Déjame Salvarte [anteriorment...

By beoncheshire

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No se trata de borrar nuestras heridas, sino de aprender a vivir con ellas. Obra registrada en Safe Creati... More

Falling
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By beoncheshire

Peyton suspiró. Estiró el cuello todo lo que pudo y buscó a su mejor amigo entre la multitud de adolescentes que se hallaban obstaculizando la entrada al auditorio de la escuela. Intentó entrar al lugar empujando a uno que otro de sus compañeros, pero estaban tan agolpados en el sitio que se enredo con otros pies y tropezó empujando la espalda de otra persona.

―Mierda, perdón ―dijo de inmediato al recobrar el equilibrio.

Un chico volteó a verla y le enseñó una mirada que denotaba molestia antes de darle la espalda.

Idiota, pensó alejándose.

Consiguió hacerse un espacio y bajó algunos escalones al mismo tiempo que buscaba alguna cara conocida. No fue hasta que llegó a la mitad de la sala que finalmente vio a su grupo de siempre sentados todos juntos, y un lugar libre en medio de ellos esperándola. Oyó a alguien sobre el escenario probando el micrófono y supuso que se trataba del señor Smith, por lo que apuró el paso y fue sorteando los lugares ocupados.

Dustin, el único rubio del grupo, encogió las piernas para que su amiga pudiera pasar y Jasper, a quien Peyton había estado buscando desde el principio, sonrió al verla.

―¿Dónde te habías metido? ―preguntó al hundir el ceño en desconocimiento.

Peyton se sentó en medio de ellos y le echó una mirada cargada de odio.

―Esperando por ti al salir de Matemáticas como habíamos pactado ―respondió sin más―. ¿Dónde diablos estabas tú?

―Aquí. Creí que habías dicho que esperara en el auditorio.

—Que conste que también oí cuando te pidió que la esperaras afuera del salón —intervino Dustin y, mirando a su amiga, agregó—: yo iba a esperarte como buen amigo que soy, pero Johan me secuestró.

—Disculpa, pero tienen asientos gracias a mi —alegó el antes mencionado—. Y no te secuestre, tú me seguiste.

—Es mentira, Pey, no le creas.

Los ignoró.

―Tampoco te fastidies tanto ―dijo Jasper―. Ya estamos aquí, llorona.

Como gesto de conciliación, pasó un brazo sobre los hombros de su amiga y la apretó contra él en un intento de abrazo.

El micrófono emitió un irritante chirrido, que le atravesó los tímpanos a todos en el lugar, cuando el señor Smith lo golpeó con el dedo en busca de alguna respuesta de sonido. Captando la atención del alumnado, el hombre de escaso cabello blanco y semblante de pocos amigos esperó a que cerraran la boca para comenzar a hablar.

¿La causa de tan importante reunión?

Pues alguien no tuvo mejor idea que pintarrajear con aerosol rosa el reluciente auto del director, así como también dibujar una gran margarita en el techo del mismo. Casi tres semana desde el inicio del año escolar y el hombre no podía creer que ya comenzaran a molestar con sus típicas tonterías y actos de vandalismo. Debido a esto, el señor Smith procedió a comunicarles que el castigo por «semejante acto de rebeldía» sería más que severo. Incluso podía terminar en expulsión, apuntó tan molesto que quiénes estaban sentados al frente casi podían sentir las gotas de saliva saliendo disparadas de su boca con cada palabra.

―Quien quiera que haya sido: amo a ese chico ―habló Dustin por lo bajo dirigiéndose a sus amigos y arrancando una ola de risas disimuladas por parte del grupo.

Luego de un largo discurso sobre lo irresponsables y rebeldes que eran todos, haciendo hincapié en que descubriría quien había sido el culpable; el señor Smith liberó a los diferentes cursos de la tortura que duró alrededor de hora y media permitiendo que los jóvenes regresaron a sus respectivas clases.

En medio del silencio de la clase de Inglés, el teléfono de Peyton vibró ruidosamente sobre la mesa y en un instante el profesor Doyle giró la vista hacia sus alumnos.

―¿Qué he dicho, y siempre repito, antes de iniciar la clase? ―habló el hombre con cansancio—. No es difícil: nada de textos y de llamadas. Ni siquiera «solo estaba viendo la hora» porque para algo está colgado el hermoso reloj sobre el pizarrón. Está por demás prohibido el uso de teléfonos celulares dentro del aula. ¿Acaso me han visto usando el mío mientras dicto la materia?

Nadie respondió y Peyton se hundió en su asiento alejando el móvil de la vista del profesor.

—La próxima vez, el osado u osada, irá a visitar al señor Smith. ¿Entendido?

Los miró seriamente antes de retomar el tema del día.

La pelinegra escuchó a Dustin reír por lo bajo en el banco de adelante, pero lo ignoró y desbloqueó el teléfono esperando no ser descubierta. Revisó la notificación más reciente y vio que se trataba de un mensaje de su mejor amiga, tan oportuna como lo era siempre.

OLIVIA: ¿vienes a casa después de clases? Estoy tan aburrida que ya comienzo a arrepentirme de haber fingido que tenia fiebre para poder faltar.

Estuvo a punto de teclear una respuesta cuando la punta de una varilla azotó con fuerza sobre su cuaderno.

―¿¡Qué acabo de decir!?

El profesor Doyle se encontraba frente a ella viéndola con el rostro desencajado de furia.

La chica palideció.

