Die Together

By YouMyHeaven

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Una historia de amor y mafia. More

Sinoptis
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Caoitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Epilogo

Capitulo 23

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By YouMyHeaven

La cena fue esplendida, como siempre.

 Pero Kyle fue incapaz de hacer gala de su apetito habitual. Movía el tenedor con cautela, como si le fuera a explotar en la mano, a la vez que miraba a los que estaban a su alrededor con recelo, escrutando las caras de aquellos altos que había querido, pero que ahora representaban una amenaza.

 Seth estaba tranquilo, sentado a la cabecera de la mesa, pero su actitud no era ninguna garantía. Tenía la capacidad de mantener la calma incluso cuando observaba como un hombre se desangraba a sus pies, tras haberle disparado.

 Por lo menos, Landon llegaba tarde y Kyle tenía una cosa menos de la que preocuparse, a pesar de que le resultaba imposible asegurarse de que no hubiera hablado con su padre sobre Eleanor.

 —Que callado estás, Kyle —dijo Lena, mientras le pasaba la bandeja con el pescado al horno—. No has comido casi nada. Tienes que alimentarte bien, si no ¿Cómo vas a poder con el instituto y todo lo demás?

 Típico de Lena. Llamaba «lo demás» todo lo que tenía que ver con los negocios de su marido, de los que no quería saber nada más de lo estrictamente necesario, por ejemplo, los muchos ceros de sus muchas cuentas bancarias repartidas por todo el mundo.

 —No tengo hambre, gracias —respondió él, rechazando con el gesto una nueva ración.

 Ashley, que estaba sentada a su lado, le toco la frente para comprobar si tenía fiebre.

 —Estás bien, la temperatura de siempre —anunció, a la vez que le sonreía. Llevaba puesto su mejor vestido, ceñido al pecho y a la cadera, de color morado, y botas de tacón. Pero lo único que veía Kyle era su sombra de ojos, demasiado llamativa. Era una chica guapa, tenía los rasgos un tanto infantiles, pero se esforzaba demasiado en aparentar ser adulta. Para alguien como él, amante del arte clásico y de la arquitectura, con sus formas puras, todo lo que fuera artificioso tenía algo de grotesco, casi vulgar.

 Cogió la servilleta de tela y se la pasó a Ashley.

 —Vamos, Kyle—bufó. Agarró la servilleta con desgana y la utilizo para quitarse el rojo intenso de sus labios—. ¿Qué? ¿Ya estas contento?

 —Tiene toda la razón —intervino Seth, pero miro a Kyle en lugar de a su hija—. Tanto maquillaje no conviene.

—Dejadla tranquila —los amonestó Lena. Mientras tanto, la criada había entrado en la habitación y estaba apilando los platos vacíos—. ¿Ahora sois dos contra una?

 —Así está mucho más guapa —replicó Kyle, esforzándose por sonreír.

 La criada empezó a servir fruta y dulces, colocando cubiertos y platos limpios. Ashley se había puesto a charlar de nuevo, contenta de que Kyle le hubiera dirigido un piropo, pero él no la escuchaba apenas. Continuaba observando a Seth, y, a medida que pasaba el rato, estaba más seguro de que algo no iba bien. Casi no le había dirigido la palabra en toda la cena y al llegar lo había saludado con frialdad.

 Kyle aguardo que las dos mujeres abandonaran la habitación, como acostumbraban a hacer al final de cada comida para dejar que Seth se relajase, y se acercó al mueble bar para servirle algo de beber, tal y como el otro esperaba.

 —¿Solo?

 —Sí.

 Le tendió el vaso de whisky y él se levantó de la mesa para acomodarse en el sofá.

 —Tenemos que hablar —dijo con un suspiro de cansancio. Kyle lo siguió en tensión y se sentó, manteniéndose a la expectativa, escuchar era siempre la mejor opción. Seth tenía un olfato formidable para las mentiras y le gustaba ser el que llevara las riendas del juego.

 —Estoy contento de cómo has resuelto el asunto con los albaneses —comentó. Pretendía que se sintiese a gusto, pero Kyle no bajó la guardia. Por un segundo se preguntó, como habría reaccionado si Seth hubiese intentado hacerle daño—. Spiro gestiona sus negocios como un mercenario esquizofrénico, no es fácil tratar con él. Pero te las has arreglado muy bien.

 —Gracias —respondió Kyle.

 Seth dio un trago a su whisky y dejó pasar unos segundos en silencio.

—Sé que Landon te está creando problemas. Quizá sea por eso que estás tan raro últimamente.

