Llenaré Tus Días De Vida (V...

De JackieValand

158K 9.1K 6.1K

Una escritora en busca de historias. Una abogada en busca de riesgos. Un viaje en tren, a través de la vida... Mais

Prólogo
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
Capítulo 4 (P.1)
Capítulo 4 (P.2)
Capítulo 4 (P.3)
Capítulo 5 (P.1)
Capítulo 5 (P. 2)
Capítulo 6
Capítulo 7 (P.1)
Capítulo 7 (P. 2)
...Cinco Años Después...

CAPÍTULO 3

13.1K 744 604
De JackieValand


Pero Mira Que Bella Es La Vida.



Llevo horas caminando sin saber a dónde voy, el frío de Novosibirsk atraviesa cada prenda de ropa que llevo, calando directamente en mis huesos. No recuerdo haber sentido jamás un frío de esta magnitud y por ese mismo motivo, la vestimenta que traje a este viaje no es la más adecuada para un país como Rusia. Consigue que este paseo reflexivo, me resulte realmente insoportable.

Han pasado casi veinticuatro horas desde que llegamos a esta ciudad, y en todo este tiempo, para no variar, no he podido escribir una sola página de mi libro. Aunque esta vez existe una diferencia; ya ni siquiera puedo sentarme frente a la computadora a observar la hoja en blanco hasta que llegue la idea extraordinaria. No, ahora además tengo que caminar y caminar, bajo este insoportable frio, porque me resulta agobiante quedarme en ese pequeño hotel sin hacer nada o simplemente sentarme en una cafetería a tomarme un café bien caliente, ese que tan bien me vendría ahora mismo. Me siento inquieta, nerviosa, mis pensamientos me aturden... ¿Y cuáles son esos pensamientos? Esa chica, Camila. Ni un solo minuto he podido dejar de pensar en ella, en su historia, su forma de ser, su fortaleza, su mirada... No sé qué me pasa ni porque estoy así. Reconozco que sé muy poco acerca de ella, pero... siento algo extraño al saber que no voy a volver a verla. Algo que ni siquiera a mi misma soy capaz de explicarme. Supongo que cuando cualquier ser humano conoce a alguien y a los pocos minutos se entera de que esa persona con la que habla, está a punto de morir... duele... ¿no? Como mínimo hay un pequeño sentimiento de tristeza... ¿Verdad? 

¡Ni siquiera sé a quién le estoy haciendo estas preguntas absurdas!

Lo cierto, es que sí me duele. Aunque no la conozca, aunque no sepa de su vida más de lo que me contó, aunque lo poco que conozco sobre ella es su nombre, su procedencia y que está enferma. A pesar de todo eso, hay algo que me produce tristeza. Una tristeza que muy similar a aquella que sólo una vez en mi vida llegué a sentir. Siempre he sido una chica independiente, viajando a todas partes, escribiendo mis historias y sumergiéndome en un mundo creado para mis personajes. Sé que soy algo extraña. Lo asumí desde una edad muy temprana, incluso he llegado a pensar que doy tanto amor a los personajes de mis relatos, que al final no sobra nada para las personas que están a mi alrededor. Siempre he tratado de no estar unida a nadie, sentimentalmente hablando, y no me refiero solo a una pareja, también a la amistad o a cualquier vínculo con otro ser humano que pueda afectarme. Desde los doce años, tengo la certeza de que todas las personas salen de tu vida exactamente igual que entran; sin previo aviso. Por lo mismo, hace ya mucho tiempo que tomé la decisión de que ese hecho no me dañaría otra vez. Precisamente eso, es lo que me convirtió en un "Lobo solitario", como ella dijo, o en un bicho raro, como algunos otros piensan. En fin, la cuestión de todas estás divagaciones es que por primera vez en mucho años, siento una tristeza que va más allá de mi control, algo que no tiene nada que ver con un mal día o un bloqueo en mi trabajo, algo que no voy a solucionar con pasear, ver el sol o auto-convencerme de que la vida es bella.