—Yo…

―Usted, sí. Usted se levantara en este preciso momento e irá a la oficina del Director, a él le expondrá sus excusas ―bramó con severidad—. ¡Ya!

Peyton intentó defenderse pero el hombre movió la vara desde su mesa hasta la puerta del salón. Sin más remedio, se levantó bajo la mirada de sus compañeros y caminó muerta de vergüenza hacia la salida.

―Swan ―habló el señor Doyle de pronto―, haga el favor de dejar su teléfono en mi escritorio. Y, si es que se me da la gana, lo tendrá de regreso al finalizar la clase.

Refunfuñando todo tipo de maldiciones, Peyton obedeció y salió directo hacia la oficina del señor Smith.

Una vez allí, nada grave esperaba por ella.

El señor Smith la reprendió por lo sucedido y le pidió que regresara a clases, excusándose de que tenia otras cosas más importantes de las que preocuparse en lugar de estar sancionando a una adolescente por enviar textos en vez de prestar atención a lo que el profesor intentaba enseñar. Después de todo, no era algo nuevo. En ese mismo momento montones de estudiantes se encontraban usando el teléfono cuando no debían hacerlo. Si tuviera que escarmentar a cada uno de ellos, le faltarían lugares en el salón de castigo o salones en sí para que todos entraran.

Todo se resumía, para Smith, en una total pérdida de tiempo ya que aún debía encontrar al culpable que convirtió su automóvil en uno de la época hippie de los sesenta, por lo que cualquier otro asunto le era por demás irrelevante.

―Vamos, vamos, vete ―gruñó con nada de paciencia, dándole torpes empujones a la muchacha para que saliera de su oficina―. La próxima vez intenta que no te pillen con el móvil en las manos, niña. Sé más inteligente, por Dios, que fastidio con ustedes.

Peyton parpadeó cuando la puerta se cerró en sus narices. Luego de aquel momento de pasmo, dio media vuelta en silencio y salió casi corriendo de ahí.

En lugar de volver al salón de Inglés, prefirió ir al baño antes. Según su reloj mental, quedaba poco menos de diez minutos para que la clase acabara. Fue más lo que esperó sentada afuera de la oficina del Director que lo que el hombre tardó en reprenderla y despacharla, y así poder continuar con sus asuntos. Por lo qué, con tranquilidad, echó a andar por los pasillos hasta el pabellón con galería abierta que daba hacia el patio trasero del instituto donde gran parte de los estudiantes se juntaban en el receso. Caminó sin prisa, segura de que si la campana sonaba Dustin o alguno de sus amigos se encargaría de guardar sus útiles por ella. Con suerte, quizás el profesor Doyle le regresaría su teléfono.

A pocos pasos de llegar a los baños, un fuerte olor a tabaco le picó en la nariz. Se detuvo y dio una rápida mirada a su alrededor. Estaba claro que en la escuela estaba por demás prohibido el fumar, pero siempre había alguien que lo hacia a escondidas.

Bueno, parecía que no siempre a escondidas.

Había un chico en el jardín trasero a la vista de cualquiera que anduviera por ahí. Se encontraba tranquilamente sentado en el tronco de un árbol podado, y daba largas caladas al cigarrillo que sostenía en la mano. Las mangas de la camisa blanca del uniforme estaban dobladas alrededor de sus antebrazos y subidas hasta los codos, y la corbata negra con el escudo escolar al final de ésta —bordado en amarillo y con un brillo dorado— colgando de su cuello en un vago nudo suelto.

Lo reconoció nada más al verle. Se trataba de Trenton Bailey: el supuesto bravucón de la preparatoria Henfields, fingiendo un tipo de rebeldía que, según Peyton, ni él se creía.

Sin embargo, no se privó de pensar que hubiera sido bueno que la tierra la tragara cuando el chico alzó una mirada dura e inquisitiva hacia ella.

¿Correr o seguir allí? Descartó ambas opciones.

De todos modos no tuvo oportunidad para pensarlo siquiera.

Trenton arrojó la colilla del cigarrillo al césped, pisándola con la punta de su zapatilla hasta apagarla por completo, y se puso de pie. Peyton no tenía idea de por qué continuaba observándolo de manera tan acosadora pero tampoco atinó a moverse. En medio de sus cavilaciones, no pudo evitar detenerse y meditar sobre lo misteriosamente cliché que él era sin importarle el hecho de estar haciendo el mayor ridículo de su vida al seguir observándolo con la intensidad con la que lo vio avanzar en ese momento.

El muchacho de cabello azabache y profundos ojos miel, hundió las manos en los bolsillos de su pantalón y caminó con calma hacia donde ella se hallaba clavada al suelo como si fuese una estatua.

Trenton Bailey cargaba un aura realmente intrigante. ¿Podía alguien culparla? El chico siempre se encontraba solo, y se conocían muchas historias sobre él en la escuela. Incluso lo tenían como a quien miras de lejos por miedo a recibir un golpe, lo cual era en extremo estúpido tan solo pensarlo. Todos le habían creado una reputación que para nada quedaba con él, o al menos eso opinaba ella. Trenton solo era un chico más. Algo solitario, sí, pero nada fuera de lo común. Aun así, Peyton no pudo evitar contener el aire dentro de su pecho cuando él se detuvo justo frente a ella.

¿Tarde para salir corriendo?, pensó mirándole directamente.

Supuso que sí.

Trenton la estudió de pies a cabeza con una fugaz mirada que le provocó cierta incomodidad.

