Ámame Sin Importar Qué #2

By diandraluna12

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SEGUNDO LIBRO DE LA TRILOGÍA ÁMAME. Las cosas entre Debby y Justin se complicaron después que Jessica los enc... More

Prólogo.
Capítulo 01.|Sin importar qué.
Capítulo 02.|No es justo que continue.
Capítulo 03.|Perdiendo la cabeza.
Capítulo 04.|Se acabó
Capítulo 05.|Segunda oportunidad.
Capítulo 06.|Celos.
Capítulo 07.|Noche de superación.
Capítulo 08.|Hacer las cosas bien.
Capítulo 09.|No volverá a ocurrir.
Capítulo 10.|No la necesito.
Capítulo 11.|Miedo al abandono.
Capítulo 12.|Te perdono.
Capítulo 13.|¿Quién es Wendy?
Capítulo 14.|Te amaré sin medidas.
Capítulo 15.|Salvar la amistad.
Capítulo 16.|Mi mejor regalo.
Capítulo 17.|Pista de carreras.
Capítulo 18.|Tarde de chicas.
Capítulo 19.|Rumbo inesperado.
Capítulo 20.|¿Tú?
Capítulo 21.|Lo que necesitaba.
Capítulo 22.|En la boca del lobo.
Capítulo 23.|En peligro.
Capítulo 24.|Al descubierto.
Capítulo 25.|Bradshaw vs Smith.
Capítulo 26.|Amenaza de amor.
Capítulo 27.|Me voy contigo.
Capítulo 28|Mala decisión.
Capítulo 29.| Mi culpa.
Capítulo 30.|No es suficiente.
Capítulo 31.|Noticia.
Capítulo 32.|Solo por ti.
Capítulo 34.|Una pesadilla.
Capítulo 35.| El perdón.
Capítulo 36.|Inolvidable.
Capítulo 37.|Regalos.
Capítulo 38. |Sí quiero.
Aviso. Tercer libro.

Capítulo 33.|Nunca debí dejarte.

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By diandraluna12

Los pasillos de la universidad estaban peor que el tránsito de Nueva York por las mañanas. Los estudiantes están de un lado a otro con rostros desesperados e impacientes. Para la mayoría hoy es día de los exámenes finales y están como perros fuera de su jaula.

Hoy tengo mi examen de idiomas con la profesora Quinn y no podía ser peor que ser mi primer examen para poder graduarme. La profesora Quinn es tan molesta y antipática que no le importaría reprobarme con tal de verme tomando su estúpido examen una vez más y reírse de mi cara de súplica. Últimamente mi casillero parece un cochitril, está hecho un desastre y he tenido que venir a ordenarlo antes de empezar mi examen.

Estos días he estado en el infierno y más allá. Estar sin Justin es horrible y ya lo había vivido, no es algo que quería que volviera a pasar, pero esta vez es diferente, yo siento que nuestro destino ya no es estar juntos y merecido me lo tengo. Termino de ordenar mi casillero y cierro la ventanita cuando mi mirada se fija en el pasillo. Justin venía caminando con algo de prisa hacia mí. Espera...¿Viene hacía mí? Mi mirada no se despega de la suya y me quedo inmóvil esperando su llegada.
Venía tratando de esquivar a todos en el pasillo, como dije, está peor que un tránsito de un lunes en la mañana. Cuando estuvo frente a mí se quedó observándome un momento. Sus manos estaban sudadas y su ceño estaba fruncido, no sé definir realmente como estaba, pero si existe una palabra para describirlo, es desesperado.

—Debs.—Susurró haciéndome tambalear.

Durante y después de nuestra ruptura no había vuelto a llamarme Debs, solía gritarme Señorita Bradshaw o peor aún, Debby. Tragué saliva y entrelacé mis manos en mi regazo.

—Justin.—Mi voz salió dificultosa, tenerlo cerca siempre me causaba esa sensación de alegría y nervios a la vez.

Lo vi batallar con su cabeza si habla o no, es un momento muy incómodo sinceramente.

—¿Podemos hablar? Sé que debes estar ocupada con los exámenes y eso, pero de verdad necesito hablar contigo, ahora por favor.—Habló con timidez y preocupación.

Mi ceño se frunció sin entender nada. ¿Qué tendría que decirme? ¿Se le olvidó un insulto más o quiere dejarme más que claro que ya no habrá nada entre nosotros?

