El parche que tapaba la cicatriz con puntos en su sien había sido retirado esa misma mañana. La fea grieta que quedaría marcada en blanco llegaba casi a su oído y encima debía agradecer que lo hubiera tocado su cara o oreja. Su cabello, que jamás volvería a crecer en esa marca, estaba rapado a su alrededor y le daba un aspecto descuidado y desdeñoso.
La puerta sonó al ser abierta y cerrada, Bam ladró y escuchó a SeokJin juguetear con él mientras lo saludaba.
-Hola mi bebé precioso. -Caturreaba entre arrumacos. -Sí, sí, ya voy a saludar a papá. -El Omega pareció en el marco de la puerta del baño, viendo através del reflejo del espejo como JungKook veía su cicatriz. Bam empujó al mayor, acercándolo al Alfa; SeokJin rio ahogado. -Creo que quiere que te salude como siempre. -Acarició la cabeza del animal.
-¿Y cómo es eso? -La sonrisa de SeokJin cambió de una feliz y relajada a una tensa y triste en nostalgia.
-Suelo ser bastante efusivo y demostrativo. -Dijo sin más, JungKook quería saberlo. Buscó en su mente, tratando de encontrarlo, no hayando nada.
-¿Cómo lo hacías? -Sus ojos volvieron a conectar através del espejo, las mejillas pálidas del mayor se tiñeron de rojo.
-Pues te abrazo y beso. -La ceja elevada de JungKook lo volvió a cuestionar. -Ya sabes, solo soy un Omega que llega a casa cansado de trabajar y, cuando tengo la suerte de emcontrarte ya a ti aquí, suelo lanzarme a tus brazos, besarte toda la cara y llenarte de mi aroma además de buscar que me impregnes el tuyo.
El menor inhaló profundo por su nariz, lo reciente escucha y el aroma a leche del mayor le llevaron a recordar ligeras sensaciones. A la lejanía pudo escuchar gritos en acople repetidos y de distintas veces de SeokJin al verlo en su casa al llegar, algunas veces parecía que tenía flores o bombones en sus manos para el Omega, otras solo lo recibía alzandolo en sus brazos como si fuera una garrapata que se enganchaba a él con piernas y brazos. Las suaves caricias, como haleteos de mariposas, pasándose de besos sobre su rostro. La mullida mejilla del mayor haciendo presión y luego restregándose en la suya propia como cariños mientras exponía su aroma y recibía el del Alfa.
-Es una pena, pero no puedes salir a la calle con estas pintas. -Bromeó tratando de romper el silencio extendido y serio en el que el menor recordaba aquellas sensaciones. -Parece que te hayas peleado con alguien y te hayan arrancado pelos.
-¿Me lo cortas todo? -SeokJin lo tomó entre sus largos dedos, dando un ligero tirón que removió los intestino de JungKook. Últimamente, esos últimos días en su casa, le traían ráfagas de experiencias vividas.
-Parecerá que vienes del servicio militar. -Murmuró tomando la maquinilla.
-Por suerte, tras mi accidente, no tendré que hacerlo. -La sonrisa triste volvió a Kim.
-Preferiría no tenerte, casi dos años, a esto. -Fue casi inaudible, pero SeokJin lo había dicho y JungKook no supo responder.
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-Voy a ir un momento a un sitio, vengo enseguida. -Dijo JungKook, SeokJin se asomó desde su tienda hacía el interior del almacén donde el menor llevaba toda la tarde haciéndole compañía.
-Okey, ten cuidado. -Pidió viéndolo marchar.
Los paparazzis habían dejado los alrededores, algún fan seguía pasando por allí, pero de momento tenía suerte de que ninguno se hubiera sobrepasado con él de nuevo. Desde aquel día que JungKook había ido a verlo, hacía dos tardes, parecía hecho a la idea de que su rutina era estar en la trastienda escribiendo canciones o ayudándole con el inventario.
Puede que JungKook no lo recordara, pero SeokJin, cada vez que se asomaba a verlo, si no miraba la silla de ruedas, veía a su esposo cuando eran novios y hacía lo mismo a diario.
La campana tintineó, SeokJin sonrió al nuevo cliente. El hombre entrado en edad, vistiendo de traje, entró directo hacia él con furia en sus pasos.
-¿Se puede saber en qué momento decidió que venderle esto a mi hija era una buena idea? -SeokJin miró el libro que el hombre hacía lanzado con despacio a su mostrador. Era una novela romántica, con advertencia de edad para mayores de dieciséis años y con escenas picantes en su interior.
-Señor, disculpe, pero yo pido el carné a quien no creo cumple la edad recomendada. Si su hija tenía este libro es porque es mayor de dieciséis.
-Y lo es, pero no tiene que estar leyendo estas guarradas. -SeokJin tomó una profunda respiración viendo hacia la puerta, el guardaespaldas que JungKook le había colocado como vigilia debió acompañarlo a donde fuera que fuera.
-Lamento si no ha resultado de su agrado, puedo devolverle el dinero ya que el libro está en buen estado y... -El hombro, literalmente desalmado, arrancó la tapa del libro y se la tiró al pecho.
-¡Lo que quiero es que entiendas que esto es una vergüenza! -Cuando SeokJin no reaccionó, como el hombre querría que hiciera, este volvió a tomar el libro entre sus manos y lo levantó hagia el Omega. Ese tipo de hombre era un clasista, un Alfa dominante que se creía con derecho a decidir y mandar sobre los Omegas.
-Cuidado con lo que piensa hacer. -La llegada de JungKook fue perfecta, debiendo al hombre con sus simple voz grave y tirando de su brazo hacia atrás con fuerza desde su silla de ruedas.
Las palabras que dijo, la amenaza intrínseca, le hizo recordar algo más.
Hubo una vez, al principio de conocerse, cuando SeokJin y él coincidían en el callejón para él fumar y el mayor beber su café mientras tenían charlas amenas y sin importancia como relajación de sus dias; que algo así pasó también. Aquella vez había sido un niño pijo/fresa y molesto que se atrevió a elevarle la voz. JungKook casi lo mata con una simple mirada.
Desde aquel día, de forma recurrente, pasaba más a menudo por la libreria. Solía llevarle café o postres, bombones como los que le llevaba ahora en la bolsa en su regazo.
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