Se relamió los labios, observándola de forma neutral, y dijo:

―Permiso.

La primera reacción de Peyton fue arquear una ceja. El tipo tenía todo el lugar libre a su disposición por donde pasar, pero debía ponerse justamente donde ella estaba parada. Aun así, mantuvo la boca cerrada y no dijo nada. Tampoco pensó hacerlo de todos modos. No con alguien que amedrentaba tanto con tan solo una mirada.

También pensó que nunca lo había tenido tan cerca, y hacerlo le provocó algo que no supo identificar. Sin embargo, una parte de ella se perdió junto al sonido de su voz. Lo había escuchado hablar en escasas ocasiones y dedujo que, para ser sincera, el tono grave en su timbre junto al matiz contrariamente suave le sentaba más que bien al terminar de darle lo único que podría faltarle a esa supuesta fachada de misterio y «chico problema» que tanto presumía.

Cuando finalmente consiguió volver a la realidad, Peyton dio un paso hacia el costado y Trenton pasó junto a ella rozando hombro con hombro en un toque casi imperceptible y más que suficiente para que su dulce perfume calara en todos los sentidos de la desconcertada chica como algo que la invadió por completo.

Lo observó una última vez mientras él se alejaba. Sacudió la cabeza, como si de esa forma quitara los vestigios de colonia que Trenton había dejado en el camino, e intentó recordar a donde se dirigía antes de toparse con Bailey pero fue demasiado tarde. La campana sonó y lo único que le quedó por hacer fue correr devuelta al salón de Inglés.

Al salir de la escuela, Jasper esperó a su mejor amiga antes de irse a casa. Sonrió marcando un par de perfectos hoyuelos en sus mejillas cuando vio a Peyton trotar hasta él, sosteniendo contra el costado de su cuerpo el bolso con sus pertenencias dentro.

―Creí que tendría que volverme sola —comentó ella con leve ironía—. Es un milagro que hayas recordado esperarme.

Jasper abrió la puerta del acompañante para su amiga, blanqueando la mirada cuando la chica le dio la espalda.

―¿Puedes dejarme en casa de Olivia? ―preguntó Peyton cuando el chico se acomodó delante del volante―. Me pidió que fuera a verla luego de la escuela.

Él rezongó insertando la llave en la contacto junto al volante.

―¿Tengo opción? —preguntó con falsa esperanza.

―Me temo que no, mon ami.

Guardando las quejas para sí mismo, realizó un par de maniobras con la palanca de cambio y los pedales y condujo hasta la casa de Olivia.

Peyton no entendía porqué aquel par no lograba congeniar. Jasper siempre se quejaba de la otra chica porque —según él— era insoportable, tediosa y para nada agradable además de una «come-hombres». Y del otro lado, Olivia decía que el chico era un mimado y un aburrido nene de mamá. Se odiaban. No podían siquiera verse y si lo hacían solo era porque Peyton se encontraba en medio, y no les quedaba de otra que soportarse el uno al otro por algunos minutos.

Había veces en que Peyton lo molestaba diciéndole que terminaría por enamorarse de Olivia, argumentando que del amor al odio hay un solo paso, a lo que él solo la ignoraba o decía que nunca sería tan torpe como para caer en sus redes.

―¿Pey?

Ella volteó a verlo.

―Me preguntaba...―Jasper vaciló con la mirada fija en el camino―. ¿Tienes planes para el sábado en la tarde?

―Creo que no ―respondió luego de pensarlo y observó por la ventanilla las distintas casas pasar―. Los fines de semana son de papá, seguramente estaré con él.

El chico asintió con un poco de desilusión, la cual supo disimular bastante bien, y dejó que el resto del camino transcurriera en completo silencio.

Cuando llegaron a casa de Olivia, Peyton se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó de la camioneta.

―¿Paso por ti mañana?

―Te conviene ―bromeó ella cerrando la puerta con un leve empujón.

Jasper le obsequió una brillante sonrisa de despedida antes de marcharse.

Cuando la visita en casa de Olivia acabó, Peyton subió el cierre de la chaqueta que llevaba puesta y cruzó los brazos sobre su pecho mientras caminaba de regreso a casa.
Eran casi las nueve de la noche y sabía que su madre iba a querer matarla por llegar tan tarde en un día de escuela, por lo que caminó con más prisa notando a su vez lo oscuras y desoladas que se tornaban las calles a esa hora.

El viento le sopló en la cara, pegando un largo mechón de cabello negro a través de su rostro. Movió la cabeza para apartarlo y detuvo su atención en un punto detrás de su espalda, percatándose de que no estaba sola. Miró sobre su hombro con disimulo y apresuró el andar todo lo que pudo al detectar a un par de hombres, justo detrás de ella pisándole los talones.

La calle por la cual andaba nunca le pareció tan larga como en ese momento.

Se fijó en todas las direcciones posibles intentando ser discreta, buscando al menos a una persona en alguna parada de autobús con la cual poder refugiarse o que tan siquiera le diera tiempo para llamar a su madre y pedirle que fuera a buscarla. Pero no había nadie. Las paradas estaban desoladas, tan solo unos segundos atrás había visto pasar un autobús casi vacío. Comenzó a ponerse nerviosa y sus pies estaban a nada de echar a correr al ver que, en la siguiente calle, las luces de una patrulla de policía parpadeaban en la oscuridad. Fue entonces cuando, por simple reflejo, volvió a mirar hacia atrás para ver si todavía la seguían y pronto se dio cuenta de que hacerlo fue un error.

