Camila la había defendido.
Lauren no recordaba la última vez que alguien había dado la cara por ella. Ni su padre, ni su madre, ni su hermanos. No esperaba que lo hicieran sus hermanas porque, como la mayor, era su obligación cuidar de Ally y Sofi.
Y, sin embargo, Camila había intentado defenderla sin dudar un momento y sin que ella se lo pidiera. Ese brillo de fuego en sus ojos cuando hablaba con Chris le había parecido tremendamente sexy. Y la hacía desearla más.
¿Sería una amante apasionada?
Mientras pensaba en la mujer que estaba en su cuarto de baño, se sentó en la cama y miró la pared que separaba las dos habitaciones. Camila no era la primera mujer que se duchaba allí ni mucho menos, pero era la única que la había hecho desear entrar en el baño para verla desnuda. O, mejor aún, meterse en la ducha con ella y dejar que sus manos y su boca siguieran la dirección del agua...
«Porque cuando una mujer está usando la ducha es porque ya te has acostado con ella y estás deseando meterla en un taxi y enviarla a su casa».
Las mujeres con las que se acostaba nunca dormían allí. Camila iba a ser la primera.
Unos minutos después se abrió la puerta del baño y Camila salió, envuelta en una nube de vapor. Llevaba el pelo sujeto en un moño con mechones cayendo a los lados.
¿Cómo había podido creerla sosa alguna vez? A pesar de la sencilla camiseta y los pantalones cortos, tenía un aspecto tan deseable que se le hacía la boca agua.
-¿Por qué me has defendido esta noche?
Ella se detuvo, apretando contra el pecho el vestido negro que había llevado a la cena. Era un vestido sencillo, discreto, pero la abertura en la parte de atrás había hecho que Lauren estuviera pendiente cada vez que caminaba. Veía mucha más piel en Estate cada noche, pero como Camila vestía de manera tan conservadora ese trocito de piel era territorio tabú y, por lo tanto, más deseable.
-Algo en el tono condescendiente de tu hermano me ha sacado de quicio. Me recordaba a...
-¿A quién?
-A mi padre. También él era de los que le decían a todo el mundo lo que tenía que hacer.
De modo que había tenido un padre controlador ¿Sería por eso por lo que era tan conservadora y responsable ahora?
-Camila, no necesito que te pelees por mí.
-Ya sé que no.
Lauren se levantó de la cama para apartar un mechón de pelo de su cara. -No necesito que me defiendas, pero te lo agradezco.
-Es lo que una esposa debe hacer, ¿no?
-No tengo ni idea. Todo esto es nuevo para mí.
-Sí, bueno... Lauren, yo creo que te has pasado esta noche. Sé que tenemos que hacer que tu familia nos crea enamoradas, pero...
-Tú me devuelves los besos. En la playa, en la piscina, en la puerta...
-A lo mejor soy tan buena actuando como tú.
-No se pueden fingir los latidos del corazón o la dilatación de las pupilas - sonrió Lauren, bajando la mirada hasta los pezones marcados bajo la camiseta-. Y eso tampoco se puede fingir.
Camila se cruzó de brazos.
-¿Qué quieres decir?
-Que me deseas.
-Yo y otras cien mujeres, por lo visto. Pero parte de ser una adulta es saber que uno no puede tener todo lo que quiere.
-Puedes tenerme -Lauren abrió los brazos-. Puedes tenerme cuando quieras.
Camila vaciló un momento... antes de sonreír con picardía.
-Eso he oído.
No era la invitación que Lauren había soñado.
-¿Estás esperando el resultado de los análisis? ¿Es por eso?
-No, sencillamente estoy haciendo lo que habíamos acordado -suspiró ella.
Durante la cena se le había olvidado que estaban allí para convencer a su familia de que había sentado la cabeza y buscaba cualquier excusa para tocar a Camila. Buscaba oportunidades para besarla porque besarla la llenaba de una anticipación que no había sentido en mucho tiempo.
¿Cuántos besos le había robado esa noche? ¿Cuatro? No, cinco. Y después del último, en la puerta, la deseaba tanto que apenas podía inclinarse para entrar en el descapotable.
-Los acuerdos se pueden cambiar -murmuró, alargando una mano para tocar su cuello-. Deja que te demuestre lo bien que podemos pasarlo, Camila.
Ella cerró los ojos un momento, pero los abrió de golpe.
-No.
Lauren podría aceptar una negativa si supiera que Camila no la deseaba, pero no era así.
Entonces, ¿por qué estaban sufriendo las dos? Quería besarla hasta que ella le suplicase que le quitara la ropa y la tirase sobre la cama.
