Die Together

By YouMyHeaven

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Una historia de amor y mafia. More

Sinoptis
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Caoitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Epilogo

Capitulo 11

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By YouMyHeaven

El padre de Eleanor se había tragado el cuento de la caída accidental, el mismo que habían contado en urgencias. Había resbalado, se había hecho daño y un compañero de clase con quien estaba haciendo un trabajo la había acompañado al hospital.

 Y aun así, no la dejaba tranquila.

 Estaba nervioso y cansado, se quedaba despierto hasta tarde, inmerso en sus papeles, y pasaba más tiempo con el comisario Leone que con Eleanor. Se había negado a que fuera al instituto con los puntos todavía recientes, por eso Eleanor se había pasado los dos últimos días en casa, sin forma alguna de comunicarse con Kyle, ya que no habían intercambiado ni teléfonos ni direcciones de correo.

 Sabía que, de haber querido, Kyle podría haberle pedido su número a Cherly, sólo para saber cómo se encontraba. Pero no lo había hecho. Y en el listín telefónico no aparecía ningún Harries.

 Ahora los folios con los retratos de Kyle estaban escondidos por toda la habitación de Eleanor. Creía volverse loca, y no hacía más que dibujarlo en su escritorio, sin separarse de la tortuga de escayola, pensando cómo era posible que el tiempo, a veces, pasase tan lentamente que pareciera inmóvil.

 Por fin, cuando pudo volver al instituto, atravesó el patio con las piernas temblorosas del nerviosismo. La moto de Kyle no estaba entre los ciclomotores aparcados, pero el cielo amenazaba lluvia y cabía la posibilidad de que hubiera ido en coche. Eleanor no entendía por qué estaba tan impaciente por verlo. Quizá simplemente lo echaba de menos, una idea absurda, dado que apenas lo conocía.

 «Las cosas están torcidas.»

 Eleanor no quería que estuvieran rectas. ¿Cómo podría hacerlo? Además, era tan difícil encontrar una persona «torcida», que quizá simplemente tuviera ganas de comunicarse con alguien que la comprendiera, que no se riera de ella por ser una inadaptada y por tener intolerancia cada vez que se enfrentaba a una situación «recta», de esas en las que las familias se sientan sonrientes en torno a la mesa del desayuno como si estuvieran en un anuncio de la tele y ni siquiera entendieran el significado de la muerte.

 —Entonces, ¿cómo estás? —le preguntó Cherly en cuanto se sentó en su pupitre junto a ella.

 —Bien.

 Kyle estaba allí, dos filas más atrás a la derecha, sentado en su sitio. No la estaba mirando, tenía la cabeza metida en una revista y la expresión más sombría de lo habitual.

 —¿Ha sido por su culpa? —preguntó Cherly, siguiendo la dirección de su mirada.

 —No. De no haber sido por él, habría sido aún peor —respondió Eleanor. Cherly permaneció callada sólo un par de segundos. Parecía impaciente por hablar del tema quizá porque llevaba dos días esperando a que su compañera volviese para confirmar los rumores que circulaban.

 —Se comenta que ha intentado… —susurró—… bueno, en fin, que ha intentado ponerte la mano encima y que tú has salido herida al tratar de huir de él.

—¿Y desde cuándo un chico que intenta violar a una chica la lleva a urgencias? Habría que verificar los hechos antes de hablar a espaldas de los demás —siseó Eleanor, indignada.

Cherly pareció reflexionar sobre la lógica de aquella observación.

—Puede que sea una forma de hacerte chantaje. Tu silencio a cambio de llevarte al hospital 

Inmediatamente sacudió la cabeza, sabiendo lo estúpida que sonaba su hipótesis. Sobre todo porque lo de«chantaje» no parecía encajar demasiado en la trama rosa que Cherly estaba determinada a descubrir.

—Soy amiga tuya, ¿no? —dijo Eleanor, dispuesta a comenzar desde el principio.

—Teniendo en cuenta lo que tú entiendes por amistad, sí —respondió ella enfadada. Cherly ignoró su sarcasmo y se le acercó para susurrarle algo al oído.

—Me he enterado del motivo por el que tu querido Kyle ha perdido un año de instituto.

—Eso no es una gran novedad. A mí también me contó que estuvo enfermo —replicó Eleanor, colocando los útiles de dibujo encima de la mesa.

Cherly dejó escapar una risita.

—Es que no ha estado enfermo. ¿Tiene pinta de ser alguien que acaba de salir de una enfermedad?

—No sabemos nada de él —contestó Eleanor con enojo. Aquella conversación no le gustaba, y tampoco le gustaba hablar de Kyle con Cherly. No quería hablar con nadie.

—Ha estado en la cárcel.

—Eso es una estupidez. Y tú lo sabes.

—Lo que sé es que el amor nos vuelve ciegos —subrayó Cherly—. Pero deberías tener cuidado. Parece que acabó allí por agresión. Estuvo a punto de matar a alguien —bajó la voz todavía más—. Un ajuste de cuentas.

Eleanor hizo una mueca con los labios. No era cierto. Kyle amaba el arte, dibujaba con talento, sacaba buenas notas. No se correspondía para nada con el típico perfil de delincuente y Cherly no podía saberlo ya que, a sus ojos, lo único que leía eran revistas de coches y motos. Y de todas formas, si la gente había sido capaz de inventarse un caso de violencia sexual por dos puntos en la cabeza, quién sabe qué cosas podían imaginarse de un chaval repetidor.

