Narra Samuel.
-No hagas ninguna tontería.
-¿Porque iba a hacer alguna tontería?
-No creo que quieras su dirección para ir a jugar con él a un parchís.
-A lo único que podría jugar con él sería a matarlo, chiqui.
-Eres un bruto...
Hubo silencio a través de la linea telefónica, pero aun así ninguno colgó. Me calmaba escuchar su respiración tranquila, pensaba en sus mofletes y en sus rasgados ojos, y durante unos segundos olvidaba lo que estaba a punto de ocurrir. No recordaba el golpeteo del corazón cuando me encontraba nervioso, tampoco recordaba las ganas de huir, de arrepentirme.
-Gracias Guillermo - dije.
-¿Gracias por que?
-Por ser tú.
Finalicé la llamada y miré a Luzu, que en ese momento me dedicaba una mirada que no supe identificar. Apretó el volante, a pesar de que el coche estaba parado, y inspiró profundamente. Sentía sus nervios y su mal humor flotar en el aire.
Unos minutos después, pudimos ver como a lo lejos alguien salía de la casa que pertenecía a la dirección que Guillermo había conseguido y se marchaba en un coche. Esperamos unos minutos para bajarnos del coche.
Mientras que Luzu llevaba unos vaqueros, era yo quien esta vez llevaba unos pantalones de chándal y una sudadera. Guardé mi móvil en el bolsillo derecho del pantalón y andé al mismo paso que Luzu. Me encontraba algo aterrado, pero había algo en la situación que me hacía casi desear correr hacia la casa y asaltarla.
-Debes relajarte - dijo Luzu haciendo sonar sus dedos de esa manera tan molesta. - No podemos dejar alguna huella de nuestra visita.
-¿Ahora asaltar una casa es hacer una visita? - pregunté riendo. No lo podía evitar, el nerviosismo podía conmigo.
-No tenemos intención de robar nada ni matar a nadie. Solo queremos curiosear un poco, ¿no?
Sin darnos cuenta ya habíamos llegado a la casa y nos habíamos ido cada uno por un lado, decididos a buscar una entrada. Paseaba mirando las ventanas, a simple vista, y asomándome por las ventanas del piso inferior, parecía una casa normal. Decorada con muebles modernos, pero quizás demasiado simple. No había adorno o decoración alguna, simples muebles vacíos. Ni siquiera vi una televisión en la sala.
-Samuel - escuché decir a Luzu desde arriba, y al alzar la cabeza le pude ver asomado desde lo alto de la casa. -Sube, podemos entrar por aquí.
Cogiendo un poco de carrerilla e impulso salté hasta agarrarme al borde del tejado. Estaba algo desentrenado últimamente y tres pisos no son fáciles de saltar ni para un ser sobrenatural.
Luzu se estaba lanzando al interior de la casa a través de un pequeño tragaluz, por el que cabíamos casi de milagro. Salté y una nube de polvo me envolvió. Luzu se cubría los ojos con un brazo mientras curioseaba en unas cajas al fondo del pequeño desván. Cuando me acerqué sostenía en su mano una foto en la que dos niñas gemelas se sujetaban de la mano y sonreían a cámara mientras que un niño algo mayor que ellas se situaba tras ellas y sonreía de igual manera. La foto no era muy antigua, diez años quizás, uno más, uno menos.
-Quizás estamos equivocados - dijo Luzu volviendo a dejar la foto en un sobre.
-Pueden ser del antiguo dueño de la casa. - dije yo, buscando alguna escalera o trampilla que diera paso al piso inferior. La trampilla resulto dar paso a un pequeño armario situado al final de un largo pasillo. Luzu bajo tras de mí y comenzó a curiosear en un montón de cajas que había en el armario.
-¿Que te parece si vas mirando el piso inferior?
-Claro.
Bajé las escaleras a trote, aún seguía nervioso, no podía evitarlo. En el salón, donde antes no había podido apreciar ningún adorno, resultaba que había una estantería justo al lado de la ventana. Varios manuscritos antiguos y libros en ediciones modernas colocados por orden alfabético. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral cuando curioseando pude apreciar un mismo ejemplar del libro que Samantha me había regalado cuando eramos jóvenes.
Cerré los ojos fuertemente y dejé el libro en su lugar mientras continuaba mirando el piso inferior. Junto al salón había una diminuta habitación con una cama únicamente. Miré bajo esta pero igual no había nada. ¿Que clase de persona no tenía un solo recuerdo? Algo extrañado decidí continuar con mi pequeña expedición y terminé en la cocina. Todos los muebles estaban vacíos. En uno había un par de platos y unos pocos vasos, y el frigorífico igualmente se encontraba vacío.
-Parece que alguien tiene que hacer la compra - susurré para mi mismo cerrando la nevera.
Pasé de largo en dirección a las escaleras cuando pude observar, dando uso a mi refinada vista sobrenatural, como bajo las escaleras había un pequeño panel corredizo.
-Luzu - lo llamé, algo en mi se había puesto en alerta.