¡No!

La verdad es que en este momento, lo menos que me parece, es que la vida sea bella. Hay una chica, seguramente menor de 23 años,  con la sonrisa más hermosa que jamás he visto, a la que probablemente le queden tan sólo unas semanas de vida. ¿Quién puede pensar que eso es bello? ¿Por qué una persona con tantas ganas de vivir tiene que marcharse tan pronto? Cuándo aún debería quedarle mucho tiempo por delante. ¡Dios! Me parece tan injusto el mundo en este momento. Quisiera saber por qué me afecta tanto, por qué llevo las últimas veinticuatro horas pensando en ella y por qué esta maldita opresión de mi pecho no desaparece.

Esta misma noche parte el tren de nuevo para continuar con su ruta, pero mañana a primera hora, yo estaré regresando a Moscú, para después tomar un vuelo rumbo a... a donde me lleve el viento...o las señales, como ella mencionó. Nuevamente ella. 

Sea como sea, decidí que no tenía sentido seguir la ruta del transiberiano. Por eso estoy tan segura de que no volveré a verla, pero... ¿Saldrá en algún momento de mi cabeza? ¡Sí! Seguramente en unos días, mi encuentro con Camila no será más que una anécdota y podré seguir con mis planes. ¡Eso es! A fin de cuentas, no es más que una chica... sólo una chica... ¡Por favor, necesito urgentemente ese café caliente, que reviva mis neuronas y consiga hacerme pensar en otra cosa! Puede que ese sea el problema; el frío me congeló las neuronas en cuanto salí del tren y cómo mi último pensamiento fue ella, por eso continúa siendo ella.

¡Vaya! te mereces un premio nobel por semejante descubrimiento, Jauregui. La ciencia te estará eternamente agradecida.

¡¡Café, café, café!!

─¿Lauren? ─escucho como una voz pronuncia mi nombre desde atrás, sacándome de esa discusión conmigo misma.

En un acto reflejo y prácticamente automático, volteo, y mi corazón pega un vuelco en cuanto me encuentro con esa mirada castaña que me observa tan dulce y fijamente como siempre. Me quedo sin palabras, también como siempre. No soy capaz de manejar la extraña emoción que acabo de sentir y el tiempo transcurre mientras ella me observa esperando que diga algo. 

─¿Camila?

─Bueno, por un segundo creí que habías olvidado mi nombre –responde con esa pequeña sonrisa que... sí, honestamente, había extrañado.

─Lo siento. ─me disculpo torpemente ─Mis neuronas están congeladas y procesan la información más lento de lo normal. ─oh vaya... La teoría de las neuronas congeladas no suena tan interesante como sonaba en mi cabeza. ¡Genial!

─En ese caso, tengo el remedio perfecto ─aseguró ofreciéndome el recipiente que tenía entre sus manos. ─Un delicioso y caliente café, que las descongelará en el acto.

Permanecí unos segundos mirándola, con el ceño fruncido mientras sentía como el calor que producía ese vaso de corcho, calentaba mis manos descubiertas.

─¿Eres un ángel?

─Aún no... ─respondió sonriendo ─Pero tómate el café, te sentará bien.

Le hice caso y bebí un sorbo de ese líquido, que mientras iba bajando por mi garganta, calentaba cada espacio de mi cuerpo. Poco a poco me fue descongelando y efectivamente, como ella había dicho; me estaba sentando de maravilla.

─Gracias.

─Creo que agarrarás una pulmonía, si sigues paseando con esa ropa ─advirtió observando mi atuendo.

─Uhm, ya sé... La verdad es que no tenía planeado llegar tan lejos. Comencé a caminar y caminar  y caminar... hasta que tú me detuviste.

Observé sus ojos hacerse más pequeños, como si estuviera buscando algo en el fondo de mi mirada.

─Eso quiere decir que tenías muchas cosas en las que pensar.

─Probablemente –respondí con una tímida sonrisa, queriendo cambiar rápidamente de tema –Creí que no volvería a verte.

