—¿Seguro que quieres hacer esto? —preguntó Camila.
—Pues claro que quiero conocer a tu esposa y a tu familia política —contestó Susan, mientras el taxi salía del aeropuerto de Miami—. Si Lauren no puede perdonarte es que no te merece y pienso decírselo a la cara —siempre tan optimista, su madre apretó su mano—. Aunque no creo que sea necesario. Además, nunca me he colado en una fiesta. Será divertido.
La idea de que su seria y correcta madre entrase en algún sitio sin invitación hizo que Camila sonriera.
No sabía cómo había podido olvidar que Susan Cabello siempre se había puesto de su lado. Incluso después de confesarle su apresurado matrimonio, la búsqueda de los diarios, la aparición de Ariana y el escándalo que había removido los cimientos de la alta sociedad de Miami, no había hecho más que apoyarla. La única pregunta que le hizo fue: ¿estás enamorada de ella?
Y cuando Camila contestó que sí, su madre dijo que tenían que volver a Miami y solucionarlo.
—Gracias por venir, mamá. Después de lo mal que me he portado contigo...
—Estabas herida y confusa, hija, lo entiendo. Debería haber insistido en que tu padre te contase la verdad cuando cumpliste dieciocho años en lugar de esperar, pero como Sinuhe había muerto...
—Y mi comportamiento...
—Sí, bueno, admito que tuvimos eso en consideración. No queríamos exacerbar los problemas. Pero tenías derecho a saberlo. En fin, tu padre y tú se parecían tanto...
—¿Papá y yo?
—Desde luego que sí. Tu padre siempre fue un poco rebelde.
—Pero tú lo querías.
Susan sonrió.
—Al principio no. Al principio nos peleábamos mucho. Me casé con él porque estaba embarazada y sola y... me pareció que era lo único que podía hacer. Pero vi su lado más tierno cuando perdí el niño y desde entones le quise mucho. Voy a echarlo de menos, hija.
Tragándose las lágrimas, Camila apretó la mano de su madre. El matrimonio de sus padres no había empezado con amor, pero había terminado así.
¿Podía esperar ella lo mismo?
Lauren no podía concentrarse en la conversación... ni en nada. Miraba a las doscientas personas más influyentes de Miami, todos invitados a la fiesta que había organizado para su madre, pero no era capaz de dar palmaditas en la espalda ni de ganarse la nominación a la presidencia de la Cámara de Comercio. De hecho, le daba igual que los invitados lo pasaran bien o no.
Todo el mundo le había preguntado por Camila. Aparentemente, el artículo del periódico los había impresionado.
—Lauren —la voz de una de las camareras lo devolvió a la realidad—, hay alguien que insiste en hablar contigo.
¿Camila?
—¿Quién? ¿Dónde?
—Ahí, en la puerta.
Pero no era su mujer, sino Ace Martin, el detective al que había contratado. Y, a pesar de todo, se sintió decepcionada. Le había dicho a Camila que no fuese a la fiesta y ni siquiera sabía dónde estaba en aquel momento. Podría estar en California con la tal Ariana Grande, pasándolo en grande.
—Martin, gracias por venir.
—¿Podemos hablar en privado?
—Sí, claro —después de tomar un ascensor privado para ir a su despacho, le hizo un gesto para que se sentara—. Dígame qué ha descubierto.
—Grande mintió —el detective empezó a sacar unos papeles del maletín—. La anulación se llevó a cabo sin ningún problema. Ariana Grande la drogó, como ella le dijo. Estos informes médicos lo confirman.
Lauren tragó saliva. Camila y ella seguían casadas y ella le había dicho que la quería.
—Todo lo demás también es cierto. Su padre era un militar muy estricto y ella lo desafiaba como cualquier adolescente, pero no tiene antecedentes penales. Buena estudiante, popular entre sus compañeros, una chica normal... un poquito rebelde, nada más.
—¿Y Ariana?
—La detuvieron ayer en California. La idiota seguía teniendo el dinero y el documento falsificado con ella. No es la más lista del mundo, desde luego. Se ha ofrecido a devolver el dinero a cambio de una reducción de condena. Por lo visto, no quiere estar mucho tiempo en prisión. Ha estado allí varias veces por tráfico de drogas.
—¿Estaba sola?
—Sí. Camila no estaba con ella —contestó el detective.
