-Quizás debería comprarme un coche - dijo Mangel bajándose del mio.
-Sí, deberías - contesté molesto, pero no con él, sino conmigo mismo.
Había pasado muy mala noche, y apenas había podido dormir con la intensa incomodidad que Carlos desprendía. Me sentía molesto con él por el echo de que parecía que de verdad creía que le había contado a Guillermo la verdad por puro gusto, a pesar de que le había contado con pelos y señales lo ocurrido en el bosque hace ya dos días. Apenas y tenía cuatro años cuando le acogí, llevamos viviendo juntos treinta y cinco años, debería conocerme, saber que yo no voy por ahí contando esas cosas por puro placer, además... ¿No quería hacerse cargo de su hijo? ¿No quería cuidar de él y darle la mejor vida posible? El pobre algún día terminaría enterándose, cuando hubieran pasado quince, veinte años quizás, y su padre siguiera tan joven como en un principio. Además, él mismo había tenido ya la visión de que Guillermo terminaría enterándose, ¿porque tenía que reaccionar así?
-Entonces Lanita me besó y me dijo que iba a dejar a Luzu por mi - dijo Mangel.
-¿¡Qué!?
Todos los adolescentes que ya había alrededor del instituto se giraron y se quedaron mirándome como a un loco. Tuve que andar empujando a Mangel hasta mi despacho con la cabeza gacha, mientras éste no hacía más que carcajearse escandalosamente. Cerré la puerta y le miré enfadado. ¿Acaso es tonto?
-No tuvo la más mínima gracia - le regañé, y el poco oportuno de Luzu apareció tras de mi.
-¿Que es lo que no tuvo gracia? - preguntó, sentándose en uno de los sillones que había en el despacho.
-Estaba tan embobado que pensé en reírme un poco de él, así que le dije que me besé con tu novia y ella me dijo que te iba a dejar - entonces ambos estallaron nuevamente en carcajadas.
Me sentía ofendido por que ambos aprovecharan mi distracción para reírse de mi. ¿Ellos nunca tenían un día tonto? Miré a Luzu, llevaba uno de sus típicos pantalones de deporte y una sudadera, mientras que Mangel llevaba unos vaqueros y unas de esas camisas suyas con dibujos incomprensibles. Rebusqué en los cajones de mi escritorio, y cuando encontré mi libro de historia de segundo de bachillerato, decidí que ya iba siendo hora de ir a clase. Pero esa no era la idea que tenía Mangel al parecer, porque se paró delante de la puerta sin intenciones de quitarse.
-Ayer te llamé más de veinte veces - dijo mirándome acusadoramente -, pero tu móvil estuvo apagado todo el día. ¿Debo pensar que es porque tu pequeña presa te rechazo?
-Aun no le he propuesto nada. Y no lo llames así, es un apodo degradante.
-¿Proponerle qué a quién? - preguntó Luzu poniéndose entre Mangel y yo de tal manera que podía vernos a ambos.
-Aquí el viejo se enamoró de Guillermo Díaz. Quería proponerle al niño probar a tener una relación abierta y sin titulo. - rió Mangel, y Luzu abrió los ojos como platos.
-¿Que importa eso? - dije molesto - ¿Porque no le hablas de el rubio que casi te viola?
-No hubiera sido violación porque yo me habría dejado. - me señaló - Además, tu mismo has dicho que estaba borracho, seguro que ni siquiera lo recuerda.
-¿Relación abierta y sin titulo? - preguntó Luzu con el ceño fruncido.
-¡Por dios! ¿Podemos hablar de esto en otro momento? Tengo una clase que dar, y vosotros también. Por lo menos si os interesa seguir trabajando. Yo no juego con estas cosas.