—¿Qué sucede?—Pregunté sin entender su preocupación.

Suspiró y vi culpabilidad en sus ojos.

—Necesito que me escuches, necesito que hablemos...por favor, no te quitaré mucho tiempo.—Mordió su labio inferior y cuando él hace eso es porque de verdad está preocupado.

Lo miré a los ojos, mis ojos favoritos en todo el mundo, su color miel me transporta a mi lugar favorito; su alma. Suspiré y asentí.

—Está bien, vamos.

Comenzamos a caminar por los pasillos para encontrar un lugar privado para poder hablar. Sentía mis piernas temblar y mi corazón palpitar. Escuché a alguien gritar mi nombre detrás de nosotros. Nos detuvimos y vimos a Kourtney correr como loca suicida hacia donde nos encontrábamos. Fruncí mi ceño al verla preocupada. ¿Hoy a todo el mundo le dio con estar preocupado?

—¡Debby, Debby!—Se detuvo frente a nosotros con la respiración entrecortada.

Me acerqué a ella.

—¿Qué pasa Kourt? ¿Por qué tanto alboroto?

Trabajó duro con su respiración para poder hablar mientras Justin y yo nos mirábamos sin entender nada.

—Litzie acaba de tener un accidente en la clase de física y está en la enfermería.

Virgen santa. Justin y yo nos miramos junto con Kourtney con caras de terror y corrimos juntos hacia la enfermería. Al llegar a la puerta de la enfermería escuchamos a Litzie desde dentro quejarse y a un Nolan super desesperado tratando de calmarla.

—Lo siento, pero no pueden pasar.—Nos detuvo una de las enfermeras.

Lo que faltaba.

—Es nuestra amiga que está allá dentro.—Habló Justin mirando a la enfermera.

Escuchamos a Litzie quejarse una vez más y sin importarnos la enfermera corrimos hacia donde estaba. Litzie estaba recostada en la camilla con el tobillo ensangrentado. Nolan le apretaba la mano mientras le ponían unos puntos.

¿Pero cómo carajos se hizo eso? Me acerqué a ella rápidamente y acaricié su cabello.

—Nena.—Le susurré y abrió sus ojos que los tenía cerrados a causa del dolor.

—Debs.—Gruñó cuando otro punto fue unido en su pie.—¿¡En esta universidad no existe la anestesia!?—Gritó desesperada.

Observé a la enfermera que le estaba haciendo los puntos en el pie y tuve que apartar la mirada. Le está cosiendo el pie a sangre fría.

—¿Puede parar? ¡Es demasiado fuerte para ella!—Gritó Nolan desesperado no queriendo ver a Litzie en ese estado.

—Si no le hago los puntos la chica se desangraría.—Habló la tonta enfermera.

—Pues por lo menos póngale anestesia. ¿¡Qué mierda le pasa a esta enfermería!?—Volvió a gritar.

—Si no deja de gritar de esa manera joven, lo sacaré inmediatamente. ¿Qué no ve que la herida es muy grande y usted está ahí dificultándome todo?—Le gritó está esta vez la enfermera.

Suspiré y volví a cerrar los ojos cuando otro grito doloroso salió de los labios de Litzie.

—Explícame como fue que te hiciste esta herida nena.—Le pregunté sentándome a su lado con cuidado.

Litzie tragó en seco aún con los ojos cerrados.

—Nol, por favor cuentales tú, porque siento que cada vez que hablo el pie se me va a explotar.

Nolan acarició su mano y besó ligeramente su dorso.

—Litzie estaba en clase de física tomando su examen final. El Profesor Reynolds la puso a jugar Basketbol, y ustedes saben como se lleva Litzie con los deportes, especialmente con el Baloncesto.—Se pasó una mano por su cabello frustrado.—Una del equipo contrario sin tener cuidado y sin querer lanzó mal el balón y le dió en el tobillo a Liss provocándole la herida.

—No fue sin querer, esa idiota lo hizo a propósito.—Se quejó Litzie abriendo los ojos al fin.

Negué con la cabeza.

—Tengo que irme a coger mi examen. ¿Crees que podrás cogerlo tú? Ya sabes como es Quinn, no te dará más oportunidad, solo si es en completivos y es obvio que no quieres llegar ahí.—Le dije a sinceridad.

Lloriqueó quejándose una vez más.

—¿Podrías por favor hablar con ella y decirle lo que me acaba de pasar? No me siento en condiciones de tomar ningún examen más y mucho menos si es de la bruja esa.