─Bueno, no creo en las casualidades. Así que, estoy segura de que El Universo me envió para rescatarte de una posible hipotermia.

─Entonces debo agradecerle al Universo ─dije con más complicidad de la que pude controlar ─Me alegro de verte.

Si... no sé cómo ni por qué, pero lo cierto es que me alegraba mucho de verla, más incluso de lo que hubiera imaginado. En este momento en el que su mirada permanece clavada sobre mí, sin pronunciar una palabra, simplemente observándome, es el único momento de estás ultimas veinticuatro horas en el que me siento tranquila, serena, en paz... Como si esa inquietud de momentos antes hubiera desaparecido, como si estar frente a ella fuera lo único que me hacía falta para sentirme bien. Aunque al mismo tiempo me invade la curiosidad de saber por qué siempre me mira de esa forma, por qué permanecemos segundos observándonos fijamente, cómo si el tiempo se detuviera a nuestro alrededor. ¿Qué piensas cuando me miras así, Camila? Me encantaría saberlo.

─¿En qué piensas? ─pregunta de pronto. ¿Acaso puede leerme la mente? 

Intento buscar una respuesta lo más rápido posible, para que no se note este tonto nerviosismo que está comenzando a aparecer de nuevo.

─Pienso que acabo de beberme tu café. Por lo tanto, me siento con la responsabilidad de invitarte a otro.

Definitivamente, fue la excusa más pobre y estúpida que se me pudo ocurrir para no perderla de vista tan pronto. Aunque su reacción al cruzarse de brazos y fruncir el ceño, era lo último que esperaba. 

─No tienes ningún tipo de obligación conmigo.

Su repentina expresión de niña enfadada, no solo me sorprendió, sino que se veía tan adorable, que no pude evitar la sonrisa tonta que se dibujó en mis labios ante aquella extraña situación.

─¿De qué te estás riendo? ─preguntó pareciendo aún más enojada.

─Lo siento. Es que no sabía que fueras tan... ¿Enojona?

Sus ojos se abrieron enormemente, al igual que su boca, ambos expresando una notoria cara de asombro.

─¿En qué te basas para llamarme "enojona"?

─En cómo te pones por invitarte a un simple café.

─No es por invitarme a un café. ─aclaró ─Es porque creas que tienes alguna obligación de hacerlo porque yo te ofrecí el mío, y no porque realmente quieras hacerlo. Además, no me he puesto de ninguna forma ─sentenció.

Esta vez fui yo la que abrió los ojos como platos, después de escuchar la tremenda y retorcida deducción que está sacando de una simple invitación. 

─¿Te han dicho alguna vez que eres un poco complicada?

─No. Y en menos de dos minutos tú me has llamado enojona y complicada. ¿Qué será lo siguiente?

─Ok, mejor dejémoslo así ─me rindo alzando ambas manos, sin ninguna intención de continuar "discutiendo" ─Fue una excusa tonta para que no te marcharas, pero tú parece que no estás de buen humor. Así que... que tengas un buen día, Camila.

Cuando estoy dispuesta a irme y dejarla con la palabra en la boca, me doy cuenta que en su rostro hay dibujada una sonrisa  idéntica a la que yo había expresado minutos antes. Una sonrisa de juego, de pique, de triunfo.

─¿Y ahora de que te estás riendo tú? ─pregunto confundida y comenzando a enfadarme.

─¿Quién es la enojona ahora?

Permanezco observándola con los ojos casi cerrados y el ceño fruncido. Cada minuto que pasa me parece más extraña, me descoloca y nunca sé lo que se propone. 

─Vamos, ─sonrío inocentemente ─Sólo quería escucharte reconocer que había sido una pobre excusa para invitarme a un café, ya que no quisiste decirme en qué pensabas realmente.

Mis ojos se abrieron como platos otra vez, y una sonrisa irónica se escapo de mis labios mientras intentaba ocultar el sonrojo que me producía su gran acierto.

