Dime que aún me amas.

By StilinskiDB_

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¿Y si te robo un beso? #2 Lia y Zachariah creyeron que todos los problemas estaban resueltos y que de ahora e... More

Sinopsis
Dedicatoria.
Capítulo 1. Bebé.
Capítulo 2. Soñar.
Capítulo 3. Conejitos.
Capítulo 4. Preocupaciones.
Capítulo 5. Demuéstramelo.
Aviso.
Capítulo 6. Engaño.
Capítulo 7. Pequeña personita.
Capítulo 9. Traicionado.
Capítulo 10. Culpa.
Capítulo 11. Espía.
Capítulo 12. Otra noche de lágrimas.
Capítulo 13. ¿Debo confiar? - Parte 1 -
Capítulo 13. ¿Debo confiar? - Parte 2 -
Capítulo 14. La audiencia
Capítulo 15. Cambios
Capítulo 16. Tendrás que verlo tú mismo.
Capítulo 17. Sola.
Avisos, aclaraciones y disculpas
Capítulo 18. El que más ama es el que pierde.
Capítulo 19 - La canción.
Capítulo 20. Otra vez.
Capítulo 21. ¿Por que amar duele tanto?
Capítulo 22. Sopresas.
Capítulo 23. Retribución
Capítulo 24. Amar.
Epílogo.

Capítulo 8. Caos.

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By StilinskiDB_

Mi plan con Cecilia fue bien durante los próximos días. Pude ocultar bastante bien esta mentira y sabía que estaba posporgando a propósito la charla con Zachariah. Pero es que no podía hablar con él. ¡Estaba tan frustrado con todo esto! Como para meterle otro problema más a la cabeza. Todo el asunto con el juez era bastante complicado. Elizabeth tenía unos conocidos y gracias de algunas charlas y algunos toques de parte de ellos era que la niña estaba con nosotros. Usualmente hasta que no se encuentre a la madre ella debería estar en un hogar a pesar de que haya pruebas de que Zacha es su familia... La imaginación de eso en mi cabeza era demasiado. ¿Cómo haría ella ahí? En fin. Zacha quería que todo esté perfecto con la niña y si le contaba que Cecilia había aparecido otra vez, que había visto a Sabri, que la seguía viendo, entraría en pánico. ¿Qué pasa si el juez decide que la bebé tiene que estar con su tía y su abuela? No entendía muy bien como era todo el asunto judicial, pero preguntas como esa iluminan mi mente y sé que Zacha se volvería loco. Así que callé.

Escuché unos lloriqueos y supe que Sabrina estaba despierta. Era hora de su cena. 

Yo prácticamente me había mudado a lo de Zachariah. Iba algunas veces a mi casa, pero usualmente me quedaba a dormir aquí y Zacha me llevaba al colegio. Maldito colegio. ¡Ya no veía la hora de acabar! Quería vacaciones... Quería mi viaje con mis amigas... Quería... Descanso. Pero eso no sería posible, al menos no las próximas cuatro semanas.

Calenté el biberón a baño María para Sabri y se lo lleve. Estaba tan grande que ya estaba intentando sentarse sola, así que no me sorprendí cuando la vi medio sentada en su cuna.

Coloqué el biberón en la mesita y la tomé en mis brazos. Balbuceó un poco y escupió toda la saliva encima de mí. Rodé los ojos. Ya estaba acostumbrada. La senté en mi regazo y le di el biberón. Se lo bebió en un santiamén.

Y justo entonces sonó el timbre de la casa. Ya hace más de dos semanas que Cecilia estaba viniendo a visitar a Sabrina y en una de ellas hasta trajo a su abuela, Sabrina, por quien la pequeña tenía ese nombre. Era una mujer muy sabia y dulce que se desvivía por sus nietas. Le había traído un par de escarpines para Sabri que yo tuve que decir que los había comprado yo para que Zacha no sospechara nada... Ocultarle esto era duro. En fin, Cecilia era una buena chica, y hasta puedo decir que le tomé algo de cariño. Charlábamos mucho cuando venía, sobre su vida, el colegio, su vida con Marsha...  Es increíble que esa chica extrovertida con ganas de vivir y buena hermana se haya convertido en una mujer que es capaz de abandonar a su hija.

