Os diría que me desperté gracias a los rayos de sol que entraban por mi ventana, que una suave brisa envolvía mi habitación y los pájaros cantaban.
Pero no fue precisamente así.
Me desperté gracias a que me caí de la cama y caí contra el duro suelo de madera, haciendo que gruñera. Me senté y me rasqué la cabeza, miré a mi izquierda para mirar la hora.
Oh, mierda. Las 7 y media.
Me levanté y caminé rápidamente hacia mi armario, lo abrí y agarré mi sudadera azul y mis vaqueros sin ni siquiera tener que pensarlo.
Entré al baño, me vestí y cogí el cepillo del cajón, acto seguido me peiné y recogí mi pelo en una coleta.
Me lavé los dientes rápidamente y al salir del baño bajé las escaleras corriendo, camino al salón, donde se encontraban mi madre y mi hermano. Tropecé y me dí con toda la cara en el suelo.
Empezamos muy, muy bien.
― Date prisa, Annie. ― gritó mi queridísimo hermano. ― Vamos a llegar tarde.
― ¿¡Y por qué demonios no me has despertado?! ― grité también, tratando de levantarme.
― ¡Yo lo he intentado, ― se quejó. ― pero me diste una patada en toda la cara!
Suspiré, fui a la cocina para coger un sándwich y volví al salón, cogí mi mochila y mi bolsa de deporte y me paré delante suya.
― Corre, vámonos ya. ― dije, y le dí un mordisco al sándwich.
Salimos a la calle y lo primero que vi fue el precioso coche gris de James, mi hermano. Entró en el asiento del conductor de su coche y me senté a su lado. Dejó su mochila en el asiento de atrás y arrancó el coche.
― Hoy son las pruebas para el equipo de fútbol, ¿verdad? ― dijo, sin apartar la vista de la carretera.
Asentí, ya que tenía la boca llena.
Tendría que estar nerviosa, pero no lo estaba. Es decir, me encantaba el fútbol, y había practicado mucho para entrar en el equipo femenino.
Después de saltarnos dos semáforos en rojo y recibir una regañina de una señora mayor por ir tan rápido, llegamos, cogí mis cosas y bajé del coche a toda prisa.
Diana, mi mejor amiga desde que empecé la secundaria, me estaba esperando en frente de las taquillas y cuando me acerqué me miró como si fuera a matar a alguien.
― ¿Dónde te habías metido? Son las ocho menos diez.
― Mi alarma me la ha jugado. ― dije, y suspiré. ― Da igual, creo que llego a tiempo, vamos. ― la agarré del brazo y la arrastré ―literalmente― por el pasillo hasta nuestra clase. Quería acabar las clases cuanto antes.
Entramos en la clase de décimo grado y me senté en mi sitio al lado de la ventana mientras la profesora de francés comenzaba a preparar sus cosas.
Por lo menos, no se había dado cuenta de que...
― Señoritas Smith y Steel, ¿son conscientes de que llegan veinte minutos tarde? ― ...mierda.
Asentí, haciendo que ésta rodara los ojos, dejé mis libros sobre la mesa y en pocos minutos siguió con la clase.
***
Por fin llegó la hora, eran las 11:30. Cogí mi bolsa de deporte, me despedí de Diana y salí de mi clase, pasando por los pasillos hasta llegar a los vestuarios.
Después de ponerme una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos junto con unas deportivas, salí al campo y empecé a estirar. En el equipo femenino éramos 20 chicas, y sólo entrarían al equipo 13.
En cambio, en el equipo masculino eran más que nosotras. Eran casi 30 chicos, pero también entrarían sólo 13.
Terminé de estirar y decidí dirigirme hacia donde estaba mi equipo.
― ¿Has venido para las pruebas del equipo de animadoras? ― dijo una voz masculina detrás de mí.
Me giré y vi a un chico alto de cabello castaño, de brazos cruzados, sonriendo pícaramente.
― Te equivocas. ― dije, y imité su posición. ― Vengo para las pruebas del equipo femenino. Si es que has perdido el equipo de animadoras y necesitas que te guíe alguien, está por ahí. ― señalé a mi derecha por un momento.
Se mordió el labio inferior y traté de aguantar las ganas de golpearle.
― Yo de ti no jugaría a fútbol. ― dijo, acercándose más a mí, de modo que tuve que levantar un poco la cabeza ya que era unos siete centímetros más alto que yo. ― Se te podría romper una uña.
Fruncí el ceño y me mantuve firme, mirándole a los ojos. Este chico tenía un gran problema.
― No me intimidas, Parker. No soy quien te imaginas.
Bajó los brazos y sacudió la cabeza, sonriendo.
― En ese caso, buena suerte, princesa. La necesitarás.
Dio media vuelta y se fue en dirección a su equipo.
Ahora sí que sentía que debía golpearle.
Antes de que llegara hasta donde estaba su grupo, le dí un par de golpes en el hombro para llamar su atención y se giró, confundido.
― Vuelve a llamarme princesa y te tragas el cuento. ― le advertí, y levanté mi rodilla para darle una patada que fue directamente a su entrepierna.