─¿Siempre eres tan directa?

─Bueno, no es que tenga demasiado tiempo para estar andándome con rodeos ─dijo encogiéndose de hombros ─Además, me gusta ver cómo te sonrojas.

Nuevamente, sonreí con ironía e intenté evitar su mirada

─Esto es muy extraño.

Ella sin embargo sonrió, aparentemente satisfecha por su clara victoria ante mi nerviosismo. Y sin decir más, agarró mi mano y nos dirigió hacia una cafetería que se encontraba apenas unos metros alejada de nosotras.

En el corto trayecto pude darme cuenta de que nos encontrábamos en el centro de la ciudad, ya que había diversos monumentos siendo fotografiados por cientos de turista. Pensé que algunos seguramente eran viajeros del transiberiano igual que nosotras. La verdad es que mi hotel estaba un poco alejado de esta parte de la ciudad y sinceramente, no sé cómo pude aguantar caminar tanto tiempo soportando ese frío que ahora me resultaba casi imperceptible, ya que su mano dirigiéndome, desprendía el calor necesario para que mi cuerpo se mantuviera a una temperatura y un estado perfectos.

Cuando entramos al lugar, ambas notamos el cambio brusco que produjo la calefacción. En seguida, ella comenzó a quitarse su gran abrigo mientras caminaba hacia una pequeña mesa situada junto a la ventana. Me miró un segundo para saber si estaba de acuerdo con su elección y tras una sonrisa afirmativa, nos sentamos.

Esta situación me recordaba mucho al día anterior, cuando la vi por primera vez. Una sentada frente a la otra, separadas simplemente por una mesa y mirando a través de una ventana. Pero en esta ocasión, no veíamos un montón de tierra pasando a cientos de kilómetros por hora. Esta vez, veíamos una plaza rodeada de gente, todo el mundo tomando fotografías y sosteniendo bebidas calientes para escapar del frio.

Hablando de bebidas calientes, pude ver como llegaba una chica, y depositaba dos capuchino frente a nosotras, cosa que me extrañó ya que no recordaba haber ordenado nada.

─Decidí pedir yo misma para no interrumpirte, te veías muy concentrada –aclaró, notando mi confusión –Si no te gusta el capuccino, estamos a tiempo de ordenar otra cosa.

─Está bien así, gracias.

Bebí un sorbo de ese espumoso café mientras sentía su mirada aún clavada sobre mí.

─¿Siempre estás tan pensativa? –preguntó observándome.

─Siempre suelo estar ausente, pero no quiere decir que esté pensando en algo. A veces simplemente... disfruto del silencio. Pero tú no te puedes quejar, creo que ayer contigo hablé bastante, para lo que suelo hacerlo sin conocer a alguien.

─Si... pero antes de eso estabas exactamente en la misma posición que estabas hace dos minutos; Mirando hacia la ventana y completamente ausente.

─¿Y tú cómo sabes eso? –pregunté entrecerrando los ojos –Si ni siquiera te diste cuenta de mi existencia hasta que no te quedó más remedio.

De pronto, su mirada pasó a expresar un ligero aire de misterio, acompañado por unos labios, que sonreían ligeramente, aumentando mi curiosidad.

─¿Eso crees? ─preguntó divertida ─Te vi mucho antes de sentarme frente a ti... pero parecías tan concentrada que no quise interrumpirte. Por eso ni siquiera te saludé y me senté directamente.

─¿Estabas observándome? ─dije completamente sorprendida por esa noticia.

─Oye ni te quejes, que tú te quedaste cómo diez minutos mirándome después.

─Eso no es cierto... ─me defendí levantando una ceja.

─Ok, ok... ─levantó las manos riendo ─Te permito que no lo reconozcas si me cuentas en qué pensabas ahora mismo.

─No pensaba en nada, simplemente estaba observando a la gente... Por si no lo has notado aún, soy algo extraña –admití con resignación.

─Pues a mí me gustas.

