La familia Black

By yaki2021

8.5K 263 45

Todos conocen a Sirius Black (canito) como el supuesto acecino y padrino de Harry Potter pero no lo conocen... More

Prologo
La carta de Hogwarts
Capitulo 2:la fiesta de cumpleaños
Cumpleaños patre2
Regalos encantados y adelantos de capitulo o lidros siguentes
Regalos de sus amigos
Los regalos de los Black
3 semanas para Hogwarts olivander varita y conociendo a harry potter
El expreso de Hogwarts
La gran selecion
Resumen del primer año
Resumiendo el segundo año
Vacaciones
Expreso de hogwarts y dementores
Sorpresas y secretos de hermanos
Mas peleas entre hermanos, adivinaciones falsas y una pocion hecha
Ves???
Maldito Malfoy
Un armario muy raro
la Señora Gorda se fue?
los dementores no se cansan y la piedra de aphodita
le dieron que!
Salvar animales y resover problemas
El baile de Slytherin parte 1
El baile de Slytherin parte 2
No es un adios es un asta luego
Por que no e publicado a ca
Baile de Slytherin parte 3
O te casa o te borraremos
Deciciones
Navidad

salida a Hog....HARRY POTTER QUE HISISTE

139 1 0
By yaki2021

Pov de Llamylet

Con la promesa de el Tío Remus nos daría clases de antidementores, la esperanza de que Harry tal vez no tuviera que oír la muerte de su madre y la derrota que Ravenclaw infligió a Hufflepuff en el partido de Quidditch de finales de noviembre, el estado de animo de Harry y mío mejoro mucho.

Gryffindor no había perdido todas las posibilidades de ganar la copa, aunque tampoco podían permitirse otra derrota. Wood recupero su energía obsesiva y entrenó al equipo con dureza por lo menos veo a mi novio mas, asta en la dureza de la lluvia que permaneció todo los días de Diciembre. Y gracias a Merlin no vimos a los dementores dentro de el colegio. Dumbledore con la ira parecía que los mantenía en su puesto en la entrada

Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha. Dentro del castillo había ambiente navideño. El profesor Flitwick, que daba Encantamientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban. Los alumnos comentaban entusiasmados sus planes para las vacaciones. Ron , Hermione y yo habíamos decidido quedarse en Hogwarts, y aunque Ron dijo que era porque no podía aguantar a Percy durante dos semanas, y Hermione alegó que necesitaba utilizar la biblioteca y Llamylet le dijo la verdad no iba para dejar a Harry solo ya que los primeros dos  no consiguieron engañar a Harry: se quedaban para hacerle compañía y él se sintió muy agradecido. Por eso ella decidió decirle la verdad

Para satisfacción de todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.

Ya yo había hablado tenia un plan para que Harry estuviera contento le avía dicho a los gemelos que le dieran el mapa que yo les daba otro

Pov. De Harry

-¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! -dijo Hermione-. ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!- Resignado a ser el único de tercero que no iría, Harry le pidió prestado a Wood su ejemplar de El mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes modelos. En los entrenamientos había montado en una de las escobas del colegio, una antigua Estrella Fugaz muy lenta que volaba a trompicones; estaba claro que necesitaba una escoba propia. La mañana del sábado de la excursión, se despidió de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de Gryffindor. Habla empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.

-¡Pss, Harry! -Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

-¿Qué hacéis? -preguntó Harry con curiosidad-. ¿Cómo es que no estáis camino de Hogsmeade?

-Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos -le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente-. Entra aquí...

Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de Fred y George. George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.

-Un regalo navideño por adelantado, Harry -dijo. Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de Fred y George, lo miró con detenimiento.

-¿Qué es?

-Esto, Harry, es el secreto de nuestro éxito -dijo George, acariciando el pergamino.

-Nos cuesta desprendernos de él -dijo Fred-. Pero anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.

-si tu novia te convenció con una cara de cachorro - Fred lo miro mal, Harry le dio la razón Llamylet aveces era muy buena en conseguir lo que quiere-  De todas formas, nos lo sabemos de memoria. Tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.

-¿Y para qué necesito un pergamino viejo? -preguntó Harry.

-¡Un pergamino viejo! -exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente-. Explícaselo, George.

-Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero.. y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... -Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran sido inocentes alguna vez

-. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvimos un pequeño problema con Filch.

-Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.

-Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...

-... castigo...

-... de descuartizamiento...

-... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».

-No me digáis... -dijo Harry sonriendo.

-Bueno, ¿qué habrías hecho tú? -preguntó Fred- George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y cogí... esto.

-No fue tan malo como parece -dijo George-. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.

-¿Y sabéis utilizarlo?

-Si gracias a los Black- dijo Fred, sonriendo con complicidad y el los miro confundido -Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.

-Me estáis tomando el pelo -dijo Harry, mirando el pergamino

. -Ah, ¿sí? ¿Te estamos tomando el pelo? -dijo George. Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció: -Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:

Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
proveedores de artículos para magos traviesos están orgullosos de presentar
EL MAPA DEL MERODEADOR

Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos. Pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta. Estupefacto, Harry se inclinó sobre el mapa. Una mota de la esquina superior izquierda, etiquetada con el nombre del profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero, la Señora Norris, patrullaba por la segunda planta, y Peeves se hallaba en aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos. Y mientras los ojos de Harry recorrían los pasillos que conocía, se percató de otra cosa: aquel mapa mostraba una serie de pasadizos en los que él no había entrado nunca. Muchos parecían conducir...

-Exactamente a Hogsmeade -dijo Fred, recorriéndolos con el dedo-. Hay siete en total. Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. -Los señaló-. Pero nosotros estamos seguros de que nadie más conoce estos otros. Olvídate de éste de detrás del espejo de la cuarta planta. Lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero ahora está completamente bloqueado. Y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo haya utilizado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada. Pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja tuerta.

-Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta -suspiró George, señalando la cabecera del mapa-. Les debemos tanto...

-Hombres nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de la ley -dijo Fred solemnemente.

-Bien -añadió George-. No olvides borrarlo después de haberlo utilizado.

-De lo contrario, cualquiera podría leerlo -dijo Fred en tono de advertencia. -No tienes más que tocarlo con la varita y decir: «¡Travesura realizada!», y se quedará en blanco. -Así que, joven Harry -dijo Fred, imitando a Percy admirablemente-, pórtate bien.

-Nos veremos en Honeydukes -le dijo George, guiñándole un ojo.

Salieron del aula sonriendo con satisfacción. Harry se quedó allí, mirando el mapa milagroso. Vio que la mota de tinta que correspondía a la Señora Norris se volvía a la izquierda y se paraba a olfatear algo en el suelo. Si realmente Filch no lo conocía, él no tendría que pasar por el lado de los dementores. Pero incluso mientras permanecía allí, emocionado, recordó algo que en una ocasión había oído al señor Weasley: «No confíes en nada que piense si no ves dónde tiene el cerebro.»

Aquel mapa parecía uno de aquellos peligrosos objetos mágicos contra los que el señor Weasley les advertía. «Artículos para magos traviesos...» Ahora bien, meditó Harry, él sólo quería utilizarlo para ir a Hogsmeade. No era lo mismo que robar o atacar a alguien... Y Fred y George lo habían utilizado durante años sin que ocurriera nada horrible.

Harry recorrió con el dedo el pasadizo secreto que llevaba a Honeydukes. Entonces, muy rápidamente, como si obedeciera una orden, enrolló el mapa, se lo escondió en la ropa y se fue a toda prisa hacia la puerta del aula. La abrió cinco centímetros. No había nadie allí fuera. Con mucho cuidado, salió del aula y se colocó detrás de la estatua de la bruja tuerta. ¿Qué tenía que hacer? Sacó de nuevo el mapa y vio con asombro que en él había aparecido una mota de tinta con el rótulo «Harry Potter». Esta mota se encontraba exactamente donde estaba el verdadero Harry, hacia la mitad del corredor de la tercera planta. Harry lo miró con atención. Su otro yo de tinta parecía golpear a la bruja con la varita. Rápidamente, Harry extrajo su varita y le dio a la estatua unos golpecitos. Nada ocurrió. Volvió a mirar el mapa. Al lado de la mota había un diminuto letrero, como un bocadillo de tebeo. Decía: «Dissendio.»

-¡Dissendio! -susurró Harry, volviendo a golpear con la varita la estatua de la bruja.

Inmediatamente, la joroba de la estatua se abrió lo suficiente para que pudiera pasar por ella una persona delgada. Harry miró a ambos lados del corredor, guardó el mapa,

metió la cabeza por el agujero y se impulsó hacia delante. Se deslizó por un largo trecho de lo que parecía un tobogán de piedra y aterrizó en una tierra fría y húmeda. Se puso en pie, mirando a su alrededor.

