Tierra de gigantes [COMPLETA]

By litmuss

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Luego de años en agonía, la Tierra dio vida a seres tan poderosos como temibles: Los gigantes. Así fuimos lla... More

Tierra de Gigantes [VERSIÓN 2014]
Introducción: Una guerra elemental
1. Compañía desconocida
2. Emprendiendo un largo viaje
3. El resultado de nuestros actos
4. Los secretos de Aisa
5. Continuando la travesía
6. Más inesperados ataques
7. Descubriendo sentimientos inadecuados
8. ¿Quiénes son las bestias?
10. Un sacrificio de amor
Epílogo: Recuperando a Gea (parte 1)
Epílogo: Recuperando a Gea (parte 2)
Nota (2022): Por favor, lean

9. Secretos revelados

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By litmuss

"El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen."

-Rabindranath Tagore.


El no tan indefenso animal tenía un pelaje muy suave y oscuro, Aisa disfrutaba mucho de pasar su mano a lo largo de su cuerpo y sentir como su nuevo amigo exhalaba pequeños gruñidos de satisfacción. Había pasado un día desde el brutal ataque de la planta y el bosque. El animal se encontraba mucho mejor, su herida estaba sanando y cada cierta cantidad de horas, Aisa utilizaba sus habilidades con el agua para limpiarla.

No podía descifrar con exactitud qué clase de animal era. Por su contextura física suponía que era un lobo o tal vez un perro de gran tamaño, aunque su rostro no parecía el de un lobo, más bien el de un felino. Era extraño, pero intrigante y extrañamente tierno a la vez. Y más aún raro eran sus ojos, de un inquietante color azul eléctrico y manchas violetas alrededor del iris. Era sumamente hermoso. Aunque los chicos no opinaban lo mismo, ya que le tenían un poco de recelo por la mordedura que le había causado a Aisa y por el hecho de que casi termina con la vida del pobre Theo.

—¿Qué piensan que es? —preguntó Aisa.

Estaba tan abstraída acariciando al animal frente a ella que no había dicho una sola palabra en toda la mañana.

—Un monstruo... —contestó Theo entre dientes. Tomó el borde de su camisa, a la cual le faltaba el trozo que había arrancado para vendar la herida del brazo de Aisa—. ¿Cómo está tu brazo, florecita?

—Oh, está bien, ya casi no duele, solo si hago mucha fuerza.

—Si tuviera aguja e hilo te cosería la herida, ¿sabes?

—¿Piensas que te dejaría acercarte a mi brazo con una aguja?

Theo río fuertemente al imaginarse a Aisa corriendo para todos lados mientras él la perseguía con la aguja en la mano.

—Pues ahora que lo pienso mejor, no sería una buena idea. Con esa bestia a tus pies te ves muy poderosa.

Al terminar de hablar, el animal, recostado en el suelo con la mirada cansina, pareció recobrar todas sus energías en un santiamén y gruñó con fiereza a Theo, quien se asustó y cayó al suelo sobre su trasero. Aisa no pudo contener la carcajada que brotó de su garganta y su bella bestia se posicionó junto a ella de forma protectora, lamiendo su mano con cariño.

Theo también reía mientras se sobaba sus partes traseras. Pero quien no reía ni había dicho nada desde el día anterior, era su hermano. Jared estaba atravesando por muchas emociones encontradas desde que había visto a Aisa crear ese látigo de agua. Cuando la vio desplegar ese poder, sintió que su alma se salía de su pecho y solo la sintió volver al abrazarla, porque por un segundo pensó que la perdería.

Enojo, tristeza, incertidumbre, lástima... No sabía qué sentía. Lo único que sabía con certeza era que debían hablar, seriamente, los tres.

—Aisa —dijo Jared con voz profunda y desprovista de diversión, interrumpiendo las risas de la joven y su hermano—. ¿Vas a explicarnos que ocurrió ayer? ¿O por qué no nos contaste que eres una Aquam Giants?

Aisa tragó duramente y miró a Jared a los ojos. El cariño que le había mostrado el día anterior al abrazarla estaba presente en ellos, pero había una niebla de confusión y miedo tapándolo. No quería que el gran avance que se había creado el último mes entre ambos se esfumara. Si debía confesarle todo para que confiara en ella, lo haría sin pensarlo dos veces. También pensaba en Theo, que había sido su amigo desde el principio de todo, desde el momento en que se conocieron, y siempre le había profesado completa confianza y protección.