Todo sucedió rápido. Unas manos la sujetaron de los hombros antes de sentir que la arrastraron y empujaron con brusquedad contra algo sólido, que le provocó tanto dolor que solo atinó a cerrar los ojos con fuerza ante el impacto.

Deseó haber podido gritar.

Deseó haber tenido el coraje y la fuerza suficiente para, al menos, empujar a su agresor y así poder salir corriendo.

Deseó no haber mirado hacia atrás.

Deseó haber seguido su instinto y alcanzar la patrulla.

El miedo se apoderó de ella y al conseguir abrir los ojos, se dio cuenta que se encontraba en un callejón sin salida. Un segundo después sintió el calor de una mano tocándole el muslo por debajo de la falda e intentó apartar a su captor pero se vio presa contra la pared por otros dos hombres que la sostenían con fuerza de los brazos y a cada lado de su cuerpo. Tirando de su bolso al suelo, un cuarto tipo se inclinó a revolver el interior viendo que podía robar mientras que el primero no dejaba de manosearla por todas partes. Rasgó con ambas manos de la camisa del uniforme de Peyton hasta conseguir desbotonarla por completo, los botones se dispararon lejos y ni siquiera supo en qué momento la habían despojado de su chaqueta. El que sostenía su brazo izquierdo le tapó la boca con una mano en una mordaza improvisada cuando vio que la chica intentó gritar, y el tipo que tenía frente a ella la forzó a permanecer quieta mientras se restregaba contra su cuerpo sin pudor.

Entró en pánico y lo único que cruzó sus pensamientos desesperados fue el morir. Prefirió mil veces morir antes de que estar viviendo tal infierno.

Se encontró llorando en silencio y con sollozos ahogados. De un momento a otro se vio incapaz de mover un musculo, tan solo el pecho se le sacudía con los espasmos del lamento histérico. Trató de luchar pero estaba petrificada. Su cuerpo quedó totalmente rígido dejándolos hacer lo que quisieran con ella al no poder defenderse ni de uno de ellos.

Lo siguiente y único que pudo hacer, fue darse por vencida. Iban a abusar de ella, probablemente también la matarían y nadie iba a enterarse. No lograba pensar con claridad, todo lo que veía era horrible. Se sumergió en la más profunda y angustiante oscuridad cuando sintió manos ajenas presionando sus pechos por sobre la tela del sujetador. Y en el último instante, cuando sintió que su atacante trataba de hacer a un lado su ropa interior, todo se detuvo abruptamente y dejó de sentir el peso del hombre sobre ella. Cuando logró abrir los ojos, vio al maldito yacer en el suelo completamente inconsciente. El par que la sujetaban de los brazos, la soltaron y desaparecieron de la escena sin siquiera dudarlo al ver a su compañero herido.

Cayó desplomada sobre el piso y llegó a fijar la vista en el tipo que había estado hurgando en su bolso, peleando con alguien más.

Le costó eternos segundos darse cuenta que alguien había aparecido para socorrerla.

Completamente aturdida, miró hacia delante pero no consiguió distinguir quién era quién. Por lo que, en un momento de lucidez, gateó hasta el bolso buscando su teléfono. Las manos le temblaban tanto que entorpecían sus movimientos, y el frío que sentía en el pecho totalmente descubierto no ayudaba en nada. Cuando finalmente tuvo el aparato en su poder, buscó entre sus contactos hasta dar con el número de la única persona en la que pensó en ese momento y sin más le dio a llamar. Pidió con premura que fuera a buscarla de inmediato antes ver caer un cuerpo inconsciente a su lado, provocándole un grito que se le cortó a media garganta cuando notó a otra persona de pie frente a ella. Sintió como el corazón se le detuvo y dejó caer el teléfono de sus manos temblorosas, el cual oyó crujir contra algo cuando impactó en el pavimento.

―¿Te encuentras bien?

En algún lugar de su mente, reconoció aquella voz al instante y la mitad de su cuerpo se relajó, mientras que la otra permaneció tensa y alerta al punto de dificultarle el habla. La persona que apareció para ayudarla, le tendió una mano y Peyton la tomó aun conmocionada. Cuando estuvo de pie, ubicó sus ojos grises en los de su salvador lo cual le quitó el poco aliento que le quedaba.

¿Acaso estaba viendo bien?

La piel se le erizo de sobremanera cuando su cerebro reconoció a Trenton Bailey, quien la tomó del brazo para ayudarla a ponerse el abrigo que, segundos antes, él llevaba puesto.

Peyton dejó que el chico la vistiera, subiendo el cierre hasta tapar su pecho casi desnudo.

―Estas a salvo ―dijo él en voz baja intentando calmarla, lo que sonó como un suave susurro dándole calor en medio de la fría noche.

Se tomó el atrevimiento de apartar un par de mechones negros del cabello de Peyton que le tapaban el rostro. Pero al percatarse de como ella tembló cuando la rozó, apartó la mano de inmediato.

—Tranquila —volvió a decir y se hincó para recoger las pertenencias de la chica y meter todo dentro del bolso antes de entregárselo—. Ven, te acompañaré.

Ella solo atinó a asentir sin saber qué otra cosa hacer. Y al salir del callejón, comenzaron a caminar despacio y en silencio.