El chico cayó al suelo, agarrándose la parte donde le acababa de golpear, y me dí la vuelta para volver con mi equipo.
¿En serio me había llamado princesa? Qué idiota.
Oí un silbato a mi espalda y fui hasta donde estaba el entrenador, iba a empezar la prueba.
Decidí que haría la prueba como portera, ya que siempre se me había dado bien.
Me puse en la portería, y las demás chicas que también hacían la prueba como jugadoras en el campo empezaron a lanzar la pelota a portería intentando marcar.
Después de una hora acabaron las pruebas y fuimos a los vestuarios. No fue difícil para mí, ya que no fallé ninguna parada.
Fui a las duchas y me duché rápidamente, me puse la misma ropa de aquella mañana, cogí mi bolsa y esperé delante de mi taquilla a Diana, que estaba en las pruebas del equipo de básquet.
Desde la otra punta del pasillo pude ver a Madison Jones y al idiota que me había hablado antes, mejor conocido como Christian Parker, hablando apoyados en las taquillas.
Parker es conocido en el instituto por ser uno de los chicos más populares, además de uno de los rompecorazones del instituto.
Básicamente, él y Madison llevan saliendo dos meses. Y eso, es un logro para una zorra como ella.
Creo que no hace falta decir que se acostó con la mitad los chicos del instituto, incluyendo a los nerds, que es de una familia rica y admirada por todos; lo típico, ¿verdad?
Bien, ella siempre fue y siempre será mi enemiga a muerte.
Sentí una mano en el hombro y me giré para ver a Diana.
― ¿Qué tal las pruebas? ― dije.
― Supongo que bien, ¿y tú? ― dijo mientras abría su taquilla para dejar su bolsa de deporte y coger su merienda.
― No he fallado nada. Voy a entrar al equipo, estoy segura. ― sonreí orgullosa y ella hizo lo mismo.
Abrí mi taquilla para coger mi merienda y fuimos al patio, el descanso de quince minutos que nos regalan en esta cárcel para que no nos manifestemos contra ellos.
Nos sentamos en nuestro sitio de siempre y separé los dos panes de mi bocadillo.
Dentro había mortadela. Odiaba, odio y siempre odiaré la mortadela. Es como un jamón made in china.
― Mortadela de nuevo, ew. ― saqué la mortadela de mi bocadillo con asco, dejando sólo el queso, y la tiré al suelo.
― ¿De nuevo tirando la mortadela, eh? ― oí decir a una voz a mis espaldas, y me giré para ver a mi mejor amigo, Luke.
Sonreí ante la pregunta y se sentó a mi lado. Luke era mi mejor amigo desde que iba a preescolar, a diferencia de Diana, que era mi mejor amiga desde que empecé la secundaria.
― ¿También vas a entrar al equipo de fútbol, Annie? ― preguntó Luke, y asentí.
― Creo que sí, pero no sé cuánto tiempo aguantaré ahí. ― dije refiriéndome a Chris, el cual acababa de guiñarme un ojo, y arqueé una ceja.
Ambos miraron en la misma dirección que yo y éste sonrió de nuevo.
― ¿Le conoces? ― preguntó, esta vez Diana.
― Por desgracia. ― dije, y rodé los ojos.
Cuando terminó el recreo, me dirigí a mi clase evitando volver a encontrarme con más idiotas.
***
Al terminar las clases, sonó el timbre que indicaba que éramos libres hasta mañana y salí disparada.
Llegué a mi taquilla y cogí mis dos mochilas, salí a fuera y me despedí de Diana para después dirigirme al coche de mi hermano.
Entré y dejé mis cosas en los asientos de atrás, James me saludó y arrancó el coche.
James es un año mayor que yo, y también era conocido por ser uno de los rompecorazones del instituto. Aunque por alguna razón no podía odiarle, quizás porque es mi hermano.
De todas formas, me acostumbré a ver a una chica diferente cada día en mi casa.
Y sí, Madison también había estado ahí... más de una vez.
Mi hermano aparcó en frente de mi casa y bajó del coche. Aparté el pensamiento de Madison y mi hermano juntos y bajé también.
Caminé hasta el portal, entré y subí directamente a mi cuarto para dejar mis cosas. Me solté el pelo dejando que éste cayera sobre mis hombros y lo sequé para luego hacerme un moño despeinado y me puse mis zapatillas de conejos.
Oí unas risas abajo y supuse que habría venido alguna otra chica a casa, por lo que decidí ir a molestar a James de nuevo.
Bajé las escaleras para ir al salón y enseguida me arrepentí de haberlo hecho.
Maldito seas, Karma.
N/A:
[Editado].
¡Hey, lectorxs! Os habla la Miriam del futuro.
En fin, ese ha sido el primer capítulo editado. Quizás he empezado todo demasiado cliché, no sé, pero trataré de arreglarlo, lo siento mucho :(.
Esta es, de hecho, mi primera historia de este tipo, así que espero que os guste y, gracias por todos vuestros votos y comentarios. ♥
¡Miriam fuera!