Die Together

By YouMyHeaven

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Una historia de amor y mafia. More

Sinoptis
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Caoitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Epilogo

Capitulo 21

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By YouMyHeaven

—No nos gusta llamar la atención.

 Kyle observaba la reacción de Eleanor. La había llevado a su casa, aprovechando que su madre había regresado al pueblo para ir a ver a un familiar que estaba en el hospital y, ahora que estaba allí, trataba de ignorar el hecho de que desentonara tanto en ese ambiente que a él le resultaba tan familiar.

 —Es algo inquietante —comentó ella con incredulidad, de pie en mitad del salón.

 Lo que desde el exterior parecía poco más que un mísero cortijo, ocultaba en su interior un pequeño y lujoso palacio. A pesar de las paredes ennegrecidas, que no había dado tiempo a pintar, las estancias resplandecían de muebles caros, blandas alfombras y cuadros de buen gusto que Eleanor intuyó que había elegido Kyle.

 Las ventanas, de aluminio deteriorado, estaban protegidas por pesadas cortinas de brocado color crema y la cocina, que Eleanor vislumbró desde la puerta abierta, era moderna y estaba amueblada con todos los accesorios.

 —Mi madre no habría querido todo esto. Es una persona sencilla y, de todas formas, se trata de algo provisional —explicó Kyle. A Eleanor le vinieron a la mente los dedos cuajados de anillos pero no dijo nada—. En cambio, para Seth es inconcebible vivir sin lujos. Y a mí no me disgusta.

 Salieron al jardín por el ventanal que daba a la parte trasera. Si habían dejado el patio delantero en su estado original de abandono, la casa protegía con sus muros un rincón verde cuidadosamente dispuesto, con una mesita y varias sillas de hierro forjado, una gran sombrilla de tela blanca y un par de tumbonas de madera.

 —Me costó convencerlo para no construir una piscina en pleno invierno —dijo Kyle—. Está obsesionado con las piscinas.

 Eleanor  lo miró como si lo viese por primera vez. Allí, en su casa, parecía completamente distinto. Al hablar del dinero como si lo diera por sentado, aquella luz turbia había regresado a sus ojos.

 —Parece que tengas mucho afecto a Seth —comentó.

 —Se lo debo todo.

 Eleanor hizo una mueca.

 —¿Qué te pasa? —preguntó él.

 —En el fondo no le debes nada. Tu padre murió por su culpa, tú arriesgas la vida por él, puede que lo que recibas ni siquiera sea suficiente.

 —¿Suficiente? —repitió Kyle perplejo—. Tengo todo lo que deseo: casas, coches, barcos. Iré a la mejor universidad posible. ¿Qué más se puede pedir?

—La libertad de decidir a qué te quieres dedicar, por ejemplo, o de amar a quien tú elijas —la idea de que fuera prisionero de aquel hombre y de su hija le resultaba cada vez más insoportable.

 —Tú no lo entiendes, Eleanor.

 —Puede que sea eso. Pero sé que cuando pierdes a un ser querido, una montaña de dinero no puede reemplazar el dolor de su ausencia.  

 Kyle se levantó, inquieto, y le dio la espalda para contemplar el campo punteado de olivos. El sol invernal lucía ya bajo e irradiaba una luz casi blanca.

 —No puedes entender lo que significa, no deberías juzgarme.

 —Hace un año y medio perdí a mi hermano —dijo ella sin pensarlo.

 No era capaz de decir «murió». La idea de haberlo perdido al menos le daba la esperanza de poder reencontrarse con él, algún día, en otra vida.

 Kyle se giró de golpe.

 —¿Por qué no me lo has contado hasta ahora?

 —No me gusta hablar de ello. La gente me mira con compasión y eso no va conmigo —respondió ella—. Además, es lo que ha destrozado a mi familia, y sólo de pensarlo me dan ganas de gritar. Hay veces que querría estar en su lugar.

 —¿Cómo murió?

 La naturalidad con la que él pronunció aquella palabra horrible le cortó la respiración por un instante.

 Escucharla era como recibir una bofetada.

 —Lo apuñalaron por equivocación durante una pelea en la puerta de una discoteca. Él no tenía nada que ver, pero le pilló en medio.

 Se interrumpió para no llorar. Las lágrimas afloraron a sus ojos, inclinó la cabeza para que Kyle no las viese pero él se dio cuenta y fue hasta ella para abrazarla.

 —Lo siento, Eleanor. De haberlo sabido, no habría dicho ciertas cosas.

 Ella sacudió la cabeza.

 —No pasa nada —respondió. Tenía una expresión de rabia en la cara—. Pero te entiendo cuando hablas de venganza. Me he imaginado tantas veces cómo reaccionaría si me encontrara ante esos asesinos.

 Kyle  se desasió de sus brazos, pensativo. Se metió una mano en el bolsillo interior del abrigo.

 —Llevo un tiempo dándole vueltas —dijo, mientras extraía la pistola para enseñársela. Eleanor se sobresaltó—. Quiero enseñarte a disparar.

 —Estás loco —ella dio un paso atrás, como si quisiera distanciarse del arma.

—Si tu hermano hubiera tenido una, habría podido defenderse.