Rápidamente levanté la vista para encontrarme con esos ojos mirándome directamente.

─¿Qué? –pregunté cómo pude, intentando disimular los nervios que me había causado.

─Que me gusta tu forma de ser... por muy rara que seas, como tú dices, tienes algo... no sé, especial. Siendo abogado conoces a todo tipo de personas y  la verdad es que nunca he conocido a nadie cómo tú, Lauren.

─Vaya... Así que, realmente soy un bicho raro ─asumí sonriendo. 

─¿Y crees que eso es malo?

─Bueno... supongo que no entra dentro de la normalidad, pero tampoco es que pueda elegir, ¿no?

─Siempre se puede elegir y personalmente, creo que tú tomaste la mejor decisión. Hay personas que eligen ser iguales al resto del mundo, mientras su corazón les grita que son diferentes... Eso es...muy triste. La vida es demasiado bella para desperdiciarla queriendo ser alguien que no eres.

Nuevamente esa frase "la vida es bella".

¡No! ¡No es bella!

No puedo evitar pasar una mano por mi cabello en un claro gesto de desesperación

─No sé cómo puedes decir que la vida es bella, Camila.

A pesar de su falta de expresión mientras me miraba fijamente, sabía que entendía exactamente a lo que me refería. Lo cierto es que me sentí egoísta al decir eso. ¿Qué sabía yo de sufrimiento? 

¡Pero, carai! No pude evitarlo. 

A pesar de no querer tocar el tema de su enfermedad, me desesperaba escucharla decir que la vida era bella, cuando yo llevaba las últimas veinticuatro horas maldiciendo al mundo por querer llevársela tan pronto. ¡Es una niña!

Suerte que mi personalidad reservada no me deja gritar a los cuatro vientos cuan impotente me siento en este momento. 

Mis sulfurados pensamientos se vieron interrumpidos al sentir el tacto de su mano acariciando la mía por encima de la mesa. De pronto, sentí una calma que iba invadiendo mi cuerpo poco a poco, tranquilizando mis pensamientos y dándole un respiro a mi corazón desbocado por el enojo. Continuaba desbocado, pero ya no tenía nada que ver con enfado o impotencia, ahora se sentía bien, acelerado y nervioso, pero en paz... Como si esas caricias fueran el remedio para cualquier angustia que pudiera sentir.

─¿Qué sientes ahora mismo? –preguntó consiguiendo que levantara la vista para encontrarme de frente con su mirada –En este preciso momento. Olvídate del resto. ¿Qué sientes?

─Tranquilidad... Entre otras cosas –respondí demasiado sinceramente.

─¿Cosas buenas? –continuó preguntando, sin darme una pista de a donde quería llegar.

─Si...

─¿Entonces qué es lo que no te deja ver lo bueno de la vida?

─Que tú vas... ─mi miedo a pronunciar esa palabra me impidió continuar -Simplemente no lo veo justo, Camila. Lo siento... ni siquiera debería estar hablando de esto, pero... no es justo, ni bello, ni nada.

Intenté apartar la mirada, antes de sentirme aún más vulnerable de lo que ya me sentía, pero me lo impidió dirigiendo suavemente mi rostro hacia sus ojos. ¿Realmente sabía el poder que tenía en ellos?

─Estoy aquí Lauren, puedes mirarme... puedes tocarme, en este momento estoy aquí, y eso es lo único que debe importar. No sufras por algo que no sabemos cuándo llegará... Me prometiste que vivirías siempre el ahora.

─Si, Camila, te lo prometí. Pero...

─Pero nada –me interrumpió –Te conté lo de mi enfermedad porque me inspiraste confianza, no para que te sintieras mal. No aparecí en tu vida para eso.

─¿Entonces para qué crees que aparecimos en nuestras vidas?

─Para ser consientes de su belleza... No sufras y déjate sorprender, Lauren.

Permanecí unos segundos observándola, mientras aumentaba su misterio con esa forma de hablar.