Estaba totalmente oscuro. Levantó la varita, murmuró ¡Lumos!, y vio que se encontraba en un pasadizo muy estrecho, bajo y cubierto de barro. Levantó el mapa, lo golpeó con la punta de la varita y dijo: «¡Travesura realizada!» El mapa se quedó inmediatamente en blanco. Lo dobló con cuidado, se lo guardó en el pantalón y con el corazón latiéndole con fuerza, sintiéndose al mismo tiempo emocionado y temeroso, se puso en camino.

El pasadizo se doblaba y retorcía, más parecido a la madriguera de un conejo gigante que a ninguna otra cosa. Harry corrió por él, con la varita por delante, tropezando de vez en cuando en el suelo irregular. Tardó mucho, pero a Harry le animaba la idea de llegar a Honeydukes. Después de una hora más o menos, el camino comenzó a ascender. Jadeando, aceleró el paso. Tenía la cara caliente y los pies muy fríos. Diez minutos después, llegó al pie de una escalera de piedra que se perdía en las alturas. Procurando no hacer ruido, comenzó a subir.

Cien escalones, doscientos... perdió la cuenta mientras subía mirándose los pies... Luego, de improviso, su cabeza dio en algo duro. Parecía una trampilla. Aguzó el oído mientras se frotaba la cabeza. No oía nada. Muy despacio, levantó ligeramente la trampilla y miró por la rendija. Se encontraba en un sótano lleno de cajas y cajones de madera. Salió y volvió a bajar la trampilla. Se disimulaba tan bien en el suelo cubierto de polvo que era imposible que nadie se diera cuenta de que estaba allí. Harry anduvo sigilosamente hacia la escalera de madera.

Ahora oía voces, además del tañido de una campana y el chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse. Mientras se preguntaba qué haría, oyó abrirse otra puerta mucho más cerca de él. Alguien se dirigía hacia allí.

-Y coge otra caja de babosas de gelatina, querido. Casi se han acabado -dijo una voz femenina.

Un par de pies bajaba por la escalera. Harry se ocultó tras un cajón grande y aguardó a que pasaran. Oyó que el hombre movía unas cajas y las ponía contra la pared de enfrente. Tal vez no se presentara otra oportunidad... Rápida y sigilosamente, salió del escondite y subió por la escalera. Al mirar hacia atrás vio un trasero gigantesco y una cabeza calva y brillante metida en una caja.

Harry llegó a la puerta que estaba al final de la escalera, la atravesó y se encontró tras el mostrador de Honeydukes. Agachó la cabeza, salió a gatas y se volvió a incorporar. Honeydukes estaba tan abarrotada de alumnos de Hogwarts que nadie se fijó en Harry.

Pasó por detrás de ellos, mirando a su alrededor; y tuvo que contener la risa al imaginarse la cara que pondría Dudley si pudiera ver dónde se encontraba. La tienda estaba llena de estantes repletos de los dulces más apetitosos que se puedan imaginar. Cremosos trozos de turrón, cubitos de helado de coco de color rosa trémulo, gruesos caramelos de café con leche, cientos de chocolates diferentes puestos en filas. Había un barril enorme lleno de alubias de sabores y otro de Meigas Fritas, las bolas de helado levitador de las que le había hablado Ron.

En otra pared había dulces de efectos especiales: el chicle droobles, que hacía los mejores globos (podía llenar una habitación de globos de color jacinto que tardaban días en explotar), la rara seda dental con sabor a menta, diablillos negros de pimienta («¡quema a tus amigos con el aliento!»); ratones de helado («¡oye a tus dientes rechinar y castañetear!»); crema de menta en forma de sapo («¡realmente saltan en el estómago!»); frágiles plumas de azúcar hilado y caramelos que estallaban.

Harry se apretujó entre una multitud de chicos de sexto, y vio un letrero colgado en el rincón más apartado de la tienda («Sabores insólitos»). Ron, Hermione y Llamylet estaban debajo, observando una bandeja de pirulíes con sabor a sangre. Harry se les acercó a hurtadillas por detrás.

-Uf, no, Harry no querrá de éstos. Creo que son para vampiros -decía Hermione.

-¿Y qué te parece esto? -dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.

-Aún peor -dijo Harry. A Ron casi se le cayó el bote.