Las manos de la pelinegra continuaban sacudiéndose debido a los nervios mientras apretaba con fuerza la correa del bolso. Al cabo de unos segundos, Peyton se animó a mirar con disimulo al chico junto a ella luciendo sumamente sereno. Lo vio sacar un cigarrillo y un encendedor. Sostuvo el primero entre sus labios al encenderlo y luego guardó el pequeño chispero devuelta en su bolsillo. Dio una larga calada y bajó la cabeza al expulsar el humo fuera de su boca, el cual viajó hacia arriba atravesando su rostro como niebla que se pierde en el aire. Por último, él chico tomó nuevamente el cigarrillo entre sus dedos y lo estiro hacia Peyton, pero ella se negó a su ofrecimiento volcando la vista al frente.

―¿Cómo te llamas? ―preguntó él de pronto.

La boca le tembló antes de pensar en contestar.

―Peyton ―murmuró finalmente.

No preguntó por su nombre. Quizás porque ya lo sabía. Pero, aun así, él respondió como si lo hubiera hecho.

―Trenton ―dijo y dio otra calada al cigarrillo―. ¿Te encuentras mejor?

El humo salió lento e hipnótico de sus labios.

Peyton estuvo a punto de responder cuando oyó el sonido de las ruedas de un vehículo derrapando en la calle al frenar de golpe.

Jasper salió del interior de una camioneta negra y al verlo, Peyton sintió como todo su nerviosismo y temor se evaporaban. Corrió hacia él sin siquiera pensarlo, chocando contra calidez de su pecho.

Él la separó unos centímetros solo para tomar su rostro en ambas manos.

―Fui hasta casa de Olivia lo más rápido que pude cuando recibí tu llamada pero ella dijo que ya habías salido. —La examinó rápidamente con la mirada y la abrazó con desespero.

Detrás de él vio a una chica de cabello pelirrojo correr hasta donde ellos estaban.

—¡Maldición, Peyton! —exclamó Olivia casi al punto de la histeria y se arrojó sobre ella en otro abrazo cuando Jasper la soltó—. ¡Casi muero de un puto ataque al corazón! ¿Estas bien? ¿Qué fue lo sucedió? Oh, mierda, ¡debí decirle a mamá que te llevara a casa! ¿En que estaba pensando al dejarte salir sola y a estas horas?

Cuando la soltó, Jasper volvió a tomar a Peyton del rostro viéndola con suma preocupación.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó—. ¿Qué sucedió? ¿Alguien te hizo algo? ¿Por qué no me pediste que fuera a buscarte a casa de Olivia?

Mientras el par de chicos la aturdían con preguntas, Trenton caminó hacia ellos y se detuvo cuando la pelirroja lo notó y clavó de inmediato su mirada en él. Jasper lo vio después y desvió la mirada desde Peyton hacia el chico, entonces sus manos actuaron por si solas al soltarla y empujarla con delicadeza hacia atrás de su espalda en un gesto protector.

―Entren a la camioneta ―espetó con seriedad.

Olivia tomó a Peyton del brazo pero ella se negó rotundamente sabiendo que estaban interpretando las cosas de modo diferente a como realmente habían sucedido. Así que cuando Jasper intentó avanzar hacia Trenton, ella lo detuvo cerrando el puño en la espalda de la chaqueta de su amigo.
Él se giró a verla confundido.

―Si no hubiera sido por Trenton... ―titubeó ella y trago saliva―. Quisieron robarme, Jasper, y... u-uno de ellos...

Olivia se llevó una mano a la boca. Si bien Peyton no pudo completar la oración, supo que la habían comprendido. Jasper cambió su semblante por una expresión de coraje al imaginar los peores escenarios, pero ella pasó de él viendo al otro chico por sobre su hombro. Tuvo la intención de terminar de explicar que Trenton en realidad había sido su salvador, pero pronto perdió oportunidad.

Bailey se había mantenido atento a ellos hasta el momento en que Peyton conectó con su mirada. Entonces, sin decir palabra alguna, él caminó de espaldas sobre sus pasos y —luego de dedicarle una gesto indescifrable— se llevó la mano con el cigarrillo aún entre sus dedos hacia la frente y le dedicó un saludo al estilo militar. Luego, giró sobre sus talones y se alejo sereno perdiéndose entre las oscuras calles y dejando al trio de amigos en medio del asfalto con un agradecimiento desvaneciéndose en el aire.

En la mañana siguiente, el olor a tocino y huevos la llamó desde el pie de las escaleras y lo siguió hasta la cocina donde su madre, Sonia, terminaba de ponerlos en un plato para ella.

Peyton estaba completamente segura de que no iba a contarle lo sucedido de la noche anterior por dos razones: a) iba a darle un maldito ataque ante la idea de su hija a punto de ser violada, y b) Sonia iba a querer hacer una denuncia a la policía, lo cual era lo más razonable, pero Peyton estaba consciente de que ni con eso atraparían al grupo de hombres que la habían atacado. Además, se preocuparía y mucho, y ya tenía otras cosas de que preocuparse para tener que sumarle otra más. Al fin y al cabo, viéndolo por el lado positivo —si es que había uno— todo había resultado medianamente bien al no haber salido lastimada de ninguna forma.

Había tenido una pesadilla con respecto a lo sucedido, y cuando entró a ducharse esa mañana las manos aún le temblaban. Trataba de convencerse a sí misma de que estaba a salvo, que lo peor ya había pasado y que nada podía lastimarla ahora.

Gracias a él, le recordó una voz en su cabeza.

―¿Hoy te quedarás con tu padre? —preguntó Sonia mientras servía un vaso de jugo de mango para la chica.