Pero es que es así. Nuestras decisiones nos definen. Las decisiones que tomamos son lo que nos hacen ser quienes somos. Yo tomo la decisión de que me guste el helado de chocolate y eso me hace una chica que le guste lo dulce. Un ejemplo tonto, pero se entiende.

En la puerta estaba Cecilia una vez más con una bolsa de tortitas en su mano. La dejé pasar con una sonrisa y preparé unos té. 

No fue hasta un par de horas más tarde cuando el caos se desató.  Estábamos tranquilamente hablando mientras Cecilia jugaba con la niña cuando la puerta principal de la casa se abrió sobresaltándonos.

—¿Qué haces tú aquí? — sentí el gruñido en la voz Zacha antes de verlo quitándole a la bebé de los brazos de Cecilia. 

¿Qué hacía él aquí? No tendría que llegar a casa hasta luego de unas cuantas horas. Se suponía que estábamos en horario seguro.

—Zachariah, por favor, déjame hablar — escuché la suplica de Cecilia. 

—¡No! Aléjate de nosotros y aléjate de Sabrina — gruñó incomprensible. Entendía que estaba enojado, pero tenía que ser coherente y dejarla explicarse. ¡Era sólo una adolescente! 

 Me puse de pie a su lado.  — Zacha, escúchala. No seas incoherente. Ella no tiene nada que ver.

Giró su rostro rápidamente hacia mí y vi en su rostro una mirada que no me gustó para nada.

—¿Tú la trajiste aquí? — me preguntó con desconfianza.

— No, pero escúchala. Tiene qué decir.

la trajiste aquí, hacia ella — afirmó mirando a Sabri en sus brazos. —Me traicionaste.

Espera. ¿Qué?

—¡¿Qué?! No, Zacha, demonios. Jamás haría eso — dije y apoyé mi mano en su brazo. 

Se apartó rápidamente como si ardiera. ¿Qué demonios estaba pasando con él?

— No —  negó con su cabeza. —Quiero que se vayan. Las dos, ahora.

Todo el lugar quedó en silencio. Espero haber oído mal. Tragué y carraspeé antes de decir:

—¿Zachariah?

—Vete — repitió.

— Zacha no hagas esto. Eres de mente abierta, debes escucharla, y escucharme.

—¡Lia he dicho que no! Ahora no. Vete, por favor.

No podía creer esto. Entendía que se iba a enojar, pero no de esta manera. Me estaba echando sin darme oportunidad ni siquiera de explicarme a mí. Se supone que él confiaba en mí. Negué con la cabeza antes de darme media vuelta y tomar del brazo a Cecilia para marcharnos. Me estremecí cuando escuché el clic de la puerta detrás de mí. 

 — Lia yo no quería que pasara todo esto. Lo siento tanto — escuché que dijo Cecilia con voz estrangulada. 

La miré y vi que tenía los ojos llorosos. Se sentía culpable. Ella no era la culpable de esto. Lo era su hermana. Y Zacha tenía que entender. Tanto ella como su abuela eran personas buenas. Yo me di oportunidad de conocerlas y él debía hacer lo mismo.

— No te preocupes, todo irá bien —  dije tratando de hacermelo creer a mí también. Todo estaría bien.

Tomé mi celular mientras empezamos a caminar alejándonos de la casa y le envié un mensaje a Zachariah. No intenté llamarlo porque sabía que no contestaría. Tampoco esperaba que contestara el mensaje. Pero al menos que sí lo leyera.

Estás siendo un completo estúpido. Tienes que dejar explicarme. Jamás te traicionaría. Amo a esa niña como si fuera mía. Te dije que nadie la apartaría de nosotros. ¿Acaso crees que dejaría que eso pasara? -L. 

Hablé con Cecilia y traté de tranquilizarla en el trayecto hasta la parada del autobus que ella tomaría. Le dije que la llamaría y que se tranquilizara. Yo no sabía como iba a volverme a casa aún. Había olvidado mi mochila en lo de Zachariah y no pensaba volver por ella. No quería llamar a mamá. Estaba trabajando y no quería que dejara la boca de un tipo abierta por venir a buscarme. Así que llamé a Nare. No respondió. Genial. ¿A quién iba a llamar ahora?


— Gracias por venir, Robert. Eras mi última opción — le agradecí al novio de mamá mientras me subía a su coche. 

