Lauren estaba decidida a conquistarla, evidentemente. Le enviaba flores, le compraba joyas, regalos... que encontraba en su almohada, al lado de su plato, en su escritorio. Pero eran sus conversaciones durante el almuerzo lo que empezaba a erosionar seriamente sus defensas.
Lauren Jauregui sabía cómo conquistar a una mujer.
Pero ella no quería ser una conquista más.
Con tantas emociones, había perdido de vista su objetivo y aún no había empezado a buscar en los vestidores de la casa. Además del dormitorio principal, sólo había echado un vistazo en el piso de arriba. Y en parte era culpa de Lauren, que insistía en mantener la imagen de enamoradas y no se apartaba de su lado ni un momento.
A las ocho iba a buscarla para ir a algún restaurante de moda donde las vería todo el mundo y donde la tocaba a la menor oportunidad. Y después iban al club hasta las tres de la mañana y seguía tocándola.
Llevaba cuatro días viviendo en la casa de su madre... ¡cuatro días! Y no tenía nada salvo unas hormonas superactivas y un reloj biológico que ya no sabía si era de día o de noche.
«Si fueras sincera con Lauren sobre tu madre biológica no tendrías que mentir».
Pronto, se dijo a sí misma. Pronto se lo contaría. Le gustaba demasiado como para seguir mintiéndole sobre la razón por la que se había casado con ella.
Lauren nunca había estado preocupada por ninguna mujer, pero no podía dejar de pensar en Camila, que esa noche había puesto como pretexto una jaqueca para marcharse a casa. Y, de repente, el club la aburría tanto que decidió marcharse unos minutos más tarde.
Después de conectar la alarma subió al piso de arriba, pero cuando iba a entrar en su dormitorio vio luz en una de las habitaciones.
¿Habría un intruso en la casa o Camila estaría explorando? ¿Se habría encontrado con un ladrón a pesar de las medidas de seguridad o alguien del servicio se habría dejado la luz encendida?
La necesidad de comprobar que Camila estaba bien era, de repente, tan urgente como respirar. Lauren sacó el móvil del bolsillo, dispuesta a llamar a la policía si era necesario, y entró en la habitación. Allí no había nadie, pero oyó ruido en el vestidor.
Se acercó en silencio y vio a Camila arrodillada, golpeando el suelo de madera con los nudillos.
—¿Qué estás haciendo?
Ella lanzó un grito, llevándose una mano al corazón.
—¡Qué susto me has dado!
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
Camila se mordió los labios.
—Pues... estoy buscando un compartimento escondido.
—¿Qué?
—Verás... ésta era la casa de mi madre. Mi madre biológica. Estoy buscando sus diarios.
Lauren hizo una mueca. Tenía que haber oído mal.
—Camila, ¿de qué estás hablando? ¿Estás borracha?
—No, no lo estoy. Y es una historia muy larga —suspiró ella—. Una que debería haberte contado antes de casarnos, pero no sabía cómo hacerlo. ¿Podemos...? Ven, tengo que enseñarte una cosa.
Lauren la siguió hasta el vestidor de su dormitorio y esperó mientras sacaba dos carpetas y un montón de cartas unidas por una cinta de su maleta.
El remite era la dirección de aquella casa, sin nombre, sólo con una inicial: C.
—Tras la muerte de mi padre descubrí que no era hija de Susan Lowes. Sinuhe Estrabao era mi madre biológica. Conoció a mi padre cuando estuvo destinado en Florida, tuvieron una aventura, ella quedó embarazada... y yo soy el resultado. Las cartas que le escribió hablan de un compartimento escondido en esta casa en el que guardaba sus diarios. En uno de ellos escribió: «sólo tú, mis diarios y yo sabemos la verdad». Así que estoy esperando encontrarlos y averiguar algo sobre mí. Y, sobre todo, por qué me abandonó.
Lauren sacudió la cabeza atónita. Era imposible que Camila se hubiera casado con ella por simple coincidencia. Era imposible que hubiera encontrado trabajo en el club por casualidad.
—¿Todo esto ha sido una trampa?
—No exactamente.
—¿Qué entonces?