Peyton asintió y se sentó en una banqueta, apoyando el bolso con sus útiles sobre la isla.

Sus padres estaban en proceso de un divorcio legal desde, aproximadamente, casi un año. Sonia y Henrie, su padre, se alejaron por primera vez cuando Peyton cumplió los once años y desde entonces no lograron hacer las paces. Ni lo harían, estaba consciente de eso. Hacía un par de meses que había cumplido los diecisiete años y sabía perfectamente que nunca volverían a ser una familia unida como alguna vez lo fueron. Pero ya se había acostumbrado a verlos separados, así que supuso que, también en ese caso, lo peor ya había pasado.

—¿Te encuentras bien, cariño? —Peyton apartó la vista de su plato y volvió a asentir—. Te ves algo pálida, ¿segura que estas bien?

—Si, mamá —respondió, tratando de sonar convincente—. Estoy bien, no tienes de que preocuparte.

Sonia le acarició el rostro antes de darle un ligero abrazo y desaparecer de la cocina. Su madre siempre había tenido esos gestos de extrema dulzura para con ella, y que esperaba que jamás desaparecieran.

Escuchó sonar su teléfono dentro del bolso. Con un bocado de pan tostado y huevos dentro de la boca, hurgó en el bolso y sacó el móvil que se hallaba en un estado bastante deplorable debido a lo ocurrido en el callejón.

Lo desbloqueo con algo de dificultad y bajó la barra de notificaciones donde vio un mensaje nuevo de su mejor amigo.

JASPER: estoy afuera.

Terminó de desayunar con prisa. Metió lo usado en el lavavajillas y, jalando el bolso con teléfono en mano, corrió hasta la sala para buscar las llaves y una sudadera negra.

Cuando salió vio a Jasper estacionado frente a su casa esperando por ella pacientemente.

―¿Como estas? ―la saludó cuando entró a la camioneta, cerrando la puerta con un leve azote.

―Bien. ―Sonrió distraída. Abrochó el cinturón de seguridad y se volvió hacia su amigo―. ¿Qué hay de ti? ¿Como estas?

—¿Es que estoy pintada aquí atrás o que demonios?

Peyton se exaltó cuando escucho la voz de Olivia en el asiento trasero.

—¿Y tú que haces aquí?

Jasper se presionó el tabique de la nariz.

—Me envió más de cien mensajes seguidos, desde las cinco de la mañana hasta las seis treinta —se quejó mirando a la otra chica de mala manera por el espejo retrovisor—. Sabía que vendría a recogerte y quería que fuera por ella antes.

—Quería venir para ver con mis propios ojos que Peyton se encontrara bien —le corrigió y frunció el ceño—. Y fueron cincuenta y tres, maldito exagerado. Los conté.

Firin cinquinti tris.

Olivia rodó los ojos y miró a su mejor amiga.

—¿Lo ves? Te lo digo: un inmaduro nene de mamá.

Jasper tocó una tecla del tablero y las puertas se destrabaron.

—Bájate.

Peyton tocó el mismo botón y se volvieron a colocar las trabas.

—¿Podemos solo ir a la escuela? —resopló y le golpeó la mano a su amigo cuando intentó presionar el botón nuevamente—. O conduces o me voy sola.

—Nos. —Olivia la miró nerviosa—. Ni se te ocurra dejarme aquí con el mimado.

—¿Crees que llevaré a la come-hombres en mi camioneta? Sueña. Si te vas, ella se baja aquí mismo.

La pelinegra desprendió su cinturón de seguridad.

—¡Okay, okay! —la detuvo él y suspiró malhumorado—. Pero que te conste que es ella quien comienza a pelear.

Is illi quin...

—Ya cierra el pico, Olivia —ordenó Peyton con severidad.

La pelirroja volvió a rodar los ojos y se echó hacia atrás sobre el asiento cruzando los brazos.

Ninguno volvió a abrir la boca y Jasper se dispuso a maniobrar con el volante para salir de la entrada de la casa y tomar la ruta hacia la escuela.

Peyton aprovechó el grato silencio para revisar los daños ocasionados en su teléfono. Había tratado de ocultárselo a su madre, pero sabía que la suerte no iba a durarle por mucho tiempo más y Sonia acabaría por descubrirlo. Cuando llamó a Jasper la noche anterior, luego de que Trenton apareciera para salvarla de aquel infierno, ella había dejado caer el móvil al suelo y gracias a eso la pantalla contaba con un par de importantes rajaduras. Una de ellas atravesaba de punta a punta la superficie, era la que peor se veía y por eso apenas podía usarlo.

Necesitaba uno nuevo o tendría que mentirle a su madre sobre como había destrozado el regalo más costoso que le había dado.

Se lamentó al saber que la segunda opción era la única que tenía a su alcance.

―Pey.

La chica salió de su estado de divagación cuando escuchó su nombre en boca de su mejor amigo, percatándose de que la camioneta se había detenido y que ya se encontraban en la entrada de la escuela.

Se giró hacia él y éste vaciló, jugando con la hebilla de su cinturón de seguridad.

―¿Segura que te encuentras bien? ―preguntó al fin, mirándola con algo de preocupación―. Con todo lo que paso ayer...

―Estoy bien ―interrumpió―. Lo de ayer pudo pasarle a cualquiera, no solo a mí. Supongo que tuve suerte y fue solo un susto.

Olivia jadeó incrédula en el asiento trasero.