Era hora de acabar con los secretos.

—Es una larga historia, y estoy dispuesta a contarla si me prometen que... no se enfadarán demasiado.

—Florcita, hemos pasado por mucho juntos como para enojarnos contigo —dijo Theo, inspirándole tranquilidad.

—Habla tranquila, Aisa —agregó Jared que se veía más calmado que antes. Siempre había tenido inquietudes respecto a la chica, y ahora era el momento de conocer la verdad.

Aisa suspiro y se sentó en el suelo lentamente, a la par que el animal se arropaba sobre sus piernas y la miraba, expectante. Los hermanos se miraron entre sí, y encogiéndose de hombros imitaron a la chica, que parecía a punto de relevar el secreto del universo.

—Todo comenzó muchos años atrás, cuando los habitantes de mi pueblo le rogaron a Gea una señal que les mostrara cómo podían pagar todo el daño que habían causado a la tierra. Pasaron meses, casi años, en los que las personas realizaban danzas y rituales antiguos para comunicarse con sus dioses, con Gea. Hasta ofrendas de alimentos y animales. Suplicaron mucho, y un día sus plegarias fueron escuchadas. El pedido a Gea se manifestó en un bebe recién nacido... —Levantó la mirada y miró a ambos hermanos—. Yo.

—¿Pero cómo una bebé podría remediar toda esta catástrofe? —preguntó Theo con una mueca en su rostro.

—Dando su vida —sentenció Jared en un murmuro, y Aisa asintió.

—Estaba estipulado que Gea traería al mundo a un elementalista poderoso, que se diferenciaría de los demás en su rapidez para aprender a manejar su elemento, y por desgracia, esa fui yo. Fue a los dieciocho años que se me reconoció como la ofrenda, yo sería la persona cuya razón de existir, según mi pueblo, era remediar todos los errores de la humanidad, quien debía morir para pagar los platos rotos de otros. Supongo que se habrán dado cuenta que esa no era opción para mí.

—A menos que seas un fantasma, asumo que no fuiste la ofrenda de nadie— bromeó Jared, alivianando el aire tenso que se había generado.

—Debido a que no me enteré de mi sacrificio hasta ese mismo día, me vi obligada a escapar durante el ritual. Utilicé tanta energía en mi huida, que caí desmayada sobre la puerta de mi casa apenas llegué, y al despertar, encerrada en la despensa, supe que mi madre me había puesto allí para mantenerme segura de la batalla que se estaba desarrollando a lo largo de toda la Toscana. Ella me dejó una nota pidiéndome disculpas, y lo más probable es que esté muerta ahora. Leer esa nota y no verla, fue el momento más horrendo de mi vida —finalizó con una lágrima deslizándose por su mejilla.

—Hey, ¿más feo que los que has pasado con nosotros? —dijo Theo haciendo sonreír a Aisa.

—Estar con ustedes ha sido lo mejor que me ha pasado. Me hubiera quedado sola en el mundo, de no ser porque ustedes me recogieron de casa ese mismo día.

—¿Fue el mismo día? —preguntó Jared, asombrado.

—Sí, apenas había salido de la despensa hace unos minutos, y ya estabas apuntándome con un arma.

—Solo uso armas de fuego cuando me siento en desventaja o me pongo nervioso—dijo el muchacho sonriendo de lado, haciendo que Aisa se ruborizara un poco.

—Espera, hay una cosa que no comprendo... —dijo Theo con mirada pensativa—. ¿Por qué no te sacrificaron apenas supieron que eras la ofrenda? Es decir, sé que suena horriblemente cruel pero, de esa forma se hubieran evitado tanto embrollo y hubiera sido más rápido.

—Es que... en mi pueblo los sacrificios se realizan cuando alcanzas la mayoría de edad.

—Espera... entonces el día que te encontramos, ¡¿Era tu cumpleaños?! —exclamó Theo.

—Sí, lo era —afirmó Aisa, apenada por el recuerdo de su madre—. Esquivé el asunto del sacrificio, a eso se debe lo de ayer, la naturaleza me exige como su sacrificio a toda costa. Reclama su ofrenda, y estoy segura de que no parará hasta que me tenga.