Molesto salí de mi despacho y me encaminé hacia el aula. ¿Que pretenden que le diga? 'Hola Guillermo, que sepas que me he enamorado de ti. Oh, si, lo sé porque los vampiros pocas veces se enamoran, y si lo hacen lo sienten. ¿Nos casamos mañana o prefieres que sea hoy mismo?'. Imbéciles. No es más que un adolescente en pleno siglo ventiuno. Las cosas no son como lo eran cuando yo era joven, ahora la gente se casa y a los dos años ya se han divorciado. Él es solo un chico que aún no sabe bien lo que quiere ni lo que siente, de nada serviría tener una relación con el título de pareja si él iba a estar andando con otros chicos o chicas. Quizás eso sería humillante, y no dolería tanto si a pesar de tener algo no había ningún título formal que nos uniera. Además, el pobre piensa que de verdad solo tengo veintidós años y fui adoptado por Carlos. Si quería que Guillermo fuera más abierto conmigo de alguna forma debía contarle algunas cosas sobre mi.
Entré en clase, y sin dirigir la mirada a mis alumnos solté de golpe el libro sobre la mesa y después borré los diversos penes de varios tamaños que los jóvenes se habían molestado en dibujar antes de mi llegada. Cuando me giré aún la mayoría de los jóvenes estaban en pequeños corros y ha hablando de quién sabe qué.
Entonces allí, en el fondo del aula, hablando con sus dos amigos rubios estaba Guillermo. Estaba apoyado en uno de los enormes ventanales que cubrían una de las paredes del aula, y se reía por alguna ocurrencia que había tenido el tal Rubén. Llevaba uno de esos pantalones cagados* que tan bien le sentaban, y una sudadera abierta, que dejaba ver una camiseta blanca que se amoldaba perfectamente a su pecho. Entonces todos comenzaron a sentarse en sus respectivos asientos, seguramente porque alguno se habría dado cuanta de mi presencia, y fue cuando Guillermo me miró. Sonrió, mostrando sus blancos dientes y haciendo que sus mejillas hicieran a sus ojos verse más rasgados de lo que en realidad eran. Se dirigió a su asiento, y tuve que reaccionar antes de que los 'chicos malos' empezaran a decir las típicas bromas que en realidad no habían gracia alguna. Pasé prácticamente toda la hora mirándole siempre que me era posible, y regañándome a mi mismo por ello.
Eres un adulto, Samuel. Aprende a controlarte y compórtate como tal.
(...)
Me dirigía a mi despacho dispuesto a dejar el libro y dirigirme a cafetería en busca de un café capaz de calentar con su cafeína mi frío cuerpo. Entré en mi despacho y un golpe en mi mandíbula me mandó directamente al suelo.
-¿Porqué no me contastes que Guillermo sabía lo nuestro? - me reclamó Luzu.
-De lo 'nuestro' no sabe nada. Solo sabe sobre mi y Mangel. - le corregí levantándome del suelo.
-Sabes lo peligroso que es eso, Samuel. Muy pocos humanos son capaces de guardar un secreto de tal magnitud. Si ese fuera su caso... habría que matarle, y ninguno quiere eso. - contestó mirándome compasivamente.
-Nunca permitiría que alguien le matara, pero aun así eso no va a pasar. Guillermo no va a decir nada. - dije recogiendo mi libro del suelo, a la vez que alguien llamaba a la puerta. - Adelante.
Entonces pasó lo que no debía pasar. La suerte no estaba hoy de mi parte, ¿cierto? Guillermo asomó la cabeza y tan educado y tímido como siempre preguntó si podía pasar.
-Si, claro. - dije soltando el libro en la mesa. - Mamá Luzu, ¿podemos hablar en otro momento?
-Si, claro, ya te dejo con tu nueva presa. - contestó malhumorado.
-¡No es mi presa! - grité cuando cerró la puerta, pero aun así se que me escuchó. - Perdón por... eso.
-Oh, no pasa nada - contestó encogiéndose de hombros y haciendo un gesto, restándole importancia.
-¿Que querías Guillermo? - pregunté sentándome en el sillón.
-Pues aprovechando que Rubén hablaba con Mangel había pensado en venir a hablar contigo sobre lo que pasó el sábado. - dijo sentándose a mi lado.
-Guillermo, este no es el...
-Por favor - me cortó -. De verdad que me costó mucha fuerza de voluntad no asaltar tu casa y atarte hasta que dijeras algo. No me hagas esperar más, por favor.