—Si me hubiera pasado a mi no se que hubiera hecho. Es más, todavía estaría hecha un puto manojo de nervios —consideró y la miró con repentino coraje—. Recuérdame fabricarte un gas pimienta casero. La próxima vez que algo así te ocurra, deseo que no, dejaras ciego al maldito que intente siquiera respirar encima de ti.

Jasper volteó a verla con el ceño fruncido.

—No jodas. ¿Fábricas gas pimienta?

Olivia sacó un pequeño spray que tenía en el bolsillo del abrigo y se lo mostró.

—Soy una chica que vive en el siglo XXI, también conocido como el siglo de los violadores. Este es el «starter pack» femenino de hoy en día. Eso y un buen rodillazo en las bolas.

—¿Y funciona?

—Te lo diré cuando alguien se atreva a tocarme un pelo.

Él puso una mueca de asco ante la idea y Olivia alzó una ceja.

—Cualquier comentario estúpido que vayas a hacer, Walsh, te lo tragas enterito.

Peyton se asomó a la ventanilla del acompañante, ya fuera del auto.

—¿Vienen o que esperan?

—¿En qué momento saliste? —Olivia se bajó rápidamente.

Peyton echó a andar cuando Jasper descendió de la camioneta, apresurado para seguirles el paso.

—Te sorprendería todo lo que sucede cuando ustedes dos se ponen a discutir.

Olivia la ignoró y guardó su spray cuando el chico se les sumó, y juntos entraron a la escuela mezclándose entre la parva de alumnos.

Cuando la campana que anunciaba el inicio del descanso sonó, Peyton buscó a sus amigos en la cafetería topándose con Dustin. No puedo evitar reír al verlo caminar hacia ella de forma seductora con su cabello de color rubio cayéndole sobre un par de ojos verdes cristalinos que presumía con orgullo, junto a una actitud de «macho alfa» y desplazando un flequillo —teñido de rosa en las puntas— hacia un lado de su cara con un movimiento de cabeza.

―¿Qué hay, Swan? ―la saludó con aires de galantería.

Dustin era uno de sus amigos más cercanos junto con Olivia y Jasper, sus dos mejores amigos. Luego estaban Johan y Sophie, hermanos por un año de diferencia haciendo al chico mayor. Sophie era la más chica de edad en el grupo e iba a un grado inferior al de ellos, mientras que los demás ya se encontraban a un mes de iniciado el último año escolar y esperando por la graduación.

Dustin pasó un brazo por arriba de los hombros de su amiga mientras hacían la fila para elegir el almuerzo. Fue ahí, entre medio de bromas y demás, cuando Peyton sintió un cosquilleo en la nuca como cuando sientes incomodidad al estar siendo observada. Miró vagamente a su alrededor mientras oía al chico junto a ella hablar sobre algo de lo que no estaba prestando atención. Un segundo después, su mirada se cruzó al instante con el par de ojos miel que la observaban fijamente en la distancia.

Se giró otra vez, dándole la espalda y ridículamente nerviosa, lo cual Dustin notó enseguida. Echó un vistazo casual hacia donde Peyton lo había hecho antes, y una sonrisa de burla se abrió paso en él.

―Con que el chico malo, eh ―La codeó con un sugestivo movimiento de cejas.

Peyton lo miró inexpresiva, fingiendo no saber a qué se refería a la vez que avanzaban un par de pasos en la fila. Continuando con su innecesaria actuación, se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

―Ni idea.

Dustin volvió a plasmar una sonrisa petulante en sus labios, con la única intención de seguir molestándola.

¿Sabrá Dustin sobre lo que ocurrió anoche?, se preguntó mordiéndose una uña y pensando en la posibilidad de eso. ¿Le habrá dicho Jasper algo al respecto?

No. Seguramente no. De otra forma, él ya la hubiera ahogado con preguntas.

―Está conmigo en Arte, por si te interesa saber. ¿Acaso no es esa clase la que ibas a tomar en lugar de Francés? ―comentó el rubio―. Aunque es un chico bastante raro. Bueno, no cabe duda.

Peyton lo miró.

―¿A qué te refieres?

―Son tal para cual.

Lo golpeó fuertemente en el hombro.

―¡No soy rara! ―se quejó por demás ofendida.

―¿Por qué siempre tienes que golpearme? ―protestó Dustin, apartando el flequillo nuevamente de su vista y frotándose el brazo―. Tú y Olivia deberían ir a un curso de control de la ira.

El turno de ambos en la fila llegó al fin y tomaron un par de bandejas rojas, haciendo lo acostumbrado al escoger que comerían. Peyton optó por una porción de papas fritas —que no se veían exactamente deliciosas como deberían— y acompañó con una manzana y una botella pequeña de jugo de naranja. Luego de pagar por la comida, siguió a Dustin hasta la mesa donde se encontraron con el resto del grupo. Pero en el camino, no pudo con su genio y tuvo que girar la vista sin poder evitar la tentación. Trenton seguía observándola desde la otra punta de la cafetería, sentado solo como de costumbre. Solo estaba ahí: sentado y mirándola. Frente a él había una bandeja con una manzana únicamente; tenía la espalda reposando en el respaldo de la silla y los brazos cruzados sobre su pecho con los pies elevados sobre la mesa.

Ese chico tiene tanta suerte de que ningún directivo nunca le diga nada por su mala conducta, pensó.

Se sintió estúpida tan solo un segundo después.

―Peyton ―la llamó Dustin chasqueando los dedos frente a su cara―. Camina, mujer.