-si - Llamylet mira para tras y me ve como no esta consciente - Harry que crees.... - ella se vira y grita susurrando - ¡Harry Potter que haces aqui en Hogsmeade - dijo Fingiendo ser sorprendida

-¡Harry! -gritó Hermione-. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo... como lo has hecho...?

-¡Ahí va! -dijo Ron muy impresionado-. ¡Has aprendido a materializarte!

- te lo dieron cierto - me pregunto Llamylet y yo Asiento

-Por supuesto que no Ron y si Llamylet- dijo Harry. Bajó la voz para que ninguno de los de sexto pudiera oírle y les contó lo del mapa del merodeador.

-¿Por qué Fred y George no me lo han dejado nunca? ¡Son mis hermanos!

-¡Pero Harry no se quedará con él! -dijo Hermione, como si la idea fuera absurda-. Se lo entregará a la profesora McGonagall. ¿A que sí, Harry?

-¡No! -contestó Harry

- estas loca si el lo entrega tengo que entregar el mío- dice Llamyler

-¿Estás loca? -dijo Ron, mirando a Hermione con ojos muy abiertos-. ¿Entregar algo tan estupendo?

-¡Si lo entrego tendré que explicar dónde lo conseguí! Filch se enteraría de que Fred y George se lo cogieron.

-Pero ¿y Sirius Black? -susurró Hermione sabiendo que Llamylet la miraba atenta mente -. ¡Podría estar utilizando alguno de los pasadizos del mapa para entrar en el castillo! ¡Los profesores tienen que saberlo!

-No puede entrar por un pasadizo -dijo enseguida Harry-. Hay siete pasadizos secretos en el mapa, ¿verdad? - Llamylet asintió- Fred y George saben que Filch conoce cuatro. Y en cuanto a los otros tres... uno está bloqueado y nadie lo puede atravesar; otro tiene plantado en la entrada el sauce boxeador; de forma que no se puede salir; y el que acabo de atravesar yo..., bien..., es realmente difícil distinguir la entrada, ahí abajo, en el sótano... Así que a menos que supiera que se encontraba allí..

- mas el mapa enseña todos en el castillo y donde están- les dijo Llamylet

Harry dudó. ¿Y si Black sabía que la entrada del pasadizo estaba allí? Ron, sin embargo, se aclaró la garganta y señaló un rótulo que estaba pegado en la parte interior de la puerta de la tienda:

POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA 

Se recuerda a los clientes que hasta nuevo aviso los dementores patrullarán las calles cada noche después de la puesta de sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de Hogsmeade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por lo tanto, que los ciudadanos finalicen las compras mucho antes de que se haga de noche. 

¡Felices Pascuas!

-¿Lo veis? -dijo Ron en voz baja-. Me gustaría ver a Black tratando de entrar en Honeydukes con los dementores por todo el pueblo. De cualquier forma, los propietarios de Honeydukes lo oirían entrar, ¿no? Viven encima de la tienda.

-Sí, pero... -Parecía que Hermione se esforzaba por hallar nuevas objeciones-. Mira, a pesar de lo que digas, Harry no debería venir a Hogsmeade porque no tiene autorización. ¡Si alguien lo descubre se verá en un grave aprieto! Y todavía no ha anochecido: ¿qué ocurriría si Sirius Black apareciera hoy? ¿Si apareciera ahora?

-Pues que las pasaría moradas para localizar aquí a Harry -dijo Ron, señalando con la cabeza la nieve densa que formaba remolinos al otro lado de las ventanas con parteluz. -Vamos, Hermione, es Navidad. Harry se merece un descanso. -Hermione se mordió el labio. Parecía muy preocupada.

- vamos Hermione porfa es navidad no lo podemos dejar solo en el castillo - dijo Llamylet con un puchero - mira asta Pinky quiere que se quede - en eso me di de cuenta de pinky esta aqui y izo el mismo pucherito

-¿Me vas a delatar? -le preguntó Harry con una sonrisa.

-Claro que no, pero, la verdad...

-¿Has visto las Meigas Fritas, Harry? -preguntó Ron, cogiéndolo del brazo y llevándoselo hasta el tonel en que estaban-. ¿Y las babosas de gelatina? ¿Y las píldoras ácidas? Fred me dio una cuando tenía siete años. Me hizo un agujero en la lengua. Recuerdo que mi madre le dio una buena tunda con la escoba. -Ron se quedó pensativo, mirando la caja de píldoras-. ¿Creéis que Fred picaría y cogería una cucaracha si le dijera que son cacahuetes?