 Cuando sonó el timbre del recreo, Eleanor salió la primera y no sólo para huir de Cherly. No quería que Kyle tuviese la impresión de que estaba esperando un momento oportuno para hablarle, no quería arriesgarse a quedarse a solas con él y, sobre todo, quería comprobar si él la seguiría.

Bajó al patio y lo esperó.

  Lo vio aparecer por las escaleras pasados unos minutos y salir por las puertas acristaladas, con las gafas de sol puestas. Echó a caminar por el lado opuesto del patio y se sentó justo enfrente de ella, pero lejos. Una distancia enorme y plagada de chicos y chicas. Eleanor tenía los ojos fijos en él, esperando que levantase la mirada y tuviese el coraje de enfrentarse a ella.

  Pero Kyle estaba a lo suyo, inmerso en la lectura. En un determinado momento se movió, únicamente para sacar de la cazadora un reproductor de Mp3 y ponerse los auriculares.

 Aislado del resto del mundo, también había dejado fuera a Eleanor. Ella, decepcionada, ofendida, enfadada consigo misma, decidió que le pagaría con la misma moneda. Se puso los auriculares que llevaba en el bolsillo y encendió su reproductor. Como de costumbre, empezó a sonar el disco de Pink Floyd, igual que de un año a esta parte. Seleccionó la canción «Breathe» y subió el volumen al máximo.

                  “Respira, respira. No tengas miedo de tenerme. Déjame, no me dejes”.

A la salida del instituto, Eleanor bajó las escaleras junto al resto de sus compañeros y notó la presencia de Kyle detrás de ella. No se giró, aceleró el paso y caminó con la cabeza bien alta en dirección a la verja.

Fue entonces cuando vio a Gordon, el hijo del comisario, sentado en su scooter como si estuviera esperando a alguien. La primera reacción de Eleanor fue desear que no hubiera ido a recogerla, pero luego cayó en la cuenta de que podía servirle para hacer entender a Kyle que su vida no dependía ni de él, ni de lo dispuesto que estuviera a concederle su amistad.

—Hey —lo saludó—. ¿Qué haces en esta escuela de mala reputación?

 Gordon le sonrió y Eleanor ya no tuvo ninguna duda: estaba allí por ella.

 —Hola. La verdad es que andaba por aquí y he pensado en pasarme a saludarte.

Eleanor le devolvió la sonrisa mientras que con el rabillo del ojo veía que Kyle pasaba por detrás de ella.

—Qué detalle tan bonito —respondió ella hablando más alto de lo normal—. Podríamos comer juntos, si te apetece.

Kyle se detuvo junto al bordillo, esperando el momento oportuno para cruzar la calle. Estaba tan sólo a unos pasos de ellos y, sin embargo, parecía que estuviese a kilómetros.

—Me encantaría —dijo Gordon, que se alegraba visiblemente de la invitación inesperada. Por la cara que puso, Eleanor sospechó que había venido preparado para un rechazo brusco.

 —Cojo el casco y voy contigo —propuso ella, de nuevo en voz alta.

Kyle cruzó la calle y llegó a la acera contraria, en dirección al lugar donde había aparcado el coche. Eleanor agarró su casco lo más rápido que pudo y se montó detrás de Gordon de un salto, sujetándose a él como si fueran grandes amigos. Él puso la moto en marcha mientras charlaba de esto y aquello, pero Eleanor estaba concentrada en Kyle. Estaba tan sólo a unos pasos, de espaldas. Caminaba a grandes zancadas pero despacio, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Lo adelantaron y Eleanor se apretó un poco más contra Gordon.

Un segundo después había terminado aquella estúpida escenita; se arrepintió casi inmediatamente, como mucho su actuación le había permitido desahogarse, pero no vencer la decepción. Después de dejar atrás a Kyle, estar con Gordon le resultaba insoportable, como si tras despertar de un sueño se hubiera encontrado en el lugar equivocado. Se apartó de él sujetándose tan sólo con una mano, con la esperanza de no herirle, de que no se diera cuenta.

 Gordon estuvo muy simpático, enfiló el paseo marítimo y la llevó a un sitio típico en el malecón, un bar especializado en pescado frito, frecuentado sobre todo por pescadores.

La comida fue exquisita, el aroma del mar se colaba por las ventanas abiertas y la atmósfera todavía estaba cargada con el calor del sol. Gordon habría sido el chico perfecto en un mundo perfecto. Reía sin levantar la voz, era amable, le había apartado la silla antes de sentarse y le había limpiado el pescado porque ella no era ninguna experta.

Hablaba de cualquier cosa y un par de veces incluso consiguió hacerla sonreír. Pero Eleanor no se vio reflejada en sus ojos azules. No vio ninguna sombra secreta, ni rastro de melancolía. Gordon pertenecía al mundo «recto».

- -  - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Querido Jack: 

Cuando tienes un arma apuntándote a la cara, no se te ocurre que sea real. Imagino que a ti también te sucedió lo mismo aquella noche. Estás ahí y te dices a ti mismo que no puede ser, que hay ciertas cosas que sólo suceden en la pantalla de la tele, que nos has hecho nada para merecer algo así.

Puede que con el amor suceda lo mismo. Cuando quieres darte cuenta, ha penetrado en tu interior, ha llegado hasta la última de tus células y es demasiado tarde, se ha convertido en una especie de hiedra en torno a tu corazón y ya no tienes escapatoria, tu vida depende de él.

Eleanor♥

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