Y seguro que era tan ardiente como imaginaba. No, más ardiente, más húmeda. Se ponía a sudar pensando en ello.
Lauren vio que se ponía colorada, como si hubiera leído sus pensamientos.
Oh, sí. La deseaba.
-La aprobación de tu familia... -empezó a decir Camila-. Por eso quieres conseguir la nominación de la Cámara, ¿verdad?
No podía haber dicho nada mejor para enfriarlo.
-Eso es algo personal.
-El día que me convertí en tu esposa empecé a formar parte de tu vida personal. Si no me lo cuentas, no podré ayudarte.
Lauren se pasó una mano por el pelo. Tenía razón, ahora Camila era parte de su vida, aunque sólo fuese de forma temporal.
-Quiero ocupar el sitio que me corresponde en Jauregui Inc.
-¿Por qué? ¿Dirigir Estate no es suficiente?
-No, no lo es. Mi padre me dejó fuera del consejo de administración cuando estaba vivo y ahora Chris está haciendo lo mismo. Y estoy harta de que me nieguen mi parte del negocio.
-¿Y qué importa eso? Tú tienes éxito con o sin la aprobación de Chris.
-Yo no quiero su aprobación -dijo ella-. Me educaron para ocupar un sitio en la empresa familiar. Tengo la formación y la experiencia necesarias para hacer un papel más activo. Y me pregunto si se me niega mi sitio porque conocía la aventura de mi padre con la madre de Normani y tuve valor para decírselo.
-¿Crees que te están castigando por no permanecer callada?
-Exactamente. Claro que nunca podré estar segura.
-Sabes que no te dejan fuera por tu falta de talento, ¿verdad? No estaba mintiendo cuando le dije a Chris que diriges una organización que funciona como un reloj. Yo he trabajado en muchos sitios y sé de qué estoy hablando.
Su apoyo hizo que Lauren empezase a mirarla de otra manera.
-Gracias. No sé qué decir...
-Eres una típica hija mediana, ¿lo sabías?
-¿Qué?
-Los niños que nacen entre unos hermanos y otros tienen que encontrar su sitio, su propia manera de triunfar, de llamar la atención.
-Eso es... acertado, supongo. Chris y Taylor siempre han estado muy unidos entre sí... y con mi padre. Ally y Sofi son muy iguales y se llevan bien. Así que yo aprendí pronto a entretenerme sola. Si quería la atención de mis padres tenía que hacer algo más importante o más llamativo que mis hermanos. Y en el proceso adquirí una fama de temeraria y de despreocupada que no puedo quitarme de encima, aunque dejé ese comportamiento juvenil hace mucho tiempo.
-¿Y crees que haberte casado ayudará a que olviden esa fama?
-Haberme casado con la mujer adecuada, sí.
Camila se volvió hacia la ventana y Lauren siguió la dirección de su mirada. Las luces de un crucero saliendo del puerto de Miami se reflejaban en el agua. La vista del mar había sido la razón por la que compró el ático, pero la vista no lo tranquilizaba esa noche.
-¿Tú eres hija única?
-Sí.
-¿Y cómo son los hijos únicos?
-Conformistas o rebeldes, no hay término medio.
-¿Y tú qué eras? -sonrió Lauren.
-¿Tú qué crees?
Ella pensó en su forma de vestir, el pelo siempre sujeto en un moño, las gafas que no necesitaba...
-Una conformista. Lo cual está bien, porque una mujer con un pasado salvaje es lo último que necesito.
Y, sin embargo, el deseo de hacerla sentir salvaje en la cama la tenía tan excitada que estaba a punto de mandar al demonio la promesa de no mantener relaciones sexuales con ella.
Lauren se volvió abruptamente y apartó el embozo de la sábana:
-Vamos a la cama.
Ella no se movió.
-Ya te dije que no iba a acostarme contigo.
-Camila, sólo hay una cama. Como nos vamos mañana a la casa de Sunset, no he convertido el estudio en un dormitorio.
-Entonces dormiré en el sofá. ¿Tienes una almohada?
-¿Qué pasa? ¿No confías en ti misma?
Camila se quedó en silencio unos segundos antes de apartar la mirada.
-Es posible.
Su sinceridad la sorprendió.
Pero tampoco Lauren estaba segura de poder controlarse si se acostaba con ella. Y, por mucho que la deseara, no pensaba hacerle el amor hasta que Camila estuviera húmeda y disponible.
Hasta entonces, tendría que soportar algunas noches en blanco.
-Acuéstate en la cama. Yo dormiré en el sofá.