Abrí mis ojos con algo de terror.

—Liss sabes que te amo y que haría cualquier cosa por ti. ¿Pero te estás escuchando? Me estás mandando a hablar con el mismísimo diablo.

Se movió despacio quejándose una vez más cuando su herida le dio punzadas.

—Solo inténtalo por favor, hazlo por tu amiga la coja.—Dijo haciéndonos reír a todos.

Suspiré rindiéndome.

—Está bien, lo voy a intentar. Ahora descansa, tengo que irme.—Besé su frente cuidadosamente y le sonreí.

—Gracias nena, te adoro.

Me volteé y choqué con la mirada de Justin. Él estaba muy desesperado por hablar conmigo, pero ya tengo que ir a coger mi examen y no podrá ser ahora. Aunque me coma las uñas desesperada por saber que es eso tan urgente que quiere decirme.

—¿Hablamos más tarde?—Dije en un susurro para que los demás no escucharan.

Asintió.

—Por supuesto, yo te busco. —Dijo mojando sus labios, acto que me encanta pero que también me da deseos de besarlo ahí mismo.

Caminé hacia la puerta antes de que mi autocontrol desapareciera por completo, pero antes de abrir la puerta escuché su voz.

—¿Debs?

Lo miré esperando.

—Suerte en tu examen.—Dijo con timidez a lo que le sonreí débilmente saliendo de la enfermería.

Caminé por los pasillos lo más rápido que podía, no podía darme el lujo de llegar tarde y mucho menos en un examen de la bruja de Quinn. Cuando entré al salón aún no había llegado, suspiré y fui a tomar mi asiento, pero en eso, la puerta del salón se abrió y por esta entró la bruja mayor. Con un suspiró de ayuda caminé hacia ella.

—Señorita Bradshaw. ¿Necesita algo?—Me preguntó con ese tono de voz que usa para todo el mundo, esta mujer necesita realmente un esposo.

Aclaré mi garganta y fijé mi vista en ella.

—Litzie acaba de tener un pequeño accidente en el gimnasio mientras tomaba su examen de física, tuvieron que darle un par de puntos en su pie izquierdo y no se siente nada bien ¿Usted podría considerarla y darle el examen otro día?.—Hablé lo más rápido que pude, no les voy a negar que esta mujer me pone los pelos de punta.

La Profesora Quinn dejó sus materiales en el escritorio y tomó asiento, alzó su mirada hacia mí mientras yo esperaba su respuesta.

—Así que Litzie Torres no puede tomar mi examen.—Su expresión era horrible, que vieja más fea.—Pues dígale a su amiga que lo siento mucho por su pie, pero que mi examen no se pospone, ni porque la hija del presidente estuviera en mi clase y me lo pidiera, y eso usted lo sabe perfectamente Señorita Bradshaw, así que no pierda su tiempo conmigo.

Es. Una. Bruja. Con. Patas.

—Pero ella está muy mal, debería considerar a alguien en su vida Profesora, no todos tenemos la culpa de su amargura.

—¡Señorita Bradshaw que falta de respeto es esa!—Se levantó furiosa de su silla.—A la oficina del Decano ¡Ahora!

Oh, oh, eso no.

—¡Pero no puede hacerme eso, tengo que tomar mi examen!

—¡Ningún examen, no te daré nada a menos que sea en completivo!

No, ella no puede estar hablando en serio.

—¡Usted no puede hacerme eso!

Río descaradamente.

—Claro que puedo y lo haré, ahora vamos a la oficina del Decano, será un gusto para mí llevar a una de las consentidas de Rogers a la dirección por falta de respeto a mi persona.

Hija de su madre que la parió.

Con un suspiró de derrota camino detrás de la bruja con patas hacia la oficina del Decano. Bien Debby, sin el examen de la bruja no podrás graduarte. ¡Te acaba de mandar a completivo! Es una zorra, la odio, la odio, no sé que voy a hacer ahora. Al entrar a la oficina Elena la secretaria me miró inmediatamente.

—Elena, dile al Decano que tengo un problema aquí.—Dijo Quinn con su alegría por dentro.

—¿Qué pasó?—Me miró pidiéndome una explicación pero no podía hablar más de lo que ya hice.

—Haz lo que te digo y deja de meterte en lo que no te llaman mujer.—Volvió a decir la bruja con patas.