Cuando finalmente vino junto a mi, entre ambos corrimos el panel y nos adentramos en una oscura sala. Fue Luzu el que finalmente dio con el interruptor de la luz, dándonos una clara visión del despacho.
- Vale, definitivamente esto huele algo extraño.
-La verdad es que si es algo raro.
-No, me refiero a que huele extraño, Samuel.
No entendí sus palabras, y mientras él curioseaba una estantería que cubría una pared en su totalidad, yo me acerqué al enorme escritorio de roble situado en el centro del despacho y me senté en la antigua silla de cuero.
-Vamos a ver que escodemos por aquí...
Me incliné hacia los cajones que había a mi derecha donde ya todo empezó a resultar demasiado extraño. Un par de ellos estaban cerrados con llave, mientras que en el tercero había un par de estuches negros. Los abrí lentamente, y en el primero encontré jeringuillas. Diez, o una docena quizás. Dejándolo exactamente como estaba y cogiendo el otro pude ver como este tenía unos frascos que me resultaban extrañamente familiares. Al abrir uno y no tener olor alguno decidí probarlo. Introduje el dedo en un pequeño bote que había abierto y me lo lleve a la boca.
Tanto la boca, como la garganta y el estomago empezaron a arderme según el líquido iba recorriendo dicho camino. Caí al suelo y comencé a toser agarrándome la garganta, sentía un intenso dolor en esta, como si me estuvieran asfixiando y de verdad necesitara el aire.
-Que cojones... es esto... - le pregunté a Luzu cuando se acercó a mi.
-Mata demonios. Estracto de rosa blanca y lapista.
-Que cojones es eso- pregunté levantándome.
-En lo mas hondo de las minas del país hay unas lagunas subterráneas rodeadas por lapislazuli. - respondió.
-Pues lo siento por él, pero me voy a llevar un par de botes. -dije, guardando los botes restantes en su sitio.
-Ya. Que más da, ¿no? No se dará cuenta.
- Se te da fatal el sarcasmo, cállate.
La garganta aún continuaba ardiéndome, pero decidí continuar con mi búsqueda mientras Luzu miraba en un archivador.
Sorpresa la mía cuando vi que aunque parecían tres cajones, en realidad ahí había un panel que cubría... Una diminuta nevera.
Cientos de botecitos de cristal llenos a de sangre, con pegatinas con nombres.
-¿Que cojones..?
Estaban ordenadas por orden alfabético. Busqué y busqué con cuidado hasta que finalmente llegué a mi apellido mas no era un frasco con mi nombre el primero que saqué, si no con el de 'Samantha de Luque'.
-Luzu...
-Samuel...
En su voz se notaba exactamente la misma preocupación que la mía. Me giré y pude ver a Luzu sosteniendo en sus manos un par de carpetas.
-Tienen tu nombre y el de...
-Mi hermana - completé, enseñándole el bote.
-Pedazo...
-¡Hijo de puta! - grité furioso.
Entonces Luzu me mandó callar y hizo una señal para que agudizara el oído. A lo lejos se escuchaba el motor de un coche. A mi velocidad sobrenatural saqué también mi bote de sangre, y dejándolo todo tal y como estaba Luzu y yo salimos por donde habíamos entrado y nos adentramos en el bosque.
Mis piernas temblaban mientras corría, hasta que finalmente caí. Por suerte los frascos no se rompieron. Pero ya simplemente no podía aguantar más.
Lo odiaba, y siempre lo iba a odiar. Era un hijo de la gran puta que había arruinado mi vida a niveles inimaginables. No sólo le bastó conmigo, si no que también tuvo que ir por ella. No debí fiarme de su palabra. Había abusado de mi, ¿que le impediría hacerlo también de mi hermana?
Luzu se acercó y tiró de mi brazo para levantarme, una vez en el coche mi cabeza simplemente continuaba en blanco.
¿Porque lo hicistes? Era solo una linda niña inocente... Nunca le hizo daño a nadie, ella no merecía eso...
Abrí lentamente la vieja carpeta que tenía el nombre de Sam escrito. Un dibujo en el que ella estaba perfectamente retratada. Admití con mucho pesar que ya no recordaba exactamente su rostro. Era más bella aún, su sonrisa mostraba una luz que hipnotizaba a cualquiera. Solo de verla ya querías reír y gritar de felicidad, escucharla leer para ti era como entrar en un mundo en el que solo estábais tu y ella, donde la tranquilidad os rodeaba y podíais ser vosotros mismos.
A pesar de haber transcurrido más de seiscientos años seguía echándola de menos. Necesitaba sus abrazos y sus sabios consejos, sin embargo este monstruo seguramente la matara después que a mi.
Y claramente yo lo iba a matar a él, sin una sola duda.
(N/A: Hola! Los que quieran matarme que hagan una fila. No, ya enserio jajajaja. No tengo escusa ni perdón, pero de verdad lo siento. ¿Que les parece el capítulo de hoy? Esta un poco cortito pero es necesario, y... de verdad voy a intentar tardar menos en actualizar, palabrita. ¿Como le haríais pagarlo todo a Michael? Jajajaja.
Mil besos y ♥♥♥♥♥♥♥)