Asintió distraída, dando un último vistazo hacia Trenton. Sus ojos se estrecharon en ella y la sorpresa la golpeó cuando él cabeceó en su dirección en un gesto rápido, como si en realidad hubiera sido un corto asentimiento.

¿La estaba saludando?

De inmediato sintió una leve sonrisa tirando de las comisuras de su boca, con intención de saludarlo de vuelta, pero lo único que Trenton hizo fue levantarse de la silla y desaparecer de su vista.

¿Por qué de pronto sintió como si hubiera hecho algo que no debió?

Sacudió la cabeza.

No, se dijo a si misma, no comiences con tus idioteces.

Finalmente suspiró y se sentó en la mesa con los demás. Trataría de tener un almuerzo en paz y socializar un poco con sus amigos sin pensar en nada más. O nadie más.

No podía ser tan difícil.

Pronto tuvo que retractarse.

Desde la hora del almuerzo no había podido dejar de pensar en el muchacho de cabello oscuro y enigmáticos ojos miel. En su mayoría eran solo pensamientos varios y sin sentido. Algunos, otros no tanto. Se preguntó el por qué de su constante soledad, parecía tan reservado y frío como alguien que fue herido en algún punto de su vida y no quería volver a pasar por lo mismo. Por esa razón, este tipo de personas creaban una especie de muralla a su alrededor protegiéndose a sí mismos de los demás. Conocía a muchas personas de ese tipo, pero la pregunta era: ¿sería él así? ¿O solo era de carácter algo duro y personalidad discreta? Sin mencionar lo misterioso que era, siempre apareciendo y desapareciendo por ahí constantemente.

Mientras fingía prestar atención a su clase, admitió que Dustin tenía razón. Misterioso y quizás extraño, en lugar de raro, eran las dos características que predominaban en Trenton Bailey.

Al tomar el libro de Filosofía, Peyton suspiró con cansancio cerrando la puerta del casillero. Esa sería su ultima clase del día y era por eso que no podía esperar a que terminara.

El iPhone averiado vibró en el bolsillo de su camiseta. Metió una mano dentro del cuello de la sudadera y lo tomó con delicadeza al no querer arruinarlo más de lo que ya estaba, y revisó los mensajes con el nombre de su mejor amigo en remitente.

JASPER: no me odies, me he comenzado a sentir mal, están llamando a mamá para que me autorice salir antes así que no estaré para Filosofía. ¡Lo siento!

Peyton golpeó su frente contra el casillero provocando eco en el pasillo.

La clase de ese viernes sería la primera de toda la materia de Filosofía con la profesora titular, la dichosa señorita Jhons, quien — según el señor Smith— había estado una licencia que la había hecho ausentarse casi todo el primer mes de clases. El Director no había podido encontrar un sustituto que pudiera cumplir con los requisitos para el puesto, así pues quienes tomaron esa clase como optativa disfrutaron del poder retirarse a casa más temprano el último día de la semana. Ese día, apenas ingresaran al aula, se escogerían parejas e iban a durar así hasta fin de curso. Jasper fue el único de su grupo que había tomado la misma clase que Peyton, por esa razón esperó que fuera su pareja en Filosofía.

Supuso que no sería así.

Tecleó una respuesta y la envió.

PEYTON: te odio. Muchísimo. Pero te quiero mucho más, así que mejórate y prometo que iré a verte luego de la escuela.

Guardó el teléfono antes de entrar al aula, maldiciendo al ver a toda la clase ya dentro y separada en parejas.

―Tarde ―increpó con fastidio la señorita Jhons―. ¿Nombre?

―Swan ―titubeó―. Swan, Peyton.

La mujer garabateó en su libreta algo ilegible y levantó nuevamente la mirada hacia la chica.

―La próxima vez recuerde el horario de entrada ―espetó con desdén―. Bajo ninguna circunstancia toleraré llegadas tarde. ¿Oyó?

Peyton asintió un tanto cohibida.

―Yo, uh... ―balbuceó haciendo un gesto hacia el resto de la clase―. ¿Dónde me siento?

―¿Acaso usted ve que queden muchos lugares disponibles? ―replicó la profesora impaciente. Movió el lápiz, indicándole un lugar al frente―. Acomódese por ahí, ¿quiere? Y rápido.

Peyton miró hacia donde señalaba y, por alguna estúpida razón del universo, el calor se agolpó en sus mejillas sin darle tiempo a evitarlo.

―Junto al alumno Bailey que es el único puesto libre ―indicó Jhons, volviendo su atención hacia la planilla sobre su escritorio―, serán pareja hasta finalizar el año.

De pronto pensó que, quizás, si podía odiar un poco a su mejor amigo.

🗣️

Nota: he aquí el primer capítulo de la edición final.

¿Sintieron los cambios? ¿Fueron muchos?

Pero lo más importante, ¿les gustó el capítulo?

En este, personalmente, no tuve que cambiar muchas cosas. En los siguientes eso se irá notando más. Traté de no modificar muchas cosas, pero el resultado creo que me dejó más conforme de lo que me tenía la versión vieja.

Espero les resulte igual a ustedes.

Subí este capitulo para palpar terreno (? Y ver como resulta ser la respuesta de ustedes, asi que sientanse libres de opinar.

Desde ya gracias por leer (regalenme un voto por fa, para incentivo(?💕) y pronto, según vea que tanto les gustó o no, volveré con el capítulo 2.

Los quiero, besitos. 💕

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