—Esto es algo serio... muy serio —dijo Theo, levantándose del suelo y pasando sus manos por su cabello—. Nuestras vidas corren peligro.

—Lo sé, lo sé... perdonen, lo único que hago es complicarles las cosas —dijo Aisa mientras se cubría el rostro con las manos.

—Hey, ¿qué dices? —Replicó Jared que se había acercado hacia ella y con sus duras manos llenas callos y piel reseca, tomó las de ella con suma delicadeza—. Nuestras vidas han sido complicadas desde hace mucho tiempo antes de que tú aparecieras. Es más, creo que han mejorado desde que te conocimos —dijo el muchacho para calmarla, sonriendo de una forma que Aisa jamás había visto.

—Pero... ¿No tienen miedo? Cosas como lo que ocurrió ayer podrían y volverán a pasar.

—Claro que tenemos miedo, pero el miedo impulsa nuestro instinto de supervivencia. ¿Cómo crees que sobrevivimos a la guerra?

Theo miraba a su hermano sorprendido. La reacción normal que hubiera esperado de Jared era totalmente distinta a esa. Imaginaba que se pondría a gritar, a insultar a Aisa y que se marcharía sin dudarlo. Pero al contrario, nunca lo había visto ser tan amable y compasivo. Algo raro pasaba con su hermano mayor, y por dentro sabía que se debía a Aisa. Ella lo había cambiado, había reavivado su corazón de piedra. Aunque eso lo animaba, al mismo tiempo sentía celos.

—Jared tiene razón, no importa lo que ocurra, te protegeremos cueste lo que cueste.

Aisa miró ambos chicos con ojos abiertos como platos y turbios por el llanto contenido. Se lanzó sobre ambos y los abrazó con fuerza, olvidando por completo la herida en su brazo. Ambos hermanos respondieron al abrazo con efusión, y compartieron una mirada cómplice. No hacía falta decirlo con palabras, habían jurado protegerla con sus vidas.

***

Ya era la tarde, y era hora de seguir su camino. Comenzaron a guardar las cosas y Aisa aprovechó unos momentos para acercarse al lago y sumergir las manos, vigilando que nada viniera a atraparla. Se sentía tan bien en contacto con su elemento, como si sus baterías se recargaran con cada segundo. Hizo unos pequeños trucos con el agua, como remolinos y pequeñas olas para que los chicos no la vieran, pero luego recordó que ya sabían su secreto y no era necesario esconderse más. Ahora podía ser totalmente franca con ellos, y con ella misma.

Su nueva mascota no la dejaba sola ni un segundo, a cada paso que daba la seguía como si fuera su sombra. Esa sensación de protección le agradaba, nunca nadie había confiado en ella tan ciegamente. Miró a Jared, quien se colgaba su bolsa en los hombros y llevaba la de ella en la mano. Se acercó para arrebatársela y él se resistió, insistiendo en que aún no podía cargar tanto peso.

—¡Dame mis cosas! No soy una maldita princesa, puedo con ellas —gritó ella enfadada.

—Eres mi princesa.

Aisa respiró hondo a la par de Jared, que la miraba con los ojos fuera de órbita. Las palabras habían emergido de sus labios sin pensarlo, y se reflejaba en su rostro pálido como el papel. Su garganta bajaba y subía rápidamente, presa del nerviosismo. Aisa estaba atónita, ningún hombre le había dicho algo así nunca y viniendo de Jared, era algo increíble. El muchacho abría la boca para decir algo, pero no sabía qué. Terminó extendiendo su brazo hacia adelante para que Aisa tomara su bolsa. Cuando lo hizo, se adelantó a pasos agigantados a donde estaba su hermano y comenzó a caminar muy por delante de la chica, que se movía casi por inercia.

—¿Qué rayos te pasa? Pareces a punto de desmayarte —le dijo Theo a su hermano preocupado.

—Nada, estoy bien —contestó Jared apretando los dientes.

—¿Seguro? Porque...

—¡Estoy bien! —gritó con fuerza, pero no sonó como si estuviera enojado, como es lo usual. Sonó a capricho, como si lo hubieran regañado.