Elena entró a la oficina del Decano y luego salió dejando la puerta abierta.

—Pueden pasar.

La bruja con patas me miró de reojo y caminé detrás de ella. Elena me murmuró un 'que pasó' y yo le hice señas que le contaría después, sacándole la lengua a Quinn por detrás. Nos sentamos frente al Decano quien esperaba pacientemente porque la bruja con patas hablara.

—¿Cuál es el problema ahora Manuela?—Dijo el Decano haciéndome reír en silencio en mi lugar.

Ese es el nombre real de la Profesora Quinn y ella lo odia hasta morir. El único que puede decirlo sin que esta le grite en la cara es el Decano Rogers. Yo siempre lo he sospechado, a la Profesora Quinn le gusta el Decano.

Se acomodó su uniforme de trabajo.

—La Señorita Bradshaw me ha faltado el respeto solo porque no quise ayudar a su amiguita a que recibiera el examen otro día.

—¿Es eso verdad Debby?—Me preguntó el Decano.

—Pues si llamarla amargada es faltarle el respeto, púes sí, lo hice, ya era hora que alguien se lo dijera.

La reacción que esperaba del Decano fue distinta a la que tuvo. Rogers comenzó a reír dejándonos a mí y a la Profesora Quinn sorprendidas.

—Lo siento, pero la Señorita Bradshaw tiene razón, ya era hora que alguien se lo dijera Quinn.—Dijo aguantando otra carcajada.

Reí en mi asiento junto con el Decano, por eso es que lo adoro.

—¡Basta los dos! No es gracioso.—Se enojó la Profesora.

—Manuela, es la verdad, siempre vives de amargada, hablándole mal a todos, tratando a todos con la punta del pie, la vida es muy corta para vivirla así querida, creo que si dejaras de ser así y te comportaras un poquito más amable, conozco de alguien que le gustaría salir contigo.

Me mato. Miré el rostro de la bruja con patas y estaba más rojo que una salsa picante.

—Deje de decir tonterías Decano, la verdad es que...

—No son tonterías Manuela.— Se puso de pie y caminó hasta ella.—Conozco un hombre que siempre ha delirado por usted, pero es un hombre muy divertido, serio a veces pero solo en su trabajo, luego es muy extrovertido, simpático y muy sociable, a él usted le encanta, pero si no cambia eso, dudo que se acerque a usted algún día.

Esperen un momento. ¿El Decano Rogers está coqueteando con la Profesora Quinn?

Dios, esto es de infarto.

La Profesora Quinn para este entonces estaba nerviosa, sus piernas temblaban y su voz ya no era la misma fuerte y ronca, ahora era suave y timida.

—¿Quién es ese hombre?—Pregunto con la voz entrecortada.

—Soy yo Quinn, ya no le demos más vuelta. —Suspiró.—Hagamos algo, esta noche, usted y yo, veamos que ocurre.

¿¡Van a tener una cita!?

—Yo..—La pobre no podía ni hablar.

—Perfecto, eso es un sí para mí.—Dijo el Decano sentándose en su silla nuevamente.—Bien Debby, vuelve a tu clase y toma ese examen, lo pasarás, lo sé.

Sonreí y caminé hacia la puerta de la oficina para salir.

—Un vestido rojo no te caería mal Manuela.

Bien, tengo que largarme de aquí.

Cerré la puerta detrás de mí y comencé a reír como loca. Dios, acabo de presenciar una escena algo caliente entre mi Profesora de idiomas que es una bruja indomable con el Decano de la universidad que es un hombre muy amable. Elena me vio e inmediatamente corrió hacia mí.

—¿Qué sucedió allá dentro?

Reí  a carcajadas.

—El Decano y la Profesora tendrán una cita.

La cara de Elena era para morirse de la risa.

—¿Estás de broma?—Gritó.

—Shhh baja la voz.—Reí.—No, es la verdad, y te seguiría contando pero tengo que ir a coger un examen que me ha costado demasiado. Hablamos luego Lena.

A las tantas horas yo ya había terminado mi examen, y estaba tan feliz que no me daba por nadie. Estaba super fácil y mucho mejor, la Profesora Quinn no me volvió a mirar con odio la mañana completa. Cuando iba saliendo del salón la maestra me detuvo.

—Debby, quiero pedirte disculpas, no fue la manera correcta de tratarte.

¿Estoy soñando? ¿La bruja con patas está pidiéndome disculpas?