Camila respiró profundamente.
—Vine a Florida tras la muerte de mi padre dispuesta a conocer a Sinuhe, pero había muerto y no tenía parientes. Pregunté por ahí, pero me dijeron que su casa había sido vendida. Casi nadie quería hablar conmigo y los que lo hicieron decían no saber nada de una hija —Camila golpeó una de las carpetas—. Esto es todo lo que he podido descubrir. Pero no es suficiente.
—¿Quieres reclamar su herencia? —preguntó Lauren.
—No, sólo quiero encontrar los diarios de mi madre para descubrir algo más sobre mí misma. Y cuando descubrí que tú habías comprado la casa, decidí que la única manera de conseguir lo que quería era a través de ti.
—O sea, que me has utilizado.
—Sí, supongo que podrías decir eso. Pero yo no te pedí que te casaras conmigo. Sólo pensaba hacerme tu amiga para... para convencerte de que me dejaras entrar aquí. Tenía que descubrir mi pasado, Lauren. El matrimonio de mis padres era una mentira. Mi padre se casó con Susan, la viuda de su mejor amigo, para darme una madre y darle un padre al niño que esperaba Susan... pero el pobre murió antes de nacer. Todo en lo que yo había creído siempre era una mentira. No sabía... sigo sin saber qué es verdad y qué no. Necesito averiguar la verdad.
Aquello era tan absurdo que Lauren no podía creerlo.
—¿Y por qué has hecho todo este numerito? ¿Por qué no me contaste la verdad?
—Porque toda esta historia parece sacada de una novela romántica. Pensé que no me creerías.
Y probablemente no la habría creído.
—Cuando descubrí que estabas buscando un contable solicité el puesto y lo conseguí. Pensé que cuando nos conociéramos mejor podría explicarte la situación... pero no fue así. Manteníamos una relación exclusivamente profesional.
Lauren recordó entonces que le había dicho que se casaría con ella sólo si vivían en aquella casa.
—Te casaste conmigo para vivir aquí.
—Y tú te casaste conmigo para conseguir un puesto en la Cámara de Comercio. Creo que ninguna de las dos se ha casado por amor —replicó ella.
—¿Qué habrías hecho si no te hubiera propuesto matrimonio?
—No lo sé. Estaba intentando reunir valor para pedirte que me dejases entrar aquí —suspiró Camila—. Pero pensé que si me decías que no estaría en un callejón sin salida. Lauren, siento mucho no habértelo contado antes. Pero es que... no sabía cómo hacerlo.
Lauren se sentía como una tonta. Se sentía traicionada, utilizada.
Le gustaría alejarse de Camila, pero anular el matrimonio después de dos semanas daría al traste con sus planes. Perdería la presidencia de la Cámara y el puesto que le correspondía en Jauregui Inc.
—¿También es mentira cómo reaccionas cuando te toco?
—Tú sabes que no —contestó ella.
Lauren no sabía qué pensar, qué decir.
—Cuando encuentres los diarios, si existen, ¿qué pasará?
—Que seguiremos adelante como habíamos acordado. Te prometí que estaría contigo dos años y eso es lo que voy a hacer.
Si estaba mintiendo se merecía un Óscar, pensó Lauren.
—Bueno, ya hablaremos de esto por la mañana.
—Lauren...
—No, déjalo. Ahora mismo quiero estar sola.
Se alejó porque quería creerla cuando todo le decía que no lo hiciera. Sabía que la historia era absurda y estaba harta de mentiras.
Las de su padre para ocultar su aventura con la madre de Normani. Las de su madre para esconder que bebía.
Primero leería las cartas y lo que hubiera en la carpeta y luego hablaría con Dinah para saber qué debía hacer.
Pero tendría que tomar una decisión. Seguir con su mujer o echarla de su casa.
Aquí el maratón que me vinieron pidiendo, que pareció una montaña rusa de emociones al decir verdad jajaja Espero les haya gustado y por favor, denme sus opiniones. No saben lo importante que es para mi saber si les gusta, si no les gusta. Si tengo que cambiar algo o simplemente es un fracaso el fanfic.
Sin más que decir, hasta una nueva actualización.