Lauren suspiró, aliviada.
—Gracias.
—¿Puedo hacer alguna cosa más por usted?
«Encontrar a mi mujer».
Pero Lauren no dijo eso. Aunque pudiese encontrarla, Martin no podría hacer que la perdonase o que dejara de querer a Ariana.
—Nada más. Gracias por su ayuda.
—Sólo estaba haciendo mi trabajo. Es muy agradable descubrir que alguien es inocente, para variar.
Inocente. Pero ella la había condenado. Había sido la juez, la jurada y la arbitro. Y seguramente Camila la odiaba por ello.
Después de darle un cheque al detective, lo acompañó a la puerta y se apoyó en la pared. Lo último que le apetecía era volver a la fiesta. Quería encontrar a Camila y pedirle perdón.
Por dudar de ella.
Por no decirle que la quería.
¿Sería ya demasiado tarde? Probablemente. Sin embargo, tendría que intentarlo o no se quedaría tranquila.
Pero cuando subió a la sala donde tenía lugar la fiesta vio a una preciosa castaña al lado de su madre y de Ally.
Camila había vuelto a casa.
—Te pareces a ella —empezó a decir Clara Jauregui antes de que Camila pudiera escapar.
—¿A quién?
—A tu madre. A tu madre biológica, Sinuhe Estabrao.
Camila se quedó sin respiración. Estaba deseando preguntar, pero no quería hacerlo para no ofender a su madre.
Sin embargo, fue Susan quien tomó la iniciativa.
—¿En qué se parecía, señora Jauregui? Yo nunca he visto una fotografía de Sinuhe, aunque mi marido hablaba de ella de vez en cuando.
Clara parecía lamentar haber sacado el tema y miró hacia la barra, incómoda.
—Sinuhe era trigueña, pero la estructura ósea es la misma. El perfil, los ojos, la barbilla...
Aquella noche Clara no estaba borracha y Camila se preguntó si sería por decisión propia o si Lauren estaba controlando a los camareros.
—¿La conoció bien? —le preguntó Camila.
—Sinuhe solía acompañar a su madre a las fiestas.
—¿De verdad? ¿Cómo era?
—Un problema para sus padres, siempre buscando la manera de llamar la atención. Al leer la entrevista que concediste al periódico me acordé de ella. Espero que ya no tengas necesidad de ser el centro de atención después de haber organizado esta debacle.
—¡Madre! —exclamó Ally.
—Tiene usted razón, señora Jauregui. Por ahora, lo único que quiero es ser una buena esposa para Lauren.
«Si me deja».
—Sinuhe hizo lo que pudo por salvar a su hija. Tú has hecho lo que has podido para salvar a mi hija. Quizá tengas alguna buena cualidad después de todo. Pero habrá que verlo.
—¡Madre! —repitió Ally.
—No pasa nada, es verdad.
—Camila —la voz de Lauren interrumpió la conversación.
Y cuando se volvió allí estaba, alta y hermosa, con su pelo oscuro y sus ojos verdes.
—Ariana mentía —le dijo, desesperada.
—Lo sé.
Había algo en sus ojos, una emoción que no podía identificar.
—Lauren, ve a pedirme un gin tonic. El camarero se niega a servirme.
—Lo siento, madre, nadie va a servirte alcohol esta noche —contestó ella.
—Pues entonces no va a ser un cumpleaños muy feliz, ¿no? —Clara se levantó del sofá y Ally la siguió, suspirando.
—Le pido disculpas por el comportamiento de mi madre. Soy Lauren Jauregui.
—Susan Cabello, la madre de Camila.
—Encantada de conocerla, señora Cabello. Ha criado a una hija asombrosa.
—Sí, es verdad —asintió ella tranquilamente—. Cariño, ¿te importa decirme dónde está el lavabo?
—Es esa puerta de ahí.
Cuando se quedaron a solas, Camila intentó calmarse. No estaba preparada para esa conversación. No estaba preparada para arruinar su última oportunidad con Lauren.
Hey, espero que hayan disfrutado de este penúltimo capítulo. Uno más y se acaba la historia. ¿Qué les pareció? ¿Les gusto? Quiero leerlos, y escuchar sus opiniones de cómo sería el final. De nuevo, y como siempre, gracias a todos los que estuvieron pendientes y leyeron.