─¿Te estás haciendo la interesante? –pregunté viendo que no apartaba la mirada de mí.

─Soy interesante... –respondió levantando las cejas con chulería.

─En eso si tengo que darte la razón. Creí que nunca encontraría a una persona más filosófica que yo.

─Pues mira, ahora tú también encontraste a la horma de tu zapato –me guiñó un ojo mientras sonreía con picardía.

Estuve unos segundos mirándola, sin decir nada, admirándola... Dejándome contagiar por ese optimismo que desprendía y observando esa forma tan alegre de sonreír, como si realmente fuera la persona más feliz del mundo. ¿Por qué no te conocí antes, Camila? ¿Por qué no puedo disfrutar de ti un poco más?

─Eres increíble ¿sabes? –dije sin siquiera pensarlo, cómo si mis pensamientos hubieran sido resumidos y expulsados sin poder controlarlo –Ojalá nos hubiéramos conocido antes o... en otro lugar...

─Si nos hubiéramos conocido en otro lugar, quizás hoy habrías seguido caminando hasta Dios sabe dónde y hubieras terminado con una pulmonía de no haberte encontrado.

─Y si no te hubiera conocido, no habría salido a caminar, ni mis pensamientos me hubieran hecho perder la noción de tiempo y lugar. Por lo tanto, no habría hecho falta que me rescataras.

─Por lo tanto... –repitió –Las señales son perfectas y la vida te sorprende cuando menos crees.

─¿Siempre crees que todo pasa con un fin? –pregunté.

─Simplemente pienso que las cosas suceden cuando tienen que suceder y no creo en las casualidades, como te dije antes.

─Mañana regreso a Moscú... ─cambié de tema.

─¿Crees que allí se encuentra lo que estás buscando?

─Ni siquiera sé ya lo que estoy buscando ─sonreí irónicamente.

─Estoy segura de que tarde o temprano lo averiguarás... Yo creo en ti.

Esas últimas palabras hicieron que mi corazón, que poco a poco había conseguido tranquilizarse, volviera a latir con rapidez. No pude evitar mirarla fijamente mientras sentía como de nuevo acariciaba mi mano. Pero esta vez no me dejé acariciar simplemente, esta vez tuve el impulso de agarrar fuertemente su mano, mientras mis ojos la miraban con mucha intensidad, como jamás miraron a nadie.

Nunca me habían dicho que creían en mi, y mucho menos de esa forma en que lo había hecho ella, con esa sinceridad y transparencia que trasmitía, con ese cariño que demostraba a pesar de si quiera conocerme. Me parecía realmente extraña la conexión y confianza que había creado con esta chica a la que solo he visto en dos ocasiones. Ni siquiera yo misma me reconocía estando con ella... o quizás, era en estos momentos, estando junto a ella, cuando realmente me sentía yo misma...

─Tengo que volver al hotel –dijo devolviéndome a la realidad –En un par de horas parte el tren y aún tengo que recoger mis cosas.

─Si... ─asentí levantándome –Será mejor que yo también regrese antes de que anochezca y no sepa por donde volver.

─¿No dejaste migas de pan por el camino? –preguntó divertida.

─Oh... ¿Cómo se me pudo olvidar? Lo tendré en cuenta para la próxima vez.

─Yo que tu no tentaría a la suerte, eh... Quizás la próxima vez no encuentres a una linda y sexy mujer que te rescate con su mirada penetrante y su caliente café.

─¿Y eso cuando ocurrió? –fingí con la intención de picarla.

Su respuesta fue un ligero golpe en mi hombro, tras el cual, ambas sonreímos.

Seguidamente, nos dirigimos hacia la salida de la cafetería, donde nuevamente Camila se colocó su abrigo y yo sentí como el insoportable frío, volvía a calar mis huesos. Froté mis manos, una contra otra, en un intento de calentarlas, y cuando quise darme cuenta, ella estaba deteniendo mis movimientos, mientras sacaba algo de su bolso. Agarró mis manos y bajo mi atenta y curiosa mirada, las introdujo despacio en unos guantes que consiguieron aislar completamente el frío.