— No hay de qué Lia, llámame siempre que necesites algo, lo sabes.

Asentí y miré mis manos mientras el coche arrancaba. Ahora que estaba sola, o bueno, sin nadie que esté involucrado a la discusión de está tarde sentía como el peso de lo que pasó iba cayendo sobre mí poco a poco. Sentí una mano en mi hombro y me volteé hacia Robert. Me dio una sonrisa triste. 

  — ¿Qué te sucede? —  preguntó amable. 

Hundí mis hombros y suspiré. — Creo que lo arruiné todo.

— No debe ser tan malo como para que no pueda arreglarse. 

— No lo sé — me sinceré. 

Asintió sabiendo que no le diría mucho más. — Sabes que puedes contar conmigo si quieres hablar sobre algo. No soy padre ni tengo mucha experiencia sobre eso, pero soy un buen oído y sabes que te quiero. Tú y tu madre son importantes para mí.

Asentí sabiendo que así era. Robert era un buen hombre. Sabía que cuidaría muy bien de mamá y lamentaba que no tuviera hijos, porque la verdad es que como era él hubiera sido mejor padre que el que yo tuve. 

— ¿A dónde quieres que te lleve? ¿A casa?

Asentí de nuevo. Porque no tenía muchas ganas de hablar.

***

Cuando llegué a casa invité a Robert a cenar, pensé que sería buena idea para mamá. Que la pondría feliz y no la tendría sobre mí en cuanto llegara del trabajo. Pero no fue así. En cuanto llegó vino a mi habitación. 

Había estado acostada en mi cama. Pensando. Esta era la primera discusión que tenía con Zachariah en mucho tiempo. Estar mal con él destruía mi mundo. Pero yo no era la culpable de esto. Lo era él. Aunque sabía que tenía que haberselo dicho y que no lo descubriera de esta manera. ¡Maldición! Yo sólo no quería agregarle más problemas. Estaba a punto de llamarlo y disculparme cuando mamá entró en mi habitación. Punto del destino: no debía llamarlo.

  — ¿Qué ha pasado, Lia? — dijo sentándose en mi cama. 

La culpa había estado llegando a mí junto con el enojo poco a poco. Y al escuchar la voz amable de mamá mis ojos se llenaron de lágrimas. Pero las contuve.

 — ¿Es Zacha? 

 Asentí.

— Le oculté algo y se enteró de mala manera y ahora está enojado conmigo. Piensa que lo traicioné y jamás haría eso —  me sequé una lágrima que se me escapó. Oh Dios estar peleada o como sea que estemos Zacha y yo ahora dolía más de lo que pensaba. Consejo para la vida: no pelearse con el amor de sus vidas.

— ¿Y se puede saber que es? — preguntó abrazándome. 

Le dije que sí y le conté. 

— No creo que hayas tenido que ocultárselo, no fue la mejor decisión que tomaste, pero tampoco creo que es la peor. Lia, esto se solucionará. Zacha es un buen chico, ya reaccionará. ¿Sí? Ahora duerme, ya es tarde — dijo y me dio un beso en la frente antes de irse de mi habitación.

Sólo espero que ella tuviera razón. Mi pecho se apretó ante la idea de que esto nunca se arreglara. No quería perderlo. Ni a él. Ni a Sabri. Ni a Elizabeth. Giré en mi cama y tomé el peluche que Zacha me había regalado en nuestro primer mes juntos. Nuevas lágrimas comenzaron a caer. Sí sólo se lo hubiera dicho... 

Cómo dije antes, nuestras decisiones nos definen. Yo tomé la decisión de ocultárselo y cometí un error. Y Zacha tomó la decisión de ignorarme y no escucharme. Él también cometió un error. 

Sólo esperaba que él se diera cuenta de eso.


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¡Hola! Al fin después de tanto tiempo, Dios mío. Lo lamento tanto, de verdad. No fue mi intención ausentarme tanto, lo juro. Esto no ha sido sólo por falta de tiempo, ha sido también por una enorme falta de inspiración. Tenía la idea en mi cabeza pero me sentaba a escribir y no salía nada. NADA. Horrible que pase esto. Gracias a los que me esperan. ¡Los adoro! Ese apoyo que me dan me alienta mucho a seguir. 

Espero no tardarme tanto la próxima vez. Sólo eso espero. Vani 

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