- uhhh y toma chicle que dura el sabor por días y el que hace bombas mas grande mira mira - Llamylet parecía una niña pequeña explicándole a Harry todo los dulces que veía el le pareció adorable pero al ver a los gemelos afuera Llamando a la novia de uno - bueno chicos me tengo que ir - se despido y pago sus dulces.

Después de pagar los dulces que habían cogido, salieron los tres a la ventisca de la calle.

Hogsmeade era como una postal de Navidad. Las tiendas y casitas con techumbre de paja estaban cubiertas por una capa de nieve crujiente. En las puertas había adornos navideños y filas de velas embrujadas que colgaban de los árboles. A Harry le dio un escalofrío. A diferencia de Ron y Hermione, no había cogido su capa. Subieron por la calle, inclinando la cabeza contra el viento. Ron y Hermione gritaban con la boca tapada por la bufanda.

-Ahí está correos.

-Zonko está allí. - vimos a los Gemelos y a Llamylet buscando cosas para bromas para las personas

-Podríamos ir a la cabaña de los gritos.

-Os propongo otra cosa -dijo Ron, castañeteando los dientes-. ¿Qué tal si tomamos una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas? A Harry le apetecía muchísimo, porque el viento era horrible y tenía las manos congeladas. Así que cruzaron la calle y a los pocos minutos entraron en el bar. Estaba calentito y lleno de gente, de bullicio y de humo. Una mujer guapa y de buena figura servía a un grupo de pendencieros en la barra.

-Ésa es la señora Rosmerta -dijo Ron-. Voy por las bebidas, ¿eh? -añadió sonrojándose un poco. Harry y Hermione se dirigieron a la parte trasera del bar; donde quedaba libre una mesa pequeña, entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea. Ron regresó cinco minutos más tarde con tres jarras de caliente y espumosa cerveza de mantequilla.

-¡Felices Pascuas! -dijo levantando la jarra, muy contento. Harry bebió hasta el fondo. Era lo más delicioso que había probado en la vida, y reconfortaba cada célula del cuerpo. Una repentina corriente de aire lo despeinó. Se había vuelto a abrir la puerta de Las Tres Escobas. Harry echó un vistazo por encima de la jarra y casi se atragantó. El profesor Flitwick y la profesora McGonagall acababan de entrar en el bar con una ráfaga de copos de nieve. Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas: era Cornelius Fudge, el ministro de Magia. En menos de un segundo, Ron y Hermione obligaron a Harry a agacharse y esconderse debajo de la mesa, empujándolo con las manos. Chorreando cerveza de mantequilla y en cuclillas, empuñando con fuerza la jarra vacía, Harry observó los pies de los tres adultos, que se acercaban a la barra, se detenían, se daban la vuelta y avanzaban hacia donde él estaba.

Hermione susurró: -¡Mobiliarbo! El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos. Mirando a través de las ramas más bajas y densas, Harry vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se sentaban.

Luego vio otro par de pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó una voz femenina:

-Una tacita de alhelí...

-Para mí -indicó la voz de la profesora McGonagall.

-Dos litros de hidromiel caliente con especias...

-Gracias, Rosmerta -dijo Hagrid.

-Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

-¡Mmm! -dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.

-El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

-Gracias, Rosmerta, querida -dijo la voz de Fudge-. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...

-Muchas gracias, señor ministro.

Harry vio alejarse y regresar los llamativos tacones. Sentía los latidos del corazón en la garganta. ¿Cómo no se le había ocurrido que también para los profesores era el último fin de semana del trimestre? ¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaba tiempo para volver a entrar en Honeydukes a hurtadillas si quería volver al colegio aquella noche... A la pierna de Hermione le dio un tic.

-¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? -dijo la voz de la señora Rosmerta. Harry vio girarse la parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca. Luego dijo en voz baja:

-¿Qué va a ser; querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

-Sí, oí un rumor -admitió la señora Rosmerta.

-¿Se lo contaste a todo el bar; Hagrid? -dijo la profesora McGonagall enfadada.

-¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? -susurró la señora Rosmerta.

-Estoy seguro -dijo Fudge escuetamente.

-¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? -dijo la señora Rosmerta-. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.

-Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti -dijo Fudge con incomodidad-. Pero son precauciones necesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

-Menos mal -dijo la profesora McGonagall tajantemente.

-¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

-Bien dicho, bien dicho -dijo el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.

-De todas formas -objetó Fudge-, están aquí para defendernos de algo mucho peor. Todos sabemos de lo que Black es capaz...

-¿Sabéis? Todavía me cuesta creerlo -dijo pensativa la señora Rosmerta-. De toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado... Quiero decir, lo recuerdo cuando era un raño en Hogwarts. Si me hubierais dicho entonces en qué se iba a convertir, después de que los niños nacieron el era un gran hombre; habría creído que habíais tomado demasiado hidromiel

-No sabes la mitad de la historia, Rosmerta -dijo Fudge con aspereza-. La gente desconoce lo peor.

-¿Lo peor? -dijo la señora Rosmerta con la voz impregnada de curiosidad-. ¿Peor que matar a toda esa gente?

-Desde luego, eso quiero decir -dijo Fudge. -No puedo creerlo. ¿Qué podría ser peor?

-Dices que te acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta -susurró la profesora McGonagall-. ¿Sabes quién era su mejor amigo?

-Pues claro -dijo la señora Rosmerta riendo ligeramente-. Nunca se veía al uno sin el otro. ¡La de veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír. ¡Un par de cómicos, Sirius Black y James Potter! Y en quinto año la pequeña de los Greengrass,Gloria Greengrass bueno la madre de sus hijos-A Harry se le cayó la jarra de la mano, produciendo un fuerte ruido de metal. Ron le dio con el pie. Y en eso entran los gemelos con Llamylet riendo y se sentaron en la mesa con ellos y ellos los callaron

-Exactamente -dijo la profesora McGonagall-. Black,Potter y Greengrass Cabecillas de su pandilla. Los tres eran muy inteligentes. Excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca hemos tenido tres alborotadores como ellos.

-No sé -dijo Hagrid, riendo entre dientes-. Fred y George Weasley y sin contar los Black son iguales de alborotadores que sus padres podrían dejarlos atrás.

-¡Cualquiera habría dicho que Black,Potter y GreenGrass eran hermanos! -terció el profesor Flitwick-. ¡Inseparables! Pero obvio la chica callo en las manos de Black y se convirtió en el amor mas Grande de el - Llamylet al escuchar el nombre miro a dónde están los profesores sus ojos solo mostraban miedo

-¡Por supuesto que lo eran! -dijo Fudge-. Potter y Greengrass confiaban  en Black más que en ningún otro amigo. Nada cambió cuando dejaron el colegio. Los Black's fue el padrinos de boda cuando James se casó con Lily. Y James fue el de algunos de sus hijos y el de su boda. Luego fueron los padrinos de Harry. Harry no sabe nada, claro. Ya te puedes imaginar cuánto se impresionaría si lo supiera.-miro a Llamylet que estaba con lagrimas en sus ojos aguantando cada uno pero sola se ivan ella sabia la historia solo que no le gustaba hablar de ella ya trato de preguntarle muchas veces pero no quiso decirle

-¿Porque Black se alió con Quien Ustedes Saben? -susurró la señora Rosmerta.

-Aún peor; querida... -Fudge bajó la voz y continuó en un susurro casi inaudible-. Los Potter no ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos. Dumbledore, que luchaba incansablemente contra Quien Tú Sabes, tenía cierto número de espías. Uno le dio el soplo y Dumbledore alertó inmediatamente a James y a Lily. Les aconsejó ocultarse. Bien, por supuesto que Quien Tú Sabes no era alguien de quien uno se pudiera ocultar fácilmente. Dumbledore les dijo que su mejor defensa era el encantamiento Fidelio.

-¿Cómo funciona eso? -preguntó la señora Rosmerta, muerta de curiosidad. El profesor Flitwick carraspeó.

-Es un encantamiento tremendamente complicado -dijo con voz de pito- que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente. La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto. Y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián secreto opte por divulgarlo. Mientras el guardián secreto se negara a hablar, Quien Tú Sabes podía registrar el pueblo en que estaban James y Lily sin encontrarlos nunca, aunque tuviera la nariz pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja.

-¿Así que Black era el guardián secreto de los Potter? -susurró la señora Rosmerta.