—Y en cuanto a la Señorita Torres, puede decirle que en cuanto se mejore del pie le daré su examen, que no se preocupe.

No, esto definitivamente es un sueño. Ella salió por la puerta del salón de clases dejándome con la boca abierta. La verdad es que esto era digno de ser grabado para salir en un documental en las noticias.

Mientras caminaba en los pasillos llamé a Litzie contándole todo y a pesar de que reírse hacía que el pie le diera punzadas las carcajadas no faltaron. Cuando le conté de las disculpas de Quinn gritó como loca no creyéndolo. Al terminar la llamada continué mi caminar. Me detuve al ver a Justin y a Dylan sumergidos en una conversación. Justin volteó a verme y le dijo algo a Dylan alejándose de él y acercándose a mí.

—¿Cómo te fue en el examen?—Me preguntó una vez más tímido con sus manos metidas en sus bolsillos delanteros del pantalón.

—Bien, eso creo.—Suspiré. No es tan fácil mirarlo a la cara sabiendo que ya no me pertenece.

Se pasó sus manos desesperadas por su cabello y suavizó sus labios con su lengua.

—¿Crees que podríamos hablar ahora?

En eso mi celular se escucha y le pido disculpas a Justin con la mirada y contesto.

—¿Mamá?—Dije al contestar.

—Debby mi amor, necesito hablar contigo.

Hoy a todo el mundo le dio por querer hablar conmigo.

—¿Qué sucede?

La escuché suspirar.

—Me regreso a Seattle en la madrugada.—Me soltó de golpe.

Mi corazón se estrujó como nunca al escuchar a mi madre decir que se iría. Después de que nuestra relación madre e hija se ha fortalecido siento la necesidad de tenerla cerca siempre y saber que se vuelve a Seattle me pone muy triste. Yo sé muy bien que la vida de mi madre está en Seattle, la de Bryan también y que por más que lo ignorara llegaría el día en que ella volvería a donde pertenece.

—¿Por qué te vas?—Susurré con un nudo en la garganta.

—Bryan tiene que regresar a su trabajo y sus obligaciones nena, y sabes perfectamente que no me dejaría quedarme sola en la ciudad.

Caminé de un lado a otro y Justin me observaba tranquilo.

—¿Puedo verte antes de que te vayas?

Mierda, siento que voy a llorar. ¿Desde cuando lloro por algo relacionado con mi madre? Pues creo que desde ahora.

—Claro que sí nena. Estoy en I Hop desayunando mientras Bryan hace algunas diligencias. ¿Puedes venir y hablamos?—Me preguntó.

Miré a Justin y mordí mi labio.

—Sí, allí estaré en unos minutos.

Sentí su sonrisa en el teléfono.

—Te espero mi vida.

Antes de que colgara la detuve.

—¿Mamá...?

—¿Sí querida..?

Suspiré.

—Te amo.

Sin esperar su respuesta cerré la llamada. Volteé a mirar a Justin con cara de pena.

—Tengo que ir a ver a mi madre, se va de la ciudad en unas horas y quiero poder despedirme de ella.

Asintió y se acercó un poco más a mí poniéndome nerviosa.

—Ya veo que no dejarán que podamos hablar.—Rió despacio.—Esta noche los chicos y yo tenemos una reunión en la pista de carreras ¿Crees que podrías ir y allí hablamos? Yo te paso a buscar a tu departamento.

—No es necesario que me pases a buscar, ya me sé el camino. Allí estaré.—Le sonreí.

Asintió nervioso y se acercó besando mi mejilla delicadamente. No puedo describir con palabras lo que sentí con ese beso en la mejilla, porque si te digo fuegos artificiales te estaría mintiendo. El contacto de sus labios con mi piel me descoloca. Virgen santa, como amo a este hombre. Cuando se alejó me sonrió dulcemente y se alejó caminando por los pasillos dejándome en las nubes.

Estacioné en el restaurante I Hop donde mi madre se encontraba. Al entrar la ví sentada en una mesa y al verme se puso de pie y me abrazó fuertemente.

—Que bueno que estás aquí tesoro.

Tomamos asiento una frente a la otra.

—¿Sabes? Pasé un día algo interesante en la universidad y me dio algo de hambre. ¿Pedimos?—Le dije con una sonrisa mientras tomaba el menú.

—Perfecto, así me cuentas sobre lo interesante que fue tu día.—Dijo contenta llamando al camarero para que nos atendiera.