¿Que podía decir yo a esto? Quizás era cierto eso de que no era buena idea proponerle tener una relación 'abierta y sin título'. Al fin y al cabo era un adolescente y yo no sabía como iba a tomarse mi proposición. Eran cosas como estas las que me hacían ver vulnerable, y de verdad odiaba esa sensación. Era como pensar que un tiburón blanco le tuviera miedo a un pez globo, o como si un leopardo le tuviera miedo a un pequeño gato domestico.
-¿Estoy siendo muy insistente, cierto? - preguntó levantándose.
-Guillermo...
-No, esta bien, yo lo entiendo y...
Tiré de su brazo haciéndole caer sentado nuevamente en el sillón.
-¿Puedes dejar de sacar conclusiones precipitadas? - le dije con el tono más tranquilo que supe poner.
-Yo no pretendía molestarte - se disculpó.
-No molestas, Guillermo. Pero hace mucho tiempo que no había tenido necesidad alguna de hablar sobre algo así con nadie.
¿Porque no decía nada? De verdad tenía unas ganas enormes de obligarle a decirme exactamente que es lo que pasaba por su cabeza, así que tuve que obligarme a relajarme y me aparté solo unos milímetros más de él, esperando una respuesta por su parte.
-La primera vez que te vi molesto pensé que era porque te estaba dando problemas con Martín. La segunda vez pensé que quizás tu creías que te quería robar a tu padre. La tercera vez que te vi molesto fue porque te había ¿cortado el rollo? - miraba sus propias manos, mientras que estas se movían nerviosas una sobre la otra. - Pero de verdad que esta vez no se que he podido hacer para molestarte.
-La primera vez estaba molesto porque Martin suele visitar mi despacho más de tres veces cada semana. La segunda vez no estaba molesto Guille, Carlos no es mi padre. Y la tercera vez me molesté conmigo mismo porque no pensé en lo que tu pensabas o querías antes de besarte. - dije pasándome la mano por el pelo.
Observé como mordía su labio inferior, claramente en su cerebro se estaba provocando una lucha de la que seguramente era culpable. Incluso podía imaginarme a los soldaditos discutiendo. Mientras él pensaba, yo solo me dediqué a buscar mi cartera en la chaqueta que había traído esta mañana y saqué un billete.
-¿Como es eso de que no eres mi hermano? - preguntó casi en un susurro.
-Guillermo, ¿en verdad pensabas que yo tenía veintidós años? - asintió inseguro. - Tengo muchos más años de los que imaginas, y en realidad se puede decir que yo soy el padre adoptivo de Carlos.
-¿Le encontrastes abandonado o algo así? - ahora se le veía más curioso que cualquier otra cosa.
-No, él era el hijo de mi mejor amigo. El murió cuando asesinaron a su mujer.
-Perdón - contestó apresurado. - De verdad no era mi intención que...
-No importa, Guillermo. - dije, y me dirigí hacia la puerta. - ¿Te apetece comer algo antes de que tengas que regresar a clase?
En verdad era muy lindo. Sus mejillas se sonrojaron ante tal proposición, y no pude evitar pensar como se pondrían ante otra proposición completamente indecente. De momento iba a esperar para proponerle nada, quería conocerle y ver que es lo que realmente pensaba o sentía sobre mi. En vez de lamentarme o andar pensando cosas tontas lo que debería hacer era dejar que las cosas siguieran con su curso. Yo no quería dañar a Guillermo, ni mucho menos. Pero en verdad que sentía que necesitaba muchas cosas de él. Demasiadas quizás.
(N/A: ¡Hola! Un capítulo un poquito más corto y 'monótono' de lo normal, pero ps... nose. No se me da tan bien narrar desde del punto de vista de Samuel -puesto que es un hombre más maduro y con pensamientos que están lejanos en mi mente-, que narrar a Guillermo, que es un adolescente. Espero que os haya gustado este nuevo capítulo, y nuevamente muchas gracias por las leídas (que ya son más de seiscientas *muero de emoción*), los votos y los comentarios. Sois los mejores ;)
Besitos ♥)