─Los necesitas más que yo –dijo al ver mi cara de confusión.

─Pero...

─Ya me los devolverás –interrumpió dedicándome su eterna sonrisa.

Yo simplemente asentí, consciente de que solo lo había dicho para convencerme y agradeciendo realmente ese gesto, que me haría soportar el camino de vuelta.

─Gracias por todo, Camila.

Una vez más, tenía que despedirme de ella volviendo a sentir que no me salían las palabras adecuadas. Entonces, como si hubiera leído mi pensamiento, noté sus brazos rodear mi cuello y su cuerpo pegándose completamente al mío, sumiéndome en un abrazo. Un abrazo que me produjo una repentina parálisis, ya que, me costó unos segundos reaccionar. Solo podía sentirla. Sentirla tan cerca de mí, que notaba su corazón latiendo contra mi pecho y el olor de su cabello fresco, transportándome al más soleado de los veranos.

Después de unos segundos, mis brazos respondieron, y me aferré tan fuertemente a ella, que podría haberla dejado sin respiración. La sentía tan frágil y delicada entre mis brazos, que me fue completamente imposible evitar, que mis ojos se humedecieran queriendo dejar escapar alguna lágrima. Lágrimas que no sabía exactamente a qué se debían, pero que estaban ahí... formando un nudo en mi pecho. Un nudo que me impedía pronunciar cualquier tipo de palabra. Sólo quería que me abrazara... que me ayudara a combatir esta extraña angustia y que no dejara de abrazarme nunca.

Finalmente pude evitar que mis ojos me traicionaran y controlé esas lágrimas rebeldes que amenazaban con escapar. Poco a poco sentí como su cuerpo se iba despegando y detuvo sus labios a la altura de mi oído.

─Gracias a ti, Lauren... ─susurró, consiguiendo un inesperado efecto en mi piel ─Espero volver a verte.

Sin decir más, depositó un tierno beso en mi mejilla. Un beso que terminó por erizar hasta el último centímetro de mi piel y me hizo sentir completamente estúpida por paralizarme de aquella forma.

Me miró por última vez a los ojos y después de una sonrisa, se marchó. Dejándome con unas sensaciones aún mayores a las que había sentido el día anterior. Unas sensaciones que no era capaz de explicar, pero que estaban comenzando a controlar absolutamente todo de mí, dejando a mi conciencia y racionalidad, completamente al margen.


Minutos más tarde me encontraba en el hotel. Había pasado el trayecto caminando sin pensar en absolutamente nada, sin hacerme preguntas, sin sentir el horrible frío azotándome. Lo único que sentía, era el tacto de su cuerpo aún pegado al mío y el olor tan vivo que desprendía su piel y su cabello... Aún podía olerlo. Y eso me producía una sensación de bienestar interior difícil de explicar. Era una sensación de... plenitud... ¡eso es! Cómo si su abrazo hubiera completado un vacío existente desde hace mucho tiempo.

Al entrar en mi habitación, dejé mi bolso sobre la cama y allí pude ver mi computadora. Exactamente en la misma posición que la había dejado; encendida, con un documento abierto y completamente en blanco. Allí estaba el motivo de este viaje... mi trabajo... mi sueño... la única forma de vida que conocía. Allí, en aquel pequeño aparato se encontraba todo lo que hasta ahora había sido Lauren Jauregui... viajes, aventuras, historias, libros, soledad, vacío... En esa computadora estaban mi pasado, mi presente y mi futuro...

─Mi futuro... ─me dije a mi misma, sonriendo irónicamente.