Ordenamos y nos pusimos a platicar un rato mientras llegaba nuestro desayuno. Le conté sobre la Profesora Quinn y su odio rotundo hacia mí y todo el alumnado. Le conté sobre mi ruptura con Justin y como iban las cosas. Le hablé del accidente de Litzie en la clase de gimnasia hasta que llegó nuestro desayuno y nos dispusimos a comer.

Luego de un rato donde estábamos tomando el postre, me levanto de mi asiento y ella me mira extrañada. Me acerco a ella y me siento a su lado.

—Quiero decirte algo muy importante.—Le dije mirándola a los ojos.

Ella asintió con una sonrisa dulce.

—Sé que gran parte de mi vida me la pasé odiándote por algo que no debí echarte la culpa. Sé que no fui la hija perfecta, no estudié lo  que querías que estudiara y vivimos  muchos años separadas. —Tomé su mano con la mía y pude ver sus ojos aguarse.—Lo que quiero decir es que no supimos ser suficiente para la otra en esos tiempos, pero ahora que todo se ha solucionado y te tengo en mi vida las veinticuatro horas del día se me va a ser muy difícil no tenerte cerca.—Una lágrima cayó por mi mejilla.—Siempre tuve la esperanza de volver a verte junto a mi padre, pero ya he crecido, y me di cuenta que eso no volverá  a pasar y lo entiendo. Ahora los dos tienen sus respectivas parejas, y estoy contenta porque los dos están bien, pero eso no quita que te voy a extrañar mamá. Te voy a extrañar como no tienes idea, y sé que dirás que puedo ir a visitarte cuando quiera, pero sabes que Seattle es el lugar que más detesto en el mundo, y no me gustaría volver allí.

Mi madre me abrazó fuertemente mientras lloraba en mi hombro. Sentir que por primera vez en mi vida tengo una madre que me ama es muy importante para mí.

—Eres lo que más amo, y me arrepiento de todo lo que pasó en el pasado, pero prometo ser la madre que siempre has querido. Y ahora que tengo una razón más para vivir creciendo dentro de mí, créeme que valoraré mucho esta segunda oportunidad.

Puse mi mano en su vientre plano y lo acaricié despacio.

—Es una segunda oportunidad mamá, esta vez estoy segura que harás las cosas bien.—Con lágrimas en mis ojos la abracé como si de eso dependiera mi vida.

Cuando la noche cayó llegué al departamento y me duché y me vestí un poco abrigada, estaba haciendo frío fuera. Había quedado con Justin de vernos en la pista de carreras, no sé que es lo que tiene que decirme que lo tiene tan desesperado para interrumpir una reunión con sus amigos, la verdad es que me tiene muy confundida.

Termino de arreglarme dejando todo en orden y tomando las llaves del departamento salgo de el. Hoy no saldría en mi auto. La pista de carreras no queda tan lejos. Mark me detuvo un taxi y agradeciéndole me despedí mientras me iba a mi destino. Cuando llegué le pagué al taxista y salí del taxi, este inmediatamente se fue del lugar. Las calles estaban solitarias y los arboles se movían haciendo ver todo más tenebroso. En este momento me arrepentí de no haber aceptado que Justin me buscara. Con un suspiro comienzo a caminar hasta la puerta enorme del barandal.

Escuché muchas voces provenientes del lugar, esos deben ser los chicos. Me acerqué en silencio mientras me abrazaba a mi cuerpo, me estaba congelando. Observé a Marissa con James platicando, a Collins con algunas chicas coqueteándoles y a Glen hablando con Justin. En un momento que no lo vi llegar Glen pegó su boca a la de Justin comiéndosela a todo pulmón.

—¿Para esto querías hablar conmigo? ¿Para decirme que ya conseguiste mi reemplazo?—No sé de donde saqué las fuerzas necesarias para hablar.

Justin volteó bruscamente sorprendiéndose al verme. Todo el lugar se paralizó, los chicos estaban igual de sorprendidos que yo y Marissa sin dudas quería romperle los huesos a Glen.

—Debs.—Susurró. Miró a su lado y se había dado cuenta que no podía moverse porque estaba entre su motocicleta y la zorra leprosa de Glen.—Suéltame.—Le exigió pero esta se resistió.—¡Que me sueltes te digo!

Ella se apartó de muy mala gana y Justin se acercó rápidamente hacia mí. Levanté mi mano impidiéndole que me tocara.