-Naturalmente -dijo la profesora McGonagall-. James Potter le dijo a Dumbledore que Black daría su vida antes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pensando en ocultarse él también... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado. Él mismo se ofreció como guardián secreto de los Potter. Pero lo que no cuadra es que el que guardaba donde se ocultaban los Black era James - Cuando Harry miro otra ves a Llamylet asintió diciendo que si todo lo que dice es verdad

-¿Sospechaba de Black? -exclamó la señora Rosmerta. -Dumbledore estaba convencido de que alguien cercano a los Potter había informado a Quien Tú Sabes de sus movimientos -dijo la profesora McGonagall con voz misteriosa-. De hecho, llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando teníamos un traidor que pasaba información a Quien Tú Sabes.

-¿Y a pesar de todo James Potter insistió en que el guardián secreto fuera Black?

-Así es -confirmó Fudge-. Y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el encantamiento Fidelio...

-¿Black los traicionó? -musitó la señora Rosmerta.

-Desde luego. Black estaba cansado de su papel de espía. Estaba dispuesto a declarar abiertamente su apoyo a Quien Tú Sabes. Y parece que tenía la intención de hacerlo en el momento en que murieran los Potter. Pero como sabemos todos, Quien Tú Sabes sucumbió ante el pequeño Harry Potter. Con sus poderes destruidos, completamente debilitado, huyó. Y esto dejó a Black en una situación incómoda. Su amo había caído en el mismo momento en que Black había descubierto su juego. No tenía otra elección que escapar fue a recoger a sus hijos y esposa pero ella se rehuso a irse con el entonces la mato y les borro la memoria a sus hijos mayores a que ellos fueron para jugar al Quiddich y los pequeños decir les que alguien mas mato a su mama

- ¿y quien dijo quien fue?-pregunto Rosmerta

- les dijo que fue Peter Pettigrew- Llamylet en ese momento se levanto y se fue llorando Fred la siguió pero yo quería escuchar mas de la historia

-Sucio y asqueroso traidor -dijo Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio

-Chist -dijo la profesora McGonagall.

-¡Me lo encontré -bramó Hagrid-, seguramente fui yo el último que lo vio antes de que matara a toda aquella gente! ¡Fui yo quien rescató a Harry de la casa de Lily y James, después de su asesinato! Lo saqué de entre las ruinas, pobrecito. Tenía una herida grande en la frente y sus padres habían muerto... Y Sirius Black apareció en aquella moto voladora que solía llevar. No se me ocurrió preguntarme lo que había ido a hacer allí. No sabia que él había sido el guardián secreto de Lily y James. Pensé que se había enterado del ataque de Quien Vosotros Sabéis y había acudido para ver en qué podía ayudar. Estaba pálido y tembloroso. ¿Y sabéis lo que hice? ¡ME PUSE A CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO! -exclamó Hagrid.

-Hagrid, por favor -dijo la profesora McGonagall-, baja la voz. - mirando por donde estaban ellos y Harry se escondió mas.

-¿Cómo iba a saber yo que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Lily y a James? ¡Lo que le turbaba era la suerte de Quien Vosotros Sabéis! Y entonces me dijo: «Dame a Harry, Hagrid. Soy su padrino. Yo cuidaré de él...» ¡Ja! ¡Pero yo tenía órdenes de Dumbledore y le dije a Black que no! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de sus tíos. Black discutió, pero al final tuvo que ceder. Me dijo que cogiera su moto para llevar a Harry hasta la casa de los Dursley. «No la necesito ya», me dijo. Tendría que haberme dado cuenta de que había algo raro en todo aquello. Adoraba su moto. ¿Por qué me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto deja demasiadas huellas, es muy fácil de seguir. Dumbledore sabía que él era el guardián de los Potter. Black tenía que huir aquella noche. Sabía que el Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero ¿y si le hubiera entregado a Harry, eh? Apuesto a que lo habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su mejor amigo! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni nadie que le importe... Tras la perorata de Hagrid hubo un largo silencio. Luego, la señora Rosmerta dijo con cierta satisfacción:

-Pero no consiguió huir; ¿verdad? El Ministerio de Magia lo atrapó al día siguiente.

-¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros...! -dijo Fudge con amargura-. No fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter. Enloquecido de dolor; sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de los Black, él mismo lo persiguió.

-¿Pettigrew...? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? -preguntó la señora Rosmerta.

-Adoraba a Black y a Potter. Eran sus héroes y se avía enamorado de Greengrass  -dijo la profesora McGonagall-. No era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él. Podéis imaginaros cómo me pesa ahora...