 —Sólo estoy cansado —replico Kyle con voz monocorde—. Apenas haya resuelto este tema, volveré a casa y me recuperare en dos días.

 Seth no le quitaba ojo de encima.

 —Bien quería oírte decirlo.

 —¿Hay algún problema?

 —No, ninguno. A menos que seas tú el que lo tiene—respondió el boss, mirándolo de forma elocuente.

—No, lo tengo todo bajo control.

—¿Estás seguro? —insistió Seth—. No te lo digo porque quiera saber lo que te pasa por la cabeza, Kyle. Para mi eres como un hijo y yo entiendo a mis hijos. Me basta con un vistazo. Y cuando uno de mis hijos pasa por una mala racha, yo espero a que se le pase. Es lo normal ¿no crees?

 Kyle asintió, tratando de aparentar seguridad. No tenía la menor idea de donde quería llegar con aquel discurso.

 —Lo que no es tan normal es no poder fiarse de tus propios hijos. Tener que guardarte las espaldas de ellos

Kyle contuvo el aliento. Ahora lo diría sacaría la historia de Eleanor a relucir y él no sabría cómo justificarla de un modo convincente. Se obligó a mantener la calma y a no permitir que su rostro y sus gestos dejaran translucir ninguna emoción. Estaba tan inmóvil como una estatua, tratando de parecer relajado.

 —¿Te refieres a algo en particular? —preguntó al boss, mostrándose comprensivo—. Sabes que nunca haría nada que pudiera decepcionarte.

 Seth lo escultó y una luz benévola atravesó su mirada.

 —En realidad no estoy hablando de ti. Sino de Landon. ¿Te ha contado lo de los frenos, lo del coche de ese juez?

 Kyle volvió asentir. A pesar de que estuviera en el mismo lugar que hacía un momento, todo había cambiado. Ahora podía darse un respiro. Podía dejar de ponerse en lo peor. Escuchó a Seth lamentarse de sobre el hecho de que su hijo se lo hubiera montado por su cuenta. Que se hubiese expuesto así, que hubiese actuado por impulso sin avisar el resto del clan.

 —Entonces, más que una advertencia ha sido una chiquillería —concluyo—, el capricho de alguien que, en lugar de los negocios de la familia, se pone a sí mismo en primer lugar.

 Hizo una pausa.

 —Pero lo voy a dejar pasar, porque, al menos, ha hecho algo de utilidad para todos —añadió—. Lo que en realidad no soporto es que haya empezado a mentir, a salpicar de mi'erda a una de las personas más importantes para mí —y lo miró para no dejar lugar a dudas de a quién se estaba refiriendo.

 —¿Qué quieres decir? —preguntó Kyle, que volvía a tener cuidado y a escoger sus palabras.

Seth suspiró. 

—Ya lo sabes.

 —Landon habla a tontas y a locas —replico él, con cautela—. Explícate mejor, quizá pueda ayudarte a aclarar las cosas.

 —Dice que ya no quieres casarte con Ashley —respondió el boss.

Aquella frase ocultaba lo que verdaderamente sabía. Estaba jugando con él, quería llevarlo hasta la verdad, acorralarlo poco a poco. Había visto como lo hacían cientos de veces. Kyle se enderezó, decidido a no ceder y a no permitir que se hiciera mención alguna a Eleanor, no en aquella habitación, donde se decidía sobre la vida y la muerte de la gente.

 Por eso se rió. Abiertamente, de una forma tan espontanea que cogió a Seth por sorpresa.

 —Esto no es cosa de risa, Chico.

 —Me río porque, de todas las cosas que Landon se podía haber inventado ha elegido la más absurda de todas —dijo Kyle, sosteniendo la mirada a Seth—. Pregúntaselo a mi madre justo el otro día le conté que ya había decidido la fecha de la boda.

 Muy a su pesar, el semblante de Seth se iluminó.

 —Pero Ashey no me ha dicho nada.

—No lo sabe todavía, quería decírselo esta noche—respondió Kyle—. Le he comprado unas flores, después de cenar tenía intención de dar un paseo con ella junto al mar.

 Cruzó los dedos para que Seth no quisiera ver las flores.

 El boss sonrió.

 —Quieres hacer las cosas con ella como dios manda ¿eh? —comentó satisfecho—. Me ha contado que no le has puesto un dedo encima, imagino que lo haces por respeto hacia ella, no hacia su padre.