 —Jack nunca habría sido capaz de hacer daño a nadie —replicó ella con una sonrisa triste. Contempló a Kyle con severidad—. Y de haberlo hecho, ahora estaría en la cárcel en vez de en un ataúd.

 —Pero estaría vivo —subrayó Kyle, todavía convencido—. Lo único que quiero es que aprendas a protegerte, por si te llegara a hacer falta.

 —No quiero matar a nadie.

 Kyle se encogió de hombros.

 —Entonces apunta a las piernas. Si lo que quieres es dejar a alguien fuera de combate sin cargártelo, funciona.

 —Pareces todo un experto —comentó ella en voz baja.

 Volvía a tener esa sensación de no conocer en absoluto al chico que quería. Se sentía una estúpida por creer que podía olvidar completamente su vida, la forma en que se había criado, los valores que respetaba.

 Kyle la tomó por los hombros y le levantó la barbilla para obligarla a mirarle.

 —Ése es el motivo por el que al principio no quería que lo nuestro comenzara. Ves una pistola y te asustas, lo juzgas todo como la gente que está acostumbrada a ver armas por la tele —dijo—. Pero de dónde yo vengo, lo niños aprenden a usarlas de pequeños. Yo ni siquiera tenía diez años cuando disparé por primera vez.

  —¿Qué te impulsa a vivir así? —le preguntó Eleanor—. ¿Es que no existe ninguna alternativa? No puedo creerlo.

 —La única alternativa es acabar como tu hermano —respondió Kyle con dureza—. En mi mundo nadie muere de viejo. Le tengo apego a la vida y me gustaría que fuese lo más larga posible.

 —¿Aun a costa de sacrificar la vida de otras personas?

 Él suspiró.

 —Piénsalo. Si te pidieran que eligieses entre la vida de Jack y la de uno de sus asesinos, ¿serías igual de buena?

 Eleanor reflexionó, tenía la cabeza hecha un lío y no conseguía apartar los ojos de la pistola que Kyle empuñaba con la misma tranquilidad con la que sostendría un vaso.

 —Ya no sé qué pensar.

 —En el momento en que elegiste acercarte a mí, hiciste una elección —respondió él con tristeza—. Te dije que soy como una planta carnívora, pero no quisiste escucharme. Si estás arrepentida, puedes marcharte. Pero si te quedas, me gustaría que aprendieras a defenderte. 

Un dolor sordo en el pecho le recomendó que se diera la vuelta y se fuera. Kyle no podía prometerle nada. Probablemente era incapaz de imaginarse una vida distinta, aunque fuera a su lado. Pero su expresión de sufrimiento la impulsó a acercarse a él y a besarlo dulcemente en los labios. Sabía que, sólo con rozarle, las dudas y los miedos desaparecían. Sobre todo desaparecía la dimensión en la que se distinguía lo que estaba bien de lo que estaba mal.

 —De acuerdo —dijo—. Déjame intentarlo.

                                                               ***

Caminaron entre los olivos para alejarse de la carretera y de las fincas colindantes. Después Kyle se detuvo, apuntó con la pistola al tronco de un árbol y apretó el gatillo. La bala se estrelló en la corteza mientras Eleanor se llevaba las manos a los oídos, asustada por el estruendo.

 —Debes mantener el brazo quieto porque al principio el retroceso te desplaza —explicó él, a la vez que le entregaba el arma—. Ése suele ser el motivo de que falles el tiro.

 También le explicó cómo poner y quitar el seguro, cómo utilizar la mira y la forma de sostener la pistola: —La mano recta, alineada con la espalda.

 En el momento en que sus manos tocaron el metal, Eleanor experimentó una excitación extraña. Aquel instrumento de apariencia inofensiva encerraba el poder de la vida y la muerte.

 —Apunta a aquel árbol de allí

Eleanor disparó.

 El impacto en el brazo fue como un latigazo, pero intentó no vacilar. El proyectil se empotró en la tierra, a pocos centímetros de la raíz del árbol.

 Kyle emitió un leve silbido.

 —No está nada mal. Vuelve a intentarlo.

 El segundo disparo pasó rozando una de las ramas más bajas.

 —Tienes una puntería estupenda —comentó él con orgullo.

 —Pero si no le he dado.

 —Has estado a punto. Para ser la primera vez, yo no me quejaría.

 Eleanor lo miró.

 —¿Y cómo fue tu primera vez?

 Él se ruborizó y sonrió.

 —Un verdadero desastre. Estábamos en el jardín de la casa de Seth y en lugar de dar en el blanco me cargué la antena parabólica.

 A Eleanor le entraron ganas de reír, no sabía si porque encontraba ese recuerdo gracioso o porque era grotesco hablar con tanta frivolidad de algo así. No se le iba de la cabeza el accidente de coche de su padre, pero continuaba posponiendo la pregunta.

 —Volveré a intentarlo.

 El tercer disparo, perfecto, fue a incrustarse en el tronco del árbol. Kyle la abrazó en un impulso y la besó, como si acabara de conseguir algo extraordinario. Por un instante, a ella también se lo pareció.

[Hay una nueva historia llamada Viziati, espero tengan la oportunidad de leerla seria genial. Love ya']

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