes, yo diría chicos. Solo se pueden apreciar por las tardes mientras toman el sol.

— ¿De qué se alimentan? —pregunta una mujer de lentes que tiene un cigarrillo en la mano derecha.

—De los peces que nadan por aquí, otros comen las iguanas que salen a nadar, pero no se preocupen, nunca han herido a nadie.

—Angie, mira el tono de piel de esa culebra —apunta su esposo entre las ramas de los árboles.

—Linda.

—He oído por ahí que ese tipo de culebras caen en los botes de aquellos que no dejan propinas a sus guías —agrega Leo —, pero, solo son mitos.

—Angie, no quiero que te muevas —le comienza a avisar Gerardo con el pánico reflejado en sus ojos.

— ¿Por qué? ¿Qué traigo?

—A tu espalda se encuentra una.

— ¡Quítamela! —de inmediato se pone de pie mientras se sacude los hombros sin dejar de moverse como si tuviera polvo pica pica sobre de ella. No deja de mover el bote.

—Señora, yo le aconsejo que deje de moverse así, antes de que...

¡Splash!

Después de caer al agua sale a la superficie sin dejar de boquear, su rostro refleja enfado al comprobar de que no existía tal culebra, el cual de inmediato le da lugar al pánico al ver que un caimán hace el ademan de bajar de su roca.

— ¡Gerardo sácame de aquí! —Chilla como una niña de cinco años sin poder evitarlo —, antes de que al lagarto ese se le antoje probar mis carnes.

—Dame tu mano —se inclina para poder ayudarla lo que provoca una sacudida en el bote, lo que lo lleva a perder el equilibrio.

¡Splash!

A los pocos segundos de haber caído al agua también sale a la superficie para tomar un poco de aire. A su lado su esposa lo mira con el semblante serio.

—Turistas... —masculla entre dientes el guía mientras inclina una mano para ayudarlos a subirse.

●●

Ricardo: ¿Qué tal va la luna de miel tortolita? ¿Qué tal el mar?

Angie: 😒😒🐊🐊🐍🐍🌊🌊

Ricardo: ¿eso es bueno o malo?

●●

La luna se deja ver desde lo alto del cielo, mientras que se refleja entre las olas del mar. Un panorama que es acompañado de algunas farolas que se encuentran a orillas del mar.

— ¿Por qué será que uno aprecia más el mar cuando uno está en la ciudad? —pregunta Gerardo que se encuentra acostado en una hamaca junto a Evangeline a un lado.

—Será porque aquí no tenemos que mover ni un solo dedo —una risita brota de sus labios —. Hablando en serio, creo que es porque en medio de los edificios, los carros y el esmog nos sentimos más estresados.

—La ciudad sí que puede ser estresante.

—Cuando era niña —la rubia sonríe con nostalgia al recordar los días de su infancia, aquellos en que aun tenia a ambos padres —, me gustaba quedarme acostada en el jardín viendo la luna, las estrellas, esperando encontrar un nuevo planeta o un ovni —suspira de inmediato —. Sin duda la vida era más fácil que cuando era una niña.

— ¿Eso lo hacías en casa de tu padre?

—Si, en la hacienda —los ojos verdes miran con nostalgia el romper de las olas.

— ¿Por qué nunca hablas de tu vida en la hacienda? —interroga con curiosidad.

—Tal vez porque lo recuerdo como si solo se tratara de un sueño que se va desvaneciendo con los años —aprieta con más fuerza el pecho de su esposo.

— ¿Cuál era tu actividad favorita de niña?

—Bailaba, de hecho quería ser bailarina —una risa brota de sus labios —. Sí que era una ilusa.

— ¿Por qué dices eso?

—Cuando llegué a vivir con mis tías me olvide por completo de eso —toma su mano —, ya había llegado el momento de crecer —aprieta un poco su mano —. Crecer de esa manera en la que la vida te obliga.

—El día de nuestra boda traías puesto un brazalete con una bailarina —la chica sonríe al escuchar eso —, ¿Tu familia sabia sobre tú sueño?

—Solo mi tía Glenda... ella me lo entregó por otro motivo.

— ¿Cuál motivo?

—Mi madre —sonríe con tristeza —, era por ella. Gerardo no hace ninguna otra pregunta.

Hay heridas que nunca sanan por completo, aunque den la apariencia de estar cicatrizadas. Pero es eso, apariencia.

●●

—Mira eso —ella le apunta un pequeño rincón del jardín, antes de llegar al comedor. Donde bajo de una lámpara se encuentra un señor pintando con sus dedos y un lapicero paisajes en un unos rectángulos de cerámica —, su trabajo es asombroso —le dice al señor una vez que llegan a con él.

—Gracias señora —el pintor se sonroja un poco. La mayoría de sus clientes solo le regatean sin darle un cumplido siquiera —. Esto es como me gano la vida.

— ¿También pinta sobre las cucharas? —pregunta Gerardo mientras ve las que ya se encuentran listas.

—También le puedo pintar un paisaje en un grano de arroz.

—Hay que llevar una pintura —ella voltea a ver a su marido con ojos suplicantes.

—Tú di cual —le responde con una sonrisa en los labios.

Los dos miran la mesa donde ya se encuentran hechas unas veinte pinturas, todas eran distintas entre sí. Ella elige una pintada en tonos fríos.

—Esta es la que más me gusta —le muestra a su esposo. Olas del mar rompiendo entre rocas con la luna en lo alto, una pareja entre la arena —, parece que fue pintada especialmente para nosotros —le guiña un ojo.

—Eres una persona llena de sorpresas —la toma de la mano con cariño —. Si otra hubiera sido me hubiera pedido una de un pintor reconocido y de mayor valor.

—El arte no se basa en el precio que le da las personas —mira el pequeño cuadro que reposa en su mano —, sino en lo que transmite.

—En definitiva elegí bien —la abraza mientras le da un pequeño beso en el cuello —. Tengo que pagar esto para así poder continuar con nuestra luna de miel —la rubia solo asiente con la mirada.

***

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