 —Así es. Se arregla como una mujer, pero todavía es una niña, no tiene por qué crecer tan rápido, no por mí, tenemos todo el tiempo del mundo —concluyó Kyle, cada vez más metido en el papel. No le resultaba difícil, pensaba en Eleanor, en el peligro que corría, y las mentiras surgían por si solas.

 Había sido un estúpido al pensar que podía llevar una doble vida.

 Y había sido todavía más est'úpido al pensar que ella tenía cabida en la suya. Pero ahora ya sabía lo que tenía que hacer. Se habían acabado las dudas.

 —De todas formas, yo también tengo que contarte algo —añadió.

 —Te escucho —respondió Seth, visiblemente tranquilo y de buen grado—. Si es por la ceremonia, no te preocupes, ya sabes cómo va esto. Yo me ocuparé de todo.

 —No, se trata de los Hills —dijo Kyle—. Creo que ha llegado el momento. No estoy dispuesto a aplazarlo más, han pasado demasiados años y siento que si no vengo ahora a mi padre, jamás me convertiré en un hombre y no me ganaré el derecho de estar junto a Ashley.

 Seth asintió. Esos eran la clase de discursos que mejor comprendía. La familia, el dinero, el honor. Para él, todo lo demás era un molesto rumor de fondo. En la única ocasión que Kyle había intentado hablarle de su pasión por el arte, le había firmado un cheque en blanco, diciéndole que comprara todo el arte que quisiera.

 —Me parce justo. Diré a los muchachos que pongan manos a la obra y en cuanto me digan algo, trabaremos un plan. Esas ratas de alcantarilla llevan demasiado tiempo tranquilas.

 Escucharon un taconeo en el pasillo. Ashley se asomó a la puerta.

 —¿Y bien? ¿Habéis terminado ya de parlotear? —refunfuñó—. No puedes quedarte a Kyle para ti solo.

 Avanzó contoneándose, Kyle se levantó y fue a su encuentro.

 —Salgamos un rato —le dijo.

                                                               ***

Junto al paseo marítimo, dentro del coche, Ashley se apretó contra él, con la excusa de que tenía frio a pesar que la calefacción llevaba media hora puesta.

 —Lucia se ha quedado embarazada, ¿lo sabías? —le dijo en tono de chisme—. Se casara en enero, entes de que se note el bombo.

 Kyle no respondió y continúo conduciendo. Se sabía de memoria lo que venía a continuación. Por aquellos lares, era siempre la misma historia.

 —Soy dos meses mayor que ella —añadió Ashley. Deslizó la mano por los pantalones de Kyle , tocándole la entrepierna. Él, sin perder la compostura, le agarró la muñeca y devolvió el brazo a su posición inicial.

 Ella soltó un bufido.

—Me tratas como a una niña, pero estoy cansada de esperar.

  Aquella frase también formaba parte del guion. Kyle sabía que, si fuera necesario, estaría esperando eternamente. No tenía otra alternativa.

 —Yo de ti no me preocuparía por eso —dijo. Le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarla.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó ella, alisando el tono de su voz.

 «Perdoname Eleanor»

 —Nos casamos en mayo.

 —¿Antes de los exámenes? —exclamó Ashley con incredulidad. Ni en sueños habría esperado algo así.

 —Sí.

 —¡Oh Kyle! ¡Es fantástico! —gritó ella, lanzándose a su cuello y obligándolo a estirar el cuello para ver la carretera y no estrellarse—. ¡Te quiero, te quiero, te quiero!

 Él dejo que lo besuqueara y escuchó el discurso largamente preparado que siguió. Ashley ya había decidido todo: sabia dónde quería comprarse el vestido —un modelo de alta costura que costaba treinta mil euros y que daría de que hablar en el pueblo durante años— y tenía en mente una ceremonia tan lujosa que parecerá la boda de una princesa. Kyle pensó que, en el fondo, sí era una princesa.

 La hija de un rey que la entregaba como esposa a un príncipe heredero con sólo dieciséis años, pasando de una jaula dorada a otra, sin apenas darse cuenta; seguía sonriendo y yendo de compras, sin malgastar un solo pensamiento en el mundo exterior.

 —Papá ha dicho que tenemos que construir piscina. Pero la casa debemos elegirla los dos juntos —dijo Ashley, sobreexcitada—. O también nos la puede construir la empresa de papá, donde nosotros queramos. ¿Dónde te gustaría a ti?

 «En el lado oscuro de la luna. »

 —Te dejo elegir a ti. Tú serás quien mande en casa —le respondió.

 —Papá tiene razón —dijo ella con lágrimas de felicidad en los ojos —. Eres tan, tan bueno.

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