-Su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.

-Venga, venga, Minerva -le dijo Fudge amablemente-. Pettigrew murió como un héroe. Los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Dicen que sollozaba: «¡A Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudiste...?» <<y después a tu esposa eres un egoista dejar a niños solos 7 niños desempatados>> Y entonces sacó la varita. Aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew. La profesora McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:

-¡Qué chico más alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en los duelos. Tenía que habérselo dejado al Ministerio...

-Os digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas... Lo habría descuartizado, miembro por miembro -gruñó Hagrid.

-No sabes lo que dices, Hagrid -dijo Fudge con brusquedad-. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorralado. En aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello. Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black allí, riéndose, con los restos de Pettigrew delante... Una túnica manchada de sangre y unos... unos trozos de su cuerpo. La voz de Fudge se detuvo de repente. Cinco narices se sonaron.

-Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta -dijo Fudge con la voz tomada-. A Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban. La señora Rosmerta dio un largo suspiro.

-¿Es cierto que está loco, señor ministro?

-Me gustaría poder asegurar que lo estaba -dijo Fudge-. Ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos. Han perdido el juicio... Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía Black. Estuvo hablando conmigo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio la impresión de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el periódico. Tan sereno como os podáis imaginar; me dijo que echaba de menos los crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él. Y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿sabéis? Tenía dementores ante la puerta día y noche.

-Pero ¿qué pretende al fugarse? -preguntó la señora Rosmerta-. ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunirse con Quien Usted Sabe, ¿verdad?

-Me atrevería a afirmar que es su... su... objetivo final -respondió Fudge evasivamente-. Pero esperamos atraparlo antes. Tengo que decir que Quien Tú Sabes, solo y sin amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse... Hubo un sonido hueco, como cuando el vidrio golpea la madera. Alguien había ejado su vaso.

-Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo. Todos los pies que había ante Harry volvieron a soportar el cuerpo de sus propietarios. La parte inferior de las capas se balanceó y los llamativos tacones de la señora Rosmerta desaparecieron tras el mostrador. Volvió a abrirse la puerta de Las Tres Escobas, entró otra ráfaga de nieve y los profesores desaparecieron.

-¿Harry?

Las caras de Ron ,Hermione y George miraron se asomaron bajo la mesa. Los tres lo miraron fijamente, sin saber qué decir.

- es mejor que valla a ver a Fred con Llamylet - dijo George pero Harry sabia una cosa que ella era la única que le diría la verdad salió de la mesa y fue a buscarlos los encontró en una banca la agarro de brazo

- lo ciento pero ella me dirá ahora - Fred lo miro furioso ella no tenia culpa de nada

- tranquilo Fred...le diré...to..do - ella respiro y se tranquilizo - pero no aquí vámonos a un lugar - ellos caminaron a una casa

- que- Ron no pudo terminar ya que Llamylet le contesto

- es la casa que mi mama y mi papá nos cuidaron mientras estudiaban - entramos y la casa estaba sola no avía nadie - y no vayan a los cuartos están infectados de los Polvos de mis hermanos - todos la miramos raro - bueno que quieres saber

- cual es el objetivo de tu padre - se lo pregunte....

Pov de Llamylet

Lo mire severa si quiere saber la verdad la diré

- quieres saber la verdad bien pero después de esto no me busque por que yo no voy a responder mas preguntas - suspiro y el baja la cabeza - a ti y a mi por que nunca pudo tener lo que borrarme la memoria por que nunca pudo yo era una bebe mis hermanos eran ya más grandes les pudo borrar la memora fácil mente pero yo veo la verdad - si lo se deje una mentira pero la verdad la sabrá muy pronto....

################### editado el 19/10/16

Continue Reading

You'll Also Like

514K 52.7K 132
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
260K 32.3K 55
En la Iglesia de Moscú, se encuentra Max Verstappen jurando venganza hacia su amado Daniel, jurando tomar lo mas sagrado para el agente Hamilton, jur...
475K 9.8K 7
𝙃𝙤𝙪𝙨𝙚 𝙊𝙛 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 || 𝐒𝐚𝐠𝐚 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 "Ser una Black digna de su apellido" Madelyn siempre tuvo esos pensamientos al saber q...
699K 19.5K 80
"...Vamos a pecar juntos..." ❝One-Shots sobre personajes masculinos del anime "Naruto" , escritos por un fan para otros fans , con alto contenido +18...