Theo lo miró enarcando una ceja. Miró a Aisa detrás de ellos que se veía igual de blanca que su hermano y le preguntó con la mirada si había ocurrido algo. Ella sacudió la cabeza pero no lo miró a los ojos, indicándole a Theo que en efecto, algo había pasado. Trato de olvidarse del asunto, ya que faltaba muy poco para llegar al océano Atlántico y debían concentrar todas sus fuerzas en lo que les esperaba. Recordaba un viejo proverbio que decía que el tramo más difícil de un camino siempre es el último, porque es donde estás más cansado pero a la vez ansioso por llegar a destino. No encontraba otra manera de definir su estado.

De la nada, Theo se detuvo al sentir el brazo de Jared atravesando su pecho, y sigió su mirada hacia el frente. Cuatro hombres, o mejor dicho, cuatro guerreros se acercaban hacia ellos, blandiendo finas y largas espadas cubiertas por un halo de agua.

Aquam Giants —dijo Jared por lo bajo.

Miró hacia atrás en busca de Aisa, y la encontró de espaldas retrocediendo ante otros cuatro guerreros que la miraban como si de un premio se tratase. La chica temblaba sin parar, pero en sus manos se formaron dos esferas de agua, que iban creciendo a medida que se acercaban al lado.

Los tres jóvenes retrocedieron hasta llegar al punto de chocarse entre sí. Espalda contra espalda, rodeados de ocho guerreros armados y preparados para lograr su objetivo.

—Venimos por la chica —dijo el que parecía el líder, ya que el cuello de su traje era de un azul muy oscuro, que lo diferenciaba de los demás. Su voz se oía distorsionada por el paño que cubría la mitad de su rostro.

—¿Piensas que no lo sé? —dijo Jared con sorna. No era ningún tonto y se había dado cuenta que los hombres los habían acorralado junto al lago, su fuente de poder.

—Entrégala y nadie saldrá herido.

—Para eso tendrás que pasar sobre mi cadáver —respondió Jared, y rápidamente irguió sus manos hacia el cielo, elevando grandes trozos del suelo y arrojándoselos a sus enemigos. Su hermano comenzó a imitarlo, tratando de esquivar los ataques de los Aquam Giants y defendiendo a Aisa, pero sus intentos no fueron suficientes. Uno de los guerreros le lanzó dos corrientes de agua enormes, que impactaron en sus rodillas y lo hicieron caer al suelo, gimiendo de dolor. Aisa se arrodilló a su lado, preguntando si estaba bien. Theo le respondió que sí, pero su rostro se retorcía de dolor. Llena de furia gritó desde el fondo de sus entrañas y, absorbiendo el agua del lago, se cubrió de agua completamente y como si fuera una bomba, estalló.

Tres de los guerreros cayeron al suelo y tardaron bastante en levantarse, pero no sirvió de mucho, ya que otros tres habían reducido a Jared al suelo y lo retenían con fuerza. A pesar de que éste se removía sin cesar, no era tan fuerte como pensaba. Abatido, dos de los guerreros lo tomaron por los brazos, y el tercero tomó su daga nuevamente. Puso el filo sobre el grueso cuello de Jared, que comenzó a respirar apurado cuando sintió que la espada trazaba un fino pero doloroso corte sobre su piel, y una línea de sangre corría por su cuello manchando su remera.

—¡No, por favor, paren! ¡Llévenme con ustedes pero no le hagan daño! ¡Se lo suplico!

Jared la miró con la mirada desbocada.

—¡¿Qué haces?!

—Lo que debí hacer hace mucho tiempo —dijo ella con las lágrimas corriendo sin reproche por su rostro.

El líder de los guerreros sonrió cínicamente mientras Aisa caminaba hasta su lado. La tomó con fuerza de la muñeca, al mismo tiempo que los hombres que sostenían a Jared lo arrojaban sobre su hermano, que aún no podía ponerse de pie. Era una batalla perdida desde el principio y lo sabían.

—Pronto entenderán que esto es lo mejor para todos, Gea solo reclama lo que es suyo —Las últimas palabras del guerrero antes de que diera la vuelta y caminara junto con sus compañeros, jalando a Aisa del brazo.

Jared trataba de zafarse de los brazos de su hermano que lo sostenía con fuerza, pero ya era tarde. Aisa le dio una última mirada, en la que sin lugar a dudas le decía dos palabras: Te amo. Él también la amaba, y se arrepentía de no habérselo dicho antes. Haría lo que fuera necesario por recuperarla.


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