ANNIE'S POV.
Me desperté —gracias a la alarma, obviamente—, la apagué de un golpe, fui a mi armario caminando animadamente y cogí unos simples vaqueros azules rotos y una camisa blanca para luego entrar en el baño.
Después de ducharme y vestirme, agarré la plancha, la enchufé y me la pasé rápidamente por el pelo, luego me puse mis deportivas y salí del baño.
Arreglé mi cama y bajé a la cocina, donde mi hermano ya estaba terminando de desayunar. Me preparé un zumo de naranja y unas tostadas y me las comí tranquilamente. Cuando terminamos los dos, cogimos nuestras mochilas, nos despedimos de nuestra madre y salimos rumbo a esa cárcel llamada instituto.
Llegamos, mi hermano aparcó en el sitio de siempre y bajé, caminando por el pasillo hasta llegar a mi taquilla, donde estaba Diana apoyada.
— Buenos días, pelirroja. — le saludé, ella giró su cabeza hacia mí y sonrió.
— ¿Ganasteis el partido? — preguntó, a la vez que abría su taquilla.
— Sí, de hecho van a hacer una fiesta para celebrarlo mañana. — suspiré sin ganas y Diana pareció entenderlo al segundo.
Dirigí mi mirada hacia mi taquilla y visualicé un papel rosado pegado en ésta. Lo despegué, lo desdoblé y leí lo que decía en la nota. Acto seguido, golpeé mi cabeza contra la taquilla.
— ¿Qué pasa, Annie? — preguntó, quitándome el papel de las manos, lo leyó y luego me miró a mí — No hay nada de malo en eso, te lo pasarás bien.
— No lo entiendes, Diana. No le veo nada divertido a las fiestas. — me quejé, sin separar mi cara de la taquilla.
— Vamos, no seas tan negativa — me animó Diana. — Te ayudaré a encontrar algo para ponerte, y trataré de ir contigo.
Al ver que mi mejor amiga no tenía intención de ceder ante mis quejas, asentí, para después dejar mi mochila en mi taquilla y coger mi libro de inglés.
Entramos en nuestra clase y me senté en mi sitio de siempre, al lado de Diana. La profesora entró en la clase justo después, haciendo que todos se callaran, y empezó a explicar.
***
Acabaron las primeras dos clases y al fin pudimos tener quince minutos de libertad, por lo que dejé mis libros en mi taquilla, cogí mi almuerzo y salí al patio, para sentarme con Skylar y Diana.
Terminé mi manzana y intenté buscar a Chris con la mirada; todavía no sabía si se había enterado de la fiesta o no.
Entonces, vi a Luke, a él y a mi hermano caminar en nuestra dirección.
— Hola, chicas, ¿vendréis a la fiesta del equipo de fútbol? — preguntó Chris, mirando a Sky y luego a mí.
¿Y ahora qué le digo?
Si le decía que no, tendría que decirle por qué. Y no estaba de humor para que se rieran de mí.
Pero si le digo que sí, quién sabe. Podría ser peor.
Me limité a encogerme de hombros y Skylar asintió con la cabeza.
Los tres se quedaron con nosotras todo el patio, hablando de cualquier tontería y riendo, mientras yo andaba ahí por otro mundo, como de costumbre.
— ¿Tú qué piensas, Annie? — preguntó alguien y, al levantar la cabeza, sentí las miradas de todos sobre mí.
— Yo... lo siento, no estaba escuchando. ¿Qué pienso de qué? — pregunté también, y Diana sonrió.
— Tierra llamando a Brianna. Despierta, rubia. — dijo Chris con una sonrisa burlona, y me aguanté las ganas de quitarle esa estúpida sonrisa de un golpe.
Cuando terminó el recreo, volví a mi clase, me senté en mi sitio y en medio de la clase alguien colocó un papel en la mesa.
"Oxford Street, n°9, B. Te estaremos esperando."
Leí lo que había escrito en el papel y me giré hacia atrás, donde se sentaba alguien del equipo de fútbol, quien me miraba sonriendo de lado.
Esto no va a acabar bien.
***
— ¿No puedo ir con mis deportivas? De todas formas, es una fiesta de fútbol, ¿por qué tengo que ir arreglada? — le reproché a Diana, mientras ella cerraba su taquilla.
— Annie. — dijo con ese tono que se utiliza cuando alguien no quiere hacer algo y que no deja lugar a discusiones.
— Diana. — respondí, imitando su tono de voz.
Rodó los ojos, no dijo nada más y salimos del instituto. Misión fállida.
Una vez fuera, vi a Skylar y a James hablando, pero no les dí mucha importancia, les saludé y entré en el coche para esperar a mi hermano.
A los pocos minutos entró, dejó su mochila en los asientos de atrás y arrancó el coche.