—No te me acerques. No me toques.—Dije tragándome mis lágrimas y el dolor que era evidente.

—Nena, tienes que escucharme, las cosas no son...

—¿¡No son qué!? Por favor Justin no me creas idiota. —Le grité histérica. —Te acabo de ver besándola.—Dije ahora con voz lenta y dolorosa.

Se pasó las manos nerviosas por el rostro.

—Me tomó por sorpresa, debiste verlo, acabas de llegar.—Su voz era como una súplica.—Por favor, hablemos, necesito hacerlo Debs, me estoy volviendo loco.

Negué con la cabeza sumamente destrozada.

—Yo no tengo nada que escucharte. No sé porqué estoy aquí, yo no tengo porqué reclamarte nada, puedes besarte con ella o con quien quieras, al fin y al cabo tú terminaste conmigo.

Las palabras salieron de mi boca sin saber el daño que me causaría escucharlas. Sentí la sangre correr por mis venas caliente, y escuché como el crujir de mi corazón rompiéndose me hacia daño. Se acercó a mí tomando mi rostro en sus manos. Todos estaban mirándonos, sin saber que hacer.

—He estado en el infierno por mi estúpida decisión, me he estado volviendo loco todos estos días y sé que todo es mi culpa, pero tienes que escucharme por favor tienes que hacerlo.—Lloriqueó con sus manos a cada lado de mi rostro.

—Suéltame.—Hablé con un nudo en la garganta.

—No me pidas eso.—Unió su frente con la mía.

—¡Que me sueltes!—Lo empujé alejándolo de mí.—Tu no me diste la oportunidad de escucharme cuando te lo pedí, yo tampoco te la daré a ti.

—¿Qué te pasa loca?—Escuché que gritaban detrás de nosotros.

Mi vista se fijó en Marissa que tomaba por los cabellos a Glen haciéndola gritar de esa manera.

—¡Eres una zorra! Más que eso, eres una perra, yo te enseñaré a que te metas en tus asuntos.—Le gritó Marissa.

—No.—Le dije a Marissa quien posó su mirada en mí.—No es necesario Marissa, al fin y al cabo, ella ganó.—Dije con todo el dolor de mi alma.

Justin me miró confundido acercándose más a mí.

—¡Qué tonterías dices Debs!—Gritó desesperado.

Lo miré a los ojos, esos ojos que tanto he amado.

—Cuando terminaste conmigo, dijiste que Cameron había ganado el estar conmigo, conste, que no es así. Ahora yo te digo lo mismo a ti.—Miré a Glen por encima de Justin.—Te lo regalo, yo ya no lo quiero de regreso.

Dicho esto me marché corriendo del lugar, necesitaba escapar, desaparecer....morir.

—¡Debs! ¡Debs! ¡Espera! ¡Debby!

Lo escuché llamarme detrás de mí, pero yo no quería verlo, no quería sentirlo cerca, mis pies no querían detenerse.

—¡Debby, detente por favor!—Escuché la voz de Marissa.

Abrí la puerta del barandal saliendo de la pista de carreras lo más rápido que podía. Al cruzar la calle los vi a ambos correr detrás de mí. Negué con la cabeza y terminé de cruzar para marcharme de aquí. Los vi paralizarse en su lugar y las miradas de ambos eran de terror absoluto.

—¡Debby!

Fue el último grito que escuché antes de que un auto impactara contra mí.

Estoy en el suelo, tendida, con el cuerpo adolorido y la respiración más lenta que de costumbre. Tengo sangre por todas partes y unos brazos me sostienen y me aprietan contra él como si fuera a morir.

¿Morir?

—No te duermas preciosa, no cierres los ojos. ¡Llamen la maldita ambulancia ya!–Gritó y escuché murmullos a mi alrededor.

—No la muevas Justin, puede ser más peligroso.

—¡Cállate James! ¡Llama la maldita ambulancia!

—¡Ya viene en camino!—Gritó otra voz que no logro identificar.

—No puedo...respirar.—Hablé con dificultad.

—No, no, no, no, no cierres los ojos mi amor, no me dejes, no lo hagas Debs, por favor. Quédate conmigo.

Escuché la sirena de la ambulancia un tanto cerca pero ya para este entonces los ojos me pesaban sintiendo un sueño profundo.

—Nunca debí dejarte.

Y después todo se volvió negro para mí.

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