Por primera vez desde que había entrado en la habitación, sentí un acaloramiento producido por la alta temperatura de la calefacción. Así que, me quité esos guantes que llevaba, con la esperanza de que mis manos se refrescaran. Y fue entonces, cuando sostuve esas pequeñas prendas sobre mis manos, cuando tuve el impulso de acercármelos al rostro y aspirar profundamente su aroma. Olían a ella... a su frescura y vitalidad... Fue en ese momento cuando mi corazón, con su rápido latido me dijo:

"Al diablo con el futuro"



Dos horas más tarde, me encontraba ahí... Nuevamente a bordo de ese tren en el que había pasado los últimos días. Sin saber realmente por qué motivo había tirado mi boleto a Moscú en la primera papelera que encontré. Pero eso ya no importaba. Estaba aquí, en el transiberiano, rumbo a la siguiente ciudad de esta ruta, a dos metros del vagón donde me gusta sentarme a escribir, con mi corazón latiendo rápidamente, ansioso por llegar y mis nervios aumentando a cada paso que doy.

No tenía una explicación para mi cambio de idea, no sabía realmente qué era lo que me había traído hasta aquí y tampoco sabía qué pasaría a partir de ahora... pero...

Mis pensamientos se detuvieron al llegar a la puerta del pequeño vagón y verla ahí, recostada en uno de los pequeños sofá-cama que habían a los laterales de la mesa, esos que de día servían para pasar horas sentada sin que te dolieran los huesos, y de noche se podían convertir en una cama bastante confortable. Me resultó extraño verla ahí, ya que cada pasajero disponíamos de una habitación en la que podíamos dormir cuando el tren viajaba de noche, motivo por el cual, los espacios comunes a penas eran utilizados.

Permanecí unos segundos observándola, apreciando como un lateral de su delgado cuerpo, se movía arriba y abajo, indicando su respiración pausada. Sin duda, me gustaba aquella vista, pero no podía quedarme allí de pie toda la noche. Así que, intentando hacer el menor ruido posible, entré y muy despacio me acerqué a ella.

Agarré una manta y cubrí su cuerpo del frío, agachándome para hacerlo con más delicadeza. Debió notar rapidamente el cambió, ya que se movió ligeramente y abrió los ojos despacio, encontrándome a mí, arrodillada justo frente a ella.

─¿Lauren? –preguntó murmurando, como si el cansancio no la dejara hablar bien –¿Qué haces aquí? Creí que habías decidido ir a Moscú.

─Así era, pero... ─sonreí ─La vida te sorprende cuando menos crees...

Ella asintió, sonriendo y haciendo un enorme esfuerzo porque sus ojos se mantuvieran abiertos.

─¿Por qué estás aquí? –pregunté preocupada –Seguro que es más cómoda la cama de tu habitación que este sofá.

─Te estaba esperando...

Mi tonto corazón dio un salto al escuchar esas palabras y ambas permanecimos unos segundos mirándonos fijamente, como solíamos hacer desde que nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Un impulso me empujó a acariciar suavemente su rostro, mientras sus ojos comenzaron a darse por vencidos y se cerraron.

─Que descanses, Camz –susurré. 

Depositar un pequeño beso en su frente.

Siento tantas ansias de protegerte, dije para mí misma,  mientras la observaba sumergida en ese profundo sueño, tan delicada cómo cuando nos abrazamos, tan inocente como una niña pequeña. Ella, que habría vivido y visto cosas que yo ni si quiera podía llegar a imaginar, una abogada luchando contra una enfermedad terminal, una mujer fuerte... mis ojos la veían como una niña llena de vida, una niña a la que quería cuidar para que nada malo le sucediera.

Ahora... en este momento, algo en mi interior me susurraba;

"Mira que bella es la vida... Te sorprende cuando menos crees"


Continue lendo

Você também vai gostar

176K 14.4K 35
❝Doce años después del nacimiento de los mellizos Uchiha, la nueva generación de ninjas en el mundo está surgiendo. El futuro no será amable con la n...
800K 119K 99
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
363K 30.1K 21
Ninguna de las dos tuvo una vida fácil, quizás por eso el destino las unió, o más bien una amiga en común; Roxie. Camila decide hacer la ruta 66, y l...
569K 89.9K 36
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...