Al llegar a mi casa, subí a mi cuarto, me cambié y me puse mi pijama, me recogí el pelo en un moño y encendí la televisión para ver cualquier programa.
Es gracioso cómo acabé teniendo mi propia televisión; cuando éramos pequeños a mí y a James nos gustaban programas diferentes y empezábamos cada día una pelea de vida o muerte, así que me compraron una televisión a mí por ser la pequeña.
Y esa es una de las muchas razones por las que mi hermano y yo nos queremos tanto.
Alguien abrió la puerta de mi cuarto sin tocar y, justo cuando estaba a punto de gritarle a quien fuera que hubiera entrado sin avisar que tenía tres segundos para correr, apareció Diana, bastante sorprendida.
— ¿Qué haces Annie? Vístete y péinate, nos vamos al centro comercial.
— Pero... — antes de que pudiera terminar mi frase, ésta cogió dos prendas de ropa de mi armario y me empujó hasta mi baño, cerrando la puerta detrás de mí.
Nunca cambiarás, Diana Steel.
Me vestí y me peiné como me había ordenado Diana, salí del baño y bajé las escaleras con mi mejor amiga para ir al centro comercial.
***
— Estoy agotada — suspiré. —, no sé cómo aguantas tanto tiempo comprando.
Me miró con una sonrisa burlona y bajé del autobús, despidiéndome de Diana. Y os juro que no exagero cuando os digo que me costaba caminar de tantas bolsas que llevaba encima.
Llamé al timbre con el codo porque no me quedaban manos libres, mi hermano abrió y pasé rápidamente, pero al intentar subir corriendo las escaleras tropecé con el primer escalón y me comí el suelo.
Aún sin mirarle, supe que mi hermano se estaba riendo de mi en silencio, pero se acercó a mí de todas formas y me ayudó a levantarme.
— Annielleta, esto no es el concurso de torpes.
Reí sin ganas ante su ingenioso chiste con mi nombre y con las galletas y recogí mis bolsas para luego subir a mi cuarto, tirando las bolsas sobre mi cama, y me tiré sobre ellas.
Habíamos recorrido medio centro comercial, y estaba tan cansada que ni siquiera me dí cuenta de que me había quedado dormida.
***
Eran las siete y media otra vez cuando me desperté y mi hermano ya estaba a punto de irse por lo que tuve que correr, me puse lo mismo que el día anterior y me recogí el pelo en una coleta. Bajé a la cocina, cogí un par de galletas y me dirigí hacia mi hermano.
Salimos de casa despidiéndonos de nuestra madre y fuimos en coche directamente al instituto. Al llegar, no vi a Diana ni a Skylar, por lo que ya debían de haber entrado.
Entré en medio de la clase, haciendo que la profesora, la clase y hasta las moscas se giraran en mi dirección.
— ¿Cree que puede llegar a estas horas, señorita Smith? — gruñó la profesora, cruzándose de brazos.
— Yo, ehm...
— ¿Tiene alguna justificación válida? — volvió a interrumpirme, sin dejarme hablar.
— Pues... me quedé dormida, profesora. ¿Cuenta eso como justificación? — respondí en tono de burla, y se oyeron algunas risas al fondo de la clase.
— ¿Cree que esto es una broma? Entonces se quedará usted a final de clase limpiando el gimnasio. Puede sentarse. — hice una mueca y me senté en mi sitio.
Cuando terminaron las clases, seguí a mi queridísima profesora de religión hasta el gimnasio, y me dejó ahí —no sin antes decirme lo que tenía que hacer— para que limpiara el gimnasio.
Empecé por los cristales, y estaba frotando el cristal cuando la puerta se abrió y apareció Chris, dando un portazo. Levantó la mirada y me miró unos segundos.
— Hey, ¿castigada? — preguntó, haciendo una mueca parecida a una sonrisa.
— Bueno, más o menos. — sonreí también.
Agarró otra esponja y empezó a frotar también la ventana de al lado, hasta que noté algo mojado en mi mejilla.
— ¡Eh, idiota! — protesté a la vez que le lanzaba jabón también.
— No puedes negarlo, te mueres por un trozo de esto. — respondió, y rió mientras se limpiaba el jabón con una mano, justo antes de contraatacar.
Nos empezamos a tirar agua con jabón mutuamente hasta que entró un profesor, que nos miraba con desaprobación.
— No tenéis remedio... venga, podéis iros. — anunció, abandonando la sala.
Miré a Chris y nos pusimos a reír. Realmente éramos muy inmaduros, y hasta ahora, aún sigue siendo así.
***
Llegué a mi casa, y estuve tranquila hasta que recordé de la fiesta, en el mismo momento en el que Diana entró por la puerta.
— Hola rebelde — dijo, sentándose a mi lado —. ¿Lista para la fiesta?